Mensaje 37
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En el mensaje anterior vimos que la buena tierra representan aquellos que viven conforme a la constitución del reino de los cielos. Esta constitución los describe como pobres en espíritu, puros de corazón, ajenos al tráfico mundano, sin dureza de corazón, ni las piedras ocultas de concupiscencia, egoísmo, carnalidad y mal genio. Todas estas virtudes corresponden a los requisitos contenidos en la constitución del reino de los cielos. Aquellos que son la buena tierra tampoco tienen espinos, ansiedad, ni son arrastrados por el engaño de las riquezas. Por todo esto ellos llegan a ser la buena tierra en la cual la semilla puede crecer, pues son los que viven en conformidad con la constitución del reino de los cielos. Su modo de vivir empareja perfectamente con la constitución.
El reino de los cielos se edifica por la multiplicación de la semilla. El sembrador siembra la semilla, la cual crece y se multiplica, y finalmente esta multiplicación llega a ser el constituyente del reino. Esto confirma que ningún tipo de labor externa edifica el reino, sino únicamente la multiplicación de la semilla que el sembrador echa a la tierra. Cristo, el sembrador, vino sembrándose a Sí mismo como la semilla de vida. Esta semilla se ha depositado en la humanidad con el fin de producir fruto, esto es, los hijos del reino. Esto es la multiplicación de la semilla, y tal multiplicación edifica el reino. Por lo tanto, el reino es la multiplicación de la semilla sembrada por el sembrador. El sembrador mismo es la semilla, y la multiplicación de la semilla es la multiplicación del sembrador. Así que, el reino se edifica con la multiplicación de Cristo. El reino es el agrandamiento de Cristo, o sea, la multiplicación de Cristo como la semilla sembrada en nosotros. Si vemos esto, sabremos la clase de vida que debemos vivir y en qué situación debemos estar para participar en el reino. Habiendo visto este asunto, procederemos a analizar la segunda parábola (13:24-30, 36-43).
El versículo 24 dice: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un hombre que siembra buena semilla en su campo”. En la segunda parábola el Señor comenzó diciendo: “El reino de los cielos es (o, ha venido a ser) semejante a”, porque el reino de los cielos comenzó a establecerse cuando esta parábola empezó a cumplirse, esto es, en el día de Pentecostés, cuando la iglesia fue edificada (16:18-19). Desde aquel momento, después de que la iglesia fue fundada, la cizaña, o sea los creyentes falsos, fue sembrada entre el trigo, los creyentes verdaderos.
El reino de los cielos comenzó con la segunda parábola. Esta es la razón por la cual el Señor utilizó la expresión, “el reino de los cielos ha venido a ser semejante a” y no la usó en la primera parábola, pues hasta ese momento el reino de los cielos aún no había venido. La primera parábola estaba relacionada con la obra preliminar del establecimiento del reino de los cielos, mientras que, para el tiempo de la segunda parábola, el reino de los cielos ya había llegado; así que, el Señor dijo que el reino de los cielos había venido a ser semejante a un hombre que siembra buena semilla en su campo.
La parábola de la cizaña es fácil de entender. En la primera parábola la semilla que el sembrador echa a la tierra, era la palabra del reino. El versículo 19 habla de esto claramente. Pero en la segunda parábola vemos que la semilla se ha desarrollado y se ha convertido en los hijos del reino (v. 38). En primera instancia, esto significa que la semilla es la palabra sembrada en la humanidad, la cual ha crecido y ha llegado a ser los hijos del reino. En los mensajes anteriores señalé que la semilla es la palabra, la cual contiene a Cristo en ella como vida. Conforme a la segunda parábola esta semilla crece en nosotros, los ciudadanos o hijos del reino. Por lo tanto, el trigo son los hijos del reino, los creyentes genuinos, aquellos que fueron regenerados por la vida divina.
El versículo 25 dice: “Pero mientras dormían los hombres, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue”. Los hombres eran los esclavos (v. 27), o sea, los esclavos del Señor, principalmente los apóstoles. Cuando los esclavos del Señor dormían y no estaban vigilando, el enemigo del Señor, el diablo, vino y sembró creyentes falsos entre los verdaderos.
