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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 42

LA VIDA ES PROCESADA PARA MULTIPLICARSE

(1)

  Los capítulos Jn. 18 y Jn. 19 nos relatan cómo el Señor fue traicionado, juzgado, crucificado y sepultado. Al leer el relato de la crucifixión del Señor Jesús en los cuatro Evangelios, descubrimos que los primeros tres, es decir, los de Mateo, Marcos y Lucas, comparten la misma línea. Sin embargo, lo narrado en el Evangelio de Juan es completamente diferente. Por ejemplo, en los primeros tres Evangelios, la narración de la crucifixión y muerte del Señor está acompañada de muchas señales, una de las cuales fue el cielo que se oscureció, y otra consistía en que el velo del templo se rasgó de arriba abajo (Mt. 27:45, 51). Además, otra señal que se encuentra en los tres evangelios y no en el Evangelio de Juan, es el clamor del Señor desde la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”. No obstante, en el de Juan se incluyen detalles que no aparecen en los primeros tres, como por ejemplo el relato de los soldados que se burlaban del Señor (Jn. 19:2-3), y la sangre y el agua que fluyeron del costado del Señor (Jn. 19:34). Por lo tanto, estos relatos siguen dos líneas distintas. Debemos descubrir el propósito de ambas líneas.

  Según los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, el propósito principal de la muerte del Señor fue redimirnos. Él murió por nosotros y por nuestros pecados para realizar la obra de redención. El Señor clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”, porque en ese momento Dios puso todos nuestros pecados sobre Él, y el Señor se hizo el portador del pecado, llegando a ser un pecador por nosotros para cargar sobre Sí mismo nuestros pecados. Por lo tanto, Dios lo desamparó. El Evangelio de Lucas específicamente subraya que el Señor era el Redentor, quien nos redimió de nuestros pecados, porque nos dice que el Señor murió junto con dos pecadores, dos ladrones; uno de ellos se salvó y el otro pereció (Lc. 23:32, 39-43). Este relato no se encuentra en el Evangelio de Juan. Entonces, ¿cuál es el propósito del relato de Juan? Ya que el libro de Juan es el Evangelio de vida, su relato acerca de la muerte de Cristo sigue la línea de la vida. El propósito de Juan fue mostrar que el Señor Jesús es la expresión de Dios como nuestra vida y que Él murió en la cruz con el propósito de liberarse a Sí mismo para ser nuestra vida. Él murió en la cruz para impartir Su vida divina en nosotros.

  Ahora debemos visualizar el Evangelio de Juan en su totalidad. En este libro, el autor, bajo la inspiración del Espíritu Santo, muestra que el Señor Jesús, como expresión de Dios, vino como vida para satisfacer todas nuestras necesidades y que tuvo que morir, resucitar y ser transfigurado en otra forma, el Espíritu, para poder entrar en nosotros y ser uno con nosotros, y para introducirnos en Dios e introducir a Dios en nosotros, logrando así que Dios y nosotros seamos una morada mutua. En Juan 17 el Señor oró pidiendo que todos los discípulos, los que han nacido de Dios, que conocen el nombre y la vida del Padre, y pertenecen a la familia del Padre, sean uno en el nombre del Padre, separados del mundo y santificados para vivir en Dios y ser completamente uno en el Dios Triuno, obteniendo la gloria de ser hijos de Dios. Como nos revela este capítulo, al estar en la vida y naturaleza de Dios, en la santificación y en la gloria del Dios Triuno, todos podemos ser uno, lo cual es la expresión corporativa de Dios. De esta manera, el Señor, el Hijo de Dios, puede ser manifestado y glorificado por medio de nosotros, y el Padre puede ser manifestado y glorificado en el Hijo por medio de este vaso corporativo. Después de esto, el autor presenta un relato que nos muestra cómo el Señor fue crucificado, pasó por la muerte y salió de la muerte en resurrección. Al considerar este cuadro de forma completa, podemos comprender el propósito de la crónica de la muerte del Señor en los capítulos 18 y 19.

