Mensaje 2
Lectura bíblica: Jn. 5:39-40; Jer. 23:6; 33:16; 31:33-34
En el mensaje anterior recalcamos el tema, el contenido y el pensamiento central del libro de Jeremías. A manera de repasar tales asuntos, en este mensaje quisiera decir algo sobre ciertos aspectos cruciales de la revelación divina contenida en Jeremías.
En Juan 5:39 y 40 el Señor Jesús le dijo a los religiosos judíos: “Escudriñáis las Escrituras, porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de Mí. Pero no queréis venir a Mí para que tengáis vida”. Es posible separar el “escudriñáis las Escrituras” del “venir a Mí”. Los religiosos judíos escudriñaban las Escrituras pero no estaban dispuestos a venir al Señor. Estas dos cosas deben ir juntas. Puesto que las Escrituras dan testimonio del Señor, no deben estar separadas de Él. Es posible tener contacto con las Escrituras sin tener contacto con el Señor. Sólo el Señor puede dar vida.
Desde el tiempo en que el Pentateuco fue escrito hasta el día de hoy, los judíos han estado estudiando las Escrituras, pero ellos no conocen a Cristo ni vienen a Él, aun cuando las Escrituras dan testimonio de Él. Es muy posible que ésta también sea nuestra situación al estudiar la Biblia y, en particular, en el caso de este estudio-vida, el libro de Jeremías. Debido a esto, quisiera indicar que mi carga en estos mensajes no es tener un estudio bíblico, sino buscar a Cristo como vida. La vida es diferente a meras letras (2 Co. 3:6b).
Más aún, siento la carga de que veamos la economía de Dios en este libro. Debemos entender la Biblia no de una manera natural, sino conforme a la revelación divina con respecto a la economía de Dios. Durante los últimos treinta años, el recobro de las verdades efectuado por el Señor ha llegado al tema de la economía de Dios y, por tanto, mis mensajes se han enfocado en la economía de Dios.
El libro de Jeremías revela que Cristo es hecho justicia de Jehová a los elegidos de Dios (23:6; 33:16). ¿Por qué es necesario que Cristo sea hecho justicia de Dios al pueblo de Dios? Alguien podría responder que Cristo debe ser hecho justicia de Jehová para los elegidos de Dios debido a que ellos mismos son malvados y corruptos, completamente carentes de toda justicia, y que a menos que Cristo llegue a ser su justicia, Dios no puede relacionarse de modo alguno con ellos. Ésta es una buena respuesta pero carente de luz y visión, y permanece simplemente en el nivel de un estudio bíblico. La mejor manera de responder esta pregunta es hacerlo conforme a la revelación en el Nuevo Testamento con respecto a la economía de Dios.
La economía de Dios consiste en hacer que Cristo lo sea todo, hacer de Cristo la centralidad y universalidad, con la finalidad de producir el aumento de Dios, el agrandamiento de Dios, que es la iglesia. El aumento, el agrandamiento, de Dios es la plenitud de Dios para Su expresión. La consumación de esta plenitud será la Nueva Jerusalén. Si consideramos la Nueva Jerusalén según es descrita en Apocalipsis 21 y 22, veremos que la Nueva Jerusalén es el aumento eterno de Dios con Cristo como centro y circunferencia.
Podríamos decir que en la eternidad pasada Dios estaba “soltero”, lo cual significa que Él estaba solo sin nadie que fuese Su complemento. Sin embargo, en la eternidad futura Dios ya no estará “soltero”, sino que tendrá la Nueva Jerusalén como Su esposa (Ap. 21:9-10). Esta esposa también será el tabernáculo (v. 3). Esta esposa, este tabernáculo, es el aumento de Dios. Por tanto, la Nueva Jerusalén, la consumación del pueblo elegido de Dios, es el aumento de Dios. Cristo es la centralidad y universalidad de dicho aumento. En esto consiste la economía de Dios.
Si vemos esto, sabremos por qué es necesario que Cristo sea hecho justicia de Jehová al pueblo de Dios. Según el libro de Jeremías, Israel era malvado y provocó la ira de Dios y, debido a esto, Dios vino a castigarlos y disciplinarlos. En realidad, la maldad y perversidad de Israel preparó el camino para que Cristo viniera a fin de ser su justicia. Si Israel hubiera sido justo, ¿cómo podría Cristo haber llegado a ser su justicia? Habría sido imposible. Pero según el pensamiento expresado por Pablo, la injusticia y pecaminosidad de Israel proveyó la oportunidad para que Cristo viniera y fuera hecho justicia de Jehová para ellos. Por tanto, el tema de Jeremías es que Cristo es hecho justicia de Jehová a los elegidos de Dios como el centro y circunferencia de ellos. A la postre, Israel manifestará a Cristo, quien es su justicia, como centralidad de ellos y su universalidad. Esta manifestación tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén.
