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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 26

EL RESULTADO Y LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDA

(2)

II. LA MULTIPLICACIÓN DE LA VIDA POR MEDIO DE LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN

  En este mensaje consideraremos la segunda parte del capítulo Jn. 12. En la primera parte de este capítulo vemos, en figura, que la iglesia fue producida por medio de la vida de resurrección del Señor. La iglesia existe mediante Su vida de resurrección. Pero ¿cómo puede el Señor aumentar la iglesia? Esto se muestra en la segunda parte de este capítulo (vs. 12-36a). La primera parte muestra cómo la iglesia llegó a existir, pero la segunda parte muestra cómo el Señor puede aumentar a la iglesia por medio de Su muerte y resurrección.

A. Las circunstancias más favorables para Jesús

  En ese entonces, según la perspectiva del mundo, Jesús se encontraba en las circunstancias más favorables. La resurrección de Lázaro fue un milagro tan notable que estremeció a toda la gente. Una persona muerta, a cuatro días de haber sido sepultada, que ya despedía el hedor de la muerte, fue levantado de entre los muertos; ése fue un verdadero milagro. Debido a que el Señor levantó a Lázaro de entre los muertos, una gran cantidad de judíos lo tenía en alta estima y lo recibió calurosamente (vs. 12-19). Le dieron la bienvenida clamando: “¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor, el Rey de Israel!” Hablando en términos humanos, ése fue el momento más glorioso del Señor mientras estuvo en la tierra. Todos le alababan, le recibían y le honraban con gran respeto. Aun los griegos le buscaban (vs. 20-22). El pueblo judío le dio la bienvenida, y los gentiles, los griegos, le buscaban. ¿Podía el Señor haber producido y hecho crecer la iglesia aceptando esta clase de recepción y honor? No. Ésta no es la manera de producir la iglesia, ni de hacerla crecer en vida.

B. Él cae en la tierra como un grano de trigo

  ¿En el preciso momento en que era recibido con honra por judíos y griegos qué dijo el Señor? Si nosotros hubiéramos estado ahí, o si hubiéramos sido recibido de tal manera, habríamos dicho: “¡Alabado sea el Señor! Éste es el momento de hacer algo para glorificar a Dios”. Sin embargo, el Señor Jesús no estaba emocionado. Cuanto más calurosa era la bienvenida, más calmado se ponía. Cuanto más le buscaban, más frío se mostraba hacia ellos. Él les dijo a los que le seguían: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (v. 24). Ésa fue la actitud del Señor ante tal recepción humana. Ésa fue Su reacción hacia la gloria de la honra humana. ¿Cuál es la manera en que un grano de trigo se multiplica? No se multiplica al ser recibido calurosamente ni al ser honrado, sino al caer en la tierra y morir. Esto es absolutamente contrario al concepto humano. No obstante, debemos recordar que ésta es la única manera de producir la iglesia y lograr su aumento en vida. Cada vez que los hombres le reciban a usted, necesita decir: “Yo debo morir”. Siempre que reciba honra de los hombres, debe responder: “Yo debo ser sepultado”. No diga: “¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!” Ése no es el mejor momento para que usted haga algo, incluso si su intención es glorificar a Dios. La manera apropiada de glorificar a Dios es morir y ser sepultado.

  El Señor Jesús no aprovechó las circunstancias favorables como el medio para lograr Su aumento. Si lo hubiera hecho, habría cometido un gran error. Las circunstancias favorables nunca deben usarse para obtener aumento. Si usted analiza la historia de la iglesia, se dará cuenta de que siempre que la iglesia experimentó un crecimiento, no fue el resultado de aprovecharse de las circunstancias favorables, sino de la persecución. La iglesia crece durante la persecución, y no durante los tiempos de popularidad. El tiempo de aumento de la iglesia ocurre cuando el enemigo pone a la iglesia en la muerte. Cuanto mayor sea la persecución y la oposición, más la iglesia aumentará. La persecución de parte del Imperio Romano durante los primeros dos siglos no frustró el aumento de la iglesia, sino que facilitó su crecimiento. Entonces, ¿qué perjudicó a la iglesia? La recepción que le extendió el Imperio Romano. Cuando éste convirtió su persecución en aceptación, la vida de iglesia fue arruinada. No debemos entusiasmarnos por el elogio de los hombres, porque éste siempre nos hará daño y nos corromperá. Alabado sea el Señor porque la persecución y la oposición representan una oportunidad para obtener el aumento de Cristo. Él es un grano de trigo, y la única manera en que este grano de trigo va a multiplicarse es al caer en la tierra y morir. Ésta es la manera de tener la multiplicación de la vida.

