Mensaje 36
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Lectura bíblica: Lc. 16:1-13
El capítulo dieciséis del evangelio de Lucas es en realidad la continuación del capítulo quince. El hecho de que la palabra también aparezca en el primer versículo lo demuestra claramente. Esta palabra denota continuación, más aún cuando aparece al principio del capítulo.
En el capítulo anterior el Señor dio tres parábolas con respecto a la salvación del pecador. En este capítulo añade una parábola relacionada con el servicio del creyente. Después de que el pecador se convierte en creyente, debe servir al Señor como un mayordomo prudente.
En el capítulo quince se presenta claramente la plena salvación que la Trinidad Divina llevó a cabo. Pero después de dicha presentación, el Señor no deja de hablar, sino que da otra parábola a los fariseos en la cual no vemos la salvación, sino la prudencia de un mayordomo. Esto indica que después de haber sido recibidos en la casa de Dios, debemos convertirnos en mayordomos. Eramos pecadores, fuimos salvos y llegamos a ser hijos de Dios. Ahora nosotros, los hijos de Dios, los salvos en la casa de Dios, debemos ser mayordomos que sirven a Dios en Su casa. Esto significa que debemos servir a Dios en la iglesia.
En Lucas vemos que cada vez que el Señor Jesús habla de la salvación, revela algo más en cuanto al servicio. Por ejemplo, la parábola del buen samaritano mencionada en el capítulo diez describe la gracia salvadora del Salvador-Hombre en Sus virtudes humanas expresadas en Sus atributos divinos. Inmediatamente después de esta parábola, tenemos el caso de Marta y María, un caso que demuestra cómo debemos servir al Señor según Su deseo y Su preferencia. El principio es el mismo del capítulo catorce. Primero, el Señor nos habla en cuanto a la invitación que Dios nos hace asistir a una gran cena. Esto representa la salvación. Luego vemos al Señor que enseña cómo seguirlo a toda costa, renunciando a todo lo terrenal para que, como seguidores fieles, podamos entrar en el jubileo venidero. Esta enseñanza también se relaciona con el servicio. Después de una presentación completa de la plena salvación de Dios en el capítulo quince, el Señor narra otra parábola en el capítulo dieciséis, demostrándonos que después de ser salvos debemos servir a Dios en Su casa como mayordomos.
La parábola referente al mayordomo prudente es sencilla y breve; sin embargo, contiene un punto enigmático, pues el Señor usa a un mayordomo injusto para demostrar el servicio de un mayordomo en la casa de Dios. Como veremos, esto no quiere decir que el Señor nos enseñe que seamos injustos en nuestro servicio. Lo crucial es la prudencia del mayordomo.
El versículo 1 dice: “Dijo también a los discípulos: Había un hombre rico que tenía un mayordomo, y éste fue acusado ante él como disipador de sus bienes”. Aquí el ejemplo del mayordomo demuestra cómo los creyentes, salvos por el amor y la gracia del Dios Triuno, son los mayordomos del Señor (12:42; 1 Co. 4:1-2; 1 P. 4:10), a quienes El encomendó Sus posesiones.
Los versículos 2 y 3 añaden: “Entonces le llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que oigo acerca de ti? Da cuenta de tu mayordomía, porque ya no podrás más ser mayordomo. Entonces el mayordomo dijo para sí: ¿Qué haré, pues mi amo me quita la mayordomía? Cavar, no tengo fuerzas; mendigar, me da vergüenza”. El mayordomo dice que él no es suficientemente fuerte para cavar como un agricultor que cava en el campo, y tiene vergüenza de mendigar como un limosnero que implora ayuda. En el versículo 4 el mayordomo se dijo a sí mismo: “Ya sé lo que haré para que cuando se me quite de la mayordomía, me reciban en sus casas”. Esta acción de recibir significa “ser recibidos en los tabernáculos eternos” (v. 9).
Los versículos del 5 al 7 dicen: “Y llamando a cada uno de los deudores de su amo, dijo al primero: ¿Cuánto debes a mi amo? El dijo: Cien medidas de aceite. Y le dijo: Toma tu cuenta, siéntate pronto, y escribe cincuenta. Después dijo a otro: Y tú, ¿cuánto debes? Y él dijo: Cien medidas de trigo. El le dijo: Toma tu cuenta, y escribe ochenta”. En estos versículos vemos que el mayordomo despedido, mientras todavía estaba en la casa, tomó la oportunidad de hacer algo por otros a fin de que más adelante, ellos pudieran hacer algo por él. En esto consistió la prudencia del mayordomo.
