Mensaje 18
Lectura bíblica: Is. 32; Is. 33; Is. 34; Is. 35
En este mensaje consideraremos los capítulos del 32 al 35. Antes de abordar estos capítulos, quisiera decir algo sobre el pensamiento principal del libro de Isaías.
La revelación divina en Isaías concierne a la economía de Dios, en la cual Cristo es la centralidad y universalidad del gran mover de Dios. El gran mover de Dios es una gran rueda, la cual posee un centro, un aro y los rayos que unen a ambos. Cristo es tanto la centralidad, el centro, como la universalidad, el aro con los rayos. Cristo lo es todo en el mover de Dios. Éste es el pensamiento principal de este libro.
Para entender el libro de Isaías, necesitamos tener una perspectiva de todos los sesenta y seis libros de la Biblia. Isaías tiene dos secciones. La primera sección abarca del capítulo 1 al 39, y la segunda sección abarca del capítulo 40 al 66. Los primeros treinta y nueve capítulos de Isaías corresponden a los treinta y nueve libros del Antiguo Testamento. Los últimos veintisiete capítulos corresponden a los veintisiete libros del Nuevo Testamento. El Nuevo Testamento comienza con Juan el Bautista (Mr. 1:1-3), e Isaías 40 también comienza con Juan el Bautista (v. 3).
La primera parte de Isaías habla sobre la disciplina que Dios aplicó a Su amado pueblo y el castigo que infligió a las naciones a fin de producir un giro en Su pueblo. Para que experimentemos tal giro con miras al cumplimiento del propósito de Dios, primero tenemos que comprender que hemos sido desechados, “despedidos”, por Dios. Hoy en día nuestro Dios en términos prácticos, nuestro Dios en nuestro diario vivir, es Cristo. Como descendientes de Adán, personas que fuimos creadas por Dios, queremos conocer a Dios, adorarle, hacer Su voluntad, agradarle y cumplir el deseo de Su corazón. Esto es correcto, pues Dios desea que seamos seres humanos apropiados y que cumplen Su propósito. Pero Dios jamás planeó ni dispuso en Su eterna economía que nosotros hiciéramos esto por nosotros mismos. Él quiere que hagamos esto por Él. Él desea que nosotros le dejemos a Él hacer esto en nosotros, por nosotros y a través de nosotros. Por ejemplo, como alguien que ha amado al Señor durante muchos años, puedo testificar que para los cristianos no hay nada más difícil que vencer su propio mal genio. Sin embargo, Dios no quiere que nosotros venzamos nuestro mal genio. No debemos perder los estribos ni tampoco tratar de reprimir nuestro mal genio. En lugar de ello, tenemos que renunciar, rendirnos, a fin de experimentar un giro al dejar de intentar vencer nuestro mal genio y, más bien, permitir que Cristo intervenga y sea Él quien prevalezca sobre nuestro mal genio. El verdadero giro espiritual consiste en renunciar a la posición de uno que intenta ser un ser humano apropiado por cuenta propia. Tenemos que renunciar a lo que nosotros queremos hacer al respecto. Éste es el pensamiento y la lógica de Isaías.
Procedamos ahora a ver que, según lo dicho del capítulo 32 al 35, la destrucción de las naciones efectuada por Jehová tiene como finalidad que Cristo sea el Rey que traiga la restauración a Israel.
Isaías 33:1 dice: “¡Ay de ti que destruyes, y no has sido destruido, / y al que obra infielmente y no fue tratado con infidelidad! / Cuando acabes de destruir, serás destruido; / y cuando dejes de obrar infielmente, ellos obrarán con infidelidad contra ti”. Esto indica que todos, independientemente de su situación y de la clase de persona que sean, serán destruidos. Todos serán despedidos.
Al estruendo del tumulto huyen los pueblos; las naciones fueron esparcidas al levantarse Jehová. Será recogido su botín como la oruga recoge la hierba. Se lanzarán sobre él como de una a otra parte se lanzan las langostas (33:3-4).
Según el versículo 9, la tierra se enluta y languidece. El Líbano se avergüenza y se marchita; Sarón es como desierto; y Basán y el Carmelo se sacuden de sus hojas. El versículo 10 dice: “Ahora me levantaré, dice Jehová, / ahora seré exaltado; ahora seré ensalzado”. El aliento de las naciones, como fuego, los consumirá. Los pueblos serán como cal quemada, como espinos cortados que son quemados con fuego (vs. 11-12).
Isaías 34:1 dice: “¡Acercaos, oh naciones, para oír; / y escuchad, oh pueblos! / Oiga la tierra y cuanto hay que la llena, / el mundo y todo lo que brota de él”. Jehová está indignado contra todas las naciones y airado contra todos los ejércitos de ellas. Las ha destruido por completo; las ha entregado a la matanza (v. 2). Es de este modo que Dios despide a las naciones. Dios despide a todos: al bueno y al malo, al vencedor y al derrotado. Hoy en día Dios despide tanto a los cristianos como a los que no son cristianos.
Detalles adicionales sobre la destrucción de las naciones efectuada por Jehová son presentados en 34:4-6, 8-9, 12-13. Todos los ejércitos de los cielos se disgregarán, y los cielos se enrollarán como pergamino. Todo su ejército se marchitará, como se marchita la hoja de la vid, o como se marchita la hoja de la higuera (34:4). En los cielos se ha embriagado la espada de Jehová. Ahora descenderá sobre Edom en juicio y sobre el pueblo que Él ha dedicado (maldecido) al juicio; porque Jehová tiene un sacrificio en Bosra, y una gran matanza en tierra de Edom (vs. 5-6). Según la Biblia, este sacrificio en Bosra y la matanza en tierra de Edom se cumplirán plenamente durante la gran batalla de Armagedón, la cual tendrá lugar en la región que se extiende hasta Bosra. Jehová tiene día de venganza, año de recompensa en el pleito de Sion (v. 8). Los arroyos de Edom se convertirán en brea, y su polvo en azufre; su tierra se convertirá en brea ardiente (v. 9). De sus nobles no hay allí ninguno a quien se pueda llamar al reino, y todos sus príncipes serán nada. Más aún, en sus ciudadelas brotarán espinos; y será habitación de chacales y morada de avestruces (vs. 12-13).
