Mensaje 10
Lectura bíblica: Sal. 22
En el libro de Salmos, hay algunos salmos que sobresalen. Los mejores salmos que hemos visto hasta ahora son el salmo 2, el salmo 8 y el salmo 16. Ahora hablaremos del cuarto salmo de entre los mejores, el salmo 22.
En general, nos gustan todos los salmos porque en cada uno de ellos resalta la aspiración de acercarse a Dios, de orar a El, de tener contacto con El y de recibir ayuda espiritual de Su parte. Hasta en el salmo 1 podemos ver esto. Hemos visto que el salmo 1 exalta la ley en vez de exaltar a Cristo, pero no debemos condenar el salmo 1 hasta el grado de abandonarlo. Eso estaría mal. Debemos apreciar cada salmo debido a que cada uno de ellos, siendo la Palabra de Dios, se puede comer (Jer. 15:16; Mt. 4:4). Si alguno se siente débil o decaído, puede leer varias veces algún salmo, acompañándolo con algo de oración. Así recibirá nutrición. Cada uno de los salmos puede ser un suministro espiritual para nosotros,
El problema radica en que a menudo recibimos este suministro espiritual de una manera equivocada. No es tan simple comer. Necesitamos los ingredientes apropiados y también la manera adecuada de cocinarlos. A esto se debe que necesitemos profundizar en el estudio de la manera adecuada de entender todos los salmos uno por uno. Mi carga consiste principalmente en mostrar que el libro de Salmos está totalmente centrado en Cristo. Cristo no sólo es la centralidad, sino también la universalidad del libro de Salmos. Creo que el Señor nos ha dado el modo apropiado y particular de estudiar, conocer e interpretar los salmos. En este mensaje deseamos ver que Cristo se revela en el salmo 22 de una manera particular.
El título del salmo 22 dice: “Al director del coro: según la cierva de la aurora”. Este título de la melodía de este salmo reviste mucho significado. La cierva de la aurora se refiere al Cristo en resurrección. Esta enseñanza se ha dado en la iglesia, en el Cuerpo de Cristo, anteriormente. Yo recibí esta luz por medio del hermano Watchman Nee. El título del salmo 22 muestra que éste es un salmo acerca de Cristo en resurrección. Cristo es una cierva. El es una cierva, un venado, que brinca y que es activo y viviente. Las ciervas son animales rápidos que saltan al correr. Cristo en resurrección es Aquel que salta (Cnt. 2:8-9).
Haber ido a Rusia para la propagación del recobro del Señor ha sido un “salto”. Hace apenas un año no teníamos la idea de ir a Rusia. La decisión de seguir al Señor y “saltar” en pos de Su mover en Rusia fue tomada el año pasado en el día de conmemoración, esto fue, en 1991. Este mover sin duda es el mover de Cristo en resurrección. El salmo 22 habla de Cristo como la cierva de la aurora, el Cristo que fue resucitado temprano por la mañana.
Por supuesto, sin muerte no puede haber resurrección. La resurrección viene después de la crucifixión. Los primeros veintiún versículos del salmo 22 hablan de la muerte de Cristo, es decir, de la crucifixión de Cristo, y los últimos diez hablan de Su resurrección. Isaías 53 es un capítulo peculiar que habla detalladamente de la muerte de Cristo. El salmo 22 es otro capítulo de la Biblia, en el Antiguo Testamento, que habla de la muerte de Cristo de una manera muy detallada. Se necesitan estos dos capítulos para poder ver un cuadro completo y detallado de la muerte de Cristo.
El tema del salmo 22 es el Cristo que ha pasado por la muerte redentora y ha entrado en la resurrección que produce la iglesia. Su muerte tiene como fin redimir, y Su resurrección tiene como fin producir la iglesia.
Los versículos del 1 al 21 nos muestran cómo Cristo pasó por la muerte redentora.
