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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 24

LA NECESIDAD DE LOS MUERTOS: SER RESUCITADOS POR LA VIDA

(2)

  Al considerar las señales halladas en el Evangelio de Juan, nos damos cuenta que el Señor primeramente viene a nosotros como vida. La primera categoría de obstáculos que Él enfrentó fue la religión judaica, y la segunda, las muchas opiniones humanas de parte de aquellos que lo amaban. Hoy, en Su iglesia, Él enfrenta exactamente el mismo obstáculo: las opiniones humanas. Las incontables opiniones de aquellos que más aman al Señor, impiden que Él sea la vida de resurrección en la iglesia. Fuera de la iglesia, la religión es la que impide que el Señor sea vida, pero dentro de ella, son las interminables opiniones las que obstaculizan que Él sea nuestra vida.

  Estos nueve casos son muy significativos porque muestran que el Señor como vida empieza con la regeneración y termina con la resurrección. Todos estos casos son señales que indican que el Señor viene a nosotros como vida en diferentes aspectos. La experiencia que tenemos del Señor como nuestra vida se inicia con la regeneración y alcanza su cumbre con la resurrección.

  El Señor Jesús dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn. 11:25). La resurrección es superior a la vida. En sí misma, la vida únicamente puede tener existencia; en cambio, la resurrección puede resistir cualquier tipo de ataque, incluso el de la muerte. El Señor no es solamente la vida, sino también la resurrección. La muerte no puede asirse de Él, porque Él vence la muerte. La muerte no puede retenerlo, porque Él es no sólo la vida, sino también la resurrección. La vida es el poder que permite la existencia, pero la resurrección es el poder que nos permite conquistar todo aquello que se oponga a la vida. Por lo tanto, la resurrección es superior a la vida, ya que puede vencer todo ataque contra ella.

  Según las Escrituras, la muerte es un gran poder. Cuando la muerte viene sobre el hombre, éste no puede escaparse de ella. Ni aun el poder atómico puede vencer la muerte. Sólo el Señor mismo como resurrección puede derrotarla. Él puede librar de la muerte a todas las personas, pues Él no sólo es la vida, sino también la resurrección. Ya que Él es la resurrección, puede quebrantar el poder de la muerte. Aun el Hades es incapaz de confinar a nuestro Señor en la tumba.

  Debemos aprender la manera de aplicar esta vida de resurrección a nuestra vida diaria. No sólo debemos vivir por la vida del Señor, sino también vencer por Su vida de resurrección. Muchas veces las circunstancias tienen el mismo efecto sobre nosotros que la muerte. Pero alabado sea el Señor porque todo lo que contiene el elemento de muerte constituye una prueba, ya que demuestra si el Señor es la resurrección o no. Nada puede confinarnos porque tenemos al Señor como nuestra vida de resurrección. No importa la intensidad o la presión de los problemas que estemos enfrentando, podremos soportarlo porque tenemos la vida de resurrección. Conforme a 11:25, el Señor no dijo que no moriríamos, sino que probaríamos a todo el universo que el Señor en quien creemos es la resurrección. Satanás hará su mayor esfuerzo por ponernos permanentemente en la muerte, pero un día, aunque quizá todos muramos, seremos resucitados. En todo el universo esa será la más grande de las victorias; la victoria que testificará que el Señor es la resurrección. Sin embargo, hoy, en nuestra vida cotidiana, podemos experimentar un anticipo de aquella victoria final de la resurrección. Por esto el apóstol Pablo dijo: “A fin de conocerle, y el poder de Su resurrección” (Fil. 3:10).

  Las opiniones humanas siempre nos impiden experimentar al Señor como la vida de resurrección en la iglesia. Por lo tanto, para experimentar la vida de iglesia, primero debemos abandonar nuestras opiniones. ¡Cuánto necesitamos aprender la lección de estar en silencio en la vida de iglesia y a no expresar nuestra opinión! Debemos estar aun más callados que María. No deberíamos decir ni siquiera una palabra, sino simplemente “enviar un recado al Señor”, eso lo es todo. Entonces Lázaro se salvará. Ya sea que el Señor responda o no, o que Él venga o no, simplemente debemos esperar en silencio. Debemos dejarlo todo en Sus manos. De esta manera nunca nos equivocaremos, ni Él se demorará. Cuando Él llegue, no debemos decir nada, sino dejar que Él hable y darle la oportunidad de hacer lo que Él quiera. Simplemente debemos estar dispuestos a cooperar con Él. Esta es la manera apropiada de practicar la vida de iglesia. Si hacemos esto, experimentaremos a Cristo como la vida de resurrección.

