Mensaje 18
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Lectura bíblica: Sal. 40; Sal. 41
En este mensaje llegamos a los salmos 40 y 41, los últimos dos salmos de Libro Uno de los Salmos. En estos salmos de nuevo vemos las expresiones mezcladas de los sentimientos del salmista en el disfrute que tiene de Dios en la casa de Dios.
Los salmos 40 y 41 nos muestran las expresiones mezcladas de los sentimientos del salmista en lo que sufría a manos de sus enemigos, y el pago que esperaba para ellos. Indudablemente, cuando David escribió estos dos salmos estaba bajo la persecución y el maltrato por parte de sus enemigos. Debido a sus sufrimientos, él quería ver que a sus enemigos se les diera el justo pago. Sin embargo, en el Nuevo Testamento el Señor Jesús nos dijo que debíamos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen (Mt. 5:44). Esto nos muestra que la oración de David en cuanto a dar retribución a sus enemigos no corresponde al concepto divino.
David esperaba que Jehová lo librara (Sal. 40:1-5, 11, 13, 16-17; 41:1-2, 10-12). En 41:10 David dijo: “Mas Tú, Jehová, séme propicio, y hazme levantar, y les daré el pago”. David estaba alabando a Dios por la liberación, y buscando a Dios para la salvación. Esto no es incorrecto, no obstante es incorrecto pedirle a Jehová que lo levante para darles el pago a sus enemigos. Espero que todos nosotros podamos ver esto. ¿Cree usted que Dios se alegra de que Sus hijos le pidan que los levante a fin de darle el pago a sus enemigos? Esto es absolutamente incorrecto. Es por esto que decimos que lo que está escrito en muchos de los salmos es una mezcla.
En los versículos 11-12 David dijo: “En esto conoceré que te he agradado, que mi enemigo no cante victoria sobre mí. En cuanto a mí, en mi integridad me has sustentado, y me pondrás ante Tu faz para siempre”. David indicaba que él sabría que Jehová se agradaba de él, si Jehová lo levantaba para que le diese el pago a sus enemigos. El también pedía que sus enemigos no cantaran victoria sobre él. A la luz de la revelación neotestamentaria, podemos ver que esto es totalmente conforme a la carne. David también dijo que Dios lo sustentaba en su integridad. El debió haber dicho que era sustentado en la misericordia de Dios, en las compasiones de Dios. En realidad no tenemos ninguna integridad delante de Dios.
David también agradecía el cuidado de Dios, que lo sustentara en su lecho y que hace toda su cama en su enfermedad (41:3). Por supuesto, este es un escrito poético. Pero, ¿cree usted que cuando David estaba enfermo vino Dios para cuidarlo como lo hace una enfermera, haciendo su cama? Indudablemente Dios nos cuida, no obstante, el apóstol Pablo no escribió nada en sus epístolas que nos indique que Dios cuidó de él como lo hace una enfermera para sostenerlo en su lecho y hacer su cama en todos sus aspectos. El hecho de que David hablara de esta manera indica que él estaba muy metido en sí mismo, en el yo.
David se refirió una vez más a su justicia e integridad en 40:9-10 y 41:12.
David reconoció sus iniquidades y sus pecados y los confesó. Salmos 40:12 dice: “Porque me han rodeado males sin número; me han alcanzado mis iniquidades, y no puedo ver. Son más numerosos que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla”. Salmos 41:4 dice: “Yo dije: Jehová, séme propicio; sana mi alma, porque contra Ti he pecado”. Es muy provechoso hacer confesión de nuestros pecados.
Cuando David estaba escribiendo los salmos 40 y 41, él estaba acorralado por sus enemigos. El indicaba que todos los enemigos que lo rodeaban eran malos, que habían llegado a ser tan numerosos que no podían ser contados. Además, sus iniquidades eran tan numerosas que no podía verlas. El había sido alcanzado y doblegado por el peso de sus iniquidades, y el número de sus iniquidades sobrepasaba el número de sus cabellos. Esto muestra que él estaba en una situación de total desespero. Los enemigos lo habían rodeado y las iniquidades lo oprimían.
