Mensaje 71
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Lectura bíblica: Hch. 28:1-31
En este mensaje abordaremos el capítulo veintiocho, el último capítulo del libro de Hechos. En 28:1-10, Pablo llega a la isla de Malta, donde hace muchos milagros. Luego, en 28:11-31, llega a Roma, donde termina su cuarto viaje, después de haber pasado por Siracusa, Regio, Puteoli, el Foro de Apio y las Tres Tabernas (vs. 11-16). Finalmente se comunica con los líderes judíos (vs. 17-22) y ministra en Roma (vs. 23-31).
Leamos Hechos 28:1-2: “Estando ya a salvo, supimos que la isla se llamaba Malta. Y los naturales nos trataron con una amabilidad extraordinaria; porque encendiendo un fuego, nos recibieron a todos, a causa de la lluvia que caía y del frío”. La palabra griega traducida “naturales” en los versículos 2 y 4 significa también bárbaros, y se refiere a los que no hablaban ni griego ni latín, pero que no eran necesariamente incivilizados.
Los versículos 3-5 agregan: “Entonces, habiendo recogido Pablo algunas ramas secas, las echó al fuego; y una víbora, huyendo del calor, se le prendió en la mano. Cuando los naturales vieron la víbora colgando de su mano, se decían unos a otros: Ciertamente este hombre es homicida, a quien, escapado del mar, la Justicia no deja vivir. Pero él, sacudiendo la víbora en el fuego, ningún daño padeció”. La palabra griega traducida “víbora” en los versículos 4 y 5 es literalmente “bestia”. Los médicos usaban este término para referirse a las serpientes venenosas. Al principio, los naturales de la isla pensaban que Pablo era un homicida por haber sido mordido por una víbora. Sin embargo, como lo indica el versículo 6, ellos finalmente cambiaron de parecer: “Ellos estaban esperando que él se hinchase, o cayese muerto de repente; mas habiendo esperado mucho, y viendo que ningún mal le venía, cambiaron de parecer y dijeron que era un dios”. El apóstol no era un dios según creían los supersticiosos naturales; él simplemente expresaba, en su vida y en su ministerio, al propio Dios verdadero, quien en Jesucristo había pasado por los procesos de la encarnación, el vivir humano, la crucifixión y la resurrección, y quien, como Espíritu todo-inclusivo, vivía en Pablo y por medio de él.
En sus epístolas, vemos que el apóstol Pablo daba mucho énfasis a la enseñanza de andar en el Espíritu. Durante todo el viaje, y ahora, en la isla de Malta, Pablo ciertamente andaba en el Espíritu. Indudablemente la vida que él llevaba era el propio Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido. La vida de Pablo era en realidad la expresión del Espíritu vivificante. En todas las circunstancias de su diario vivir, él expresaba al mismo Cristo que predicaba. Pablo predicaba al Cristo encarnado, crucificado, resucitado y ascendido como Espíritu vivificante, y en la isla de Malta, él vivió a este Cristo como Espíritu todo-inclusivo. Vemos esto en las palabras que él mismo escribió más tarde en Filipenses 1:20 y 21a: “Conforme a mi anhelo y esperanza de que en nada seré avergonzado; antes bien con toda confianza, como siempre, ahora también será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo...” Lo único que a Pablo le importaba era vivir a Cristo y magnificarlo. Por tanto, en la isla de Malta, Pablo vivió a Cristo, quien era el Espíritu vivificante, y lo magnificó como tal. Al leer el relato de Lucas acerca del vivir que Pablo llevó, podemos ver su vivir en realidad era el Espíritu todo-inclusivo, la consumación del Cristo encarnado, crucificado y resucitado, a quien Dios exaltó.
Leamos los versículos 7-8: “En aquellos lugares había propiedades del hombre principal de la isla, llamado Publio, quien nos recibió y hospedó amistosamente tres días. Y aconteció que el Padre de Publio estaba en cama, enfermo de fiebre y de disentería; y entró Pablo a verle, y después de haber orado, le impuso las manos, y le sanó”. La disentería era una afección muy común, pero difícil de sanar. No obstante, Pablo, quien se conducía como un rey que gobierna sobre su reino, actuó en este caso como médico, para sanar el padre de Publio.
El versículo 9 dice: “Hecho esto, también los otros que en la isla tenían enfermedades, venían a él, y eran sanados”. Vemos que Pablo llegó a ser el médico e incluso el salvador de toda la isla. Todos los enfermos que traían a Pablo eran sanados.
