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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Marcos»
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Mensaje 12

HECHOS SUPLEMENTARIOS QUE REALIZO EL SALVADOR-ESCLAVO EN SU SERVICIO EVANGELICO

(2)

  Lectura bíblica: Mr. 3:22-35

  En 3:7-35 se hallan cinco hechos suplementarios que el Salvador-Esclavo realiza en Su servicio evangélico: evita la opresión de la multitud (Mr. 3:7-12), designa a los apóstoles para que prediquen (Mr. 3:13-19), no come por causa de las necesidades urgentes (Mr. 3:20-21), ata a Satanás y saquea su casa mediante el Espíritu Santo (Mr. 3:22-30) y no permanece en la relación de la vida natural sino en la de la vida espiritual (Mr. 3:31-35). En el mensaje anterior abarcamos los primeros tres de estos hechos suplementarios, y a continuación examinaremos los últimos dos: ata a Satanás y no permanece en la relación de la vida natural.

ATA A SATANAS Y SAQUEA SU CASA MEDIANTE EL ESPIRITU SANTO

  Según 3:21, los parientes del Señor “vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de Sí”. Esta exclamación, la cual expresó la preocupación natural de los familiares del Salvador-Esclavo, dio lugar a que los escribas blasfemaran contra El. El versículo 22 dice: “Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: Tiene a Beelzebú, y por el príncipe de los demonios echa fuera los demonios”. Esta blasfemia fue provocada por la preocupación natural de los parientes del Señor, expresada en el versículo 21.

  Los parientes del Señor no lo entendieron y decían que estaba fuera de Sí, lo cual dio lugar a los escribas, los opositores, para difamarlo. Los escribas quizás dijeron: “Ven, aun sus parientes dicen que está fuera de Sí. ¿Saben por qué? Se debe a que tiene un demonio, y este demonio es Beelzebú el príncipe de los demonios”. El Salvador-Esclavo echaba fuera demonios, los obreros malignos del reino de tinieblas de Satanás. Sin embargo, los opositores decían que lo hacía por medio del príncipe de los demonios. ¡Qué sutileza la del maligno, el cual motivó a estos opositores perversos a decir eso! Eran ellos los que colaboraban con el maligno, e incluso eran uno con él.

  Beelzebú, que significa “señor de las moscas”, era un dios de los ecronitas (2 R. 1:2). Los judíos le cambiaron el nombre a Beelzebul, nombre despectivo que significa “señor del muladar” y que se usaba para referirse al príncipe de los demonios (Mt. 12:24; Lc. 11:15, 18-19). Los escribas injuriaron al Salvador-Esclavo diciendo que expulsaba demonios por obra del príncipe de los demonios. Al usar este nombre sumamente blasfemo, expresaron su mayor objeción y rechazo.

  Sin duda, el nombre Beelzebú se refiere al diablo, el señor de las moscas y del muladar. Los escribas no pudieron haber escogido un nombre peor con el cual difamar al Señor Jesús. No sólo dijeron que tenía demonio, sino que estaba sumiso a Beelzebú, el príncipe de los demonios. Esta blasfemia fue tan seria que el Señor indicó más tarde que era imperdonable, ya que era una blasfemia contra el Espíritu Santo (Mr. 3:28-30).

  Debemos recordar que lo que dio lugar a la blasfemia fue lo que dijeron los parientes del Señor en cuanto a que El estaba fuera de Sí. Le acusaron de ser anormal, y esto dio oportunidad para que los escribas lo difamaran. Quizás dijeron: “Ciertamente El es anormal, pues tiene demonio, a Beelzebú”. Esto muestra que es posible que el amor natural que nos tienen nuestros familiares, dé lugar a que Satanás obre.

  Marcos 3:23-25 dice: “Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede quedar en pie. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede quedar en pie”. Las palabras del Señor indican que Satanás no sólo tiene una casa, sino también un reino; su casa es una casa de pecado (1 Jn. 3:8, 10) y su reino es un reino de tinieblas (Col. 1:13). Los pecadores pertenecen tanto a la casa de Satanás como a su reino. Los demonios forman parte de dicho reino y poseen a la gente para el mismo. Satanás es el príncipe de este mundo (Jn. 12:31) y el príncipe de la potestad del aire (Ef. 2:2). Tiene su autoridad (Hch. 26:18) y sus ángeles (Mt. 25:41), los cuales son sus subordinados como principados, potestades y gobernadores de las tinieblas de este mundo (Ef. 6:12). Así que, él tiene su reino, la potestad de las tinieblas (Col. 1:13).

