Mensaje 4
Lectura bíblica: Ef. 4:22-24; 6:17-18
Efesios 4:22-24 nos dice claramente que el que ha creído en Cristo posee dos hombres: el viejo hombre y el nuevo hombre. El viejo hombre proviene de Adán, por medio del nacimiento natural, y el nuevo hombre procede de Cristo, mediante el nuevo nacimiento, es decir, por la regeneración.
Según mi observación, entre los que creen en Cristo y le aman, muy pocos continuamente se despojan del viejo hombre y se visten del nuevo. Por lo general, en nuestra vida diaria nos conducimos de acuerdo con la ética, automáticamente preocupándonos por actuar correctamente. Los que viven de esta manera se esfuerzan por hacer lo correcto y evitar lo incorrecto.
¿Qué clase de vida lleva usted día tras día? ¿Vive usted conforme al nuevo hombre? En su diario vivir, ¿se despoja usted del viejo hombre y se viste del nuevo? En su vida matrimonial, ¿ama usted a su cónyuge según el nuevo hombre o según el viejo? No nos imaginemos que Dios justificará el amor que proviene del viejo hombre. Esa clase de amor es conforme a la ley, a la antigua dispensación, y no concuerda con la economía neotestamentaria de Dios ni con la nueva creación. Tal vez un hermano ame mucho a su esposa, pero es posible que ese amor pertenezca a la vieja creación, y no a la nueva.
¿Quién de nosotros en el recobro del Señor hoy, lleva una vida cotidiana que no concuerda con la ética, la cual se basa en lo correcto y lo incorrecto, sino con el nuevo hombre, despojado del viejo hombre y vestido del nuevo? Cuando declaramos que cierto creyente es un buen hermano, por lo general queremos decir que es un hermano ético, que en nada está incorrecto con su esposa y su familia, ni con los hermanos y hermanas en la iglesia, ni con los ancianos. Decimos esto basados en que él parece estar siempre bien con los demás. Pero hacemos esta evaluación conforme a la vieja creación. Por otra parte, tal vez critiquemos a otro hermano por su mal genio o por su falta de paciencia. Pero también esta crítica se basa en la vieja creación. Evaluar y criticar a otros de esta manera indica que llevamos una vida ética, conforme al viejo hombre, y que nuestra vida cotidiana no se basa en la nueva creación. ¿Dónde podemos encontrar una persona que viva conforme a la nueva creación?
El libro de Eclesiastés afirma que debajo del sol, todo es vanidad. Unicamente la nueva creación está por encima del sol y, por tanto, ella no es vanidad. Por muy bueno, excelente, maravilloso que sea algo, mientras pertenezca a la vieja creación, es otra vanidad de vanidades debajo del sol.
Cuando acudimos a la Biblia, debemos estar conscientes de que podemos estudiarla en el viejo hombre o en el nuevo. Muchos cristianos estudian la Palabra de una manera natural, según su viejo hombre. Cuando usted lee la Palabra de Dios, ¿la lee en el viejo hombre o en el nuevo? Si ejercitamos solamente nuestra mente buscando recibir conocimiento de la Palabra, la estamos leyendo en el viejo hombre.
Leer la Biblia en el nuevo hombre es muy distinto. Incluso antes de abrir la Biblia, una persona en el nuevo hombre ejercita su espíritu y toca al Señor. Tal vez confiese: “Señor, me lamento mucho que vivo tanto en mi viejo hombre, sin ejercitar mi espíritu para tocarte, para vivir por mi nuevo hombre, como una persona de Tu nueva creación. Señor, perdona este pecado”. Cuando nos acercamos de esta manera a la Biblia, ejercitando nuestro espíritu, sentimos que en lo profundo de nuestro ser nos acercamos a Dios y lo tocamos. Con esto no quiero decir que la Biblia sea Dios mismo, sino que cuando acudimos a la Biblia, a la vez acudimos a Dios y le tocamos.
Cuando acudimos a la Biblia para tocar a Dios, no sólo debemos leer la Palabra, sino también orar-leerla. Todo aquel que lee la Biblia sin orar, la lee en el viejo hombre. Leer la Biblia sin orar equivale a tocar la Palabra en el viejo hombre. La lectura genuina de la Biblia en el nuevo hombre no se puede hacer sin oración.
Hemos usado la expresión orar-leer desde hace unos treinta años. Sin embargo, esto no significa que antes de que inventáramos esta expresión no existiera el orar-leer. Muchos santos han practicado el orar-leer la Palabra sin usar esta expresión para describir su práctica. En el pasado, muchos creyentes que buscaban más del Señor, indicaron que la mejor manera de leer la Biblia es leerla con espíritu de oración. He leído ciertos libros que afirman esto. En realidad, leer la Palabra con un espíritu de oración es orar-leer la Palabra.