En el mar, en medio de la tormenta, el Señor hizo al apóstol no sólo dueño de sus compañeros de viaje (27:24), sino también su garantía de vida y consolador (27:22-25). Ahora, estando en tierra y en paz, el Señor lo hizo no sólo una atracción mágica ante los ojos supersticiosos (vs. 3-6), sino también un sanador y motivo de gozo para ellos (vs. 8-9). Durante el largo y desafortunado viaje y encarcelamiento del apóstol, el Señor lo guardó en ascensión junto con El y lo capacitó para que llevara una vida libre del dominio de la ansiedad. Su vida estaba plenamente revestida de dignidad y poseía la norma más elevada de las virtudes humanas que expresaban los más excelentes atributos divinos. Era una vida semejante a la que el propio Señor Jesús había vivido en la tierra años antes. ¡Este era Jesús mismo viviendo otra vez en la tierra en Su humanidad divinamente enriquecida! ¡El maravilloso, excelente y misterioso Dios-hombre, que vivió en los evangelios, ahora, en Hechos, seguía viviendo por medio de uno de Sus muchos miembros! ¡Este era un testigo vivo del Cristo encarnado, crucificado y resucitado, a quien Dios exaltó! Durante la navegación, Pablo vivió y magnificó a Cristo. ¡Por eso los honraron, a él y a sus compañeros, con muchas atenciones (v. 10), es decir, con el mayor respeto y consideración!
Leamos Hechos 28:10: “Los cuales también nos honraron con muchas atenciones y cuando zarpamos, nos cargaron de las cosas necesarias”. Este versículo indica que los naturales de la isla de Malta trataron a Pablo y a sus compañeros como si fuesen miembros de una familia real. En esta familia, Pablo era el rey, y Lucas, un miembro de ella.
Según el versículo 10, los naturales les llevaron a la nave todas las cosas necesarias para el viaje. Esta fue la forma providencial en que el Señor proveyó alimento para doscientos setenta y seis personas. Un rey debe proveer alimentos a su pueblo. Así que Pablo, como rey, recibió las provisiones de parte de los naturales. Sin embargo, él no les debía nada, puesto que había sanado a muchos enfermos entre ellos. Más bien diríamos que esta fue la forma en que ellos le pagaron.
Leamos Hechos 28:11: “Pasados tres meses, nos hicimos a la vela en una nave alejandrina que había invernado en la isla, la cual tenía por enseña a los hijos gemelos de Zeus”. La palabra griega traducida “hijos gemelos” es Dióskouroi. Estos eran los hijos gemelos de Zeus, Cástor y Pólux, y los consideraban las deidades guardianas de los marineros. Una figura de estas estaba sujeta a la popa.
Después de estar tres días en Siracusa fueron a Regio, y de allí pasaron a Puteoli, donde encontraron unos hermanos (vs. 12-14). En el versículo 14b, Lucas declara: “Y luego fuimos a Roma”. En los versículos 15-16, relata: “De donde, oyendo de nosotros los hermanos, salieron a recibirnos hasta el Foro de Apio y las Tres Tabernas; y al verlos, Pablo dio gracias a Dios y cobró aliento. Cuando llegamos a Roma, a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase”. En latín, el Foro de Apio es Appii Forum, un lugar que se encuentra a más de sesenta kilómetros de Roma. En latín, Tres Tabernas es Tres Tabernae, lugar ubicado a más de cuarenta y cinco kilómetros de Roma.
La calurosa bienvenida de los hermanos de Roma y el cuidado amoroso de los hermanos de Puteoli (vs. 13-14) muestra la hermosa vida corporativa que había en los primeros días entre las iglesias y los apóstoles. Esta vida era parte de la vida del reino celestial en la tierra entenebrecida por Satanás y habitada por el hombre. Aparentemente, el apóstol, como prisionero en cadenas, había entrado a la región de la oscura capital del imperio usurpado por Satanás; pero en realidad, como embajador de Cristo y con Su autoridad (Ef. 6:20; Mt. 28:18-19); había entrado en otra parte de la participación de la vida corporativa de la iglesia de Cristo en el reino de Dios en la tierra. Mientras sufría persecuciones de parte de la religión, en el imperio de Satanás, disfrutaba de la vida de la iglesia, en el reino de Dios. Esto representaba un consuelo y un aliento para él.
El versículo 15 dice que cuando Pablo vio a los hermanos, dio gracias a Dios y cobró aliento, lo cual muestra que él era muy humano. Aunque fue alentado directamente por el Señor (23:11) y actuó muy valientemente en todo su viaje (27:22-25, 33-36), cobró ánimo ante la calurosa bienvenida de los hermanos. La humanidad elevada del apóstol y las virtudes humanas de la misma, expresaron a Cristo y Sus atributos divinos durante todo el viaje. Pablo siempre magnificó a Cristo en medio de lo adverso de su situación (Fil. 1:20).
Antes de que Pablo arribara a Roma, los hermanos allí se enteraron de que él y sus compañeros estaban por llegar, y fueron a recibirlos al Foro de Apio y a las Tres Tabernas. ¿Cómo supieron que Pablo iba a llegar? Es muy difícil saberlo. Quizás algunos hermanos de Puteoli, donde pidieron que Pablo permaneciese siete días, llevaron las noticias a los hermanos de Roma, los cuales vinieron a recibirlo. Esto presenta un cuadro de la vida de iglesia de aquel entonces, la cual debía ser muy placentera, y esto es lo que queremos recalcar. Hoy en día se requiere que tengamos una vida de iglesia semejante a ésta, y que sigamos el modelo presentado en estos versículos.
