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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Mateo»
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Mensaje 15

LA PROMULGACION DE LA CONSTITUCION DEL REINO

(3)

  Una nación, o un reino, necesita buenas personas para ser una buena nación. Una nación apropiada requiere personas apropiadas. Por lo tanto, en la constitución del reino celestial, el Señor Jesús primero revela la clase de personas que vive en el reino de los cielos.

EL SER INTERIOR DEL PUEBLO DEL REINO

  Las nueve bienaventuranzas halladas en Mt. 5:3-12 están relacionadas con la naturaleza del pueblo del reino. La clase de personas que somos depende de nuestra naturaleza. Todos los aspectos de estas bendiciones tienen que ver principalmente con nuestro ser interior y no con las cosas externas y físicas. Además de nuestro ser interior, estos versículos también tocan algo de la expresión externa. Tomemos por ejemplo la justicia. Al leer cuidadosamente los versículos, vemos que la justicia mencionada aquí no es simplemente un asunto de la conducta exterior. Más bien, es lo que fluye de nuestro ser interior; es la expresión de lo que somos por dentro. Por eso, la primera sección de la constitución (5:1-12) trata del ser interior del pueblo del reino.

NUEVE EXPRESIONES CRUCIALES

  Al considerar la naturaleza del pueblo del reino según se revela en estos versículos, es necesario recordar las nueve expresiones cruciales, una para cada bienaventuranza: “pobre en espíritu”, “llorar”, “manso”, “tener hambre y sed de justicia”, “misericordioso”, “puro”, “pacífico”, “persecución” y “vituperio”. Estas palabras revelan cómo deben ser las personas del reino. Siempre deben ser pobres en espíritu, deben llorar por la situación actual, deben ser mansos para con la oposición, justos para consigo mismos, misericordiosos para con los demás, puros para con Dios, pacíficos para con todos los hombres, perseguidos por causa de la justicia, y vituperados por causa de Cristo. La totalidad de las nueve expresiones muestra la naturaleza del pueblo del reino.

SER POBRES EN ESPIRITU Y LLORAR

  La secuencia de los versículos reviste mucha importancia. Primero, debemos ser pobres en espíritu, y luego podemos llorar. Si no somos pobres en espíritu, no somos receptores aptos para que el Señor entre y establezca Su reino en nuestro ser. Si no tenemos el reino celestial establecido dentro de nosotros, no podremos darnos cuenta de cuán negativa y lamentable es la situación del mundo. No obstante, cuando el Señor Jesús tenga la manera de establecer Su reino en nosotros y cuando toda la capacidad de nuestro ser, aun lo más recóndito de nuestro ser, es decir, nuestro espíritu, esté a la disposición del Señor, comprenderemos que la tierra es corrupta y está llena de tinieblas y pecado. Espontáneamente lloraremos por causa de una situación tan triste. Es por esto que el Señor Jesús no habló primero del llanto y luego de ser pobre en espíritu. El mencionó primero lo de ser pobre en espíritu. Sólo cuando somos pobres en espíritu podemos llorar.

EL LLANTO Y LA MANSEDUMBRE

  Si somos pobres en espíritu y lloramos por la situación lastimosa de otros, espontáneamente seremos mansos. Es posible que la suegra de uno esté en una condición lamentable, pero no debe decírselo. Incluso la condición de la amada esposa tal vez no sea muy positiva delante del Señor. Si el corazón de ella no está entregado al Señor y no se ocupa del Señor, ni de Su reino, su situación es de lamentar. Uno puede tener al Señor Jesús y Su reino celestial en su espíritu, ¿pero qué diremos de la esposa? Uno puede estar en el cielo más alto, pero tal vez ella esté en el infierno más bajo. Además, debemos considerar a los hijos. Es posible amar al Señor por completo, pero tal vez ellos no lo amen ni un poquito. Por lo tanto, es necesario llorar por la suegra, la esposa y los hijos. También es preciso lamentarse por los parientes, los colegas y los vecinos. ¿Dónde estará el que verdaderamente ama al Señor y se ocupa de Sus intereses? Miremos la condición deplorable del mundo hoy, incluyendo la del cristianismo. Los comerciantes sólo se preocupan por el dinero; los estudiantes, por su educación; y los obreros, por sus promociones y puestos. Cuando seamos pobres en espíritu, ciertamente lloraremos por causa de la situación entera. Nos lamentaremos por nuestro medio ambiente y por los que nos rodean.

