Mensaje 17
Lectura bíblica: Job 42:5; Jn. 7:39; Ro. 8:2, 9, 11, 14; Gá. 3:14; 6:18; Ef. 1:13-14; Fil. 1:19; Gá. 5:25; 4, Ro. 8:16
Hemos visto que la revelación divina contenida en el Nuevo Testamento es la respuesta a los sufrimientos de Job y a la gran pregunta respecto al propósito que Dios tiene en la creación del hombre y en el trato que Él aplica a Su pueblo escogido. En este mensaje quisiera decir más sobre esta respuesta, haciendo hincapié en lo relacionado con el Espíritu todo-inclusivo como consumación del Dios Triuno procesado y consumado.
El tiempo del Antiguo Testamento no fue directamente el tiempo del mover de Dios, sino que fue un tiempo de preparación para el mover de Dios. La encarnación dio comienzo al mover de Dios, que consiste en que Dios viene de la eternidad al tiempo para introducirse con Su divinidad en la humanidad. Después, Dios siguió efectuando Su mover mediante Su vivir humano y mediante Su muerte todo-inclusiva y maravillosa por medio de la cual entró en resurrección. En resurrección, Cristo fue engendrado para ser el Hijo primogénito de Dios. Mediante la resurrección Él también llegó a ser el Espíritu vivificante, y Él regeneró a todo el pueblo escogido de Dios para que fuesen los muchos hijos de Dios, Sus muchos miembros que constituyen la iglesia como Su Cuerpo, como el nuevo hombre y como el organismo del Dios Triuno procesado y consumado.
Hoy en día el Dios Triuno es el Espíritu: el Espíritu compuesto, todo-inclusivo y consumado. El título el Espíritu es usado de una manera particular en Juan 7. Mientras el Señor Jesús todavía estaba en la tierra, Él dijo que Sus creyentes serían llenos del Espíritu (vs. 38-39a). En aquel tiempo, “aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado” (v. 39b). Esto indica claramente que cuando el Señor Jesús fue glorificado, el Espíritu estaba allí. Este Espíritu es el Dios Triuno procesado y consumado.
Algunos maestros de la Biblia aducen que la Biblia podría dividirse en tres secciones —el Antiguo Testamento, los cuatro Evangelios y los libros comprendidos entre Hechos y Apocalipsis— y que estas secciones corresponderían, respectivamente, a tres eras diferentes: la era del Padre, la era del Hijo y la era del Espíritu. Conforme a esta perspectiva, la obra del Padre en el Antiguo Testamento habría sido reemplazada por la obra del Hijo en los Evangelios y, después, la obra del Hijo habría sido reemplazada por la obra del Espíritu desde Hechos hasta Apocalipsis. Algunos de los que se adhieren a esta perspectiva consideran a los tres de la Trinidad Divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— como tres personas separadas. Sin embargo, después de muchos años de estudio y experiencia, podemos afirmar que tal entendimiento del Dios Triuno no es exacto.
Los tres de la Trinidad Divina son diferentes entre Sí, es decir, son distintos; no obstante, son inseparables. Si el Hijo no fuera diferente del Padre, el Hijo no podría orar al Padre, tal como lo hizo en Juan 17. No obstante, el Padre y el Hijo son inseparables, pues el Padre y el Hijo son coinherentes, es decir, el Hijo existe en el Padre y el Padre existe en el Hijo. Por esta razón, el Señor Jesús pudo decirle a Felipe, quien le pidió que les mostrara al Padre: “El que me ha visto a Mí, ha visto al Padre; ¿cómo, pues, dices tú: Muéstranos el Padre? ¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí? Las palabras que Yo os hablo, no las hablo por Mi propia cuenta, sino que el Padre que permanece en Mí, Él hace Sus obras” (Jn. 14:9b-10). Aquí vemos que si bien podemos distinguir al Padre del Hijo, ellos son coinherentes, por lo cual es imposible separarlos; más aún, el Padre y el Hijo están en el Espíritu, y el Espíritu está en el Padre y el Hijo. Si vemos esto, comprenderemos que el Dios que se encarnó y efectuó Su mover en esta tierra era el Dios Triuno.
El Nuevo Testamento nos revela que Cristo el Hijo es la corporificación del Dios Triuno y que el Espíritu es la realización del Hijo y la realidad de Cristo. Debido a que el Espíritu es la realidad de Cristo, no podemos experimentar a Cristo aparte del Espíritu, quien es la consumación del Dios Triuno procesado y consumado.
Antes de Su encarnación, que es el primer paso de Su proceso, el Dios Triuno poseía divinidad pero no humanidad. Él era únicamente divino, mas no humano; Él era únicamente Dios, mas no hombre. Pero un día el Dios Triuno entró en el vientre de una virgen y, después de nueve meses, nació de dicho vientre para ser el Dios-hombre, una persona divino-humana, una persona poseedora tanto de la naturaleza divina como de la naturaleza humana.
