Mensaje 35
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Ya abarcamos la primera parte de Jn. 15:1-11, donde vimos la relación que existe entre nosotros y el Señor. La segunda parte del capítulo, del versículo Jn. 15:12-17, habla de la relación que tenemos los unos con los otros. En esta sección vemos que los pámpanos deben amarse unos a otros para expresar la vida divina al llevar fruto. Estos versículos revelan que llevar fruto depende en gran parte del amor que nos tenemos los unos por otros. Debemos mantener una relación adecuada en amor por medio de la vida. Debemos mantener nuestra relación en amor y amarnos unos a otros por medio de la vida que está en nosotros. Esta vida es el Señor mismo. El amarnos unos a otros, es la vida de iglesia, la vida del Cuerpo, la cual es una vida de amor y una vida en amor. No debemos amarnos unos a otros con nuestro amor humano, sino en la vida divina y con el amor divino.
No somos pámpanos de diferentes vides, sino de una sola vid. Por eso, debemos mantener una buena comunión con todos los demás pámpanos, como también con la vid. Ésta es la razón por la que en este capítulo el Señor nos dice que debemos amarnos unos a otros (vs. 12, 17). Si no nos amamos, difícilmente llevaremos fruto, pues nuestra comunión con la vid será cortada. En este caso no habrá manera de que podamos llevar fruto. Para llevar fruto debemos amarnos unos a otros.
Todos nosotros tenemos una misma vida dentro de nuestro ser. La vida que está en usted es exactamente la misma vida que está en mí. Esto se asemeja a la circulación de la sangre en nuestro cuerpo físico, la cual circula por cada miembro de éste. De igual manera, la vida interior de todos los pámpanos es la misma. Esta vida debe circular continuamente por todos los pámpanos. Así, todos ellos estarán muy vivientes y llenos de las riquezas de la vida a fin de llevar fruto.
Aunque los pámpanos son muchos, a la vez, son uno. Ellos son uno con la vid y son uno los unos con los otros. Todos los pámpanos juntamente con la vid forman una sola entidad, un solo organismo.
Los pámpanos tienen una relación íntima con la vid (vs. 13-15). Ellos no son esclavos del Señor, sino Sus amigos. Debido a esto, pueden conocer el deseo del Padre, el cual consiste en que Él sea expresado en un Cuerpo colectivo.
Los pámpanos son elegidos y puestos para llevar fruto que permanezca. En el versículo 16 el Señor dijo: “No me elegisteis vosotros a Mí, sino que Yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, Él os lo dé”. Otras versiones usan la palabra ordenado en vez de puesto. Me gusta el término ordenado. Todos fuimos ordenados. Ser ordenado significa ser designado, o recibir un puesto. Ordenado es una palabra antigua para decir la palabra moderna puesto. Todas las hermanas, incluyendo a las más jóvenes, deben entender que fueron ordenadas. ¿Sabía usted que todos los creyentes fueron ordenados? Fuimos ordenados, puestos, para llevar fruto. No diga que usted es muy joven para esto. Por muy joven que sea, usted fue elegido y ordenado para llevar fruto que permanezca.
En este capítulo encontramos cuatro formas de referirse al fruto: llevar fruto (v. 2), mucho fruto (v. 8), más fruto (v. 2), y fruto que permanezca (v. 16). Cuanto más vida le impartimos al fruto, más tiempo éste permanece. El factor que determina cuánto tiempo permanecerá un nuevo creyente es la cantidad de vida que le impartamos. Frecuentemente, al guiar a otros al Señor, les impartimos sólo una pequeña cantidad de vida. Por lo tanto, ellos apenas permanecen. Es difícil asegurar que se van a quedar por largo tiempo.
Los pámpanos son escogidos para llevar fruto que permanezca al orar en el nombre del Hijo. Cuando oremos para llevar fruto, debemos hacerlo en el nombre del Hijo. Pedir en el nombre del Señor requiere que permanezcamos en Él y que permitamos que Él y Sus palabras permanezcan en nosotros, para que en realidad seamos uno con Él. Así que cuando pedimos, Él pide juntamente con nosotros. Esta clase de oración está relacionada con llevar fruto e indudablemente será contestada por el Padre. Al orar de esta manera, debemos basarnos en el hecho de que somos uno con el Hijo. No debemos rogar, sino afirmar que somos uno con Él. Todo lo que el Hijo es y tiene es nuestro, y nosotros estamos en Su nombre. Oremos de esta manera.