  Debido a que lloramos por otros, nunca pelearemos con ellos. En vez de pelear con ellos, espontáneamente seremos mansos para con ellos. Si usted todavía no es manso para con su esposa, esto revela que el reino de los cielos todavía no le posee a usted, lo cual indica que otras cosas siguen ocupándole. Si el reino de los cielos ocupa todo su ser interior, llorará por su esposa y será manso para con ella. Usted será manso para con todas las personas que se hallan en condiciones lamentables. Si usted es estudiante, será manso para con sus profesores y compañeros de clase. Será manso para con otros porque siente algo muy profundo con respecto a su situación miserable. Debido a que usted ha orado por ellos llorando, cada vez que tenga contacto con ellos, será manso.

UNA PALABRA ACERCA DE LA MANSEDUMBRE

  Quisiera añadir algo acerca de la mansedumbre. El Nuevo Testamento nos dice que no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra el diablo, contra el enemigo de Dios. Día y noche debemos luchar contra el diablo, el enemigo de Dios. Sin embargo, no debemos luchar contra los seres humanos, ni siquiera contra los que se nos oponen. Debemos ser mansos para con todos los hombres, incluyendo a los adversarios y a los opositores. Aunque luchamos contra Satanás y contra los principados que están en el aire, no tenemos lucha con los hombres. Por el contrario, los amamos a todos. Ustedes los jóvenes no deben ir a los campos universitarios para pelear con los estudiantes. Nunca digan: “¡Derrotaremos a los estudiantes y tomaremos posesión de la tierra!” No vayan a las universidades para pelear, sino para ser mansos. Necesitamos ser tan mansos que, si un perseguidor nos abofetea en la mejilla derecha, podamos volverle la otra. Ser manso significa no resistir ni luchar. Sin embargo, al volverle la otra mejilla al perseguidor, debemos orar: “Señor, ¡ata las potestades de las tinieblas!” Mientras somos mansos para con otros, debemos luchar contra las potestades de las tinieblas. Las personas no son el enemigo; el enemigo es Satanás y sus ángeles, las potestades malignas del aire.

TENER HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

  Mientras somos mansos para con otros, debemos tener hambre y sed de justicia. Nosotros debemos ser irreprensibles en nuestras relaciones con otros. Debemos estar bien con nuestros padres, nuestro marido o nuestra esposa, nuestros hijos, nuestros suegros, y con nuestros familiares y vecinos. De esta manera, los que pertenecen al reino son justos. No debemos pensar que, si lloramos y somos mansos, podemos permitirnos ser descuidados. No. Debemos tener hambre y sed de la justicia más elevada.

JUSTOS PARA CON NOSOTROS MISMOS Y MISERICORDIOSOS PARA CON OTROS

  Aunque debemos ser estrictos en cuanto a la justicia para con nosotros mismos, debemos aprender a tener misericordia de otros y no exigir nada de ellos. Es malo que un cristiano exija algo de otros. Si usted es verdaderamente estricto consigo mismo, sabrá cómo ser misericordioso para con otros. No trate de ser misericordioso para con otros sin ser primero justo consigo mismo. Las personas que viven desordenadamente no exigen nada de sí mismos ni de otros, o sea, son “misericordiosos” para con otros, porque ya se han mostrado “misericordiosos” consigo mismos. Si duermen hasta muy tarde por la mañana, tendrán mucha misericordia de otros que duermen hasta tarde. Esta clase de misericordia realmente no es misericordia; es todo un error. Ninguna persona que vive desordenadamente sabe cómo tener misericordia de otros. Sólo una persona estricta y justa sabe cómo ser misericordiosa. Si usted quiere mostrarse misericordioso para con otros según la quinta bienaventuranza, primero debe ser justo para consigo mismo en conformidad con la cuarta bienaventuranza.

