Mensaje 48
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En la senda que conduce a la gloria encontramos rechazo, carencias, tormentas en el mar, acusaciones de parte de los religiosos, y finalmente, aprendemos a comer a Cristo. Como resultado de comer a Cristo obtenemos sanidad, la cual da por resultado que Dios sea glorificado. Después de esto tenemos el comer corporativo, la advertencia de guardarnos de la levadura y la revelación clara con respecto a Cristo y la iglesia. En este mensaje llegamos a la última estación que encontramos en la senda que nos conduce a la gloria: la cruz. Sólo cuando hemos aprendido a comer a Cristo, a guardarnos de la levadura religiosa y a estar bajo un cielo despejado, podemos recibir la revelación de Cristo y la iglesia. Muchos de nosotros podemos dar testimonio de que antes de llegar a tal lugar, no recibimos la revelación de Cristo y la iglesia. Esta revelación la recibimos sólo en Cesarea de Filipo. Nos alimentamos de Cristo no sólo como las migajas, sino también de una manera corporativa como el rico, abundante e ilimitado suministro de vida. Sólo entonces podemos recibir la revelación acerca de Cristo y la iglesia. Así que, tres asuntos son cruciales: que aprendamos cómo alimentarnos de Cristo y cómo disfrutar de Su inagotable y rico suministro; que seamos purificados de la levadura religiosa; y que estemos en Cesarea de Filipo, bajo un cielo despejado, donde la niebla desaparece. No debemos permitirnos permanecer en una situación llena de niebla religiosa. Si permanecemos en tal lugar, no veremos la revelación dada en Cesarea de Filipo. ¡Aleluya! ¡Nosotros tenemos el rico suministro, un cielo despejado y una atmósfera libre de niebla! Por lo tanto, tenemos la visión de Cristo y la iglesia.
Un buen número de maestros cristianos han visto la relación entre Mateo 16:13-20 y 16:21-28, o sea, la relación entre la porción de la Palabra que habla de Cristo y la iglesia, y la que trata del camino de la cruz. Para experimentar a Cristo y propiciar la edificación de la iglesia sobre la roca, es necesario tomar el camino de la cruz. Cristo fue el Pionero, el Precursor, el primero en tomar este camino. Esta es la única manera en que Cristo puede ser liberado, y es también la única manera en que la iglesia puede ser edificada con Cristo y sobre El.
El versículo 21 dice: “Desde entonces comenzó Jesús a manifestarles a Sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer muchas cosas de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día”. Después de la revelación del gran misterio acerca de Cristo y la iglesia, fueron reveladas la crucifixión y la resurrección de Cristo. El tuvo que ir al centro religioso, pasar por la crucifixión y entrar en resurrección para edificar la iglesia. En el versículo 21 el Señor les reveló a Sus discípulos por primera vez el hecho de que iba a ser crucificado y luego resucitaría. Antes de esta ocasión no había mencionado nada acerca de esta cosas. Sólo hasta después de la revelación de Cristo y la iglesia, el Señor reveló a Sus discípulos Su crucifixión y resurrección. Esto está lleno de significado. Después de ver la visión de Cristo y la iglesia, debemos prepararnos para seguir el camino de la cruz. Tal vez usted se pregunte qué es el camino de la cruz. Tomar el camino de la cruz es terminar completamente con nuestro yo. No importa cuán bueno, correcto y provechoso pueda ser uno, necesita ser crucificado. Sólo al ser crucificados nosotros, podemos disfrutar a Cristo y participar en la edificación de la iglesia. Nada de nuestro ser debe quedar intacto.
A pesar de que en el versículo 21 el Señor Jesús habló de Su crucifixión y de Su resurrección, los discípulos únicamente captaron el asunto de la crucifixión y descuidaron la resurrección. Ellos oyeron que el Señor iba a morir, pero parece que no pusieron atención al hecho de que resucitaría. Sin embargo, el Señor sí dijo que resucitaría al tercer día. Ellos no comprendieron esta parte de la palabra del Señor porque no conocían el concepto de la resurrección. Ellos tenían temor de que el Señor Jesús muriera. Así que, cuando el Señor habló acerca de Su resurrección los discípulos no lo entendieron. Lo mismo sucede con nosotros hoy. Inmediatamente recibimos lo que concuerda con nuestros conceptos, pero si cierto asunto difiere de nuestros conceptos, no lo recibimos. Algunos se preguntan por qué repito las cosas una y otra vez. Aunque repita mucho ciertas cosas, algunos continúan sin recibirlas. De nuevo repito que aunque el Señor Jesús habló de dos asuntos, la crucifixión y la resurrección, los discípulos captaron la primera, pero no la segunda.
El versículo 22 dice: “Entonces Pedro, tomándolo aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: ¡Dios tenga compasión de Ti, Señor! ¡De ningún modo te suceda eso!” La palabra de Pedro revela que el hombre natural nunca está dispuesto a tomar la cruz. Pedro era audaz y amaba mucho al Señor. Sin Pedro no habríamos tenido muchas de las revelaciones, porque mediante su atrevimiento y sus muchos errores recibimos un buen número de revelaciones. Aquí Pedro fue lo suficientemente atrevido como para reprender al Señor. Mientras Pedro estaba reprendiendo al Señor su expresión debe haber sido la de Satanás. La expresión de Pedro “¡Dios tenga compasión de Ti, Señor!” nos parece muy buena, pero era en realidad una reprensión. Pedro se ofendió por la palabra del Señor de que iba a morir, y como él se encontraba lleno de su hombre natural, reprendió al Señor Jesús.
En el versículo 23 leemos la respuesta del Señor: “Pero El, volviéndose, dijo a Pedro: ¡Quítate de delante de Mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mente en las cosas de Dios, sino en las de los hombres”. Cristo percibió que no era Pedro sino Satanás el que le quería impedir que tomara la cruz. Esto revela que nuestro hombre natural, el cual se rehúsa a tomar la cruz, es uno con Satanás. Cuando no ponemos la mente en las cosas de Dios sino en las de los hombres, nos convertimos en Satanás, una piedra de tropiezo para el Señor, mientras El está en camino a cumplir el propósito de Dios.
El versículo 24 dice: “Entonces Jesús dijo a Sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Aquí el Señor habla acerca de negar el yo. Negar nuestro yo significa negar nuestra vida anímica, nuestra vida natural (v. 26; Lc. 9:25).
En el versículo 25 el Señor continúa: “Porque el que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, la hallará”. Los tres términos que se encuentran en los versículos del 23 al 25 están relacionados: mente, sí mismo y la vida del alma. La mente es la expresión del yo (de uno mismo), y el yo es la suma total de la vida del alma. La vida del alma es expresada y vivida en el yo, y el yo se expresa por medio de la mente, los pensamientos, los conceptos y las opiniones personales. Cuando no ponemos nuestra mente en las cosas de Dios sino en las de los hombres, nuestra mente aprovecha la oportunidad para actuar y expresarse. Esto fue lo que le sucedió a Pedro. Así que, con lo que el Señor dijo a continuación indica que Pedro tenía que negarse a sí mismo, es decir, que en lugar de salvar la vida de su alma, tenía que perderla. Perder la vida del alma es la realidad de negarse a uno mismo. Esto es tomar la cruz.
En realidad, en estos versículos hay cuatro asuntos que están relacionados: Satanás, la mente, el yo, y la vida del alma. Este mensaje tiene que ver principalmente con estos cuatro asuntos, los cuales comienzan con la mente y concluyen con Satanás. La mente es la expresión del yo, y el yo es la suma total de la vida del alma. La vida del alma es expresada por el yo, y el yo se expresa por medio de la mente. Lo que la mente piensa o considera es una opinión, idea o concepto. La opinión, idea o concepto de la mente es la expresión del yo, el cual es la suma total de la vida del alma. En el yo habita la vida del alma, tal como en el Hijo habita corporalmente el Padre. La vida del alma corresponde al Padre, el yo corresponde al Hijo, y la mente corresponde al Espíritu. De manera que tenemos aquí una trinidad compuesta de la mente, del yo y de la vida anímica.
La vida del alma, la fuente, es la suma total del yo, el cual se expresa por la mente. Quizás usted nunca había considerado que su mente es la expresión del yo. Si usted realmente se diera cuenta de esto, probablemente no utilizara mucho su mente. Su opinión es la expresión de su yo. Tenga cuidado de su opinión porque no es algo positivo. Las opiniones naturales, los conceptos e ideas, y aun los pensamientos, son todas cosas negativas, debido a que son la expresión del yo. El alma es la suma total del yo y se expresa a través de éste, y el yo se expresa también mediante las opiniones. Cuando el yo es expresado a través de la mente en forma de opinión, esto es Satanás.
