Mensaje 4
(1)
Lectura bíblica: Sal. 3; Sal. 4; Sal. 5; Sal. 6; Sal. 7
Hasta ahora hemos hablado del salmo 1, el cual tiene que ver con la ley en el aprecio del hombre, y del salmo 2, relacionado con Cristo en la economía de Dios. Hemos visto que es exclusivamente por el arreglo del Espíritu Santo que los Salmos fueran ordenados del modo en que están. Supongamos que nosotros tuviéramos que ordenar los ciento cincuenta salmos. ¿Cuál salmo pondríamos primero? La manera en que el Señor lo hace es la mejor. El puso primero el salmo 1, donde vemos la ley en el aprecio del hombre. Luego vemos a Cristo en la economía de Dios en el salmo 2. ¿Qué vendría después, en los salmos del 3 al 7? Es interesante ver que después de los salmos 1 y 2, hay cinco salmos que nos muestran los conceptos de David acerca de la vida piadosa.
El título del salmo 3 reza: “Salmo de David, cuando huía de su hijo Absalón”. Absalón fue un hijo rebelde. Los salmos fueron ordenados de este modo para mostrarnos que David necesitaba ser corregido y disciplinado. David apreciaba mucho la ley en el salmo 1, pero ¿guardó él la ley? ¿Se mantuvo firme él como árbol junto a las corrientes de aguas? El no permaneció plantado junto a las corrientes de aguas en el salmo 3. Al contrario, estaba huyendo de su hijo rebelde.
Desde mi juventud me ha gustado mucho el salmo 51. Este es un salmo que trata del arrepentimiento de David después de su gran pecado, narrado en 2 Samuel 11. David cometió homicidio intencional, usando su poder y su autoridad como rey para llevar a cabo su plan de matar a Urías, uno de sus guerreros. Después de dicho asesinato él le robó la esposa a Urías. Los últimos cinco mandamientos de la ley prohíben matar, fornicar, robar, mentir y codiciar. David quebrantó los últimos cinco mandamientos. El mató a Urías, cometió fornicación, le robó la esposa a Urías, le mintió a Urías y codició la esposa de éste. Aquello ofendió a Dios a lo sumo (1 R. 15:5). Inmediatamente Dios envió al profeta Natán a reprender a David, como consta en 2 Samuel 12. David fue subyugado y se arrepintió. Entonces escribió el salmo 51. Ese es un salmo maravilloso. El nivel de dicho salmo es muy elevado; está lleno de vida y de espíritu. Aun tiene en cuenta la economía de Dios. Al final de dicho salmo se nos muestra que después de la confesión de sus pecados, él se acuerda de Sion y de Jerusalén. En el versículo 18 David dijo: “Haz bien con Tu benevolencia a Sion; edifica los muros de Jerusalén”.
Este salmo es muy bueno y muy elevado. Pero es difícil creer que tres años más tarde, él haya escrito los salmos del 3 al 7, que están llenos del concepto humano. Después de que David cometió homicidio y fornicación, Dios le disciplinó permitiendo que se suscitasen problemas entre sus hijos (2 S. 12:11). Uno de los hijos de David cometió fornicación con una hija de David. Luego el fornicario fue muerto por mano de otro hijo de David, Absalón (2 S. 13:1-36). Este, después de matar a su hermano, huyó a Gesur y se quedó allí tres años (vs. 37-39). Después de tres años volvió a David, y poco después se rebeló. Entonces David huyó. Al huir de su hijo rebelde él escribió Salmos 3—7. Tenemos que conocer la historia de estos salmos a fin de verlos a la luz de la economía neotestamentaria de Dios.
