Mensaje 13
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Lectura bíblica: Sal. 25; Sal. 26; Sal. 27
Hasta ahora hemos visto cuatro estaciones tocante a Cristo en los Salmos. Estas cuatro estaciones son el salmo 2, el salmo 8, el salmo 16 y los salmos 22—24. Ahora hemos llegado a la parte final del primer libro de los Salmos, la sección formada por los salmos 25—41. El título general de Salmos 25—41 es: “Las expresiones mezcladas de los sentimientos del salmista en el disfrute que tiene de Dios en la casa de Dios”. Es necesario que consideremos el significado de la palabra sentimiento. Los sentimientos de una persona son la condición de su situación interior. Cuando David escribió estos salmos, en él había cierta situación interior. El escribió estos salmos conforme a cierto “escenario interior”.
David no era una persona superficial. El meditaba muy bien las cosas. Cuando escribía estos salmos, había en él muchos sentimientos, pensamientos y consideraciones. Los salmos 25—41 representan las expresiones mezcladas de David en relación con sus sentimientos, su situación y su escenario interiores en cuanto al disfrute que él experimentaba de Dios en la casa de Dios. Las expresiones son externas; los sentimientos son internos. Al disfrutar David a Dios en la casa de Dios, él tenía muchos sentimientos y pensamientos interiores, así que él los expresó.
Estos diecisiete salmos contienen muchas expresiones mezcladas. Algunas son espirituales, otras son divinas, otras son muy naturales y otras son dignas de condenar. Algunas de sus expresiones deben ser puestas bajo nuestros pies, mientras otras deben ser ensalzadas a lo máximo. Las expresiones encontradas en estos salmos son o divinas o buenas o malas. Necesitamos discernir apropiadamente si estas expresiones pertenecen al árbol de la vida o al árbol de la ciencia del bien y del mal.
En el salmo 25 David expresó sus sentimientos al buscar dirección y enseñanza de parte de Dios en Sus caminos y sendas. Un camino es una carretera principal y una senda es una vereda o sendero, una carretera pequeña. En las cosas divinas de Dios, en Su revelación divina, hay caminos, que son carreteras principales, y hay sendas. Necesitamos buscar la dirección y enseñanza de parte de Dios en Sus caminos y sendas.
David le rogó a Dios que no lo dejase ser avergonzado y que sus enemigos no exultasen por causa de él. Exultar consiste en regocijarse con mucho júbilo. David también quería que fuesen avergonzados los que obraban pérfidamente, porque él había levantado su alma a Dios, había confiado en Dios y esperaba en El (vs. 1-3). El alma de David estaba decaída, así que él levantó su alma hacia Dios. Esto significa que él recurrió a Dios.
Que David le rogara a Dios que no lo dejase ser avergonzado y que sus enemigos no exultasen por causa de él tiene que ver con el árbol de la ciencia del bien y del mal, no con el árbol de la vida. Que le pidiese a Dios que los que obraban pérfidamente fuesen avergonzados también tiene que ver con el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Ahora bien, debemos considerar que David levantó su alma a Dios, confió en Dios y esperó en Dios, conforme al contexto del salmo 25. ¿Tiene esto que ver con el árbol de la vida o con el árbol de la ciencia del bien y del mal? No podemos dar una respuesta definitiva a esta pregunta, dado que David recurrió a Dios conforme a la era del viejo pacto y en esa esfera, estaba bajo la ley. Hoy día estamos en la era del nuevo pacto, bajo la gracia. En la era del viejo pacto, David levantó su alma a Dios, confió en Dios y esperó en Dios, pero nada de esto está a la altura del nuevo pacto. La norma del nuevo pacto es mucho más elevada que la del viejo pacto.
David también le pidió a Dios, el Dios de su salvación, que le enseñase y le guiase por las sendas de Sus compasiones y de Sus bondades (vs. 4-6).
David le pidió a Dios que no se acordase de sus pecados, de sus transgresiones ni de su gran iniquidad (vs. 7, 11, 18b), sino que perdonara todo ello. Esto sin lugar a dudas corresponde al árbol de la vida porque en el comienzo del Nuevo Testamento hubo un hombre que le decía a la gente que se arrepintiera (Mt. 3:1-2). La manera de entrar en la era neotestamentaria consiste en que confesemos nuestros pecados, sumado al hecho de que Dios perdone nuestros pecados. Este es el umbral de la era neotestamentaria. Nosotros confesamos y Dios perdonó; luego entramos en la era neotestamentaria.
David tenía la certeza de que Dios, por ser bueno y recto, instruye a los pecadores en el camino (Sal. 25:8). David no dice qué es “el camino”. Creo que esto se refiere al hecho de que Dios instruye a los pecadores con respecto a la manera de confesar sus pecados y tocante a la manera del perdón de Dios. Debemos tener la certeza de que Dios, quien es bueno y recto, nos instruye a nosotros los pecadores con respecto a cómo confesar y cómo recibir Su perdón.
David también dijo que Dios guía y enseña a los humildes Su camino en justicia y que trata con benignidad y verdad a los que observan Su pacto y Sus testimonios (vs. 9-10). La palabra testimonios en los Salmos se refiere a la ley, la cual incluye los diez mandamientos, los estatutos y las ordenanzas. Además de los diez mandamientos, la ley de Moisés tiene muchos estatutos. Cuando los estatutos van acompañados de juicios, pasan a ser ordenanzas. Las ordenanzas son estatutos acompañados de juicios. Estas son las tres categorías de la ley: los diez mandamientos, los estatutos y las ordenanzas. De manera global, la ley es el testimonio de Dios. En las expresiones de David podemos ver que él estaba en la esfera, en la atmósfera y hasta en el elemento de la ley debido a que él nació y vivió en la era de la ley.
En el Nuevo Testamento, el Señor Jesús no le enseñaba a la gente a guardar la ley del Antiguo Testamento. Según la enseñanza del Señor Jesús en Mateo 5—7, Su ley interior, la ley del reino de los cielos, es mucho más elevada y mucho más profunda que los diez mandamientos. La ley del viejo pacto trata con el acto de asesinar (Mt. 5:21), pero la nueva ley del reino trata con la ira, que es la causa del asesinato (v. 22). La ira lleva al asesinato, así que en el Nuevo Testamento la ira equivale a un asesinato.
David pasa a decir que Dios instruye al hombre que le teme tocante al camino que ha de escoger (Sal. 25:12). Si alguien es así, David dice que su alma habitará en prosperidad y que su descendencia poseerá la tierra (v. 13). Este concepto corresponde al árbol de la ciencia del bien y del mal. A fin de seguir al Señor en el Nuevo Testamento debemos renunciar a todo. ¿Acaso el apóstol Pablo gozó de alguna clase de prosperidad exterior? El ni siquiera tuvo una familia. Pablo renunció a todo y lo perdió todo en su búsqueda de Cristo.
David también dijo que Dios les da a conocer Su consejo íntimo y Su pacto a aquellos que le temen. El versículo 14 dice: “El consejo íntimo de Jehová es con los que le temen, y a ellos dará a conocer Su pacto”. David mencionó a la vez el pacto, o sea la ley, y el consejo íntimo de Dios. Esto es una expresión mezclada.
Me gustaría que considerásemos si alguna vez hemos experimentado el consejo íntimo de Dios. A muchos cristianos les gustan los salmos debido a que en ellos abundan términos tan agradables como consejo íntimo. Yo disfruté el consejo íntimo de Dios de una manera muy real cuando fui hecho prisionero por el ejército invasor japonés hace unos cincuenta años en la China continental. La policía militar japonesa me encarceló dos veces, la segunda de ellas por treinta días. Durante ese tiempo pasé por muchos sufrimientos, pero Dios me preservó. Además, en un sueño Dios me aseguró que mi vida sería preservada. Aún hasta el día de hoy ese sueño se sigue cumpliendo. El Señor también me dio otros sueños durante ese período de encarcelamiento. Todos esos sueños representaron el propio consejo íntimo de Dios para conmigo durante el tiempo que estuve sufriendo. En cierto sentido, yo estaba sufriendo en prisión, pero el Señor estaba dentro de mí de una manera muy íntima para darme Su consejo íntimo. También puedo testificar que he disfrutado el consejo íntimo de Dios a lo largo de los muchos años de mi vida cristiana.
