Mensaje 39
(17)
Lectura bíblica: Lc. 17:1-37
En 17:20 los fariseos preguntaron al Señor Jesús que cuándo había de venir el reino de Dios. El les respondió: “El reino de Dios no vendrá de modo que pueda observarse, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” (vs. 20-21). La respuesta del Señor indica que el reino de Dios no es físico, sino espiritual. El reino es el Salvador en Su primera venida (vs. 21-22), en Su segunda venida (vs. 23-30), en el arrebatamiento de los creyentes vencedores (vs. 31-36), y al destruir al anticristo (v. 37) a fin de recobrar toda la tierra para Su reinado (Ap. 11:15).
Lucas 17:22-24 demuestra que el reino de Dios es el Salvador mismo, quien estaba entre los fariseos cuando ellos le interrogaron. Dondequiera que esté el Salvador, allí está el reino de Dios, pues está con El, y El lo trae a Sus discípulos. El es la semilla del reino de Dios que sería sembrada en los escogidos de Dios para desarrollarse hasta ser Su reino.
En 17:23-30 el Señor Jesús da a entender que el reino de Dios es El mismo en Su segunda venida. El versículo 24 dice: “Porque como el relámpago que al fulgurar resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro, así también será el Hijo del Hombre en Su día”. Referente a este versículo tenemos que entender que la segunda venida de Cristo tiene dos aspectos: uno es secreto, relacionado con los creyentes vigilantes; el otro es visible, relacionado con los judíos y gentiles incrédulos. Aquí el “relámpago” representa el aspecto visible de la venida del Señor. El relámpago puede considerarse algo oculto tras una nube, que espera la oportunidad de estallar. Cristo también estará envuelto en una nube (Ap. 10:1) en el aire por un tiempo y luego aparecerá repentinamente como un relámpago que cae en la tierra.
En Lucas 17:25 el Señor dice: “Pero primero es necesario que padezca mucho, y sea rechazado por esta generación”. Luego en los versículos del 26 al 29 describe esta generación, al decir que los días del Hijo del Hombre serán como los días de Noé (vs. 26-27) y los días de Lot (vs. 28-29). Ciertas condiciones prevalecían en los días de Noé. La gente estaba aturdida por comer, beber, casarse y darse en casamiento. Además, no supieron que el diluvio iba a venir hasta que vino y los destruyó a todos. Así será en los días del Hijo del Hombre. La gente estará absorbida por las necesidades de esta vida, no sabiendo que el juicio de Dios (representado por el diluvio) vendrá sobre ellos cuando el Señor venga. Pero los creyentes, deben desintoxicarse y estar consciente de que el Señor vendrá a fin de ejecutar el juicio de Dios sobre este mundo corrupto.
La necesidad de comer, beber y casarse fue originalmente establecida por Dios para la subsistencia del hombre. Pero debido a la concupiscencia, Satanás utiliza estas necesidades de la vida humana para ocupar al hombre y mantenerle apartado de los intereses de Dios. Al final de esta era, esta situación se intensificará y alcanzará su clímax durante los días del Hijo del Hombre.
Las características prevalecientes en los días de Noé eran comer, beber, casarse y darse en casamiento. Las características de los días de Lot eran comer, beber, comprar, vender, plantar y edificar. Estas actividades indican negocios. Note las características del mundo de hoy, que son comer, beber, casarse, darse en casamiento, comprar, vender, plantar y edificar.
Las costumbres malignas que aturdieron a la generación de Noé antes del diluvio, y a la generación de Lot antes de la destrucción de Sodoma, describen la peligrosa condición del modo de vivir del hombre antes de la parusía (la presencia, la venida) del Señor y la gran tribulación (Mt. 24:3, 21). Si queremos participar del arrebatamiento de los vencedores para disfrutar la parusía del Señor y escapar de la gran tribulación, tenemos que vencer hoy el efecto estupefaciente de la vida del hombre.