David contó a Dios el maltrato de sus enemigos. En Salmos 41:5-9 dice: “Mis enemigos dicen mal de mí: ¿Cuándo morirá, y perecerá su nombre? Y si alguno viene a verme, habla mentira; su corazón recoge para sí iniquidad, y al salir fuera la divulga. Reunidos murmuran contra mí todos los que me aborrecen; contra mí piensan mal, diciendo de mí. Una peste maligna se ha apoderado de él. Y el que cayó en cama no volverá a levantarse. Aun mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”. David le contó a Dios en detalle cómo lo habían maltratado sus enemigos.
Los enemigos de David aparentaban ser sus amigos. Es por esto que ellos podían venir a verlo y hablar mentiras. Hoy en día muchas personas son semejantes a ellos. Ellos aparentemente son muy amables ante alguien cuando están con él; no obstante, cuando se despiden, ellos dicen lo que realmente piensan acerca de él. Esto es hablar mentira. Los enemigos de David llegaron a decir que se había apoderado de él una enfermedad maligna.
En medio de estas expresiones mezcladas de los sentimientos de David, él habló un palabra que vino a ser una profecía acerca de Judas Iscariote, quien traicionó al Señor Jesús. El versículo 9 dice: “Aun mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mí el calcañar”. Esta palabra fue citada por el Señor en Juan 13:18 refiriéndose a Judas.
David esperaba que sus enemigos fueran consternados y avergonzados (Sal. 40:14-15; 41:10-11).
En medio de las expresiones mezcladas de los sentimientos de David, él profetizaba acerca de Cristo. La profecía de Salmos 40:6-8 es una gran profecía acerca de Cristo, y la profecía de Salmos 41:9 es una profecía pequeña acerca de la traición de Judas hacia Cristo.
Aparentemente Salmos 40:6-8 era la palabra de David, pero en realidad es la palabra de Cristo. Cristo dijo a Dios: “Sacrificio y ofrenda no te agrada; has horadado mis oídos; holocausto y ofrenda por el pecado no has demandado. Entonces dije: He aquí, vengo; en el rollo del libro está escrito de Mí; me deleito en hacer Tu voluntad, Jehová, y Tu ley está en medio de Mis entrañas” (lit.).
Esta profecía fue citada y completamente definida por el apóstol Pablo en Hebreos 10. Cristo se agradó en hacer la voluntad de Dios, la cual consistía en reemplazar los sacrificios y ofrendas del Antiguo Testamento (vs. 5-10). Muchos cristianos aplican el asunto de hacer la voluntad de Dios, mencionado en Hebreos 10, a sus asuntos cotidianos. Sin embargo, en realidad, hacer la voluntad de Dios, según Hebreos 10, se refiere a la venida de Cristo para reemplazar los sacrificios y ofrendas del Antiguo Testamento. En la antigua dispensación Dios mandó que Su pueblo le ofreciera sacrificios y ofrendas. Pero cuando Jesús vino a vivir en la tierra, Dios ya no se agradó de las ofrendas del Antiguo Testamento. En vez de eso, la voluntad de Dios fue reemplazarlas con Cristo mismo. Cristo vino para ser el verdadero sacrificio, la ofrenda verdadera, el sacrificio vivo, la ofrenda viva, que ofreció El mismo en la cruz como la realidad de todas las ofrendas. El es la realidad de la ofrenda por el pecado, de la ofrenda por las transgresiones, del holocausto, de la ofrenda de harina y de la ofrenda de paz.
En realidad, Cristo vino para reemplazar todos los tipos del Antiguo Testamento. En otras palabras, por medio de la primera venida de Cristo, todo el Antiguo Testamento fue concluido y reemplazado. Ahora nuestras ofrendas y sacrificios son Cristo. Día y noche ofrecemos Cristo a Dios como toda clase de ofrenda. Cada vez que pecamos le pedimos a Dios que nos perdone, y tomamos a Cristo, Su Hijo, como nuestra ofrenda por el pecado y por las transgresiones. El es la verdadera ofrenda por nuestros pecados y transgresiones. Cuando nos hace falta la paz con Dios, podemos tomar a Cristo como nuestra ofrenda de paz. También podemos tomarlo como nuestro holocausto y nuestra ofrenda de harina. Cristo lo es todo para nosotros porque El cumplió todos los tipos del Antiguo Testamento y los quitó. Hoy en día, El es la realidad de todos los tipos del Antiguo Testamento.