Puedo dar testimonio de que mucho antes de que empezáramos a mencionar el orar-leer, yo acostumbraba leer la Palabra mezclándola con oración. Por ejemplo, recuerdo haber leído Juan 3:16 y haber orado: “Oh Dios, gracias. Tanto amaste al mundo. Oh Dios, Padre mío, me amaste tanto que me diste a Tu Hijo unigénito”. Al hacer esto sentía que había tocado a Dios y que El me había tocado a mí. Por medio de mi oración, Juan 3:16 se hizo Espíritu y vida para mí.
En estos mensajes de Proverbios, siento la carga de ayudarles a tocar la Palabra de Dios por medio de su nuevo hombre, al ejercitar su espíritu para orar-leer. Cuando oramos-leemos la Biblia, ésta se convierte de letras en Espíritu y vida. Sin el orar-leer, el libro de Proverbios no sería más que una recopilación de proverbios, pero cuando lo oramos-leemos, todos los proverbios se convierten en palabras de Espíritu y de vida para nosotros.
Efesios 6:17-18 revela el orar-leer; de hecho, nos basamos en estos versículos cuando inventamos la expresión orar-leer. Efesios 6:17-18 dice: “Recibid el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, el cual es la palabra de Dios; con toda oración y petición orando en todo tiempo en el espíritu”. Aquí vemos que debemos recibir la palabra de Dios, no sólo con nuestra mente para entenderla, sino con toda oración y petición, ejercitando nuestro espíritu para orar. La oración es general, y la petición es particular.
Recibimos la palabra al leerla; sin embargo, simplemente recibir (leer), sin orar, equivale a usar exclusivamente la mente. Junto con nuestra lectura, debemos orar. Cuando oramos-leemos la Palabra ejercitando nuestro espíritu, la palabra escrita se convierte inmediatamente en Espíritu. De esta manera, el Espíritu y la palabra llegan a ser uno solo. Cuando leemos la Biblia, es simplemente palabras; pero cuando la leemos y oramos ejercitando nuestro espíritu, la palabra se convierte en Espíritu y vida. Siempre que acudamos a la Palabra, debemos orar, y no orar solamente con la mente, sino con el espíritu.
La Biblia es el aliento de Dios. Dios se exhala a Sí mismo como la palabra (2 Ti. 3:16a). Esto significa que la Biblia es la exhalación de Dios. La exhalación de Dios contenida en la Biblia requiere que la inhalemos. Cuando leemos un versículo y oramos acerca de él, en tal oración inhalamos el aliento de Dios. De esta manera, la Palabra llega a ser Espíritu y vida para nosotros en nuestra experiencia. Si no sucede esto, no estamos leyendo la Biblia en el nuevo hombre, sino en el viejo hombre.
Hemos hecho notar que el libro de Proverbios contiene muchos preceptos detallados por los cuales el hombre puede llevar una vida humana apropiada, y que cada precepto constituye una gema. Aun cuando una persona acepte todas estas gemas y tenga éxito guardándolas, sólo se edificará a sí misma para ser perfecta porque habrá cultivado el yo; pero el Señor Jesús declaró que “si alguno quiere venir en pos de El, debe negarse a sí mismo” (Mt. 16:24).
Muchos creyentes, al leer los Proverbios e incluso toda la Biblia, sólo reciben enseñanzas, amonestaciones, exhortaciones, proverbios y preceptos, los cuales les sirven para cultivar el yo y edificar al hombre natural que Dios ha condenado totalmente. Aprendamos a acudir a la Palabra de Dios acercándonos a Dios, no para recibir proverbios ni enseñanzas, sino nutrición e iluminación, y así nos daremos cuenta de que, según Dios, continuamente debemos ser conformados a la muerte de Cristo mediante el poder de Su resurrección (Fil. 3:10), el cual es el Espíritu consumado, la realidad misma de la resurrección de Cristo.
Es posible que cierta enseñanza bíblica sea muy buena, pero no por ello debemos tomarla como algo que cultive nuestro yo y edifique nuestro hombre natural. Es menester que rechacemos el desarrollo del yo y condenemos la edificación del hombre natural. En nuestra experiencia, la Biblia ya no debe ser un libro que nos enseñe a cultivar el yo y a edificar al hombre natural, sino un libro lleno de vida, de espíritu, de alimento espiritual y de iluminación espiritual. Esto derribará nuestro yo, quebrantará nuestro hombre natural y nos suministrará al Espíritu consumado del Dios Triuno. Entonces, no llevaremos más una vida en nuestro hombre natural, en nuestro viejo hombre y en nuestro yo, sino en el Señor Jesús, quien es la vida y persona que mora en nuestro espíritu.
Aprendamos a ejercitar nuestro espíritu diariamente en nuestra vida cotidiana, sobre todo al estudiar la Biblia. Debemos volvernos de la mente al espíritu, orando en nuestro espíritu. Si acudimos a la Biblia de esta manera, ciertamente tocaremos la Palabra en el nuevo hombre, y ésta se convertirá en un libro de Espíritu y vida para nosotros.