En el versículo 30 el Señor añade: “Así será el día en que el Hijo del Hombre sea revelado”. Las palabras griegas traducidas así será, literalmente significan “así serán, conforme a las mismas cosas”. Al final de esta generación, como lo indica el versículo 24, el Salvador-Hombre se manifestará como el relámpago que resplandece desde un extremo del cielo hasta el otro. Aquella luz que fulgura será la manifestación del reino. En realidad, esa luz será la venida del Salvador-Hombre, una persona, pero también será la manifestación del reino de Dios.
En 17:31-36 el Señor da a entender que el reino de Dios tiene que ver con El y con el arrebatamiento de los creyentes que hayan vencido. Esto quiere decir que incluso el arrebatamiento de los creyentes es parte del reino de Dios. De hecho, el arrebatamiento también es el Salvador mismo. Podemos entender esto si nos damos cuenta de que si Cristo no está en nosotros, no podemos ser arrebatados. El arrebatamiento en el cual participaremos será Cristo mismo. Cuando tengamos a Cristo hasta cierta medida, seremos arrebatados.
Podemos compararnos con un globo, y al Cristo que mora en nosotros con el aire que contiene el globo. Cuanto más aire tenga, más se elevará. De igual manera, a fin de ser arrebatados, necesitamos llenarnos de Cristo. Por lo tanto, el arrebatamiento depende de cuán llenos de Cristo estemos. En el momento del arrebatamiento, el “aire”, el Cristo que mora en nosotros, el pneuma, nos arrebatará.
Los vencedores no procuran conservar la vida de su alma. En vista de la advertencia en cuanto a la mujer de Lot, ellos no aman las cosas materiales ni les interesan. El versículo 31 dice: “En aquel día, el que esté en la azotea, y sus bienes en casa, no descienda a tomarlos; y el que en el campo, asimismo no vuelva a las cosas que dejó atrás”. Este versículo revela que al demorarnos en las cosas terrenales y materiales, perderemos el arrebatamiento de los vencedores descrito en los versículos del 34 al 36.
El Señor dice en el versículo 32: “Acordaos de la mujer de Lot”. La mujer de Lot se convirtió en una estatua de sal porque miró atrás por su apego a Sodoma. Esa mirada indica que amaba y estimaba al mundo maligno, al cual Dios iba a juzgar y destruir totalmente. Ella fue rescatada de Sodoma, pero no llegó al lugar seguro adonde llegó Lot (Gn. 19:15-30). No pereció, pero tampoco fue completamente salva. Ella, como la sal que se vuelve insípida (Lc. 14:34-35), fue dejada en un lugar de sufrimiento y vergüenza. Esto es una advertencia solemne para los creyentes que aman al mundo.
La mujer de Lot fue rescatada de Sodoma, pero aún estaba interesada en aquella ciudad maligna. Cuando los ángeles sacaron a Lot y a su mujer, dijeron: “Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que parezcas” (Gn. 19:17). Se les mandó a Lot y a su mujer que siguiesen hacia adelante y no mirasen atrás. Sodoma estaba bajo la condenación de Dios y a punto de perecer, y debían olvidarse de ella. Sin embargo, la mujer de Lot, incapaz de olvidarse de Sodoma, miró atrás con apegó, e inmediatamente se convirtió en una estatua de sal: “Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal” (Gn. 19:26).
La advertencia en cuanto a la mujer de Lot se relaciona con la advertencia de la sal que pierde su sabor, mencionada en Lucas 14:34 y 35. Cuando juntamos 14:34, 35 y 17:32, vemos que una persona que pertenece al Señor puede convertirse en la sal que perdió su sabor, incluso en una estatua de sal insípida. Podemos decir que la mujer de Lot tenía sal, pero era sal insípida, o sea, que perdió su sabor. ¡Qué lamentable!