  Debemos ser justos y estrictos con nosotros mismos y nunca buscar excusas. Pero cuando otros nos ofendan, poniendo de manifiesto así nuestras faltas, debemos tener misericordia de ellos. Todos los que se justifican a sí mismos condenan a otros y nunca los perdonan. Lo dicho por el Señor en el monte es completamente diferente. Para con nosotros mismos debemos ser justos y estrictos, serios y sobrios; pero para con otros debemos mostrarnos misericordiosos. Dios en Sí es justo. Sin embargo, si El fuese sumamente justo al tratarnos, todos nosotros estaríamos muertos. Aunque Dios es justo en cuanto a Sí mismo, está lleno de misericordia en Su relación con nosotros. Nosotros, los pecadores caídos, de verdad necesitamos la misericordia de Dios. También debemos aprender a ser justos para con nosotros mismos y misericordiosos para con los demás. Este asunto no trata principalmente de la conducta externa, sino de nuestra actitud interna, de nuestro ser interior.

  A los hermanos que tengan cierta responsabilidad, ya sea por ser ancianos de la iglesia o por vivir en la casa de los hermanos, tal vez les sea difícil ser estrictos para consigo mismos y al mismo tiempo tener misericordia de otros. Supongamos que todos deben regresar a la casa a cierta hora. Llegar a la casa más tarde que la hora señalada no es justo. Del mismo modo, no es justo causarles molestias a otros. No obstante, cuando algunos jóvenes regresan a casa, les gusta dejar sus zapatos donde sea. Conocí a un colaborador, alguien que predicaba y enseñaba acerca de la Biblia, quien solía lanzar sus calcetines sin importarle a dónde iban a caer en el cuarto. Una vez este hermano y yo fuimos huéspedes en cierto hogar. La anfitriona, muy incómoda, me mencionó el descuido del hermano. ¡Qué vergüenza para mí! Es posible que algunos de los hermanos que viven en la casa de los hermanos se comporten de la misma manera.

  Tal vez a otros hermanos no les guste tener que lavar la loza; por consiguiente, es posible que no la laven bien. Esto no es justo. Nunca es justo aprovecharse de otros o meterse en los derechos de otros. No lavar la loza de forma adecuada equivale a aprovecharse de otros. Si usted es así, no es una persona justa. Si usted es uno de los líderes de la casa de los hermanos, debe ser estricto para consigo mismo en cuanto a la hora, al hablar demasiado, al ruido, al lavar la loza y con respecto a muchas otras cosas. No diga que esto es pedir demasiado. Tal vez sea demasiado para usted, pero no lo es para el Cristo que vive en usted. En todo lo que usted haga, debe ser estricto para consigo mismo.

  No obstante, si usted es uno de los líderes de la casa de los hermanos o de cualquier aspecto de la vida de iglesia, también debe ser misericordioso. Puede ser que a veces un líder le amoneste a otro con respecto a la loza, diciendo: “Esta es la primera advertencia acerca de la manera en que usted lava la loza. Después de dos advertencias más, usted tendrá que mudarse a otra casa”. Recordemos lo que el Señor Jesús dijo con respecto a cuántas veces debemos perdonar a nuestro hermano (18:21-22). Aunque cierto hermano no lave bien la loza después de que usted haya hablado con él varias veces, usted todavía tiene que mostrarse misericordioso para con él. No aleje a dicho hermano, por muy descuidado que sea. Por el contrario, debe tener misericordia de él. Esto no quiere decir que debe irse al otro extremo y decir: “He aprendido que debo tener misericordia de este hermano. Por lo tanto, desde ahora en adelante, nunca hablaré con él acerca de la forma en que lava la loza. Que la lave como quiera. Nosotros simplemente tenemos que tolerarlo a fin de mantenerlo aquí con nosotros”. Esta actitud tampoco es correcta. Usted necesita cuidar al hermano día a día. Permítale que tome su turno con la loza. Pero cada vez que lo haga, usted debe proceder con paciencia y mostrarse misericordioso para con él.

  Es fácil ser estricto o ser descuidado. Pero es necesario que aprendamos a ser estrictos por un lado y misericordiosos por otro. Si tratamos a otros de manera exigente, inmediatamente debemos ser misericordiosos para con ellos. Esta es una lección importante para los ancianos. El pueblo del reino es justo y misericordioso. Cuando usted sea justo, debe ser perfectamente justo; y cuando sea misericordioso, debe mostrarse muy misericordioso. Aunque la justicia y la misericordia son polos opuestos, éstos tienen que unirse en nuestra experiencia. Su justicia tiene que unirse a su misericordia.