En el versículo 8 dice al respecto: “Y alabó el amo al mayordomo injusto por haber obrado sagazmente; porque los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con los de su generación que los hijos de luz”. Literalmente el mayordomo injusto se refiere a “la injusticia del mayordomo”. Sin embargo, no se elogia el acto injusto del mayordomo, sino su prudencia.
En el versículo 8 el Señor Jesús explica que los hijos de este siglo son más sagaces en el trato con los de su generación que los hijos de luz. Los hijos de este siglo son las personas mundanas. Los hijos de luz se refiere a los salvos, los creyentes (Jn. 12:36; 1 Ts. 5:5; Ef. 5:8). La frase con los de su generación alude al prójimo. El Señor no nos enseña a ser injustos, sino a ser prudentes, es decir, a actuar en el momento oportuno y aprovechar las oportunidades que se nos presenten.
En el versículo 9 el Señor añade: “Y Yo os digo: Ganad amigos por medio de las riquezas de injusticia, para que cuando éstas falten, os reciban en los tabernáculos eternos”. Ganar amigos por medio de las riquezas es ayudar a otros usando el dinero conforme a la dirección de Dios.
Las riquezas, es decir, el dinero, pertenecen al mundo satánico. El dinero es injusto en su posición y su naturaleza. El mayordomo de la parábola fue prudente en su acto injusto. El Señor nos enseña a nosotros Sus creyentes a ser prudentes en el uso de las riquezas injustas.
La frase las riquezas de injusticia indica que el dinero está fuera de la esfera de Dios. El dinero está fuera del reino de Dios; está en el mundo de Satanás. Por lo tanto, el dinero es injusto tanto en posición como en existencia. De hecho, en lo que respecta a Dios, el dinero no debería existir. En este universo no debería existir el dinero. Si amamos el dinero, amamos algo que no debe existir.
En el versículo 9 el Señor dice que si ganamos amigos por medio de las riquezas de injusticia, cuando éstas falten, seremos recibidos en los tabernáculos eternos. La palabra falten indica que cuando el mundo satánico haya terminado, el dinero no tendrá uso alguno en el reino de Dios. Los tabernáculos eternos son las moradas eternas, en las cuales los creyentes prudentes serán recibidos por aquellos que recibieron el beneficio de su prudencia. Esto se cumplirá en la edad del reino venidero (Lc. 14:13-14; Mt. 10:42).
En el versículo 10 el Señor añade: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto, también en lo más es injusto”. La expresión lo muy poco se refiere a las riquezas, las posesiones de esta era; lo más se refiere a las valiosas posesiones de la era venidera (véase Mt. 25:21, 23).
En el versículo 11 el Señor dice: “Pues si en las riquezas injustas no habéis sido hallados fieles, ¿quién os confiará lo verdadero?” La expresión lo verdadero se refiere a las verdaderas posesiones en la era del reino venidero (véase Mt. 24:47).
En el versículo 12 el Señor afirma: “Y si en lo ajeno no habéis sido hallados fieles, ¿quién os dará lo que es vuestro?” Dios en Su economía neotestamentaria no desea que los creyentes se preocupen por los bienes materiales. Aunque las cosas materiales de este mundo fueron creadas por Dios y le pertenecen a El (1 Cr. 29:14, 16), se corrompieron por la caída del hombre (Ro. 8:20-21) y fueron usurpadas por Satanás, el maligno (1 Jn. 5:19); por esto, pertenecen al hombre caído y son injustas (v. 9). Aunque Dios provee a los creyentes diariamente de lo necesario dándoles cosas materiales de esta era (Mt. 6:31-33), y les encomienda como mayordomos Suyos una porción de bienes materiales para el ejercicio y aprendizaje de ellos a fin de probarlos en esta era, ninguno de estos bienes debe ser considerado de ellos hasta la restitución de todas las cosas en la era venidera (Hch. 3:21). Sólo entonces los creyentes heredarán el mundo (Ro. 4:13) y tendrán una posesión perdurable (He. 10:34) para sí. En esta era ellos deben ser fieles con los bienes materiales y temporales que Dios les ha dado, para que aprendan a ser fieles con su posesión eterna en la era venidera.
El versículo 13 añade: “Ningún siervo puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o se apegará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas”. En este versículo la palabra griega traducida servir se refiere a “servir como esclavos”. El Señor indica que servir al Señor requiere que le amemos, dándole nuestro corazón, y que nos aferremos a El, dándole todo nuestro ser. De este modo somos librados de la ocupación y usurpación de las riquezas, de modo que podamos servir al Señor completa y cabalmente. Aquí el Señor recalca que para servirle, tenemos que vencer las riquezas de injusticia que nos seducen y engañan.