Ya vimos que en 14:35 la sal puede encontrarse en uno de tres lugares: en la tierra, en el estercolero o afuera, un lugar que no está en la tierra ni en el estercolero. En el caso de la mujer de Lot, también había tres lugares: la ciudad de Sodoma, el lugar adonde Lot fue llevado y el lugar localizado entre los dos, un lugar de vergüenza, donde la mujer de Lot permaneció como estatua de sal.
No son los muchos líderes ni maestros cristianos que han visto este tercer lugar. La mayoría enseña que sólo hay dos lugares, uno para los salvos y otro para los perdidos. Pero según la revelación neotestamentaria, existe indiscutiblemente un tercer lugar, que no es para los salvos ni para los perdidos, sino de sufrimiento y de vergüenza.
Si amamos al Señor y se nos advierte en cuanto a la mujer de Lot, no nos importarán las cosas materiales. En vez de conservar nuestra alma al amar las cosas materiales, seremos llenos de Cristo como el aire celestial. Entonces seremos llevados en el arrebatamiento.
El Señor después de recordarnos de la mujer de Lot, añade: “El que procure conservar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda, la conservará” (v. 33). Conservar la vida del alma es permitir que el alma tenga su disfrute y que no sufra. Perder la vida del alma es hacer que el alma sufra la perdida del disfrute. Si los seguidores del Salvador-Hombre permiten que el alma se deleite en esta era, harán que no pueda disfrutar la era venidera del reino. Si no permiten que el alma disfrute en esta era, por causa del Salvador-Hombre, harán posible que se deleite en la era del reino venidero, es decir, que ellos participen del gozo del Señor al regir la tierra (Mt. 25:21, 23).
Conservar nuestra alma está relacionado con el apego a las cosas terrenales y materiales mencionado en Lucas 17:31. Nos apegamos a las cosas terrenales porque nos preocupamos por el disfrute de nuestra alma en esta era. Esto hará que perdamos la vida del alma; es decir, nuestra alma no disfrutará en la era del reino venidero.
En 17:34 y 35 el Señor dice: “Os digo: En aquella noche estarán dos en una cama; el uno será tomado, y el otro será dejado. Dos mujeres estarán moliendo juntas; la una será tomada, y la otra dejada”. En estos versículos se revela el arrebatamiento de los creyentes vencedores. Este ocurrirá secreta e inesperadamente, de noche para algunos creyentes que están dormidos, y de día para algunas hermanas que están moliendo en casa y para algunos hermanos que están trabajando en el campo. Ellos son escogidos porque vencieron el efecto estupefaciente de esta era.
En 14:25-35 el Salvador nos manda que paguemos el precio, hasta donde podamos, para seguirle. En 16:1-13 nos exhorta a vencer las riquezas para que le sirvamos prudentemente como mayordomos fieles. En 17:22-37, El nos exhorta a vencer el efecto estupefaciente de la vida desenfrenada de esta era para que seamos arrebatados y llevados al disfrute de Su parusía (Su presencia, Su venida). Todas estas exhortaciones están relacionadas con la necesidad de los creyentes de vencer en la vida práctica.
En 17:34 y 35 el Señor dice que “el uno será tomado”. La palabra griega traducida tomado literalmente significa “introducido”, lo cual denota el arrebatamiento de los vencedores, quienes no aman las cosas mundanas de esta era ni conservan la vida de su alma. Los que son tomados de esta manera serán arrebatados antes de la gran tribulación (Mt. 24:21), la cual será una prueba severa sobre toda la tierra habitada (Ap. 3:10). Ser arrebatado de este modo es ser guardado “de la hora de la prueba que ha de venir sobre toda la tierra habitada, para probar a los que moran sobre la tierra” (Ap. 3:10).
Las expresiones estarán moliendo, mencionada en Lucas 17:35, y en el campo, mencionada en Mateo 24:40, aluden a ganarse el sustento trabajando. Aunque los creyentes no deben estar embotados por las necesidades de esta vida, necesitan trabajar para ganarse el sustento. La idea de abandonar el trabajo con el cual uno se gana la vida, es otro extremo de la táctica de Satanás.
