Mensaje 39
Lectura bíblica: Jer. 31:31-34
En este mensaje siento la carga de decir algo más con respecto a que Jeremías puso el fundamento del nuevo pacto, el pacto de vida.
La Biblia nos muestra que el deseo del corazón de Dios es el de entrar en el hombre como vida y ser uno con el hombre. Dios siempre ha gustado de contactar al hombre, y en el marco de este contacto Él ha hecho varios pactos con el hombre. El primer pacto que Dios hizo con el hombre fue el pacto hecho con el hombre creado (Gn. 2:8-9, 15-17), y el segundo fue Su pacto con el hombre caído (3:8-21). Aunque Dios tuvo una relación íntima y cercana con Abel, no hizo ningún pacto con él. Después que Noé pasó por el diluvio, Dios vino para hacer un pacto con él y sus hijos (9:8-17). Luego, habiendo llamado a Abraham, Dios hizo un pacto con él (12:2-3, 7-8; 15:4-18; 17:1-2; 22:17-18), y este pacto fue reiterado con Isaac (26:3-5) y con Jacob (28:13-15). Más adelante, cuando Dios sacó a Israel de Egipto y lo condujo al monte Sinaí, Él hizo un pacto muy extenso con Israel (Éx. 20—23; 24:3-8). Este pacto, el pacto de la ley, es llamado el primer pacto (He. 8:7, 13; 9:1), el viejo pacto. Después de viajar por el desierto durante cuarenta años, Israel vino a la tierra de Moab, y allí Dios hizo otro pacto con ellos (Dt. 29—30). Según 2 Samuel 7, Dios también hizo un pacto con David. Finalmente, en el Nuevo Testamento, el Señor Jesús estableció el nuevo pacto (Lc. 22:20).
En la Biblia Dios hizo ocho pactos con el hombre, pero Él únicamente cuenta dos de esos pactos: el pacto hecho con Israel por intermedio de Moisés y el nuevo pacto, el pacto de vida, que es considerado el segundo pacto (He. 8:7). Todos los otros pactos —los pactos con el hombre creado, con el hombre caído, con Noé, con Abraham, con Israel en la tierra de Moab y con David— son considerados por Dios como pactos menores o suplementarios. Aun así, el pacto que Dios hizo con Abraham corresponde al nuevo pacto y es la base para el nuevo pacto (Gá. 3). Si estudiamos todos estos pactos exhaustivamente, veremos que Dios se ocupa de un solo pacto: el nuevo pacto de vida.
El contenido del nuevo pacto es el Dios Triuno, quien ha sido procesado y consumado a fin de serlo todo para Su pueblo escogido. Este nuevo pacto fue prometido a Israel en Jeremías 31:31-34 (cfr. He. 8:8-13), y es un pacto que fue cumplido absoluta, plena y completamente por el Señor Jesús cuando estableció Su mesa (Mt. 26:26-29; Mr. 14:22-25; Lc. 22:19-20; 1 Co. 11:23-26). Al instituir la mesa, el Señor Jesús hizo un pacto con los creyentes neotestamentarios.
La parte más importante del libro de Jeremías es la porción correspondiente al nuevo pacto. Puesto que Jeremías habló sobre el nuevo pacto, este libro es, en cierto sentido, más importante que los escritos de Moisés, los cuales no dicen nada sobre el nuevo pacto. Aunque Moisés profetizó mucho con respecto a Cristo, el pacto que Dios hizo con Israel por intermedio de él no tenía relación alguna con Jesucristo. Con base en el hecho de que el libro de Jeremías profetiza sobre el nuevo pacto, el libro de Jeremías puede ser considerado un libro del Antiguo Testamento que también es un libro del Nuevo Testamento.
Ahora debemos decir algo con respecto a la posición y función del viejo pacto de la ley.
La posición del pacto de la ley era el de una concubina. En Gálatas 4 Pablo dice que Abraham tuvo dos esposas, las cuales representan dos pactos. Sara, la esposa legítima, representa el nuevo pacto, y Hagar, la concubina, representa el viejo pacto de la ley. Debido a que Hagar, la concubina, representa el viejo pacto de la ley, la posición de este pacto es la posición de una concubina. Tal como Abraham echó fuera a Hagar, cuando Cristo vino Él hizo a un lado el viejo pacto y lo anuló al reemplazarlo con el nuevo pacto.
Además, en Romanos 5:20 Pablo dice que “la ley se introdujo”. Esto significa que la ley fue añadida después, o sea, que la intención original de Dios no fue tener la ley; más bien, la ley se introdujo acompañando algo que ya estaba presente antes que la ley viniera. Esto indica que la línea principal de la economía de Dios ya estaba presente.
Mientras que el ministerio de Cristo es un ministerio de justificación, el ministerio de Moisés fue un ministerio de condenación (2 Co. 3:9a). Por tanto, en la economía de Dios el ministerio de Moisés no constituye la línea central. Sin embargo, sin el viejo pacto de la ley dado mediante Moisés, Jeremías no podría haber puesto a Israel al descubierto. A fin de poner al descubierto a Israel, Jeremías con frecuencia hacía referencia al pacto de la ley. Aquí vemos que la función de la ley, la cual es algo por el lado negativo, es la de poner al descubierto nuestra condición caída y nuestra situación caída. Esto nos ayuda a volvernos al origen, la fuente de aguas vivas, la cual, en el Nuevo Testamento, es Cristo como corporificación de Dios.
En el capítulo 31 Jeremías puso el fundamento del nuevo pacto al profetizar: que Dios pondrá Su ley en nuestras partes internas; que Él escribirá Su ley en nuestra mente de modo que podamos conocer a Dios; que Dios será nuestro Dios y nosotros seremos Su pueblo; que no tendremos necesidad de que nadie nos enseñe, debido a que todos tendremos en nuestro interior una vida que enseña; y que Dios perdonará nuestra iniquidad y no se acordará más de nuestros pecados. En el nuevo pacto disfrutamos la ley interna de vida. Esta ley de vida nos trae la persona misma de Dios junto con la capacidad divina propia de la vida divina, que puede realizarlo todo para Dios con miras al cumplimiento de Su economía. Es por la ley interna de vida que nosotros tenemos la capacidad de conocer a Dios, de vivir a Dios e incluso de ser constituidos con Dios en Su vida y naturaleza a fin de que podamos ser Su expresión corporativa.
Tenemos necesidad de los veintisiete libros del Nuevo Testamento para definir este breve pasaje de Jeremías 31. Si entendemos este pasaje a la luz de todo el Nuevo Testamento, veremos que en este nuevo pacto tenemos la iglesia, el reino de Dios, la familia de Dios, la casa de Dios como morada de Dios en nuestro espíritu, el nuevo hombre y el Cuerpo de Cristo como plenitud del Dios Triuno procesado y consumado. A la postre, este nuevo pacto introducirá el milenio. Por último y de manera consumada, este nuevo pacto introducirá la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad.
Hoy en día hay muchos que han creído en Cristo y han recibido la bendición del nuevo pacto, pero todavía desconocen el contenido del nuevo pacto y lo que éste logra y produce. Por tanto, sentimos la carga de recalcar una y otra vez el nuevo pacto. Que todos podamos ver el nuevo pacto y estar completamente ocupados con él.