David habla del consejo íntimo de Dios, pero lo mezcla con el viejo pacto, la ley. El concepto divino conforme al árbol de la vida y el concepto humano conforme al árbol de la ciencia del bien y del mal pueden ser vistos en las expresiones mezcladas de David.
David dijo que sus ojos miraban siempre hacia Jehová porque El sacaría de la red los pies de David y se volvería a él, le sería propicio, aliviaría las angustias de su corazón, lo sacaría de sus congojas y vería su aflicción y sus penas (vs. 15-18a). Aquí también hay una mezcla del concepto divino, el cual es conforme al árbol de la vida, y el concepto humano, el cual es conforme al árbol de la ciencia del bien y del mal.
David le pidió a Dios que mirara a sus muchos enemigos, quienes lo aborrecían con odio violento (v. 19). Esto tiene que ver con el árbol de la ciencia del bien y del mal. No cabe duda que David correspondía con odio al odio de sus enemigos. Esto va totalmente en contra del principio del Nuevo Testamento, el cual nos pide que amemos a nuestros enemigos y que oremos por ellos (Mt. 5:43-44).
David también le pidió a Dios que lo librase guardando su alma y no permitiendo que fuese avergonzado, porque él se había refugiado en Dios (Sal. 25:20). Luego le pidió a Dios que lo preservara, no por causa de la redención y las compasiones de Dios, sino por causa de su integridad y rectitud, porque él había esperado en Dios (v. 21). David dijo que él andaba en integridad, que andaba en rectitud, y que esperaba en Dios. Esto también es una expresión mezclada. Durante la era en que él vivía no había nada incorrecto en esperar en Dios, pero que David le pidiera a Dios que lo guardase por causa de su integridad corresponde al concepto humano. Integridad significa pureza absoluta más perfección absoluta. David seguramente no era absolutamente puro, perfecto ni recto. El no debió haberle pedido a Dios que lo guardase por causa de su integridad y rectitud. Esta clase de pensamiento tiene que ver con el árbol de la ciencia del bien y del mal.
En el versículo 22 David le pide a Dios que redima a Israel de todas sus angustias.
El salmo 26 revela las expresiones mezcladas de los sentimientos de David al pedirle a Dios que lo juzgue, lo escudriñe, lo pruebe y lo examine. Pedirle a Dios que lo examine a uno es como pedirle a alguien que examine un cadáver. ¿Qué hay dentro de nosotros que valga la pena de ser examinado por Dios? Somos como un cadáver totalmente putrefacto, corrupto e inmundo. Sin embargo, muchos de los que leen los salmos se deleitan en las expresiones de David al pedirle a Dios que lo juzgue, lo escudriñe, lo pruebe y lo examine. La expresión neotestamentaria es ésta: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí” (Gá. 2:20a). Esto quiere decir que hemos sido terminados. En este sentido somos como un cadáver, al cual no vale la pena examinar. ¿Quién se atreve a pedirle a Dios que venga y lo examine? Yo no me atrevo a hacerlo.
Cuando fui encarcelado por el ejército invasor japonés, yo no le pedí a Dios, como David lo hizo, que me juzgara para que viera que yo había andado en integridad, ni que me escudriñara porque había andado en Su verdad (Sal. 26:1-3). En vez de eso, le confesé a El mis pecados, fallas, errores y defectos diarios. Debemos decirle al Señor: “Señor, no sirvo para nada sino para la muerte. Pero agradezco que Tú me has crucificado, y que en el bautismo he sido sepultado. Ahora ya no debo vivir yo, sino Tú en mí”. ¡Qué enorme diferencia existe entre esta expresión conforme a la revelación del Nuevo Testamento y la expresión de David en el salmo 26!
¿Quién se atreve a orar, diciendo: “Dios, ven y júzgame, escudríñame, pruébame y examíname”? ¿Acaso somos dignos de que Dios nos ponga a prueba? En nosotros abundan defectos, faltas, errores, ofensas, transgresiones, abusos, maldades, iniquidad, pecado, pecados y contaminación. Muchas veces no estamos bien en nuestra actitud interna hacia otros. Por esta razón, cada día tengo que confesarme ante el Señor. Aun antes de hablar en las reuniones, a menudo oro así: “Señor, perdónanos y purifícanos con Tu preciosa sangre”. Si no confieso mis pecados y mi contaminación, no puedo tener una conciencia pura y un espíritu fuerte para hablar por el Señor.
David se apoyaba en que andaba en integridad y en verdad para que Dios, en Su benignidad, le fuera propicio (Sal. 26:1, 3, 11a). Este concepto tiene que ver con el árbol de la ciencia del bien y del mal.
David se apoya en que no se acompañaba de los impíos (vs. 4-5, 9-10). En el salmo 26 David habló de sus adversarios internos y de sus enemigos externos. El creía ser santo, separado, y que ellos eran impíos. Ante los ojos de Dios, sin embargo, él y sus adversarios eran lo mismo. ¿En qué somos nosotros mejor que los demás? Todos los hombres son pecaminosos.
Tenemos que ser librados de nuestro concepto humano y ser llenos del concepto divino, el concepto del Nuevo Testamento. Según el concepto divino, hemos sido crucificados y sepultados juntamente con Cristo (Gá 2:20a; Ro. 6:4). Ahora ya no debemos vivir nosotros, sino que debe ser Cristo quien viva en nosotros. Esto es conforme al árbol de la vida.
David dijo que se lavaba las manos en inocencia para andar alrededor del altar (Sal. 26:6). Al andar alrededor del altar, proclamaba con acción de gracias y pregonaba las maravillas de Dios (v. 7). David se creía inocente y puro. Este concepto es erróneo. Yo respeto mucho a David, y creo que fue un gran hombre al servicio de Dios. En cierto sentido él era muy espiritual, pero no lo era en todos los sentidos. Podemos ver que muchas veces no estaba a la altura de la economía de Dios.
El estándar de la lay no es el nivel de la economía de Dios. El estándar de la economía de Dios es el estándar del Nuevo Testamento. La economía de Dios no tiene como fin que seamos un hombre bueno, sino que seamos un Dios-hombre. Independientemente de lo bueno que una persona pueda ser, mientras no sea un Dios-hombre, no está al nivel de la economía de Dios. Lamentablemente, sin embargo, casi todos los cristianos que leen los salmos guardan el estándar de ser un buen hombre. Ellos no han visto el estándar de ser un Dios-hombre. Dios quiere que nosotros seamos un Dios-hombre, no simplemente un buen hombre.
David señaló que Dios debía redimirlo y serle propicio debido a su integridad (v. 11). Esto es un insulto para Dios. Si anduviésemos en integridad, si fuésemos absolutamente puros y perfectos, no necesitaríamos la redención. Dios seguramente no nos redimiría por causa de nuestra integridad. En vez de eso, todo hombre debería orar así: “Dios, redímeme porque soy un gran pecador”. Pablo dijo que Cristo vino al mundo a salvar a los pecadores, de los cuales él era el primero (1 Ti. 1:15). Una oración adecuada es la siguiente: “Señor Jesús, necesito Tu redención porque soy una persona pecaminosa”. Tal es la actitud correcta. Sin duda esto es conforme al árbol de la vida.
En el versículo 12 David dijo: “Mi pie está firme en el suelo llano; en las asambleas bendeciré a Jehová”. Decir que andamos en nuestra integridad y que nuestro pie está firme en suelo llano es ser jactancioso y orgulloso.
