Mensaje 6
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Lectura bíblica: Jac. 2:1-26
En este mensaje abarcaremos el capítulo 2 de la Epístola de Jacobo.
El versículo 1 dice: “Hermanos míos, retened la fe de nuestro Señor Jesucristo, el Señor de gloria, sin hacer acepción de personas”. Este versículo indica que esta epístola, especialmente este capítulo, fue dirigida a los creyentes neotestamentarios, quienes creían en el Señor Jesucristo, el Señor de gloria. Jacobo nos exhorta aquí a que retengamos la fe de nuestro Señor Jesucristo, el Señor de gloria, sin hacer acepción de personas. Esto ciertamente es una virtud de la perfección cristiana. Si retenemos la fe de nuestro glorioso Señor, no debemos hacer acepción de personas.
En el versículo 2 Jacobo continúa, diciendo: “Porque si en vuestra sinagoga entra un hombre con anillos de oro y con vestido espléndido, y también entra un hombre pobre con vestido andrajoso”. La palabra sinagoga es una transliteración de la palabra griega sunagogé, compuesta de sun, “juntos”, y ago, “traer”; por lo tanto, significa “juntarse, reunirse o congregarse”, y también denota el lugar de reunión. Se usa en el Nuevo Testamento para denotar la congregación de los judíos (Hch. 13:43; 9:2; Lc. 12:11), y su lugar de reunión (7:5), donde buscaban el conocimiento de Dios estudiando las Santas Escrituras (4:16-17; Hch. 13:14-15). En Jerusalén había muchas sinagogas, las cuales pertenecían a varios grupos de judíos (6:9). La forma en que Jacobo usa aquí esta palabra tal vez indique que los creyentes judíos consideraban que su asamblea y su lugar de reunión era otra de las sinagogas de los judíos. De ser así, esto conlleva, igual que toda la epístola, un carácter judío, y quizás indique que los cristianos judíos consideraban que seguían siendo parte del pueblo judío, el pueblo escogido de Dios según el Antiguo Testamento, y que carecían de una visión clara con respecto a la diferencia entre el pueblo escogido de Dios en el Antiguo Testamento y los creyentes de Cristo en el Nuevo Testamento.
Vemos una vez más que aunque Jacobo era un hombre muy piadoso, no tenía una visión clara acerca de la economía neotestamentaria de Dios. Me preocupa que en los años venideros algunos santos puedan pensar que es suficiente ser como Jacobo, o sea, que es suficiente tener un carácter y un comportamiento piadoso y perfecto. Como hemos señalado, debemos mantener un equilibrio en nuestra vida cristiana; es decir, debemos preocuparnos por la economía neotestamentaria de Dios y también por la debida perfección cristiana práctica en nuestra vida diaria. Hemos visto en esta epístola que, por un lado, Jacobo nos muestra que necesitamos la perfección cristiana práctica y, por otro, que esta epístola nos sirve de advertencia al mostrarnos que un hombre puede ser piadoso y no tener una visión clara de la economía de Dios. Ésta es la razón por la cual en el mensaje anterior hablamos sobre lo que dijo Jacobo en Hechos 21. La mixtura que había en Jerusalén, esto es, el hecho de que confundieron la vieja dispensación con la nueva, fue una de las razones por las cuales Dios permitió que el ejército romano destruyera la ciudad. Nada ofende más a Dios que alguien que se oponga a Su economía. Por supuesto, si hay deficiencias en nuestro carácter, esto también será ofensivo para Él. Pero tener un carácter deficiente no es tan grave como oponerse a la economía de Dios.
En cuanto al hombre rico y al hombre pobre que pudieran entrar a la sinagoga, Jacobo preguntó a los destinatarios de su epístola: “Y fijáis vuestra mirada sobre el que trae el vestido espléndido y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” (vs. 3-4). Las distinciones que existían entre ricos y pobres en la fraternidad cristiana traían vergüenza al Señor y a la salvación que efectúa Su vida divina.
Un hermano pobre que lea estos versículos podría elogiar a Jacobo. Sin embargo, alguien que tenga una visión clara de la diferencia entre la economía de Dios en el Antiguo Testamento y en el Nuevo quizás diga: “Jacobo, tú entiendes claramente que no se debe hacer distinciones entre el rico y el pobre, mas no tienes muy claro de que existe una diferencia entre las dos dispensaciones”.