Los versículos del Ib al 5 representan el clamor de David ante Dios. David se quejaba ante Dios. Le preguntaba a Dios por qué lo había abandonado, diciendo que había clamado a Dios, más éste no le había respondido. Nuestro Dios es amoroso y también es muy paciente para con nosotros. David clamó ante Dios. ¿Alguna vez hemos nosotros clamado ante Dios? Es posible que todos hayamos orado, pero no muchos han clamado.
No hay duda de que nuestro Dios es amoroso, aunque a veces no parezca serlo. Quizás algún hermano sea despedido de su trabajo, en vez de recibir un ascenso. Tal vez otro hermano no sea sanado de alguna enfermedad, a pesar de haber orado por tres meses. Ciertamente Dios escucha nuestras oraciones, pero muchas veces El no contesta las oraciones que no sean conforme a Su deseo, Su economía, Su plan. Cuando nuestras oraciones no surtan efecto, tenemos que aprender a acudir a Dios y a quejarnos ante El. No debemos simplemente orar ante Dios o alabarle. Debemos darnos cuenta de que a Dios le place escuchar nuestras quejas.
El versículo 1 dice: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” David dijo esto en medio de su sufrimiento. En realidad, esto vino a ser una profecía acerca de Cristo en el sufrimiento de Su muerte redentora. Esto fue citado por el Señor cuando sufría la crucifixión (Mt. 27:46).
Los versículos 2-5 continúan la oración clamante de David, la cual pasó del clamor a la alabanza. Luego, Cristo habló. A partir del versículo seis, la voz pasa a ser de otra persona, de Cristo. De esta manera fueron escritos los salmos. Mientras David hablaba, Cristo comenzó a hablar por conducto de David.
En Salmos 22 vemos que los sufrimientos de David tipifican el paso de Cristo por la muerte (vs. la, 6-21). David y Salomón eran tipos de Cristo. David tipifica a Cristo en Sus sufrimientos, y Salomón tipifica a Cristo en Su reinado y soberanía ejercidos mediante Su reino.
Los sufrimientos que llevaron a Cristo a la muerte fueron conferidos por medio del oprobio, el menosprecio, los insultos, el escarnio, el menear de cabeza, y las burlas de los hombres (vs. 6-8; He. 13:13b; Is. 53:3 Le. 23:11; Mr. 15:29-32; Mt. 27:39-44). Espero que algunos, especialmente los jóvenes, recuerden estas palabras que describen los sufrimientos del Señor. Cada una de estas palabras tiene un significado particular que describe lo que el Señor sufrió en la cruz. Es posible que jamás hayamos considerado el significado de cada una de estas palabras. Esto demuestra que cada vez que leemos la Biblia tenemos la tendencia de pasar las cosas por alto.
Este oprobio también se describe en Hebreos 13:13, donde dice: “Salgamos, pues, a él fuera del campamento, llevando su vituperio”. Esto indica que debemos salir del campamento representado por la religión para seguir a Jesús en Sus sufrimientos. Llevar el oprobio o vituperio del Señor consiste en llevar Su desgracia o vergüenza. Menospreciar es considerar poca cosa o mirar con desdén y desprecio. Insultar consiste en reírse de alguien con desdén. Escarnecer consiste en reírse de alguien haciendo gestos que expresen escarnio o desdén. Cuando Cristo estaba en la cruz, los que buscaban ridiculizarlo meneaban la cabeza (Sal. 22:7b; Mt. 27:39; Mr. 15:29), diciendo:
“Se encomendó a Jehová; rescátele El” (Sal. 22:8a). Burlarse es despreciar o desdeñar e imitar de manera insultante. El Señor Jesús sufrió todas estas cosas mientras era clavado a la cruz. Los hombres se dirigieron a El con oprobio, lo menospreciaron, lo insultaron, lo escarnecieron, menearon sobre El la cabeza y se burlaron de El.