Este Dios-hombre vivió en la tierra por treinta y tres años y medio. Aunque Él no logró nada importante en términos materiales, Él hizo algo maravilloso: Él expresó a Dios, Él manifestó a Dios, plenamente, en Su vivir humano.
El siguiente paso del proceso del Dios Triuno fue la muerte todo-inclusiva de Cristo. Mediante Su muerte, Cristo redimió al pueblo escogido de Dios, puso fin a la vieja creación y liberó la vida divina del “cascarón” de Su humanidad.
Después de morir una muerte todo-inclusiva, Cristo entró en resurrección. Una vez más, debo recalcar el hecho de que, en resurrección, Cristo fue engendrado para ser el Hijo primogénito de Dios (Hch. 13:33; Ro. 1:3-4; 8:29) y llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para regenerar al pueblo escogido de Dios (1 P. 1:3). La madrugada del día de Su resurrección, Él fue secretamente al Padre en los cielos (Jn. 20:17). Al anochecer de aquel mismo día, Él vino a los discípulos y se sopló en ellos como aliento, diciendo: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22). Éste es el Espíritu esencial.
Después de cuarenta días, Cristo ascendió públicamente y de manera oficial. En Su ascensión, Él fue hecho Señor de todos y el Cristo de Dios (Hch. 2:36). Diez días después, el día de Pentecostés, Él descendió para derramarse como el Espíritu económico sobre los discípulos (vs. 1-4, 17, 33). En Su descenso, tres mil personas fueron regeneradas, con lo cual se produjo la iglesia. Hoy en día Él es Aquel que asciende y desciende continuamente (Jn. 3:13). Él está en los cielos y también está en la tierra. Como resultado de todos los pasos de este proceso, Dios ahora ya no es un “Dios crudo”, Dios antes de Su proceso, sino que es el “Dios cocinado”, Dios después de Su proceso.
Nuestro Dios ha sido procesado y consumado. La consumación del Dios Triuno procesado y consumado es el Espíritu todo-inclusivo, compuesto, vivificante y que mora en nosotros. Como tal, Él lo es todo para nosotros. Hoy en día Él es la realidad del Padre, Él es la realidad del Hijo y Él es el Espíritu, no antes de la encarnación, sino después del descenso.
El libro de Romanos, después de hablar sobre la justificación y de que fuimos juntamente crucificados con Cristo y resucitados con Él, nos revela a este Espíritu como el Espíritu de vida (8:2), el Espíritu de Dios (v. 9), el Espíritu que mora en nosotros (v. 11) y el Espíritu que nos guía (v. 14). Este Espíritu es nuestro Dios, nuestro Padre, nuestro Señor, nuestro Amo, nuestro Redentor, nuestro Salvador, nuestro Pastor y nuestro Hermano mayor. Gálatas 5:16 nos insta a andar, a hacerlo todo, conforme a este Espíritu, que está en nuestro espíritu (Ro. 8:16).
En Gálatas, este Espíritu es el Espíritu de bendición, la bendición que todo lo abarca y todo-inclusiva del evangelio (3:14). Él también es Aquel en quien tenemos vida y por quien podemos vivir (5:25). Así que, tenemos que vivir por Él, andar por Él y sembrar para Él (6:8) en todo aspecto de nuestra vida humana. Según 6:18, este Espíritu está en nuestro espíritu como la gracia de nuestro Señor Jesucristo para nuestro disfrute.
En Efesios, este Espíritu nos sella y es las arras de nuestra herencia (1:13-14). Aquel quien es el Espíritu y cuyo nombre es Jesucristo, Él está haciendo Su hogar en nuestros corazones (3:17).
Filipenses hace referencia a la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (1:19), mediante la cual podemos vivir a Cristo, magnificar a Cristo, ir en pos de Cristo y ganar a Cristo (1:20-21; 3:8-14). Por medio de esta abundante suministración podemos estimar todas las cosas como pérdida y tenerlas por basura.
Debido a que Job no tenía este Espíritu, él era demasiado sensible hacia Dios y hacia sus amigos. Él carecía de gozo y jamás se regocijó. Pero Pablo, puesto que poseía este Espíritu, se regocijó incluso en prisión (Hch. 16:25). En lugar de mostrarse demasiado sensible, Pablo exultaba. En 2 Timoteo 4:6-8, Pablo afirmó haber peleado la buena batalla, haber acabado la carrera y haber guardado la fe, por lo cual sabía que la corona de justicia le estaba reservada. Aunque Pablo estaba siendo derramado como libación, lejos de quejarse, él se regocijaba triunfantemente.
Job 42:5 dice que, finalmente, Job vio a Dios. Sin embargo, el Dios a quien Job vio no era el Dios procesado, sino el “Dios crudo”, el Dios que todavía no había pasado por los pasos de Su proceso, a saber: la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección, la ascensión y el descenso. A diferencia de Job, nosotros tenemos al “Dios cocinado”, el Dios que ha sido procesado a fin de que le podamos comer, beber y respirar. Hoy en día nuestro Dios es el Espíritu todo-inclusivo, quien es la consumación del Dios Triuno procesado y consumado.