  A menos que un grano de trigo caiga en la tierra y muera, será simplemente un grano de trigo solo, y no podrá producir nada. Pero gloria al Señor que después de que el grano muere y germina, este único grano llega a ser los muchos granos, o el mucho fruto, que es la iglesia. Esta es la manera en que la iglesia es producida. Y es también la manera en que el Señor lleva a cabo el aumento de la iglesia. Esta tiene que ser nuestra manera de producir la iglesia y de hacerla crecer. Debemos enfrentar la aclamación humana tomando el camino de muerte, aplicando la cruz. La manera en que se produce la iglesia y se experimenta el aumento no es la exaltación humana, sino por la muerte de la cruz.

  Aunque muchos buenos misioneros fueron enviados a la China por las misiones principales, como la que el hermano Hudson Taylor formó, la historia confirma que no dieron muchos resultados con respecto a producir la vida de iglesia apropiada. Entre todos aquellos misioneros que llegaron a China, se encontraba una hermana llamada Margaret E. Barber, quien había sido enviada por una misión británica. Ella fue acusada falsamente y le ordenaron regresar a Inglaterra, donde finalmente fue vindicada por el Señor. Posteriormente recibió la carga del Señor para regresar a China. En esa ocasión no fue enviada por ninguna misión, sino que fue allí por fe y se estableció en un pequeño pueblo llamado Pagoda, muy cercano al pueblo natal del hermano Watchman Nee. Ella permaneció allí a propósito, sin visitar otras localidades. En cierto sentido, el Señor la sembró en ese sitio como si fuera un grano de trigo. Estuvo allí por muchos años y murió en 1929.

  El hermano Nee me contó personalmente la historia completa respecto a su contacto con la hermana Barber. Junto con otros jóvenes, el hermano Nee solía ir a visitarla para que ella lo ayudase. Ella era muy profunda en el Señor y muy estricta; a menudo reprendía a los jóvenes. El hermano Nee me contó que la mayoría de ellos no pudieron aguantar sus reprimendas. Con el tiempo, él fue casi el único que continuó visitándola, presentándose a sí mismo como una ofrenda para recibir sus exhortaciones. Él hizo esto conscientemente. Cada vez que pasaba cierto tiempo y él sentía la necesidad de más amonestación, iba a verla para que lo reprendiera, y ella siempre lo hacía. En 1929 ella durmió en el Señor. No tenía nada que dejar como herencia, excepto su Biblia, la cual contenía muchas notas. Ella la legó al hermano Nee. La hermana Barber fue una semilla que fue sembrada, y el hermano Nee fue el grano que creció de esa semilla. El hermano Nee, como esa misma semilla, llegó a ser un gran vaso que sirvió para recobrar la vida de iglesia apropiada. Esta es la manera de producir la iglesia y lograr su aumento en vida. Definitivamente este aumento no depende de circunstancias favorables.

  En el año 1940, durante la guerra japonesa, el hermano Nee dirigió un entrenamiento en Shanghái, al cual yo asistí. En esa época en China habían algunos predicadores muy prevalecientes. Ellos siempre tenían el mayor número de seguidores, y grandes multitudes asistían a escuchar sus predicaciones. Por el contrario, el hermano Nee solía decirnos que la obra del Señor no tiene nada que ver con esforzarse por llevar a cabo cierta actividad exterior, sino con el fluir de la vida interior. La obra que el Señor requiere es el desbordamiento de la vida interior. Al entrenamiento que dio el hermano Nee en 1940 no asistieron más de ochenta entrenantes, pero él estaba satisfecho con aquel pequeño número de hermanos. Siempre que daba las conferencias, el número de asistentes nunca pasaba de 350 personas. Él siempre subrayaba que la obra es el rebosar de la vida interior y no el esfuerzo de cierta actividad externa. Hoy podemos ver el fruto del ministerio del hermano Nee: muchas iglesias producidas en el recobro del Señor por todo el mundo.