  En el Evangelio de Juan, este capítulo es muy significativo cuando se relaciona con la vida de iglesia. El Señor es Aquel que viene como la vida de resurrección a la vida de iglesia; sin embargo, existen dos categorías de obstáculos. Una es la religión, y la otra, las opiniones humanas. Incluso el cristianismo, por ser religión, constituye un obstáculo total para el propósito que tiene el Señor de impartirnos vida. Actualmente entre los cristianos existen muchos presuntos grupos libres que han abandonado la religión del cristianismo. Han salido de las denominaciones y otras organizaciones cristianas. No obstante, en esos grupos libres las opiniones humanas no tienen fin. Aunque es posible que no veamos mucha religión en ellos, ¡sí podemos ver lo mucho que sus fuertes opiniones humanas obstaculizan al Señor! Por lo tanto, debemos aprender la lección de renunciar no sólo a la religión cristiana, sino también la de abandonar nuestras propias opiniones. Entonces le proporcionaremos al Señor la libertad para que sea nuestra vida. Una vez que el Señor tiene la oportunidad de expresarse a Sí mismo, Él podrá tener una iglesia viviente. Recordemos que la religión y la opinión son las dos categorías de impedimentos que más estorban el fluir del Señor como vida para nosotros.

  Antes de introducirnos más en este último caso, debemos descubrir un principio. En el capítulo 2 vimos que la primera señal consistió en cambiar el agua en vino. La segunda señal, en el capítulo 4, consistió en sanar al hijo moribundo de un oficial del rey. Hemos mencionado en repetidas ocasiones que la intención del Espíritu Santo en este evangelio, es simplemente hacer que el Señor Jesús sea la vida que satisfaga todas nuestras necesidades. Estas dos señales, presentadas en los capítulos 2 y 4, revelan el principio de que la vida surge de la muerte. En los nueve casos encontramos el principio básico de la vida que actúa en la esfera de la resurrección, satisfaciendo toda necesidad humana. Ahora podemos entender la razón por la cual el cambio del agua al vino es llamado “el principio de señales”, pues contiene el importante principio básico de producir vida a partir de la muerte. Este es el principio fundamental en todos los nueve casos. En cada uno de ellos encontramos únicamente agua, que representa la muerte. Todo lo que somos y todo lo que tenemos no es más que agua de muerte. En otras palabras, nosotros no somos más que agua de muerte, y sólo tenemos agua de muerte.

  Si consideramos la condición de las personas de estos nueve casos, veremos que en todos los casos lo único que hay en ellas es muerte. Miren el caso de Nicodemo; lo único que había en él era agua de muerte. Y al tomar en cuenta el caso de la mujer samaritana, vemos que su sed significaba que ella se encontraba bajo la amenaza de la muerte. De igual manera, el hijo del oficial del rey se hallaba bajo la crueldad de la muerte. Y el hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años, ¿cuál era su condición? La muerte. Después, si consideramos a la multitud; antes de ser alimentada por el Señor se encontraba hambrienta porque lo único que había en ella era agua de muerte. Miren el caso de los religiosos sedientos; la vanidad con la que terminó su fiesta también manifiesta la muerte. Por otro lado, la mujer pecadora que fue llevada al Señor por los fariseos, sólo tenía agua de muerte. Espiritualmente hablando, aun el hombre ciego no tenía más que muerte. Y Lázaro incluso hedía a muerte. Todas las personas involucradas en estos nueve casos no tenían más que agua de muerte. Según el segundo capítulo, las seis tinajas, que tipificaban a la humanidad, estaban llenas hasta el borde de agua de muerte. De igual forma, todas las personas de cada uno de estos nueve casos estaban llenas de muerte. En cada uno de estos casos se revela la muerte.

  No obstante, el Señor intervino en estas situaciones de muerte a fin de ser la vida, según el principio de resurrección. En cada situación Él cambió la muerte en vida, haciendo que la vida surgiera de la muerte.

