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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Mateo»
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Mensaje 13

LA PROMULGACION DE LA CONSTITUCION DEL REINO

(1)

  En este mensaje llegamos a la promulgación de la constitución del reino, la cual consta en los capítulos cinco, seis y siete. A lo largo de los años, muchos cristianos han entendido mal o han usado mal estos tres capítulos. En los mensajes que vamos a dar sobre estos capítulos esperamos que todos veamos el verdadero significado de esta sección de la Palabra.

  El reino de los cielos es uno de los asuntos más difíciles de entender para los creyentes. El reino de los cielos no corresponde a ningún concepto natural ni religioso. Veremos que se refiere a algo muy específico. Para entender el reino de los cielos, todos debemos desprendernos de los conceptos tradicionales que recibimos cuando estábamos en el cristianismo. Ninguna de estas enseñanzas anteriores que trataban del reino de los cielos concuerda con la Palabra pura. Hemos estudiado este asunto una y otra vez durante más de cincuenta años. El primer libro que publiqué sobre este tema salió en 1936. Durante todos los años subsecuentes hemos estudiado este tema. Por lo tanto, tenemos toda la seguridad de que es correcto lo que vemos en la Biblia con respecto al reino de los cielos. No obstante, es un poco diferente de los conceptos tradicionales con respecto al reino, y por eso, es necesario demorarnos bastante en estos capítulos para ver este asunto claramente.

  Los capítulos cinco, seis y siete del Evangelio de Mateo podrían ser llamados la constitución del reino de los cielos. Cada nación tiene una constitución. Indudablemente el Evangelio de Mateo, el libro sobre el reino de los cielos, también debe tener una constitución. En los tres capítulos ya mencionados, que consisten de las palabras que el nuevo Rey habló como constitución del reino de los cielos, vemos una revelación del vivir espiritual y los principios celestiales del reino de los cielos. Hay una sola naturaleza, pero los principios son muchos. La constitución del reino de los cielos se compone de siete secciones: la naturaleza del pueblo del reino (5:1-12); la influencia que el pueblo del reino de los cielos ejerce sobre el mundo (5:13-16); la ley del pueblo del reino (5:17-48); las obras justas del pueblo del reino (6:1-18); la actitud que el pueblo del reino tiene para con las riquezas (6:19-34); los principios del pueblo del reino en su manera de tratar a otros (7:1-12); y la base de la vida y obra del pueblo del reino (7:13-29). La primera sección, 5:3-12, describe la naturaleza del reino de los cielos bajo nueve bendiciones. Revela la clase de personas que viven en el reino de los cielos. El pueblo del reino también debe afectar al mundo. La naturaleza del pueblo del reino, siendo la misma naturaleza del reino, ejerce cierta influencia sobre el mundo. El pueblo del reino también tiene una ley. Esta ley no es la vieja ley de Moisés, es decir, los diez mandamientos, sino la nueva ley del reino de los cielos. El pueblo del reino son aquellos que hacen obras justas y que mantienen una actitud apropiada con respecto a las riquezas materiales. Debido a que las personas del reino todavía están en la tierra y son parte de la sociedad humana, la constitución del reino de los cielos revela principios según los cuales tratan a otros. Finalmente, en la última sección de esta constitución vemos la base sobre la cual el pueblo del reino vive y obra diariamente. Todos estos aspectos referentes al pueblo del reino son tratados en las siete secciones de la constitución del reino de los cielos.

I. EL LUGAR Y EL AUDITORIO

A. En el monte

  Mateo 5:1 dice: “Viendo las multitudes, subió al monte; y cuando se hubo sentado, se le acercaron Sus discípulos”. El nuevo Rey llamó a Sus seguidores junto al mar, pero El subió al monte para darles la constitución del reino de los cielos. Esto indica que necesitamos subir con El para poder comprender el reino de los cielos.

  Es muy significativo que la constitución del reino de los cielos fue promulgada en un monte. El mar representa el mundo corrompido por Satanás. Cuando el Señor nos cautivó, estábamos en el mundo corrompido por Satanás esforzándonos en ganarnos la vida. Pero después de que el Señor nos cautivó, nos condujo a un monte elevado, el cual representa el reino de los cielos. Esto indica que el reino de los cielos no se estableció junto al mar, sino en el monte. En la Biblia un monte a veces representa el reino. Por ejemplo, según Daniel 2:34-35, la piedra cortada sin manos despedazó la imagen y llegó a ser un gran monte que llenó toda la tierra. Este monte representa el reino milenario. Por esto, en la Biblia un monte representa el reino, especialmente el reino de los cielos.