No sólo debemos orar en el nombre del Hijo, sino también ser uno con Él, vivir por Él, y permitirle vivir en nosotros. Este asunto es muy crucial. Nuestra oración depende de nuestro vivir. Debemos ser uno con el Señor en nuestro vivir, entonces podremos ser uno con Él en nuestras oraciones y orar en Su nombre. Es por esta clase de vida y oración que podemos llevar fruto que permanece.
Nosotros los pámpanos debemos amarnos unos a otros en la vida del Hijo, en el amor del Hijo y en la comisión del Hijo, que es, llevar fruto para la glorificación del Padre. La vida es la fuente, el amor es la condición, y llevar fruto es la meta. Si todos vivimos por la vida del Señor como fuente, en el amor del Señor como condición, y teniendo como meta llevar fruto, indudablemente nos amaremos unos a otros. Tener distintas fuentes de vida y diferentes condiciones o diferentes metas, nos separará e impedirá que nos amemos unos a otros.
Los creyentes son aficionados a hablar acerca de amarse unos a otros. Si amamos a los demás en nuestra vida natural, eso producirá muerte. Si amamos a los demás de una manera sentimental, o con intereses personales, eso también producirá muerte. Debemos amarnos unos a otros en la vida de Cristo, en Su amor y en Su comisión. No debemos amarnos en nuestra vida natural, ni con nuestras emociones ni para nuestro propósito personal. Debemos amarnos en la vida divina, con el amor divino y con el propósito de llevar mucho fruto a fin de que el Padre sea glorificado (v. 8).
Juan 15 tiene tres secciones. La primera consta de los versículos del 1 al 11 y trata de la relación que existe entre la vid y los pámpanos. La segunda consta de los versículos del 12 al 17 y habla de la relación de los pámpanos entre sí. La tercera consta de los versículos 18 al 27 y habla de la separación que debe existir entre los pámpanos y el mundo. Como pámpanos, fuimos separados del mundo. No tenemos nada que ver con el mundo, porque fuimos plenamente unidos a la vid.
En esta porción del Evangelio de Juan, la palabra mundo se refiere principalmente al mundo religioso (15:18; 16:2). En otras palabras, el mundo mencionado en el capítulo 15 es simplemente la religión, especialmente la religión judía. Para los discípulos del Señor Jesús en ese tiempo, el mundo era la religión judía. Ellos habían sido separados de dicha religión y trasladados a Cristo, a la vid.
La religión, como parte del sistema mundano de Satanás, aborrece a los pámpanos del organismo divino, los cuales existen para la expresión del Dios Triuno (15:18). Muchos religiosos no consideran la religión como una parte del sistema mundano de Satanás. Sin embargo, a los ojos de Dios, la religión es una sección del mundo satánico. Cuando lleguemos al capítulo 16 veremos que el Señor les dijo a Sus discípulos que los religiosos pensarían que al matar a los seguidores de Jesús rendirían cierta clase de servicio a Dios. Aunque los religiosos servían a Dios de nombre, en realidad servían a Satanás. Por eso, la llamada religión, en realidad es sólo una sección del sistema satánico, del mundo.
Debemos separarnos del mundo, porque éste se opone a la iglesia. El mundo, como sistema satánico, está en contra del Cuerpo de Cristo. El mundo aborrece al Cuerpo, a los pámpanos y a la iglesia. La iglesia es el Cuerpo, un organismo del Dios Triuno, mientras que el mundo es un sistema satánico. El sistema de Satanás siempre se opone y persigue al organismo del Dios Triuno. Debemos entender profundamente que la iglesia, los pámpanos, el Cuerpo, es el organismo del Dios Triuno. El Dios Triuno vive en este organismo y se expresa a través de él. Nuestro cuerpo es un organismo en el cual vive nuestro ser mismo y por medio del cual nuestro ser es expresado. Del mismo modo, el Dios Triuno también requiere un organismo tal como la iglesia, el Cuerpo de Cristo. El Dios Triuno desea vivir en este organismo y ser expresado por medio de él. Pero Satanás, el enemigo de Dios, organizó un sistema conocido como el cosmos. Este mundo cósmico es una organización sistematizada por el enemigo de Dios. El propósito del sistema cósmico del enemigo es oponerse a la iglesia, al organismo del Dios Triuno, el Cuerpo de Cristo. Por lo tanto, no debemos tener ninguna relación con este mundo. Estamos fuera del mundo, hemos sido separados para ser parte del organismo del Dios Triuno.