La revelación que vemos en Salmos 40:6-8 es una de las más grandes revelaciones acerca de Cristo en Su comisión de Su encarnación. El versículo 6 dice: “Sacrificio y ofrenda no te agrada”, y “Holocausto y ofrenda por el pecado no has demandado”. Esto indica que Dios deseaba dejar Su economía antiguotestamentaria. Con la simple lectura de Salmos 40:6-8, no podemos entenderlo mucho. Sin embargo, esta porción fue citada y explicada por el apóstol Pablo en Hebreos 10. El indicó que dejar de ofrecer los sacrificios y ofrendas del Antiguo Testamento es reemplazar el Antiguo Testamento, para establecer el Nuevo Testamento.
El sacrificio (por el pecado y por los pecados delante de Dios) y las ofrendas (para tener comunión con Dios) fueron los elementos sobre los cuales se estableció el antiguo testamento (o pacto), y el antiguo testamento (o pacto) era la centralidad y universalidad de la economía de Dios en el Antiguo Testamento. Que Dios no se agrade de sacrificios y ofrendas y que no los demande, significa que El termina con Su economía antiguotestamentaria. Esta es la importancia y la grandeza de la profecía que se menciona en el salmo 40.
El versículo 6 también dice: “Has horadado mis oídos”. Esto lo citó el apóstol Pablo en Hebreos 10:5 como “mas me preparaste cuerpo”, tomado de la Septuaginta, una versión griega del Antiguo Testamento traducida unos trescientos años antes de Cristo. Horadar los oídos del cuerpo de un esclavo lo hacía el amo demandando obediencia de él (Ex. 21:6). Esto significa que Dios requirió obediencia de Cristo, como Su Esclavo en humanidad. Pablo habló de esta obediencia en Filipenses 2:8, donde dice que Cristo llegó a ser “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”. Para El esta obediencia fue hacer la voluntad de Dios por medio de ofrecerse como sacrificio y ofrenda al ser crucificado en la carne, en el cuerpo (Col. 1:22). Con base en esto, la Septuaginta interpreta la expresión horadar los oídos como preparar un cuerpo, que fue la manera en que Cristo se ofreció a Dios como sacrificio y ofrenda para reemplazar los sacrificios y las ofrendas animales del Antiguo Testamento.
Yo creo que los traductores de la Septuaginta se dieron cuenta de que horadar los oídos era requerir obediencia de Cristo, y la obediencia de Cristo consistía principalmente en que El muriera en la cruz. Para morir en la cruz, El necesitaba un cuerpo humano. Hebreos 2:14 dice que debido a que Cristo iba a destruir a Satanás, debía participar de carne y sangre, es decir, necesitaba un cuerpo. Me parece que los traductores de la Septuaginta se dieron cuenta de que la expresión “Has horadado Mis oídos” mencionada en Salmos 40:6 no la entenderían la mayoría de los lectores, así que la tradujeron “mas me preparaste cuerpo”. Horadar los oídos tenía como fin la obediencia de Cristo para que El muriera en la cruz; y preparar un cuerpo también tenía como fin que El muriera en la cruz. Así que, ambas traducciones tienen el mismo propósito. Dios preparó un cuerpo para que Cristo viniera a hacer Su voluntad a fin de ser Su único sacrificio en la cruz.
En Salmos 40:7 dice: “He aquí vengo”, lo cual indica la primera venida de Cristo mediante la encarnación para el establecimiento del nuevo testamento por El mismo como el sacrificio y ofrenda que promulgaron dicho testamento.