  Además, ser llevado al monte significa que si estamos dispuestos a escuchar la promulgación de la constitución del reino de los cielos, no debemos quedarnos en una llanura baja, sino subir a un monte elevado. Debemos estar en un nivel muy alto para escuchar la constitución. En la orilla del mar, el Señor simplemente dijo: “Venid en pos de Mí”. Pero cuando iba a promulgar la constitución del reino de los cielos, los llevó a la cumbre de un monte. Tal vez sea fácil seguir al Señor, pero escuchar la constitución con miras al establecimiento del reino de los cielos requiere que subamos a la cumbre de un monte elevado.

B. Para Sus discípulos

  El versículo 1 dice: “Y cuando se hubo sentado, se le acercaron Sus discípulos”. Cuando el nuevo Rey se había sentado en el monte, Sus discípulos, y no las multitudes, se le acercaron para ser Su auditorio. Con el tiempo, no sólo los judíos creyentes llegaron a ser Sus discípulos, sino también las naciones que habían sido hechas discípulos (los gentiles, 28:19). Más tarde, empezaron a llamar a los discípulos “cristianos” (Hch. 11:26). Por consiguiente, las palabras del nuevo Rey, halladas en los capítulos cinco, seis y siete, las cuales El habló en el monte con respecto a la constitución del reino de los cielos, fueron dirigidas a los creyentes del Nuevo Testamento y no a los judíos del Antiguo Testamento.

  En los versículos 1 y 2 vemos que el Señor enseñó a los discípulos y no a las multitudes. Los que le rodeaban no pertenecían al grupo interior, sino sólo Sus discípulos. Aunque uno esté en el monte, también debe estar en el grupo interior, pues la constitución no se dirige a los de afuera, sino a los que pertenecen al grupo interior.

  Durante toda la historia, ha habido una gran controversia en cuanto a las personas a quienes fue dirigida la constitución: a los judíos, a los gentiles o a los creyentes. Por nuestros estudios hemos llegado a ver que no fue dada ni a los judíos ni a los gentiles, sino a los creyentes neotestamentarios. No queda duda que los discípulos eran los creyentes judíos cuando la constitución fue promulgada. Sin embargo, cuando estuvieron en el monte escuchando la promulgación de la constitución del reino, no representaban al pueblo judío, sino a los creyentes neotestamentarios. En 28:19 el Señor dijo a Sus discípulos que fuesen e hicieran discípulos a las naciones, es decir, a los gentiles. Esto significa que las naciones iban a convertirse en discípulos. Por consiguiente, los creyentes gentiles eran discípulos, así como los creyentes judíos. El auditorio que estaba en el monte, compuesto principalmente de judíos, representaba a todos los discípulos.

II. CON RESPECTO A LA NATURALEZA DEL PUEBLO DEL REINO

  Ahora llegamos a la primera sección de la constitución, la que trata de la naturaleza del pueblo del reino. Probablemente muy pocos cristianos han visto que 5:1-12 revela la naturaleza del pueblo del reino. Todos los cristianos deben ser personas del reino. Sin embargo, la situación actual no es normal. Muchos creyentes no están al nivel elevado del pueblo del reino. Las personas del reino son los vencedores. En la economía de Dios, cada creyente debe ser un vencedor, lo cual no equivale a ser alguien especial, sino normal. Por consiguiente, todos los creyentes deben pertenecer al pueblo del reino.

  Estos versículos describen nueve aspectos de la naturaleza del pueblo del reino: son pobres en espíritu, lloran por la situación actual, son mansos al sufrir oposición, tienen hambre y sed de justicia, son misericordiosos para con otros, tienen un corazón puro, procuran la paz con todos los hombres, padecen persecución por causa de la justicia, y sufren el vituperio y la calumnia. Cada aspecto empieza con la palabra “bienaventurados”. Por ejemplo, el versículo 3 dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. La palabra griega conlleva los significados de ser benditos y también dichosos. Varias traducciones usan la palabra “dichosos” en vez de “bienaventurados”. No obstante, no debemos usar la palabra “dichoso” ligeramente. Aquí lo bendito y lo dichoso no es asunto ligero: es algo que tiene peso. Cuando oímos las palabras: “Dichosos son los pobres en espíritu” no debemos gritar ni saltar. Ser dichoso en estos versículos significa algo profundo.

