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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 27

LA VIDA LAVA EN AMOR PARA MANTENER LA COMUNIÓN

(1)

  En este mensaje llegamos al capítulo Jn. 13, el cual es muy interesante y tiene mucho significado. Probablemente todos los cristianos saben que en los evangelios se encuentra el capítulo que narra como el Señor lavó los pies de Sus discípulos. Aparentemente es fácil entender este pasaje, pero de hecho, no es tan sencillo darnos cuenta de su verdadero significado. Por lo general, los cristianos creen que el propósito de lavar los pies de otros es mostrar nuestro amor por ellos. Algunos creyentes incluso insisten en esta práctica cada vez que participan de la mesa del Señor. En la reunión de la mesa del Señor, ellos practican el lavamiento mutuo de los pies como una expresión del amor. Esto no está mal, a menos que se vuelva una práctica legalista. En varias ocasiones en el pasado yo he lavado los pies de otros y otros han lavado mis pies. A veces debemos permitir que el Señor nos guíe a lavarnos los pies unos a otros. Sin embargo, el lavamiento de los pies significa algo mucho más importante. Como hemos visto, todo lo que se menciona en este evangelio es una señal de algo más profundo y espiritual. Por lo tanto, el lavamiento de los pies es también una señal con un significado profundo y espiritual. Pero es bastante difícil descubrir el significado espiritual de esta señal. ¿Cuál es su significado profundo y espiritual?

  Antes de contestar esta pregunta, debemos entender la posición que ocupa este capítulo con relación a todo el Evangelio de Juan, ya que tiene una posición decisiva en este libro. El Evangelio de Juan está dividido en dos secciones principales. La primera sección, que consiste de los capítulos del 1 al 13, describe cómo el Señor, como el Verbo eterno, el cual es Dios mismo, y como Hijo de Dios, vino por medio de la encarnación para introducir a Dios en el hombre, a fin de ser la vida del hombre y así producir la iglesia. La segunda sección, que está compuesta de los capítulos del 14 al 21, revela cómo el Señor, como Hijo del Hombre, pasó por la muerte y la resurrección para introducir al hombre en Dios, a fin de que el hombre y Dios, Dios y el hombre, fueran edificados como una morada mutua. El capítulo 13 se ubica al final de la primera sección, es una línea divisoria, y un punto giratorio donde el libro da una vuelta. El relato se torna de una dirección a otra.

  ¿Cuál es el pensamiento central de la primera sección del Evangelio de Juan? Es éste: el Señor como el Verbo eterno, quien es la expresión de Dios, viene para ser nuestra vida, para satisfacer todas nuestras necesidades, y nos hace miembros de Su Cuerpo. El capítulo 1 revela al Señor como el Verbo eterno, es decir, como la expresión de Dios. Luego vemos que el Señor viene para ser nuestra vida, a fin de que podamos participar de Él como vida para satisfacer todas nuestras necesidades. Los nueve casos seleccionados muestran que el Señor como vida puede satisfacer todas nuestras necesidades. Luego el capítulo 12 revela que el Señor, como grano de trigo, tuvo que pasar por la muerte y la resurrección para producir los muchos granos, que somos nosotros, los que estamos siendo amasados y formados en un solo pan, el cual es Su Cuerpo, la iglesia.

  El pensamiento central de la segunda parte consiste en que el Señor quien fue encarnado, crucificado y resucitado, fue transfigurado de la carne al Espíritu. Él se transfiguró de ser la expresión de Dios en la carne al Espíritu con el fin de entrar en nosotros como vida. Noten que uso la palabra transfigurar. El Señor fue transfigurado de la carne al Espíritu para poder entrar en nuestro espíritu a fin de ser nuestra vida y ser uno con nosotros en nuestro espíritu. Como Espíritu, Él está en nosotros y nosotros estamos en Él. Ahora Él y nosotros, nosotros y Él, podemos mezclarnos en una sola entidad.