  Apliquemos el principio fundamental de la vida en resurrección a todos estos casos. Primeramente, el Señor habló con Nicodemo acerca de la regeneración. ¿Sabe usted cuál es el principio básico de la regeneración? La regeneración simplemente significa que el Señor ha venido a ser nuestra vida en resurrección. ¿Cómo puede el Señor regenerar a los hombres o lograr que nazcan de nuevo? Lo hace simplemente al hacerse su vida en el principio de resurrección.

  En el caso de la mujer samaritana, el Señor habló con ella acerca de la satisfacción que da el agua viva. ¿Cómo podía una pobre pecadora ser satisfecha con el agua viva? Únicamente por el principio fundamental de la vida en resurrección. Cuando el Señor entra en nosotros como la vida en resurrección, obtenemos el agua viva que nos satisface.

  En principio, la sanidad del hijo moribundo del oficial del rey también indica que la vida le fue impartida. Para sanar la herida de la muerte, fue necesario que le fuera impartida la vida en resurrección.

  ¿Qué sucedió con el hombre paralítico que había estado enfermo por treinta y ocho años? Una vez más el principio fue el mismo, ya que el Señor vino a él como la vida que vivifica en resurrección. Debido a que el Señor vino a ser su vida en resurrección, el Señor mismo llegó a ser el poder vivificador que lo fortaleció.

  En el caso de la multitud hambrienta, el Señor vino a ellos como el pan de vida. Si Él no hubiera muerto y resucitado, nunca podría ser nuestro pan de vida. Pero ya que Él murió al ser crucificado y resucitó en el poder de la vida de resurrección, puede alimentarnos y satisfacernos con el pan vivo. Podemos ser alimentados por Él y con Él. En esto también se ve el principio fundamental de la vida en resurrección.

  En el caso de las personas sedientas del capítulo 7, el Señor fue el agua viva que sació su sed. ¿Cómo puede el Señor ser nuestra agua viva? Juan 7 nos dice claramente que después de que el Señor fue glorificado, el Espíritu vivificante llegó a ser el agua viva. ¿Qué significa que el Señor fue glorificado? Simplemente significa que Él fue crucificado y que resucitó. En resurrección Él ha llegado a ser el agua viva que apaga nuestra sed.

  En el caso de la mujer pecadora, el Señor la liberó de la esclavitud del pecado. Él murió para ser el viviente, gran Yo Soy para los pecadores. El Señor nos fortalece y vigoriza con Su vida en resurrección, la cual nos libera de la esclavitud del pecado. Sin Su vida de resurrección, nunca podríamos ser liberados de la esclavitud del pecado.

  El caso del hombre que nació ciego también revela el principio de la vida en resurrección. ¿Cómo le fue posible al Señor darle la vista y la luz de la vida? El capítulo 10, que es una continuación del caso del capítulo 9, indica que el Señor como el buen Pastor tuvo que morir para poder dar Su vida divina a Sus ovejas. El Señor tuvo que morir y llegar a ser la vida de resurrección en el Espíritu. Ahora Él viene a nosotros basándose en la vida en resurrección.

  Por supuesto, es muy evidente que el último caso, el de la resurrección de Lázaro, se basa en Cristo como vida en la esfera de resurrección. La primera y segunda señales, y ahora este último caso, revelan la intención y el principio establecido en el Evangelio de Juan: la vida se manifiesta a través de la resurrección de los muertos.

  ¿Por qué el Señor, al escuchar la noticia de la enfermedad de Lázaro, esperó dos días en vez de ir a verlo inmediatamente? Hablando con propiedad, esperó dos días porque no sólo quería ser el que sana a las personas, sino el que las vivifica. El Señor nunca sana de acuerdo con nuestro entendimiento, sino vivificándonos. ¿Puede usted encontrar en el capítulo 5, el término sanidad con respecto al hombre imposibilitado que había estado enfermo durante treinta y ocho años? ¿Estaba ese hombre realmente enfermo ante los ojos del Señor? No; para el Señor él estaba muerto. El Señor no sanó su enfermedad, sino que vivificó a ese hombre muerto. Por lo tanto, el principio fundamental de la vida mediante la resurrección consiste en que el Señor siempre vivifica a los muertos.