En el versículo 5 Jacobo añade: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?”. Aquí el reino de Dios también es el reino de Cristo, el cual los creyentes vencedores heredarán en la era venidera (Ef. 5:5; Gá. 5:21; 1 Co. 6:10; Ap. 20:4, 6). La realidad de este reino no debía ser practicada en la sinagoga judía, sino en la iglesia cristiana, la cual es el Cuerpo de Cristo (Ro. 14:17).
En el versículo 5 Jacobo habla por segunda vez acerca de amar a Dios (véase 1:12). Creemos en el Señor para ser salvos (Hch. 16:31); amamos a Dios (1 Jn. 2:5, 15) para vencer a fin de recibir como galardón el reino prometido.
No podemos recibir el reino simplemente creyendo en el Señor. Según el Evangelio de Mateo, el reino será un galardón; y para recibir este galardón se requiere que amemos a Dios. Para recibir la salvación, basta con creer en el Señor; pero para recibir el galardón del reino, debemos amar a Dios.
En 2:2 Jacobo habla de la sinagoga, y en 2:5, acerca del reino. Esto indica que él equipara estos dos asuntos. ¡Qué grave error! Esto una vez más indica que Jacobo tenía carencias con respecto a la economía de Dios. No es posible practicar la realidad del reino en una sinagoga judía. Esto se puede practicar únicamente en la vida de iglesia.
En los versículos 6 y 7 Jacobo dice: “Pero vosotros habéis afrentado al pobre. ¿No os oprimen los ricos, y no son ellos los mismos que os arrastran a los tribunales? ¿No blasfeman ellos el buen nombre por el cual habéis sido llamados?”. La palabra griega traducida “tribunales” también se puede traducir “juzgados”. Lo que dice Jacobo en el versículo 6 también constituye una mixtura. No creo que los hermanos en Cristo que eran ricos arrastraran a los hermanos pobres a los tribunales; más bien, diría que aquí Jacobo se refiere a los incrédulos judíos que eran ricos, quienes llevaron a ciertos hermanos a los tribunales. Según el versículo 7, estas personas ricas blasfemaron el buen nombre por el cual los creyentes son llamados. Literalmente la frase por el cual habéis sido llamados se traduce “que es invocado sobre vosotros”. Aquí Jacobo nos muestra que es el rico incrédulo el que blasfema el nombre del Señor.
El versículo 8 dice: “Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’, bien hacéis”. La ley real se refiere al mandamiento: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esta ley reina sobre todas las leyes, y las abarca y las cumple (Gá. 5:14; Ro. 13:8-10). Amar a Dios y amar a nuestro prójimo son los requisitos principales de la ley. Toda la ley se basa en estos requisitos (Mt. 22:36-40).
En el versículo 9 Jacobo dice: “Pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores”. Esto indica que hacer acepción de personas es contrario a la ley, y todo lo que es contrario a la ley es pecado. Hacer acepción de personas va en contra de la ley real, el mandamiento de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Decirle a un pobre: “Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado”, es demostrarle que no lo amamos. A ninguno de nosotros nos gustaría ser tratados así. Lo que queremos resaltar en el versículo 9 es que quienes hacen acepción de personas pecan y son convictos por la ley como transgresores.
En el versículo 10 Jacobo dice además: “Porque cualquiera que guarda toda la ley, pero tropieza en un solo punto, se hace culpable de todos”. Los versículos del 8 al 11 indican que los judíos contemporáneos de Jacobo que habían creído seguían observando la ley del Antiguo Testamento. Esto concuerda con lo que Jacobo y los ancianos de Jerusalén dijeron a Pablo en Hechos 21:20. Jacobo, los ancianos de Jerusalén, y miríadas de creyentes judíos aún permanecían en una mixtura de fe cristiana y ley mosaica. Ellos incluso le aconsejaron a Pablo que practicara tal mixtura judaica (21:17-26). Ignoraban que la dispensación de la ley había llegado a su fin y que sólo había que hacer caso a la dispensación de la gracia, y que no tener en cuenta la distinción entre estas dos dispensaciones sería contrario a la administración dispensacional de Dios, y estropearía en gran manera el plan de Dios en Su economía con respecto a la edificación de la iglesia como expresión de Cristo. Por lo tanto, la Epístola de Jacobo fue escrita bajo la nube de una mixtura judaica, en un entorno difuso.