En el versículo 13 vemos que las riquezas están en rivalidad con Dios y compiten con El. Debido a esto, son malignas. Por nuestra parte, no podemos servir a dos señores, o servimos a Dios o a las riquezas. Este es un asunto muy serio.
Lo que el Señor dijo en cuanto a las riquezas iba dirigido especialmente a los fariseos, quienes eran amadores del dinero (v. 14). Ellos afirmaban que amaban a Dios y que le servían. Sin embargo, el Señor bien sabía que no amaban a Dios, sino al dinero.
Mientras el Señor estaba en camino a Jerusalén, algunos de los fariseos le salieron al encuentro. Mucho de lo que el Señor hizo y dijo en camino de Galilea a Jerusalén estaba dirigido a los fariseos y sólo se narra en el evangelio de Lucas. El relato de Marcos y de Mateo es diferente. Lucas escribe de tal manera que se ve el conflicto que tuvo lugar en camino a Jerusalén entre el Señor Jesús y los fariseos que salieron a Su encuentro. En los capítulos del catorce al dieciséis lo que el Señor dijo iba dirigido a los fariseos.
En estos capítulos lo que el Señor dijo se basa en el jubileo que El declaró en el capítulo cuatro. Vimos que el jubileo se revela en dos aspectos: el jubileo en esta era y el jubileo en la era venidera. En otras palabras, el Señor hace referencia al jubileo en esta era y en la era venidera. El jubileo actual es el jubileo de gracia. Pero el jubileo en la era venidera será el jubileo del reino.
El jubileo tanto en esta era como en la era venidera es en realidad el reino de Dios. Y el reino de Dios, a su vez, es el Salvador-Hombre mismo. Además, el jubileo es el evangelio. Según Marcos y especialmente Lucas, el evangelio es el reino de Dios. El reino de Dios es el propio Salvador, quien es todo-inclusivo, vino como Dios y como Hombre, con los atributos divinos expresados en Sus virtudes humanas para sembrarse como semilla. En el Estudio-vida de Marcos indicamos que la semilla del reino mencionada en Marcos 4 puede llamarse el gene del reino. El Señor Jesús se sembró a Sí mismo como semilla, como gene, del reino de Dios. Su meta consiste en que la semilla sembrada en los que la recibieron crecieran y se desarrollaran hasta ser un reino. Este es el reino verdadero de Dios. Este reino es el evangelio que nos libra de todo cautiverio y nos devuelve nuestro derecho a la herencia perdida de disfrutar a Dios en Cristo por medio del Espíritu. Esto es el jubileo.
Nos debe impresionar el hecho de que en Lucas, el evangelio, el reino de Dios, el Salvador-Hombre y el jubileo son sinónimos, y se refieren a la misma cosa: se refieren a nuestra liberación del cautiverio y a la recuperación de nuestra heredad divina. Esto es el jubileo, el evangelio, el reino de Dios y también el propio Salvador-Hombre.
El elemento básico de lo que el Señor dijo en camino de Galilea a Jerusalén es el jubileo. El jubileo también es el principio que rige Su enseñanza. Todo lo que se halla en 9:51—19:27 está relacionado con el jubileo.
Si no vemos que el jubileo es el elemento básico y el principio en torno al cual giran los capítulos del nueve al diecinueve, no tendremos la llave que nos permita entender bien estos capítulos. En tal caso, nuestro entendimiento de dichos capítulos puede ser fragmentario, es decir, podemos entender un poco aquí y un poco allá, pero sin entenderlos en conjunto. Podemos comparar esta sección del Evangelio de Lucas con un rompecabezas. Sólo cuando usemos la llave para abrir cada uno de estos capítulos podremos juntar las piezas y ver el cuadro entero del jubileo.
En el capítulo quince de Lucas vemos la salvación que la Trinidad Divina llevó a cabo. La salvación que Dios efectúa produce en la mayordomía. Nosotros los salvos, debemos servir a nuestro Dios Salvador como mayordomos Suyos. Un mayordomo es útil en la casa. Esto indica que después de ser salvos, debemos ser buenos mayordomos que sirven a Dios en Su iglesia, la cual es Su casa en la tierra hoy.
Según Lucas 16, nuestra mayordomía tiene mucho que ver con la administración del dinero. En un sentido, todos nosotros somos “banqueros” que usamos el dinero día tras día. Diariamente quizás usted piense cuánto dinero tiene.
