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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Los Salmos»
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Mensaje 3

CRISTO EN LA ECONOMIA DE DIOSES CONTRARIO A LA LEY EN EL APRECIO HUMANO

(2)

  Lectura bíblica: Sal. 2:1-12; Jn. 1:41; Mt. 3:16-17; Lc. 4:18-19; He. 1:9; Hch. 10:38; Dn. 9:26a; Hch. 13:33; He. 1:5-6; Hch. 2:36; 5:31; Ap. 1:5; 2:26-27; Hch. 4:25-29a; Ap. 6:15-17; Hch. 17:30; Jn. 3:16; 21:15a

  En el mensaje anterior vimos la verdad en cuanto a la ley en su posición, su naturaleza, su contenido, su función y su debilidad. El salmo 1 concuerda con el concepto humano que consiste en elevar y apreciar la ley, mientras que el salmo 2 concuerda con el concepto divino de exaltar a Cristo como el énfasis central de Dios.

  Tal vez recibamos ayuda al ver la estrofa 3 del himno #49:

  Ni filosofías     O Rudimentos, Conformarnos pueden     Como Su expresión; Pero Cristo mismo,     Termina mi yo, Nos hace Sus miembros,     En resurrección.

  Ninguna filosofía, elemento ni religión pueden conformarnos a Cristo. La ley de Moisés no puede conformarnos a Cristo. Sólo Cristo puede conformarnos a Sí mismo, y nadie ni nada puede hacerlo. Algunos pueden molestarse porque nosotros menospreciamos la religión. Es posible que digan: “Ya que somos cristianos, ¿no deberíamos acaso amar el cristianismo?” Pero nosotros debemos amar a Cristo y no a ningún “ismo”. Nada puede ni debe reemplazar a Cristo.

  Cristo nos conforma a Sí mismo para que seamos Su complemento. Ser el complemento de Cristo significa que somos parte de El. Esto es semejante a que Eva fuera el complemento de Adán. Sólo Cristo puede hacernos parte de Sí, Su complemento. La ley no puede hacernos miembros de Cristo. Solamente Cristo puede hacernos Sus miembros en resurrección.

  Necesitamos ver el salmo 1 a la luz de la economía de Dios. Este salmo dice que los que meditan en la ley serán como un árbol que absorbe el agua de las corrientes de agua, pero según la revelación neotestamentaria esto no es muy elevado. Finalmente, el Nuevo Testamento nos dice que el río de agua viva entra en nosotros (Jn. 7:38; 4:14). ¿Queremos ser un árbol junto a un río o tener el río fluyendo dentro de nosotros? ¿Cuál es mejor y más elevado? El concepto de un río que fluye dentro de uno es el concepto más elevado expresado en la Biblia (Ap. 22:1). Ser un árbol plantado junto a un río para absorber su suministro de agua es algo bueno, peor no es lo mejor. Pablo dijo que él plantó y Apolos regó (1 Co. 3:6). El pensamiento aquí es el mismo de un árbol que absorbe el agua, pero éste no es tan elevado como el pensamiento del río de agua de vida que fluye en nosotros. Este es el más elevado pensamiento expresado por Dios.

  En mi juventud se me enseñó que cuando estudiamos la Biblia, tenemos que extraer los secretos de la misma. Más adelante, el hermano Nee nos dijo que tenemos que conocer el espíritu de la Biblia. La Biblia, la Palabra escrita, tiene espíritu. El Señor Jesús dijo: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63). Esto nos muestra que la Palabra es el Espíritu (Ef. 6:17). El Espíritu no sólo está en la Palabra, sino que también la Palabra misma es el Espíritu. Más aún, Juan 1:1 dice: “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios”. El Verbo o la Palabra es Dios, y la Palabra es el Espíritu. Así que, Dios, la Palabra y el Espíritu son uno solo.