En el versículo 11 Jacobo dice: “Porque Aquel que dijo: No cometerás adulterio, también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero matas, ya te has hecho transgresor de la ley”. Según el contexto, este versículo indica que decirle a un hermano pobre que se siente bajo nuestro estrado equivale a matarlo. Tratar a un hermano pobre de esta manera es cometer homicidio, ya que menospreciarlo equivale a matarlo.
El versículo 12 añade: “Así hablad, y así haced, como los que habéis de ser juzgados por la ley de la libertad”. “Así” se refiere a lo que está por decirse, y no a lo dicho anteriormente. La ley de la libertad aquí y en 1:25 se refiere a la misma ley, la ley de vida. Jacobo 2:8-11 y 4:11 hablan de guardar la ley de la letra. Jacobo 2:12 indica que los creyentes son juzgados por la ley de vida. Los creyentes deben hablar y actuar conforme a la ley de vida, la cual supera a la ley de la letra. Ellos deben vivir conforme a la ley de vida. Este tipo de vida supera a la observancia de la ley de la letra. Los incrédulos serán juzgados por la ley de la letra, que es la ley de Moisés, en el gran trono blanco (Ap. 20:11-15), mientras que los creyentes serán juzgados por la ley de vida, la ley de la libertad, que es la ley de Cristo, en Su tribunal (2 Co. 5:10).
Cuando era joven, no podía entender 2:11 y 12. Sabía que en el Nuevo Testamento Dios no desea que guardemos la ley del Antiguo Testamento. Pero aquí Jacobo habla de guardar la ley del Antiguo Testamento. Sus palabras corresponden a lo que está escrito en Hechos 21. Sin embargo, más adelante en 2:12, Jacobo nos dice que seremos juzgados por otra ley, por la perfecta ley. Ahora entiendo que Jacobo en su mente confundía la ley del Antiguo Testamento con la ley del Nuevo Testamento. Jacobo no hizo ninguna distinción entre la ley del Antiguo Testamento y la ley del Nuevo Testamento.
Primero Jacobo nos habla de guardar la ley, y luego, de ser juzgados por Cristo conforme a la ley de la libertad, esto es, conforme a la ley del Nuevo Testamento. Esto indica que Jacobo confundió estas dos leyes.
Según la clara revelación de la Biblia, hay tres juicios importantes que están por venir. El primero será el juicio del tribunal de Cristo (2 Co. 5:10). Este juicio se llevará a cabo en el aire, y será ejecutado sobre los creyentes que sean arrebatados y resucitados. Este juicio no tendrá que ver con la salvación o la perdición. Puesto que en este juicio los creyentes son juzgados, para entonces la cuestión de la salvación ya habrá sido resuelta eternamente. Así que, lo que se determinará en este juicio es si los creyentes recibirán una recompensa o sufrirán pérdida. La intención de Dios es primeramente darnos la salvación. Luego, si vivimos por la salvación de Dios, recibiremos un galardón de parte de Él. La salvación la recibimos en esta era, la era de la iglesia, mientras que la recompensa la recibimos en la era venidera, la era del reino milenario. El juicio ejercido sobre los creyentes constituye el primero de los juicios principales que están por venir.
El segundo juicio de gran importancia se encuentra en Mateo 25. Este juicio se llevará a cabo después que regrese el Señor con los santos vencedores y destruya al anticristo y su ejército en Armagedón. El Señor Jesús entonces establecerá Su trono de gloria en Jerusalén, y todos los gentiles que estén vivos serán reunidos delante del Señor para ser juzgados. Al juzgarlos, el Señor separará las ovejas de los cabritos. Los cabritos irán al lago de fuego, y las ovejas serán trasladadas al reino milenario para ser las naciones. En 2 Timoteo 4:1 se nos dice que Dios ha designado al Señor Jesús para que juzgue a los vivos y a los muertos. Según Mateo 25, Él juzgará a los vivos en el trono de Su gloria al inicio de los mil años.
Al final de los mil años ocurrirá el tercer juicio importante. Éste será el juicio de todos los incrédulos que hayan muerto, el cual se ejecutará en el gran trono blanco. Por medio de estos tres juicios, el Señor resolverá todos los problemas que hay en el linaje humano.
Cuando el Señor Jesús juzgue a los creyentes en Su tribunal, no los juzgará conforme a la ley de Moisés ni conforme a Su evangelio; más bien, los juzgará conforme a la ley de la libertad, es decir, conforme a la perfecta ley. En 2:12 Jacobo nos dice que los creyentes serán juzgados conforme a la ley de la libertad en el tribunal de Cristo.