Algunos cristianos chinos han dicho que si uno quiere aprender a orar debe estudiar los salmos, pero yo diría que nosotros no debemos hacer tal cosa. Los salmos del 3 al 7 son salmos de oración, pero son el ejemplo incorrecto de la manera de orar, puesto que se basan en el concepto humano que tenía David con miras a sus intereses personales. Los cristianos chinos también dicen que si uno desea aprender a predicar, debe estudiar Proverbios. Pero yo diría que si uno desea ser un buen predicador, debe estudiar las catorce Epístolas de Pablo. Más aún, si uno desea aprender a orar, debe ir a Pablo. Pablo nos da dos modelos de oración en un solo libro, el libro de Efesios. En Efesios 1 él dijo que le pedía al Padre, el Dios de nuestro Señor Jesucristo, que nos diera espíritu de sabiduría y de revelación para que supiéramos cuál es la esperanza a que nos ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de Su herencia en los santos, y cuál la supereminente grandeza de Su poder para con nosotros (vs. 17-19). Luego en Efesios 3, Pablo dijo: “Doblo mis rodillas ante al Padre ... para que os dé ... el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu, para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones ... para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios” (vs. 14-19). Si comparamos estas dos oraciones del apóstol Pablo con las oraciones de Salmos 3—7, nos daremos cuenta de que las oraciones que hay en estos salmos no deben ser los ejemplos de la manera en que debemos orar.
En este mensaje quisiera parafrasear los puntos principales de estos cinco salmos. Debemos evaluar estos salmos punto por punto a la luz de la economía neotestamentaria de Dios. Las oraciones de Salmos 3—7 tienen que ver con sufrimientos, con el bien y el mal, con la venganza, con la autojustificación y con acusar a otros. No hay nada en estos salmos que dé indicio alguno de vida, de arrepentimiento, de remordimiento, ni de negación de uno mismo. Además, no hay ningún punto que muestre la comunión con Dios, el tocar a Dios o el ser tocado por Dios, ni de ser humilde ni de contristarse en espíritu. Al considerar estos salmos, debemos ver estos puntos.
Como ya hemos dicho, Salmos 3—7 nos muestra los conceptos de David en cuanto a una vida piadosa. Uso la palabra piadosa porque es la palabra usada en Salmos 4:3. Los conceptos de David en cuanto a una vida piadosa en Salmos 3—7 pueden ser comparados con la alabanza inspirada que él ofrece acerca de la excelencia de Cristo en el salmo 8.
Estos cinco salmos fueron escritos por David al huir de la rebelión de su hijo Absalón, rebelión que fue resultado de los pecados de David, a saber: cometer homicidio y robarse la esposa de un hombre (Sal. 3 título).
David, quien apreciaba la ley junto con el que la guardaba en el salmo 1, mató a Urías y se le robó la esposa (2 S. 11:14-27). En el salmo 1 él eleva y exalta la ley y a quien la observa. Sin embargo, en su gran pecado, él quebrantó los últimos cinco mandamientos, que requieren que el hombre tenga las virtudes que expresan los atributos de Dios. ¿Acaso David, el escritor del salmo 1, guardó la ley? Yo no creo que muchos de los que leen los salmos se hayan hecho esta pregunta. Ellos están de acuerdo con David en exaltar la ley en el salmo 1. Pero nunca piensan que el salmo 1 está equivocado en valorar y exaltar la ley.
El más grande maestro del Nuevo Testamento, Pablo, nos dijo que ninguna carne puede ser justificada por guardar la ley (Gá. 2:16; 3:11). Es imposible que el hombre caído guarde la ley. Pedirle al hombre que guarde la ley es como pedirle a un ave inválida que vuele de Los Angeles a Nueva York. Romanos 8:3 dice que la ley no puede hacer lo que Dios requiere porque es débil por la carne. La ley es buena en naturaleza (Ro. 7:12), pero no puede darnos vida (Gá. 3:21); no puede impartirnos el poder dinámico, el poder de vida, el poder orgánico.
David valoraba la ley en el salmo 1, pero cometió homicidio, fornicó, robó, mintió y codició, yendo en contra de la ley. Finalmente, él huyó de su hijo rebelde. Debido a que David cometió homicidio y fornicó, Dios lo castigó con la rebelión de su hijo. Sus hijos fueron un desastre. Entre ellos también hubo homicidio y fornicación. Si vemos este cuadro, quedaremos convencidos de que no debemos valorar ni exaltar la ley. No debemos apreciar la ley. Cuanto más apreciemos la ley, más cosas cometeremos en contra de la misma.
Después de que Jehová le reprendió por medio del profeta Natán (2 S. 12:1-12), David se arrepintió, y Dios le perdonó (2 S. 12:13; Sal. 51:1-17).