El salmo 27 representa las expresiones mezcladas de los sentimientos de David al confiar en Dios para que lo proteja y lo libre de sus enemigos. En este salmo David habla mucho de sus enemigos y creía que sería librado porque confiaba en Dios.
David tomaba a Dios como su luz, como su salvación, y como la fuerza y fortaleza de su vida, de modo que no temía a sus adversarios ni a sus enemigos (vs. 1-3). El pensamiento contenido en estos versículos tiene que ver con el árbol de la ciencia del bien y del mal. En ellos vemos de nuevo el orgullo de David.
David también dijo que él buscaba el rostro de Dios y le pidió a Dios, al Dios de su salvación, que no lo dejase ni lo desamparase, sino que lo acogiese más que su padre y que su madre (vs. 7-10).
David le pidió a Dios que le enseñase Su camino y lo guiase por senda llana a causa de sus enemigos, quienes lo acechaban, y creía que vería la bondad de Dios en la tierra de los vivientes (vs. 11-13).
Tenemos que ver que Dios no preservó a David ni le libró a causa de su integridad. En vez de eso, Dios preservó a David y lo libró con miras al propósito de Dios. En la economía neotestamentaria, Dios necesitaba un hombre como David, pero David no era un hombre íntegro. No era tan puro. En 1 Reyes 15:5 dice que David había hecho lo recto ante los ojos del Señor, salvo en lo tocante a Urías heteo. David asesinó a Urías y se quedó con su mujer, Betsabé. Hasta la genealogía de Cristo en Mateo 1 narra que David engendró un hijo de la que había sido mujer de Urías (v. 6). Esta expresión no es agradable. Decir que un hombre engendró un hijo de la mujer de otro constituye una mancha negra en la historia de ese hombre. Esto comprueba que David no era totalmente puro y perfecto. El no tenía esta calificación, y ninguno de nosotros la tiene. Nadie aparte del Señor Jesús ha andado jamás de una manera absolutamente pura y perfecta. A la postre, debido a la falla de David, su familia llegó a estar en un desorden corrupto. Entre sus hijos hubo también fornicación y asesinato (2 S. 13).
Al final del salmo 27, David aconseja y alienta a otros a que esperen en Dios, y que se esfuercen y se alienten en sus corazones (v. 14). Esto está bien, pero representa una actividad totalmente humana que no va conforme al estándar de la economía de Dios. En conformidad con lo que Pablo dijo en Gálatas 2:20 y Filipenses 1:21a, todos los escogidos de Dios deben confesar: “Con Cristo he sido crucificado. Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí. Aun ahora no vivo por mi fe, sino por la fe de Jesucristo. Vivo por medio de El, quien es mi fe. Estoy totalmente acabado. No soy otra cosa que un cadáver muerto y sepultado. No sé qué significa alentarse y esforzarse. Sólo sé que he sido crucificado y que ahora Cristo vive en mí. Para mí el vivir es Cristo”. Si los cristianos tuviéramos tal visión, tal revelación, nuestra actitud hacia los salmos y nuestra apreciación de los salmos sería totalmente diferente.
El coro del himno 47 en 100 Himnos Seleccionados dice: “Tú el Espíritu eres, querido y cerca a mí; ¡cómo disfruto que estás tan disponible a mí!” Hoy día no solamente se puede uno acercar al Señor, sino que El también está disponible. No es suficiente que sólo nos podamos acercar a la comida. También es necesario que la comida esté disponible para que nosotros podamos comer, de tal modo que la comida y nosotros seamos una sola entidad. Que uno se pueda acercar a algo no es tan bueno como si ese algo está disponible para uno. Hoy día en la economía neotestamentaria de Dios, no solamente se puede uno acercar a Dios, sino que también El está disponible para uno. El Señor dijo: “Yo soy el pan de vida ... el que me come, él también vivirá por mí” (Jn. 6:35, 57). Comer consiste en tomarle a El, a Aquel que está disponible, como nuestra comida. El también dijo que tenemos que beber de El, el agua viva (Jn. 4:10, 14). En el libro de Juan, todas las cosas relacionadas con Cristo no sólo están a nuestro alcance, sino que también están disponibles, es decir, las podemos disfrutar, las podemos comer y beber.