En 17:34-36 vemos que algunos que están durmiendo serán arrebatados de noche, y algunas hermanas que están moliendo y algunos hermanos que están labrando serán arrebatados de día. Vemos que el arrebatamiento incluye a los santos que se hallan en lugares y momentos diferentes. Cuando el arrebatamiento se produzca, algunos serán arrebatados de noche y otros de día, dependiendo del lugar donde vivan en la tierra. Quizás los santos del Oriente serán arrebatados de noche, y los santos del Occidente, de día.
En estos versículos vemos que no todos los que están durmiendo, moliendo o labrando serán arrebatados. Esto indica que no todos los creyentes serán arrebatados al mismo tiempo. El Señor dice que dos estarán en la cama, el uno será tomado, y el otro será dejado. Lo mismo sucederá con las dos que están moliendo en un mismo lugar, y los dos que están labrando en el campo. En cada caso, el que es dejado tal vez no sepa el paradero del que fue tomado. Este es el arrebatamiento de los creyentes que velan.
Algunos maestros de la Biblia no creen que el arrebatamiento de los vencedores sea distinto del arrebatamiento de todos los creyentes. En otras palabras, no creen en lo que se conoce como “arrebatamiento parcial”. Sólo creen en lo que se menciona en 1 Tesalonicenses 4; no creen que Mateo 24 y Lucas 17 hablan del arrebatamiento de los creyentes que velan y vencen. Sin embargo, cuando estudiamos estos capítulos, vemos que para interpretar tales porciones es necesario reconocer que hablan del arrebatamiento de los creyentes que hayan vencido.
Tenemos que entender 17:21-37 a la luz de la pregunta que los fariseos hicieron en el versículo 20. Le preguntaron al Señor que cuándo había de venir el reino de Dios, y El dio Su respuesta en los versículos siguientes, la cual incluye todo lo que se abarca en los versículos del 20b al 37. El Señor indica que el reino de Dios es, en realidad, El mismo en Su primera venida, en Su sufrimiento, en Su segunda venida y en el arrebatamiento de los vencedores. El está en nosotros como el reino de Dios.
El reino de Dios no es una organización ni una esfera física, sino que es el Hijo de Dios como vida sembrada en los creyentes, una vida que crece y se desarrolla hasta ser una esfera espiritual donde Dios rige en vida. Por lo tanto, el reino de Dios es una persona viva. Dicha persona es el reino de Dios en Su primera venida y en Sus sufrimientos, y también será el reino en Su segunda venida y en el arrebatamiento de los creyentes que hayan vencido. En cada uno de estos ejemplos, esta persona es el reino de Dios.
Puedo testificar que he estudiado esta porción del Evangelio de Lucas por más de medio siglo. Estudié reiteradas veces esta porción, la estudiaba e investigaba en busca de la debida interpretación. Después de estudiar los evangelios a fondo, he llegado a una conclusión que creo que es correcta en cuanto al reino de Dios tal como se revela aquí.
Lucas 17:20-37 revela que el reino de Dios es el Hijo de Dios como semilla de vida sembrada en los escogidos de Dios para que crezca y se desarrolle hasta llegar a ser una esfera espiritual donde Dios reina y gobierna en Su vida divina. Este reino es en realidad una persona viva. Cuando El venga, el reino de Dios vendrá. El reino vino con la primera venida del Señor y en Sus sufrimientos, y vendrá en Su segunda venida, en el arrebatamiento de los santos vencedores y, como veremos, cuando destruya al anticristo.
Lucas 17:37 dice: “Y respondiendo, le dijeron: ¿Dónde, Señor? El les dijo: Donde esté el cuerpo, allí se juntarán también los buitres”. Literalmente la palabra cuerpo se refiere a un cadáver. Este versículo es muy misterioso, y esto me ha intrigado por más de cincuenta años. Después de estudiar cuidadosamente la Biblia y otros escritos, he llegado a la conclusión de que este versículo alude a la destrucción del anticristo por parte del Señor.
