Mensaje 6
Capítulos 2—16
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Lectura bíblica: Jue. 8:33-35; Jue. 9; Jue. 10:1-5
El significado intrínseco del quinto y sexto ciclo de la deplorable historia de Israel (8:33—10:5; 10:6—12:15) es que Israel abandonó a Dios y se unió a los ídolos. Esto quiere decir que Israel se divorció de Dios, su legítimo Marido, y fue en pos de muchos ídolos.
Fue en Génesis 3 que el hombre comenzó a abandonar a Dios. Dios creó al hombre con un espíritu a fin de que éste pudiese contactarlo, recibirlo y tomarlo como vida. El árbol de la vida en medio del huerto representaba a Dios mismo como corporificación de la vida a fin de que el hombre pudiese contactarlo y recibirle. Dios le advirtió al hombre que no fuese partícipe del otro árbol, el árbol del conocimiento del bien y del mal, pues comer el fruto de dicho árbol resultaría en muerte. Sin embargo, desde el inicio de la existencia del hombre, Satanás ha tentado al hombre a ingerir del árbol del conocimiento del bien y del mal, el cual es la corporificación del propio Satanás. Ingerir del árbol del conocimiento en realidad equivale a casarse con Satanás y divorciarse de Dios.
Abandonar a Dios y unirse a Satanás constituye el principal factor causante del caos que impera en la sociedad humana. Debido a que el hombre abandonó a Dios y se unió a Satanás, en el mundo entero —incluyendo todas las naciones, sociedades y familias— impera el caos. Inmediatamente después que el hombre abandonó a Dios y se unió a Satanás, el caos se introdujo. La primera manifestación de este caos fue el primer homicidio, el cual tuvo lugar en la familia de Adán cuando Caín mató a Abel. Desde ese entonces, el caos ha imperado en todas las naciones, sociedades y familias.
El fracaso de Gedeón fue debido a que él abandonó a Dios y se unió a Satanás. Gedeón tuvo éxito cuando se unió a Dios, pero fracasó al unirse a Satanás. Cuando él se unió a Satanás, el resultado de ello fue homicidio; además, dio rienda suelta a los apetitos de su carne, codició y cometió idolatría. Esto resultó en la corrupción de su familia y de toda la sociedad israelita.
Incluso la religión forma parte del caos universal. El mundo al cual se refiere Gálatas 6:14 no es el mundo secular, sino el mundo religioso. Cristo murió para salvarnos del mundo religioso (1:4). A los ojos de los hombres, la religión es algo bueno, pero a los ojos de Dios toda religión es una sección del mundo satánico. En principio, la situación en que se encuentra la cristiandad actualmente es la misma que la situación universal en que se encuentra toda la humanidad, esto es: ha abandonado a Dios y se ha unido a Satanás.
También hemos tenido períodos de caos en el recobro del Señor. Tal parece que en el recobro se producen rebeliones cíclicas cada diez años, las cuales consisten en pugnas por el poder a fin de satisfacer ambiciones personales. La rebelión más reciente entre nosotros tenía dos raíces: ofensas que no se habían perdonado y ambiciones insatisfechas. El significado intrínseco de todas estas rebeliones es abandonar a Dios para concordar con Satanás. Satanás cayó debido a su ambición. Concordar con Satanás equivale a entrar en la ambición que operó en Satanás cuando él cayó. Satanás quería ascender al trono; quería ser semejante al Altísimo (Is. 14:13-14). Por tanto, abandonar a Dios y unirse a Satanás equivale a entrar en la ambición que está en el maligno.
El resultado de la rebelión siempre ha sido el caos, y quienes se rebelaron se hicieron daño a sí mismos. Las iglesias que se unieron a la más reciente rebelión se han vuelto estériles e, incluso, han disminuido en número, mientras que el resto de las iglesias ha crecido.
En la vida familiar, siempre que un esposo y una esposa amen al Señor y rechacen todo lo que no sea Él, su vida matrimonial será maravillosa. Pero una vez que un esposo o una esposa comienza a amar algo que reemplaza al Señor, su vida matrimonial y su vida familiar se vuelve caótica.
No tenemos derecho a divorciarnos del Señor; no tenemos fundamento alguno para abandonarlo. Tenemos que tomar al Señor, amarlo, honrarlo, respetarlo, tenerlo en consideración, exaltarlo y asirnos de Él, rechazando completamente a Satanás. Sólo entonces seremos bendecidos.