Salmos 22:9-11 muestra que Cristo confiaba en que Dios le libraría. Mientras los hombres se burlaban de El y lo insultaban, El confiaba en Dios. La liberación de la cual se habla aquí es la resurrección. El tenía la intención definitiva de morir y esperaba ser librado desde el seno de la muerte es decir, confiaba en que sería resucitado de entre los muertos.
Salmos 22:12-18 muestra cómo Cristo pasó por los sufrimientos de la crucifixión. Los judíos no tenían la práctica de crucificar a los criminales. Esa forma de ejecución era practicada por los paganos (Esd. 6:11) y fue adoptada por los romanos, quienes la usaban para ejecutar a los esclavos y criminales más viles. Como Cordero de Dios, Cristo fue crucificado con miras a nuestra redención (Jn. 1:29; He. 9:12).
Hace años, leí un artículo que describía cómo los hijos de Israel sacrificaban un cordero durante la pascua. Ellos tomaban dos maderos y formaban una cruz. Ataban dos piernas del cordero al pie de la cruz y las otras dos las extendían en el travesaño formado por los maderos. Luego sacrificaban al cordero de modo que toda la sangre fuese derramada, ya que la necesitaba para rociar los marcos de las puertas (Ex. 12:7). La manera en que el cordero de la pascua era sacrificado presenta un cuadro de la crucifixión de Cristo en la cruz como el Cordero de Dios.
Cuando Cristo estaba siendo crucificado, muchos hombres fieros, representados por los grandes toros, le rodearon (Sal. 22:12). Abrieron la boca delante de El como leones rapaces y rugientes (v. 13). Hombres malignos, tipificados por los perros, le rodearon, y fue cercado por una cuadrilla del malhechores (v. 16).
Salmos 22:16c dice que horadaron Sus manos y Sus pies (Zac. 12:10; Jn. 19:37; Ap. 1:7). Charles Wesley, en uno de sus himnos, habla de las cinco heridas sangrantes que Cristo recibió en el Calvario (Himnos #144). Los soldados romanos que lo ejecutaron le horadaron las manos, los pies y un costado (Jn. 19:34).
Se repartieron entre sí Sus vestidos y sobre Su ropa echaron suertes (Sal. 22:18; Jn. 19:23-24). En Su crucifixión, al Señor, junto con Su vida, se le quitó el derecho a estar vestido. Desnudaron totalmente al Señor Jesús con el fin de hacer una exhibición pública vergonzosa.
Salmos 22:17 dice que lo miraban y observaban. Los malhechores observaban al Señor con desdén y odio mientras El estaba en la cruz.
En la cruz El fue derramado como agua (v. 14a). Isaías 53:12 dice que El derramó Su vida. No es posible comprender cabalmente todo el sufrimiento que el Señor Jesús experimentó en la cruz.
Salmos 22:14b dice que todos Sus huesos fueron descoyuntados. Esto ocurrió porque no podía sostener el peso de Su cuerpo mientras colgaba en la cruz. Sus huesos descoyuntados le produjeron gran agonía y dolor.
Además, El podía contar todos Sus huesos(v. 17a). Su corazón era como cera que se derretía en medio de El (v. 14c-d). Su vigor se secó como teja (v. 15a; Jn. 19:28), que es un pedazo de cerámica. Su lengua se pegó a Su paladar (Sal. 22:15b). Dios le puso en el polvo de la muerte (v. 15c; Fil. 2:8b). Dios le hizo morir. Por un lado, el hombre lo estaba crucificando o matando, pero al final, fue Dios quien lo hizo morir. En realidad, Dios mató a Jesús. Si Jesús hubiese muerto por el hombre, nunca habría podido ser nuestro Redentor. Hubiese sido solamente un mártir. Sin embargo, Dios lo juzgó y lo hizo morir con miras a nuestra redención (Is. 53:4, 10).
Cristo le pidió a Dios que lo librase de la muerte (Sal. 22:19-21). Hebreos 5:7 dice que Cristo suplicó a Dios que lo librase, es decir, que lo levantase de entre los muertos.