SER DE CORAZON PURO Y VER A DIOS

  Según la secuencia de las bendiciones halladas en Mateo cinco, tener un corazón puro viene después de mostrarse misericordioso para con otros. Esto también corresponde a nuestra experiencia. Si usted no es justo para consigo mismo y misericordioso para con otros, le será difícil tener un corazón puro para con Dios. Uno debe ser estricto en relación consigo mismo y misericordioso en relación con otros para poder tener un corazón puro para con Dios. Esto no parece tener lógica. Pero nuestra experiencia comprueba que es cierto. Si usted no está bien en relación consigo mismo y no tiene misericordia de otros, nunca será puro en su relación con Dios. Creo que por lo menos algunos de los que están en las iglesias tienen la experiencia de la cual estoy hablando. A lo largo de los años aprendimos que debemos ser estrictos y no indulgentes para con nosotros mismos. Pero también aprendimos a ser misericordiosos para con otros, especialmente para con los que son más débiles. Como resultado, nuestro corazón es puro al buscar a Dios. Cuando somos justos para con nosotros mismos y misericordiosos para con otros, vemos a Dios. Pero cuando somos descuidados en nuestra persona y condenamos a otros, nuestros ojos están completamente ciegos, y no podemos ver a Dios. Si usted es indulgente consigo mismo, pero al mismo tiempo es exigente con otros, su corazón no es puro. Tener un corazón puro para con Dios sólo proviene de tratarnos estrictamente y de tratar a otros con misericordia.

  Incluso en las iglesias, varios santos siempre son indulgentes consigo mismos, pero exigentes con otros. Por ejemplo, tal vez se excusen de dormir tarde por la mañana diciendo que anoche recibieron una llamada telefónica de larga distancia. Pero si oyen que cierto hermano no asistió a la vigilia matutina, dirán: “¿Por qué no vino? Como líder de la casa de los hermanos, él debe levantarse temprano en la mañana”. Los ojos de semejante persona están ciegos, lo cual indica que su corazón no es puro. Debemos ser estrictos para con nosotros mismos y misericordiosos para con otros. Si otros andan de manera indisciplinada, si son ociosos o desordenados, tal vez no los amonestemos de manera adecuada. No obstante, necesitemos mostrarnos misericordiosos para con ellos. Por muy estrictos que debamos ser al tratar a otros, todavía debemos mostrarnos misericordiosos para con ellos. Si somos estrictos en relación a nosotros y misericordiosos con otros, tendremos un corazón puro y sencillo para con Dios. La recompensa de tener semejante corazón es ver a Dios. Puedo asegurarle que si pone a prueba el ser estricto en cuanto a sí mismo y misericordioso para con otros, usted verá a Dios.

PACIFICADORES

  También será una persona tranquila. Los que son estrictos para sí, misericordiosos para con otros y puros para con Dios, son los pacificadores. A ellos no les gusta ofender, perjudicar ni hacer daño a nadie; más bien, les agrada tener paz con todos. Ser un pacificador no significa ser político, lo cual es mentira e hipocresía. Debemos ser cuadrados según la justicia y no redondos de forma política. Recordemos: la Nueva Jerusalén no es redonda, sino cuadrada. Nosotros los cristianos debemos ser así. Aunque somos cuadrados según la justicia, todavía debemos ser misericordiosos para con otros. Esto nos da la capacidad para ser puros para con Dios y verle. Si somos así, espontáneamente seremos los que procuran la paz. En vez de pelear con otros y hacerles daño, siempre mantendremos la paz con los que nos rodean. Esto es lo que significa ser pacificador.

HIJOS DE DIOS

  Los pacificadores serán llamados hijos de Dios. Esto significa que los que nos rodean dirán: “Estos no sólo son hijos de hombre, sino hijos de Dios”. Todos los hijos de hombre pelean entre sí, pero los hijos de Dios, tal como su Padre celestial, son pacificadores y siempre hacen la paz con otros. Romanos 12:18 dice: “Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, vivid en paz con todos los hombres”. Sin embargo, mantener la paz no debe ser un simple comportamiento externo, el cual es político. Nuestra paz proviene de nuestra naturaleza. Tenemos una naturaleza que nos hace ser estrictos para con nosotros mismos, misericordiosos para con otros y puros para con Dios. Debido a esta naturaleza, espontáneamente mantenemos la paz con otros. Esto no es una pacificación política, sino lo que proviene espontáneamente de nuestra naturaleza, la cual motivará a otros a decir: “De verdad éstos son hijos de Dios”.