Jehová destruye a las naciones a fin de que Cristo sea el Rey. Después que todos los pueblos y reyes que habían sido “contratados” fueron despedidos, encontramos otro Rey, a Cristo (32:1). Dios nos había contratado para que fuésemos reyes, pero no lo hicimos apropiadamente; por tanto, fuimos despedidos para que Cristo pudiese ser el Rey como nuestro reemplazo.
Puesto que todos han sido despedidos, ¿quién será el rey? Cristo será el Rey, y muchos de aquellos que le aman serán los gobernantes. En cuanto a esto, Isaías 32:1 dice: “He aquí, un Rey reinará conforme a la justicia, / y gobernantes gobernarán según el derecho”.
Isaías 32:2 dice: “Y será un hombre como refugio contra el viento / y como abrigo contra la tempestad, / como corrientes de aguas en tierra seca, / como sombra de gran peña en tierra devastada”. Aquí vemos que Cristo también será un hombre como refugio contra el viento, abrigo contra la tempestad, corrientes de aguas en tierra seca y sombra de gran peña en tierra devastada. Por un lado, Cristo será el Rey que gobierne; por otro, Él será un hombre que brinde amparo. Bajo Su gobierno habrá justicia, protección y deleite. Éste es un cuadro del reino milenario.
Cristo, como Rey, traerá la restauración a Israel.
No se oscurecerán los ojos de los que ven, y los oídos de los que oyen atenderán. El corazón de los que se apresuran entenderá el conocimiento, y la lengua de los que tartamudean se apresurará a hablar con fluidez (32:3-4).
El Espíritu será derramado sobre ellos de lo alto, el desierto se convertirá en campo fértil y el campo fértil será considerado bosque (32:15). Luego la equidad morará en el desierto, y la justicia habitará en el campo fértil. La obra de justicia será paz, y el fruto de la justicia será quietud y seguridad para siempre. El pueblo de Jehová vivirá en habitación de paz, en moradas seguras y en tranquilos lugares de reposo (vs. 16-18). Esto indica que cuando Cristo reine sobre la tierra, la justicia estará presente. Esta justicia producirá paz, quietud y seguridad (o confianza). La justicia bajo el reinado de Cristo será nuestra seguridad. Por tanto, habrá habitación de paz.
En 33:2 Isaías dice: “Oh Jehová, concédenos Tu favor; en Ti hemos esperado; / sé nuestro brazo cada mañana, / también nuestra salvación en tiempos de angustia”. Durante nuestro avivamiento matutino debemos disfrutar a Cristo como nuestro brazo y nuestra salvación. Además, debemos disfrutarle de este modo en tiempos de angustia.
Según 33:5, Jehová es exaltado, porque Él mora en las alturas; ha llenado a Sion de equidad y de justicia. El versículo 6 continúa: “Y habrá seguridad en tus tiempos: / abundancia de salvación, sabiduría y conocimiento; / el temor de Jehová es su tesoro”. Seguridad es similar a estabilidad. Aquí tus tiempos se refiere a la totalidad de nuestra vida. En la restauración, la vida del pueblo de Dios será completamente segura.
“Mira a Sion, ciudad de nuestras fiestas señaladas; / tus ojos verán a Jerusalén, / una morada segura, tienda que no será desarmada; / sus estacas no serán arrancadas, / ni ninguna de sus cuerdas será rota” (33:20). Allí Jehová, el Majestuoso, será para Israel lugar de ríos y de arroyos anchos, porque Él es su Juez, su Legislador y su Rey. Él los salvará (vs. 21a, 22). No dirá el morador: “Estoy enfermo”; y al pueblo que mora en ella le será perdonada su iniquidad (v. 24).
En el capítulo 35 tenemos un cuadro maravilloso de la restauración. Se alegrarán el desierto y el yermo; y el yermo florecerá como la rosa. Florecerá y florecerá, y aun exultará con exultación y con grito resonante. La gloria del Líbano le será dada, el esplendor del Carmelo y de Sarón; ellos verán la gloria de Jehová, el esplendor de su Dios (vs. 1-2). Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos, y destapados los oídos de los sordos. El cojo saltará como un ciervo, y la lengua del mudo dará un grito resonante, porque aguas brotarán en el desierto, y arroyos en el yermo. El espejismo se convertirá en estanque, y la tierra sedienta, en manantiales de aguas; en la morada de chacales, su lugar de reposo, habrá hierba con cañas y juncos. El lugar que alguna vez fue tan desagradable, llegará a convertirse en lugar de reposo para el pueblo restaurado. Y habrá allí calzada y camino, el cual será llamado: “Camino de Santidad”. No pasará inmundo por él, sino que será para el que ande en el camino; los necios no deambularán (ni se extraviarán) por él. No habrá allí león, ni fiera voraz subirá por él; éstos no se hallarán allí, mas los redimidos caminarán en él. Los rescatados de Jehová volverán y vendrán a Sion con grito resonante, y habrá gozo eterno sobre sus cabezas. Echarán mano de la alegría y del gozo, y huirán la tristeza y el gemido (vs. 5-10).