  Cuando nos acercamos a la Biblia, no debemos pensar que nos acercamos a un libro ordinario. No debemos leerla como leeríamos una revista o un periódico. Tenemos que darnos cuenta de que la Biblia es la Palabra de Dios, y la Palabra es la incorporación de Dios, Cristo. Cristo es la Palabra de Dios. Además, todo lo que El dice como Palabra de Dios, todo lo que sale de Su boca, es el Espíritu. El salmo 1 es la Palabra de Dios. Pablo nos dijo que toda la Escritura es dada por el aliento de Dios (2 Ti. 3:16a). Si adoptamos tal posición al leer el salmo 1, recibiremos el Espíritu, veremos el secreto, y también veremos el espíritu de la Biblia.

  ¿Acaso el espíritu de la Biblia nos revela la ley de Moisés, exaltando la ley dada en el monte Sinaí? En el monte de la transfiguración, Pedro puso a Moisés y a Elías al mismo nivel que Cristo (Mt. 17:1-13). Cuando Moisés y Elías se aparecieron allí con Cristo, Pedro se emocionó. Dijo: “Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías” (v. 4). Entonces Dios dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a él oíd” (v. 5). En la economía neotestamentaria de Dios ya no debemos oír a Moisés (la ley), ni a Elías (los profetas). La Biblia no exalta la ley ni a los profetas. El espíritu de la Biblia exalta sólo a una persona: Cristo.

  Tenemos que comprender por qué los salmos 1 y 2 fueron ordenados soberanamente en la manera en que lo están. El salmo 1 está relacionado con guardar la ley. Inmediatamente después del salmo 1, Cristo está en el salmo 2 como Aquel que es exaltado. El espíritu de la Biblia, desde Génesis 1 hasta Apocalipsis 22, revela solamente a Cristo como Aquel que es preeminente, como el primero, como la centralidad y la universalidad de Dios. Finalmente, la Biblia concluye con una nueva ciudad. La nueva ciudad, la Nueva Jerusalén, será el complemento de Cristo y será para El. El espíritu de la Biblia no exalta nada ni a nadie más que a Cristo.

  Pablo, en sus catorce Epístolas, peleó una batalla para derribar todo lo que no fuera Cristo. En la Epístola a los Gálatas, Pablo derriba la ley, la circuncisión, la tradición y la religión. Para él todo lo que no fuera Cristo era basura (Fil.3:8). El exaltaba solamente a Cristo.

  En la última visita que Pablo hizo a Jerusalén, él fue a los ancianos, y el anciano principal de aquel entonces era Jacobo. Este le dijo: “Ya ves, hermano, cuántos millares de judíos hay que han creído; y todos son celosos de la ley” (Hch. 21:20). Jacobo exaltó la ley. Creo que él exaltaba la ley más que lo que la exaltó David en el salmo 1. Jacobo declaró que había miles de judíos cristianos que seguían con entusiasmo la ley. La palabra griega traducida millares, significa miríadas o decenas de millares. Decenas de millares de judíos eran fervientes por la ley. Jacobo estaba preocupado de que éstos argüirían con Pablo, puesto que habían oído que Pablo hacía caso omiso de la ley. La historia nos dice que Jacobo era un hombre de oración, un hombre piadoso y devoto. En su Epístola (la Epístola de Santiago) él enseñaba las virtudes prácticas de la perfección cristiana. Pero debemos ver que Jacobo, los ancianos de Jerusalén, y muchos millares de creyentes judíos todavía tenían una mezcla de la fe cristiana y la ley mosaica.