A. Pobres en espíritu para recibir el reino de los cielos

  En el versículo 3 el nuevo Rey dijo: “Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos”. Aunque muchos han hablado de las bendiciones en estos versículos, no he oído a nadie hablar del espíritu mencionado en el versículo 3. La traducción del versículo 3 en la versión china es muy pobre. Dice: “Bienaventurados los que son humildes de corazón”. Aunque los eruditos que laboraban en la versión china por lo general hicieron un buen trabajo, no vieron la diferencia entre el corazón y el espíritu. Otro versículo de este capítulo, el versículo 8, habla de tener un corazón puro. Por ende, la versión china habla de los humildes de corazón y los puros de corazón. Antes de que entráramos en la iglesia, muchos no habíamos visto la diferencia entre el corazón y el espíritu. El reino de los cielos se relaciona primeramente con nuestro espíritu.

  El espíritu mencionado en el versículo 3 no se refiere al Espíritu de Dios, sino a nuestro espíritu humano, la parte más profunda de nuestro ser, o sea, el órgano con el cual tenemos contacto con Dios y comprendemos y experimentamos las cosas espirituales. Ser pobre en espíritu no significa tener un espíritu pobre. Nuestro espíritu nunca debe ser pobre. Sería una lástima tener un espíritu pobre. Pero si somos pobres en espíritu, somos benditos. Ser pobre en espíritu no sólo significa que somos humildes, sino también que estamos vacíos en espíritu, o sea, en lo profundo de nuestro ser, y que no nos aferramos a las cosas viejas de la antigua dispensación, sino que nos desprendemos para recibir las cosas nuevas, las cosas del reino de los cielos. Necesitamos ser pobres en espíritu, necesitamos despojarnos, desprendernos, en esta parte de nuestro ser, para poder experimentar y poseer el reino de los cielos. Esto da a entender que el reino de los cielos es un asunto espiritual, y no material.

  Necesitamos vaciar nuestro espíritu, desprendiéndolo de todo lo viejo que contiene. Los musulmanes son aquellos cuyos espíritus son los más llenos de todos. En su espíritu no hay ningún espacio libre. Es por esto que es muy difícil hablar con ellos acerca del evangelio. El diablo ha llenado por completo el espíritu de ellos. Por estar su espíritu tan lleno, les es difícil a ellos creer en el Señor Jesús. Los judíos también están llenos en su espíritu. Su espíritu está lleno de lo relacionado con su religión. Los griegos están llenos en su espíritu, llenos de su filosofía. Yo trabajaba con un griego que se jactaba del idioma griego y de su filosofía. Aunque la mente y el espíritu de los griegos están llenos por completo, según lo que he experimentado con ellos, les es bastante fácil desprenderse. No son tan tercos como los musulmanes. Ahora un gran número de cristianos también están llenos en el espíritu. Si uno habla a los que están en las denominaciones, encontrará que su espíritu está lleno. En la actualidad, casi todos los cristianos están llenos en su espíritu con algo aparte de Dios.

  Cuando el Señor Jesús vino para predicar: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (4:17), muy pocos podían recibir Sus palabras porque el espíritu de ellos estaba lleno de otras cosas. La mejor bebida era ofrecida, pero su vaso ya estaba lleno. Por eso, no tenían sed. Cuando nuestro espíritu está lleno, nuestro vaso no puede recibir ni siquiera la mejor bebida. Por consiguiente, cuando el Señor habló a los discípulos en el monte, las primeras palabras de Su promulgación consistían en que debemos ser pobres en espíritu, es decir, que nuestro espíritu debe ser despojado de toda otra cosa.

  Hace muchos años visité algunas asambleas de los Hermanos en este país. Al mirar a la gente, me dolía el corazón y mi espíritu fue agobiado. ¡La muerte prevalecía allí! Todos estaban secos. En el primer lugar al cual me habían invitado a visitar, di un mensaje acerca de que no se necesitaban las enseñanzas. Les dije que tenían bastantes enseñanzas y que necesitaban la vida y el espíritu. Mis palabras les ofendieron. No oyeron lo que dije acerca de la vida y el espíritu; sólo oyeron las palabras referentes a las doctrinas. Inmediatamente después del mensaje, el líder se me acercó y, reprendiéndome en la cara dijo: “Hermano Lee, ciertamente se equivoca usted en cuanto a su enseñanza. Usted acaba de decirnos que no necesitamos las doctrinas. ¡Por supuesto, necesitamos las doctrinas! ¿Acaso la Biblia no es un libro de doctrinas?” No dije nada, pero pensé: “Pobres, si a ustedes les gustan las doctrinas, quédense entonces con ellas y allí morirán”. Más tarde, me invitaron a hablar a otra asamblea de los Hermanos. La situación y la reacción eran iguales. Reaccionaron así porque los que estaban en aquellas asambleas no eran pobres en espíritu. Al contrario, su espíritu estaba lleno de todas las llamadas doctrinas de los Hermanos. Todas aquellas doctrinas eran como madera seca que sólo podía traerles muerte.

