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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Marcos»
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Mensaje 57

UNA VIDA QUE CONCUERDA CON LA ECONOMIA NEOTESTAMENTARIA DE DIOS Y QUE LA CUMPLE

(6)

  Lectura bíblica: Mr. 1:14-15; 4:3, 26, 29; 1 P. 1:23; 1 Jn. 3:9; 1 Co. 3:9; Ap. 14:14-16

  En este mensaje examinaremos algo muy misterioso, algo que no se puede entender fácilmente. Se trata de que el Señor Jesús es el Sembrador, la semilla y el reino. Estos tres forman parte del Señor, el cual es una maravillosa persona que lo es todo. Como veremos, en el Evangelio de Marcos el Sembrador es una persona, la semilla es una persona y el reino también es una persona.

LA VIDA DEL SEÑOR Y SU OBRA

  En Lc. 17:20 los fariseos preguntaron al Señor cuándo había de venir el reino de Dios, a lo cual les respondió: “El reino de Dios no vendrá de modo que pueda observarse, ni dirán: Helo aquí, o helo allí; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros” [v. 21]. Estos versículos, junto con los versículos del Lc. 17:22-24, comprueban que el reino de Dios es el propio Salvador, quien estaba entre los fariseos cuando éstos le preguntaron en cuanto al reino. Puesto que el Señor Jesús es el reino, dondequiera que El esté, ahí está el reino de Dios.

  Después de ser bautizado y de que el Espíritu descendiera sobre El, el Señor Jesús comenzó a llevar a cabo Su obra, Su ministerio. Ya vimos que en El no había diferencia entre Su vida y Su obra, pues éstas eran una misma cosa. Podemos decir que el Señor Jesús vivió Su obra; vivió Su ministerio. Llevó una vida en la que predicaba, enseñaba, echaba fuera demonios, sanaba enfermos y limpiaba leprosos. En El vemos una sola cosa: Su vida, la cual era Su obra, Su mover y Su ministerio. Todo lo que hacía, todo lo que hablaba y a dondequiera que iba formaba parte de Su vida.

  El Señor Jesús, al llevar a cabo Su ministerio en la tierra, llevando una vida llena de Dios, proclamó el evangelio a la gente miserable, enseñó la verdad a los que yacían en tinieblas, echó fuera demonios de las personas poseídas, sanó a los enfermos y limpió al leproso. Esto se describe en el capítulo uno del Evangelio de Marcos. En Marcos 2 y 3 dirigió a las personas a que recibieran el perdón de pecados y las introdujo en un banquete en el que le disfrutan como la justicia que las cubre y como la vida que las llena. De esta manera, llegó a ser la satisfacción y la liberación de ellas.

UN HOMBRE QUE HABLA EN EL LUGAR SANTISIMO

  En Marcos 4 el Señor Jesús fue a la orilla del mar. El versículo 1 dice: “Otra vez comenzó Jesús a enseñar junto al mar, y se le congregó una multitud muy grande, de modo que El entró en una barca en el mar y se sentó; y toda la multitud estaba en tierra, frente al mar”. La barca en este versículo representa a la iglesia, la tierra alude a la nación judía, y el mar, a los gentiles.

  Para el Señor Jesús, la barca de Marcos 4 llegó a ser el Lugar Santísimo. Al oír esto algunos tal vez digan: “¿Cómo puede decir que una barca llegó a ser el Lugar Santísimo? Se supone que el Lugar Santísimo está en el templo”. A esto respondería que lo que determina que cierto sitio sea el Lugar Santísimo no es el sitio en sí; más bien, el factor determinante es Dios. Si El está en cierto sitio, ahí está el Lugar Santísimo. Así que, puesto que el Señor Jesús es el propio Dios, la barca en la cual estaba mientras hablaba en Marcos 4 era el Lugar Santísimo. Cuando El hablaba desde la barca, en realidad era Dios el que hablaba. En el Antiguo Testamento Dios hablaba desde el Lugar Santísimo, desde el propiciatorio. Pero en Marcos 4, Dios había abandonado aquel Lugar Santísimo, y la barca donde estaba el Señor Jesús era el nuevo Lugar Santísimo.

  Si usted no cree esto tal vez indique con ello que aún no ha muerto. Si ya experimentó su fin, comprenderá que la barca de Marcos 4 en la que estaban los discípulos con el Señor Jesús era el Lugar Santísimo. Recuerde que el que estaba en la barca, el que hablaba la palabra, era en efecto el propio Dios. Aquel que habló en el Lugar Santísimo hablaba ahora en la barca. En el Lugar Santísimo actual hablaba un Hombre, el cual era el Dios que se comunica con nosotros.

EL SEÑOR SIEMBRA LA SEMILLA

  Ya vimos que en Su servicio evangélico el Señor Jesús predicó, enseñó, echó fuera demonios, sanó a los enfermos, limpió a los leprosos y condujo a los que había tocado a que recibieran el perdón de pecados y entraran en un estado de gozo, satisfacción y libertad en el cual se deleitaran con El. Los que tocaron al Señor tal vez se preguntaban qué era lo que realmente les había acontecido. El capítulo cuatro describe lo que el Señor Jesús pretendía realizar en los capítulos del uno al tres.

  El Señor Jesús, habiendo ministrado en los tres capítulos anteriores, entró en una barca (4:1) y enseñaba “en parábolas muchas cosas” a la gente (v. 2). La primera parábola fue la del sembrador (4:10-20), la cual comienza con las palabras: “He aquí, el sembrador salió a sembrar” (v. 3). Esto indica que todo lo que el Señor hizo en los primeros tres capítulos de este evangelio equivalía a sembrar. Por ejemplo, en 1:14-20 El proclamó el evangelio, diciendo: “El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (v. 15). Puesto que el Señor proclamó el evangelio, tal vez pensemos que El era un predicador. No obstante, la parábola del sembrador indica que El era un sembrador. Al predicar el evangelio El no era simplemente un predicador, sino también un sembrador, y entre ambos hay una gran diferencia. El Señor aparentemente era un predicador, pero en realidad era un sembrador.

  Lo mismo se aplica a enseñar la verdad, echar fuera demonios, sanar enfermos y limpiar al leproso. Al parecer, el Señor era un maestro, pero en realidad era un sembrador. De igual manera, evidentemente era uno que echaba fuera demonios, sanaba enfermos y limpiaba leprosos. No obstante, al llevar a cabo todo esto, El realmente era un sembrador. Cuando proclamaba el evangelio, enseñaba la verdad, echaba fuera demonios, sanaba enfermos y limpiaba al leproso, lo que hacía en realidad era sembrar.

UNA VIDA DE SIEMBRA

  Marcos 4 revela que la vida que concuerda con la economía neotestamentaria de Dios es una vida de siembra. El Señor Jesús era un sembrador que se sembraba a Sí mismo en las personas que tocaba. Podemos tomar como ejemplo el caso de la sanidad de la suegra de Pedro. Cuando el Señor vino a ella, la sanó. Al respecto 1:31 dice: “Entonces El se acercó, y la levantó, tomándola de la mano; y la fiebre la dejó, y ella se puso a servirles”. ¿Cree usted que lo único que realizaba el Señor en este caso era un simple milagro? Ciertamente incluía mucho más. La sanidad era realmente una siembra. Cuando el Señor sanó a la suegra de Pedro, algo de El se sembró en ella. Por supuesto, en aquel momento tal vez ella no se dio cuenta. No obstante, es un hecho, una realidad, que algo que procedió del Salvador, quien se siembra a Sí mismo en las personas, se había impartido en ella.

  El Señor también se sembró en aquel leproso cuando lo tocó y lo limpió (1:40-45). Este dijo al Señor: “Si quieres, puedes limpiarme” (v. 40). El Señor, movido a compasión, le tocó, y le dijo: “Quiero, sé limpió. Y al instante la lepra se fue de aquél, y quedó limpio” (vs. 41-42). Cuando el Señor Jesús tocó y limpió al leproso, ¿no cree usted que algo del Señor se sembró en él? Al mismo tiempo que lo limpiaba, se sembraba en él.

  El leproso que fue limpio y la suegra de Pedro posiblemente no se dieron cuenta que el Señor había sembrado algo en ellos. No obstante, algo significativo había ocurrido en su ser. La suegra de Pedro, después que fue sana, se puso a servir, mientras que el leproso, después de ser limpio, se condujo de manera diferente. Esto muestra que algo del Señor se había sembrado en ellos, a pesar de que ellos no se dieron cuenta ni podían explicar lo ocurrido. En Marcos 4, el Señor revela que lo que se impartió en los que tocó fue la semilla que como Sembrador sembró en ellos. Por tanto, el Sembrador es la maravillosa persona del Señor Jesús.

LA SEMILLA DEL REINO

  En la parábola del sembrador no se menciona el reino de Dios. Pero en la de la semilla (4:26-29), el Señor Jesús habla del reino claramente. En el versículo 26 dice: “Así es el reino de Dios, como si un hombre echara semilla en la tierra”. Esto revela que el reino de Dios es una semilla.