  En la primera parte del Evangelio de Juan, el Señor viene para introducir a Dios en nosotros, pero en la segunda parte, Él va para introducirnos a nosotros en Dios. En los primeros doce capítulos, el Señor viene por medio de la encarnación para introducir a Dios en el hombre; y en los últimos ocho capítulos, Él pasa por la muerte y la resurrección para introducir al hombre en Dios. La primera sección nos muestra cómo Él viene, y la segunda, cómo Él va. Viene por medio de la encarnación para introducir a Dios en el hombre, y va por medio de la muerte y la resurrección para introducir al hombre en Dios.

  En medio de estas dos secciones el capítulo 13 juega un papel decisivo. En el versículo 3 leemos: “Jesús, sabiendo que ... había salido de Dios, y a Dios iba”. Él había salido de Dios e iba a Él. Ésta es la razón por la que digo que el capítulo 13 es el punto donde gira todo el Evangelio.

  Durante mucho tiempo estuve profundamente intrigado por este capítulo. Me preguntaba por qué el lavamiento de los pies no había sido ubicado antes del capítulo 11 o después del capítulo 14. Me preguntaba por qué se encontraba precisamente en el capítulo 13. Estuve preocupado por la posición que ocupaba este capítulo porque me había dado cuenta de que desde el capítulo 1 hasta el capítulo 12, el Señor como Verbo había venido para impartirse a Sí mismo como vida a muchas personas, las cuales con el tiempo formaron la iglesia. Podemos encontrar la iglesia en el capítulo 12. El Señor era el Cordero de Dios que quitó el pecado, fue levantado en la forma de una serpiente para terminar con la naturaleza serpentina, y también era el grano de trigo que cayó en la tierra y murió para producir muchos granos. En cierto sentido, al llegar al capítulo 12 todo había sido completado. Me parecía que no era necesario el capítulo 13. De manera que estaba perturbado, pensando que el capítulo 14 debería venir inmediatamente después del capítulo 12. Pasé mucho tiempo con el Señor tratando de descubrir por qué era necesario este capítulo. Finalmente, el Señor me enseñó por qué el capítulo 13 viene después del capítulo 12. El hecho de que el lavamiento de los pies se encuentra en el capítulo 13 es muy significativo. En este capítulo, el punto en el que gira el Evangelio de Juan, el Señor lavó los pies de Sus discípulos. Esto es muy significativo.

I. EL LAVAMIENTO HECHO POR EL SEÑOR MISMO

A. Amó a Sus discípulos hasta el fin

  El versículo 1 dice que el Señor “habiendo amado a los Suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin”. El Señor lavó los pies de Sus discípulos por causa de este amor. Por lo tanto, el lavamiento de los pies tiene que ver con el amor, la clase de amor que continúa hasta el fin. Sin el lavamiento de los pies, el amor del Señor no podría haber satisfecho toda nuestra necesidad. Esto muestra la importancia del lavamiento de los pies. Ésta es nuestra máxima necesidad. En los nueve casos anteriores, el Señor ha satisfecho todas nuestras necesidades. Pero después de todo eso, aún necesitamos que sean lavados nuestros pies. Por lo cual, el Señor llevó a cabo el lavamiento de los pies, mostrando Su amor ilimitado.

B. Sabía que todo le había sido dado a Él

  El versículo 3 indica la razón por la cual el Señor lavó los pies de Sus discípulos. Él sabía que “el Padre le había dado todo en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba”. En ese tiempo Él se daba cuenta de tres hechos: 1) el Padre le había confiado todo en Sus manos; 2) Él había salido de Dios; y 3) Él iba a Dios. Debido a estas tres cosas, lavó los pies de Sus discípulos. El “todo” que el Padre le había dado, se refiere principalmente a Sus discípulos; Su salida de Dios introdujo a Dios en Sus discípulos; y Su partida, al ir a Dios, significaba que dejaba a Sus discípulos. El Padre le había dado los discípulos, y el Señor les había introducido a Dios en ellos, pero ahora iba a dejarlos. Por medio de haber venido de Dios y haber introducido a Dios en ellos surgió una relación entre los discípulos y Dios en Él. En ese momento iba a dejarlos. Después de que Él los dejara, ¿cómo podría mantenerse esa relación? Ella sería mantenida por el lavamiento de los pies. El lavamiento de los pies tiene como fin quitar toda la suciedad que estorba la comunión de la relación que existe entre Dios y el hombre. Al hacer esto, el Señor les mostró a Sus discípulos la manera en que debían mantener su relación con Dios en Él.