PADECER PERSECUCION POR CAUSA DE LA JUSTICIA

  Si tenemos una naturaleza que corresponda a lo revelado en estos versículos, algunas personas de la sociedad nos perseguirán. Hay dos causas por las cuales somos perseguidos; éstas son la justicia y Cristo. La octava bienaventuranza tiene que ver con ser perseguido por causa de la justicia (v. 10) y la novena, con ser perseguido por causa de Cristo (vs. 11-12). ¿Por qué otros nos persiguen por causa de la justicia y por causa de Cristo? Lo hacen simplemente porque somos pobres en espíritu, nos preocupa la situación negativa del mundo actual y lloramos por ello, somos mansos para con los que nos atacan y se nos oponen, somos justos para con nosotros mismos y misericordiosos para con otros, somos puros en nuestra relación con Dios y con todos mantenemos la paz. Por lo tanto, la sociedad maligna no se pone de acuerdo con nosotros. Debido a que deseamos ser justos, ellos nos perseguirán por causa de la justicia. Puesto que deseamos ser verdaderamente irreprensibles y honrados, nos perseguirán.

  Si padecemos persecución por causa de la justicia, de nosotros es el reino de los cielos. Sufrir por causa de la justicia es una condición para participar en el reino de los cielos. Si no permanecemos en la justicia, estamos fuera del reino. Pero si permanecemos en la justicia, estamos en el reino porque el reino está completamente relacionado con la justicia. En el reino no hay nada malo, injusto u oscuro; todo es justicia y luz. Esta es la naturaleza del reino. Cuando somos pobres en espíritu, el reino de los cielos viene a nosotros. Cuando permanecemos en la justicia, el reino de los cielos permanece en nosotros. En los dos casos, el reino de los cielos es nuestro. Si queremos recibir el reino de los cielos, tenemos que ser pobres en nuestro espíritu, y si queremos que el reino de los cielos permanezca en nosotros, debemos mantenernos en la justicia. Pero si queremos permanecer en la justicia, tenemos que prepararnos para la persecución. Seremos perseguidos por causa de la justicia.

VITUPERADOS POR CAUSA DE CRISTO

  El mundo entero, ya sea que hablemos del mundo político, religioso, académico, comercial, o industrial, está en contra de Cristo. Por lo tanto, si usted vive por Cristo, para El y con El, ciertamente será vituperado y calumniado. La gente hará circular muchos rumores acerca de usted. Tal vez usted obre en el mundo académico, y a veces se niegue a cooperar con respecto a algunas cosas que suceden allí, prefiriendo seguir el camino de Cristo. Algunos, quizás, estén en el campo financiero o en la esfera de los negocios. Pero, mientras trabajan en estas esferas, viven por y para Cristo y actúan con El. Los otros que están en el mismo campo se levantarán para perseguirle a usted, hablando mentiras con respecto a usted. No obstante, usted tiene que sufrirlo por causa de Cristo.

CRISTO CON EL REINO

  Cada una de las nueve bienaventuranzas tiene una recompensa. La recompensa de la primera bendición es el reino de los cielos; de la segunda, consolación; de la tercera, la tierra; de la cuarta, satisfacción; de la quinta, misericordia; de la sexta, ver a Dios; de la séptima, ser llamado hijo de Dios; de la octava, el reino de los cielos; de la novena, Cristo. Si tenemos a Cristo, tenemos el reino de los cielos. Pero si no lo tenemos a El, tampoco tenemos el reino de los cielos. Así que, la verdadera bienaventuranza es Cristo con Su reino. Para compartir esta bendición, es necesario que seamos pobres en espíritu, afligidos hasta llorar por la situación negativa, mansos al enfrentar la oposición, justos con nosotros mismos, misericordiosos para con otros, de corazón puro para con Dios, y que mantengamos la paz con todos, padezcamos persecución por causa de la justicia y suframos el vituperio por causa de Cristo. Esta es la naturaleza del pueblo del reino. Finalmente, el pueblo del reino será la misma realidad del reino. Este es el reino, el cual es la vida de iglesia hoy en día. La iglesia hoy es la realidad del reino.

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