Hemos visto que el tema de Jeremías es que Dios lleva a cabo Su economía al disciplinar en amor a Israel, Su elegido, con Su tierno cuidado, compasión y conmiseración, y al juzgar en justicia a las naciones como corresponde a Su amor, a fin de que Israel manifieste a Cristo —quien es su justicia divina al ser para ellos su centralidad y universalidad— por medio de que ellos sean hechos una nueva creación que posee la ley interna de la vida divina y la capacidad propia de esta vida para conocer a Dios (31:33-34). A este respecto, quisiera hacer la siguiente pregunta: ¿de qué modo Dios hace que Cristo lo sea todo, el centro y circunferencia, para el pueblo de Israel? Alguno podría responder esta pregunta diciendo que la manera en que Dios hace esto consiste en que Cristo sea encarnado como el Renuevo de David, sea crucificado y, entonces, llegue a ser el Espíritu vivificante en resurrección. Esto, sin embargo, es el medio por el cual Dios hace que Cristo sea todo para nosotros; no es la manera en que Dios hace que Cristo sea todo para nosotros.
La manera en que Dios hace que Cristo sea todo para Su pueblo involucra la justicia, la redención y la vida divina. Hemos visto que Cristo es hecho justicia de Dios para nosotros. Ahora debemos ver que para esto era necesaria la redención. Sin la redención, Cristo no puede ser hecho justicia para nosotros. Aparte de la redención, Dios no puede darnos nada. La base sobre la cual la vida divina nos es dada, es la redención de Cristo.
La redención está implícita en la profecía de Jeremías acerca del nuevo pacto hallada en Jeremías 31:33-34. La última parte del versículo 34 dice: “Perdonaré la iniquidad de ellos y no me acordaré más de su pecado”. Según Efesios 1:7 el perdón equivale a la redención. Este versículo dice: “En quien [Cristo] tenemos redención por Su sangre, el perdón de los delitos”. Aquí, la redención y el perdón están en aposición, lo cual indica que se refieren a lo mismo. Es con esta base que afirmamos que la redención está implícita en la palabra acerca del perdón contenida en Jeremías 31:34. Dios, en el nuevo pacto, perdonará nuestra iniquidad. Esto guarda relación con la redención.
La manera en que Dios hace que Cristo lo sea todo para Sus elegidos es mediante la justicia y la redención; y también es mediante la vida divina. La vida divina es dada sobre la base de la obra redentora de Cristo a través de la justificación por parte de Dios, la cual se basa en Su justicia. La vida implica la ley de vida con su habilidad y capacidad correspondientes. Estos tres asuntos —la justicia, la redención y la vida— son plenamente desarrollados en el Nuevo Testamento. Aunque la manera en que Dios hace que Cristo lo sea todo para nosotros es desarrollada en el Nuevo Testamento, ya es revelada intrínsecamente en el libro de Jeremías. Esto significa que en Jeremías vemos algo del Nuevo Testamento.
Aparentemente Jeremías es un libro que trata sobre el pecado y maldad de Israel y la disciplina que Dios aplica a Israel. Pero, en realidad, no es así. El libro de Jeremías, al igual que la Biblia en su conjunto, no fue escrito con este propósito. La Biblia, incluyendo el libro de Jeremías, fue escrita para la economía de Dios. Fue escrita para mostrarnos que Dios desea ser aumentado, agrandado, a fin de obtener una plenitud que sea la expresión de Sí mismo. Puesto que éste es el tema y contenido de toda la Biblia, ¿por qué el tema y contenido de Jeremías habría de ser diferente? El elemento básico de la palabra divina en Jeremías no es el pecado de Israel ni la correspondiente disciplina de parte de Dios; el elemento básico es la economía de Dios. Éste es un asunto crucial que todos debemos ver.
Finalmente, me gustaría plantear una tercera pregunta: ¿cuál es la máxima consumación, el máximo resultado, de la revelación contenida en el libro de Jeremías? La máxima consumación de la revelación divina contenida en este libro es la Nueva Jerusalén. Sabemos esto por el hecho de que la Biblia entera llega a su consumación en la Nueva Jerusalén.
La Nueva Jerusalén es la consumación de la nueva creación de Dios. En el libro de Jeremías, la nueva creación es indicada por el nuevo pacto mencionado en el capítulo 31. El nuevo pacto produce algo nuevo, y esta nueva cosa es la nueva creación. La nueva creación de Dios es Su aumento, Su agrandamiento, que llega a ser Su plenitud.
Nosotros usamos la palabra plenitud aquí para denotar no las riquezas de Dios, sino la expresión de Dios. Esta palabra no denota las riquezas de lo que Dios es, sino la expresión de estas riquezas, la expresión plena del rico ser de Dios. Podríamos valernos de un vaso de agua a manera de ilustración. Un vaso que está lleno de agua es rico en agua; pero cuando un vaso de agua está tan lleno de agua que desborda tal agua, no solamente tenemos las riquezas del agua, sino también el fluir desbordante del agua como plenitud, la expresión, del agua. La plenitud de Dios es, por tanto, Su expresión en plenitud. La Nueva Jerusalén, la consumación de la Biblia, será la plenitud, la expresión, de Dios.
A la postre, en conformidad con el nuevo pacto, Israel será redimido, salvo y renovado de modo que Dios será su Dios y ellos serán Su pueblo a fin de participar en el disfrute de las riquezas del Dios Triuno. Esta participación tendrá lugar en el milenio durante la era venidera de restauración y finalmente consumará en la Nueva Jerusalén, en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad.