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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Proverbios»
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Mensaje 2

LOS PRINCIPIOS SEGUN LOS CUALES EL HOMBRE LLEVA UNA VIDA HUMANA APROPIADA

  Lectura bíblica: Proverbios 1—9: 31

  Lo que recibimos del libro de Proverbios y de la Biblia entera, depende de la clase de personas que somos. Para el apóstol Pablo, todos los libros del Antiguo Testamento contenían Espíritu y vida; en cambio, para muchos cristianos contemporáneos, la Biblia, incluyendo el Nuevo Testamento, es principalmente un libro de proverbios. Ellos no entienden versículos como Efesios 3:8, que habla de las riquezas inescrutables de Cristo, y cómo éstas producen la iglesia para llevar a cabo la economía de Dios. Es posible que no tengan interés por temas como éste; sin embargo, se interesarían más por lo que dice Efesios 5, acerca de que los maridos deben amar a sus esposas y que las esposas deben someterse a sus maridos. Este ejemplo ilustra una tendencia que predomina entre los cristianos, la cual es que ellos intentan comprender el Nuevo Testamento según su mente ética. A muchos sólo les interesa lo que tiene que ver con la ética; por ejemplo, no entienden la Nueva Jerusalén ni tampoco intentan entenderla. Así, vemos que la clase de persona que somos determina lo que recibiremos de la Biblia.

  En este mensaje examinaremos, en el libro de Proverbios, los principios según los cuales el hombre puede llevar una vida humana apropiada. Cada uno de estos principios —reverenciar a Dios, necesitar sabiduría, honrar a los padres y tener en honor el matrimonio— es una pepita de oro.

I. REVERENCIAR A DIOS

  El primer principio por el cual el hombre lleva una vida humana apropiada consiste en reverenciar a Dios. No sólo debemos adorar a Dios, sino también reverenciarlo. Reverenciar a Dios significa tenerlo en consideración y tomarlo en cuenta para todo, sin olvidarnos de que El es el maravilloso Dios que nos creó. Si estamos a punto de enojarnos, debemos reverenciar a Dios. El hecho de reverenciar a Dios nos guarda de cometer alguna maldad, y también hace que seamos conmovidos por los sufrimientos de los demás y que les mostremos misericordia y compasión.

  Antes de que yo creyera en el Señor Jesús, a pesar de haber nacido en el cristianismo, nunca reverenciaba a Dios; sin embargo, desde el día de mi salvación empecé a reverenciarlo. Desde ese día, comencé a respetar a Dios y a tomarlo en cuenta para todo. Esto produjo un gran cambio en mi vida.

A. Temer a Dios

  Reverenciar a Dios significa temer a Dios. El temor de Jehová es el comienzo del conocimiento y el principio de la sabiduría, y el conocimiento del Santísimo es entendimiento (Pr. 1:7; 9:10; 15:33a). El conocimiento, la sabiduría y el entendimiento proceden de Dios, y los poseeremos al temer a Dios, reverenciándolo. Si buscamos la sabiduría como a la plata y la escudriñamos como a un tesoro escondido, entenderemos el temor de Jehová y hallaremos el conocimiento de Dios (Pr. 2:4-5). El temor de Jehová es aborrecer el mal (Pr. 8:13). El temor de Jehová también aumenta los días, mas los años de los impíos serán acortados (Pr. 10:27). El que camina en su rectitud teme a Jehová, mas el de caminos pervertidos lo menosprecia (Pr. 14:2). En el temor de Jehová está la fuerte confianza, y sus hijos tendrán refugio. El temor de Jehová es manantial de vida, que nos aparta de los lazos de la muerte (vs. 26-27). Mejor es lo poco con el temor de Jehová, que un gran tesoro donde hay turbación (Pr. 15:16). Si tememos mucho a Jehová, tendremos paz.

B. Confiar en Dios

  Reverenciar a Dios también significa confiar en El. Proverbios 3:5-8 nos exhorta a fiarnos en Jehová de todo nuestro corazón y a no apoyarnos en nuestro propio entendimiento. En todos nuestros caminos debemos reconocerlo, y El enderezará nuestras sendas. No debemos ser sabios a nuestros propios ojos; debemos temer a Jehová y apartarnos del mal. Esto será salud a nuestro cuerpo y refrigerio para nuestros huesos.

  El que atiende a la palabra hallará el bien, y el que confía en Jehová es bienaventurado (Pr. 16:20). En mis frecuentes viajes, a menudo Satanás me ha amenazado interiormente diciéndome que el avión en el cual viajaba se estrellaría. En tales ocasiones hablé con el Señor, diciéndole: “Señor, no estoy en un avión; estoy en Ti. Tú eres mi avión”. Esto es confiar en el Señor.