En el capítulo veintiocho, finalmente se cumple el deseo del apóstol de ver a Roma. Los judaizantes trataron de impedir que él fuera a los gentiles, pero el Señor en Su providencia llevó Pablo a Roma. En aquellos tiempos, emprender un viaje tan largo de Jerusalén a Roma no era nada fácil, pero el Señor llevó a Pablo a una tierra gentil muy lejana, a la capital misma del imperio romano. El debió haberse alegrado mucho de haber llegado a Roma. A pesar de que se encontraba prisionero, interiormente estaba lleno de alegría y con gozo inefable y colmado de gloria.
Inmediatamente después de llegar a Roma, Pablo se comunicó con los líderes judíos (vs. 17-22), con lo cual demostró su sabiduría, y empezó a ministrarles la Palabra. Por supuesto, algunos acogieron su ministerio, mientras que otros lo rechazaron.
La estancia de Pablo en Roma fortaleció a la iglesia local, mayormente porque muchos judíos fueron salvos. El llegó a Roma poco después de escribir su epístola a los romanos. Ahora, unos años después, el escritor de dicha epístola había llegado a Roma.
Leamos Hechos 28:23-24: “Y habiéndole señalado un día, vinieron a él muchos a la posada, a los cuales les explicaba estos asuntos y les testificaba solemnemente del reino de Dios desde la mañana hasta la tarde, persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los profetas. Y algunos asentían a lo que decía, pero otros no creían”. Estos versículos muestran que Pablo testificaba del reino de Dios. Como hemos dicho antes, el reino de Dios era el tema principal de la predicación de los apóstoles. Este no es un reino material ni visible al hombre, sino un reino constituido de la vida divina. Es la extensión del propio Cristo como vida en Sus creyentes, para formar un dominio en el cual Dios gobierna con Su vida.
Leamos los versículos 25-27: “Y como no estuviesen de acuerdo entre sí, al retirarse, les dijo Pablo esta palabra: Bien habló el Espíritu Santo por medio del profeta Isaías a vuestros padres, diciendo: ‘Ve a este pueblo, y diles: De oído oiréis, y no entenderéis; y viendo veréis, y no percibiréis; porque el corazón de este pueblo se ha engrosado, y con los oídos oyeron pesadamente, y han cerrado sus ojos, para que no vean con los ojos, y oigan con los oídos, y con el corazón entiendan, y se conviertan, y Yo los sane’”. Dios el Padre dijo esto a los obstinados hijos de Israel en Isaías 6:9-10. En Mateo 13:14-15 Dios el Hijo citó estas mismas palabras a los judíos que lo rechazaban. Y ahora, Dios el Espíritu, por medio del apóstol, las repitió al pueblo, quienes tenían el corazón endurecido. Esto indica que en todo el mover de la Trinidad Divina los hijos de Israel fueron desobedientes al Dios de la gracia. Por consiguiente, El se volvió a los gentiles para llevar a cabo Su economía neotestamentaria en cuanto a la propagación de Su reino, con miras a la edificación de las iglesias, mediante la propagación del Cristo resucitado y ascendido (v. 28).
Leamos 28:30: “Y Pablo permaneció dos años enteros en su propia habitación, una casa alquilada, y recibía a todos los que a él venían”. Durante este tiempo el apóstol escribió las Epístolas a los Colosenses (véase Col. 4:3, 10, 18), a los Efesios (véase Ef. 3:1, 1, 4; 6:20), a los Filipenses (véase Fil. 1:7, 14, 17), y a Filemón (véase Flm. 1:1, 9). El apóstol esperaba ser liberado del encarcelamiento, según lo indica Filipenses 1:25; 2:24 y Filemón 22. Es probable que después de dos años, hubiera sido liberado y hubiera visitado Efeso y Macedonia (1 Ti. 1:3), donde quizás escribió la primera epístola a Timoteo. Además, visitó Creta (Tit. 1:5), Nicopolis (Tit. 3:12), donde escribió la epístola a Tito, y llegó a Troas y Mileto (2 Ti. 4:13, 20), donde probablemente escribió la Epístola a los Hebreos.
Hechos 28:31 declara que durante dos años, Pablo alquiló una casa en Roma, y que estuvo “proclamando el reino de Dios y enseñando acerca del Señor Jesucristo, con toda confianza y sin impedimento”. El reino de Dios es uno de los asuntos más recalcados en este libro. El escrito de Lucas empieza (1:3) y concluye hablando del reino de Dios.
La proclamación del reino de Dios por parte de Pablo fue la propagación del Cristo resucitado. ¿Cómo sabemos esto? por las palabras “enseñando acerca del Señor Jesucristo” mencionadas en el versículo 31. Esto indica que el reino de Dios no puede desligarse del propio Señor Jesucristo. Enseñar a las personas acerca de Cristo equivale a propagar el reino de Dios. Es por eso que afirmamos que el reino de Dios es la propagación del Cristo resucitado.