  No se inquieten por el éxito temporal que otros puedan lograr debido a sus actividades. A Su tiempo, el Señor vindicará Su obra en vida. Aunque el hermano Nee ha partido a estar con el Señor, su ministerio continúa prevaleciendo y su obra sigue adelante. Esta clase de obra no depende de actividades, sino de vida. La obra de la vida es la que produce y aumenta la iglesia.

  Podemos usar como ejemplo la fabricación de flores artificiales. Se puede emplear cierto número de personas para que fabriquen flores artificiales, y en poco tiempo se produciría una gran cantidad de ellas. Sin embargo, si inicia un cultivo de flores naturales, le tomaría mucho más tiempo. Primero, debe sembrar la semilla, y a su tiempo la semilla crecerá y se multiplicará. Luego, más semillas caerán a tierra, y crecerán, multiplicándose más y más. Esta clase de multiplicación perdurará por mucho tiempo. ¿Qué clase de aumento desea tener? ¿Las flores artificiales fabricadas por la labor externa, o las flores genuinas producidas por la vida?

1. Para producir muchos granos: Él atrae a todos los hombres

  El Señor Jesús cayó en la tierra y murió para que Su elemento divino, Su vida divina, fuera liberada de la cáscara de Su humanidad, para producir muchos creyentes en resurrección (1 P. 1:3), tal como un grano de trigo que cae en tierra a fin de liberar su elemento de vida y brota de la tierra para llevar mucho fruto, es decir, para producir muchos granos. En lugar de una calurosa recepción, el Señor prefería caer en la tierra y morir como un grano de trigo, para así poder multiplicarse en muchos granos a fin de constituir la iglesia. El Señor, como grano de trigo que cae en la tierra, perdió la vida de Su alma al morir para poder liberar Su vida eterna en resurrección a los muchos granos.

  En cierto aspecto, la muerte del Señor equivalía a caer en la tierra como se revela en el versículo 24; en otro aspecto, equivalía a ser levantado en el madero (v. 32; 1 P. 2:24). Él cayó en tierra como grano de trigo para producir muchos granos, y fue levantado en el madero como Hijo del Hombre para atraer a todos los hombres a Sí mismo. Los muchos granos producidos por Él al caer en la tierra son “todos los hombres” que Él atrajo al ser levantado en el madero.

  En el capítulo doce de Juan, la muerte del Señor no se revela como la muerte redentora (como en 1:29), sino como la muerte que produce y genera. Según este capítulo, el Señor al morir quebró la cáscara de Su humanidad encarnada para poder llevar a cabo Su propósito triple: (1) producir los muchos granos y atraer a todos los hombres a Sí mismo (vs. 24, 32); (2) liberar el elemento divino, que es la vida eterna (vs. 23, 28); y (3) juzgar el mundo y echar fuera a su príncipe, Satanás (v. 31).

2. Libera la vida divina, el elemento divino: para ser glorificado y para glorificar al Padre

  El Señor fue glorificado y glorificó al Padre por medio de Su muerte. En el versículo 23 dijo: “Ha llegado la hora para que el Hijo del Hombre sea glorificado”. Y en el versículo 28 oró: “Padre, glorifica Tu nombre”. ¿Cómo fue glorificado el Señor? Él fue glorificado por medio de Su muerte y resurrección, debido a que por medio de ellas Su elemento divino fue liberado y manifestado. ¿Cómo fue glorificado Dios el Padre? Por la glorificación del Hijo. Cuando el elemento divino del Hijo fue liberado y manifestado por medio de Su muerte y resurrección, la vida divina del Padre fue liberada y manifestada. De manera que el Padre fue glorificado en la glorificación del Hijo mediante la muerte y resurrección. La muerte y resurrección del Señor glorificó a Dios el Padre, porque liberó el elemento divino del interior del Señor Jesús. Este elemento estaba encerrado en Su carne, tal como el elemento de vida del grano de trigo está encerrado en su cáscara. ¿Cómo es glorificado el elemento de vida del grano? El grano tiene que morir para que el elemento de vida que se encuentra en su interior sea manifestado y glorificado. Sucede lo mismo con el elemento divino de Dios.