  En este mensaje, quisiera que nos preguntáramos. ¿Está nuestro espíritu en favor de la ley o en favor de Cristo? Es posible que digamos que todo nuestro interés está en Cristo, pero en realidad nos interesa la ley. Que nosotros estemos en favor de Cristo es mayormente teoría, pero que estemos en favor de la ley es algo muy práctico. Nosotros obramos principalmente según la ley, según sí y no, según lo correcto y lo incorrecto, y no según Cristo. Incluso educamos a nuestros hijos enseñándoles conforme a los que es correcto y lo que no lo es. Un padre puede decir a su hijo: “Eso no está bien; tú no lo debes hacer”. Pero ¿hemos dicho alguna vez “Eso no es Cristo; no debes hacerlo”? ¿Quién le dice a otro que no haga algo porque eso no es Cristo? Esto debería ayudarnos a comprender que estamos en favor de Cristo teóricamente, pero en la práctica seguimos la ley. ¿Practicamos a Cristo o la ley? Practicar a Cristo es salirnos del ámbito de sí y no, de lo correcto y lo incorrecto, de lo bueno y lo malo. Esto significa que nos salimos de la esfera del árbol de la ciencia del bien y del mal. Es posible que digamos que nuestro espíritu esté en favor de Cristo, pero en la práctica vivimos según la ley, según lo que es correcto y lo que es incorrecto, según lo bueno y lo malo.

  El libro de los Salmos nos muestra el contraste que hay entre la ley y Cristo. El primer salmo tiene que ver con guardar la ley, y el segundo nos dice que besemos a Cristo. ¿Cuál es más elevado? No estoy preguntado cuál está correcto o cuál está equivocado, sino cuál es más elevado. Ciertamente besar al Hijo es más elevado que guardar la ley.

  Creo que la devoción de David a la ley, expresada en el salmo 1 era más elevada que nuestra devoción a Cristo. Esto se debe a que él meditaba en la ley día y noche. ¿Meditamos nosotros en Cristo día y noche? Si meditamos en Cristo por un período corto, pensamos que estamos haciendo algo maravilloso, pero David meditaba en la ley día y noche.

  Comparto esto para que veamos que secreta, inconsciente y subconscientemente conservamos nuestro concepto natural al acercarnos a la Biblia. Esta es la razón por la cual no recibimos la revelación de la Biblia. Al contrario, añadimos nuestro concepto a la Biblia. No debemos exaltar la observancia de la ley, porque el mismo libro de los Salmos no apoya semejante concepto. Si exaltamos la observancia de la ley en el salmo 1, entonces somos confrontados con el salmo 2. El salmo 2 es el hablar de Dios, Su declaración, acerca de Cristo como centro de Su economía. El declara: “He puesto Mi Rey sobre Sion, Mi santo monte” (v. 6). Este no es un hablar ordinario, sino una declaración y una proclamación.

  Dios proclamó a todo Su pueblo que El había puesto Su Rey sobre el monte Sion, no sobre el monte Sinaí. Estos dos montes —el monte Sion y el monte Sinaí— son muy significativos. Hebreos 12 dice que no hemos venido al monte Sinaí sino al monte Sion (vs. 18-22). El monte Sinaí fue el lugar donde se dio la ley, y el monte Sion es el lugar donde Cristo está hoy en los cielos en Su ascensión.

  Pablo habla de estos dos montes en Gálatas 4. El monte Sinaí produce hijos de esclavitud, pero nuestra madre, la Jerusalén de arriba, está en los cielos, en el monte Sion (vs. 25-26). Apocalipsis 14:1 nos dice que hay ciento cuarenta y cuatro mil que están de pie con el Cordero en el monte Sion. Estos ciento cuarenta y cuatro mil no están allí alabando a Dios por la ley que dio en el monte Sinaí. El monte Sion no es un lugar para mostrarnos la ley, los mandamientos; es un lugar para mostrarnos a Cristo, y sólo a Cristo. El monte Sinaí está en la Biblia, pero el espíritu de la Biblia no lo exalta. Al contrario, la Biblia pone el monte Sinaí en un lugar inferior. El espíritu de la Biblia exalta solamente a Cristo.