  Según 3:26 Jehová será nuestra confianza, y El preservará nuestro pie de quedar preso. Probada es toda palabra de Dios; El es escudo a los que en El se refugian. No debemos añadir a Sus palabras, para que no nos reprenda y seamos hallados mentirosos (Pr. 30:5-6), ni debemos cambiar Su palabra agregándole algo según nuestro punto de vista. Esto es muy peligroso.

C. Honrar a Dios

  Reverenciar a Dios también significa honrarle. Pr. 3:9-10 declara que debemos honrar a Jehová con nuestros bienes y con las primicias de todos nuestros frutos. Entonces serán llenos nuestros graneros con abundancia, y nuestros lagares rebosarán de mosto. Sería lamentable que nos empeñásemos en ganar dinero y acumular tesoros a fin de asegurar nuestro futuro. Antes bien, debemos dar a Dios por lo menos la décima parte de nuestros frutos, las primicias. Siempre debemos ser generosos en distribuir lo que Dios nos ha dado. Esto honra a Dios.

II. NECESITAR SABIDURIA

  El segundo principio, la segunda pepita de oro, es necesitar sabiduría. Observe que no hablo de buscar sabiduría, sino de necesitar sabiduría. Siempre necesitamos la sabiduría de Dios.

A. Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría

  Bienaventurado el hombre que halla la sabiduría, porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y su rédito mejor que el oro fino. Es más preciosa que los corales, y todo lo que podamos desear, no se puede comparar a ella. Largura de días está en su mano derecha; en su izquierda, riquezas y honra. Sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus sendas paz. Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano, y dichosos son los que la retienen (Pr. 3:13-18; 8:11).

B. No se aparte la sabiduría de nuestros ojos

  No debemos permitir que la sabiduría se aparte de nuestros ojos; antes bien, debemos guardar la sana sabiduría y la discreción. Serán vida a nuestra alma y adorno de gracia a nuestro cuello (Pr. 3:21-22). La verdadera belleza es la sabiduría y la discreción.

C. Los sabios heredan honra

  Los sabios heredarán honra, mas los necios acumulan deshonra (v. 35).

D. Adquirir sabiduría y no dejarla

  Debemos adquirir sabiduría y no dejarla, y ella nos guardará; debemos amarla, y ella nos conservará (Pr. 4:5-6). “El comienzo de la sabiduría es éste: Adquiere sabiduría; y con todo lo que obtengas, adquiere entendimiento. Tenla en gran estima, y ella te engrandecerá; ella te honrará si la abrazas. Guirnalda de gracia dará a tu cabeza; corona de hermosura te entregará” (vs. 7-9).

E. Decir que la sabiduría es nuestra hermana

  Según 7:4, debemos decirle a la sabiduría: “Tú eres mi hermana”.

F. La sabiduría edificó su casa

  La sabiduría edificó su casa; labró sus siete columnas (Pr. 9:1).

G. La sabiduría de Dios personificada

  Ciertas porciones del libro de Proverbios personifican la sabiduría de Dios. La personificación de la sabiduría de Dios es el segundo de la Trinidad, el Hijo de Dios. Cristo es la sabiduría personificada de Dios.

1. Jehová con sabiduría fundó la tierra

  Jehová con sabiduría fundó la tierra; El asentó los cielos con entendimiento (Pr. 3:19). Cristo es Aquel con quien Jehová fundó la tierra y asentó los cielos, pues El es la sabiduría de Dios.

2. Jehová posee la sabiduría desde el principio

  En 8:22-31 la sabiduría personificada declara que Jehová poseía la sabiduría desde el principio de Su camino, antes de Sus obras de tiempos pasados. La sabiduría fue constituida eternamente, desde el principio, antes de la tierra. Cuando no existían los abismos, la sabiduría fue engendrada, cuando no existían las fuentes, ricas en aguas. Antes de que los montes fuesen asentados, antes de los collados, fue engendrada, cuando aún no había hecho la tierra ni los campos, ni el principio del polvo del mundo. Cuando El formaba los cielos, la sabiduría estaba allí; cuando El trazaba el círculo sobre la faz del abismo, cuando afirmaba los cielos arriba, cuando afianzaba las fuentes del abismo; cuando ponía al mar su límite, para que las aguas no traspasasen Su mandamiento, cuando trazaba los cimientos de la tierra, con El estaba la sabiduría como arquitecto. La sabiduría era Su delicia de día en día, regocijándose en la parte habitable de Su tierra; y sus delicias eran con los hijos de los hombres. De nuevo, podemos ver que la sabiduría personificada se refiere a Cristo.