  Esta clase de entendimiento puede confirmarse en un sentido negativo por el versículo 2, donde dice que para ese entonces “el diablo ya había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, que le traicionara”. La intención de este hecho maligno del diablo era impedir que el hombre mantuviera una relación con Dios. Pero lo que el Señor hizo al lavar los pies de los discípulos tenía como fin mantenerlos en esa relación con Dios en Él. Mientras el diablo procuraba alejar a la gente de la relación con Dios, el lavamiento de los pies de parte del Señor proveía la manera de mantener a los discípulos en la relación con Dios en Él.

C. Se quitó Su manto

  Cuando el Señor Jesús estaba a punto de lavar los pies de Sus discípulos, Él se quitó Su manto (v. 4). Aquí el manto representa las virtudes y los atributos del Señor en Su expresión. Por lo tanto, quitarse Su manto significa despojarse de lo que Él es en Su expresión. Si el Señor hubiera permanecido en todo lo que Él era en Sus virtudes y atributos, no habría podido lavar los pies de Sus discípulos.

D. Se ciñó con una toalla

  Cuando el Señor se quitó de Su manto, se ciñó con una toalla (v. 4). Hablando de manera figurativa el hecho de que el Señor se ciñera significa que Él fue atado y restringido con humildad (cfr. 1 P. 5:5). En humildad Él renunció a Su libertad, para poder ministrar a Sus discípulos.

E. Lavó los pies de los discípulos con agua

1. El agua representa al Espíritu Santo, la Palabra y la vida

  El Señor lavó los pies de los discípulos con agua (v. 5). Aquí el agua representa al Espíritu Santo (Tit. 3:5), la Palabra (Ef. 5:26; Jn. 15:3), y la vida (19:34). Como veremos, el Señor nos lava espiritualmente por la obra del Espíritu Santo, por la iluminación de la Palabra y por la operación de la ley interior de vida. En las Escrituras estas tres realidades son representadas por el agua.

2. Quitó el polvo del camino terrenal

  El Señor vino por medio de la encarnación para introducir a Dios en nosotros y pasó por la muerte y la resurrección para introducirnos a nosotros en Dios. Ambos hechos suceden en nuestro espíritu. En lo que a nuestro espíritu se refiere, Dios fue introducido en nosotros por medio de la venida del Señor, y nosotros fuimos introducidos en Dios mediante Su ida. Sin embargo, en cuanto a nuestro cuerpo físico, todavía permanecemos aquí sobre la tierra. En nuestro espíritu fuimos unidos con algo celestial, espiritual y eterno, pero en nuestro cuerpo aún permanecemos en la tierra. En nuestro espíritu el Señor introdujo a Dios en nosotros y nosotros en Él; en nuestro espíritu somos uno con Dios, y en nuestro espíritu estamos en los lugares celestiales porque estamos en Él. Pero en nuestro cuerpo todavía permanecemos en la tierra. En cuanto a nuestro espíritu regenerado, ya no somos la vieja creación, sino la nueva. Sin embargo, en cuanto a nuestro cuerpo, todavía estamos en la vieja creación y permanecemos sobre la tierra. Por un lado, somos la nueva creación, estamos en Dios y estamos en los lugares celestiales. Esto es cierto y es una realidad. Por otro lado, todavía estamos en la vieja creación y permanecemos sobre la tierra.

  Aunque tenemos la vida divina y hemos llegado a ser la iglesia, seguimos viviendo en esta carne caída sobre la tierra. Muy a menudo el contacto con las cosas terrenales nos contaminan. Esto es inevitable pues no podemos evitar el contacto con las cosas terrenales. Nuestros pies son los miembros de nuestro cuerpo que tocan la tierra y diariamente nuestros pies entran en contacto con ella. Antiguamente en Judea, la gente caminaba para ir a cualquier parte, lo que los hacía tocar la tierra con los pies. Y al hacerlo, siempre sus pies se ensuciaban. Debido a esto, ellos necesitaban el lavamiento de los pies. Lo mismo se aplica a nosotros en la esfera espiritual.

