Mensaje 23
Capítulos 21—31
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Lectura bíblica: Job 31:1-40; 32:1
En este mensaje consideraremos 31:1—32:1, la conclusión de las palabras finales que Job dirige a sus amigos.
En el capítulo 31, Job se jactó de su rectitud, justicia, integridad y perfección.
A fin de poner en práctica su rectitud, justicia, integridad y perfección, Job reprimió la concupiscencia de su carne por temor a Dios (vs. 1-4). Lo dicho por Job en el versículo 4 indica que él temía a Dios: “¿No ve Él mis caminos / y cuenta todos mis pasos?”.
Job se jactó de no andar con falsedad ni haber corrido tras el engaño (vs. 5-8). Él dijo: “Si he andado con falsedad, / y mi pie se ha apresurado al engaño / —péseme Él en balanza justa, / y que conozca Dios mi integridad—” (vs. 5-6). En términos humanos, ciertamente era muy bueno que Job no practicara la falsedad ni engañara.
Job prosiguió diciendo que él aborrecía el adulterio, considerándolo un crimen atroz (vs. 9-12). El adulterio es maligno, y todos debemos aborrecerlo.
Job no menospreció la causa de su siervo ni de su sierva cuando ellos contendían con él (v. 13). Esto significa que él atendía a las necesidades de sus siervos. Los versículos 14 y 15 indican que en este asunto Job también temió a Dios: “¿Qué haré yo cuando Dios se levante? / Y cuando Él me visite, ¿qué le responderé? / El que me hizo a mí en el vientre, ¿no lo hizo a él? / ¿Y no fue uno y el mismo quien nos formó en la matriz?”.
En los versículos del 16 al 23 Job se jactó de haber cuidado de los pobres, las viudas, los huérfanos y los menesterosos por temor a la calamidad de Dios y a causa de Su majestad. Job no retuvo alimento ni abrigo de los pobres, ni tampoco levantó su mano contra el huérfano. Al respecto, Job también temió a Dios diciendo: “La calamidad de Dios es terror para mí, / y a causa de Su majestad nada puedo hacer” (v. 23). Job se sentía amenazado por la majestad de Dios y temía que si él no actuaba correctamente, le sobrevendrían calamidades.
Después, Job dijo que él no había puesto su confianza en el oro ni se había regocijado en las riquezas. Él tampoco se dejó seducir para adorar el sol resplandeciente ni la luna en su esplendor, pues ello sería negar al Dios de lo alto (vs. 24-28). Job no puso su esperanza en el oro ni llamó el oro fino su confianza; tampoco se regocijó de que su riqueza fuese grande. Esto quiere decir que Job sentía gran aprecio por Dios, y no por el oro. Al respecto, Job era distinto de la mayoría de las personas, que sienten gran aprecio por las riquezas pero niegan a Dios.
Job dijo que él no se regocijaba de la desgracia del que lo aborrecía, no exultaba ante sus sufrimientos ni había pedido maldición para su vida (vs. 29-30).
Job también se jactó de haber alimentado a todos los hambrientos y haber alojado a todos los peregrinos (vs. 31-32).
Job prosigue diciendo que él no encubrió sus transgresiones como Adán ni escondió en su seno su iniquidad por temor a la gran multitud y al menosprecio de las familias (vs. 33-34). Él comprendió que sería pecado encubrir sus transgresiones por causa de su temor a los demás. Después dijo: “¡Oh, si hubiera alguien que me oyera! / ¡He aquí mi firma! Que me responda el Todopoderoso. / Que mi acusador escriba su alegato. / Ciertamente yo lo llevaría sobre mi hombro; / me lo ceñiría como una corona; / yo le daría cuenta a Él del número de mis pasos, / como príncipe me acercaría ante Él” (vs. 35-37).
Finalmente, Job se jactó de no robar a otros sus propiedades. Él no adquirió tierra alguna sin pagar ni tampoco hizo que sus dueños perdieran sus vidas (vs. 38-40).