  ¿Conoce usted algunos escritos cristianos que afirmen que el reino de Dios es una semilla? Casi todos los maestros de la Biblia, al abordar el tema del reino, dirían que es o una dispensación en la que Dios ejerce Su gobierno, o una esfera donde ejerce Su autoridad a fin de cumplir Su propósito. Algunos afirmarían que el reino de Dios estuvo primero entre los hijos de Israel, y que cuando los judíos rechazaron al Señor Jesús, el reino fue suspendido y que permanecerá así hasta la era venidera, la era del reino. Además, estos maestros dirían que la era actual no es la del reino, sino simplemente la era de la iglesia, y que la era venidera, la del milenio, será la era del reino, después de la cual vendrá el reino eterno en el cielo nuevo y la tierra nueva. No digo que enseñanzas como éstas no tengan base bíblica; no obstante, quiero llamar su atención al hecho de que esto no es lo que se enseña en 4:26-29 con respecto al reino. La palabra del Señor revela que el reino de Dios es una semilla.

EL EVANGELIO Y EL REINO

  El Evangelio de Marcos comienza con estas palabras: “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios”. ¿Qué es el evangelio? Quizás usted dirá que se refiere a las buenas nuevas, las buenas noticias. Por supuesto, esto es correcto. Pero ¿en qué consisten las buenas noticias? Cuando yo era joven se me enseñó que las buenas noticias consistían de lo que dice Juan 3:16: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en El cree, no perezca, más tenga vida eterna”. No cabe la menor duda de que éstas ciertamente son buenas nuevas. Pero en el Evangelio de Marcos no leemos nada acerca de que Dios ame al mundo. Antes bien, 1:1 habla del principio del evangelio de Jesucristo. Luego, en 1:14 dice que el Señor Jesús vino a Galilea y proclamaba el evangelio de Dios. En Su proclamación, decía: “Arrepentíos, y creed en el evangelio”. En este versículo no encontramos ni una palabra que diga que el Señor Jesús predicara acerca del amor de Dios ni que dijera que se había acercado el tiempo de creer en El para que recibiéramos la vida eterna. En 1:15 el Señor Jesús dijo que el tiempo se había cumplido, que el reino de Dios se había acercado, y por consiguiente, debíamos arrepentirnos y creer en el evangelio.

  Si leemos 1:14-15 con detenimiento comprenderemos que el evangelio es realmente el reino de Dios. El versículo 14 dice que el Señor Jesús proclamó el evangelio de Dios, mientras que en el 15 expresó que el reino de Dios se había acercado. Puesto que el reino de Dios se había acercado, las personas debían arrepentirse y creer en el evangelio. En este contexto el evangelio y el reino de Dios son sinónimos. El reino es el evangelio, y el evangelio es el reino.

  Si el reino de Dios fuera solamente una esfera donde Dios ejerce Su autoridad o una dispensación donde administra Su gobierno, es muy dudoso que un reino así pudiera ser un evangelio para nosotros. Pero en Marcos se revela que el reino de Dios es el evangelio. Cuando el Señor Jesús proclamaba el evangelio de Dios, proclamaba el reino de Dios.

UNA DEFINICION DEL REINO

  ¿Qué es el reino de Dios? Hablando con propiedad, el reino de Dios es una persona, la cual es el Hijo de Dios, quien se encarnó para ser el Hijo del Hombre cuyo nombre es Jesucristo. Primero, esta maravillosa persona vino como el Sembrador. Luego, como tal, se siembra en nosotros. Cuando hace esto, se produce el reino. Podemos decir que según 1 Corintios 3:9, el reino es la labranza de Dios. Así que, el reino es el Sembrador que siembra la semilla en los seres humanos. Hoy este reino es la labranza de Dios, y esta labranza es la vida de iglesia correcta.

  ¿Qué se cultiva en la labranza de Dios? En la labranza de Dios se cultiva a Cristo. Este es el concepto no sólo del Evangelio de Marcos, sino también el de otros libros del Nuevo Testamento. Por ejemplo, Pedro dice en su primera epístola: “Habiendo sido regenerados, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios, la cual vive y permanece para siempre” (1 P. 1:23). En este pasaje vemos que nacimos de Dios al tener la simiente de Dios en nosotros.

  En el último libro del Nuevo Testamento, Apocalipsis, se halla la cosecha, la siega de la semilla que se sembró en los evangelios. En los evangelios el Señor Jesús fue el Sembrador, pero en Apocalipsis 14, vendrá como Segador. Lo que el Señor sembró en los evangelios crece en las epístolas, y finalmente, será segado en Apocalipsis 14. Consideren lo que dice Apocalipsis 14:14-15: “Miré, y he aquí una nube blanca; y sobre la nube uno sentado semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda. Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete Tu hoz, y siega; porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura”. Esta siega será el conjunto de todos los creyentes maduros. Al final, ellos serán correyes del Señor Jesús.

  Hemos subrayado que en el Evangelio de Marcos vemos una vida que concuerda con la economía neotestamentaria de Dios. Todo lo que el Señor Jesús hizo al predicar, enseñar, echar fuera demonios, sanar enfermos y limpiar al leproso fue conforme a dicha economía. Ahora, en el capítulo cuatro, vemos que la vida que concuerda con la economía neotestamentaria de Dios y que la cumple es una vida de siembra.

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