Por un lado, Jacobo les advierte a los creyentes que serán juzgados por Cristo conforme al Nuevo Testamento; pero, por otro, encarga a los destinatarios de esta epístola que guarden la ley del Antiguo Testamento. Esto indica de nuevo que Jacobo no tenía una perspectiva clara de la economía de Dios; indica una vez más que él no tenía una visión clara de la diferencia entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento. Él confundió estas dos dispensaciones, es decir, confundió la ley del Antiguo Testamento con la ley del Nuevo Testamento.
En 2:13 Jacobo dice: “Porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no haga misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio”. Menospreciar a un hermano pobre es no hacer misericordia. Cualquiera que de esta forma menosprecie a un hermano pobre no recibirá misericordia cuando comparezca ante el tribunal de Cristo.
Aquí Jacobo nos dice que no debemos menospreciar a nuestro hermano. Si menospreciamos a un hermano, eso significa que no tenemos misericordia de él. Entonces, cuando comparezcamos ante el Señor para ser juzgados, Él no tendrá misericordia de nosotros, por cuanto nosotros tampoco tuvimos misericordia de nuestro hermano. Por lo tanto, debemos hacer misericordia, porque como dice Jacobo, la misericordia triunfa sobre el juicio, es decir, se gloría del juicio. Si tenemos misericordia de nuestro hermano hoy, recibiremos misericordia de parte del Señor en Su tribunal.
Tengo gran aprecio por lo que dice Jacobo en el versículo 13. Se puede comparar lo que él dice aquí con el oro. Sin embargo, en su epístola, él mezcla el oro con el barro. Por consiguiente, aquellos que lean esta epístola deben hacer distinción entre el oro y el barro.
Prosigamos ahora a 2:14-16, una sección donde se nos habla de ser justificados por las obras en el contexto de nuestra relación con otros creyentes. Muchos hablan de este pasaje sin darse cuenta de que se trata de nuestra relación con los demás creyentes. Si decimos que tenemos fe, debemos amar a los hermanos y hermanas. Esto significa que somos justificados por las obras de amor que hagamos a favor de los creyentes.
El versículo 14 dice: “Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”. Aquí Jacobo no se refiere al hecho de ser salvo de la perdición, sino del juicio que se efectuará en el tribunal de Cristo. Esto lo confirma el contexto.
Sin embargo, muchos cristianos al leer la Biblia, piensan que la palabra salvarle se refiere a ir al cielo. Probablemente no se dan cuenta de que el juicio que se realizará en el tribunal de Cristo no determinará si alguien ha de ir cielo o al infierno. Como ya vimos, este juicio determinará si hemos de recibir un galardón o sufrir el castigo dispensacional. Si alguien dice que tiene fe y no tiene obras de amor, eso significa que no ama a los hermanos y hermanas. Por tanto, cuando tal persona comparezca ante el tribunal de Cristo, será juzgada sin misericordia. Si hemos de ser salvos de un juicio sin misericordia es necesario que hagamos obras de misericordia y de amor. Así, pues, la salvación mencionada en el versículo 14 consiste en ser salvos de un juicio sin misericordia en el tribunal de Cristo. Si no hacemos misericordia con los demás creyentes, tampoco recibiremos misericordia de parte del Señor en Su tribunal.
Los versículos 15 y 16 comprueban que este entendimiento de la palabra salvarle del versículo 14 es correcto: “Si un hermano o una hermana no tienen ropa, y carecen del sustento diario, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?”. En el versículo 14 Jacobo manifiesta su preocupación por nosotros, mientras que en los versículos 15 y 16 muestra preocupación por aquellos a los que nosotros no cuidemos como es debido. En griego, el verbo traducido “no tienen” indica que el hermano y la hermana han estado en esa condición por un tiempo considerable. No atender las necesidades de los santos significa que no nos importa lo que les suceda a ellos ni a nosotros mismos.
Un día seremos juzgados por Cristo. Si atendemos las necesidades de los santos, siendo misericordiosos con ellos, al mismo tiempo estaremos mostrando preocupación por nosotros mismos en relación con el juicio del Señor. Debido a nuestra obra misericordiosa y amorosa para con los santos, seremos salvos de ser juzgados sin misericordia en el tribunal del Señor.