Salmos 22:1 muestra que en la cruz Cristo fue desamparado por Dios (v. la; Mt. 27:45-46). El comienzo del salmo 22 habla de esto, pero según la secuencia de los eventos ocurridos en la cruz, Cristo clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” aproximadamente a la hora novena, o sea, a las tres de la tarde (Mt. 27:46). Esto fue al final de Su crucifixión. Cristo estuvo colgado en la cruz por seis horas, de la hora tercera, las nueve de la mañana (Mr. 15:25), a la hora novena, las tres de la tarde. Durante las primeras tres horas El fue acosado por el hombre por haber hecho la voluntad de Dios; durante las últimas tres horas El fue juzgado por Dios para efectuar nuestra redención. Fue durante las últimas tres horas cuando Dios lo contó como nuestro Sustituto, quien sufrió por nuestro pecado (Is. 53:10).
Hubo tinieblas sobre toda la tierra (Mt. 27:45) porque nuestro pecado y nuestros pecados estaban siendo tratados en la cruz. Isaías 53:6 dice que Dios cargó todos nuestros pecados en Cristo, El fue desamparado por Dios por causa de nuestros pecados (1 Co. 15:3), siendo hecho pecado por causa nuestra (2 Co. 5:21) para que Dios lo juzgara como nuestro Sustituto.
Mientras Cristo estaba en la tierra, Dios el Padre siempre estaba con El (Jn. 8:29), pero en cierto momento durante la crucifixión, Dios le abandonó. Dios le abandonó en el aspecto económico, no en el aspecto esencial. En cuanto al aspecto esencial, Dios jamás podría abandonar a Cristo. En cambio, en el aspecto económico, Dios sí lo abandonó por un tiempo. Así, que El clamó: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”
En 1 Pedro 3:18 se revela que El fue abandonado por Dios en cuanto a una muerte sustitutiva. Este versículo dice que, siendo El, justo, Cristo murió por los injustos. Los modernistas dicen que la muerte de Cristo no fue para la redención, sino que solamente fue un martirio para bien de la gente. Decir eso es una herejía. Juan 1:29 dice: “He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”. Todo el pecado del mundo le fue cargado a Cristo en la cruz. El murió una muerte sustitutiva por nosotros para redimirnos de nuestros pecados, del juicio de Dios y de la perdición eterna.
Después de pasar por Su muerte redentora, Cristo entró en la resurrección que produce la iglesia (Sal. 22:22-31).
En la resurrección, Cristo llamó hermanos a Sus discípulos. Salmos 22:22 dice: “Anunciaré Tu nombre a Mis hermanos; en medio de la asamblea te alabaré”. En este versículo, el verbo “anunciaré” se refiere al Cristo resucitado, quien declara el nombre del Padre a Sus hermanos. Si El hubiese permanecido en la muerte, no habría podido declarar a Sus hermanos el nombre de Dios el Padre.
Cristo estuvo en la tierra con Sus discípulos durante los tres años y medio de Su ministerio terrenal, pero nunca los llamó hermanos sino hasta la mañana del día que fue resucitado. Ese día el Señor le dijo a María: “Ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Jn. 20:17). Esto quiere decir que los discípulos fueron hechos hijos de Dios en la resurrección de Cristo. Antes de Su resurrección los discípulos no eran Sus hermanos debido a que no habían sido aún regenerados. Sin embargo, cuando Cristo fue resucitado, todos los creyentes, incluso usted y yo, fuimos resucitados con El y en El (Ef. 2:6). Mediante Su resurrección, nosotros fuimos regenerados (1 P. 1:3). La resurrección fue un gran parto, un gran nacimiento. Hechos 13:33 dice que la resurrección fue un nacimiento para Cristo. Cristo era el unigénito Hijo de Dios (Jn. 3:16), pero en la resurrección El fue engendrado como el primogénito Hijo de Dios y llegó a tener muchos hermanos (Ro. 8:29), los muchos hijos de Dios.
