Mensaje 58
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En este mensaje llegamos a Mt. 22:1-14, donde se presenta la parábola de la fiesta de bodas. Esta parábola forma parte de la respuesta que el Señor dio a los principales sacerdotes y ancianos del pueblo con respecto a Su autoridad. En Su respuesta el Señor usó tres parábolas: la parábola de la transferencia de la primogenitura, la parábola de la viña, y la parábola de la fiesta de bodas. La primera parábola revela que la primogenitura, la cual había pertenecido al pueblo de Israel, les había sido quitada y transferida a la iglesia. La parábola de la viña indica que lo mismo ocurriría con el reino de Dios. Así que, estas dos parábolas son paralelos. Sin la primogenitura es imposible participar en el reino. Con esto vemos que la primogenitura y el reino no se pueden separar. Estas primeras dos parábolas se refieren a Israel por el lado negativo, porque tanto la primogenitura como el reino le fueron quitados a Israel.
Si la respuesta del Señor hubiera terminado aquí, habría estado incompleta; habría enfocado solamente el lado negativo, sin dar un resultado positivo. Cuando llegamos al final del capítulo veintiuno, nos damos cuenta de que allí hay algo más. Es por eso que el Señor, después de dar las primeras dos parábolas, añadió la parábola de la fiesta de bodas con el fin de completar Su respuesta. Al presentar esta parábola, El cambió del lado negativo al lado positivo.
Mateo 22:2 dice: “El reino de los cielos ha venido a ser semejante a un rey que hizo fiesta de bodas para su hijo”. La parábola de la viña que se encuentra en el capítulo veintiuno se refiere a los tiempos del Antiguo Testamento en los cuales estaba presente el reino de Dios (21:43), mientras que la parábola de la fiesta de bodas hace alusión a los tiempos del Nuevo Testamento, en los cuales el reino de los cielos está presente. El rey aquí es Dios, y el hijo es Cristo.
En la parábola anterior (21:33-46), el Señor mostró cómo los judíos, quienes estaban en el reino de Dios, serían castigados, y cómo el reino de Dios les sería quitado y dado al pueblo del reino. Era necesaria otra parábola para mostrar por cuál criterio el pueblo del reino, es decir, aquellos que están en el reino de los cielos, sería juzgado. Ambas parábolas nos muestran que el reino es algo muy serio.
En la parábola anterior, el Antiguo Testamento fue comparado con una viña, y el enfoque era el trabajo bajo la ley; en esta parábola, el Nuevo Testamento es comparado con una fiesta de bodas, y el enfoque es el disfrute que se tiene bajo la gracia. La viña principalmente tiene que ver con labor y no disfrute, pero la fiesta de boda no exige un labor; más bien, trae deleite y disfrute. Nadie asiste a una fiesta de boda con el propósito de trabajar; sólo piensa en disfrutar y gozarse. Así que, la parábola de la viña representa la labor que se realiza bajo la ley, y la parábola de la fiesta de bodas representa el disfrute que se tiene bajo la gracia. Nosotros quienes estamos en el recobro del Señor no estamos trabajando bajo la ley; más bien, estamos en el disfrute de la gracia. ¡Qué gran contraste existe entre estas dos parábolas! Hoy no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia. No estamos trabajando, sino disfrutando. Este es el principio fundamental con el cual entender estas parábolas.
El versículo 3 dice: “Y envió a sus esclavos a llamar a los invitados a las bodas; mas éstos no quisieron venir”. Los esclavos mencionados en este versículo componen el primer grupo de apóstoles neotestamentarios. El versículo 4 añade: “Volvió a enviar a otros esclavos, diciendo: Decid a los invitados: He aquí, he preparado mi banquete; mis novillos y animales engordados han sido muertos, y todo está dispuesto; venid a las bodas”. Estos esclavos son los apóstoles que el Señor envió más tarde. Los novillos y los animales engordados representan a Cristo, quien fue inmolado para que el pueblo escogido de Dios pudiera disfrutarlo como un banquete. Cristo tiene muchos aspectos que podemos disfrutar. En calidad del becerro y los animales engordados, El fue inmolado y preparado a fin de que pudiéramos disfrutarle. Aunque todo había sido preparado y los esclavos habían sido enviados una y otra vez, los invitados se rehusaron a asistir al banquete y aun echaron mano de los esclavos, los afrentaron y mataron (vs. 5-6).