Es vergonzoso que no sean atendidas las necesidades de los santos pobres en la vida de iglesia. Sin embargo, lo que dice Jacobo en el versículo 16, con el propósito de fortalecer su perspectiva acerca de la perfección cristiana práctica, tiene el sabor de la preocupación por los necesitados según el Antiguo Testamento (Dt. 15:7-8).
En los versículos del 17 al 19 Jacobo añade lo siguiente: “Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma. Pero alguno dirá: Tú tienes fe, y yo tengo obras. Muéstrame tu fe sin tus obras, y yo te mostraré mi fe por mis obras. Tú crees que Dios es uno; bien haces. También los demonios creen, y tiemblan”. La fe proviene de la vida; es viva y opera por medio del amor (Gá. 5:6). De otro modo, es una fe muerta, una fe no genuina (Jac. 2:20, 26).
En el versículo 20 Jacobo dice: “¿Mas quieres saber, hombre vano, que la fe sin obras es inútil?”. La palabra griega traducida “inútil” significa también “estéril”. Algunos manuscritos leen “muerta”.
En el versículo 20 Jacobo usa la expresión hombre vano. Según Jacobo, una persona es vana si solamente cree pero no tiene amor. Cualquiera que crea en el Señor Jesús pero no ame a los hermanos es un hombre vano. En este sentido, un hombre vano es alguien que tiene fe sin amor. Como dice Jacobo, la fe sin obras es inútil.
En el versículo 21 Jacobo hace esta pregunta: “¿No fue justificado por las obras Abraham nuestro padre, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar?”, y en seguida añade lo siguiente en el versículo 22: “¿Ya ves que la fe actuó juntamente con sus obras, y que la fe se perfeccionó por las obras?”. Fue en Génesis 15 que Abraham creyó en Dios, y en Génesis 22 que él ofreció a Isaac su hijo. Esto indica que hubo un período durante el cual la fe de Abraham fue perfeccionada. De modo que era necesario que hubiera un testimonio de su fe. Abraham primero creyó en Dios, y después dio testimonio de su fe al ofrecer a Isaac a Dios. De igual manera, nuestra fe en el Señor Jesús necesita ser testificada o confirmada. Por ejemplo, espero que la fe de un joven que cree en el Señor sea testificada o confirmada ante sus padres por medio de un cambio de actitud y comportamiento. Esto significa que una obra externa de amor testifica, da prueba, de la fe que está en nosotros.
En los versículos 23 y 24 Jacobo dice: “Y se cumplió la Escritura que dice: ‘Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia’, y fue llamado amigo de Dios. Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”. En el versículo 23 Jacobo confunde nuevamente las cosas. La primera parte de este versículo se refiere a Génesis 15:6, donde dice que Abraham creyó a Dios y le fue contado por justicia; pero la segunda parte del versículo se refiere a un tiempo posterior, cuando Abraham fue llamado amigo de Dios (2 Cr. 20:7; Is. 41:8).
En el versículo 24 Jacobo continúa, diciendo: “Vosotros veis, pues, que el hombre es justificado por las obras, y no solamente por la fe”. La justificación por la fe tiene como fin que uno reciba la vida divina (Ro. 5:18), mientras que la justificación por las obras se consigue al vivir el creyente la vida divina. Puesto que el vivir es el resultado de haber recibido la vida divina, la justificación por las obras es el resultado de haber sido justificados por la fe. La acción por parte de Abraham de ofrecer a Isaac, y la acción por parte de Rahab de recibir a los mensajeros y de enviarlos, fueron obras que resultaron de la fe viva de ellos (Jos. 2:1-21; 6:23). Un árbol vivo sin duda produce fruto. Ser justificado por las obras no contradice el hecho de ser justificado por la fe. Esto último es la causa, que produce lo primero; y lo primero es el efecto, el resultado y la prueba de lo segundo.
En los versículos 25 y 26 Jacobo concluye, diciendo: “Asimismo también Rahab la ramera, ¿no fue justificada por obras por recibir a los mensajeros y enviarlos por otro camino? Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta”. Así como el espíritu da vida al cuerpo (Gn. 2:7), las obras muestran y expresan la vida que está en la fe.
Este capítulo comienza exhortándonos a no hacer acepción de personas (vs. 1-13), y finalmente nos habla de la manera práctica en que debemos atender las necesidades de los santos pobres, lo cual constituye la obra que da prueba de nuestra fe (vs. 14-26). Estas virtudes, según la perspectiva de Jacobo, pueden ser consideradas características de la perfección cristiana práctica.