Como pámpanos que fueron escogidos y sacados del mundo, no tenemos nada que ver con el sistema satánico de la religión (v. 19). Sin embargo, en casi todos los cristianos se puede encontrar alguna mixtura. Por la misericordia del Señor deseamos separarnos de cualquier sistema religioso y mantenernos firmes en la iglesia de una manera pura, sin mixtura alguna. Todo sistema religioso es originado por Satanás con el propósito de estorbar y perjudicar la vida de iglesia apropiada. Es necesario que nos separemos de todo tipo de religión para que la iglesia sea el organismo que exprese al Dios Triuno.
El Señor Jesús les dijo a Sus discípulos que si ellos deseaban seguirle en vida, debían estar dispuestos a sufrir persecución (15:20-25). Si deseamos experimentar al Dios Triuno como nuestra vida, ser mezclados con Él, y constituir una morada mutua con Él, debemos estar dispuestos a padecer persecución de parte de la religión. Los discípulos no iban a ser perseguidos por el mundo secular, sino por los religiosos que adoraban a Dios y aparentaban amarle. El Señor les decía a Sus discípulos que por causa de Él la religión los perseguiría y aun los mataría. Ya vimos que los discípulos, como pámpanos de la vid, forman el Cuerpo de Cristo, el organismo que conlleva la vida y la expresión del Dios Triuno; y que el mundo, el sistema cósmico, es el sistema organizado de Satanás. A los ojos de Dios el sistema religioso, como parte del sistema satánico, es el mundo que aborrecería a los discípulos.
El mundo religioso persigue a los que siguen al Señor en vida porque estos, como pámpanos de la vid verdadera, son uno con el Señor, los que actúan y obran en Su nombre. Puesto que los religiosos no conocen al Padre, quien es la fuente del Señor, aborrecen a los seguidores genuinos del Señor. Debido a que aborrecen al Padre en el Hijo (15:23), también aborrecen a los seguidores del Hijo. El hecho de que los aborrecen y persiguen constituye su pecado a los ojos de Dios (15:22, 24). Con todo esto podemos ver cuán maligna es la religión, aun la religión formada conforme a la Santa Palabra de Dios. Además, aquí podemos ver la sutileza del enemigo al utilizar la religión.
El versículo 26 dice: “Pero cuando venga el Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de realidad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio acerca de Mí”. La religión persigue, pero el Espíritu de realidad da testimonio. El Espíritu Santo es la realidad de todas las cosas, y nosotros hemos de ser testigos del Espíritu de realidad.
En este versículo el Señor les dijo a Sus discípulos que Él les enviaría el Espíritu de realidad. Pero en Juan 14:26 Él dijo que el Padre sería el que enviaría al Consolador, al Espíritu Santo, en el nombre del Hijo. Juan presenta el mismo punto de dos maneras diferentes. Primero, en 14:26, se dice que el Padre enviaría al Espíritu; ahora, en 15:26, dice que el Señor enviaría al Espíritu. Entonces, ¿quién envió al Espíritu, el Padre o el Hijo? Debemos contestar que el Espíritu fue enviado por ambos, por el Padre y por el Hijo. El Padre y el Hijo son uno. Lo que envía el Padre equivale a lo que envía el Hijo, y lo que envía el Hijo es lo que envía el Padre. Los dos son uno. Sin considerar quién envía al Espíritu, éste siempre es enviado con el Padre y en el nombre del Hijo. Aquí una vez más vemos al Dios Triuno. Cuando el Espíritu viene, llega con el Padre y en el nombre del Hijo. Así que, los tres de la Deidad están presentes.
En el versículo 26 el Señor dijo que del Padre Él enviaría al Consolador. Como ya mencionamos en el mensaje treinta y dos, la preposición griega traducida “de” en este versículo es pará. Aquí el sentido en el griego es “de con” el Padre. El Espíritu de realidad, quien es enviado por el Hijo, no sólo procede del Padre, sino que también viene con Él. El Padre es la fuente. Cuando el Espíritu viene de la fuente no deja la fuente atrás, sino que viene con ella. Este Espíritu, que es enviado por el Hijo y que viene con el Padre, da testimonio del Hijo. Por lo tanto, Su testimonio acerca del Hijo tiene que ver con el Dios Triuno.