El versículo 7 dice: “El rey, entonces, se enojó; y enviando sus tropas, destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad”. Estos eran los ejércitos romanos que, bajo el liderazgo de Tito, destruyeron a Jerusalén en el año 70 d. de C. El hecho de que las tropas aquí pertenecen al rey indica que todos los ejércitos de la tierra pertenecen al Señor. Así que, los ejércitos del Imperio Romano eran en realidad los ejércitos de Dios. Dios envió el ejército romano para que actuaran como Sus tropas y para que realizaran Su propósito de destruir Jerusalén.
Durante el período transitorio entre el Antiguo Testamento y el Nuevo, lo antiguo y lo nuevo se traslapó. En la parábola de la viña, el dueño destruyó a los hombres malvados porque ellos rechazaron, persiguieron y mataron a sus siervos. Ellos aun mataron a Jesucristo, el Hijo de Dios. La parábola de la fiesta de bodas afirma que Dios destruirá la ciudad porque, después de matar a Cristo, ellos también mataron a los apóstoles que fueron enviados a invitarlos al banquete de bodas. Dios no los destruyó inmediatamente después de que ellos mataron al Hijo de Dios, pues al darle muerte al Hijo, preparaban los novillos engordados para la fiesta. Pero después de que los apóstoles hubieron sido rechazados y muertos, el Señor envió el ejército romano, bajo el liderazgo de Tito, para que destruyeran la ciudad de Jerusalén. Tito actuó en forma cruel y sin misericordia, derribando el templo y quemando la ciudad. Tal como el Señor Jesús había dicho, no quedó piedra sobre piedra en el templo. Además, Tito mató un gran número de judíos, a los líderes en particular. Esto constituyó el cumplimiento de la profecía del Señor en esta parábola.
Después de la destrucción de Jerusalén, Dios se volvió de los judíos al mundo gentil. Los versículos 8 y 9 dicen: “Luego dijo a sus esclavos: Las bodas están preparadas; mas los que fueron invitados no eran dignos. Id, pues, a las encrucijadas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis”. El hecho de que los judíos rechazaran el evangelio, los hizo indignos de disfrutar el Nuevo Testamento (Hch. 13:46). Debido a este rechazo, la predicación del Nuevo Testamento se volvió a los gentiles (Hch. 13:46; Ro. 11:11). Aquí el mundo gentil es representado por las encrucijadas de los caminos. A lo largo de los siglos, la predicación del evangelio en el mundo gentil ha sido muy exitosa, a pesar de que ha existido cierta oposición y rechazo.
El versículo 10 dice: “Y saliendo aquellos esclavos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, tanto malos como buenos, y las bodas fueron llenas de convidados”. Debido a que hicieron la proclamación de manera tan prevaleciente, la fiesta de bodas se llenó de los convidados.
El versículo 11 dice: “Y entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido con traje de boda”. El hombre sin traje de boda debe de haber sido una persona salva. Si no, ¿cómo podía alguien responder al llamado de Dios si no fuera salvo? Pues sabemos que si hemos respondido al llamado de Dios, somos salvos. En el versículo 14 el Señor Jesús menciona que muchos son llamados, y en Efesios 4:1 Pablo indica que nosotros, los que fuimos salvos, somos los llamados. Fuimos llamados a ser salvos. Aunque el hombre del versículo 11 había sido llamado y salvo, le faltaba el traje de bodas.
El traje de bodas es tipificado por los vestidos bordados que se mencionan en Salmos 45:14, y es representado por el lino fino que se menciona en Apocalipsis 19:8. Esta es la justicia sobresaliente de los creyentes vencedores, la cual se menciona en Mateo 5:20. Sabemos que el hombre que no tenía traje de boda era salvo, porque vino a la fiesta de bodas. El había recibido a Cristo como su justicia a fin de ser justificado ante Dios (Fil. 3:9; 1 Co. 1:30; Ro. 3:23), pero no vivía a Cristo como su justicia subjetiva para poder participar del disfrute del reino de los cielos. El fue llamado a la salvación, pero no fue escogido para disfrutar el reino de los cielos, lo cual es solamente para los creyentes vencedores.