El hecho de que Job se gloriase de estas cosas indica que él se encontraba en la esfera de la ética humana, y no en la esfera de la economía divina. En lo referente a la ética humana, Job era bastante bueno; sin embargo, en lo referente a la economía divina, él erró el blanco. Hoy en día, en el recobro del Señor, debemos atender a la economía neotestamentaria de Dios.
Job 32:1 dice: “Luego cesaron estos tres varones de responder a Job, por cuanto él era justo a sus propios ojos”. Ellos no supieron lidiar con Job ni qué hacer con respecto a él, así que dejaron de hablar. Nadie les obligó a que cesaran de responderle a Job. Ellos se cansaron de contestarle a Job, así que decidieron no hablarle.
Al responder a sus tres amigos en ocho ocasiones, Job se puso al descubierto, poniendo en evidencia muchas cosas negativas de sí mismo.
Job se puso al descubierto como alguien que se consideraba justo en su propia opinión (6:30; 9:20; 27:5-6; 32:1). Él era justo a sus propios ojos y se aferraba a dicha justicia.
Job también se puso al descubierto como una persona que estaba llena de razonamientos. Una persona que es justa en su propia opinión siempre está lista para aducir una serie de argumentos con respecto a su propia condición.
Job acusó a sus amigos por no entenderlo y por no compadecerse de él en amor. Sus amigos no se compadecieron de él, pero Job tampoco se compadeció de ellos.
Al hablar con sus amigos, Job se quejó de que Dios no era justo en Su trato con él, trato que él consideraba inexplicable y severo.
Job sentía que podía entablar un litigio entre él y Dios. Él abrigaba la esperanza de aclarar su caso delante de Dios y esperaba por ello, aun si esto significaba “llevar a Dios a los tribunales”.
Lo dicho por Job puso al descubierto que él conocía a Dios únicamente en términos del vano conocimiento heredado por la tradición. Tal conocimiento era por completo un conocimiento objetivo.
Lo dicho por Job indica que él no había recibido la revelación divina —como se revela en el Nuevo Testamento— respecto a la economía eterna de Dios de que la meta máxima de Dios, conforme a Su beneplácito, consiste en que Su pueblo escogido gane a Dios, sea partícipe de Él, lo posea y disfrute de Él (2 Co. 4:16) a fin de que ellos sean consumidos por el trato de Dios, sean renovados en la naturaleza divina y sean transformados en la vida divina por el Espíritu a la imagen gloriosa de Cristo (2 Co. 3:18) como corporificación de Dios con miras a la expresión de Dios. Job vivió en tiempos muy anteriores a que esta revelación fuese dada.
En cuanto a los asuntos éticos y morales, Job tuvo gran éxito y obtuvo grandes logros. Sin embargo, sus propias palabras pusieron al descubierto que él estaba sumido en tinieblas a causa del éxito y los logros de su hombre natural.
Job también estaba cegado por el concepto propio de su entendimiento natural.
Más aún, Job era una persona que andaba a tientas en la oscuridad y en ceguera respecto a su relación con Dios conforme a lo que Dios desea. Job no vio que Dios se había propuesto despojarlo de todos sus logros naturales, de su perfección e integridad, a fin de que él pudiese ganar a Dios mismo.
Tal como lo indican sus palabras, Job era una persona que se contentaba con lo que había llegado a ser. Él se sentía orgulloso de su propia vestidura de justicia así como de su propia corona, su turbante, de integridad.
Job ignoraba su condición lamentable delante de Dios. Él conocía a Dios en nombre, mas no en realidad. Job no estaba saturado de Dios ni estaba lleno de Él; no estaba mezclado con Dios ni era uno con Él. Más aún, Job no poseía ningún elemento propio de algún aspecto o característica de la Nueva Jerusalén, que es el organismo de Dios que vive a Dios y le expresa por la eternidad. Job no conocía su verdadera condición ni tampoco conocía la Nueva Jerusalén.