El versículo 25 dice que el enemigo sembró cizaña entre el trigo. La cizaña es una mala hierba que se parece al trigo. Su semilla es venenosa y puede producir sopor, náuseas, convulsiones e incluso la muerte. El retoño y las hojas de la cizaña se parecen a los del trigo. Unicamente se puede diferenciar el trigo de la cizaña por el fruto que producen. El fruto del trigo es amarillo dorado, pero el de la cizaña es negro.
En el Antiguo Testamento los hijos de Israel, quienes estaban en el reino de Dios, eran comparados con las uvas que crecen en la viña (21:33-34), mientras que en el Nuevo Testamento, el pueblo del reino, que está en el reino de los cielos, es comparado con el trigo que crece en el campo. La viña estaba cercada, limitada, y sólo incluía a los judíos, mientras que el campo abarca el mundo entero y es abierto, ilimitado, e incluye a todos los pueblos.
Esta parábola revela que no mucho después de que el reino se establece por la edificación de la iglesia, la situación del reino de los cielos cambió; fue establecido con los hijos del reino, quienes son el trigo, pero los hijos del maligno, la cizaña, crecieron de modo que cambiaron la situación, y surgió una diferencia entre el reino de los cielos y su apariencia externa. Mientras que los hijos del reino, el trigo, constituyen el reino; los hijos del maligno, la cizaña, conforman la apariencia exterior del reino, la cual hasta hoy se llama el cristianismo.
El trigo son los hijos del reino, los verdaderos creyentes regenerados por la vida divina, y la cizaña son los hijos del maligno, el diablo. En la primera etapa de crecimiento, la cizaña se parece exactamente al trigo en color y en forma. Aun los expertos no pueden diferenciar entre estas plantas hasta que su fruto aparece. Existe una gran diferencia entre el fruto del trigo y el de la cizaña, ya que el fruto de la cizaña es negro pero el del trigo es amarillo verdoso. Los hijos del reino son los hijos de Dios, quienes tienen la vida divina dentro de ellos. En cambio, los hijos del maligno son los creyentes falsos, de nombre solamente, quienes carecen de la vida divina.
Cuando los esclavos del Rey querían recoger la cizaña (v. 28), El dijo: “No, no sea que al recoger la cizaña, arranquéis también con ella el trigo”. La cizaña y el trigo crecen en el campo, y el campo es el mundo (v. 38). Tanto los creyentes falsos como los verdaderos viven en el mundo. Recoger la cizaña del campo significa quitar del mundo a los creyentes falsos. El Señor no quería que Sus esclavos hicieran esto, porque al quitar del mundo a los creyentes falsos podían también quitar a los verdaderos. La Iglesia Católica cometió este error y así mató a muchos creyentes verdaderos.
Muchos maestros cristianos han interpretado equivocadamente el significado del campo, diciendo que éste representa la iglesia. Según esta interpretación, en la iglesia habría ambos tipos de creyentes, los falsos y los verdaderos. Pero el Señor dijo claramente en el versículo 38 que el campo es el mundo. El Señor permitió que el trigo y la cizaña crecieran juntos en el mundo, y no en la iglesia. De acuerdo con las epístolas, ni siquiera a los creyentes pecaminosos se les permitía permanecer en la iglesia. En el capítulo cinco de 1 Corintios el apóstol Pablo encargó a la iglesia que estaba en Corinto que excluyera de la comunión a aquel hombre pecaminoso. Si aun los verdaderos creyentes que permanecían en pecado debían ser echados fuera, ¿cuánto más los falsos creyentes? La iglesia no debe tolerar a los falsos creyentes, pero en el mundo sí crecen juntos tanto el creyente falso como el verdadero. Debemos entender claramente que el campo representa el mundo, donde encontramos ambos tipos de creyentes, pero esto no debe suceder en la iglesia.
