Mensaje 49
Lectura bíblica: Is. 52:13-15; 53:1-12; Hch. 2:33; 5:31a; Mt. 13:54-57; 8:17; 1 P. 2:24; Hch. 8:32; Mt. 26:63-64; 27:12, 14; Hch. 8:33; Mt. 27:26b; Jn. 19:38-42; Hch. 13:39; Ef. 4:8-12; Lc. 23:32, 34a
En este mensaje abordaremos Isaías 53, un capítulo con el cual muchos cristianos están familiarizados.
Los últimos tres versículos del capítulo 52, del versículo 13 al 15, y el primer versículo del capítulo 53 deberían ser leídos juntos. Este pasaje del relato de Isaías es muy difícil de entender. Era necesario incluir un pasaje así en la Palabra santa debido a que el conocimiento de la gente acerca de Cristo difiere. En términos generales, la gente no conoce a Cristo o le conoce de una manera natural, como una especie de gran personaje. Esta clase de conocimiento es hallada en el Antiguo Testamento. Hay un buen número de versículos del Antiguo Testamento que hablan sobre los diferentes aspectos de la grandeza de Cristo, tales como Su majestad, Su autoridad y Su poder. En el mensaje anterior mencionamos tres ítems hallados en Isaías 51 y 52 referentes al conocimiento de Cristo. El primer ítem concierne a conocer a Cristo como brazo de Jehová, lo cual se refiere a la fuerza, la fortaleza y el poder de Jehová. Después, el segundo ítem es conocer a Cristo como Dios que reina. Ciertamente éstos son dos ítems de la grandeza de Cristo. Al final de Isaías 52, el versículo 13 dice: “He aquí, Mi Siervo obrará con sabiduría y prosperará; / será exaltado y enaltecido, y será puesto muy en alto”. Podríamos pensar que esto se refiere a que Cristo obró con sabiduría para realizar grandes cosas. Pero si profundizamos en este pasaje de la Palabra comprenderemos que ése no es el significado de estas palabras.
En 1 Corintios 1:22-24 se nos dice: “Porque ciertamente los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos tropezadero, y para los gentiles necedad; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios”. Por tanto, en 1 Corintios la sabiduría se refiere a Cristo. Sin embargo, la sabiduría mencionada allí no se refiere a la sabiduría ejercitada en la creación del universo. Según el contexto, la sabiduría y el poder en 1 Corintios 1:22-24 se refieren, ambos, a Cristo mismo como las cosas profundas de Dios, es decir, las profundidades de Dios. En 1 Corintios 2:10-11 se nos dice que únicamente el Espíritu de Dios es capaz de escudriñar las profundidades de Dios. Las profundidades de Dios son los ítems más profundos de Cristo.
El primero de estos ítems más profundos de Cristo es Su crucifixión, la cruz de Cristo, mencionada en 1 Corintios 1:23. Nadie puede entender por qué Cristo, quien era Dios encarnado como hombre y que podía haber llamado más de doce legiones de ángeles para que lo protegieran (Mt. 26:53), estuvo dispuesto a ser clavado a una cruz y quedar colgado allí por seis horas. Éste es un ítem de las profundidades de Dios con respecto a Cristo. Después, Cristo murió en esa cruz. ¿Quién entiende plenamente el sentido, el significado, de la muerte de Cristo? El entendimiento de que, debido a que éramos pecadores, Dios envió a Su Hijo para morir por nosotros a fin de poder salvarnos conforme a Su amor es correcto, pero es demasiado superficial. La muerte de Cristo tiene un significado más profundo que éste. En su significado más profundo, la muerte de Cristo no solamente involucra a Cristo, sino que también nos involucra a nosotros (Gá. 2:20). Más aún, la muerte de Cristo puso fin a toda ordenanza entre los hombres con respecto a las diversas maneras de vivir (Ef. 2:14-15; Col. 2:14). Éste es otro de los asuntos profundos respecto al significado de la muerte de Cristo. Además, según Juan 12:24, la muerte de Cristo, como un grano de trigo que cae en tierra, liberó la vida divina de Dios. La muerte de Cristo también juzgó al mundo (Jn. 12:31) y destruyó a aquel que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo (He. 2:14). Éstos son ítems adicionales del significado más profundo de la muerte de Cristo.