El anticristo será la causa de la gran tribulación, pues será necesario juzgarlo y destruirlo. Tal como en Adán todos están muertos (1 Co. 15:22), así el anticristo maligno, quien con sus ejércitos malignos guerreará contra el Señor en Armagedón (Ap. 19:17-21), a los ojos del Señor es un cadáver fétido, y sólo sirve para satisfacer la voracidad de los buitres. Además, en las Escrituras tanto el Señor como aquellos que en El confían son comparados con el águila (Ex. 19:4; Dt. 32:11; Is. 40:31), y los ejércitos veloces y destructores son comparados con águilas en vuelo (Dt. 28:49; Os. 8:1). Por lo tanto, los buitres aquí, por ser aves rapaces del género del águila, se refieren a Cristo y los vencedores, quienes vendrán volando como un ejército veloz para guerrear contra el anticristo y sus ejércitos y para destruirlos en Armagedón, ejecutando así el juicio de Dios sobre ellos. Esto no sólo indica que Cristo en Su manifestación aparecerá junto con Sus santos vencedores en el lugar donde el anticristo esté con sus ejércitos, sino que también Cristo y los vencedores vendrán rápidamente como los buitres desde los cielos, lo cual corresponde al relámpago mencionado en Lucas 17:24.
Ahora tenemos la respuesta completa del Señor a la pregunta que los fariseos le hicieron en cuanto a la venida del reino de Dios. La respuesta consiste en que cuando el Hijo de Dios vino por primera vez, el reino vino con El, y cuando El fue a la cruz, el reino fue con El. Cuando regrese, el reino regresará con El. Cuando los santos vencedores sean arrebatados, allí estará el reino de Dios. Finalmente, cuando Cristo derrote al anticristo, el reino de Dios también allí estará. Vemos en todo esto que el reino de Dios es en realidad el Salvador-Hombre en Su Persona viva. Puesto que El es el reino de Dios, dondequiera que El esté, allí está el reino de Dios. En cualquier momento que El aparezca, aparece como el reino de Dios.
Resumiremos brevemente el capítulo diecisiete. En este capítulo el Señor nos enseña a que no hagamos tropezar a los demás, que estemos siempre listos y dispuestos a perdonar cuando nos ofenden, que se ejercite la fe en el Dios soberano, y que nos consideremos esclavos inútiles. Si hacemos estas cosas, seremos preservados en un nivel elevado de moralidad. Con este nivel de moralidad, no haremos tropezar a los demás ni seremos ofendidos por ellos. Puesto que tenemos fe en Dios, no nos quejaremos. Además, en vez de considerarnos personas importantes, útiles y serviciales para con Dios y con otros, nos humillaremos y diremos que somos esclavos inútiles. También nos daremos cuenta de cuán misericordioso es nuestro Salvador. Cuando los diez leprosos se le acercaron, El no seleccionó ni tuvo preferencia alguna, sino que los sanó a todos.
En dicho capítulo también vemos que cuando los fariseos molestaron al Señor al hacerle una pregunta difícil en cuanto al reino de Dios, El en Su respuesta indicó que el reino de Dios es en realidad una persona viva, el Salvador-Hombre mismo. La realidad espiritual de esta persona, quien es el reino de Dios, no se puede ver con los ojos físicos. Por lo tanto, el reino de Dios no viene de modo que pueda observarse. A fin de ver la realidad espiritual del reino de Dios, necesitamos una percepción espiritual. El reino de Dios, que es el Señor en Su Persona viva, apareció en Su primera venida y en Su sufrimiento, y aparecerá en Su segunda venida, en el arrebatamiento de los creyentes vencedores, y la destrucción del anticristo y su ejército.