  La suciedad difiere a la pecaminosidad. Ser pecador es una cosa y estar sucio es otra. Podemos estar absolutamente sin pecado y a la vez estar muy sucios. Quizá nada esté mal, pero aun así podemos estar sucios simplemente por el contacto terrenal. ¿Está consciente usted de que aún estamos en el cuerpo y que aún caminamos en la tierra? Constantemente entramos en contacto con la tierra lo cual nos ensucia. Por consecuencia, la mayor parte del tiempo no estamos limpios. Por lo tanto, necesitamos el lavamiento de los pies.

3. Para mantener la comunión con el Señor y con los demás creyentes

  ¿Sabe usted cuándo los judíos practicaban el lavamiento de los pies? Particularmente lo practicaban al atender a las fiestas. El centro de una fiesta es la comunión. En la antigüedad los judíos usaban sandalias, y sus pies se ensuciaban fácilmente porque los caminos eran polvorientos. Si al llegar a un banquete se hubieran sentado a la mesa y hubiesen estirado los pies, la tierra y el mal olor incomodarían la comunión. Por lo tanto, para disfrutar de un banquete agradable, necesitaban lavarse los pies. Al ser invitados a una fiesta y para tener comunión entre sí, primero tenían que lavarse los pies. Sin tal lavamiento, la comunión hubiera sido dañada. Antes de reunirse para cenar y tener comunión en torno a la mesa, debían ser lavados. De otro modo, simplemente no hubiesen podido tener una comunión agradable. Además, ellos no se sentaban a la mesa como nosotros lo hacemos, sino que se reclinaban en el piso con sus pies extendidos, sin sillas ni bancas. Si sus pies estuviesen sucios, el mal olor hubiera sido horrible. A veces tenían que recorrer largas distancias por caminos lodosos. Debido a esto, sus pies se ensuciaban mucho y el mal olor que despedían era ofensivo si se hubieran reunido y hubieran estirado los pies, su comunión no habría sido muy agradable.

  Ya que el Evangelio de Juan es un libro de señales, el lavamiento de los pies narrado en este libro también debe considerarse como una señal que tiene un significado espiritual. No debemos entender el lavamiento de los pies meramente en un sentido físico, sino en un sentido espiritual. Puesto que es una señal, tiene cierto significado, el cual nos muestra la comunión que tenemos tanto con el Señor como los unos con los otros. Si alguien viene y estira los pies sin lavárselos, la comunión de unos con otros será dañada. En este mundo tenemos contacto con la tierra diariamente. La tierra que tocamos nos ensucia y estorba la comunión que tenemos con el Señor y con los demás. Por lo tanto, el lavamiento de los pies significa que mientras permanecemos sobre esta tierra, el Señor como el Espíritu vivificante, lava nuestros pies, es decir, siempre mantiene nuestro andar limpio de todo tipo de suciedad causado por el contacto terrenal. Hoy en día debemos entender que el Señor desea lavarnos y mantenernos limpios del polvo que se acumula en nosotros debido al contacto terrenal.

  En el capítulo 13 el Señor estableció un ejemplo al lavar los pies de los discípulos con el fin de que ellos pudieran tener una comunión agradable, disfrutando al Señor y disfrutándose los unos con los otros. Hoy necesitamos esta clase de lavamiento, el cual no debe ser una simple práctica externa; principalmente debe ser más de forma espiritual, la cual tiene mucho que ver con nuestra vida espiritual. Hoy el mundo está completamente sucio, y nosotros los santos podemos contaminarnos fácilmente. Para poder mantener una comunión agradable con el Señor y unos con otros necesitamos el lavamiento espiritual de los pies.