Otro ítem de las profundidades de Dios con respecto a Cristo es la resurrección de Cristo. Aparentemente, la resurrección de Cristo consistió simplemente en que Él se levantó de entre los muertos. Sin embargo, la resurrección de Cristo fue mucho más que simplemente esto. De acuerdo con su significado más profundo, la resurrección de Cristo fue un gran nacimiento. En la resurrección de Cristo no solamente nació el propio Cristo (Jn. 16:20-22; Hch. 13:33), sino que millones de creyentes de Cristo también nacieron en Su resurrección. En 1 Pedro 1:3 se nos dice que mediante la resurrección de Cristo, todos nosotros fuimos regenerados, y Romanos 8:29 dice que Cristo es ahora el Primogénito de Dios entre muchos hermanos. Éste es un aspecto más profundo de la resurrección de Cristo. Más aún, 1 Corintios 15:45 dice que Cristo, como postrer Adán, llegó a ser Espíritu vivificante mediante la resurrección. Antes de Su resurrección, Cristo era un hombre en la carne, pero mediante Su resurrección Él fue trasladado fuera del ámbito de la carne y llegó a ser Espíritu vivificante. Esto es ciertamente un asunto de gran profundidad. Todas estas cosas más profundas referentes a Cristo son plenamente reveladas en el Nuevo Testamento, pero es muy difícil ver estas cosas referentes a Cristo en el Antiguo Testamento.
Al leer ya sea el Antiguo o el Nuevo Testamento, muchos se aferran a sus propios conceptos naturales. En un sentido muy real, la clase de persona que somos determina qué clase de Biblia tenemos. La Biblia contiene muchas cosas profundas que son difíciles de entender; pero damos gracias al Señor por ser el Espíritu que todo lo escudriña así como el Espíritu que todo lo revela, el Espíritu de revelación. En Hechos 8 el eunuco etíope leía Isaías 53:7-8, que habla sobre Cristo como cordero que es llevado al matadero y como oveja que ante sus trasquiladores permaneció muda. Estas palabras son muy sencillas, pero el eunuco no las entendía. Le preguntó a Felipe: “¿De quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de algún otro?”. La Biblia está llena de cosas profundas como éstas. Por tanto, siempre que leamos la Biblia, debemos olvidar lo que sabemos, lo que hemos aprendido y lo que hemos oído, y orar diciendo: “Señor, dependo de Ti para poder entender Tu palabra”.
Isaías 52:13—53:12 revela al Cristo que es el Siervo de Jehová, no en la economía antiguotestamentaria, sino en la economía neotestamentaria. El Cristo revelado en estos versículos no es grande ni poderoso. Isaías 53:2 dice que Él creció como planta tierna y como raíz de tierra seca. Isaías 52:13 dice que Cristo como Siervo de Jehová obrará con sabiduría y prosperará, lo cual implica que Él logrará grandes cosas. Sin embargo, según el escrito poético de Isaías en el versículo 14, muchos se asombraron de Cristo a causa de Su figura y semblante desfigurados. Se asombraron porque no esperaban que un siervo de Dios pudiese estar tan desfigurado, deformado, como Cristo lo estaba.
Isaías 52:13a y 53:10b dicen que Cristo obrará con sabiduría y prosperará en el deleite de Jehová. Desde el primer día en que Él salió a ministrar aquí en la tierra, el Señor Jesús obró con sabiduría y prosperó en el beneplácito de Dios.