El Señor les dijo a Sus esclavos que no separaran el trigo de la cizaña, sino que los dejaran crecer juntos hasta el tiempo de la cosecha. De otra manera, corrían el riesgo de arrancar el trigo junto con la cizaña, lo cual significa que a los falsos cristianos se les debe permitir vivir en el mundo junto a los creyentes genuinos. En siglos pasados la Iglesia Católica cometieron un gran error al tratar de arrancar a aquellos que se consideraban cizaña. Pero en realidad la mayoría de los que fueron arrancados por la Iglesia Católica eran creyentes verdaderos, y muchas veces los mejores. Esta es la razón por la que el Señor Jesús no permitió que Sus esclavos hicieran esto.
El versículo 30 dice: “Dejad que ambos crezcan juntos hasta la siega; y al tiempo de la siega yo diré a los segadores: Recoged primero la cizaña, y atarla en manojos para quemarla; pero recoged el trigo en mi granero”. La cosecha es la consumación de la era, y los segadores son los ángeles (v. 39). En la consumación de esta era, el Señor enviará a los ángeles primeramente a juntar toda la cizaña, a todos los que sirven de tropiezo y a los que hacen iniquidad, y atarlos en manojos para que sean quemados en el lago de fuego (vs. 30, 40-42). Entonces el trigo, los justos, serán recogidos juntos en el granero del Rey, el reino de su Padre, donde brillarán como el sol (vs. 30, 43).
En Gálatas 2:4 y 2 Corintios 11:26 Pablo advirtió de los falsos hermanos diciendo que él había sido perseguido por ellos. Esto indica que en los tiempos de Pablo la cizaña ya estaba presente. Por supuesto, gran cantidad de la cizaña apareció después de que Constantino declarara al cristianismo como la religión oficial.
En esta parábola el Señor señala el delicado asunto del juicio sobre la cizaña. Este será un juicio especial, porque la cizaña será atada en manojos y echada al horno de fuego, el cual es el lago de fuego. Los primeros dos que serán arrojados a este lago serán el anticristo y el falso profeta. Posteriormente, la cizaña será arrojada a este lago de fuego, cuando el Señor regrese a la tierra. El juicio sobre la cizaña será muy terrible porque ellos han estado confundiendo, frustrando y perjudicando la economía de Dios. Ante los ojos de Dios la cizaña es extremadamente maligna.
Los modernistas de hoy son malignos; blasfeman contra el Señor al decir que El fue un hijo ilegítimo. También dicen que el Señor Jesús no era el Redentor, y que murió como un mártir y no como redentor del mundo. Además, niegan la resurrección de Cristo. Algunos modernistas son muy imprecisos en sus creencias en cuanto a Dios. Es difícil determinar qué creen con respecto a Dios. Si se les pregunta acerca de Dios, Cristo o el Espíritu, responderán que todo es un asunto de definición. Esta es una respuesta sutil y más que maligna. Por lo tanto, en la consumación de esta era los ángeles atarán a los que sean cizaña en manojos y los echarán al lago de fuego sin pasar por el juicio del trono blanco. Por la manera en que serán juzgados, podemos ver cuán malignos son ante los ojos del Señor.
A pesar de que la cizaña ha causado confusión, frustración y daño, algunos llamados grupos cristianos incluso hacen alarde de tener cizaña entre ellos, y nos condenan por no permitirla entre nosotros.
Cuando el Señor Jesús vino, El no sembró cizaña sino únicamente trigo. Mientras hacía los preparativos con miras a establecer el reino, El cuidadosamente sólo se sembró a Sí mismo, una sola clase de semilla. No obstante, mientras los esclavos del Señor dormían, el enemigo, el maligno, Satanás, vino a sembrar otra clase de semilla, la cizaña, lo cual tuvo lugar sólo un poco después de que la iglesia se estableció en el día de Pentecostés. En Hechos se relata que algunos falsos creyentes, que no tenían a Cristo en ellos como su vida, se infiltraron en la iglesia aparentando ser creyentes genuinos, pero en realidad eran cizaña y no trigo. Al principio del siglo IV Constantino el Grande designó al cristianismo la religión oficial del Imperio Romano. En ese tiempo, decenas de miles de falsos creyentes entraron al cristianismo. Para cristianizarlos Constantino los animó a bautizarse. Muchos de los bautizados recibieron como recompensa plata y vestido. Esta le proporcionó al maligno la mayor oportunidad para sembrar su cizaña. En ese tiempo probablemente había diez plantas de cizaña por una de trigo. Esta situación continúa hasta el presente. En la cristiandad hay millones de presuntos cristianos, pero la mayoría de ellos son falsos.