4. Distinto al lavamiento del pecado efectuado por la sangre

  Como ya hicimos notar, estar sucios no significa que seamos pecaminosos. Muchas veces, aunque uno no peque se encuentra sucio. El polvo está en todas partes y es fácil ensuciarse. Mientras que uno viva sobre la tierra, aun si se sienta en un lugar sin ni siquiera moverse, algo terrenal lo ensuciará. Esta tierra está completamente sucia. Así que, al hacer cualquier cosa uno se contamina. Aun al conducir su auto camino a la reunión, sus ojos pueden por casualidad ver algo que lo contamine. Antes de subir a su carro, su espíritu puede haber estado viviente y elevado, pero después de manejar por diez minutos, aunque no tenía la intención de ver nada, con el simple hecho de ver involuntariamente ciertas cosas por la calle usted es contaminado y su espíritu decae. A veces, aun en nuestra comunión nos ensuciamos.

  Para las cosas pecaminosas, requerimos la limpieza de la sangre, pero para las cosas que son sucias que no son pecaminosas, necesitamos el lavamiento espiritual. El lavamiento que necesitamos es el que llevan a cabo el Espíritu Santo, la palabra viviente y la vida interior.

  Debido a que la suciedad es muy parecido a la pecaminosidad, es muy difícil distinguir entre ellos. No es tan fácil dar un ejemplo claro acerca de esto. Tal vez un día usted se encuentre disgustado con su esposa. No es pecaminoso que alguien se disguste con su esposa, no quiere decir que la odie o que hable cosas negativas de ella o a ella. No está enojado con ella; simplemente está descontento con ella. Muchas veces las mujeres aman a sus esposos en forma excesiva. Los hombres necesitan el amor de sus esposas, pero a veces este amor es excesivo. En algunas ocasiones la mujer ama a su esposo con una clase de amor que está fuera de lugar. Cuando necesitamos amor es dulce tenerlo, pero cuando se da superabundantemente es una molestia. Supongamos que una esposa, debido a su preocupación por la salud de su esposo quiere que se ponga un abrigo cuando en realidad no lo necesita. Ella teme que él se enferme de gripa y quiere que se ponga más ropa. Tal preocupación es una molestia para el esposo, y le causa descontento. Dicho descontento no es algo pecaminoso. El esposo no dice ni una palabra ni expresa nada, sino que simplemente se siente un poco descontento con su esposa. Esta pequeña molestia impedirá que exista una comunión agradable entre ellos.

  ¿Qué debemos hacer en tal caso? Tal vez usted aplique la sangre del Señor diciendo: “Señor, estaba incómodo con mi esposa por su amor excesivo. Aplico Tu sangre a esta situación”. Pero eso no funciona. Usted requiere otro tipo de lavamiento, no el lavamiento efectuado por la sangre, sino el lavamiento por el Espíritu, la Palabra viviente y la vida interior. ¿Quién puede proporcionarle esta clase de lavamiento? Primeramente el Señor Jesús mismo, y después, los santos que poseen mucha vida. Usted debe pasar tiempo en la presencia del Señor. Si permanece en la presencia del Señor, Él vendrá a usted y lo lavará, no con Su sangre, sino con el Espíritu, con la Palabra viviente y con la vida interior. Es difícil precisar cuándo Él completa este lavamiento. A veces sólo le toma uno minutos limpiarlo del polvo; otras veces puede tomarle medio día. Siempre que usted tiene necesidad de este lavamiento, sólo abra su ser al Señor al estar en Su presencia, y permita que la vida interior fluya en su interior. Espontáneamente algo viviente brotará, le regará y le lavará, y usted volverá a estar limpio. Su espíritu será levantado y todo su ser estará agradablemente en la presencia del Señor. Éste es el lavamiento del agua viva que se obtiene en la presencia del Señor.

  Es muy fácil que los hermanos y hermanas que viven y sirven juntos, se ofendan unos a otros inconscientemente. Tal vez no peleen, porque pelear es pecaminoso. Simplemente se causen ofensas involuntarias. Tal vez usted me ofenda sin darse cuenta. Sin embargo, yo estoy bien consciente de dicha ofensa. Como resultado, ambos llegamos a estar sucios en cierta manera. Así que será difícil que mantengamos una comunión agradable entre nosotros. Aun cuando no intercambiemos palabras y procuremos aprender la lección de la cruz, aun así encontramos que nuestra comunión llega a estar muerta. Necesitamos ser lavados.