  Todos necesitamos atender las palabras del Señor cuando nos dice que debemos ser pobres en espíritu. Debemos decir: “Señor, despréndeme. Vacía mi espíritu. No quiero guardar nada en mi espíritu. Señor, quiero que toda la capacidad que tenga mi espíritu te esté disponible”.

  El versículo 3 dice que los que son pobres en espíritu son bienaventurados porque de ellos es el reino de los cielos. Muchos cristianos con ansia desean ir a los cielos, pero casi no tienen deseo de estar en el reino de los cielos. Es un error estar ansioso por ir a los cielos. El corazón de Dios no está en los cielos, sino en el reino de los cielos. Los que son pobres en espíritu son bienaventurados porque el reino de los cielos les pertenece a ellos.

  El reino de los cielos es una expresión específica usada exclusivamente por Mateo, lo cual indica que el reino de los cielos es diferente del reino de Dios, el cual es la expresión que se usa en los otros tres Evangelios. El reino de Dios es el reinado general de Dios, desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. Abarca la eternidad sin principio, anterior a la fundación del mundo, el paraíso de Adán, los patriarcas elegidos, la nación de Israel en el Antiguo Testamento, la iglesia en el Nuevo Testamento, el reino milenario venidero incluyendo su gobierno celestial (la manifestación del reino de los cielos), y el cielo nuevo y la tierra nueva con la Nueva Jerusalén por la eternidad. El reino de los cielos es una sección especial dentro del reino de Dios, compuesta sólo de la iglesia hoy y de la parte celestial del reino milenario venidero. Así que, el reino de los cielos, una sección del reino de Dios, también es llamado “el reino de Dios” en el Nuevo Testamento, especialmente en los otros tres Evangelios. Mientras que, en el Antiguo Testamento, el reino de Dios ya estaba de modo general con la nación de Israel (21:43), el reino de los cielos todavía no había llegado de modo específico, sino que sólo se había acercado cuando vino Juan el Bautista (3:1-2; 11:11-12).

  Según el Evangelio de Mateo, el reino de los cielos tiene tres aspectos: la realidad, la apariencia y la manifestación. La realidad del reino de los cielos es su contenido interior con respecto a su naturaleza celestial y espiritual, como fue revelado por el nuevo Rey en el monte, en los capítulos cinco, seis y siete. La apariencia del reino de los cielos es el estado exterior y nominal del reino de los cielos, como lo reveló el Rey junto al mar en el capítulo trece. La manifestación del reino de los cielos es la venida práctica del reino de los cielos en poder, como lo reveló el Rey en el monte de los Olivos en los capítulos veinticuatro y veinticinco. Tanto la realidad como la apariencia del reino de los cielos están hoy en la iglesia. La realidad del reino de los cielos es la vida apropiada de iglesia (Ro. 14:17), que existe dentro de la apariencia del reino de los cielos conocida como la cristiandad. La manifestación del reino de los cielos será la parte celestial del reino milenario venidero, la cual en 13:43 es llamada el reino del Padre. La parte terrenal del reino milenario será el reino del Mesías, el cual en 13:41 es llamado el reino del Hijo del Hombre y será el tabernáculo de David restaurado, el reino de David (Hch. 15:16). En la parte celestial del reino milenario, la cual es el reino de los cielos manifestado en poder, los creyentes vencedores reinarán con Cristo por mil años (Ap. 20:4, 6). En la parte terrenal del reino milenario, la cual es el reino mesiánico en la tierra, el remanente de Israel que habrá sido salvo serán los sacerdotes, quienes enseñarán a las naciones a adorar a Dios (Zac. 8:20-23).

  Si somos pobres en espíritu, el reino de los cielos es nuestro: hoy en la edad de la iglesia estamos en su realidad, y participaremos en su manifestación en la edad del reino.