  Aprecio el título de este mensaje: “La vida es procesada para multiplicarse”. En especial aprecio las palabras procesada y multiplicarse. Del capítulo 18 al 21 de Juan se revela que la vida ha pasado por un proceso para multiplicarse. Un solo grano se ha multiplicado en muchos granos (12:24). El Hijo unigénito ha sido multiplicado en muchos hijos. Cuando lleguemos al capítulo 20, veremos que el Hijo unigénito ha producido muchos hermanos en Su resurrección y que estos muchos hermanos son Su multiplicación. ¿Cómo pudo el Señor obtener esta multiplicación? Únicamente pasando por el proceso de la muerte y la resurrección.

I. EL SEÑOR SE ENTREGA VOLUNTARIAMENTE Y CON VALENTÍA PARA SER PROCESADO

  El Señor se entregó voluntariamente y con valentía para ser procesado (18:1-11). Esto significa que Él fue a la muerte voluntariamente. En Juan 10 Él dijo que a propósito entregaría Su vida por nosotros. Él es el Señor de la vida y Él es la vida. Tiene autoridad para morir y tiene autoridad para resucitar. Por Su propia voluntad Él entró en la muerte y salió de allí. Él no tiene el problema que representa la muerte; por lo tanto, no era necesario que Él muriese. Era privilegio Suyo escoger morir o no. Él podía decidir morir o no morir. Sin embargo, para nosotros la muerte no es un asunto de elección. Cuando la muerte nos visita, no podemos decirle: “Muerte, no estoy listo. Por favor, regresa otro día”. No tenemos el poder ni la autoridad para rechazarla; cuando la muerte viene, todos son subyugados por ella. Pero esto no era así para el Señor, porque Él es el Señor de la vida y la vida misma. Si Él no hubiera querido morir, podía haber rechazado la muerte, pues tenía la potestad para hacerlo. Él tenía la autoridad para expulsar a la muerte. Aunque no fue obligado ni forzado a morir, estuvo dispuesto a hacerlo porque había venido para impartirse a Sí mismo en nosotros como vida. Él sabía que solamente por medio de la muerte podría liberarse a Sí mismo y entrar en nosotros como vida. De hecho, Él ya había dicho que era el grano de trigo que debía caer en la tierra y morir (12:24). Si el grano de trigo no está dispuesto a morir, ¿cómo puede su vida ser liberada para producir muchos granos? En Juan 18 y 19 vemos claramente que el Señor Jesús estuvo muy dispuesto a morir.

A. Va al huerto

  El hecho de que el Señor fuese al huerto (18:1) es el primer indicio de que estaba dispuesto a morir. En otras palabras, fue al lugar donde sería capturado. En Su largo mensaje descrito en los capítulos 14, 15 y 16 del Evangelio de Juan, Él habló claramente del proceso por el cual pasaría. Luego, en el capítulo 17 oró por este proceso. Después de orar, se fue al huerto de Getsemaní. Según Mateo, Marcos y Lucas, el Señor fue al huerto a orar. Estos tres Evangelios revelan al Señor como el portador de los pecados; Él sobrellevaba y estaba bajo el peso de nuestros pecados, así que Él tuvo necesidad de ir al Padre y orar. Pero Juan en su evangelio no incluyó este detalle. El relato de Juan muestra que Él fue al huerto, pero no para orar, sino para entregarse a ser procesado. Fue allí para ser capturado, arrestado, o sea, para entregarse a la muerte, lo cual significa que Él se entregó voluntariamente; no se escondió, sino que por Su propia voluntad se ofreció para ser procesado, entregándose a la gente que le daría muerte.

B. Es traicionado por el discípulo falso

  El Señor sabía que Judas le traicionaría (13:11, 21-27), pero no hizo nada para evitarlo. Esto también comprueba que Él voluntariamente se entregó a Sí mismo para ser procesado. Satanás utilizó a un falso discípulo del Señor para llevarlo a la muerte, sin imaginarse que al hacer esto le estaba proporcionando la oportunidad para ser procesado. El Señor reconoció esto como una oportunidad para ser glorificado (13:31-32), es decir, para multiplicarse por medio de la muerte y resurrección.