El beneplácito del Padre fue, primero, que el Hijo fuese a la cruz y muriese por el pueblo escogido de Dios. En Getsemaní, el Señor Jesús oró: “Padre Mío, si es posible, pase de Mí esta copa; pero no sea como Yo quiero, sino como Tú” (Mt. 26:39). Después, mientras era arrestado, les dijo a Sus discípulos: “La copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?” (Jn. 18:11). Puesto que el Señor Jesús fue prosperado en el beneplácito de Dios, Dios el Padre pudo decir: “Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien tengo complacencia” (Mt. 3:17).
Cristo entró en la muerte y después se levantó de entre los muertos para entrar en resurrección. De esta manera, Dios el Padre engendró muchos hijos. El beneplácito del Padre también consiste en esto, y ésta es también la prosperidad de Cristo en Su resurrección. La resurrección de Cristo no solamente consistió en que Él fue levantado de entre los muertos; en la resurrección de Cristo nacieron millones de los escogidos de Dios. Aunque no habíamos nacido todavía, todos fuimos regenerados hace dos mil años, cuando Cristo resucitó. Ésta es la sabiduría por la cual Cristo, el Siervo de Jehová, obró sabiamente. Cristo obró con sabiduría no según la economía antiguotestamentaria, sino según la economía neotestamentaria. Desde el primer día de Su ministerio hasta el día de Su resurrección, el Señor Jesús no hizo nada según la economía antiguotestamentaria; más bien, Él hizo todas las cosas según la economía neotestamentaria.
La segunda parte de Isaías 52:13 dice que Cristo, como Siervo de Jehová, será exaltado y enaltecido, y será puesto muy en alto. La Biblia dice que Cristo ha sido exaltado al tercer cielo, a la diestra de Dios (Fil. 2:9; He. 4:14; 7:26; 8:1). Cristo no solamente fue exaltado, sino también enaltecido. En la historia de la humanidad jamás nadie fue tan exaltado y enaltecido como Cristo. La mente humana no puede comprender el significado de que Cristo fuese exaltado y enaltecido, porque la “economía” de la mente humana es natural. El relato del Nuevo Testamento es según la economía de Dios, la cual es mucho más elevada y profunda que la economía del hombre.
Isaías 52:14 dice: “Como se asombraron de Él muchos / —Su semblante fue desfigurado más que el de cualquier hombre, / y Su figura más que la de los hijos de los hombres—”. Cristo es exaltado y enaltecido, y puesto muy en alto; pero cuando los hombres lo vieron, Él era muy diferente de cómo ellos esperaban que fuese. Por tanto, muchos se asombraron de Él, porque Su semblante había sido desfigurado, o deformado, y su figura también. Conforme a la manera de pensar de ustedes, en su imaginación, ¿qué clase de Jesús conciben? En el cristianismo se difunde lo que supuestamente es un cuadro de Jesús, donde se le presenta como un hombre muy apuesto. Sin embargo, tal vez nos asombremos al ver que en lugar de ser una persona apuesta, el Señor había sido desfigurado.
Isaías 52:15 comienza diciendo: “Así Él sorprenderá a muchas naciones; / los reyes cerrarán la boca por causa de Él”. Del mismo modo en que muchas personas notables en la tierra se asombraron de Jesús (v. 14), así también Jesús sorprenderá a muchas naciones, y los reyes cerrarán la boca por causa de Él. Jesús sorprenderá a muchas naciones porque Él es completamente diferente de lo que se imaginaron. Muchos quedarán atónitos, y los reyes cerrarán sus bocas por causa de Él. Estos reyes solían decir a la gente lo grandioso que es Cristo; pero cuando Cristo venga, Él no será tan grandioso como ellos pensaban. Por tanto, los reyes cerrarán la boca por causa de Él.