He aprendido a tener temor de mis opiniones. En el transcurso de los años, he recibido mucha luz para ver que la opinión natural o los conceptos, son la encarnación de Satanás. Si esto no fuera así, ¿cómo pudo el Señor Jesús haber reprendido a Pedro y haberle llamado Satanás? La primera vez que leí esto en la Biblia, fui estremecido. En el versículo 23 Pedro y Satanás habían llegado a ser uno en la opinión egocéntrica de Pedro. La opinión de Pedro era Satanás mismo. Repito que la vida del alma es la suma total del yo, y que el yo se expresa a través de la mente. Cuando la mente expresa una opinión, el resultado es la encarnación de Satanás.
¿Se había dado cuenta usted de que a menudo su opinión ha sido la expresión de Satanás? Dudo que alguna vez usted haya entendido este asunto de esta manera. Es crucial que entendamos que nuestra opinión natural es la encarnación de Satanás. Nada daña su vida cristiana más que sus opiniones. La expresión de la opinión natural es el producto de la inspiración satánica. Nuestra opinión natural viene de la inspiración de Satanás, y por eso debemos tener cuidado de ella. Si usamos nuestra mente excesivamente, nos arriesgamos a que el Señor Jesús nos llame Satanás. Si ejercitamos nuestra mente mucho, seremos la expresión de Satanás, y el Señor Jesús nos dirá: “Quítate de delante de Mí, Satanás”.
Tomar el camino de la cruz para entrar a la gloria requiere que dejemos de utilizar nuestra mente de una manera natural. Debemos negar el yo, llevar la cruz, y seguir a Cristo. No creo que alguien que ejercita su mente de una manera natural pueda ser un buen seguidor de Cristo. Cuando ejercitamos nuestra mente demasiado, no seguimos a Cristo. Cristo no reside en nuestra mente, sino en nuestro espíritu. Si examinamos estos versículos a la luz de su contexto, veremos que la mente es la expresión del yo, que el yo es la suma total de la vida del alma, y que todo esto debe ser puesto en la cruz.
En el versículo 24 el Señor dijo: “Si alguno quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. La cruz no sólo hace sufrir, sino que también mata. La cruz mata al criminal y acaba con él. Cristo primero llevó la cruz y luego fue crucificado. Nosotros, Sus creyentes, primero fuimos crucificados con El y ahora llevamos la cruz. Para nosotros llevar la cruz es permanecer bajo la operación de la muerte de Cristo, la cual acaba con nuestro yo, con nuestra vida natural y con nuestro viejo hombre. Al hacer esto, negamos nuestro yo y seguimos al Señor.
Muchos cristianos tienen un concepto erróneo de la cruz, de manera que piensan que el único propósito de la cruz es el sufrimiento. Sin embargo, en esta sección de la Palabra, la cruz no denota sufrimiento, sino muerte. El propósito final de la cruz no es causarnos sufrimiento sino terminarnos, matarnos. La palabra del Señor aquí no incluye el concepto de sufrimiento sino de muerte.
El Señor Jesús primeramente llevó la cruz y luego fue crucificado y terminado en ella. Mientras llevaba la cruz, constantemente estaba bajo la muerte, no bajo el sufrimiento. Este concepto que relaciona la cruz meramente con el sufrimiento es erróneo. El Señor Jesús empezó a llevar la cruz inmediatamente después de Su bautismo. El significado del bautismo es que una persona es introducida en la muerte, terminada y sepultada. Desde el momento de Su bautismo, el Señor Jesús permaneció bajo la cruz. El era una persona que constantemente estaba puesta a muerte. Con El, el llevar la cruz vino primero y la muerte vino después. Con nosotros es exactamente lo opuesto, porque nosotros primero somos crucificados con El y luego llevamos la cruz.
De joven aprendí que llevar la cruz tenía como propósito nuestro sufrimiento. Este concepto erróneo vino del catolicismo. Repito, el propósito de llevar la cruz en Mateo 16 no es el sufrimiento sino la muerte. Al llevar la cruz debemos entender que hemos sido ya crucificados. Morimos sobre la cruz con Cristo y ahora debemos permanecer en la operación de esta muerte. Yo soy una persona muerta; la vida de mi yo, mi mente, mi vida natural, y todo mi ser murieron en la cruz. Ahora lo que necesito hacer es permanecer en esta muerte. Esto es lo que significa llevar la cruz.