3. La sabiduría habita con la prudencia

  En los versículos del 12 al 21, leemos que la sabiduría habita con la prudencia y halla el conocimiento y la discreción. El consejo y la sana sabiduría son suyos. La sabiduría es entendimiento y poder. Por la sabiduría reinan los reyes, y los príncipes determinan justicia. Por la sabiduría dominan los príncipes, y los nobles, todos los que juzgan con justicia. La sabiduría ama a los que la aman, y los que la buscan con diligencia, la hallarán. Las riquezas y la honra están con la sabiduría, riquezas duraderas y justicia. El fruto de la sabiduría es mejor que el oro, y que el oro refinado; y su ganancia mejor que la plata escogida. La sabiduría por el camino de la justicia anda, por en medio de sendas del derecho, para hacer que los que la aman hereden bienes, y que ella llene sus tesoros. Una vez más, esta sabiduría personificada representa a Cristo. Si tenemos a Cristo, quien es la sabiduría verdadera, lo tenemos todo, incluyendo las cosas espirituales y materiales.

4. La sabiduría personificada de Dios es Cristo como su realidad

  En el Nuevo Testamento, la sabiduría personificada de Dios es Cristo como su realidad. En 1 Corintios 1:24 se afirma: “Mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios y sabiduría de Dios”. El versículo 30 dice a continuación: “Mas por El estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Cristo nos fue hecho sabiduría de parte de Dios en tres aspectos vitales de la salvación de Dios: en la justicia (en cuanto a nuestro pasado), por la cual fuimos justificados por Dios a fin de que renaciéramos en nuestro espíritu para recibir la vida divina (Ro. 5:18); en la santificación (en cuanto a nuestro presente), por la cual somos santificados en nuestra alma, es decir, transformados en nuestra mente, en nuestras emociones y en nuestra voluntad, con la vida divina (Pr. 6:19, 22); y en la redención (en cuanto a nuestro futuro), es decir, la redención de nuestro cuerpo (Pr. 8:23), por la cual nuestro cuerpo será transfigurado con la vida divina para tener Su semejanza gloriosa (Fil. 3:21).

III. HONRAR A NUESTROS PADRES

  La tercera pepita de oro, el tercer principio, es honrar a nuestros padres. Después de Dios, debemos respetar a nuestros padres, tener consideración por ellos, honrándoles y obedeciéndoles. Honrar a nuestros padres aumentará nuestros días.

  Reverenciar a Dios y honrar a nuestros padres se mencionan juntos en el libro de Proverbios. En los Diez Mandamientos, inscritos sobre la primera de las dos lápidas, se encuentran los primeros cuatro mandamientos, que tratan de Dios, y el quinto, que trata de nuestros padres. Esto indica que nuestros padres están al mismo nivel que Dios. Honrar a nuestros padres significa recordar nuestro origen. Finalmente, si nos remontamos a nuestro origen, llegaremos a Dios. Por consiguiente, honrar a nuestros padres equivale prácticamente a reverenciar a Dios. Si le reverenciamos a El, honraremos a nuestros padres.

A. Oír la instrucción de nuestro padre

  Debemos oír la instrucción de nuestro padre y no rechazar la enseñanza de nuestra madre; porque guirnalda de gracia serán a nuestra cabeza y collares a nuestro cuello (Pr. 1:8-9).

B. Recibir las palabras de nuestro padre y atesorar sus mandamientos

  Debemos recibir las palabras de nuestro padre y atesorar sus mandamientos dentro de nosotros, con un oído atento a la sabiduría e inclinando nuestro corazón al entendimiento. Si clamamos pidiendo discernimiento, y si alzamos la voz pidiendo entendimiento; y si como a la plata la buscamos y la escudriñamos como a tesoros escondidos, entonces entenderemos el temor de Jehová, y hallaremos el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría; y de Su boca vienen el conocimiento y el entendimiento (Pr. 2:1-6).

C. No olvidar la instrucción de nuestro padre

  Pr.  3:1-2 nos exhortan a no olvidar la instrucción de nuestro padre y a que nuestro corazón guarde sus mandamientos; porque largura de días y años de vida y paz nos añadirán. Aquí la longevidad y la paz están relacionadas con el honrar a nuestros padres. Luego, el versículo 4 habla de hallar gracia y fama de entendido ante los ojos de Dios y de los hombres. El versículo 5 nos exhorta a que nos fiemos de Jehová de todo nuestro corazón y que no nos apoyemos en nuestro propio entendimiento. No menospreciemos la corrección de Jehová, ni nos fatiguemos de Su disciplina; porque Jehová al que ama castiga (vs. 11-12). Los versículos 21 y 22 declaran: “Hijo mío, no se aparten estas cosas de tus ojos; guarda la sabiduría y la discreción, y serán vida a tu alma, y adorno de gracia a tu cuello”.