C. El “Yo Soy” está dispuesto a ser arrestado

  Otro indicio de que el Señor estuviera dispuesto a morir, fue que la gente no lo encontró a Él, sino que Él mismo se presentó ante ellos. Judas, el falso discípulo, vino con dos clases de personas: los políticos y los religiosos. Los soldados eran los que venían de los políticos, y los alguaciles eran los que venían de los principales sacerdotes y de los fariseos, o sea, los religiosos. El círculo religioso se unió con el político para quitarle la vida al Señor. Sin embargo, ellos no lo hallaron; al contrario, Él se presentó ante ellos. Los soldados no capturaron al Señor mientras Él estaba orando. No, Jesús se adelantó y les dijo: “¿A quién buscáis?” (18:4). Ellos contestaron: “A Jesús nazareno”. Luego el Señor les dijo: “Yo soy” (18:5). Cuando ellos escucharon Su palabra, retrocedieron y cayeron a tierra (18:6). Ellos se atemorizaron cuando Él dijo: “Yo soy”, que es el significado del nombre de Jehová. Esto indica que ellos fueron a arrestar a Jehová Dios. El Señor no aprovechó esta oportunidad para huir, sino que les preguntó por segunda vez: “¿A quién buscáis?”. De manera que ellos no lo arrestaron a Él, sino que el Señor se entregó en sus manos.

  El nombre de Jehová significa: “Yo Soy el que Soy”. El Señor Jesús es el gran Yo Soy. En Juan 8:24 el Señor dijo a los judíos: “Si no creéis que Yo Soy, en vuestros pecados moriréis”. En otras palabras, si ellos no creían que Jesús era Jehová, Dios mismo, morirían en sus pecados. Los judíos habían escuchado esto y, cuando lo oyeron de nuevo, cayeron a tierra atemorizados. El hecho de que el Señor se acercara a ellos por segunda vez y de nuevo les preguntara: “¿A quién buscáis?”, prueba que Él no fue capturado, sino que Él mismo se entregó a ellos, pues estaba dispuesto a morir. Si Él no hubiera estado dispuesto a morir, nadie hubiera podido capturarlo, porque Él habría podido atemorizarlos a todos y hacerlos caer a tierra. Todo lo que Él tendría que haber hecho era pronunciar una palabra, y sus captores habrían muerto. ¿Cómo podían ellos atraparlo si Él no hubiese estado dispuesto a ser capturado? Esto prueba que el propósito del Evangelio de Juan es mostrar que el Señor es el Señor de la vida y que Él estaba dispuesto a morir para liberarse a Sí mismo como vida.

D. Cuida de los discípulos tranquilamente

  Mientras el Señor se entregaba a Sus captores, cuidó de Sus discípulos de una manera muy tranquila. En 18:8 Jesús dijo: “Os he dicho que Yo soy; pues si me buscáis a Mí, dejad ir a éstos”. Éste fue el cumplimiento de lo que dijo en 17:12: “Ninguno de ellos se perdió”. Aquí podemos ver que mientras el Señor sufría la traición a manos de Su falso discípulo y el arresto de los soldados, seguía cuidando de Sus discípulos. Esto revela que Él estaba tranquilo mientras pasaba por el proceso de la muerte. La amenaza del ambiente de muerte no lo atemorizó.

E. Sin ofrecer resistencia alguna

  El hecho de que el Señor estuviera dispuesto a morir también se manifestó cuando Pedro cortó la oreja derecha de Malco, el siervo del sumo sacerdote (18:10-11). Pedro, un hermano sumamente tosco, no conocía el propósito del Señor. Aunque quería ayudar al Señor, sólo le causó problemas. El Señor Jesús le dijo: “Mete tu espada en la vaina; la copa que el Padre me ha dado, ¿no la he de beber?”. El Señor le dijo que guardara su espada porque Él había venido a cumplir el propósito del Padre, que consistía en darse a Sí mismo como vida al hombre. El Señor bebió voluntariamente la copa que el Padre le dio; no fue obligado a beberla. En otras palabras, el Señor no fue forzado a morir, sino que voluntariamente se entregó para morir a fin de liberar Su vida y producir así mucho fruto.