Cuando era joven escuché ciertas exhortaciones dadas a otros relacionadas con llevar la cruz. A una esposa que estaba sufriendo el mal carácter de su esposo, le fue dicho que tenía que llevar la cruz. En otras palabras, se le dijo que sufrir el mal carácter de su esposo era llevar la cruz. Pero el sufrimiento no puede edificar la iglesia. Sin embargo, el llevar genuinamente la cruz edifica la iglesia porque pone a muerte el yo, la vida del alma y la vida natural. Todos nosotros fuimos sepultados, bautizados y terminados. Ahora necesitamos permanecer en esta terminación. Esto es tomar el camino de la cruz.
Una persona muerta no tiene opinión; es imposible desviar su mente, pues ésta ya no funciona. Si su mente puede ser desviada, significa que ésta permanece viva, activa y ágil. Si usted trata de desviar la mente de aquellos que se encuentran sepultados en un cementerio, y ellas pudieran hablar, dirían: “Usted se ha equivocado de lugar, todos nosotros estamos muertos y nuestras mentes han dejado de funcionar. No tiene caso que venga a tratar de desviar nuestras mentes”. Si llevamos la cruz, seremos como aquellos sepultados en el cementerio. Permaneceremos en un estado de terminación tendidos ahí bajo la muerte. Este es el verdadero significado de llevar la cruz.
En Mateo 16 Pedro fue muy activo y enérgico. Por un lado, es bueno provocar cosas siendo osados. Sin embargo, todos los hermanos rápidos necesitan morir. Me gusta que sean rápidos, atrevidos, y que causen algunos problemas, porque provocan cosas. Si no hubiera hermanos así en el recobro del Señor, nadie causaría ninguna situación. Este tipo de hermanos siempre causa problemas en el recobro, y sin estos problemas el Señor Jesús no podría revelarse hasta este grado. No obstante, finalmente el Señor llamó a Pedro, el rápido, “Satanás”. Todos los que son rápidos como Pedro debemos ser terminados. Necesitamos morir y permanecer bajo la muerte de la cruz. De otro modo no habrá manera de que la iglesia sea edificada.
Tomar la senda que conduce a la gloria finalmente significa dar fin a nuestro yo. Esta senda no es únicamente un asunto de rechazo, de experimentar escasez, de encarar la tormenta en alta mar, de recibir acusaciones de parte de la religión, de aprender a comer al Señor Jesús como el suministro de vida inagotable, o de ser advertidos de guardarnos de la levadura y de ver la visión de Cristo y la iglesia. Aparte de todo esto necesitamos ser terminados. La última estación de la senda que conduce a la gloria produce nuestra terminación. El cuadro presentado en el Evangelio de Mateo es maravilloso. Este cuadro abarca el rechazo, la escasez, la tormenta, la acusación de parte de la religión, la levadura, Satanás, el yo, la mente y la vida del alma. Si usted no sabe cómo encarar estas cosas, será difícil que entre a la gloria. El último paso antes de entrar a la gloria es la terminación del yo. No es suficiente con pasar a través del rechazo o tener la experiencia del suministro material de nuestras necesidades. Tampoco es suficiente con sólo soportar la tormenta en el mar, enfrentar las acusaciones religiosas relacionadas con asuntos externos, alimentarnos de Cristo, y guardarnos de la levadura. Finalmente la senda que conduce a la gloria nos lleva a nuestro fin.
Tal vez usted crea que Satanás se encuentra en el rechazo, la tormenta y la acusación. Pero en realidad Satanás no está en ese tipo de cosas, sólo los demonios están ahí. Son los demonios los que están detrás de cada rechazo, tormenta y acusación religiosa. No obstante, Satanás, el príncipe de los demonios, está en nuestra mente, en nuestro yo, y en nuestra vida anímica. Por lo tanto, debemos aborrecer nuestra vida anímica más que aborrecemos el rechazo. Martín Lutero dijo en una ocasión que él tenía más temor de sí mismo que del Papa, porque se dio cuenta de que él tenía al más terrible Papa, es decir, el yo, dentro de su ser. Nuestro yo no es otra cosa que el sutil enemigo oculto, el adversario de Dios. Así que, la última batalla que enfrentamos a lo largo de esta senda que conduce a la gloria es la batalla contra nuestro yo.
Como hemos visto, el yo es muy activo en cuanto a las opiniones, conceptos e ideas, las cuales se expresan por medio de nuestra mente. Los cristianos de hoy pelean y se dividen debido a la diferencia de opiniones. Por esta razón el apóstol Pablo dijo que todos debemos estar perfectamente unidos en un mismo parecer (1 Co. 1:10). De manera que al seguir la senda que conduce a la gloria, lo último que enfrentamos es la lucha con nuestro yo.