  Glorificar el nombre del Padre equivale a hacer que el elemento divino del Padre se manifieste. El elemento divino del Padre, que es la vida eterna, estaba en el Hijo encarnado. La cáscara humana del Hijo encarnado, Su carne, tenía que ser quebrantada por la muerte para que el elemento divino del Padre, la vida eterna, fuese liberada y manifestada en resurrección, de la misma manera que el elemento de vida de un grano de trigo es liberado al romperse su cáscara y al ser manifestado al florecer. Esto fue la glorificación de Dios el Padre en la glorificación del Hijo.

  Supongamos que tenemos la semilla de una flor. Aunque en la vida de esa semilla está encerrada mucha belleza, ¿cómo puede esa belleza ser manifestada? Para que esto sea posible la semilla tiene que morir. Si esta semilla cae en la tierra, muere y germina, toda la belleza que contiene será manifestada. Esto es la gloria, es decir, la glorificación de la vida que está encerrada en la semilla. De la misma manera, Dios estaba encerrado en la carne del Señor Jesús, quien tuvo que morir para que Dios, quien estaba en Su interior, pudiera ser liberado, manifestado y glorificado en la esfera de la resurrección.

  Ser glorificado simplemente significa ser manifestado. Muchas veces he usado el ejemplo de la electricidad a la que está enchufada la lámpara. ¿Cuándo es la electricidad glorificada en la lámpara? Cuando se manifiesta la electricidad es glorificada. La electricidad manifestada es la electricidad glorificada. De igual manera, el Dios que estaba limitado a la carne de Jesús fue manifestado cuando fue resucitado. Así que, cuando Dios se manifestó desde el interior de Jesús, Dios fue glorificado.

3. Juzga el mundo y echa fuera a su príncipe, Satanás

  En el versículo 31 el Señor declaró: “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera”. Por medio de Su muerte en la cruz el Señor juzgó al mundo y echó fuera a su príncipe, Satanás. El mundo es un sistema maligno arreglado sistemáticamente por Satanás. Todas las cosas de la tierra, especialmente las que tienen que ver con la humanidad, y todas las cosas del aire, han sido sistematizadas por Satanás e introducidas en su reino de tinieblas, para ocupar al hombre, frustrarlo del propósito de Dios y distraerlo del disfrute de Dios. Este sistema maligno, el reino de las tinieblas, fue juzgado cuando su príncipe, Satanás, fue echado fuera por medio de la crucifixión del Señor en la carne. En la cruz el Señor como Hijo del Hombre (v. 23) fue levantado en forma de serpiente (3:14), es decir, “en semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3). El príncipe de este mundo, Satanás, en calidad de “la serpiente antigua” (Ap. 12:9; 20:2), se había inyectado en la carne del hombre. El Señor, al morir en la cruz en semejanza de carne de pecado, destruyó a Satanás, quien está en la carne del hombre (He. 2:14). Al juzgar a Satanás (16:11) de esta manera, el mundo, que estaba apoyado en Satanás, también fue juzgado. Por lo tanto, cuando el Señor fue levantado en la cruz hizo que el mundo fuese juzgado y su príncipe, Satanás, fuese echado fuera. Cuando el Señor Jesús como Hijo del Hombre fue levantado en la forma de serpiente, no sólo quitó nuestros pecados y terminó con nuestra naturaleza serpentina, sino que también destruyó a Satanás y el sistema satánico del mundo que se apoyaba en él. Ahora, por medio de la muerte del Señor Jesús, somos redimidos y liberados, tenemos la vida divina y estamos venciendo al mundo.