Este principio puede aplicarse a todo el linaje humano, a todas las naciones, a todas las sociedades, a todas las familias y a todas las personas. Si amamos al Señor y aborrecemos a Satanás, seremos bendecidos. Sin embargo, únicamente nos meteremos en problemas si cambiamos y comenzamos a amar algo que no sea Cristo mismo. El salmo 33:12 dice: “Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová”. Bendito es todo aquel —nación, sociedad, grupo o individuo— cuyo Señor, Cabeza, Rey y Marido sea Jehová.
Abordemos ahora Jueces 8:3—10:5, que presenta otro ciclo más de la deplorable historia de Israel.
En cuanto Gedeón murió, Israel volvió a prostituirse yendo tras los Baales, escogiendo por dios a Baal-berit. Ellos no se acordaron de Jehová su Dios, que los había librado de manos de todos sus enemigos en derredor, ni mostraron misericordia a la casa de Gedeón por todo el bien que él había hecho con Israel (8:33-35).
Abimelec, el hijo de Jerobaal, Gedeón, mató a sus hermanos, los hijos de Jerobaal, setenta hombres en total, sobre una misma piedra (9:1-5). Abimelec fue apoyado por los hermanos de su madre, por toda la familia del padre de su madre y por todos los hombres de Siquem (vs. 1-3). Ellos apoyaron a Abimelec, entregándole setenta piezas de plata procedentes del templo del ídolo Baal-berit, con las cuales Abimelec alquiló a hombres ociosos y disolutos que le siguieron (v. 4). Sin embargo, quedó Jotam, el hijo menor de Jerobaal, pues logró esconderse (v. 5).
Los hombres de Siquem y toda la casa de Milo hicieron a Abimelec rey en Siquem (v. 6).
Jotam protestó en contra de Abimelec (vs. 7-21). Él comparó a Abimelec no con un buen olivo, ni con una buena higuera ni con una buena vid, sino que se mofó de él comparándolo con una zarza maligna (vs. 7-15). Luego, Jotam maldijo a los hombres de Siquem, a la casa de Milo y a Abimelec con el castigo de Dios sobre ellos (vs. 16-20). Después que Jotam hizo esto, echó a correr y huyó (v. 21).
Abimelec gobernó sobre Israel por tres años (v. 22).
Dios envió un mal espíritu entre Abimelec y los hombres de Siquem, y éstos procedieron pérfidamente con él, para que la violencia hecha con los setenta hijos de Jerobaal fuese vengada y la sangre de ellos recayera sobre su hermano Abimelec y sobre los hombres de Siquem, quienes fortalecieron las manos de él para que matase a sus hermanos (vs. 23-24).
Los hombres de Siquem procedieron pérfidamente con Abimelec, sublevándose contra él, y fueron fortalecidos por Gaal, hijo de Ebed (vs. 25-29).
Zebul, el gobernante de la ciudad, ayudó a Abimelec a derrotar a Gaal y a los hombres de Siquem, a destruir la ciudad de Siquem y a prenderle fuego a su fortaleza, incinerando a unos mil hombres y mujeres que se habían refugiado allí (vs. 30-49).
Abimelec atacó Tebes. Mientras se encontraba combatiendo para tomar una torre fortificada, una mujer tiró una muela de molino sobre la cabeza de Abimelec y le rompió el cráneo. Abimelec llamó apresuradamente al joven que llevaba sus armas, pidiéndole que desenvainara su espada y lo matara para que no se dijera que había sido muerto por una mujer. El joven lo atravesó con la espada, y Abimelec murió. Así pagó Dios a Abimelec el mal que hizo y todo el mal de los hombres de Siquem, haciendo venir sobre ellos la maldición de Jotam (vs. 50-57).
Después de estudiar Jueces 9, podemos ver que este pasaje nos presenta un cuadro del caos que imperaba entre los elegidos de Dios, Israel, y cuánto ellos se habían degradado. Su degradación comenzó cuando ellos abandonaron a Jehová su Dios y adoraron a los ídolos de los cananeos, lo cual trajo como resultado que ellos dieran rienda suelta a su concupiscencia carnal al tener muchas esposas con las cuales tuvieron muchos hijos. Gedeón tuvo setenta y dos hijos con muchas mujeres (8:30-31; 9:5); otro juez tuvo treinta hijos (10:4); otro juez tuvo treinta hijos y treinta hijas (12:8-9); y otro juez tuvo cuarenta hijos y treinta nietos (vs. 13-14). La degradación de Israel también resultó en que ellos desfogaron desenfrenadamente su odio al punto de matarse unos a otros, hasta que ellos mismos acabaron en absoluta destrucción.
Después de Abimelec se levantó Tola, varón de Isacar, para salvar a Israel. Tola juzgó a Israel veintitrés años. Después de Tola, Jair, el galaadita, quien tenía treinta hijos, se levantó para juzgar a Israel veintidós años (10:1-5).