Mensaje 63
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Lectura bíblica: Mr. 1:16-20; 4:3, 26; 9:1-8; Ef. 1:4; Mr. 1:9-11; Gá. 2:20
El Señor Jesús, quien llevó una vida en completa armonía con la economía neotestamentaria de Dios, es la corporificación del Dios Triuno; como tal, se sembró en Sus discípulos como semilla de vida.
Al mismo tiempo que el Señor llevaba una vida configurada a la economía neotestamentaria de Dios, reunía a los que serían la tierra en la cual se sembraría. Esa tierra eran Sus seguidores, de los cuales Pedro fue el primero en ser reunido. En cierto sentido podemos decir que el Señor Jesús puso a Pedro, la tierra, en Su “bolsillo” y lo llevó consigo por dondequiera que fue.
Al leer el Evangelio de Marcos debemos ver que el Señor Jesús llevaba una vida en la que sembraba al Dios Triuno en Su creyentes, los cuales eran la tierra. El comenzó a reunir la tierra a partir del capítulo uno. Pedro, el primero en ser llamado, es nuestro representante. El tomó la iniciativa tanto en lo bueno como en lo malo. La tomó al reconocer que Jesús es el Cristo y también al negar al Señor. Incluso fue el primero en ser crucificado. En un mensaje anterior hicimos notar que en cierto sentido Pedro fue crucificado antes que el Señor Jesús. Además, después que el Señor resucitó, el ángel específicamente mencionó el nombre de Pedro (16:7), lo cual indica que los ángeles lo conocían. No hay duda que Pedro era nuestro representante.
El Evangelio de Marcos no sólo presenta al Señor como Aquel que siembra al Dios Triuno en Sus creyentes, la tierra, sino que también describe la condición de ésta. Los casos contenidos en este evangelio muestran que el estado de la tierra no era saludable. En Marcos se narran doce casos que incluyen a trece personas (en un caso se involucra a dos personas: una mujer y una niña). Cuatro de los doce casos están relacionados con personas poseídas por demonios, lo cual indica que la tierra reunida por el Señor Jesús se hallaba poseída, ocupada por demonios.
Antes de ser salvo, ¿acaso no estaba usted poseído por algún demonio? Hoy muchas personas están poseídas por demonios de narcóticos o de apuestas. Al observar la actual situación del mundo vemos que todos las personas que no son salvas están ocupadas por demonios. Así que, cuando el Señor Jesús viene a elegir a alguien y reunirlo para que sea la tierra en la cual sembrarse, lo primero que hace es sacar los demonios. Por experiencia sabemos que cuando fuimos llamados por el Señor, El echó fuera los demonios que nos poseían.
Podemos decir que los doce casos relatados en el Evangelio de Marcos describen la condición de un individuo, es decir, presentan un cuadro completo de una persona. En los ojos del Señor Jesús, todo aquel que llega a ser la tierra donde El se siembra, es esa persona. Así que, el caso de la suegra de Pedro, quien se hallaba enferma con fiebre, indica que, hablando espiritualmente, todos tenemos fiebre. Debido a que nuestra temperatura espiritual no es normal, nos es fácil airarnos. ¿No era ésta la condición suya antes de ser salvo? En un tiempo, todos estuvimos enfermos con mucha fiebre. Además, éramos leprosos, es decir, éramos inmundos y estábamos contaminados con relación a Dios y a los hombres. También estuvimos paralizados; no podíamos andar delante de Dios ni obrar para El.
Aunque ésta era nuestra condición antes de ser salvos, el Señor Jesús nos sanó de manera general. La persona cuyo cuadro proyectan los doce casos fue sanada; la fiebre le dejó, y desapareció lo inmundo y la parálisis.
Según la secuencia del Evangelio de Marcos, después de los casos que muestran la sanidad general, se dan tres casos más que describen la sanidad de órganos específicos: el órgano auditivo, el parlante y el visual. Cuando llegamos al capítulo ocho, la tierra, es decir, los discípulos había sido reunida y sanada de manera general. No obstante, hablando espiritualmente, ellos no podían ver, oír, ni hablar. Así que, el Señor inició la sanidad de órganos específicos: la vista, el oído y el habla.
En el Evangelio de Marcos se narran dos casos específicos en los que se sana la ceguera. El primero fue la sanidad del ciego en Betsaida (8:22-26). El Señor, después de escupir en los ojos de éste y de imponerle las manos, le preguntó: “¿Ves algo?” (v. 23). El hombre respondió: “Veo hombres; como árboles los veo que andan”. Entonces el Señor le puso otra vez las manos sobre los ojos, y el hombre “miró fijamente; y fue restablecido, y comenzó a ver todas las cosas con claridad” (v. 25).