Permítanme citar un ejemplo de mi propia experiencia. Mi madre pertenecía a los bautistas del sur. Ella nos enseñaba las historias de la Biblia; sin embargo, aunque pertenecía al cristianismo, indudablemente ella no era salva. Había tanta cizaña en aquella denominación que era difícil encontrar algo de trigo. El catedrático de historia universal del colegio presbiteriano americano donde yo estudié provenía de un trasfondo judío. Era un falso cristiano que no creía ni en la Biblia ni en la resurrección de Cristo. No obstante, la misión presbiteriana lo envió como maestro misionero para ser uno de los catedráticos del colegio. Algunos de los misioneros en la China eran modernistas. Entre tanto los metodistas como los presbiterianos los misioneros modernistas enseñaban que la Biblia era un libro de cuentos mágicos. Ellos enseñaban que el Mar Rojo en realidad no había sido abierto por Dios, sino que los israelitas cruzaron por una parte del mar que había disminuido de profundidad por causa del viento que soplaba. A esta fecha el modernismo puede ya haber penetrado incluso a los seminarios de los bautistas del sur. El seminario Union Theological de Nueva York trató al hermano John Sung como si fuera un caso mental. Después de que John Sung fue salvo, se volvió loco por el Señor. Los seminaristas creían que había perdido su mente y lo enviaron a un hospital mental. Tiempo después John Sung regresó a la China, donde predicó el evangelio y llegó a ser probablemente el más grande evangelista de ese país. En el cristianismo actual hay un sinnúmero de cizaña.
Mateo 13 nos describe la apariencia externa del reino de los cielos. (Véase el diagrama del reino de los cielos y el reino de Dios en las páginas 454-455.) El reino de Dios abarca desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura. Entre estas dos eternidades se encuentra el tiempo, el cual se divide en varias edades o dispensaciones. La primera es la dispensación anterior a la ley. Después de que Dios creó a Adán, lo puso en un jardín donde no había pecado ni tinieblas. Después de Adán siguió el período de los patriarcas, el cual se extiende hasta Moisés. Este período es conocido como la dispensación anterior a la ley. Luego viene la dispensación de la ley. Posteriormente hay dos dispensaciones cruciales, la primera es la dispensación de la gracia, la era de la iglesia, y la segunda, la dispensación del reino, el milenio. Como hemos señalado, el reino de los cielos abarca sólo estas dos dispensaciones. En la dispensación de la gracia existen varias complicaciones debido a que el reino de los cielos tiene tres aspectos: el aspecto de la realidad del reino, el de la apariencia del reino y el de la manifestación del reino. Si la iglesia es normal, es, en efecto, la realidad del reino. En una situación normal la iglesia equivale a la realidad del reino. El tercer aspecto del reino, la manifestación, se encuentra en la parte celestial, la más elevada, del milenio. La parte más baja, la terrenal, es el reino mesiánico, el reino del Mesías, pero la parte celestial es la manifestación del reino de los cielos. La parte celestial presentada en Mateo 13:43 es llamada también el reino del Padre, mientras que la parte terrenal es llamada en Mateo 13:41 el reino del Hijo del Hombre. Por lo tanto, el reino del Hijo es el reino del Mesías, y el reino del Padre es la manifestación del reino de los cielos.