El versículo 7 también dice: “En el rollo del libro está escrito de Mí”. Esto indica que se profetizó acerca de Cristo en las escrituras del Antiguo Testamento y que Cristo haría la voluntad de Dios para el cumplimiento de la economía neotestamentaria de Dios según las profecías del Antiguo Testamento acerca de El.
Cuando el Señor se apareció a Sus discípulos en resurrección, El les dijo todas las cosas que estaban escritas acerca de El en las Escrituras (Lc. 24:27). En Lucas 24:44-45 El les dijo a Sus discípulos: “Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito acerca de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos. Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras”. Aquí, la palabra del Señor revela que todo el Antiguo Testamento es una revelación acerca de El y que El es el centro y el contenido. Nuestro estudio-vida del Antiguo Testamento está lleno de interpretaciones y definiciones de los tipos acerca de Cristo.
En Salmos 40:8 dice: “Me deleito en hacer Tu voluntad”. Esto indica que Cristo estaba dispuesto a hacer la voluntad de Dios en Su comisión de encarnarse para cumplir y reemplazar todos los sacrificios y ofrendas del Antiguo Testamento con el fin de terminar la economía antiguotestamentaria de Dios e iniciar y establecer Su economía neotestamentaria (Mt. 26:26-28) para la producción y edificación de la iglesia, Su cuerpo orgánico, que tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén. Cuando el Señor estableció Su mesa, El indicó que la sangre derramada en Su muerte era el factor promulgador del nuevo pacto.
En Hebreos 10:5-9, después de citar esta profecía acerca de Cristo en Salmos 40:6-8, Pablo dijo que Cristo vino para hacer la voluntad de Dios a fin de quitar al primero para que el segundo fuese establecido (He. 10:9). “El primero” en las palabras de Pablo se refiere a los sacrificios y ofrendas del primer pacto, el antiguo pacto; y “el segundo” se refiere al sacrificio del segundo pacto, el nuevo pacto, cuyo sacrificio es Cristo. La comisión que Dios dio a Cristo en Su primera venida mediante la encarnación, fue quitar los sacrificios animales del antiguo pacto y establecer en Sí mismo, en Su cuerpo, el sacrificio del nuevo pacto. Esto tenía como fin terminar la economía antiguotestamentaria de Dios e iniciar Su economía neotestamentaria, haciendo así que la profecía de Salmos 40:6-8 fuera una de las más grandes acerca del Cristo todo-inclusivo.
La profecía del salmo 40 acerca de Cristo debe considerarse la quinta estación de todas las profecías acerca de Cristo en el Libro Uno de los Salmos. Los salmos 2, 8, 16 y 22—24 son las primeras cuatro estaciones. En la quinta estación Cristo vino por medio de Su encarnación para terminar con la economía antigua de Dios e iniciar la economía nueva de Dios, Su economía neotestamentaria, reemplazando los sacrificios animales y estableciéndose como el único sacrificio del nuevo pacto. Como tal, Cristo fue el factor que promulgó la economía neotestamentaria para ser la centralidad y universalidad de la economía neotestamentaria de Dios. Por lo tanto, Cristo es grande en la profecía de Salmos 40:6-8. El cambió la era para la consumación de la nueva creación, la cual procede de la vieja creación. El cambio que El hizo de la era es más grande que la creación del universo que se menciona en Génesis 1.
La profecía acerca de Cristo mencionada en Salmos 40:6-8 es la meta y el destino de la revelación de Cristo en el salmo 2, el salmo 8, el salmo 16 y los salmos 22—24. Todos los cristianos saben que Cristo vino en Su encarnación, no obstante si queremos saber qué clase de Cristo vino, necesitamos conocer el salmo 2, el salmo 8, el salmo 16, y los salmos 22—24. Estos salmos son descripciones del mismo Cristo que vino en Su encarnación, para llevar a cabo la voluntad de Dios como la comisión de Dios para cambiar la era, para terminar todo lo viejo y reemplazar las cosas viejas consigo mismo como todo lo que es nuevo. Todos estábamos incluidos en la vieja creación, sin embargo la vieja creación fue terminada y reemplazada por Cristo. Hoy en día, en Cristo ya no somos viejos, somos nuevos (2 Co. 5:17).