  Lo triste es que muchos de los escogidos de Dios se olvidan de Cristo. Creen en Cristo, pero no le conocen ni se ocupan de El. Más bien, se ocupan de la ley. Pablo dijo: “Porque para mí, el vivir es Cristo” (Fil. 1:21a). Nosotros diríamos: “Para mí, el vivir es sí y no, el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto”. ¿En qué monte estamos hoy? Casi todos nosotros estamos en el monte Sinaí. Nosotros no somos discípulos de Moisés sino de Cristo. Sin embargo, estamos en el monte equivocado. Cristo está en el monte Sion. El no está en el monte Sinaí, pero nosotros todavía estamos ahí. Muchos de nosotros no nos atrevemos a despedirnos de la ley. Al contrario, queremos conservar la ley como seguidores de David, meditando en la ley día y noche.

  Necesitamos ver que toda la revelación de la Biblia es progresiva. La revelación que hay en la Palabra santa va en ascenso continuo desde Génesis hasta su cumbre en Apocalipsis. Génesis 1 habla de la obra de creación por parte de Dios, pero Apocalipsis 22 habla de la Nueva Jerusalén. La creación es fácil de entender en cierta medida, pero la señal de la Nueva Jerusalén es un gran misterio. La revelación de la Nueva Jerusalén es elevada y profunda a lo sumo.

  Los cinco libros de los Salmos están arreglados en la misma forma progresiva en que lo está la Biblia completa. Desde el primer libro de los Salmos hasta el quinto, la revelación va en ascenso. El quinto libro está lleno de alabanzas a Dios de parte de los salmistas. Dios está incorporado en Cristo, Cristo está en Su Cuerpo, y Su Cuerpo es la casa de Dios y la ciudad de Dios para Su reino. Todo esto tiene como fin la economía de Dios. El pensamiento central del libro de los Salmos es Cristo y la iglesia como casa de Dios y ciudad de Dios para Su reino.

II. CRISTO EN LA ECONOMIA DE DIOS

  Necesitamos ver la revelación acerca de Cristo en la economía de Dios, en contraste con la ley en el aprecio humano que vemos en los Salmos. En el mensaje anterior, vimos la verdad acerca de la ley en el aprecio del hombre. Ahora debemos ver la revelación divina de Cristo en la economía de Dios en el salmo 2 (vs. 2, 6-9, 12).

A. Una declaración de Diossegún Su concepto divino

  El salmo 2 es una declaración de Dios según Su concepto divino. Sin embargo, el salmo 1 concuerda con el concepto humano y natural. David pensaba que quien meditara en la ley día y noche prosperaría en todo. Esto corresponde al concepto humano de hacer algo para el beneficio y la ganancia personal de uno. No hay consideración alguna en el salmo 1 de la economía de Dios.

B. Cristo es exaltado comocentro de la economía de Dios

  El salmo 2 exalta a Cristo como centro de la economía de Dios. Aunque la palabra economía no aparece en el salmo 2, la revelación y la realidad de la economía de Dios están allí. En este salmo Dios declaró que El había puesto Su Rey (v. 6). Que Dios ponga Su Rey tiene como fin el cumplimiento de Su economía. Luego dijo Dios: “Te daré por herencia las naciones, y como posesión Tuya los confines de la tierra” (v. 8). Esto tiene como fin el reinado. Por supuesto, el Rey necesita un reino, y este reino no es pequeño. Es un gran reino constituido de todas las naciones, y abarca los confines de toda la tierra. Este será el más grande reino en la historia de la humanidad. Cristo poseerá todos los continentes. Su reino estará en todas partes para incluir a todos. El Rey y el reino, en el salmo 2, nos muestran la economía de Dios.