En este mensaje estamos ocupados en el asunto de la apariencia del reino. En el diagrama hemos señalado la apariencia del reino con una línea punteada. Pareciera que el cristianismo es diferente del mundo, pero en realidad no existe ninguna diferencia entre ellos. La apariencia del reino de los cielos es el cristianismo de hoy. Es obscuro, diabólico y hasta infernal; por tanto, todos debemos condenarlo. ¿Dónde se encuentra usted? ¿en la apariencia o en la realidad del reino? Anteriormente usted estaba en el mundo, pero ahora está en la iglesia. Sin embargo, actualmente la iglesia no es normal, sino anormal. Por lo tanto, se necesita la línea punteada en la iglesia. La iglesia normal es la realidad, pero el área dentro de la línea de puntos indica la iglesia anormal. Los cristianos genuinos están en la iglesia, pero algunos de ellos se han convertido en cristianos anormales y derrotados. Uno puede decir que no está ni en el mundo ni en el cristianismo, el cual es la apariencia del reino, sino en la iglesia. Pero ¿se halla en la iglesia en una situación normal o anormal? Los creyentes que se encuentran en el terreno que tiene espinos están en una situación anormal. Son cristianos genuinos pero el crecimiento de la semilla es obstruido por los espinos, de manera que no pueden llevar fruto. El fruto denota tanto la multiplicación como la expresión. Pero aquellos creyentes que viven conforme a la constitución del reino de los cielos son creyentes normales. Son pobres en espíritu, puros de corazón, y han resuelto todos sus problemas de mal genio, lujuria, egoísmo y carnalidad. Además, no son presa de la ansiedad de este siglo ni del engaño de las riquezas. Por lo tanto, son la buena tierra en la cual Cristo crece para obtener Su reino. Así que ellos están en la iglesia normal, la cual es la realidad del reino de los cielos.
Cuando el Señor Jesús regrese, ¿en dónde estará usted? Si hemos sido fieles hasta la muerte, esto es, si nos hemos mantenido en el espíritu hasta el fin, seremos salvos y participaremos en la manifestación del reino de los cielos, que es la parte celestial del milenio. Aquellos que estén allí reinarán con Cristo. Conforme a Mateo 13:43, ellos “brillarán como el sol en el reino de su Padre”. Este es el granero real en donde todo el trigo brillará sobre las naciones. Tal brillo será su reinado.
Debemos darnos cuenta de que el cristianismo de hoy está en tinieblas. Muchos no saben dónde están, en dónde deben estar, ni adónde irán. Sin embargo, en la Biblia encontramos la luz y una visión muy clara. Lo que hemos visto no depende en absoluto de ninguna enseñanza humana; más bien, concuerda con la revelación divina. Todo lo que se incluye en este diagrama tiene fundamento bíblico. Este diagrama debe de dejar una profunda impresión en todo aquel que esté en el recobro del Señor. Estamos en una era de complicaciones. Cristo vino y sembró la semilla, pero el enemigo también vino y complicó las cosas. Por lo tanto, en esta era encontramos las personas mundanas; el trigo, los hijos del reino y los hijos de Dios; y la cizaña, los falsos creyentes, los cristianos nominales; y los hijos del diablo, quienes están entre los hijos de Dios. Muchos de los hijos del reino se han degradado y han caído más abajo de la norma, encontrándose en una condición anormal.
Así que hay cuatro clases de personas: los creyentes normales, los creyentes anormales, los falsos creyentes y la gente mundana. Diariamente tenemos contacto con estas cuatro categorías de personas. En el mismo lugar donde usted trabaja es posible que se hallen representadas estas cuatro categorías. Debemos hacer frente a esta situación teniendo una clara visión de la era en que vivimos. No debemos estar de parte del mundo ni de parte del cristianismo, ni ser creyentes verdaderos que viven anormalmente. Por el contrario, queremos ser creyentes genuinos y normales, verdaderos hijos del reino que viven conforme a la constitución del reino de los cielos. Debemos permitir que Cristo crezca en nosotros al vivir nosotros en conformidad con la constitución del reino. Lo que crezcamos en nosotros será la multiplicación de la semilla, que es el constituyente del reino de los cielos. De manera que hoy no estamos únicamente en la realidad, sino que nosotros mismos somos la realidad. Entonces, cuando el Señor Jesús, el Rey, regrese, participaremos en la manifestación del reino de los cielos, brillando sobre el mundo para reinar como los correyes de Cristo y disfrutando de la parte celestial del milenio.