El traje de bodas representa los requisitos que debemos cumplir para tener derecho a participar de la fiesta de bodas. El Nuevo Testamento menciona esta fiesta al menos en dos ocasiones, en Mateo 22 y en Apocalipsis 19. De acuerdo con Apocalipsis 19 los invitados a la fiesta de bodas estaban vestidos de lino blanco. El lino blanco mencionado en Apocalipsis 19 constituye el vestido de boda hallado en Mateo 22, y representa la justicia sobresaliente. Mateo 5:20 dice: “Porque os digo que si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos”. La justicia sobresaliente que nos hace apto para participar en la manifestación del reino en la era venidera, es tipificada en el salmo 45, donde dice que la reina tiene dos vestiduras. Nosotros los creyentes también necesitamos dos vestiduras. Todos nosotros tenemos la primera, la cual nos hace apto para ser salvos. Esta vestidura es el Cristo objetivo que recibimos como nuestra justicia delante de Dios. En Cristo, quien es nuestra justicia, fuimos justificados y salvos. Pero después de recibir a Cristo, tenemos que expresarle en nuestro vivir; en otras palabras, debemos vivir a Cristo de tal manera que El llegue a ser nuestra justicia subjetiva. Esta justicia, Cristo expresado por nosotros en nuestro vivir cotidiano, es la realidad del lino blanco, o sea, la segunda vestidura, el traje de bodas que nos hace apto para participar en la fiesta de bodas.
En la parábola de la viña, el Señor era muy estricto con los viñadores, en el sentido de que requería que el labor de ellos alcanzara cierto nivel. Debemos desechar la idea falsa de que por cuanto estamos bajo la gracia, el Señor será tolerante con nosotros. Muchos malentienden la gracia del Señor y usan de ella de forma incorrecta. La mayoría de los cristianos piensa que el Señor no actuará en forma estricta con nosotros, y que por cuanto tenemos Su gracia, no existirá ningún problema. Sin embargo, debemos saber que el Señor es más estricto con aquellos que estamos bajo Su gracia. Tanto la parábola de la viña como la de la fiesta de bodas revelan que el Señor es muy estricto y que El disciplina a Su pueblo, ya sea a los judíos que se encuentran bajo la ley o a los creyentes que están bajo la gracia. No debemos pensar que por haber sido invitados a la fiesta de bodas, podemos vivir en forma descuidada. Por el contrario, el Señor puede venir a la fiesta y echarnos fuera por no tener la segunda vestidura. Es verdad que hemos recibido a Cristo como nuestra justicia y que así estamos justificados delante de Dios. Pero, ¿estamos viviendo a Cristo? ¿Es El nuestra justicia subjetiva?
Los requisitos de la segunda vestidura son muy estrictos y nos exigen mucho más que guardar ciertos mandamientos o reglamentos; en efecto, día tras día debemos vivir a Cristo y expresarle. Esto no es un asunto de obras, sino de vivir. En la economía neotestamentaria, a Dios no le interesan principalmente nuestras obras, sino nuestro vivir, es decir, a El le importa más por quién vivimos y cómo vivimos. Los pequeños detalles de nuestra vida diaria manifiestan si vivimos por Cristo o no. Es fácil aprender la doctrina de que fuimos crucificados con Cristo, que no vivimos más nosotros, sino que Cristo vive en nosotros. Pero ¿experimentamos esto como una realidad en nuestra vida diaria? Siempre que descuidamos nuestro vivir diario no estamos viviendo por Cristo. Si vivimos en una forma suelta y descuidada, no tenemos el traje de bodas.