  En Juan 18:10-11 vemos que el Señor no ofreció ninguna resistencia al ser arrestado. Al entregarse a Sí mismo a la muerte, el Señor demostró que Él era la vida. Sin la muerte, ¿cómo podría haber probado que Él era la vida? Cuando se hizo hombre, primero demostró que era Dios. Del capítulo 1 de Juan hasta el capítulo 17 el Señor estuvo entre los hombres probando que Él era Dios. En los capítulos 18 y 19, Él va a pasar por la muerte para probar que Él es vida. ¿Cómo podemos saber que el Señor es vida? Por el hecho de que Él pasó por la muerte sin ser subyugado por ella. Al Señor no le atemorizó, perturbó, controló ni gobernó la muerte. Cuando leemos estos dos capítulos, descubrimos que al entrar en la muerte, el Señor la venció y la subyugó.

  En estos dos capítulos podemos encontrar muchas pruebas de que el Señor venció y subyugó a la muerte. Primero, no se atemorizó por la muerte. Cuando el Señor supo que los religiosos junto con los políticos venían para prenderle y darle muerte, no se atemorizó en absoluto. Él fue con valentía hacia ellos y se entregó a ellos voluntariamente. En segundo lugar, el Señor estaba tranquilo cuando la muerte llegó a Él; aun frente a la muerte Él cuidó de Sus discípulos al decirle a sus captores que dejaran ir a Sus discípulos. Supongamos que un grupo de policías le viene a arrestar a usted, ¿estaría usted tranquilo? Pero en cada escena presentada en estos dos capítulos, el Señor estaba completamente tranquilo; nunca fue turbado ni afectado por el temor a la muerte. De la misma manera, Él mantuvo Su porte frente al sumo sacerdote y delante de Pilato; estuvo tranquilo; no estaba turbado incluso en el momento mismo de ser crucificado. Mientras Él estaba en la cruz, hasta cuidó de Su madre. Pese a que se le amontonaban los problemas durante ese tiempo de sufrimiento, sin embargo, el relato nos revela que Él siempre estuvo tranquilo.

  La vida del Señor fue una vida que puede derrotar y conquistar la muerte. Él entró a la muerte por medio de la crucifixión y salió de ella por medio de la resurrección. ¿Qué mejor prueba puede haber de que Él es la vida, que la muerte no puede afectarlo, subyugarlo ni conquistarlo? Él venció a la muerte porque Él es la vida de resurrección (11:25). Juan 18 y 19 muestran cuán fuerte y poderoso fue el Señor mientras entró a la muerte. Cuando la muerte amenazó, Él se mostró fuerte y poderoso, y ésta no logró subyugarlo. Él entró en la muerte y salió de ella sin ser dañado ni retenido por ella. ¡Qué prueba tan contundente de que Él es la vida!

II. EXAMINADO EN SU DIGNIDAD POR LA HUMANIDAD

A. De la misma manera que el cordero de la Pascua era examinado

  El Señor fue examinado en Su dignidad por la humanidad (18:11-19:16) de la misma manera que el cordero de la Pascua era examinado (Éx. 12:2-6). El Señor Jesús fue crucificado durante la Pascua como el Cordero Pascual. Conforme a la tipología, el cordero pascual era examinado antes de ser inmolado para determinar si tenía algún defecto o no. El examen que la humanidad hizo de Cristo fue el cumplimiento de este tipo. Después de que Pilato lo examinó, declaró: “Yo no hallo en Él ningún delito” (18:38; 19:4, 6). No se halló ninguna mancha en este Cordero; Él era plenamente apto para ser el Cordero para el pueblo de Dios.

