Mensaje 4
Lectura bíblica: Jl. 1:4; 2:28-32; 3:9-21
En este mensaje siento la carga de dar una palabra adicional con respecto a la profecía acerca de las cuatro clases de langostas en el libro de Joel.
En lo referente a la interpretación de las profecías bíblicas, la profecía de Joel es una profecía más rectora que la de Daniel. Es cierto que la profecía de Daniel es el factor rector para nosotros poder entender e interpretar las profecías bíblicas; no obstante, los factores rectores en Daniel se hallan en la superficie, mientras que los factores en Joel están ocultos, escondidos, en una manera misteriosa. Por esta razón, para entender el libro de Joel es imprescindible que tengamos la debida perspicacia.
El primer factor presente en el libro de Joel es el de las langostas en sus cuatro etapas: la langosta que corta, que simboliza a Babilonia; la langosta que pulula, que simboliza a Medo-Persia; la langosta que lame, que simboliza a Grecia; y la langosta que consume, que simboliza al Imperio romano (1:4). Estas cuatro clases de langostas denotan las cuatro secciones de la totalidad del gobierno humano sobre la tierra representadas por la gran imagen humana de Daniel 2. Después de estas cuatro secciones del gobierno humano, las cuales llegarán a su fin con el anticristo, el último césar del Imperio romano, el gobierno humano habrá llegado a su fin.
Estas cuatro clases de langostas están relacionadas con la pequeña nación de Israel. En cierto sentido, Dios envió las cuatro secciones del gobierno humano para que consumiesen a Israel.
Las cuatro clases de langostas, que corresponden a las cuatro secciones del gobierno humano, abarcarán un largo período de tiempo en la historia humana, esto es, desde el tiempo de Nabucodonosor hasta el tiempo del anticristo. Este período durará al menos veintisiete siglos. Entre el tiempo de Nabucodonosor y el del anticristo transcurrirá un largo período de tiempo en el cual los judíos no tendrán una nación, ni reyes, ni sacerdotes, ni profetas, ni tendrán el templo como el centro ordenado por Dios donde puedan adorarle. Hoy en día, los judíos todavía continúan siendo consumidos por las langostas del gobierno humano de los gentiles.
La última etapa en la que Dios envía las langostas es la correspondiente al Imperio romano. Mientras el Imperio romano castigaba al rebelde Israel, Dios hizo algo callada y misteriosamente. Dios usó al Imperio romano para mantener la región alrededor del mar Mediterráneo —el centro de la población mundial— en orden pacífico. Se construyeron carreteras, se establecieron rutas marítimas y se adoptó el griego como lengua común hablada por todos los pueblos. Fue en ese tiempo que Dios vino a encarnarse al nacer de una virgen en una pequeña aldea, Belén, y después ir a vivir en Nazaret. Durante treinta y tres años y medio el Dios del amor imperecedero, en Su humanidad, vivió como un hombre en la tierra. Después, Él fue a la cruz y murió la muerte de un criminal bajo la forma romana de la pena capital. Aunque la gente mundana no se dio cuenta de ello, Cristo murió una muerte vicaria y todo-inclusiva. Después de tres días, Él resucitó. El mismo día, en la mañana de Su resurrección, Él ascendió al Padre y descendió nuevamente a la tierra para encontrarse con Sus discípulos. Cuarenta días después, en presencia de Sus discípulos, Él ascendió a los cielos. Después de más de diez días, el día de Pentecostés, Él descendió nuevamente para derramarse como el Espíritu sobre tres mil de Sus creyentes, con lo cual hizo que cada una de aquellas tres mil personas fuese igual a Él en vida y naturaleza. El resultado de tal derramamiento del Espíritu fue un Cristo corporativo, el cual es la manifestación de Cristo.
Esto nos permite ver que fue por medio de las langostas romanas que se pudo llevar a cabo tanto la obra redentora de Dios como la predicación del evangelio. Primero, el evangelio fue propagado en todo el Imperio romano; y después, como resultado del imperialismo romano, a otras partes del mundo. Los romanos inventaron el imperialismo, y todos los poderes occidentales forman parte del Imperio romano. Después que Inglaterra derrotó a España para convertirse en la mayor potencia mundial de su tiempo, durante más de dos siglos el evangelio se propagó a todos los rincones de la tierra por medio del imperialismo romano.
Al presente hay tres cosas que ocurren sobre la tierra: el consumir efectuado por las langostas romanas, el sufrimiento de Israel y la manifestación de Cristo. Nosotros no estamos unidos al consumir efectuado por las langostas romanas ni tampoco al sufrimiento que padece Israel, sino a la manifestación de Cristo. Muy poco de Cristo se manifiesta en la Iglesia Católica Romana y en las denominaciones, pero Cristo es manifestado en Su recobro. Hoy en día estamos en la línea en la que Cristo es manifestado. La línea de la manifestación de Cristo a la postre nos llevará a la manifestación más plena de Cristo en la era de la restauración. La restauración más plena tendrá su consumación en la plena manifestación de Cristo en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva. Ésta es la escatología apropiada. Ésta es la mejor, la más clara y la más inclusiva de todas las escatologías.
Dios es real. Si Dios no fuera real, no podría haber un libro como la Biblia. La Biblia nos habla de antemano acerca de la historia mundial. La Biblia es el único libro que predice la historia humana con tanta precisión y de una manera todo-inclusiva. Por tanto, no solamente creemos que nuestro Dios es real, sino también que la Biblia es real.
Todos debemos tener una clara visión de la era en la que vivimos, de dónde estamos y de cuál debe ser nuestra meta.
Vivimos en una era —la continuación de las eras que le precedieron— en la que nuestro Dios continúa Su mover. Él está trabajando entre los judíos y por medio de las naciones a fin de realizar Su economía en la edificación del organismo del Cuerpo de Cristo.
Debemos ver que al presente nosotros, los creyentes en Cristo, estamos en el Cuerpo de Cristo. Todos somos miembros del Cuerpo de Cristo, el cual es el organismo del Dios Triuno. Como miembros del Cuerpo, debemos aspirar a llegar a ser los vencedores, los valientes (Jl. 3:11) que retornarán con Cristo para derrotar al anticristo en la batalla de Armagedón y serán Sus co-reyes en el milenio.
Además, debemos tener bien en claro cuál es nuestra meta como miembros del Cuerpo. Nuestra meta es agrandar la manifestación de Cristo intrínsecamente. No debe interesarnos un mero agrandamiento externo. No sentimos aprecio por una mera buena apariencia externa ni tampoco buscamos una especie de fachada. Por el contrario, lo que deseamos ver es el agrandamiento intrínseco de la manifestación de Cristo que se realiza en el Espíritu del Dios Triuno procesado y por la vida de nuestro Padre, el Ser divino, todopoderoso y eterno.
Espero que no habremos de tomar el camino cristiano ordinario, sino el camino que vence a fin de ser los valientes que pueden servir de complemento a Aquel que es el único valiente. Cristo está ahora en el trono en los cielos, esperando que seamos perfeccionados y lleguemos a la madurez. A la postre, llegará el tiempo propicio a fin de que Él retorne para hacerse cargo de las naciones, salvar al remanente de Israel y completar con nosotros la economía de Dios. Entonces la era de la restauración será introducida. Esa era tendrá por consumación la Nueva Jerusalén como la máxima consumación de la expresión de Dios en Cristo.