El versículo 15 continúa diciendo: “Porque verán lo que nunca les fue contado, / y contemplarán lo que jamás habían oído”. Los reyes verán algo que nunca les había sido contado. Con frecuencia, incluso hoy, cuando salimos a visitar a los pecadores para predicarles el evangelio, en especial cuando visitamos a personas educadas tales como profesores universitarios o filósofos, descubrimos que ellos ya tienen su propio concepto sobre Jesús. Estas personas tienen el concepto de que Jesús es un gran hombre, un gigante de la historia. Sin embargo, ellos se sorprenden al leer algunos versículos del Nuevo Testamento donde se les da a entender que mientras estuvo en la tierra, Cristo en realidad fue un pequeño hombre que vivió en la menospreciada región de Galilea, en la menospreciada ciudad de Nazaret y en un hogar pobre. Después de escuchar tales palabras, los intelectuales suelen preguntar: “¿Por qué una persona de tanta trascendencia en la historia vivía en una casa pequeña, en una ciudad y región menospreciadas? ¿Y por qué una persona tan importante padeció tal rechazo?”. Esto es difícil de entender para una mente natural.
Todos los grandes maestros, tales como Confucio y Sócrates, se expresaron con palabras grandilocuentes, pero Jesús siempre procuró hablar con sencillez. Por ejemplo, en Juan 4 el Señor Jesús le pidió a una samaritana inmoral que le diera agua para beber (v. 7). Esto no parece corresponder con un libro como la Biblia, considerado un escrito clásico. ¿Es esta la economía divina o la economía humana? Muchos intelectuales rechazan a un Jesús tan humilde. Por tanto, lo que el Nuevo Testamento nos relata difiere absolutamente de nuestra manera humana de pensar.
Finalmente, el versículo 15 concluye diciendo: “Y contemplarán lo que jamás habían oído [lo relatado en el siguiente capítulo]”. Hay muchas cosas con respecto a Cristo que los reyes jamás habían oído. Por ejemplo, la Biblia dice que Cristo murió, y que nosotros morimos con Él (1 Co. 15:3; 2 Co. 5:14; Col. 3:3a). Según la lógica humana, puesto que Cristo murió por nosotros, ya no sería necesario que nosotros muriéramos. Es muy difícil para la mente humana entender estas cosas.
Isaías 53:1 dice: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio? / ¿Y a quién se ha revelado el brazo de Jehová?”. La primera mitad de este versículo habla de cierto anuncio, y la segunda mitad habla de cierta revelación. La revelación equivale a lo que fue contado en el versículo anterior, 52:15. Lo dicho por Isaías en 53:1 indica que los profetas predicaron el evangelio del Nuevo Testamento en la economía neotestamentaria, pero nadie creyó a su anuncio. Lo que ellos anunciaron estaba basado en la revelación dada por Dios. Dios les había revelado el brazo de Jehová, el cual es Jesús. Jesús es el verdadero brazo de Jehová. Sin embargo, cuando Jesús venga a nosotros, tal vez digamos: “¿Es éste el brazo de Jehová? No puedo creer que un nazareno tan insignificante pueda ser el brazo de Jehová”. No muchas personas creerían el anuncio de los profetas con respecto a Jesús como brazo de Jehová. Por tanto, el profeta se preguntaba: “¿A quién se ha revelado el brazo de Jehová?”.
En cierto sentido, predicar el evangelio es algo sencillo; sin embargo, es la tarea más difícil aquí en la tierra. Convencer a las personas a creer en aquello que les predicamos con respecto a Jesús es muy difícil. Cuando salimos a hablar a otros sobre Jesús, con frecuencia tenemos el sentir de que es muy difícil presentarles a esta Persona. La predicación de Jesús corresponde a la economía neotestamentaria; esto corresponde por completo al camino de Dios. Por tanto, necesitamos del poder del Espíritu Santo.
Este anuncio y revelación tratan sobre Cristo, el Siervo de Jehová (vs. 2-12).
En primer lugar, este informe y esta revelación revelan al Salvador encarnado, quien llevó una vida de sufrimientos y aflicciones (vs. 2-3).