  Ya vimos que Satanás tiene una casa y un reino. Su reino está en contra del reino de Dios, y su casa está en contra de la casa de Dios.

  En Marcos 3:26 el Señor dice que “si Satanás se ha levantado contra sí mismo, y está dividido, no puede quedar en pie, sino que ha llegado su fin”. Luego añade en el versículo 27: “Pero nadie puede entrar en la casa del hombre fuerte y saquear sus bienes, si primero no ata al hombre fuerte, y entonces saqueará su casa”. Los bienes se refieren a los pecadores retenidos en la casa de Satanás para su reino. El Salvador-Esclavo ató a Satanás, el hombre fuerte, y entró en su casa para saquear sus bienes, los pecadores, a fin de que éstos, por la regeneración, fueran introducidos en la casa de Dios (Ef. 2:19) para Su reino (Jn. 3:5). Esto indica que mientras el Salvador-Esclavo realizaba el servicio evangélico, ataba al hombre fuerte, a Satanás. El servicio evangélico consiste en librar una guerra cuyo fin es destruir a Satanás y su reino de tinieblas.

  Lo que dijo el Señor en el versículo 27 indica que mientras predicaba el evangelio, ataba al hombre fuerte a fin de destruir su reino al saquear su casa. En otras palabras, la predicación del Señor era un saqueo. Satanás capturó a todos los pecadores y los puso en su casa, la cual es una cárcel. Así que, todos los pecadores se habían convertido en cautivos de Satanás. Pero el Señor Jesús, quien tiene el poder del Espíritu, vino para predicar el evangelio; El vino para saquear la casa de Satanás y liberar a los cautivos.

  Sin las palabras que el Señor expresó en el versículo 27, no comprenderíamos que al predicar el evangelio debemos saquear la casa de Satanás. Pensaríamos que predicar el evangelio consiste solamente en ganar almas, salvar a los pecadores perdidos. Sin embargo, el concepto del Señor en cuanto a la predicación del evangelio es muy diferente. Para El, predicar el evangelio para salvar a los pecadores equivale a saquear la casa de Satanás para liberar a los cautivos. Seguramente, este saqueo destruye el reino de Satanás.

  Lo dicho en 3:27 corresponde con lo que el Señor le dijo a Pablo en Hechos 26:18: “Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios”. Cuando Pablo fue llamado por Dios para predicar el evangelio, le fue dicho que hiciera que las personas se convirtieran de las tinieblas a la luz y de la potestad de Satanás a Dios. La potestad de Satanás es simplemente el reino de Satanás. Hoy, al predicar el evangelio a los pecadores, también debemos hacer que ellos, los cautivos de Satanás, se conviertan de la potestad de las tinieblas a Dios y a Su reino.

  En Marcos 3:28-29 el Señor dijo también a los escribas: “De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y cuantas blasfemias que profieran; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de un pecado eterno”. Lo dicho por el Señor respecto al Espíritu Santo muestra que el servicio evangélico del Salvador-Esclavo, especialmente echar fuera demonios para destruir el reino de tinieblas de Satanás, se llevó a cabo por medio del Espíritu Santo. El Señor había sido ungido por el Espíritu y era guiado por El continuamente en Su mover (1, Lc. 4:18; Mr. 1:12).

  El Señor predicaba el evangelio y al mismo tiempo destruía el reino de Satanás por medio del poder del Espíritu Santo. Cuando el Señor fue bautizado, se negó a Sí mismo, dejándose sepultar en las aguas de la muerte. El no hacía nada por Su propio poder, Su propia fuerza ni Su propia energía; todo lo hacía por medio del Espíritu Santo. En particular, fue por el Espíritu Santo que predicó el evangelio con el propósito de saquear la casa de Satanás y destruir su reino.