Como ejemplo de la manera en que la gente está ocupada con el dinero, déjeme contarles la historia de un comerciante a quien le pidieron que orara después del sermón del pastor. El hombre se sorprendió mucho pero no pudo evadir esta acción. Mientras oraba, se le escaparon unas palabras acerca de una suma de dinero. Esto es evidencia de lo dicho por el Señor: “Porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Mt. 12:34). Tarde o temprano lo que llene nuestro corazón brotará de nuestra boca.
Al oír sobre este comerciante, usted quizás piense que tal cosa jamás le sucederá. Sin embargo, ¿no es cierto que usted también piensa mucho en el dinero? Incluso durante las reuniones de la iglesia, tal vez le preocupe el dinero, quizás esté calculando cuánto tiene en su cuenta corriente o en la caja de ahorros. El manejo del dinero es verdaderamente un asunto crítico.
El mundo satánico no podría existir sin el dinero. Si no existiera el dinero, el mundo dejaría de existir, y el reino de Dios vendría. Cuando el dinero desaparece, el reino viene.
El Señor Jesús ciertamente conoce el secreto que hay en las profundidades de nuestro ser. Este secreto profundo es las riquezas, el dinero. El Señor no solamente conoce el secreto que existe en nosotros, sino que sabe cómo tocar el problema que tenemos al respecto. Referente al dinero, todos nosotros somos como los fariseos. Por lo tanto, en 16:1-13 el Señor nos enseña a ser prudentes en el manejo de nuestro dinero y a tomar la oportunidad para usar las riquezas de injusticia de una manera prudente.
Llegará un día cuando el dinero, las riquezas de injusticia faltarán. Esto quiere decir que llegará un momento cuando el dinero dejará de ser útil. Yo creo que eso sucederá en el milenio. La Biblia no dice explícitamente que el dinero dejará de ser útil durante el milenio; sin embargo, como resultado de mi estudio en cuanto al milenio en las santas Escrituras, creo que así será. Después de estudiar en cuanto al milenio según Isaías, los evangelios, Hechos, las epístolas de Pablo y el libro de Apocalipsis, sin duda, yo diría que cuando el milenio venga, el dinero dejará de ser útil. El mundo de hoy es el sistema de Satanás, y el dinero pertenece a dicho sistema. Pero cuando venga el milenio, el mundo satánico llegará a su fin y el reino de Dios lo substituirá. Entonces, el dinero ya no tendrá lugar en la sociedad humana.
Algunos pueden pensar que pasará mucho tiempo antes de que el milenio venga y de que el dinero deje de ser útil. Pero ¿ha pensado usted alguna vez que cuando un individuo muere el dinero deja de serle útil? En el momento en que una persona muera, su relación con el dinero termina. Alguien puede tener una gran suma de dinero, pero no le servirá de nada cuando muera.
Menciono esto para hacer notar que necesitamos aprovechar la oportunidad de usar nuestro dinero prudentemente para beneficiar a otros. Trate de usar su dinero para beneficiar a otros a fin de que cuando el dinero pierda su valor, otros hagan algo por usted.
En 16:9 el Señor dice: “Ganad amigos por medio de las riquezas de injusticia, para que cuando éstas falten, os reciban en los tabernáculos eternos”. Esto indica que aquellos que se beneficiaron de nuestro uso adecuado del dinero nos recibirán calurosamente en los tabernáculos eternos. Esto sucederá en la era venidera del reino. Cuando el Señor vuelva y nos reciba en Su reino, algunos de nosotros tendremos un grupo de personas que nos recibirá. ¿Quiénes serán los que nos darán la bienvenida? Los que se beneficiaron de nuestro uso prudente del dinero en esta era.
Déjeme darles un ejemplo breve de esto. Supongamos que usted usa una suma de dinero para publicar folletos evangélicos con el propósito de conducir personas al Señor. Los que reciban el beneficio le darán la bienvenida en el futuro. Puede que digan: “Hermano, queremos que sepa que fuimos salvos por uno de los folletos que usted pagó”. Este es un ejemplo de ser recibido en las moradas eternas por los que participaron del beneficio de nuestra prudencia.