  Tal vez los hermanos que viven juntos en las casas de hermanos, se reúnan para orar. Algunos de ellos son muy vivientes y otros no lo son en absoluto debido a que se han ensuciado y su espíritu ha decaído. En algunas ocasiones todos los hermanos pueden estar entumecidos y decaídos en su espíritu. Esto no quiere decir que hayan llegado a ser pecaminosos; no pelean ni se critican entre sí. No obstante, todos los hermanos se ensucian un poco simplemente porque han vivido juntos por un largo tiempo sin haber tenido el apropiado lavamiento de los pies. Ellos también necesitan el lavamiento de los pies.

  Estar sucio es muy parecido a estar en pecado. Si usted avanza tan solo medio paso más adelante de estar sucio, caerá en una condición pecaminosa. Tal clase de contaminación terrenal obstaculiza nuestra comunión. Entonces, cuanto más lo mire a usted, menos mi espíritu será capaz de levantarse; y cuanto más me observe a mí, más su espíritu decaerá. Incluso si conversamos, esta conversación no será agradable. No podemos pretender ser lo que no somos. Si nuestro espíritu es agradable, nuestras palabras también lo serán. Sin embargo, si no tenemos un espíritu agradable, aunque pretendamos hablar agradablemente, la situación empeorará. ¿Saben cuál es la razón por la que muchas veces los hermanos no son capaces de orar cuando se reúnen? Es porque se encuentran sucios. Todos ellos requieren lavarse los pies los unos a los otros.

  El Señor lava nuestros pies por medio del trabajo que efectúa el Espíritu Santo, por la iluminación de la Palabra y por la operación de la ley interior de la vida. Hoy en día, el Señor siempre efectúa el lavamiento por medio del Espíritu Santo dentro de nuestro ser, por la iluminación de la Palabra de Dios en las Santas Escrituras, y por la vida interior que opera en nuestro interior. Es posible que el Señor nos lave muchas veces cada día. Puedo testificar que el Señor me lava varias veces durante el día por medio del Espíritu, la Palabra y la vida interior. Tengo que caminar sobre la tierra porque vivo en ella. No puedo evitar el contacto terrenal. Tengo que atender a mis familiares y a los queridos hermanos y hermanas. De vez en cuando, algún amigo viene a visitarme y no puedo evadir conversar con él. Pero después de su visita, me siento sucio. Esto es el contacto terrenal. Además, tengo que tocar las tiendas cuando voy de compras. Después de haber estado en una tienda, tengo la sensación de haber estado en el Hades. Cuando salgo de esa tienda, necesito ser lavado inmediatamente. Cada vez que voy de compras, mis pies tocan la tierra y se ensucian. Pero el Espíritu Santo, la Palabra de Dios, y la vida interior trabajan y operan para lavarme constantemente. De otra manera, no podría mantener la comunión que tengo con el Señor.

  Después de pasar toda una semana en contacto con el mundo, ¿no siente usted la necesidad de ser lavado al venir a la mesa del Señor el día del Señor? Ciertamente, sentirá la necesidad de lavarse los pies para poder limpiarse del polvo que ha acumulado por el contacto terrenal durante esa semana. Requerimos el lavamiento, no sólo el de la sangre del Señor el cual es para los pecados, sino también el lavamiento efectuado por la obra del Espíritu, por la iluminación de la Palabra y por la operación de la vida interior. Este lavamiento nos limpia del polvo producido por el contacto terrenal.

5. No es solamente algo físico, sino algo espiritual

  Ahora entendemos el verdadero significado del lavamiento de los pies. Tiene como fin mantener la comunión en vida. No es simplemente una práctica externa, sino que debe ser una práctica espiritual. Debemos interpretar esta señal como una alegoría y no entenderla sólo como algo físico. Conforme al significado espiritual de esta señal, debemos permitir que el Espíritu, la Palabra viviente y la vida interior nos laven del polvo que se acumula en nosotros mientras vivimos en la carne y caminamos sobre esta tierra sucia.

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