  Mateo 12:28 indica que cuando el Señor Jesús destruía el reino de Satanás al predicar el evangelio, establecía el reino de Dios: “Pero si Yo por el Espíritu de Dios echo fuera los demonios, entonces ha llegado a vosotros el reino de Dios”. El Espíritu de Dios es el poder del reino de Dios. Donde el Espíritu de Dios se manifiesta con poder, allí está el reino de Dios y allí los demonios no tienen cabida alguna.

  ¡Cuán maravilloso es el hecho suplementario descrito en Marcos 3:22-30, el cual el Salvador-Esclavo realizó en Su servicio evangélico! Lo que ahí se describe nos enseña que cuando predicamos el evangelio necesitamos orar para tener contacto con Dios como nuestra fuente, a fin de recibir más del Espíritu Santo y ser revestidos de Su poder. Entonces al predicar el evangelio saquearemos la casa de Satanás y destruiremos su reino. Este asunto es crucial, y es muy importante que todos lo entendamos.

  El servicio evangélico no sólo consiste en predicar; también incluye combatir y saquear. Los pecadores son los “bienes” que Satanás capturó y los cuales retiene en la fortaleza de su casa. Así que, no sólo debemos convencer y subyugar a los incrédulos, sino que también debemos saquear la casa de Satanás para que los que están cautivos en ella sean liberados. Para liberar a los que Satanás tiene cautivos en su prisión, necesitamos poder y autoridad; y el Espíritu Santo es tanto nuestro poder como nuestra autoridad. Por el hecho suplementario que el Señor realizó, nos damos cuenta de que necesitamos que el Espíritu Santo nos revista de poder para predicar el evangelio.

  En 3:28-29, el Señor dice que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres y todas sus blasfemias. Pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo “no tiene jamás perdón, sino que es reo de un pecado eterno”, un pecado que jamás será perdonado. Blasfemar contra el Espíritu Santo no es lo mismo que ultrajarlo (He. 10:29). Ultrajar el Espíritu es desobedecerlo intencionalmente. Muchos creyentes cometen este pecado, pero si lo confiesan, serán perdonados y limpiados por la sangre del Señor (1 Jn. 1:7, 9). Pero blasfemar contra el Espíritu Santo es calumniarlo, tal como lo hicieron los escribas en Marcos 3:22. El Señor expulsó un demonio por el Espíritu Santo. Pero al ver eso los escribas dijeron que echaba fuera demonios por virtud de Beelzebú, el príncipe de los demonios. Esto fue una blasfemia contra el Espíritu Santo.

  En la economía del Dios Triuno, el Padre concibió el plan de redención (Ef. 1:5, 9), el Hijo realizó la redención conforme al plan del Padre (1 P. 2:24; Gá. 1:4), y el Espíritu llega a los pecadores para aplicarles la redención realizada por el Hijo (1 Co. 6:11; 1 P. 1:2). Si un pecador blasfema contra el Hijo, como lo hizo Saulo de Tarso, el Espíritu todavía puede obrar en él y motivarle a arrepentirse y creer en el Hijo para así ser perdonado (véase 1 Ti. 1:13-16). Pero si blasfema contra el Espíritu, éste no tiene base para obrar en él, y no queda nadie que lo haga arrepentirse y creer. Por lo tanto, es imposible que tal persona sea perdonada. Esto no sólo es lógico, según el raciocinio humano, sino que también está en la esfera gubernamental, según el principio administrativo de Dios, como lo revela la palabra del Señor en 3:28-29.

NO PERMANECE EN LA RELACION DE LA VIDA NATURAL, SINO EN LA DE LA VIDA ESPIRITUAL

  En 3:31-35 se halla el quinto hecho suplementario realizado por el Salvador-Esclavo en Su servicio evangélico: no permanece en la relación de la vida natural, sino en la de la vida espiritual. Marcos 3:31-32 dice: “Después llegaron Su madre y Sus hermanos, y quedándose afuera, enviaron a llamarle. Y una multitud estaba sentada alrededor de El y le dijeron: Tu madre, Tus hermanos, y Tus hermanas están afuera, y te buscan”. Después de la blasfemia de los opositores, que fue instigada por Satanás, los parientes del Salvador-Esclavo vinieron otra vez a perturbarlo con su preocupación natural por El. Sin duda, esto también fue motivado por el maligno.