1. Ungido en Su divinidadpor Dios en la eternidad,para ser el Mesías, Cristo, el Ungido

  El salmo 2 revela a Cristo, el Ungido (v. 2). Entre los Hermanos había un debate acerca de cuándo fue ungido Cristo. Daniel 9:26 dice que al Mesías se le quitaría la vida, o sea que sería crucificado. Mesías es una palabra hebrea, y la palabra griega equivalente es Cristo. Ambas significan el Ungido. Daniel 9:26 muestra que antes de que Cristo se encarnara y fuera crucificado, ya era el Ungido. Por lo tanto, Cristo fue ungido en Su divinidad por Dios en la eternidad para que fuera el Mesías, Cristo, el Ungido. Esto también tiene base en Juan 1:41, donde Andrés el discípulo del Señor le dijo a Simón su hermano, que había hallado al Mesías, el Ungido. Esto indica que Cristo fue ungido en la eternidad en Su divinidad antes de Su encarnación.

2. Ungido en Su humanidaden la esfera del tiempocuando fue bautizado

  El vino como el Ungido a cumplir el eterno plan de Dios. El se hizo hombre y fue ungido otra vez en Su humanidad en la esfera del tiempo cuando fue bautizado (Mt. 3:16-17; Lc. 4:18-19; He. 1:9; Hch. 10:38).

3. Muerto, crucificado

  Después de tener un vivir humano por treinta y tres años y medio, a Cristo se le quitó la vida (Dn. 9:26). Esto significa que fue crucificado.

4. Resucitado para ser engendradocomo Hijo primogénito de Dios

  Después de ser crucificado, Cristo resucitó para ser engendrado como Hijo primogénito de Dios (Sal. 2:7; Hch. 13:33; He. 1:5-6). El salmo 2 nos muestra la resurrección de Cristo. La palabra resurrección no está allí, pero sí el hecho. El versículo 7 dice: “Yo publicaré el decreto de Jehová; me ha dicho: Mi Hijo eres Tú, Yo te engendré hoy”. “Hoy” es el día de la resurrección de Cristo. En Hechos 13:33 Pablo citó Salmos 2:7, diciéndonos que éste se refiere a la resurrección de Cristo. En Su resurrección, Cristo fue engendrado. Puesto que El ya era Hijo de Dios, ¿por qué necesitaba ser engendrado como Hijo de Dios en resurrección? Cristo era el Hijo unigénito de Dios en Su divinidad (Jn. 3:16), pero cuando se encarnó, se vistió de humanidad. Tal humanidad no tenía nada que ver con ser hijo de Dios, pero mediante Su muerte y resurrección, Su humanidad recibió la filiación a fin de también ser Hijo de Dios. Por la resurrección Cristo introdujo Su humanidad en la filiación divina y fue designado Hijo de Dios en Su humanidad (Ro. 1:4). Ahora el Hijo de Dios tiene la naturaleza divina con la naturaleza humana. Cuando Cristo era solamente el Hijo unigénito de Dios, El era Hijo de Dios sólo en la naturaleza divina. Ahora como Hijo primogénito de Dios, El posee tanto la naturaleza divina como la naturaleza humana.

  Cristo es el Hijo primogénito de Dios, y nosotros somos los muchos hijos de Dios. Quienes creemos en Cristo somos hijos de Dios regenerados. Tenemos la vida y la naturaleza de Dios, pero también tenemos nuestra naturaleza humana. Nuestra naturaleza humana todavía está en el proceso de ser engendrada. Hemos sido regenerados en nuestro espíritu, pero todavía no hemos sido transfigurados en nuestro cuerpo. Cuando nuestro cuerpo sea transfigurado, redimido, glorificado, también será “hecho hijo”. Nuestra filiación será completa entonces (Ro. 8:23). La filiación empezó con la regeneración de nuestro espíritu; continúa con la transformación de nuestra alma, y tendrá su consumación con la redención de nuestro cuerpo. El proceso de nuestra filiación pasa de nuestra regeneración y transformación hasta nuestra glorificación.