  El Evangelio de Juan es un libro de cuadros o señales que presentan muchos asuntos relacionados con el Señor como la vida. Si no conocemos este evangelio, podemos conocer al Señor como vida, pero no en todos Sus aspectos. Si queremos conocer detalladamente al Señor como vida, debemos entender este evangelio, en el cual se revela la vida en cuadros descriptivos. Por ejemplo, incluso las ramas de palmera de este capítulo simbolizan a la vida que vence la muerte, lo cual muestra una vida que siempre obtiene la victoria sobre la muerte. Las palmeras, por lo general, crecen en el desierto, el cual representa la muerte. Así que, la vida (las palmeras) brotan de la muerte (el desierto). Esto describe la victoria de la vida sobre la muerte, la cual es el significado espiritual de la palmera. Por lo tanto, si deseamos entender la vida en detalle, debemos entender el Evangelio de Juan como un libro de figuras.

  Juan, en su evangelio, utiliza diferentes figuras para mostrar los diferentes aspectos de la muerte del Señor. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” Y en 3:14 el Señor Jesús dijo que Él tenía que ser levantado sobre la cruz, de la misma manera en que Moisés levantó la serpiente de bronce en la asta. Ahora, en el capítulo 12, el Señor dice que Él es un grano de trigo. Aquí podemos ver tres figuras: el Cordero de Dios, la serpiente y el grano de trigo. La muerte del Señor tiene tres aspectos. En el primero, Él es el Cordero de Dios, que quita nuestros pecados por medio del derramamiento de Su sangre. En el segundo, Él es la serpiente de bronce que destruye a la serpiente antigua, así como la naturaleza serpentina que mora en nuestro interior. Y en el tercero, Él es un grano de trigo que cayó en la tierra y murió para producir muchos granos. La muerte única del Señor Jesús tiene estos tres aspectos: el aspecto que redime, el aspecto que destruye a Satanás y el aspecto que libera la vida. Cuando Él fue clavado en la cruz era el Cordero de Dios que llevó nuestros pecados y derramó Su sangre para nuestra redención. Este es el primer aspecto, y todo creyente genuino está familiarizado con él. Sin embargo, no muchos cristianos están familiarizados con el segundo aspecto de la muerte del Señor, el cual consiste en que el Señor Jesús fue levantado en la cruz y crucificado en la forma de una serpiente, con el fin de destruir a la serpiente antigua y la naturaleza serpentina que mora en nuestro ser. Éste es el aspecto de Su muerte que destruye a Satanás. El tercer aspecto de Su muerte es el aspecto que libera la vida. La vida divina estaba en aquel pequeño hombre Jesús, de la misma manera que la vida del trigo está encerrada en un pequeño grano de trigo. Ya que la vida está escondida en el grano, la cáscara de éste debe ser quebrantada para que la vida que está en ella pueda liberarse. Así que, cuando Cristo fue a la cruz, Él era el Cordero, tenía la forma de la serpiente, y también era un grano de trigo. Por una sola muerte Él realizó el propósito triple de quitar nuestros pecados, destruir a Satanás y liberar la vida divina que estaba en Su interior para producir muchos granos. ¡Aleluya! Por Su muerte nuestros pecados fueron quitados, nuestra naturaleza serpentina fue terminada, y la vida divina fue liberada a nosotros. Ya no practicamos el pecado ni somos serpientes. La vida divina fue impartida en nosotros, y ahora somos los muchos granos producidos por este único grano. Estos muchos granos sirven para hacer un solo pan, el cual es el Cuerpo del Señor (1 Co. 10:17), la iglesia. Anteriormente éramos pecadores con la naturaleza serpentina, sin ninguna relación con la vida divina. Pero por la muerte todo-inclusiva del Señor, nuestros pecados fueron quitados, nuestra naturaleza serpentina fue terminada, y la vida divina fue impartida a nuestro ser. Ahora somos granos vivientes que, concertados juntos, llegamos a ser un solo pan, la iglesia. ¡Alabémosle!