D. Oír y recibir las palabras de nuestro padre

  El escritor declara en Pr. 4:3 que él fue hijo de su padre, tierno y único delante de su madre. En los versículos del 10 al 13, él declara: “Oye, hijo mío, y recibe mis palabras, y muchos serán los años de tu vida. Por el camino de la sabiduría te he enseñado, por sendas de rectitud te he conducido. Cuando andes, tus pasos no serán obstruidos, y si corres, no tropezarás. Aférrate a la instrucción, no la dejes; guárdala, porque ella es tu vida”. Los versículos del 20 al 22 dicen: “Hijo mío, está atento a mis palabras; inclina tu oído a mis dichos. No se aparten de tus ojos; guárdalas en medio de tu corazón; porque son vida a los que las hallan, y sanidad para toda su carne”.

E. Oír a nuestro padre

  Leamos Pr. 8:32, 34-35: “Ahora, pues, hijos, oídme, y bienaventurados los que guardan mis caminos. Bienaventurado el hombre que me escucha, velando a mis puertas cada día, aguardando a los postes de mis puertas. Porque el que me halla, halla la vida, y alcanzará el favor de Jehová”.

F. El hijo sabio alegra al padre

  El hijo sabio alegra al padre, pero el hijo necio es tristeza de su madre (Pr. 10:1).

G. Los cuervos sacan el ojo que escarnece

  El ojo que escarnece a su padre, y menosprecia la obediencia debida a su madre, los cuervos de la cañada lo saquen, y lo devoren los hijos del águila (11, Pr. 30:17). Esta es una seria advertencia con respecto a honrar a nuestros padres.

IV. TENER EN HONOR EL MATRIMONIO

  La cuarta pepita de oro es honrar el matrimonio. Para llevar una vida humana apropiada, es menester que honremos el matrimonio.

  Yo amo a los Estados Unidos, pero la vida matrimonial en este país me molesta muchísimo. En la sociedad norteamericana, el contacto entre hombres y mujeres es demasiado suelto, sin ninguna restricción. En este sentido, los Estados Unidos de hoy se parecen a Sodoma. Me preocupa esto porque ofende a Dios a lo sumo.

  El matrimonio no sólo produce hijos, sino también padres. Es necesario honrar a los padres y al matrimonio para que el hombre pueda existir sobre la tierra y cumplir la economía de Dios. Espero que todos los santos que están en el recobro del Señor den un fuerte testimonio de honrar a sus padres y al matrimonio.

  Las mujeres deben ser restringidas por un sentido de vergüenza honorable. Hoy en los Estados Unidos, las jóvenes tienen contacto físico con los jóvenes sin avergonzarse en lo más mínimo. Esta clase de ligereza en el contacto personal puede conducir fácilmente a la fornicación. Los colaboradores que sirven al Señor y a menudo tienen contacto con las personas, deben tener mucho cuidado. Muchos servidores útiles al Señor se han descalificado por el descuido en su contacto con el sexo opuesto. Reverenciar a Dios, honrar a nuestros padres y al matrimonio constituyen una verdadera protección para nosotros.

A. La fidelidad del hombre es la base

  La fidelidad del hombre es la base para honrar el matrimonio. Pr.  5:5-19 nos da una advertencia en cuanto a la “mujer extraña”, cuyos pies descienden a la muerte y sus pasos van derecho al Seol. No endereza la senda de la vida; sus caminos son errabundos, y no lo sabe (vs. 5-6). Los versículos del 7 al 14 constituyen un mandato dirigido a los jóvenes, a alejarse de ella y no acercarse a la puerta de su casa; para que no den a otros su honor, y sus años al cruel; no sea que extraños se sacien de sus bienes, y sus trabajos vayan a casa del extranjero; y giman al final, cuando se consuman su carne y su cuerpo, y digan: “¡Cómo aborrecí la instrucción, y mi corazón menospreció la reprensión; no oí la voz de mis maestros, ni incliné mi oído a mis instructores! Casi en todo mal he estado, en medio de la congregación y de la asamblea”. Los versículos del 15 al 19 concluyen con un mandato dirigido a los hombres casados, pidiéndoles que beban el agua de su misma cisterna (su esposa) y los raudales de su propio pozo. Sus fuentes no deben derramarse como corrientes de aguas por las calles, sino que deben ser para ellos solos y no para los extraños. Los versículos 18 y 19 declaran: “Sea bendito tu manantial, y alégrate con la mujer de tu juventud, cierva amada y gacela agraciada; sus pechos te alegren en todo tiempo, y su amor te apasione siempre”.

B. La mujer virtuosa edifica

  Mientras que la fidelidad del hombre es la base para honrar el matrimonio, las virtudes de la mujer son la edificación. Una mujer agraciada consigue honra (Pr. 11:16a). Una mujer escogida es corona de su marido (Pr. 12:4a). La mujer sabia edifica su casa (Pr. 14:1a). En cuanto a las virtudes de la mujer, debemos leer Pr. 31:10-31.

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