  Según lo enseñado en los cuatro Evangelios, hay una diferencia crítica entre el reino de los cielos y el reino de Dios. Si queremos entender Mateo, debemos distinguir entre el reino de los cielos y el reino de Dios. Este es simplemente el gobierno divino, de la eternidad pasada a la eternidad futura. Así que, el reino de Dios es el gobierno divino, el reinar de Dios. Entre la eternidad pasada y la eternidad futura tenemos el paraíso de Adán, los patriarcas, la nación de Israel, la iglesia y el milenio. Este se divide en la parte más alta y la parte más baja. La parte más alta es llamada el reino del Padre, y la parte más baja es llamada el reino del Hijo de Hombre y el reino del Mesías, el cual es el reino restaurado de David. Desde el paraíso de Adán a la Nueva Jerusalén, todo está incluido en el reino de Dios, el cual se extiende de eternidad a eternidad.

  El reino de los cielos es una parte del reino de Dios, así como California es una parte de los Estados Unidos. Por ser parte del reino de Dios, a veces es llamado el reino de Dios. Por ejemplo, California es una parte de los Estados Unidos de América, y como tal a veces es llamado Estados Unidos. Cuando alguien del extranjero llega a California, quizás diga que ha llegado a Estados Unidos. Aunque California puede ser llamado Estados Unidos, no es posible que éste sea llamado California. Asimismo, el reino de los cielos puede ser llamado el reino de Dios, pero el reino de Dios no puede ser llamado el reino de los cielos.

  Mateo 21:43 indica que el reino de Dios le sería quitado a Israel. El hecho de que el reino de Dios le fuese quitado a Israel indica que ya estaba con Israel. Si no hubiera estado con Israel ¿cómo se le podría quitar? Aunque el reino de Dios ya estaba allí, Juan el Bautista dijo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (3:2). Por un lado, el reino de Dios estaba con ellos; por otro, el reino de los cielos todavía no se había acercado. Aun cuando el Señor habló a los judíos en el capítulo veintiuno acerca de que el reino de Dios le fuese quitado a Israel, el reino de los cielos todavía se había acercado. No fue sino hasta el día de Pentecostés que el reino de los cielos llegó. Por lo tanto, en la primera parábola hallada en el capítulo trece, la del sembrador, el Señor Jesús no dijo: “El reino de los cielos es semejante a un sembrador”, porque El ya era el sembrador antes del día de Pentecostés. El cumplimiento de la segunda parábola, la de la cizaña, fue Pentecostés. Así que, al presentar esa parábola el Señor Jesús dijo: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a...” Con esto vemos que el reino de Dios ya estaba presente antes de que viniera el reino de los cielos.

  El reino de los cielos se compone de dos secciones. La primera sección es la iglesia, y la segunda sección es la parte superior, el milenio. Todos los cristianos auténticos están en la iglesia ahora. Pero sólo los cristianos vencedores estarán en la parte superior, la parte celestial, el milenio. Lo que tenemos en la iglesia hoy es la realidad del reino de los cielos, y no la manifestación. No será sino hasta el milenio que el reino será manifiesto. Veremos la manifestación del reino de los cielos en la parte superior del milenio.

  Los que son pobres en espíritu son bienaventurados, porque el reino de los cielos les pertenece a ellos. (Se debe notar que el Señor no dijo: “De ellos es el reino de Dios”.) Cuando nos volvemos pobres en nuestro espíritu, estamos preparados para recibir al Rey celestial. Cuando El entra, trae consigo el reino de los cielos. Inmediatamente después de recibir al Rey celestial, estamos en la iglesia, donde se halla la realidad del reino de los cielos. Si somos vencedores, cuando el Señor regrese, nos introducirá en la manifestación del reino de los cielos. Tener el reino de los cielos primero significa participar en la vida apropiada y normal de la iglesia y, en segundo lugar, significa heredar la manifestación del reino de los cielos en la parte superior del milenio. Este es el significado de las palabras: “De ellos es el reino de los cielos”. Los cristianos que retroceden perderán la realidad del reino de los cielos en esta era y la manifestación del reino de los cielos en la edad venidera. ¡Qué gran bendición ser pobre en espíritu! Si somos pobres en espíritu, el reino de los cielos es nuestro. ¡Aleluya por la primera bendición y por el reino de los cielos! ¡Cuán bueno es el ser pobres en nuestro espíritu!

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