En la parábola mencionada en el capítulo dieciséis el mayordomo injusto se valió de la oportunidad, cuando aún estaba en la casa, para ayudar a los deudores de su señor a reducir sus deudas (vs. 4-7). El tomó la oportunidad de usar el dinero para beneficiar a otros. Según este principio, debemos usar nuestro dinero para beneficiar a otros. No debemos usarlo para nosotros mismos, para lujos, entretenimientos, placeres ni vicios. Al contrario, debemos usarlo para el beneficio de otros. Hay muchas necesidades y hay muchas cosas que podemos hacer que beneficiarían a otros. Esto es ser prudente al servir al Señor.
No podemos servir al Señor fielmente si no usamos nuestro dinero con el propósito apropiado y en el momento oportuno. Si afirmamos que servimos al Señor, pero usamos nuestro dinero de una manera errónea, no somos francos. Lo primero que un mayordomo honesto haría es manejar su dinero prudentemente.
Cuando estaba estudiando inglés, siendo un adolescente, leí un artículo de Benjamín Franklin relacionado con el dinero. Franklin decía que ganar dinero es fácil, pero que es muy difícil gastarlo. Lo que Franklin dijo me sorprendió mucho, ya que pensé que ganar dinero era difícil pero fácil gastarlo. Pero después de leer el artículo, me convencí de que sí es fácil ganar dinero, pero es difícil gastarlo como se debe. Es difícil gastar el dinero de una manera que no nos dañe, que no dañe a otros ni a la sociedad. Miren cuánto daño han hecho los ricos a la sociedad al gastar su dinero de una manera errónea. Si los ricos usarán bien su dinero, ellos mismos se beneficiarían, beneficiarían a otros y a toda la sociedad. Sin duda, para servir al Señor como mayordomos, debemos administrar bien nuestro dinero.
Algunos tal vez digan: “No soy una persona rica. Puesto que no soy rica no tengo problema con cómo gasto mi dinero”. Sin embargo, usted puede tener problema aún con el poco dinero que tiene. Aunque no sea rico, necesita aprender a manejar sus ingresos.
Después de servir al Señor y a las iglesias por más de medio siglo, puedo testificar que cualquier grupo cristiano cuyos miembros den fiel y regularmente el diez por ciento de sus ingresos, tendrá dinero en abundancia. Las estadísticas con referencia a los fondos de la iglesia demuestran esto. Algunos grupos requieren que sus miembros prometan y den diez por ciento de sus ingresos y siempre tienen dinero en abundancia. Lo importante no es que impongamos un requisito legal a dar el diez por ciento de nuestros ingresos, sino que quienes dan fielmente el diezmo de sus ingresos nunca les falta dinero.
Animo a los jóvenes en particular, a que aprendan a dar una porción de sus ingresos al Señor. Jóvenes, ustedes deben empezar esto inmediatamente después de graduarse, cuando comiencen a trabajar. Den al Señor una porción del primer sueldo que reciban. Puedo testificar que cuando yo era joven, practicaba esto. Cuando recibí el primer sueldo, aún siendo un estudiante pobre, aparté una porción para el Señor. Quizás algunos de nosotros nunca hayamos considerado esto. Por lo tanto, animo a todos los santos, especialmente a los jóvenes, a que den al Señor una porción del dinero que ganen. Si hacemos esto, aprenderemos a manejar nuestro dinero apropiadamente.
Los que dan al Señor fiel y regularmente pueden testificar que cuanto más dan, más reciben. Para nosotros los cristianos, ser ricos es dar. La manera de recibir es dar. El Señor mismo dijo: “Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, se os volverá a medir” (6:38). Aquí vemos claramente que dar es la manera de recibir.
Es una vergüenza para los miembros de la iglesia, que la iglesia se halle en la pobreza, pues esto indica que ellos no dan fielmente. Aprendamos a servir al Señor como mayordomos fieles en el manejo del dinero.
Les animo a que lleven cuentas de lo que dan. Durante el curso de un año, mantengan una cuenta de todo lo que dan. Al final del año comparen el porcentaje que dieron al Señor con lo que El les dio. Les recomiendo encarecidamente a todos ustedes que practiquen esto.
Según las estadísticas que he estudiado y los testimonios que he oído, cuanto más damos al Señor, más podemos dar. Por ejemplo, si usted da el diez por ciento en un año, el año siguiente podrá dar el veinte por ciento. Si usted es fiel en dar una suma más alta, podrá dar aún más el año siguiente. El principio radica en que cuanto más demos, más podremos dar.
Cuando algunos oigan estas palabras acerca de la fidelidad y de dar, tal vez digan que no tienen suficiente fe para dar regularmente. En realidad, esto no es un asunto de fe, sino de práctica, y nuestra práctica se basa en la fe del Señor y en Su fidelidad.