Ahora quisiera dar una palabra adicional acerca del disfrute que se tiene de Dios en la casa de Dios como se ve en el primer libro de los Salmos, el cual abarca los salmos del 1 al 41. Varias de las cosas que David disfrutó son buenas, pero muchas de ellas son objetivas y no están disponibles. David dijo que él levantaba sus manos hacia el lugar santísimo del santuario (Sal. 28:2). Esto es algo totalmente objetivo. David también dijo que los que están en el templo de Dios dicen: “¡Gloria!” (29:2). Si Dios solamente fuera la gloria por fuera de nosotros, El no tendría nada que ver con nosotros. La gloria objetiva no nos ayuda, pero que seamos subjetivamente mezclados con el Dios Triuno sí produce resultados. El coro del himno 1199 en Hymns dice: Mezclados, mezclados, aleluya ... ser mezclados es el camino. En la economía neotestamentaria, ser mezclado subjetivamente es el camino.
En Salmos 36:7-9, el disfrute que David experimenta en la casa de Dios es muy subjetivo. Estos versículos nos muestran el disfrute subjetivo de las riquezas que están disponibles en la casa de Dios. El salmista dijo que podemos ser completamente saciados de la abundancia, la grosura, las riquezas, de la casa de Dios (v. 8a). Podemos ser saciados con toda la plenitud de Dios dentro de Su casa al comerlo a El. Deseo repetir que debemos poner atención a la revelación que se encuentra en el Evangelio de Juan. En este evangelio, comer y beber son dos palabras cruciales. Por ser el pan del cielo, Jesús se puede comer. Por ser el agua viva, El también se puede beber. Si bebemos del agua viva, ésta será en nosotros un río de agua que salte para vida eterna. Comer y beber del Señor para disfrutarlo como nuestro suministro espiritual de vida es muy importante, pero en el cristianismo actual no se han dado cuenta de ello.
En la casa de Dios podemos beber del río de las delicias de Dios (Sal. 36:8b). No se trata sólo de una delicia, sino de muchas delicias. Los cristianos no necesitamos distracciones, entretenimientos, fiestas ni clubes mundanos. Nuestro “club” es la vida de la iglesia. La iglesia es el mejor club de la tierra. Aquí en la iglesia tenemos nuestras delicias. Nuestro entretenimiento es el río de las delicias de Dios. Podemos ver un cuadro de este río fluyente en Génesis 2, y este río, el río de agua de vida en Apocalipsis 22, fluirá para siempre.
Salmos 36:9a dice que podemos participar del manantial de la vida de Dios. En el libro de Jeremías, Dios condenó a Israel porque éste le abandonó a El, el manantial de aguas vivas (2:13). Sin embargo, en la casa de Dios podemos participar del manantial de la vida de Dios. Con el tiempo, podemos ver la luz en la luz de Dios (Sal. 36:9b).
En la casa de Dios tenemos el alimento, el río, el manantial de la vida y la luz. Estas cuatro cosas no son objetivas en absoluto. El alimento es para comer, el río es para beber, el manantial es para que podamos participar de él y la luz es para que viendo podamos participar de ella. ¡Qué disfrute es éste! Este disfrute en Salmos 36 es mucho más profundo y elevado que el disfrute de la casa de Dios en Salmos 27. En Salmos 36 todo está disponible. La comida está disponible, el río está disponible, el manantial de la vida está disponible, y la luz está disponible. Las riquezas de la casa de Dios están disponibles para que las disfrutemos.
Este disfrute al final nos llevará a la Nueva Jerusalén. En la Nueva Jerusalén nos saciaremos con el fruto del árbol de la vida; beberemos del río de agua de vida; participaremos del manantial de la vida de Dios; y veremos la luz en la luz divina de Dios (Ap. 22:1-2, 5). Esto es el disfrute consumado que se tiene de Dios en la casa de Dios.