Aparentemente, Isaías 53 no dice nada sobre la encarnación. Sin embargo, la primera parte del versículo 2 dice: “Porque creció como planta tierna delante de Él, / y como raíz de tierra seca”. Según la economía neotestamentaria, aquí nos fue anunciado y revelado que Cristo era como planta tierna, como raíz de tierra seca. Esto ciertamente es una referencia a la encarnación de Cristo. Estas breves palabras indican que Cristo es Aquel que se encarnó; como tal, Él creció delante de Dios como planta tierna.
La segunda parte del versículo 2 dice: “No tiene aspecto atractivo ni majestad para que le miremos, / ni apariencia hermosa para que le deseemos”. Muy pocos prestarán alguna atención a una planta tierna. En cierto sentido, el Señor Jesús es hermoso. Hay varios himnos en nuestro himnario que hablan de Su hermosura (Himnos, #80-83). Sin embargo, en otro sentido, Jesús no es hermoso. Él no tiene apariencia hermosa para que le deseemos.
El versículo 3 dice: “Fue despreciado y desechado de los hombres, / varón de dolores y experimentado en aflicción; / y como uno de quien los hombres esconden el rostro, / fue despreciado; y no lo estimamos”. Según lo relatado en los cuatro Evangelios, el Señor Jesús fue continuamente despreciado, desechado de los hombres, y fue un varón de dolores, experimentado en aflicción. Más aún, Él era como uno de quien los hombres esconden el rostro. Las personas no se complacían en ver Su rostro, y lo menospreciaban y no lo estimaban (Mt. 13:54-57). Con base en este relato, no consideraríamos a esta Persona como un gran hombre, ni tampoco nos consideraríamos inferiores a Él.
En segundo lugar, en el anuncio de los profetas y la revelación de Jehová, Cristo es revelado como Redentor crucificado. Como nuestro Redentor, Cristo se sacrificó a Sí mismo por nuestras transgresiones, por nuestro pecado, para efectuar la obra redentora eterna de Jehová (Is. 53:4-10a). Es difícil entender cómo una persona tan importante pudo ser crucificada; aquellos que son crucificados generalmente son las personas más degradadas y perversas. No obstante, nuestro Redentor fue crucificado, sacrificándose a Sí mismo por nuestras transgresiones para efectuar la obra redentora eterna de Dios. Todas estas cosas con respecto a Cristo son reveladas en un lenguaje celestial. Hoy en día llamamos a esto el evangelio, las buenas nuevas, las noticias de alegría. Sin embargo, según nuestra manera humana de pensar, podríamos preguntarnos cómo tales palabras pudieran ser consideradas buenas nuevas.
Cuando los cristianos salen a predicar a Jesús, la mayoría de ellos no habla sobre Él de este modo. Ellos no se atreven a decir a la gente que Jesús era una planta tierna, que era como raíz de tierra seca, que no tenía hermosura, aspecto atractivo ni majestad. Probablemente usted jamás haya dicho a la gente que Jesús creció como planta tierna delante de Dios y como raíz de tierra seca, la cual crece con dificultad debido a la carencia de agua. Nosotros preferimos conocer a Cristo y presentarle como un gran personaje según la economía antiguotestamentaria. Por tanto, necesitamos que la gracia del Señor nos introduzca en la economía neotestamentaria.
El versículo 4 dice: “Ciertamente llevó Él nuestras enfermedades, / y cargó con nuestros dolores; / pero nosotros le tuvimos por azotado, / por herido de Dios y afligido”. La gente pensaba que Cristo tendría que haber hecho algún mal; de otro modo, ¿por qué habría sido azotado, herido de Dios y afligido? Ellas no entendían que Cristo llevó sobre Sí nuestras enfermedades y cargó con nuestros dolores (Mt. 8:17).