Este Espíritu de realidad da testimonio que el Hijo es la vid. Lo testifica ante la religión que la persigue. Además, este Espíritu da testimonio a los pámpanos, y por medio de ellos, al mundo. La religión podrá perseguir, pero el Espíritu de realidad da testimonio de que el Hijo es la vid. Por medio de los creyentes como pámpanos este testimonio se esparcirá por todo el mundo. De hecho, está avanzando hoy en día.
En Juan 16:1-4 la persecución de la religión en contra de la vid y de los pámpanos es dicha de antemano. Primero, la religión expulsará de la organización religiosa (la sinagoga, v. 2) a todos los pámpanos del organismo (la vid). En el versículo 2 el Señor dijo: “Os expulsarán de las sinagogas; y viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios”. La religión piensa que matar a los pámpanos del organismo divino es rendir servicio a Dios. Vimos anteriormente que en este evangelio la religión es revelada como el enemigo de la vida. En los Evangelios, el judaísmo se opuso y persiguió al Señor Jesús. En Hechos el judaísmo continuó su oposición y persecución dirigiéndolo a los apóstoles y los creyentes (Hch. 4:1-3; 5:17-18, 40; 6:11-14; 7:57-59; 26:9-12; Gá. 1:13). En la historia subsiguiente vemos que la Iglesia Católica persiguió a los seguidores del Señor. Todas las religiones organizadas, de cualquier clase, persiguen a aquellos que buscan al Señor en vida. Todas las religiones consideran que esta clase de persecución es un servicio ofrecido a Dios. Primero, la religión los persigue, luego, los mata. La religión no conoce ni al Padre, la fuente, ni al Hijo, la expresión (v. 3). Como lo dijo el Señor: “Harán esto porque no conocen al Padre ni a Mí”.
El Señor advirtió a Sus discípulos de antemano para que cuando la persecución viniera no se ofendieran, tropezaran ni fueran sorprendidos. Durante la persecución los discípulos fácilmente podrían decirse a sí mismos: “Esta gente religiosa adora a Dios, y al mismo tiempo, por haber nosotros tomado a este mismo Dios como nuestra vida y nuestra morada, y por ser una morada para Él, ellos nos persiguen y aun amenazan con matarnos. No solamente nos expulsan de la sinagoga, sino que aun pretenden matarnos. ¿Estaremos nosotros equivocados?”. El Señor predijo la persecución venidera precisamente para que los discípulos no pensaran que estaban equivocados. Si a usted le sobreviene este tipo de persecución, no debe pensar que está equivocado. Por el contrario, esta persecución prueba que usted está en lo correcto. Si los religiosos no lo persiguen, tal vez algo en usted esté mal. Si la Iglesia Católica Romana y las denominaciones no lo persiguen, entonces debe darse cuenta de que algo está mal. Pero si usted toma al Señor como su vida, lo experimenta como su morada, y se hace la morada de Él, entonces, debe usted prepararse para enfrentar la persecución de parte del mundo religioso.
Como un sistema satánico organizado, el mundo ha perseguido al Cuerpo de Cristo en tres fases principales: la fase de la religión judía; la fase del Imperio Romano; y la fase de la filosofía griega. Éstas son las tres fases en las que el mundo ha perseguido a la iglesia. En el Evangelio de Juan el Señor habló en varias ocasiones acerca del mundo, pero Él principalmente se refería al mundo religioso. Si verdaderamente somos fieles al seguir al Señor en vida y en espíritu, tomando al Dios Triuno como nuestra morada, y siendo nosotros mismos una morada para Él, el mundo religioso nos perseguirá. Dígame, ¿quién mató a John Huss quemándolo en una estaca? El catolicismo romano lo hizo. ¿Quién encarceló a John Bunyan, autor del Progreso del Peregrino? La Iglesia de Inglaterra. ¿Quién aprisionó a la señora Guyón? Lo hizo la Iglesia Católica Romana. La palabra del Señor ha sido cumplida a través de las generaciones. Siempre que una persona o grupo de personas han seguido al Señor conforme a lo revelado en Juan 14 y 15, han sido perseguidos por el mundo religioso. Y el mundo religioso continuará persiguiendo a todos aquellos que siguen a Cristo en vida.