Inmediatamente después de sanar al ciego en Betsaida, el Señor Jesús salió con Sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo, y en el camino les preguntó: “¿Quién dicen los hombres que soy Yo?” (8:27). Ellos respondieron: “Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, uno de los profetas” (v. 28). Entonces les preguntó: “Pero vosotros, ¿quién decís que soy Yo?” (v. 29). Al hacerles esta pregunta, el Señor sanaba el órgano visual de los discípulos.
El segundo caso de sanidad de la ceguera que se narra en Marcos es el del ciego Bartimeo (10:46-52). Es muy significativo que este caso ocurriera inmediatamente después de que el Señor diera respuesta a la petición que le hicieron Jacobo y Juan, la cual consistía en sentarse el uno a Su izquierda y el otro a Su derecha en Su gloria (10:35-45). El hecho de que hicieran semejante petición muestra que estaban ciegos y que necesitaban una sanidad específica de parte del Señor. Los discípulos necesitaban ser sanados de la vista, el oído y el habla.
A partir del capítulo ocho el Señor Jesús comenzó a ayudar a los discípulos para que vieran Su persona, Su muerte todo inclusiva y Su maravillosa resurrección, y lo hizo hablándoles de ellas en tres ocasiones (8:31; 9:30-32; 10:33-34).
En el monte de la transfiguración, el Señor Jesús se manifestó con la intención de que Pedro, Jacobo y Juan vieran quién era El. “Se transfiguró delante de ellos. Y Sus vestidos se volvieron relucientes, muy blancos, como ningún batanero en la tierra los podría emblanquecer” (9:2-3). En el monte, “se les apareció Elías con Moisés, y hablaban con Jesús” (v. 4). Pedro, no sabiendo qué decir, tomó la iniciativa y dijo al Señor: “Rabí, bueno es que nosotros estemos aquí; hagamos tres tiendas, una para Ti, otra para Moisés, y otra para Elías” (v. 5). Pedro habló conforme al principio del Antiguo Testamento. No comprendía que los elementos de éste habían sido sepultados con el Señor Jesús en el capítulo uno. Desde la perspectiva humana no había nada malo con lo que sugirió. Moisés y Elías eran hombres prominentes; el primero representaba la ley, y el postrero, los profetas. No obstante, desde la perspectiva de la economía neotestamentaria de Dios, Pedro dijo una insensatez.
Marcos 9:7 dice: “Apareció una nube que los cubrió, y vino de la nube una voz: Este es Mi Hijo, el Amado; a El oíd”. Esta palabra es nuestra base para decir que Cristo es el reemplazo universal. El debe reemplazar a Moisés y a Elías; es decir, la ley y los profetas. Debe reemplazar todo lo viejo, a lo cual se le puso fin y se le sepultó en el capítulo uno. El capítulo nueve del Evangelio de Marcos indica que Cristo es el reemplazo universal.
El Señor Jesús reunió a los discípulos para que fueran la tierra en la cual sembrar al Dios Triuno. El sanó sus órganos visuales, auditivos y parlantes. Posteriormente tomó consigo esta tierra al ser examinado, juzgado y crucificado. Además, la llevó consigo cuando pasó por Su muerte todo inclusiva y entró en Su maravillosa resurrección.
Debemos examinar el Evangelio de Marcos desde la perspectiva de las epístolas de Pablo. Según Efesios 1:4, Dios nos escogió en Cristo antes de la fundación del mundo, lo cual indica que nos puso en El en la eternidad pasada. Por consiguiente, Dios nos puso en Cristo antes de la fundación del mundo.
Según nuestra experiencia, tal vez digamos que Dios nos puso en Cristo cuando creímos y fuimos bautizados en El. Este entendimiento es correcto y concuerda con el Nuevo Testamento, donde dice que fuimos bautizados en Cristo (Gá. 3:27). Esto habla del aspecto práctico de estar en Cristo. En cambio, Efesios 1:4 dice que Dios nos escogió en la eternidad, lo cual indica que desde antes de la fundación del mundo Dios ya nos había puesto en Cristo.
Debemos examinar Marcos 1 a la luz de Efesios 1. El Cristo en el cual Dios nos puso en la eternidad pasada vino para ser bautizado por Juan el Bautista en Marcos 1. Puesto que ya nos había puesto en Cristo antes de la fundación del mundo, El no vino solo; nos trajo consigo. Por tanto, al ser bautizado El, nosotros también fuimos bautizados en El.