Isaías 53:5 dice: “Mas Él herido fue por causa de nuestras transgresiones, / molido por causa de nuestras iniquidades; / el castigo, por nuestra paz, cayó sobre Él, / y por Sus llagas fuimos nosotros sanados”. Esto indica que el sufrimiento padecido por Cristo fue, por completo, un sufrimiento vicario; todo lo que Él sufrió, lo sufrió en nuestro lugar. Él fue golpeado, azotado, abatido, herido, molido y castigado en lugar de nosotros para que nosotros podamos ser sanados (1 P. 2:24b), podamos ser salvos.
Isaías 53:6 dice: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, / cada cual se apartó por su propio camino, / y Jehová hizo que la iniquidad de todos nosotros / cayera sobre Él”. Fue cuando Dios juzgó a Jesús en la cruz que Él hizo que la iniquidad de todos nosotros cayera sobre Él. En la cruz, el Señor Jesús clamó: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt. 27:46). Dios el Padre abandonó al Hijo porque en tal momento Dios había hecho que todos nuestros pecados fueran puestos sobre Él. Por un breve lapso, mientras Jesús estaba en la cruz, Él era el único pecador a los ojos de Dios. Hoy en día, si un pecador oye esto, se asombrará. Éste es el anuncio, la revelación, que hallamos en la economía neotestamentaria.
Isaías 53:7 dice: “Fue oprimido y afligido, / pero no abrió Su boca; / como cordero que es llevado al matadero, / y como oveja que ante sus trasquiladores permanece muda, / no abrió Su boca”. El Señor experimentó todas estas cosas según la economía neotestamentaria (Hch. 8:32; Mt. 26:63-64; 27:12, 14). Podría parecernos un relato extraño, pero debemos considerar que éstas son las buenas nuevas. Esto es absolutamente extraordinario y no tiene nada de común. Por tanto, cuando esto es relatado, la gente se asombra. Al ser esto anunciado, relatado y revelado de tal modo, Cristo sorprende a muchas naciones (Is. 52:15).
Isaías 53:8 dice: “Por medio de opresión y de juicio Él fue arrebatado; / y en cuanto a Su generación, ¿quién entre ellos pensó / que Él había sido cortado de la tierra de los vivientes / por la transgresión de mi pueblo [el del profeta], a quien correspondía la herida?”. Al ser arrestado, juzgado y crucificado, Cristo sufrió opresión y fue sometido a juicio. Él fue juzgado de manera injusta por el sumo sacerdote y por Pilato. Mediante tal juicio, Él fue arrebatado y llevado al Calvario para ser puesto en la cruz. Y en cuanto a Su generación, ¿quién entre Sus contemporáneos pensó que Él fue cortado de la tierra de los vivientes a causa de la transgresión del pueblo del profeta, los judíos, a quienes les correspondía la herida? (Hch. 8:33; Mt. 27:26b). La herida debía haber caído sobre el pueblo judío, pero Cristo, el Siervo de Jehová, padeció tal herida por ellos.
Isaías 53:9 dice: “Y se dispuso con los malvados Su sepultura, / mas con un rico fue en Su muerte, / aunque no había hecho violencia / ni había engaño en Su boca”. Aunque Cristo jamás había hecho violencia ni había engaño en Su boca, los judíos intentaron sepultarlo entre los malvados; pero por la soberanía de Dios, Él fue sepultado en la tumba de un hombre rico.
Isaías 53:10a dice: “Pero a Jehová le complació aplastarlo, sujetándole a padecimiento”. Dios quiso hacer esto.
