Mensaje 11
(1)
Lectura bíblica: Lc. 4:14-44
En este mensaje examinaremos 4:14-44. Estos versículos dan comienzo a la tercera sección principal del Evangelio de Lucas. La primera sección es la introducción (1:1-4), y la segunda trata de la preparación del Salvador-Hombre que se lleva a cabo en Su humanidad y con Su divinidad (1:5—4:13). La tercera sección, la cual es bastante extensa, abarca el ministerio del Salvador-Hombre que se lleva a cabo en Sus virtudes humanas junto con Sus atributos divinos (4:14—19:27). En 4:14—9:50 tenemos el ministerio que el Salvador-Hombre efectúa en Galilea. Después, en 9:51—19:27, tenemos un relato de Su ministerio, el cual se lleva a cabo desde Galilea hasta Jerusalén.
El ministerio del Salvador-Hombre se llevó a cabo en Sus virtudes humanas junto con Sus atributos divinos. Hemos visto que la preparación del Salvador-Hombre se efectuó en Su humanidad con Sus atributos divinos. La concepción, el nacimiento y el crecimiento del Salvador-Hombre fueron llevados a cabo en Su humanidad con Su divinidad. Después de pasar por una preparación completa, empezó a ejercer Su ministerio. Su ministerio, al igual que Su preparación, se efectuó en Su humanidad con Su divinidad. Su ministerio, en particular, no se llevó a cabo solamente en Su humanidad, sino también en Sus virtudes humanas, y no solamente con Su divinidad, sino también con Sus atributos divinos. El Salvador-Hombre ministró en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos.
Para ayudarnos a entender la expresión “en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos”, usemos como ejemplos unos casos del Evangelio de Lucas. En 7:36-50 una mujer pecadora entró en la casa de un fariseo que había invitado al Señor Jesús a comer con él. Al leer el relato de este caso, vemos que Jesús, el Salvador-Hombre, se condujo en Sus virtudes humanas. No se molestó por la mujer pecadora, aun cuando ella “comenzó a regar con lágrimas Sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza” y cuando “besaba afectuosamente Sus pies, y los ungía con el ungüento” (v. 38). Si hubiéramos sido el Señor Jesús, probablemente nos habríamos molestado por la conducta de esta mujer. Le habríamos dicho: “¿No sabes que soy un invitado en esta casa? ¿No ves que estoy comiendo?” Sin embargo, que uno reaccione de esa manera indica que no está obrando conforme a las virtudes humanas apropiadas. En esta situación, el Salvador-Hombre era muy bondadoso y paciente, pues se dio cuenta de que esta mujer había sido redargüida en cuanto a sus pecados.
El también fue misericordioso. Frecuentemente la gente habla del amor, pero raramente de la misericordia. Sin embargo, la misericordia es más tierna que el amor. Ser misericordioso es compadecerse de los que están en condiciones pobres y bajas.
El Señor Jesús además de tener bondad, paciencia y misericordia de la mujer, también la entendió. A menudo, no entendemos a los demás, pero en el caso de esta mujer el Señor Jesús era muy comprensivo. Además, era sabio y amoroso.
Quizás usted se pregunte cuáles atributos divinos se expresan en 7:36-50. Primero, tenemos el perdón divino (7:47-48). Dios es el único que puede conceder el perdón de pecados. Sólo El está capacitado para perdonar los pecados. Por lo tanto, el perdón es uno de los atributos divinos.
En 7:50 el Señor Jesús le dijo a la mujer: “Tu fe te ha salvado, ve en paz”. Dar la paz es también un atributo divino. Dios es el único que puede dar la paz interior.
En 7:36-50 vemos al Salvador-Hombre que estaba en la casa del fariseo y se conducía en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos. El pudo comportarse de esta manera porque era el Dios-hombre. Podemos decir que El era un hombre equipado por Dios y con Dios. El poseía todas las virtudes humanas creadas por Dios, y también tenía los atributos divinos. Por lo tanto, se condujo en el más alto nivel de moralidad, porque Sus virtudes humanas expresaron Sus atributos divinos.
En la parábola del buen samaritano también se revelan las virtudes humanas y los atributos divinos del Salvador-Hombre (10:25-37). El buen samaritano representa al Salvador-Hombre. En esta parábola es fácil ver las virtudes humanas del samaritano, pero ¿dónde vemos los atributos divinos? Se ven los atributos divinos del Señor en el hecho de que el samaritano llevara al herido a un mesón. “Y al día siguiente, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese” (10:35). Aquí vemos algo de los atributos divinos del Señor. Aparte de Dios, ¿quién puede obrar de una manera tan inesperada e imprevista? Si éste no fuera Dios, ¿cómo pudo haber dicho estas palabras al mesonero? La obra inesperada del Señor puede considerarse una expresión de Sus atributos divinos.