B. Por los judíos conforme a la ley de Dios en su religión

1. Frente a uno de Sus discípulos más cercanos que lo negaba

  El Señor fue examinado por los judíos conforme a la ley de Dios en su religión (18:12-27), lo cual fue algo muy desagradable. El Señor incluso sufrió este examen frente a uno de Sus discípulos más cercanos que al mismo tiempo le negaba (18:17-18, 25-27). Mientras Él era examinado, Pedro lo negó tres veces. ¿Podría usted soportar esto? Si esto nos hubiera sucedido a nosotros, seguramente habríamos reprendido a Pedro, pero el Señor no dijo ni siquiera una palabra.

2. El que juzgaba era juzgado

  Mientras el sumo sacerdote examinaba y juzgaba al Señor, el Señor lo juzgaba a él en Su dignidad (18:19-21). El Señor no tenía temor y le habló al sumo sacerdote de una forma muy digna. Mientras el Cordero de la Pascua era examinado, el Señor también hizo un examen, y los defectos del examinador fueron puestos en evidencia.

C. Por los gentiles conforme a la ley del hombre en su política

1. Bajo la soberanía de Dios

  El Señor fue examinado por los gentiles conforme a la ley del Imperio Romano (18:28-38a). La ley del Imperio Romano era famosa. Aún hoy muchos países basan sus leyes en ella. Antes de que el Señor fuera examinado por los gentiles conforme a la ley política, fue examinado conforme a la ley judía para ser ejecutado. Más tarde fue examinado por la política romana, que es la ley del poder terrenal. La ley judía en cuanto a la sentencia de muerte era apedrear al criminal (18:31; Lv. 24:16). Si ese método de ejecución hubiese estado vigente en ese tiempo, el Señor Jesús hubiera sido apedreado; pero no habría cumplido la profecía hablada por el Señor cuando dijo que Él sería levantado de la misma manera que la serpiente de bronce, erigida por Moisés en el desierto (3:14).

  Hace muchos años leí un artículo que describía la forma en que los judíos inmolaban al cordero durante la Pascua. El artículo decía que los judíos tomaban dos barras de madera y formaban una cruz. Ponían al cordero sobre la cruz, ataban en la base del poste las dos patas del animal y fijaban las dos patas delanteras extendidas sobre el travesaño. Luego inmolaban al cordero hasta que toda su sangre era derramada. Por eso, el sacrificio del cordero pascual es un cuadro de la crucifixión de Cristo. Los judíos ejecutaban a los criminales según su ley apedreándolos, pero la nación judía no estaba en el poder en la época en que el Señor fue crucificado. Esto significa que la nación judía había perdido el derecho legal de ejecutar criminales conforme a su ley. Un poco antes de la crucifixión de Cristo, el gobierno romano adoptó la crucifixión como el método para ejecutar a los criminales. Esto fue decidido bajo la soberanía de Dios, de manera que las profecías con respecto a la crucifixión de Cristo pudiesen cumplirse (vs. 31-32; 12:32-33).

2. El juzgador es juzgado por el Señor

  Mientras Pilato juzgaba al Señor Jesús, el Señor lo juzgó a Él en Su dignidad (vs. 33-38a). Pilato, el gobernador del Imperio Romano, era muy temeroso. Fue un excelente ejemplo de un político. Aunque sabía lo que estaba bien y lo que estaba mal, él, como todos los políticos, tenía temor del pueblo. Esto mismo sucede con los políticos hoy en día. Pilato no encontró falta alguna en el Señor Jesús; él sabía que el Señor no había hecho nada malo. Pero los gritos de la multitud lo subyugaron, y él no fue honesto, genuino ni fiel.