En tercer lugar, el anuncio del profeta y la revelación de Jehová develan a Cristo como Dador de vida resucitado. Isaías 53:10b-11 dice: “Cuando Él se entregue como ofrenda por el pecado, / verá descendencia, prolongará Sus días, / y el deleite de Jehová será en Su mano prosperado. / Verá el fruto de la aflicción de Su alma, / y quedará satisfecho; / por el conocimiento de Él, el Justo, Siervo Mío, hará justos a muchos, / y llevará sobre Sí las iniquidades de ellos”. Aunque el término dador de vida no es usado en estos versículos, el pensamiento de un dador de vida sí está implícito al mencionarse la descendencia en el versículo 10. Tal descendencia ciertamente es producida por la vida. Por tanto, Cristo como Siervo de Jehová es el Dador de vida a fin de producir una descendencia con miras a la edificación de Su Cuerpo, el cual es Su continuación, para el deleite de Jehová y Su satisfacción. El Padre está complacido y Cristo está satisfecho con el Cuerpo de Cristo, el cual está constituido por la descendencia producida por Cristo como Espíritu vivificante.
Según el versículo 10b, Cristo se entregó como ofrenda por el pecado. El pecado es un nombre general que abarca las transgresiones, las iniquidades, las injusticias y toda cosa errada o malvada. El hecho de que Cristo entregó Su alma como ofrenda por el pecado indica que Él estaba dispuesto y se sacrificó voluntariamente como ofrenda por el pecado. Al hacer esto, Cristo entró en resurrección, en la cual Él produjo una descendencia. Esto fue Su satisfacción, y esto también fue el deleite del Padre.
La descendencia producida por Cristo en Su resurrección es Sus creyentes con miras a la edificación del Cuerpo de Cristo como Su continuación, mediante la cual Él prolongará Sus días. Cristo prolongó Sus días al producir una descendencia, los creyentes, a fin de edificar el Cuerpo de Cristo, y este Cuerpo de Cristo continúa extendiéndose. Del mismo modo que el Cuerpo de Cristo continúa extendiéndose, los días de Cristo también continúan extendiéndose.
Al final del versículo 10 se nos dice que Cristo prosperará en el deleite de Jehová. En los últimos dos mil años, Cristo ha sido prosperado en gran manera. Él ha tenido el mayor éxito. Aunque enfrentó toda clase de ataques, toda clase de oposición y toda clase de problemas, nadie ha podido derrotarlo; más bien, Él fue prosperado. El Señor fue prosperado al propagar Su recobro a los Estados Unidos, y ahora Él se prepara para propagarse a Rusia. Eso también mostrará que Cristo es prosperado. Además, esto es la prolongación de Sus días. Cristo continúa viviendo sobre la tierra. Puesto que nosotros estamos aquí, Cristo está aquí.
Isaías 52:13 dijo únicamente que Cristo prosperaría, pero no se nos dijo con respecto de qué prosperaría. Ahora, Isaías 53:10 dice claramente que Él prosperará en el deleite de Jehová. El deleite de Jehová es revelarse en nosotros, hacernos la descendencia de Cristo, hacer que formemos parte de Cristo, hacernos hijos de Dios. Éste es el deleite de Dios.
Isaías 53:11 dice: “Verá el fruto de la aflicción de Su alma, / y quedará satisfecho; / por el conocimiento de Él, el Justo, Siervo Mío, hará justos a muchos, / y llevará sobre Sí las iniquidades de ellos”. El fruto de la aflicción del alma de Cristo hace referencia a los muchos que fueron justificados (hechos justos) al conocer a Cristo, lo cual tiene como propósito la edificación del Cuerpo de Cristo. Hechos 13:39 dice: “Y que de todo aquello de que por la ley de Moisés no pudisteis ser justificados, en Él es justificado todo aquel que cree”. Todos los que fueron justificados también son regenerados. Todos ellos llegan a ser la descendencia de Cristo; todos ellos se convierten en miembros de Su Cuerpo a fin de edificarlo como organismo de Cristo.
En cuarto lugar, el anuncio del profeta y la revelación de Jehová develan a Cristo como el Vencedor ascendido. Cristo es el Salvador encarnado, el Redentor crucificado, el Dador de vida resucitado y el Vencedor ascendido.