No existe ningún problema con respecto a nuestra salvación, porque fuimos llamados y justificados. Pero, ¿cuál será nuestra situación ante el tribunal de Cristo? ¿Tendremos derecho a entrar a la fiesta de bodas? Si uno cree la primera parte del evangelio, entonces también debe creer la segunda. ¡Cuánto necesitamos acudir al Señor buscando Su misericordia! Debemos orar: “Señor, ten misericordia de mí. Yo te he recibido, pero necesito más de Tu gracia para vivir por Ti. Señor, ya que Tú eres mi Salvador, estoy seguro de que soy eternamente salvo, pero necesito Tu gracia para poder tomarte como mi vida”. Debemos hablar por Cristo, y aun nuestra ira debe ser conforme a El. Cuando estemos a punto de perder la paciencia, debemos considerar si lo estamos haciendo por Cristo o no. Si hacemos esto, viviremos por Cristo la apropiada vida cristiana.
Los cristianos de hoy han pasado por alto la segunda vestidura. Martín Lutero nos ayudó a conocer la primera, la cual es Cristo como nuestra justicia quien nos justifica ante Dios. Esta verdad fue recobrada hace más de cuatrocientos años. Pero hoy en el recobro del Señor hemos llegado a comprender algo de la segunda vestidura. Necesitamos tanto la justicia objetiva como la subjetiva. Este es un asunto muy importante en el Evangelio de Mateo, porque es un requisito para entrar al reino.
Los versículos 12 y 13 dicen: “Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin tener traje de boda? Mas él enmudeció. Entonces el rey dijo a los servidores: Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de afuera; allí será el llanto y el crujir de dientes”. Los siervos mencionados en el versículo 13 deben de referirse a los ángeles (13:41, 49). Ser echado a las tinieblas de afuera no significa perecer, sino ser castigado dispensacionalmente por no haber vivido una vida vencedora por medio de Cristo, la cual le hubiera proporcionado al vencedor participación en el disfrute del reino durante el milenio. En el milenio, los creyentes vencedores estarán con Cristo en la gloria resplandeciente del reino (Col. 3:4), mientras que los creyentes derrotados serán disciplinados en las tinieblas de afuera.
Ya que el hombre sin traje de bodas es echado a las tinieblas de afuera, muchos maestros cristianos dicen que se refiere a un falso creyente. Pero, ¿cómo podría un falso creyente ser admitido en la fiesta de bodas de Cristo en el aire? La razón por la que muchos maestros cristianos dicen que este hombre es un incrédulo es porque ellos no creen que una persona salva pueda ser castigado siendo echado a las tinieblas de afuera. Sin embargo, de acuerdo con el Evangelio de Mateo, los creyentes pueden estar sujetos a un castigo limitado a la dispensación, lo cual es un tema que se aborda más de una ocasión en este evangelio. Muy pocos cristianos creen que puede haber tal disciplina para una persona salva. Pero por más de cuarenta años hemos enseñado que debemos ser vencedores. Aquellos que no sean vencedores serán excluidos del disfrute del reino durante el milenio y probablemente serán castigados.
Hemos visto que el hombre que no tenía traje de boda fue echado a las tinieblas de afuera. Debemos notar que el Señor Jesús no sólo dijo las tinieblas, sino las tinieblas de afuera. La Biblia dice claramente que cuando el Señor Jesús regrese, El vendrá en gloria. Así que, ésa será una esfera de gloria, y todos los creyentes serán arrebatados hacia El en Su gloria. Entonces el Señor establecerá el tribunal de Cristo en el aire. Después de que los creyentes hayan sido juzgados, los reprobados serán echados a las tinieblas de afuera. Esto se refiere a las tinieblas fuera de la esfera de la gloria del Señor. Por esta razón el Señor usó la palabra “afuera” para describir tales tinieblas.