  ¿Cree usted que el Señor desea sanarlo? Lo que Él quiere hacer es vivificarlo. De acuerdo con el concepto antiguo, sanar significa reformar o mejorar. Pero el Señor nunca viene a mejorar ni a controlar la conducta del hombre; Su intención es vivificarlo. La única intención que tiene el Señor es impartirse a nosotros como la vida que vivifica.

  Por esta razón el Señor rehusó ir inmediatamente a visitar a Lázaro para sanarlo de su enfermedad. Él esperó hasta que Lázaro estuviera completamente muerto y sepultado. Esperó hasta que la vida humana de Lázaro llegara por completo a su fin. Lázaro estaba tan muerto que incluso ya hedía en su tumba. En ese mismo momento el Señor fue a verlo. Él no fue antes porque rehusó que Su visita estuviera basada en el principio de la sanidad. Él fue únicamente en el principio de la vida en resurrección.

  Supongamos que un hermano es religioso y descubre que tiene mal genio. Podríamos decir que él se encuentra enfermo del enojo. Consideremos también el caso de un jovencito que después de ser salvo se da cuenta de que posee muy mala conducta. Él también es una persona enferma; padece de una conducta descontrolada. Otro creyente puede descubrir que es demasiado bromista, y que sus chistes son una clase de enfermedad. Todas estas personas enfermas, después de detectar su enfermedad, le envían la información al Señor acerca de dicho mal. Tal como Marta que informó acerca de la enfermedad de Lázaro, ellos también afirman que están enfermos del enojo, del mal comportamiento o de sus bromas. Quieren que el Señor los sane al mejorar su temperamento para que no se enojen tanto, al reformar su conducta para que se porten bien, y al controlar su actitud bromista. El hermano que quiere que su actitud bromista sea controlada, ora: “¡Oh Señor, frena mi lengua!”. En otras palabras, estas personas están enfermas y le piden al Señor que las sane. Pero el Señor nunca viene a sanarlos. Cuanto más oren para que el Señor los sane de su mal carácter, peor carácter tendrán. El Señor nunca vendrá a sanarlos, sino que esperará ... esperará ... y esperará, hasta que estén completamente muertos. Él no contestará nuestras peticiones de sanidad, sino que esperará hasta que la enfermedad se convierta en muerte. Él siempre espera hasta que nos demos cuenta de que no sólo estamos enfermos, sino que también estamos muertos. El Señor esperará hasta que le digamos que somos casos perdidos, hasta que renunciemos a toda esperanza en nosotros mismos.

  ¿Aún tiene usted esperanzas de mejorar? ¿Está realmente desanimado con usted mismo? Temo que muchos todavía abriguemos esperanzas en nosotros mismos. Muchas veces somos como Marta y Lázaro. Por un lado, somos el enfermo Lázaro; por otro, somos Marta, la que envía información al Señor. Le informamos al Señor acerca de nuestra enfermedad con la esperanza de que Él venga a mejorar nuestra condición. Pero todos nosotros podemos testificar que el Señor nunca contesta ese tipo de oraciones. Cuanto más procuramos mejorar, más alejado permanece Él.

  Algún día usted finalmente comprenderá que su caso no tiene esperanza. Y se dará cuenta de que usted es un vaso que sólo contiene agua de muerte. Reconocerá que se halla lleno de muerte y que nada en usted vive. Se dará cuenta de que usted sólo es una de aquellas seis tinajas llenas de agua de muerte. Cuando comprenda que está absolutamente en muerte, y que en usted no hay nada sino agua de muerte, entonces el Señor vendrá a vivificarlo. Cuando reconozca el hecho de que usted está muerto, sepultado, e incluso apestando con malos olores, entonces el Señor vendrá a vivificarlo. ¡Cuán a menudo tratamos de comportarnos bien y mejorarnos! Pero el Señor simplemente espera hasta que despidamos el olor fétido a otros. Entonces Él vendrá a usted conforme al principio de la vida en resurrección para vivificarlo.