Isaías 53:12a dice: “Por tanto, Yo le daré porción con el Grande, / y Él con el Fuerte repartirá el botín”. La mención del botín, o la presa, indica la victoria de Cristo. En Su ascensión, Cristo compartió a Sus cautivos con el Grande y el Fuerte. En el universo, únicamente Dios es grande y únicamente Dios es fuerte. Además, Dios es el verdadero Vencedor; Él ha ganado todo el botín. Él y este Vencedor ascendido, Cristo, comparten a los cautivos como botín. Efesios 4:8-12 dice que Cristo, subiendo a lo alto, llevó cautivos a los que estaban bajo el cautiverio de Satanás. Nosotros éramos pecadores hechos cautivos por Satanás, pero mediante Su muerte y resurrección, Cristo derrotó a Satanás e hizo cautivos a aquellos que estaban bajo el cautiverio de Satanás. Esos cautivos, a la postre, fueron hechos cautivos de Cristo, y ellos constituyen la presa, el botín. Cristo llevó estos cautivos Suyos a los cielos y se los entregó al Padre; luego, el Padre compartió este botín con Cristo, el Vencedor ascendido.
Isaías 53:12 dice: “Por tanto, Yo [Jehová] le daré [al Siervo de Jehová] porción con el Grande [Dios], / y Él [el Siervo de Jehová] con el Fuerte [Dios] repartirá el botín, / por cuanto derramó Su vida hasta la muerte / y fue contado con los transgresores, / pero Él solo llevó el pecado de muchos / e intercedió por los transgresores”. La primera parte de este versículo dice que Jehová le dará a Su Siervo porción con el Grande, es decir, con Dios, y que el Siervo de Jehová repartirá el botín con el Fuerte, esto es, con Dios. La segunda parte de este versículo explica la razón por la cual Dios haría esto: por cuanto Él, el Siervo de Jehová, derramó Su vida hasta la muerte, ofreciéndose para morir a fin de ser tal ofrenda voluntaria, y fue contado con los transgresores, pero Él solo llevó el pecado de muchos e intercedió por los transgresores. Debido a que Cristo hizo todas estas cosas, ahora Él es apto para compartir el botín. La victoria obtenida por Dios fue lograda mediante el ofrecimiento voluntario de Cristo para morir, mediante Su disposición para ser contado entre los transgresores. Cuando Cristo fue crucificado, dos criminales fueron crucificados junto a Él, uno a Su derecha y el otro a Su izquierda (Lc. 23:32-33). Por tanto, Él fue contado entre estos impíos. Los hombres hicieron esto a fin de avergonzarlo. Cristo padeció todo esto y también llevó el pecado de muchos. En la cruz, Cristo llevó nuestros pecados (1 P. 2:24a). Debido a todas estas cosas, Dios lo consideró digno de compartir con Él el botín de la guerra espiritual librada en la tierra. Dios lo consideraba como el Vencedor.
Todo lo que se relata, se anuncia y se revela en este pasaje de la Palabra corresponde a la economía neotestamentaria. Isaías 53 nos revela a Cristo como Siervo de Jehová a la manera neotestamentaria. Si leemos el Antiguo Testamento sin leer Isaías 53, la impresión que recibimos corresponde a la economía antiguotestamentaria. Pero cuando llegamos a Isaías 53 y lo leemos, el sabor, el aroma, corresponde plenamente al Nuevo Testamento, no al Antiguo Testamento. En el Antiguo Testamento, Isaías 53 es el único capítulo que posee el color, el sabor y la atmósfera que son propias del Nuevo Testamento.
Confío en que el Señor hará que entendamos estas cosas, no de una manera natural, sino a manera de una revelación, a fin de que conozcamos a Cristo como tal Persona. La perspectiva sobre Cristo presentada en Isaías 53 difiere completamente de la perspectiva humana. Es necesario que todos creamos el anuncio de Isaías con respecto a Cristo. Necesitamos ser iluminados a fin de poseer la perspectiva correcta así como recibir la revelación para conocer a Jesucristo conforme a la economía ordenada por Dios, es decir, la economía neotestamentaria.