  Basados en este principio, si queremos que la iglesia sea manifestada, tenemos que morir. Si queremos glorificar a Dios, es decir, hacer que Él se manifieste por medio de nosotros y se glorifique entre nosotros, es necesario que muramos. Si queremos vencer a Satanás y su mundo, tenemos que morir. Por medio de la cruz, la iglesia llega a existir, Dios es glorificado y Satanás y su mundo son derrotados. El Señor dijo claramente que cuando Él muriera, produciría mucho fruto, el Padre sería glorificado, y Él juzgaría al mundo y echaría fuera a Satanás, el príncipe de este mundo. Aunque esto parece breve y simple, es muy significativo. Lo incluye todo: la formación de la iglesia, la glorificación del Padre y la expulsión de Satanás. No queda nada más. Si queremos establecer una iglesia local, glorificar a Dios y expulsar a Satanás, no hay otra manera que la muerte en la cruz. Siempre hablamos acerca del camino de la iglesia; el camino de la iglesia es el camino de la cruz. Siempre hablamos de la manera de glorificar a Dios; la manera de glorificar a Dios es tomar el camino de la cruz. Además, la manera de echar fuera a Satanás, el enemigo de Dios, es el camino de la cruz. Existe un solo camino: la cruz. Necesitamos experimentar la cruz. No importa cuántas personas nos aclamen ni cuantos nos den la bienvenida, debemos entender que cuanto más bienvenidas nos den, más debemos morir.

  ¿Cómo podemos morir? En el versículo 25 el Señor nos dice que debemos perder nuestra alma: “El que ama la vida de su alma la perderá; y el que la aborrece en este mundo, para vida eterna la guardará”. La palabra griega traducida “la vida de su alma” es la misma palabra que se halla en 10:11, 15 y 17. Esto también es probado por los evangelios de Mateo y Marcos (Mt. 16:24-26; Mr. 8:34-35.). ¿Qué quiere decir morir y experimentar la cruz? Simplemente significa negar y rechazar el alma, la vida natural. Debemos perder nuestra alma, es decir, nuestra vida natural, el yo. Entonces la iglesia llegará a existir, Dios será glorificado, y Satanás será juzgado y echado fuera, él será expulsado de la iglesia.

  El Señor como un grano de trigo que cayó en la tierra perdió la vida de Su alma al morir para poder liberar Su vida eterna e impartirla a “muchos granos” en resurrección. Como los muchos granos, nosotros también debemos perder la vida de nuestra alma por medio de la muerte para poder disfrutar la vida eterna en resurrección. Esto es seguirlo para servirle como se menciona en el versículo 26. Además, los muchos granos necesitan ser molidos hasta que sean harina para que sean compenetrados y lleguen a ser un pan.

III. LA INCREDULIDAD Y LA CEGUERA DE LA RELIGIÓN

A. Profetizado por Isaías

  Los versículos del 36b al 43 tratan de la incredulidad de la religión y del juicio de Dios sobre la misma. A pesar de que el Señor como vida había hecho muchas maravillas, milagros y señales, los religiosos no quisieron seguirle. No importa cuánto el Señor hizo, ellos rehusaron responder. No lo recibieron, sino que lo rechazaron. Isaías ya lo había profetizado, diciendo: “¿Quién ha creído a nuestro anuncio y sobre quién se ha manifestado el brazo de Jehová?” (Is. 53:1). El brazo de Jehová es el Señor Jesús. Como tal, Él Señor actúa y da libertad. Sin embargo, nadie del mundo religioso reconoció este hecho. Nadie respondió ni lo recibió ni lo aceptó. Simplemente lo rechazaron. Aunque este brazo es la salvación, así como también el Salvador y el Libertador mismo, los religiosos lo rechazaron.

B. Juzgados por Dios

  El rechazo por parte de los religiosos dio como resultado que la ceguera y el endurecimiento del corazón vinieran sobre ellos (v. 40; Is. 6:10). Éste es el juicio de Dios ejecutado sobre ellos porque, en su incredulidad, rechazaron al Señor. La ceguera y el endurecimiento del corazón son un castigo para los incrédulos. La religión no tiene fe; sólo tiene la ceguera.