  Cuando el Señor fue presentado delante de Pilato, de nuevo parecía que Pilato lo juzgaba, pero finalmente fue el Señor quien juzgó a Pilato. Ya vimos que una de las características de Pilato era su temor; él temía al pueblo judío. Sabía que el Señor Jesús no tenía pecado y de hecho afirmó que no encontraba ninguna falta en Él. Pero debido a que tenía miedo de los judíos, condenó al Señor y lo sentenció a morir. Esto fue algo completamente injusto. Cuando el Señor le dijo a Pilato que Él había venido al mundo para “dar testimonio a la verdad” y que “todo aquel que es de la verdad, oye [Su] voz” (18:37), Pilato le contestó: “¿Qué es la verdad?” (18:38). Esto indica que el Señor juzgó a Pilato. En efecto, el Señor parecía decir: “Tú eres un alto administrador, pero aun así no sabes lo que es la verdad. Entonces eres una persona falsa. No eres verdadero”. Después de esto Pilato fue expuesto y avergonzado, y dejó de juzgar al Señor. En esto podemos ver las tinieblas que hay en la política.

III. SENTENCIADO POR LA INJUSTICIA DEL HOMBRE

  Después de que el Señor Jesús fue examinado, Él, quien es perfecto, fue sentenciado por la injusticia de los hombres (18:38b-19:6). Esta sentencia injusta expone la ceguera de la religión y las tinieblas de la política (18:38b-39; 19:1, 4-5, 8-14, 16). Los judíos religiosos rechazaron al Justísimo y escogieron a un ladrón (18:39-40; 19:6-7, 12, 15). ¡Qué ciegos estaban! Su religión y su odio los cegaban. El político de los gentiles, Pilato, reconoció y declaró que el Señor Jesús no tenía ningún delito, pero aun así, lo sentenció a muerte para agradar a los judíos (18:38a-39; 19:1, 4-5, 8-14, 16). ¡Cuán político era! La religión y la política se unieron para pronunciar la injusta sentencia sobre Cristo. La política no tomó la iniciativa, sino que fue la religión la que tomó la iniciativa y utilizó el poder de la política de tinieblas.

IV. PROBADO EN LA SOBERANÍA DE DIOS POR LA MUERTE

A. Crucificado en Gólgota

  En el proceso de multiplicarse, el Señor Jesús fue probado por la muerte bajo la soberanía de Dios (19:17-37). Después de ser sentenciado injustamente, fue crucificado en el Gólgota (19:17), que en latín se traduce Calvario y significa el Lugar de la Calavera. El significado del lugar donde fue sacrificado indica insulto y vergüenza. El Señor sufrió la muerte en insulto y vergüenza.

B. “Contado con los pecadores”

  En el Gólgota “le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio” (19:18). Esto fue el cumplimiento de la profecía dada en Isaías 53:12, donde dice que el Mesías sería “contado con los pecadores”. Él no sólo fue sacrificado en un lugar de insulto y vergüenza, sino que también fue contado con los pecadores y fue tratado como uno de ellos.

C. Muerto por la humanidad, representada por la religión hebrea, la política romana y la cultura griega

  Conforme a la soberanía de Dios, el Señor fue muerto por la humanidad, representada por la religión hebrea, la política romana y la cultura griega (19:19-22). Juan 19:19 dice: “Escribió también Pilato un rótulo, que puso sobre la cruz, el cual decía: JESÚS NAZARENO, REY DE LOS JUDÍOS”. El rótulo estaba escrito en hebreo, en latín y en griego (19:20). El hebreo representaba la religión hebrea, el latín, la política romana y el griego, la cultura griega. Estos tres en conjunto representan a todo el mundo de la humanidad, lo cual significa que el Señor Jesús como Cordero de Dios fue muerto por toda la humanidad y para el bien de ella. Cuando los principales sacerdotes de los judíos pidieron a Pilato que cambiara lo que decía el rótulo, Pilato les contestó: “Lo que he escrito, he escrito” (v. 22). Lo que Pilato escribió no salió de él, sino de la mano soberana de Dios, y él no podía cambiarlo.