El Señor también se condujo en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos cuando estaba en la cruz. El ladrón le dijo: “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en Tu reino” (23:42). El Señor le respondió: “De cierto te digo: Hoy estarás conmigo en el Paraíso” (v. 43). Aquí vemos las virtudes humanas que expresan los atributos divinos. En lo que el Señor dijo al ladrón no vemos solamente las virtudes humanas, sino también los atributos divinos manifestados en las virtudes humanas del Señor. Aunque El era un hombre, estaba lleno de todos los atributos divinos. Por lo tanto, El podía conducirse en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos. Estos ejemplos nos deben ayudar a entender cómo el Señor ministró en Sus virtudes humanas con Sus atributos divinos.
Lucas 4:14 y 15 dicen: “Y Jesús volvió en el poder del Espíritu a Galilea, y se difundió Su fama por toda la tierra de alrededor. Y enseñaba en las sinagogas de ellos, y era glorificado por todos”. El Espíritu del versículo 14 es el Espíritu Santo que descendió sobre el Señor Jesús en el momento de Su bautismo para el cumplimiento de Su ministerio. Por lo tanto, El tenía el Espíritu Santo en el aspecto esencial para Su ser y en el aspecto económico para Su ministerio.
Según el versículo 15, el Señor estaba enseñando en las sinagogas. Una sinagoga es un lugar de reunión donde los judíos leen y aprenden las Santas Escrituras (Hch. 13:14-15).
Puesto que el hombre cayó en pecado, la comunión que tenía con Dios se interrumpió, lo cual dio por resultado que todos los hombres no tuviesen el conocimiento de Dios. Tal ignorancia primeramente produjo las tinieblas y luego la muerte. El Salvador-Hombre, quien es la luz del mundo (Jn. 8:12; 9:5), vino como la gran luz a Galilea, tierra de las tinieblas, para alumbrar al pueblo asentado en la sombra de la muerte (Mt. 4:12-16). Sus enseñanzas liberaron la palabra de luz para alumbrar a los que estaban en la oscuridad de la muerte, a fin de que recibieran la luz de vida (Jn. 1:4). La enseñanza del Salvador-Hombre tenía como fin sacar al pueblo de las tinieblas satánicas e introducirlo en la luz divina (Hch. 26:18).
El Salvador-Hombre vino a Nazaret, donde se había criado. Conforme a Su costumbre, entró en la sinagoga en el día de sábado y se levantó a leer. Se le dio el libro, el rollo del profeta Isaías. Entonces abrió el rollo y halló el lugar donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor está sobre Mí, por cuanto me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres; me ha enviado a proclamar a los cautivos libertad, y a los ciegos recobro de la vista; a poner en libertad a los oprimidos; a proclamar el año agradable del Señor” (4:18-19). Después que el Señor cerró el libro y lo devolvió al ministro, se sentó. Entonces dijo a la gente: “Hoy se ha cumplido esta Escritura en vuestros oídos” (v. 21).
Aquí vemos que el Espíritu del Señor estaba sobre el Salvador-Hombre porque Dios le había ungido para que anunciara el evangelio a los pobres. La palabra griega traducida anunciar el evangelio es euaggelízo, que significa evangelizar, anunciar buenas noticias. Predicar el evangelio fue la primera comisión del Salvador como Ungido de Dios, el Mesías. El evangelio sería predicado a los pobres, es decir, a los que son pobres en las cosas celestiales, espirituales y divinas (12:21; Ap. 3:17 véase Mt. 5:3).
Lucas 4:18 habla de los cautivos, los ciegos y los oprimidos. Los cautivos son los prisioneros de guerra, como los exiliados y prisioneros bajo el cautiverio de Satanás (Is. 42:7). Los ciegos incluyen los que son física y espiritualmente ciegos (Sof. 1:17; Jn. 9:39-41; 1 Jn. 2:11; Ap. 3:17). El recobro de la vista está relacionado con ser liberado del poder de Satanás (Hch. 26:18). La palabra griega traducida oprimidos viene de un verbo que significa partir a pedazos (Mt. 12:20). Los oprimidos son aquellos que están bajo la opresión de Satanás en enfermedad o en pecado (Lc. 13:11-13; Jn. 8:34).
En Lucas 4:19 vemos que el Salvador-Hombre fue ungido para “proclamar el año agradable del Señor”. Este año agradable es la era neotestamentaria tipificada por el año del jubileo (Lv. 25:8-17), el tiempo en el cual Dios acepta a los cautivos del pecado que regresan (Is. 49:8; 2 Co. 6:2) y en el cual los oprimidos bajo el cautiverio del pecado disfrutan de la liberación de la obra salvadora de Dios.