Ser echados a las tinieblas de afuera no es sufrir la perdición eterna. El Nuevo Testamento revela que una vez que alguien ha sido salvo, es salvo por la eternidad y no puede perecer jamás. Sin embargo, la así llamada teología arminiana enseña que una persona puede ser salva y después perder la salvación. Pero esta enseñanza es contraria a las Escrituras. Aunque no podemos perdernos, Dios puede aplicarnos un castigo limitado a la dispensación. En el pasado algunos han argumentado conmigo acerca de esto diciendo: “¿Cómo puede una persona redimida y lavada con la sangre de Cristo ser todavía castigada por Dios?” Yo les he contestado: “Después de que usted fue redimido y lavado por la sangre del Señor, nunca ha experimentado el castigo de Dios por sus actos erróneos? ¿Dios nunca le ha castigado?” Al reconocer que Dios puede castigar a aquellos que pecan después de haber sido salvos, ellos han perdido el caso. Otros han argumentado que Dios únicamente nos castiga en esta era, mientras estamos en la carne, pero que después de que el Señor regrese y seamos arrebatados no tendremos ningún problema. Ante este argumento yo he dicho: “Por favor, no se aferre a este concepto. No piense que no habrá problemas después de la resurrección y el arrebatamiento. Después de que los pecadores hayan muerto y sean resucitados, ellos serán llevados ante el trono blanco para ser juzgados. Esto demuestra que la resurrección no resuelve todos los problemas. No piense que la muerte y la resurrección automáticamente le salvarán de todos los problemas en el futuro. Dios puede todavía tratar con usted después de que usted sea resucitado. No se deje engañar”. La mayoría de los cristianos hoy rechazan la enseñanza del castigo dispensacional de los creyentes. Esta es la razón por la cual muchos de ellos viven de una manera suelta y descuidada. En lugar de temer la disciplina dispensacional de Dios, ellos dicen: “Yo soy salvo y la sangre me ha lavado. Si hago algo equivocado el Señor puede corregirme un poquito. Pero no habrá ningún problema para mí en el futuro”. ¡Qué engañoso es aferrarse a un concepto tan contrario a la Palabra pura de Dios! Al regresar a la Palabra pura, vemos que es un asunto muy serio llegar a la fiesta sin traje de boda.
Necesitamos leer el Evangelio de Mateo con una mente sobria y considerar sus enseñanzas seriamente. Aunque este libro ha estado velado por siglos, el Señor hoy lo ha abierto para nosotros. Algunos pueden argumentar que no conocemos adecuadamente el amor de Dios y que presentamos a Dios como un Ser muy duro y cruel. Pero si el amor de Dios fuera conforme a su concepto, ¿cómo podría El haber enviado a un ejército a destruir la ciudad de Jerusalén? En Romanos 11 Pablo dice que Dios es amable, pero también afirma que El es estricto y que debemos conducirnos seriamente ante El. Cuando Dios actúa amablemente, El es demasiado amable, pero cuando El es severo, es extremadamente severo. Dios ha actuado de una manera severa con los judíos, y ciertamente también lo hará con nosotros.
Hoy en día existen muchas enseñanzas endulzadas en la cristiandad. Algunos predicadores no se atreven a enseñar lo que ven en la Biblia por temor a perder su audiencia u ofender a otros. Por lo tanto, endulzan muchas de sus enseñanzas. Pero nosotros debemos eliminar dicho sabor endulzado, regresar a la Palabra pura, y ver lo que el Señor dice al respecto. Necesitamos la palabra sobria que se encuentra en el Evangelio de Mateo. Debemos tener presente que un día seremos examinados para ver si tenemos o no la segunda vestidura que nos da acceso a la fiesta de bodas. Preparémonos, pues, la segunda vestidura, el lino blanco, esto es, la justicia sobresaliente, a fin de estar listos para este examen. ¡Que el Señor tenga misericordia de nosotros para logra esto!
Mi carga en este mensaje no es amenazarles a ustedes, sino exponer la Palabra pura y darles una dosis saludable sin endulzarla artificialmente. Debemos leer y escudriñar la palabra del Señor cabalmente. La parábola presentada en Mateo 22:1-4 es muy significativa. Cada detalle en esta parábola es importante. El Señor no hubiera dado dicha parábola, si lo que ésta trasmite no fuera importante.
En el versículo 14 el Señor concluye: “Porque muchos son llamados, y pocos escogidos”. Ser llamado es recibir la salvación (Ro. 1:7 y Co. 1:2; Ef. 4:1), mientras que ser escogido es recibir una recompensa. Todos los creyentes han sido llamados, pero pocos serán escogidos como vencedores. Los vencedores, esto es, los escogidos, serán recompensados y tendrán derecho a participar de la fiesta de bodas del Cordero.