D. Los soldados se reparten las vestiduras del Señor

  La religión estaba ciega, la política era oscura, el gobernador actuaba con falsedad y los soldados eran codiciosos. Cuando ellos hubieron crucificado a Jesús, tomaron Sus vestiduras e hicieron cuatro partes, una para cada soldado. Pero como Su túnica era sin costura, de una sola pieza, echaron suertes sobre ella para ver de quién de ellos sería (19:23-24). Esto no fue idea de los soldados, sino que se efectuó bajo la soberanía de Dios para que se cumpliese la profecía de Salmos 22:18. En efecto, los soldados hicieron exactamente lo profetizado en este salmo. En esto podemos ver que la muerte del Señor fue soberanamente planeada. Si Dios no lo hubiera planeado, nadie habría podido matar al Señor de la vida. Todas las profecías cumplidas prueban que la muerte del Señor no fue algo del hombre, sino de la soberanía de Dios.

E. El Señor cuida de Su madre al impartir Su vida en Su discípulo

  Probablemente la mayoría de los creyentes saben que mientras el Señor estuvo en la cruz, expresó siete palabras, las cuales son muy famosas. Primeramente el Señor dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23:34); en segundo lugar dijo: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lc. 23:43); y en tercer lugar: “Mujer, he ahí tu hijo ... He ahí tu madre” (Jn. 19:26-27). El Señor profirió estas palabras durante las primeras tres horas de Su crucifixión. El Señor estuvo en la cruz durante seis horas, desde las 9 de la mañana hasta las 3 de la tarde, lo cual se narra muy claramente en los cuatro Evangelios. Durante las primeras tres horas todo lo que sucedió fue hecho por los hombres. Lo escarnecieron, se burlaron de Él y lo crucificaron. Pero después de las primeras tres horas, todo lo que sucedió fue hecho por Dios. Dios lo consideró como un pecador y como el sustituto por el pecado, y lo juzgó. Durante las últimas tres horas, el Señor expresó algunas palabras más: en Mateo 27:46 el Señor Jesús dijo: “Dios Mío, Dios Mío, ¿por qué me has desamparado?”. Ésta fue la cuarta palabra hablada en la cruz. La quinta fue: “Tengo sed” (Jn. 19:28); la sexta: “Consumado es” (v. 30); y la séptima: “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu” (Lc. 23:46).

  Mientras Jesús estaba crucificado, vio a Su madre y al discípulo amado, de pie cerca de la cruz y dijo a Su madre: “Mujer, he ahí tu hijo”. Después dijo al discípulo: “He ahí tu madre”. Desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa (19:26-27). Vimos que lo primero que el Señor dijo fue: “Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen”. Luego, en Lucas 23:43 el Señor dijo a uno de los dos ladrones crucificados junto a Él: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”. Esto tenía que ver con la salvación, ya que el relato de Lucas demuestra que el Señor es el Salvador de los pecadores. Las palabras: “Padre, perdónalos”, son una oración por los pecadores. De igual forma, las palabras: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” constituyen una promesa del evangelio para los pecadores salvos. Pero aquí en Juan 19:26-27, el Señor le dijo a Su madre: “He ahí tu hijo” y al discípulo: “He ahí tu madre”. Estas palabras indican una unión de vida, puesto que el Evangelio de Juan da testimonio de que el Señor es la vida impartida en Sus creyentes. Por medio de esta vida Su discípulo amado podía ser uno con Él y llegar a ser el hijo de María, Su madre, y ella podía llegar a ser la madre de Su discípulo amado. Según el relato de Juan, Jesús fue crucificado para transferir la vida, para impartir Su vida a Sus discípulos. Por medio de esta transferencia de vida, uno de Sus discípulos pudo llegar a ser hijo de la madre del Señor, y ella pudo ser madre de este discípulo. Esto no indica salvación, sino transferencia de vida. Por lo tanto, el Evangelio de Juan no es un evangelio de salvación, sino de vida, la cual es transferida a todos los creyentes.