C. Ven la gloria del Señor, pero no la aman

  El versículo 41 dice que Isaías vio Su gloria y habló acerca de Él. La expresión Su gloria confirma que el Señor Jesús verdaderamente es Dios, Jehová de los ejércitos, cuya gloria vio Isaías (Is. 6:1, 3). Esta gloria fue vista y apreciada por Isaías, pero los creyentes débiles del Señor no la querían (vs. 42-43). Ellos amaban más la gloria de los hombres que la gloria de Dios, el Jesús viviente, que estaba ante ellos. Si hubieran apreciado y amado al Señor Jesús como la gloria de Dios, no les habría importado la gloria de los hombres ni habrían temido ser expulsados de la sinagoga.

IV. LA DECLARACIÓN HECHA POR LA VIDA A LA RELIGIÓN INCRÉDULA

  En los versículos del 44 al 50 vemos la declaración final que el Señor como vida hace a la religión incrédula. Después de hacer esta declaración, y por el resto de este evangelio, el Señor no tiene nada que ver con los religiosos.

A. Dios manifestado al hombre

  Primeramente, el Señor declaró que Él era la manifestación del Dios viviente (vs. 44-45). Él es el Hijo de Dios, lo cual significa que es la manifestación de Dios. Todo el que lo ve, ve a Dios, y todo el que lo recibe, recibe a Dios mismo, ya que Él es Dios manifestado a los hombres.

B. Viene como luz al mundo

  En segundo lugar, el Señor declaró que Él vino al mundo como la luz iluminadora para que el hombre no permaneciera en tinieblas (vs. 46, 36). Si el hombre recibía esta luz, tendría a Dios. Él es la manifestación de Dios como luz, y si usted lo recibe como luz, recibirá a Dios mismo. Cuando alguien cree en Él, no permanecerá en tinieblas. Sin embargo, si uno rehúsa recibirlo como luz, simplemente estará rechazando a Dios, y le sobrevendrán tinieblas. Él viene como luz. Si uno lo recibe, tendrá a Dios y será uno de los muchos hijos de luz.

C. Viene al hombre con las palabras vivientes

  En tercer lugar, el Señor declaró que Él vino al hombre con las palabras vivientes; quien reciba Sus palabras tendrá vida eterna ahora y para siempre, y quien rechace Sus palabras, será juzgado por esas mismas palabras en el día postrero (vs. 47-50).

  ¿Cuál es el significado de esta declaración? Es simplemente que el Señor le dijo al pueblo judío que Él era la manifestación de Dios y que como tal venía a ellos en calidad de luz. Si ellos lo recibían, tendrían a Dios y llegarían a ser Sus hijos. Pero si lo rechazaban, vendrían tinieblas sobre ellos. Además, el mandato que Dios le dio al Señor de lo que había de decirles se convertiría en vida eterna para todo aquel que recibiera Sus palabras. De otra forma, esa misma palabra constituiría una sentencia de juicio sobre ellos en el día postrero. Ésta fue la declaración final que el Señor hizo a los religiosos. Con esta declaración el Señor le dio fin a su relación con ellos. A partir del capitulo 13, Él se dedicó totalmente a Sus discípulos, abandonando toda relación con el pueblo judío.

  Por lo tanto, vemos cuatro puntos en este capitulo. El primero muestra cuál es la vida genuina de iglesia. El segundo revela la manera en que el Señor produce y aumenta la iglesia. El tercero revela que los religiosos no quieren seguir al Señor, sin importar cuánto Él como vida hizo por ellos mediante señales. Finalmente, el último punto indica cómo el Señor fue forzado a hacer una declaración a las multitudes religiosas de que Él era la manifestación de Dios que venía a ellos como luz. Si ellos lo recibían, llegarían a ser los hijos de luz; y si no, ellos serían vencidos por las tinieblas. Además, declaró que Él vino a ellos por mandato de Dios para hablarles palabras vivientes. Si ellos recibían Sus palabras, éstas serían vida eterna para ellos, pero si las rechazaban, serían juzgados por las mismas palabras en el día postrero.

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