  El cristianismo actúa en sentido opuesto a este principio, pues es una religión que siempre trata de mejorar a las personas, reformándolas y controlando su conducta. Pero Cristo es vida y Su fin es vivificar a las personas con esa vida. Él los regenera y los resucita con Su misma vida. ¿Qué significa mejorar, reformar o controlar la conducta de alguien? Simplemente significa lograr que el hombre original sea mejor valiéndose del yo original. Pero Cristo viene a regenerarnos y a crearnos de nuevo consigo mismo. Él no tiene la intención de sanar al hombre original, sino que espera hasta que éste muera. Por esto, cuando usted está lleno del agua de muerte hasta el grado de que despida el hedor de la muerte, el Señor vendrá a crearlo de nuevo, a resucitarlo y a introducirlo en Él mismo, quien es la vida en resurrección.

  El principio del Evangelio de Juan consiste en que Cristo es la vida en resurrección. La intención de este evangelio no es mejorarnos ni reformarnos ejerciendo control sobre nuestra conducta. La única intención del Señor es impartirnos vida. Esta vida nos vivificará, regenerará, resucitará, y nos creará de nuevo. Si podemos asimilar el principio básico de este evangelio, nuestra sed será saciada, nuestra hambre satisfecha, nuestras tinieblas iluminadas, las cadenas de nuestra esclavitud al pecado rotas, y nuestra muerte sorbida por la resurrección. Todo esto es posible cuando experimentamos a Cristo como nuestra vida en resurrección, en el Espíritu y por medio de la Palabra. Nunca podremos experimentar al Cristo viviente por nuestra propia cuenta ni basados en nuestras obras. La única manera para experimentar al Cristo vivo es en el Espíritu y por medio de la Palabra. El Espíritu y la Palabra nos introducirán en el principio de la vida en resurrección. Si tomamos al Señor en el Espíritu y por medio de la Palabra, seremos satisfechos, iluminados, liberados y resucitados. Cuando somos resucitados, somos liberados de todos los aspectos de la muerte. Nada puede suprimirnos, nada puede restringirnos ni aprisionarnos, porque estamos viviendo en resurrección.

IV. LA CONSPIRACIÓN POR PARTE DE LA RELIGIÓN Y LOS HIJOS DE DIOS SON CONGREGADOS

  El Señor levantó de los muertos sólo a aquellos que le amaron entrañablemente. Actualmente esto es algo típico en Su iglesia, porque Él es la vida de resurrección sólo para aquellos creyentes que le aman de corazón. Sin embargo, cuando se esparcen las noticias de Su poder de resurrección, éstas llegan a oídos de los grupos religiosos, como en este caso el judaísmo, y causan una reacción. Los grupos religiosos simplemente se enardecerán contra el Señor e incluso acordarán prenderle y matarle. El judaísmo presentado en el capítulo 11 indica que aun la religión cristiana de hoy está completamente en contra del deseo que tiene el Señor de transmitir a otros la vida de resurrección. En muchos casos, la religión cristiana ha echado fuera al Señor como vida. En estos últimos días el Señor se halla más y más entre los grupos de personas que le aman más intensamente. Por consiguiente, Él hará todo lo posible por levantarlos de la muerte. Pero esta información se esparcirá a los grupos religiosos, los cuales se enojarán y se opondrán a Cristo como la vida de resurrección.

  Es muy notable que el tiempo de la resurrección de Lázaro coincidiera con el tiempo de la Pascua. Según las Escrituras sabemos que Cristo es nuestra Pascua (1 Co. 5:7), pero aquella gente religiosa iba a tener una pascua diferente. Al celebrar su propia Pascua ellos mataron la realidad de la Pascua. En otras palabras, Cristo, la pascua verdadera, es la realidad de dicha Pascua. Por una parte, los religiosos querían guardar la Pascua, pero por otra, intentaban eliminar la realidad de la Pascua. Se aplica exactamente el mismo principio en el cristianismo de hoy. Aunque el cristianismo está íntimamente relacionado con Cristo, sin embargo, pone a un lado Su realidad. Por un lado, el cristianismo predica acerca de Cristo, pero por otro, destruye Su realidad.