  Debemos notar que en Mateo, Marcos y Lucas, mientras el Señor estaba en la cruz, Él le habló a un pecador, específicamente al ladrón que fue redimido de la maldición, para estar con Él en el paraíso. Sin lugar a dudas, esto se refiere a la redención. En el Evangelio de Juan, el Señor habló a Su madre y a uno de Sus discípulos. ¿Cómo podía la madre del Señor llegar a ser madre de ese discípulo, y cómo podía ese discípulo llegar a ser su hijo? ¿Por la redención? Claro que no. Esto sólo se logra por la vida, por una unión de vida, por la identificación de la vida, por la vida que regenera. Por medio de Su muerte el Señor se impartió en Juan Su discípulo, quien fue unido e identificado con Él mediante la vida divina. De esta manera, la madre del Señor llegó a ser madre de Juan. ¿Cuál es la razón por la que en Lucas el Señor habla al ladrón, y en Juan, a Su madre y a Su discípulo? Porque en Lucas el Señor murió para redimir a los pecadores de la maldición del pecado. Aunque podemos ser pecadores como el ladrón, también podemos ser redimidos de la maldición del pecado, y podemos ir inmediatamente a estar con el Señor en el paraíso. Así que, en Lucas tenemos un evangelio que habla de la muerte redentora del Señor, la cual podemos predicar a los pecadores. Pero en Juan el Señor Jesús murió para liberar e impartirse a Sí mismo como vida en los discípulos, logrando que todos Sus discípulos fueran identificados con Él. Por consecuencia, todos los discípulos son hijos para Su madre. Debido a Su vida y a Su muerte, el Señor se impartió a Sí mismo en nosotros, haciéndonos uno con Él. De esta manera, llegamos a ser hijos para Su madre. Esto prueba que, según el Evangelio de Juan, Su muerte en la cruz es una muerte para impartirse a Sí mismo en nosotros como vida.

F. Se burlan de Él ofreciéndole vinagre

  Los versículos 28 y 29 dicen: “Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed. Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos pusieron en un hisopo una esponja empapada en el vinagre, y se la acercaron a la boca”. La sed es un anticipo de la muerte (Lc. 16:24; Ap. 21:8). El Señor Jesús sufrió sed por nosotros en la cruz (He. 2:9). El hisopo aquí debe ser la “caña” mencionada en Mateo 27:29 así como en Marcos 15:19, la cual era de hisopo. Al principio de la crucifixión, al Señor le ofrecieron vino mezclado con hiel y mirra (Mt. 27:34; Mr. 15:23) como una bebida estupefaciente, pero Él no quiso beberla. Al final de Su crucifixión, se burlaron de Él ofreciéndole vinagre (Lc. 23:36). En Su crucifixión, le robaron al Señor, junto con Su vida, el derecho de estar vestido y de beber.

G. La obra de Su muerte todo-inclusiva es consumada

  El versículo 30 dice: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. E inclinando la cabeza, entregó el espíritu”. El Señor continuó trabajando hasta que lo pusieron en la cruz (5:17). Y aun en Su crucifixión, Él seguía trabajando. ¿Cómo sabemos que Él seguía trabajando en la cruz? Porque antes de morir Él clamó: “Consumado es”. Mientras era crucificado Él continuaba trabajando para lograr la redención de los pecadores, la destrucción de la serpiente, la liberación de la vida divina y la realización del propósito eterno de Dios. Fue en el último momento, después de que todo hubo terminado, que proclamó a todo el universo: “¡Consumado es!”. Entonces murió y entró en reposo. Alabado sea el Señor Jesús, sólo Él pudo hacer esto. Por medio de Su crucifixión Él terminó la obra de Su muerte todo-inclusiva, mediante la cual efectuó la redención, puso fin a la vieja creación y liberó Su vida de resurrección para producir la nueva creación, cumpliendo así el propósito de Dios. En el proceso de la muerte, Él les demostró a Sus opositores y a Sus creyentes, por la manera en que se comportó, que Él era la vida. Las horribles circunstancias de la muerte no le atemorizaron en lo más mínimo; más bien, le sirvieron de contraste para demostrar contundentemente que Él, quien es la vida, era contrario a la muerte, una vida que de ninguna manera puede ser afectada por la muerte.

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