  En el salmo 2 vemos la economía de Dios y Su reino, y vemos la resurrección de Cristo, en la cual El fue engendrado para ser el Hijo primogénito de Dios. El día de la resurrección fue un gran día. No solamente Cristo nació ese día, sino que también nosotros nacimos ese día. En 1 Pedro 1:3 dice que Dios nos regeneró por medio de la resurrección de Cristo. Cuando Cristo nació como Hijo primogénito de Dios, todos nosotros nacimos con El para ser Sus muchos hermanos, los muchos hijos de Dios (Ro. 8:29). La resurrección de Cristo fue un gran parto, un gran nacimiento, de El mismo como Hijo primogénito de Dios junto con Sus muchos hermanos, los muchos hijos de Dios.

5. Puesto como Rey de Diosen los cielos en ascensión

  El salmo 2 también revela que Cristo fue puesto como el Rey de Dios en los cielos en ascensión (v. 6; Hch. 2:36; 5:31; Ap. 1:5a). En el versículo 6 Dios declaró: “He puesto Mi Rey sobre Sion, Mi santo monte”. Esto ocurrió en la ascensión de Cristo. En su ascensión El fue hecho el Rey en los cielos para el reino de Dios.

6. Le fueron dadas las nacionescomo herencia, y los confines de latierra como Su posesión para Su reino

  Según Salmos 2:8, a Cristo le han sido dadas las naciones como herencia Suya, y los confines de la tierra como Su posesión para Su reino. Cuando el Señor regresó a los discípulos después de resucitar, les dijo: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (Mt. 28:18). Lo dicho por el Señor aquí, abarca lo mencionado en Salmos 2:8. Dios le dio a Cristo todas las naciones de la tierra como herencia. Además, Dios le dio los confines de la tierra a Cristo por posesión. Hoy día, si usted posee una pequeña parcela de tierra en Taiwán, usted es rico. Pero toda la tierra será poseída por Cristo. Esta es Su tierra. ¡Cuán rico es El! No podemos ver estas cosas maravillosas acerca de Cristo en el salmo 1. El salmo 1 dice, según el concepto humano, que el hombre que medita en la ley prosperará en todo, pero el salmo 2 revela, según el concepto divino, que Dios le ha dado a Cristo los confines de la tierra.

7. Para regir las naciones enSu reino con vara de hierro

  Finalmente, Cristo regirá las naciones en Su reino con vara de hierro (Sal. 2:9; Ap. 2:26-27). Hay una secuencia maravillosa en el salmo 2 que revela los pasos de Cristo en la economía de Dios empezando desde que fue ungido en la eternidad en Su divinidad. Quizá nos preguntemos en dónde se habla de la muerte de Cristo en el salmo 2, pero debemos comprender que en la resurrección de Cristo está implícita Su muerte. Sin la muerte, ¿cómo podría haber resurrección? Por tanto, en el salmo 2 vemos que El fue ungido en Su divinidad y humanidad, Su muerte, Su resurrección y Su ascensión con Su entronización. Dios le puso como Rey, entronizándole para darle todas las naciones y los confines de la tierra. Esto establece un reino universal para Cristo. Entonces Cristo regirá las naciones con vara de hierro.

8. Los gobernantes del mundo se le oponen

  El salmo 2 dice que a Cristo se le oponen los gobernantes del mundo. En los versículos del 1 al 3 se dice: “¿Por qué se amotinan las naciones, y los pueblos piensan cosas vanas? Se levantan los reyes de la tierra, y príncipes consultan unidos contra Jehová y contra Su Ungido, diciendo: Rompamos sus ligaduras, y echemos de nosotros sus cuerdas”. Poco después de la ascensión de Cristo, en la tierra en los tiempos de Pedro, Herodes y Pilato se confabularon contra Cristo. Hechos 4:25-29a narra la oración de la iglesia primitiva, en la cual los hermanos citan el salmo 2. Hechos 4:27 dice: “Porque verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel”. Todos ellos se oponían a Cristo.

C. Una advertencia al mundo

  El salmo 2 también le da una advertencia al mundo (vs. 10-12).