Los salmos del 3 al 7 fueron compuestos conforme a los conceptos que tenía David en cuanto a una vida piadosa. En estos salmos David le pidió a Dios que se encargara de sus adversarios y que fuera un escudo a su alrededor, su gloria y Aquel que levantara su cabeza (Sal. 3:1-3, 6-8). ¿Pedirle a Dios que trate con los adversarios de uno concuerda con la economía neotestamentaria? Indudablemente está en contra de la enseñanza neotestamentaria. La enseñanza del Nuevo Testamento nos dice que debemos amar a nuestros enemigos y orar por los que nos persiguen (Mt. 5:44; Lc. 6:27, 35; Ro. 12:20).
He estado en el recobro del Señor por sesenta años. En estos sesenta años he encontrado mucha oposición y rebelión. ¿Cómo reaccionamos nosotros a la oposición? Como descendientes de Adán, le pediríamos al Señor que tratara con los opositores. Pero si estamos en la realidad del Nuevo Testamento, no nos atrevemos a orar así. No podemos pedirle eso al Señor porque El nos dijo que amáramos a nuestros enemigos.
David también le pidió al Señor que fuera un escudo de protección a su alrededor. ¿Es esto bueno o malo? ¿Qué hay de malo en pedirle al Señor que nos proteja? Yo diría que esto no está ni bien ni mal. David hizo esta oración mientras huía de su hijo. ¿Por qué no oró diciendo: “Señor, Tú sabes que he cometido un pecado que fue la causa de que mi hijo se rebelara. Señor, no lo condenes. Señor, condéname a mí. Me arrepiento. Quisiera tener la oportunidad de decirle a mi hijo: ‘Hijo, perdóname. La causa del conflicto de hoy no eres tú, sino yo’. Señor trata con mi corazón”. Esta es una oración espiritual. Pero David le estaba pidiendo al Señor que fuera un escudo en derredor suyo. Siendo David un homicida y un fornicario, ¿merecía ser protegido? El también le pidió a Dios que fuera su gloria y Aquel que levantara su cabeza. ¿No debía más bien David estar avergonzado de pedirle esto a Dios cuando estaba huyendo de su hijo, como castigo de parte de Dios por el homicidio y la fornicación que había cometido?
David también invocó a Jehová y confió en que El le respondería desde Su santo monte (Sal. 3:4).
David también oró en la noche para que Jehová le sustentara (Sal. 3:5). Casi todos los que estudian o enseñan la Biblia llaman al salmo 3 un salmo de oración nocturna. ¿Es orar por la noche bueno o malo? Depende de la manera en que uno lo haga. Si David hubiese estado realmente en el espíritu, habría considerado la situación en que se hallaba en ese entonces. El estaba huyendo de su hijo rebelde. El debió considerar la causa de que su hijo se rebelara. Entonces él habría orado en la noche así: “Dios, perdóname. Yo fui la causa de que mi hijo se rebelara. Fui yo quien mató a Urías, usando mi poder y mi posición como rey para planear su muerte. Qué vergüenza que hasta le robé a Urías la esposa”. Mientras David huía de su hijo, debió haberse sentido avergonzado delante de Dios.
David le pidió a Dios que reivindicara su justicia, basado en su experiencia de oración, y convenció a otros de que él era un hombre piadoso a quien Dios había apartado para Sí, que invocaba a Jehová, y que Jehová le oía cuando clamaba a El; exhortó a otros a que no pecaran en ira, sino que consideraran en sus corazones estando en sus camas, y que callaran (Sal. 4:1-4). Cuando huía de su hijo, le seguía pidiendo a Dios que reivindicara su justicia, pero ¿dónde estaba su justicia? David no debió haber orado así. El más bien debió pedirle a Dios que lo iluminara para poder ver lo malo y pecaminoso que era. Valiéndose de su posición como rey, mató a uno de sus guerreros planeándolo de antemano. Luego después de matarle, le robó la esposa. ¿Dónde estaba su justicia?
El también convenció a otros de que él era un hombre piadoso a quien Dios había apartado para Sí. El estaba huyendo, y aún así, consideraba que había sido apartado por Dios. Esto muestra que él estaba en la oscuridad. Al considerar el salmo 4, necesitamos recordar que éste es un salmo que David escribió cuando iba de huida. En ese entonces indicó que él era un hombre piadoso a quien Dios había apartado para Sí. ¿Era ése el debido tiempo para orar de esa manera?