¿Cree usted que Dios el Padre le puso en Cristo antes de la fundación del mundo y que usted estaba en Cristo cuando El fue bautizado? Si vemos esto alabaremos al Señor diciendo: “¡Aleluya, cuando el Señor fue bautizado en Marcos 1, yo también lo fui! Estaba en El cuando se bautizó en el Jordán”. Si tenemos la visión que presentan las epístolas de Pablo comprenderemos que fuimos bautizados con el Señor Jesús en el río Jordán. Todos debemos ver esto.
Puesto que se nos puso en Cristo antes de la fundación del mundo, también estuvimos en El cuando fue crucificado. Al ir a la cruz, nos llevó consigo, y así murió en ella. Por esto pudo decir Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado” (Gá. 2:20). Necesitamos la perspectiva de Pablo para entender la crucifixión de Cristo.
Así como fuimos crucificados con Cristo, también fuimos sepultados y resucitados con El. Cuando le sepultaron en Marcos 15, nosotros también fuimos sepultados. Asimismo, cuando El resucitó en Marcos 16, nosotros también resucitamos con El.
El Evangelio de Marcos consta principalmente de la revelación de la persona de Cristo. Aunque no dice mucho acerca de Su nacimiento, sí da énfasis a Su muerte y Su resurrección. Por tanto, este evangelio realza la persona de Cristo, Su muerte y Su resurrección. Si queremos recibir una definición completa de ellas necesitamos las catorce epístolas de Pablo.
A estas alturas todos debemos ver claramente que el Señor Jesús llevó una vida en la que sembró al Dios Triuno en Sus discípulos. Ellos, como tierra que el Señor reunió, se hallaban en la condición descrita por los diversos casos del Evangelio de Marcos, lo cual significa que estaban enfermos con fiebre, contaminados y paralizados. No obstante, fueron sanados de manera general y de manera específica. En especial, les fueron sanados los órganos de la vista, el oído y el habla.
Después de que el Señor llamó a los discípulos, los llevó consigo a dondequiera que El fue. Al llevar consigo la tierra, es decir, a los discípulos, se sembró en ella.
El libro de Hechos es la continuación directa del Evangelio de Marcos. En sus primeros dos capítulos vemos que Pedro y los ciento veinte habían llegado a ser la multiplicación del Señor Jesús. En Marcos, los discípulos disputaban en cuanto a quién era el mayor. En el capítulo 14 Pedro negó al Señor tres veces. Pero en Hechos 1 a nadie le importaba quién era el mayor. Antes bien, todos oraron unánimes durante diez días seguidos. ¿Cómo pudieron los discípulos tener esa experiencia? Lo lograron porque el Cristo resucitado estaba en ellos como vida.
En el capítulo 2 de Hechos el poder de lo alto descendió sobre los discípulos, y como resultado, ellos llegaron a ser el aumento, el desarrollo, el agrandamiento y la continuación del Señor Jesús. El los había llevado a través de Su muerte y Su resurrección y se había forjado en ellos. Por medio de esto, fueron reemplazados por el Señor y saturados con Él. De esta manera llegaron a ser Su aumento y Su continuación.
¿Qué clase de vida llevaron los ciento veinte en el libro de Hechos? Experimentaron una vida conforme a la economía neotestamentaria de Dios. No llevaron una vida en la que se afanaron por desarrollar su cultura, su religión, su ética, su moralidad, su filosofía y su carácter. De la misma manera que el Señor Jesús vivió en completa armonía con la economía neotestamentaria de Dios y para ella, así también vivieron los ciento veinte en Hechos.
En Hechos 21 y en la epístola de Jacobo no vemos una vida en total conformidad con la economía de Dios, sino un contraste de ésta. En Hechos 21 Jacobo introdujo algo diferente. El llevó una vida parcialmente compatible con la economía neotestamentaria de Dios. Su vida concordaba principalmente con el Antiguo Testamento; era una vida configurada a la religión y la ética.
En estos mensajes lo que nos interesa no es estudiar las Escrituras de manera doctrinal, sino presentar lo que Dios desea hoy. El desea llenarnos consigo mismo para que llevemos una vida que sea el fruto de la impartición divina. Entonces sembraremos esta vida en otras personas para que el Dios Triuno se imparta en ellas. Con relación a esto, todos necesitamos experimentar un cambio en nuestro concepto y en nuestra manera de andar, un cambio que nos lleve a vivir en conformidad con la economía neotestamentaria de Dios.