1. Dios y Su Cristo estaránairados contra el mundo

  Primero, Dios y Su Cristo estarán airados contra el mundo (v. 12b; Ap. 6:15-17). Los hombres no deben pensar que no hay Dios en el universo ni que Cristo es sólo un nombre religioso. La Biblia nos dice claramente que Cristo espera el momento para venir a ejecutar Su juicio en Su ira, en Su furor.

  El libro de Joel habla de este juicio. El tema de Joel es el día del Señor (1:15; 2:11, 31; 3:14), pero pocos cristianos entienden lo que es el día del Señor. Pablo nos dio la definición en 1 Corintios 4:3-5. En el versículo 3 él dijo: “Yo en muy poco tengo el ser examinado por vosotros, o por tribunal humano”. Antes de que venga el Señor estamos en el día del hombre, es en el día del hombre cuando el hombre juzga. Hoy día estamos en el día del hombre. En el día del hombre todo es juzgado por el hombre. Pero después del día del hombre, habrá un día que se llamará el día del Señor. Ese día durará mil tres años y medio. El día en el cual la gran tribulación comenzará será el comienzo del día del Señor. Desde ese día, la ira del Señor se expresará. El día del Señor es el día de Su juicio.

  Tal vez parezca hoy que el Señor no se preocupa por la situación mundial. Si alguien desea resolver sus problemas, tiene que acudir a la policía. Entonces la policía lo remitirá al tribunal, donde será juzgado según la ley humana. Hoy día cuando las personas tienen litigios y quejas, no acuden a Cristo. Pero cuando comience la gran tribulación, ése será el comienzo del día del Señor. Cristo intervendrá en la situación mundial.

  Joel revela que después de los tres años y medio de la gran tribulación, el Señor juzgará a los gentiles que hayan quedado (3:12). Mateo 25 nos dice que El en Su juicio los separará; separará los corderos de los cabritos (vs. 32-46). Después, El establecerá el reino de mil años. En el reino de mil años, El juzgará, regirá y controlará toda la tierra. Al final de los mil años habrá una rebelión, la cual El también juzgará (Ap. 20:8-9). Entonces vendrá el juicio final en el gran trono blanco donde El juzgará a los incrédulos que hayan muerto (vs. 11-15). Ese será el final del día del Señor. Así que, el día del Señor durará mil tres años y medio. Después de ese día, los cielos y la tierra serán quemados para llegar a ser los nuevos cielos y la nueva tierra. Entonces la Nueva Jerusalén vendrá, y la justicia llenará los nuevos cielos y la nueva tierra (2 P. 3:13). Todo será recto. Ya no habrá necesidad de ningún tipo de juicio.

2. Arrepentíos

  Puesto que Dios y Su Cristo estarán airados contra el mundo, el hombre tiene que arrepentirse (Sal. 2:11; Hch. 17:30). Este es el evangelio neotestamentario.

3. Refugiaos en el Hijo:creed en el Hijo, Cristo

  En Salmos 2:12b se dice: “Bienaventurados todos los que en El se refugian”. Refugiarse en el Hijo equivale a creer en el Hijo, Cristo (Jn. 3:16). Muchos de nosotros probablemente nunca hemos pensado que creer en Cristo es refugiarnos en El. Podemos ver esto en el tipo del arca de Noé. Cuando todo el pueblo confió en el arca, o creyó en ella, ellos entraron en el arca, haciendo así del arca su refugio, su protección y su escondedero. Hoy nuestro Cristo es nuestro refugio y nuestra protección. Nosotros nos escondemos en El.

  Después de acostarme, normalmente oro diciendo: “Señor, cúbrenos, cubre nuestro edificio y nuestro patio con Tu sangre prevaleciente, contra todos los ataques del enemigo”. A la mañana siguiente le agradezco al Señor por ser nuestra seguridad. Cada vez que hago un viaje, le pido al Señor que sea mi protección. Le pido al Señor que cubra el vehículo que me va a llevar al aeropuerto, y que cubra el avión en el que voy a viajar. Incluso tomo al Señor como mi refugio, por supuesto, al estar ante el eterno juicio de Dios. Estas son experiencias que tenemos al refugiarnos en Cristo.