En 4:18 y 19, el Salvador-Hombre proclama el jubileo de gracia. Esto indica que comenzó Su ministerio proclamando el jubileo de gracia. La expresión “el año agradable del Señor” denota el jubileo descrito en Levítico 25. Según este capítulo, el año del jubileo fue un tiempo cuando se liberaron a los esclavos y se devolvieron las posesiones a los propietarios legítimos. Por lo tanto, el año de jubileo era un año de liberación, de libertad y de la restitución de los bienes perdidos. Los que habían sido vendidos como esclavos fueron liberados durante el año de jubileo.
Lucas 4:22 dice: “Y todos daban buen testimonio de El, y estaban maravillados de las palabras de gracia que salían de Su boca, y decían: ¿No es éste el hijo de José?” Las palabras de gracia se refieren a las palabras del versículo 21, incluyendo las palabras de los versículos 18 y 19, las cuales son palabras del evangelio. El versículo 22 indica que los que estaban en la sinagoga conocían al Salvador según la carne (2 Co. 5:16), y no según el Espíritu (Ro. 1:4).
Aunque la gente se maravillaba de las palabras de gracia que salían de la boca del Señor, es poco probable que las entendieron. Este era el verdadero comienzo de la dispensación de la gracia. La dispensación antes de ese día era la de la ley. Pero en Lucas 4 el jubileo divino, el jubileo de gracia, fue proclamado por el Salvador-Hombre.
En 4:23-27 el Señor Jesús advirtió a la gente, usando el caso de la viuda de Sarepta, en el cual se dan alimentos, y el caso de Naamán el sirio, que trata de la purificación. El caso de la viuda de Sarepta en el cual se dieron alimentos, significa que el Señor alimenta a los hambrientos (Jn. 6:33, 35), y el de Naamán tiene que ver con la purificación, lo cual muestra que el Señor purifica a los pecadores (1 Co. 6:11). El hecho de que el Salvador mencione estos dos casos da a entender que Su evangelio se volvería a los gentiles (Hch. 13:45-48). Esto no quiere decir que Su nivel de moralidad no pudo abarcar a los judíos; al contrario, indica la dureza de su corazón al rechazarle.
Lucas 4:28-30 dice: “Al oír estas cosas, todos en la sinagoga se llenaron de ira; y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el cual estaba edificada la cuidad de ellos para despeñarle. Mas El pasó en medio de ellos, y se fue”. Desde luego no era lógico que los que estaban en la sinagoga se llenasen de ira. Aunque se maravillaron de las palabras de gracia que salían de la boca del Señor, estaban llenos de ira. Se levantaron, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte. Mas El pasó en medio de ellos y se fue. Esto muestra Su firmeza bajo la amenaza de Sus oponentes.
En 4:31-44 el Salvador-Hombre lleva a cabo Su comisión cuádruple. Esta comisión incluye la enseñanza (vs. 31-32), echar fuera demonios (vs. 33-37, 41), sanar a los enfermos (vs. 38-40) y predicar el evangelio del reino de Dios (vs. 42-44). Cuando las multitudes intentaron detener al Señor Jesús, El dijo: “Es necesario que también a otras ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios; porque para esto he sido enviado” (v. 43). Al igual como el versículo 18, la palabra griega traducida anunciar el evangelio es euaggelízo. Esta palabra significa evangelizar, anunciar buenas noticias, declarar (llevar) buenas nuevas, predicar el evangelio. Por lo tanto, anunciar el evangelio del reino de Dios es predicar el reino de Dios como evangelio, como buenas noticias.
El reino de Dios es el Salvador (17:21), quien como la semilla de vida se siembra dentro de Sus creyentes, el pueblo escogido de Dios (Mr. 4:3, 26) y se desarrolla hasta ser una esfera en el cual Dios puede gobernar como reino Suyo en Su vida divina. La entrada a este reino es la regeneración (Jn. 3:5), y su desarrollo es el crecimiento de los creyentes en la vida divina (2 P. 1:3-11). El reino es la vida de iglesia hoy, en la cual viven los creyentes fieles (Ro. 14:17), y se desarrollará hasta ser el reino venidero, una recompensa que han de heredar (Gá. 5:21; Ef. 5:5) los santos vencedores en el milenio (Ap. 20:4, 6). Finalmente, tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén como el reino eterno de Dios, una esfera eterna que contiene la bendición eterna de la vida eterna de Dios, la cual todos los redimidos de Dios disfrutarán en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad (Ap. 21:1-4; 22:1-5, 14). Tal reino, el reino de Dios, es lo que el Salvador predicó en Lucas 4 como evangelio, esto es, las buenas nuevas.