En 1 Pedro 1:3 se dice que mediante la resurrección de Cristo, Dios regeneró a todos los creyentes. Algunos quizá piensen que fueron regenerados en cierta ocasión hace unos años. Sin embargo, todos fuimos regenerados en realidad al mismo tiempo antes de haber nacido. Una vez supe de una mujer que dio a luz siete hijos en un solo parto, pero eso no puede compararse con el gran nacimiento de muchos hijos que ocurrió por medio de la resurrección de Cristo. La resurrección de Cristo fue un nacimiento simultáneo de millones de hijos de Dios. En la resurrección, Cristo fue el primogénito Hijo de Dios, y nosotros le seguimos para ser los muchos hijos de Dios. El día de Su resurrección, El podía decir que Su Padre era nuestro Padre porque El y nosotros nacimos del mismo Padre. Nosotros, Sus creyentes, Sus discípulos, llegamos a ser Sus hermanos.
La segunda mitad de Salmos 22:22 es muy significativa. Dice: “En medio de la asamblea ta alabaré”. La asamblea es la iglesia, y el pronombre te se refiere a Dios el Padre. En la mesa del Señor nosotros seguimos el ejemplo del Señor en cuanto a alabar al Padre. Después de recordar al Señor tomando el pan y el vino, seguimos al Señor y alabamos al Padre, le adoramos. Conforme a la lógica, el versículo 22b debería decir: “En medio de ellos te alabaré”. Sin embargo, el Señor cambió el pronombre ellos por la asamblea. “Mis hermanos” llegaron a ser la iglesia, la asamblea. Los hermanos del Señor constituyen la iglesia (He. 2:11-12).
En resurrección, Cristo anunció el nombre del Padre a Sus hermanos y alabó al Padre en la iglesia. Su resurrección en la resurrección que produce la iglesia. Hebreos 2:11-12 dice: “Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos, diciendo: Anunciaré a mis hermanos tu nombre, en medio de la congregación te alabaré”. El que santifica es Cristo, y los que son santificados somos los creyentes. Tanto El como nosotros somos de Uno, es decir, provenimos del Padre. Hebreos 2:12 es una cita de Salmos 22:22.
La iglesia de Cristo introduce Su reino para que El rija las naciones. Salmos 22:27-28 dice: “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti. Porque de Jehová es el reino, y El es rige las naciones”. Cristo tiene el reino y el regirá las naciones.
La iglesia introduce el reino. De hecho, la iglesia es la realidad del reino y es precursora de la manifestación del reino. Hoy día la iglesia es el reino. Romanos 14:17 dice que la vida de iglesia es la vida del reino, o sea, el reino de Dios. Esto es, la iglesia es precursora del reino venidero, tal como el tabernáculo era un precursor del templo. La vida de iglesia hoy día es una miniatura, una precursora, del reino venidero de mil años. La iglesia es producida por la resurrección de Cristo, y el reino entrará en vigor por medio de la iglesia.
Después de la alabanza que Cristo dirige a Dios en la iglesia, David exhorta al pueblo de Dios a que alabe a Jehová, y a toda la tierra a que le adore (Sal. 22:23-26, 29-31). Salmos 22:23 dice: “Los que teméis a Jehová, alabadle; glorificadle, descendencia toda de Jacob, y temedle vosotros, descendencia toda de Israel”. Esto quiere decir que Cristo exhorta a los judíos a que aprendan de la iglesia. Cristo fue el primero en alabar a Dios en la iglesia, y ésta le sigue en alabar a Dios. Ahora la descendencia de Jacob debe seguir a Cristo y cuando Jesús regrese, todo Israel se arrepentirá y será salvo (Ro. 11:26-27; Zac. 12:10). Entonces se unirán a nosotros para alabar a Dios. En la exhortación de David al final del salmo 22 vemos a la iglesia como el reino y vemos cómo todo el pueblo adora a Dios y alaba al Padre.