Esto muestra que nosotros los seres humanos no somos convencidos muy fácilmente de lo pecaminosos que somos ni nos dejamos subyugar. Aunque matemos a alguien, cometamos fornicación y robemos, no quedaremos convencidos; seguiremos pensando que somos buenos. Nos justificaríamos diciendo “Es cierto, tal vez yo estaba equivocado en ciertos asuntos, pero me alegro de ser una persona a quien Dios apartó para Sí”. He estado en contacto con la gente por más de sesenta años en el recobro del Señor, pero casi nunca he pasado tiempo con alguien que estuviera plenamente convencido de sus faltas delante de Dios. En el tribunal ni el demandante ni el defensor piensan que están equivocados. No se les puede convencer de que están equivocados. Todos necesitamos la misericordia de Dios para ver nuestros fracasos, para ver lo pecaminosos que somos, lo sucios que estamos, a tal punto que nos postremos en tierra y confesemos nuestros pecados. Esto significa que hemos recibido misericordia y hemos hallado gracia en la presencia de Dios. Mientras no estemos convencidos de cuán pecaminosos somos, estamos equivocados y en tinieblas.
En el salmo 4 David hasta exhorta a otros a no pecar en ira, sino a meditar en sus corazones sobre sus camas y a estar callados. Esta es una buena enseñanza, pero ¿por qué David no se enseñó a sí mismo? ¿Era él la persona indicada para orar de ese modo? Si uno conoce el trasfondo, puede ver que él no era la persona indicada.
David también les advirtió a otros que ofrecieran sacrificios de justicia y que confiaran en Jehová (Sal. 4:5). Esta es una buena palabra, pero no era apropiado que él escribiera tal cosa en ese preciso momento.
David le pidió a Dios que alzara sobre él la luz de Su rostro, y le agradeció por poner mayor alegría en su corazón que la de otros cuando abundan su grano y su mosto, y confió en Dios para acostarse y dormir en paz, y vivir confiado (Sal. 4:6-8). En esto podemos ver que David no era sensible en cuanto a su situación y condición de total fracaso. Se había vuelto insensible. ¿Cómo podría una persona pecaminosa orar de esta manera a Dios en una ocasión en que huía de una situación de rebelión causada por su pecaminosidad? En una circunstancia así, él dijo que se acostaría en paz y que habitaría confiado.
David era una persona que oraba y velaba en la mañana (Sal 5:1-3). Muchos maestros de Biblia llaman al salmo 5 una oración matutina. El salmo 3 es una oración nocturna, y el salmo 5 es una oración matutina.
David sabía que Dios no se deleita en la maldad, y que aborrece la iniquidad (Sal. 5:4-6). Si David sabía esto, ¿por qué cometió un pecado tan grande? Meramente conocer la ley no produce ningún resultado. La ley y el conocimiento de David al respecto no le produjeron resultados.
David dijo que él entró en la casa de Dios en la abundancia de la benignidad de Dios y que adoró hacia el santo templo de Dios en el temor de El. En aquellos tiempos David no estaba adorando en el templo de Dios, sino hacia él (Sal. 5:7).
El le pidió a Dios que lo guiara en Su justicia, y que enderezara sus caminos por causa de aquellos que le acechaban (v. 8). Dijo que aquellos que no tienen nada recto en su boca, cuyas entrañas eran corrupción y cuya garganta era un sepulcro abierto, hablaban lisonjas con su lengua (v. 9). Esta cláusula es citada por Pablo al predicar el evangelio (Ro. 3:13).
David le pidió a Dios que los tuviera por culpables, que los dejara caer por sus propios consejos, y que los echara fuera por causa de la multitud de sus transgresiones y su rebelión contra Dios (v. 10). Esta oración está llena de condenación para otros, pero David no se condena a sí mismo. Da la impresión de que todos, excepto él, estaban equivocados y eran pecaminosos. No hallamos indicio alguno de que él confesara su pecado a Dios.
David le pidió a Dios que concediera que todos los que en El se refugian, se regocijaran y dieran voces de júbilo para siempre; que extendiera cubierta o dosel sobre ellos, para que aquellos que aman el nombre de Dios se regocijaran en Dios. También le pidió que bendijera al hombre justo, rodeándole de favor como con escudo (Sal. 5:11-12). No sé por qué David oró pidiendo todas estas cosas aquí. El debió más bien decir: “Señor, perdóname. Mi conducta pecaminosa hizo que mi hijo se rebelara. Señor, ten misericordia de él. Haz que nos arrepintamos delante de Ti”. No hay indicio alguno en estos salmos de que David sintiera remordimiento por su pecaminosidad.