Creo que hemos visto claramente que llevar la cruz no es un asunto de sufrimiento, sino de mantener el yo bajo la terminación de la muerte. La cruz de Cristo es la muerte que termina con nuestro yo, y nosotros debemos permanecer en esta terminación. Permanecer allí es llevar la cruz. Yo estoy llevando la cruz porque estoy permaneciendo bajo la terminación de Cristo. Por lo tanto, como he sido terminado, no tengo más ideas, opiniones ni conceptos. Por la gracia del Señor, deseo permanecer durante toda mi vida en el lugar de la terminación.
Después de la terminación viene la resurrección. Cuando nos mantenemos bajo la terminación de Cristo, espontáneamente habrá una reacción en nuestro espíritu, esta reacción es la resurrección. La resurrección es necesaria para la edificación de la iglesia. La manera de disfrutar a Cristo y edificar la iglesia es experimentar la terminación y la resurrección. En el versículo 24 el Señor nos dice que le sigamos. Antes de la crucifixión del Señor, los discípulos le seguían de modo exterior. Pero ahora, después de Su resurrección, le seguimos de modo interior. Debido a que en resurrección El ha llegado a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45), que mora en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), le seguimos en nuestro espíritu (Gá. 5:16-25).
En el versículo 25 el Señor dice: “Porque el que quiera salvar la vida de su alma, la perderá; y el que la pierda por causa de Mí, la hallará”. Mientras vamos siguiendo al Señor, no debemos salvar nuestra vida del alma, o sea que, no debemos permitir a nuestra alma tener su disfrute. Si la salvamos en esta era, la perderemos en la era venidera, pero si la perdemos por causa de Cristo, la encontraremos en el disfrute del reino, en la era venidera.
En el versículo 26 el Señor preguntó: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si gana todo el mundo, y pierde la vida de su alma? ¿O qué dará el hombre a cambio de la vida de su alma?” El disfrute de la vida del alma hoy está envuelta con el mundo. Ganar el mundo para obtener el disfrute del alma significa perder la vida y el disfrute del reino en la era venidera. Aun si ganamos todo el mundo por el disfrute de la vida del alma en esta era, será cambiarla por el disfrute de la vida del alma en la era venidera, y esto no aprovecha para nada. Nada es digno de ser dado a cambio del disfrute de la vida del alma en el reino.
El versículo 27 dice: “Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de Su Padre con Sus ángeles, y entonces recompensará a cada uno conforme a sus hechos”. Según este versículo, la palabra “porque” indica que la recompensa que el Señor dará a Sus seguidores cuando regrese, dependerá de que éstos pierdan o salven su alma en esta era, conforme a lo mencionado en los versículos 25 y 26. La recompensa será dada conforme a cómo hayamos llevado la cruz. Esto dependerá de que permanezcamos o no bajo la obra terminadora de la cruz, y de que perdamos o salvemos nuestra vida del alma en esta era.
Este juicio lo efectuará el Señor cuando venga en la gloria de Su Padre. Si llevamos la cruz y le seguimos perdiendo el disfrute de nuestra alma en esta era, El nos recompensará con el disfrute del alma en el reino.
En el versículo 27 el Señor dice que: “Recompensará a cada uno conforme a sus hechos”. Esto es, todo dependerá de que perdamos o salvemos el disfrute de la vida del alma en esta era. No tiene nada que ver con nuestra salvación eterna, sino que tiene mucho que ver con la recompensa dispensacional que el Señor nos dará.
Esta recompensa será dada a cada uno de nosotros en el tribunal de Cristo, cuando El regrese (2 Co. 5:10; Ap. 22:12), lo cual indica que este evento se llevará a cabo en el aire, después de que todos los creyentes hayan sido arrebatados y trasladados a la presencia del Señor en el aire.
La recompensa del Señor será la entrada a la manifestación del reino. El Señor se refiere a la manifestación del reino en el versículo 28: “ De cierto os digo: Hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en Su reino”. Esto se cumplió cuando el Señor se transfiguró en el monte (17:1-2). Su transfiguración fue Su venida en Su reino y fue vista por Sus tres discípulos, Pedro, Jacobo y Juan. En el siguiente mensaje veremos que la transfiguración de Cristo fue una miniatura de la manifestación del reino. La manifestación del reino en el milenio será la recompensa para los seguidores de Cristo que permanezcan bajo la obra terminadora de la cruz durante todo el camino que conduce a la gloria. Todos los queridos seguidores de Cristo que vayan por este camino serán recompensados con la manifestación del reino.