  Según los versículos 33-35, el Señor dijo: “¿Quién es Mi madre y Mis hermanos? Y mirando en torno a los que estaban sentados en círculo, a Su alrededor, dijo: He aquí Mi madre y Mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de Dios, ése es Mi hermano, y Mi hermana, y Mi madre”. Esto indica que el Señor rechazó la preocupación natural de Sus familiares. Rehusó permanecer en la relación de la vida natural a fin de derrotar las tramas del maligno y cumplir el servicio evangélico. Con ello demostró Su actitud absoluta para con Dios en Su humanidad.

  El Señor, mirando en torno a los que estaban sentados en círculo, a Su alrededor, dijo: “He aquí Mi madre y Mis hermanos”. Luego añadió que cualquiera que hace la voluntad de Dios es Su hermano, Su hermana y Su madre. Aquí vemos que la relación que el Señor tiene con Sus seguidores no es en la carne, sino en el espíritu. Cualquiera que hace la voluntad de Su Padre, es Su hermano que le ayuda, Su hermana que le muestra benevolencia y Su madre que le ama con ternura.

  El Salvador-Esclavo, por medio de Su servicio evangélico, hacía de los pecadores que creían en El, Sus parientes espirituales, los cuales llegaban a ser Sus muchos hermanos (Ro. 8:29; He. 2:11) en la casa de Dios (He. 3:5) y Sus muchos miembros para la edificación de Su Cuerpo místico (Ef. 5:30; 1 Co. 12:12) a fin de hacer la voluntad de Dios.

  Hoy la Iglesia Católica Romana tiene a María como la madre de Dios. Pero en 3:33-35 el Señor Jesús negó la relación natural que tenía con ella y dijo que Su madre era aquel que hace la voluntad de Dios. Esto indica que cualquier hermana que hace la voluntad de Dios puede decir con denuedo que ella es una madre para el Señor Jesús. Además, no es nada presuntuoso afirmar que somos los hermanos del Señor.

  En 3:31-35 vemos que el Salvador-Esclavo no permaneció en la relación de la vida natural. La relación que tenía con Sus seguidores se basaba en la vida espiritual. Por medio de este hecho suplementario nos damos cuenta de que si queremos ser poderosos en el ministerio de Dios, debemos negar las relaciones naturales. Lo que más trae complicación al ministerio de Dios es la relación natural con el padre o la madre, el esposo o la esposa, los hijos o los parientes. El Señor Jesús evitó esta complicación negando la relación natural.

  En los cinco hechos suplementarios que el Salvador-Esclavo realizó en Su servicio evangélico vemos que no hay lugar para el concepto natural, el entendimiento natural ni la relación natural. En estos hechos suplementarios todo es espiritual, santo y divino, o sea, todo lo contrario al concepto humano. Si queremos seguir al Señor con el propósito de realizar estos hechos suplementarios hoy, no debemos dar lugar a los conceptos ni a las relaciones naturales. Seguir al Señor de esta manera requiere que todo lo que hagamos sea espiritual, divino, santo y según Dios. Entonces tendremos la base y el denuedo para llevar a cabo la obra de Dios.

  Espero que todos ustedes, especialmente los jóvenes, reciban ayuda y una profunda impresión por medio de estos hechos suplementarios que realizó el Señor en Su servicio evangélico. Específicamente, que al recibir dicha impresión, jamás sostengamos un concepto natural en cuanto al recobro del Señor, el ministerio del Señor y el mover del Señor. No debemos juzgar las cosas del recobro según el entendimiento natural.

  Todos los eventos descritos en el Evangelio de Marcos ocurrieron bajo la soberanía del Señor. Primero, en 1:14-45 se encuentran cinco asuntos que constituyen el contenido del servicio evangélico del Salvador-Esclavo. Luego, en 2:1—3:6 se hallan cinco casos que muestran las diversas maneras de llevar a cabo el servicio evangélico. Además, como ya vimos, en 3:7-35 se hallan cinco hechos suplementarios. Por la soberanía de Dios, los cinco asuntos, los cinco casos y los cinco hechos ocurrieron en una cronología excelente. Si comprendemos esto, sabremos cómo llevar a cabo el ministerio de Dios. Al comprender lo que es el contenido, las maneras y los hechos, sabremos en qué consiste el servicio evangélico del Señor y cómo llevarlo a cabo; tendremos la base, la posición, para llevar a cabo la obra del Señor.

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