La profecía acerca de Cristo en Salmos 40:6-8 fue dada en el contexto de las expresiones mezcladas de los sentimientos de David. El hablar de David en los Salmos me recuerda en cierto sentido al hablar de Pedro en los Evangelios. Pedro muy a menudo hablaba lo que era incorrecto, sin embargo, un día le dijo al Señor que El era el Cristo, el Hijo del Dios viviente (Mt. 16:16). Luego el Señor Jesús le dijo a Pedro que él era bienaventurado, porque aquello no se lo había revelado carne ni sangre, sino el Padre que está en los cielos (v. 17). El Señor pasó a decirles a los discípulos que El iba a ir a la cruz (v. 21), no obstante Pedro comenzó a reconvenirle, diciéndole: “¡Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca!” (v. 22). Cuando Pedro dijo esto, El Señor le dijo: “¡Quítate de delante de mí, Satanás!” (v. 23). En cierto momento Pedro fue bendecido al recibir una revelación celestial del Padre acerca de Cristo, sin embargo, un poco después él fue uno con Satanás. En un momento él era Pedro, en el otro él era Satanás.
El caso de Pedro puede compararse con el de David en los Salmos. En los Salmos, el hablar de David corresponde a dos conceptos, el concepto humano y el concepto divino. En cierto momento el que habla es David, pero de repente su boca llega a ser la boca que trae la revelación divina acerca de Cristo. El caso de Pedro en los Evangelios era similar.
Mateo 17 nos dice que el Señor Jesús llevó a Pedro, a Jacobo y a Juan al monte donde se transfiguró. Cuando Pedro vio al Señor transfigurado y hablando con Moisés y Elías, se emocionó mucho. El habló de manera necia diciendo: “Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías” (v. 4). En su proposición absurda, Pedro puso a Moisés y a Elías en el mismo nivel que Cristo. El estaba en el monte de la transfiguración de Cristo, sin embargo, él habló insensateces. El hablar de David en los Salmos estaba en el mismo principio. En su hablar podemos ver tanto el concepto humano como el divino. En el Nuevo Testamento hay un Pedro que habla mucho.
David escribió muchos salmos, y en ellos podemos ver su concepto natural y el concepto divino de Dios conforme a la revelación divina. En los salmos 40 y 41, las únicas porciones que están de acuerdo con el concepto divino son 40:6-8 y 41:9. Estas porciones hablan de Cristo. Sin embargo, necesitamos todos los versículos de los Salmos a fin de tener una comparación que nos muestre la revelación divina y las expresiones humanas de los sentimientos humanos.
Como ya hemos dicho, Salmos 41:9 es una profecía acerca de Judas Iscariote quien traicionó a Jesús. Este versículo dice: “Aun mi amigo íntimo, en quien yo confiaba, el que de mi pan comía, alzó contra mi el calcañar”. En este versículo, el amigo íntimo es Judas Iscariote (Jn. 6:70-71). Judas Iscariote era uno que comía con el Señor (Jn. 13:18, 23-27; Lc. 22:21-22) y fue quien alzó su calcañar contra Cristo traicionándolo. Sin embargo, Judas no participó de la mesa del Señor (Mr. 14:17-25; Jn. 13:26-30).
En el Salmo 41:13 David bendice a Dios por la eternidad: “Bendito sea Jehová, el Dios de Israel, desde la eternidad y para siempre. Amén y amén”.
Los salmos 25—41 son una sección de los Salmos que nos muestra las expresiones mezcladas de los sentimientos del salmista en el disfrute que tiene de Dios en la casa de Dios. Vimos que en esta larga sección hay una de las más grandes profecías acerca de Cristo en Su venida para reemplazar los sacrificios y las ofrendas del Antiguo Testamento. En esta sección hay otros tres puntos de las profecías acerca de Cristo.