4. Besad al Hijo: amad a Cristo, el Hijo de Dios

  En Salmos 2:12a dice que debemos besar al Hijo. El Nuevo Testamento nos dice que necesitamos fe y amor. Pablo dijo en 1 Timoteo 1:14: “Y la gracia de nuestro Señor sobreabundó con la fe y el amor que son en Cristo Jesús”. La gracia del Señor visitó a Pablo y sobreabundó en él con fe y amor en Cristo. Un día él recibió misericordia y gracia de parte del Señor, no sólo para creer en El sino también para amarle. A nosotros se nos ha dado fe para creer en Cristo y para refugiarnos en El. Además, se nos ha dado el amor de Dios para amar al Señor Jesús.

  En el Evangelio de Juan, se nos enseña que necesitamos creer en Cristo, el Hijo (1:12), y amarle (14:23). En el último capítulo de Juan, el capítulo veintiuno, el mismo Cristo que es nuestro refugio regresó a Pedro para restaurar el amor que Pedro había tenido por El. el Señor le preguntó tres veces a Pedro: “¿Me amas?” (vs. 15-17).

  Pedro fracasó totalmente al negar al Señor tres veces (18:17, 25, 27); así que el Señor regresó y le preguntó tres veces: “¿Me amas?” Creo que esta pregunta hecha tres veces le recordó a Pedro que él había sido derrotado tres veces. Es por esto que Pedro respondió: “Señor, Tú lo sabes”. Pedro dijo: “Tú sabes que te amo” (21:15b, 16b). Un creyente nuevo puede decirle enfática y confiadamente al Señor que él lo ama y que nunca lo negará. Pero cuando es derrotado, la confianza natural que tiene en su amor por el Señor será tratada. Entonces aprenderá a seguir al Señor y a amar al Señor sin tener confianza alguna en su propia fuerza natural.

  Creer en el Señor es recibirle; amar al Señor es disfrutarle. El Evangelio de Juan presenta éstos como los dos requisitos para que participemos del Señor. El Señor está dentro de nosotros para ser nuestra fe y nuestro amor. Amarle, según Salmos 2:12a, es besarle. No debemos elevar ni darle mucho valor a la ley. Más bien, debemos besar a Cristo, amar a Cristo, día tras día.

  Leí una porción de los escritos de John Nelson Darby, que me inspiraron a amar al Señor. Cuando él tenía más de ochenta años, en una ocasión el estaba viajando, y pasó la noche en un hotel. Antes de dormirse, le dijo al Señor: “Señor Jesús, yo sigo amándote”. Aquello me inspiró a lo sumo. Después de tantos años, él seguía expresándole esto al Señor. Nosotros debemos pedirle al Señor que haga que le sigamos amando siempre.

D. En cuanto al cumplimientode la economía de Dios

  En el salmo 2 vemos el cumplimiento de la economía de Dios, mientras que en el salmo 1 vemos el beneficio personal de los santos (vs. 1-3). El concepto humano del salmo 1 consiste en que el hombre que se deleita en la ley de Dios, prospera en todo. Pero según la revelación neotestamentaria, la ley ya caducó y Cristo ya vino (Ro. 10:4a). Cristo es la centralidad y la universalidad de la economía de Dios. El libro de los Salmos en su totalidad sigue estas dos líneas: la ley y Cristo. Finalmente, al final de los Salmos, la ley es cosa del pasado, y vemos a Cristo con Su complemento, que es Su Cuerpo, Su iglesia, la casa y el reino de Dios en Su economía, el cual cumple Su propósito eterno.

  Por consiguiente, debemos ver que en los salmos 1 y 2 se nos presenta el concepto humano de exaltar la ley y a aquel que la guarda, considerando a éste como bendecido por Dios, en el interés del hombre, en comparación con la revelación divina al proclamar a Cristo como el Ungido de Dios en Su economía.

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