Frente al castigo de Dios, David le pidió que le fuera propicio, que lo sanara, que volviera a él y que lo salvara por Su benignidad (Sal. 6:1-5). David se dio cuenta de que estaba bajo el castigo de Dios, pero todavía no había mucha confesión con relación a su fracaso. El dijo que estaba cansado con su lamento, inundando su lecho de llanto toda la noche, disolviendo su cama con sus lágrimas. Sus ojos estaban gastados por la aflicción y se habían envejecido por causa de sus enemigos (vs. 6-7). Creo que David aquí estaba exagerando. ¿Puede acaso alguno inundar su lecho de llanto? ¿Estamos de acuerdo nosotros con este tipo de oración? Si un hermano orara de ese modo en una reunión de oración, le exhortaríamos a que cesara ese tipo de oración.
David confiaba en que Jehová oiría su lloro y en que todos sus enemigos serían puestos en vergüenza, y se turbarían mucho (Sal. 6:8-10). David no podía olvidar a sus enemigos. Esto difiere mucho de la enseñanza del Señor en el Nuevo Testamento.
David se refugió en Dios, y le pidió que lo librara de todos los que lo perseguían. Los enemigos, incluyendo a su propio hijo, iban en pos de él. David consideró que él no había hecho nada malo (Sal. 7:1-5). ¿Cómo puede alguien decirle a Dios que no ha hecho nada malo?
David le pidió a Jehová que se levantara en Su ira en contra de la furia de sus enemigos, y le pidió que lo juzgara conforme a su justicia y a su integridad (Sal. 7:6-8). Es difícil imaginar que un hombre tan piadoso como David hiciera una oración semejante. El le pidió a Dios que lo juzgara conforme a su justicia e integridad. ¿Dónde estaba su integridad? El había cometido fornicación y homicidio, y esto había dado como resultado la rebelión de su hijo. Al considerar Salmos 3—7 en esta luz, vemos cuán ciegos hemos estado en nuestro aprecio de los Salmos.
David le pidió a Dios que estableciera al justo, y confió en que su escudo estaba en Dios, quien como Juez justo salva al recto de corazón (Sal. 7:9-13).
David confiaba en que el hombre malo sufriría en su iniquidad, que caería en el pozo que cava y que ahonda, y así sus maldades caerían sobre su propia cabeza (Sal. 7:14-16). Una vez más digo, supongamos que un hermano orara de esta manera en una reunión de oración. Los santos podrían pedirle que no continuara orando.
David da gracias a Jehová conforme a Su justicia, y canta alabanzas al nombre de Jehová el Altísimo (Sal. 7:17). Este es uno de los buenos puntos en Salmos 3—7. Gracias al Señor porque estos salmos tienen un buen final.
Sin embargo, podemos ver que no hay nada en Salmos 3—7 acerca de la economía de Dios, el reino de Dios ni los intereses de Dios. No hay nada acerca de Cristo. No hay un verdadero espíritu intercesor, es decir, no hay intercesión por otros en el espíritu. Además, hay muy poca suministración de vida para los lectores. Al contrario, estos salmos animan, fortalecen y reafirman a los lectores para que pidan a Dios que cuide de ellos y de sus intereses. Muchos lectores de los Salmos, que los leen sin discernir apropiadamente el concepto humano del concepto divino, han sido alentados a ocuparse de su propio beneficio y de sus propios intereses.
Después de considerar Salmos 3—7 a la luz de la economía neotestamentaria de Dios, podemos ver que estos salmos no deben ser tomados como modelos para nuestra oración. En ellos vemos los sufrimientos de David, su deseo de vengarse de sus adversarios y su justicia propia. No vemos ningún arrepentimiento, ninguna confesión de sus faltas, ni ningún sentido de culpa. Sin embargo, el salmo 8 revela la encarnación de Cristo, Su muerte y resurrección, Su ascensión y Su reino. Salmos 3—7 revela los conceptos de David en cuanto a una vida piadosa, mientras que el salmo 8 es su alabanza inspirada, que habla de la excelencia de Cristo.