En Salmos 31:13b dice: “Mientras consultan juntos contra mí, e idean quitarme la vida”. Esta profecía se cumplió en el Nuevo Testamento con el Señor Jesús. Mateo 24:6 dice que los principales sacerdotes y los ancianos tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle.
En Salmos 31:5a dice: “En Tu mano [la de Dios] encomiendo [Cristo] mi espíritu”. Esto fue citado por Cristo cuando estaba en la cruz. Al final de Su crucifixión, El dijo: “Padre, en Tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23:46; cfr. Jn. 19:30).
En Salmos 34:20 dice: “El guarda todos sus huesos; ni uno de ellos será quebrantado”. Este versículo se cumplió cuando murió el Señor. Cuando los soldados romanos que lo crucificaron vieron que El ya había muerto, ellos no quebraron Sus piernas. Juan 19:36 dice: “Porque estas cosas sucedieron para que se cumpliese la Escritura: No será quebrado hueso suyo”. Cristo también fue tipificado en Exodo por el Cordero de la Pascua, cuyos huesos no debían quebrarse (12:46).
Estas son las profecías secundarias acerca de Cristo, reveladas en los salmos 25—41.
El primer libro de los Salmos comprende los salmos 1—41. No debemos olvidar que en este primer libro hay siete salmos que hablan de Cristo: el salmo 2, el salmo 8, el salmo 16, los salmos 22—24 y el salmo 40.
En las expresiones mezcladas de los sentimientos de los que aman y buscan a Dios, Cristo es revelado como la centralidad y la universalidad de la economía de Dios. David, sin duda, era uno que amaba y buscaba a Dios de la misma manera que Pedro lo era en el Nuevo Testamento. Pedro cometía errores, sin embargo amaba al Señor y lo buscaba. Es por esto que el Señor vino y le preguntó: “Simón ... ¿me amas?” (Jn. 21:17). Cristo no hubiera hecho esta pregunta si Pedro no le amase. El hecho de que Cristo le preguntara a Pedro si lo amaba es algo precioso. David también era uno que amaba y buscaba a Dios. En las expresiones mezcladas de sus sentimientos, Cristo es revelado como la centralidad y la universalidad de la economía de Dios.
El salmo 2 revela que Cristo fue ungido para ser el Mesías de Dios, resucitado para ser el Hijo primogénito de Dios, y puesto como Rey de Dios; a El también le fueron dados las naciones por herencia y la tierra por posesión para Su reino.
El salmo 8 revela que como incorporación de Dios, Cristo trajo a Dios al hombre en Su encarnación y llevó el hombre a Dios en Su resurrección, trayendo así el cielo a la tierra y uniendo la tierra con los cielos, a fin de ser Excelso en toda la tierra.
El salmo 16 revela que como el Dios-hombre, mezclado con la divinidad y la humanidad, Cristo se apropió de Dios como Su porción siendo obediente a Dios hasta la muerte, resucitando en gloria, y ascendiendo a Sus logros celestiales y a lo que alcanzó, y sentándose a la diestra de Dios para el cumplimiento de la economía eterna de Dios acerca de la iglesia, El Cuerpo de Cristo.
Los salmos 22—24 revelan que Cristo murió una muerte todo-inclusiva y sustitutiva y entró en la resurrección que produce la iglesia. En la resurrección El llegó a ser el Pastor del rebaño de Dios, que guía a las ovejas a Dios a participar en la iglesia como la casa de Dios en esta era, lo cual tiene su consumación en la Nueva Jerusalén en la era venidera y en la era eterna; y El será el Rey triunfal de gloria, a fin de reinar en el reino eterno de Dios.
En Salmos 40:6-8 se revela que Cristo vino para hacer la voluntad de Dios a fin de cumplir y reemplazar todos los sacrificios y ofrendas del Antiguo Testamento según lo que está escrito en el Antiguo Testamento acerca de El.
Tal Cristo introduce al pueblo escogido de Dios en el disfrute de Dios, primero en la iglesia en esta era, y finalmente en la Nueva Jerusalén en el milenio y en la eternidad (Sal. 27, 36).