A. La conspiración de la religión es usada para cumplir el propósito de Dios

  Nos hemos dado cuenta que la situación de muerte provista por Dios permitió que Cristo manifestara Su poder de resurrección, y que este poder da por resultado la resurrección del hombre muerto. Sin embargo, la resurrección de Lázaro provocó algunos problemas. La noticia de ella llegó a oídos de los fariseos, y éstos, al enterarse de ello, consideraron que era una situación muy seria. Por lo tanto, conspiraron para matar a Jesús (11:45-57). Mientras ellos conspiraban contra el Señor Jesús, Caifás, quien era el sumo sacerdote ese año, habló proféticamente diciendo: “Vosotros no sabéis nada; ni tenéis en cuenta que os conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (vs. 49-50). Y los siguientes versículos dicen: “Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo sacerdote aquel año, profetizó que Jesús había de morir por la nación, y no solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (vs. 51-52). La expresión congregar en uno a los hijos de Dios, que se menciona en este versículo, da a entender que no solamente la muerte del Señor, sino también Su vida de resurrección tiene como fin la edificación de los hijos de Dios. ¿Qué significa todo esto? Simplemente significa que la vida de resurrección levantará una situación por medio de la cual el pueblo esparcido de Dios pueda ser congregado en uno para que sean edificados como la morada de Dios en la tierra. La conspiración religiosa sirvió para el cumplimiento del propósito de Dios.

B. La congregación de los hijos de Dios se realiza por medio de la muerte del Señor y de Su vida de resurrección

  Repito una vez más que la muerte de Lázaro fue provista por Dios para dar oportunidad a que se manifestara la vida de resurrección. Esta vida requiere que exista la muerte para que la vida y el poder de la resurrección puedan manifestarse. Esta manifestación del poder de resurrección provocó una reacción entre los opositores, quienes entonces acordaron matar al Señor Jesús. Como parte de lo que consideraban, se habló una profecía. Esto indica que la conspiración de la oposición religiosa en realidad sirve para cumplir el propósito de Dios, sirve para reunir a todo el pueblo esparcido de Dios a fin de llevar a cabo Su obra edificadora. Por lo tanto, nunca debemos desanimarnos de la situación que exista en nuestra iglesia local, cualquiera que sea. Si existe una situación difícil en nuestra localidad, alabemos a Dios por ello. Debe ser la provisión y soberanía de Dios. Él hará algo, y entonces se provocará la oposición religiosa. Es posible que los opositores traten de matarnos. Pero no debemos preocuparnos, pues esa misma conspiración será usada por Dios para reunir a Su pueblo esparcido a fin de realizar Su obra edificadora.

  Deseo impresionarles con el hecho de que mientras estemos en el recobro del Señor y experimentemos la resurrección de Cristo, a pesar de la situación que exista en nuestra localidad y de la conspiración que exista en el ámbito contra nosotros, el propósito eterno de Dios será finalmente cumplido. El pueblo esparcido del Señor se congregará para llevar a cabo el edificio de Dios. Las cosas negativas —la muerte y la oposición— serán los siervos del propósito eterno de Dios. Estas promoverán el cumplimiento y la consumación del propósito de Dios. Nosotros nos encontramos en la cumbre de la montaña con las aguas bajo nuestros pies. No dejen que nada les preocupe; pues mientras permanezcan en la iglesia local, mientras tengan a Cristo como su poder de resurrección, y mientras estén en este fluir y tengan este testimonio, pueden estar en paz a pesar de la condición de muerte que tengan interiormente o de la oposición que exista exteriormente. La oposición religiosa, o sea, la conspiración para matarle, servirá para que el propósito eterno de Dios sea cumplido.

  Esta es la revelación que presenta este capítulo. Juan 11 no es meramente un relato de la resurrección, sino una revelación completa que declara que mientras estemos en el Señor y experimentemos la vida de resurrección para el propósito de Dios, todo lo que suceda servirá para el cumplimiento de Su propósito. De manera que podemos decir: “Señor, si es Tu deseo que pasemos por una situación de muerte, está bien, estamos de acuerdo con ello. Permite que algunos hermanos Lázaros mueran. Entonces el poder de Tu resurrección podrá manifestarse. Tú harás una obra en resurrección que provocará oposición, y esta oposición congregará a los dispersos hijos de Dios dando por resultado que se lleve a cabo la obra de edificación”. Este tipo de cosas están sucediendo en este país. ¡Alabado sea el Señor! ¡Alabémosle por Su vida de resurrección! ¡Alabémosle por Su soberanía al congregar a Su pueblo! ¡Él está resucitando a los muertos y reuniendo a Su pueblo para llevar a cabo Su gloriosa obra de edificación!

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