Mensaje 15
Lectura bíblica: Zac. 12:1; Is. 42:5-6; Jn. 4:24; 2 Ti. 4:22; Zac. 3:9; Ap. 5:6; Zac. 1:8-11, 20-21; 2:1-2, 5, 8-9, 11; 2-3, 4:7, 4:9, 11-14; 9:9; 11:7-13; 14:9, 16-17; 1, 6:12-15
El libro de Zacarías revela que Cristo es maravillo y que Él es la centralidad y universalidad de la economía de Dios. Pero ¿cómo podemos recibir a tal Cristo? El medio e instrumento mediante el cual podemos recibir a Cristo es nuestro espíritu humano. Por consiguiente, en este mensaje quisiera hablarles acerca del espíritu humano y del Cristo revelado en Zacarías.
En los libros de Zacarías e Isaías, que tienen mucho que decir acerca de Cristo, hay versículos análogos que hablan claramente sobre el espíritu humano. Zacarías 12:1 dice: “Así declara Jehová, que extiende los cielos, pone los cimientos de la tierra y forma el espíritu del hombre dentro de él”. Esto revela que los cielos fueron hechos para la tierra, la tierra fue hecha para el hombre, y el hombre fue creado por Dios con un espíritu a fin de que pudiese contactar a Dios, recibir a Dios, vivir a Dios, cumplir el propósito de Dios en pro de Dios y ser uno con Dios.
Isaías 42:5 es un versículo análogo a Zacarías 12:1. “Así dice Dios Jehová, / que creó los cielos y los desplegó, / que extendió la tierra y lo que de ella brota; / que da aliento al pueblo que mora sobre ella, / y espíritu a los que por ella andan”. Aquí la palabra hebrea traducida aliento también puede traducirse espíritu (cfr. Pr. 20:27). Estos versículos análogos hacen mención de tres cosas: los cielos, la tierra y el espíritu humano. Mientras que Zacarías 12:1 dice que Dios forma el espíritu humano, Isaías 42:5 simplemente dice que Dios da un espíritu a los hombres.
El versículo 6 muestra el propósito por el cual Dios da un espíritu a los hombres: “Yo soy Jehová; a Ti te llamé en justicia; / te tomé por la mano; / te guardé y te puse / por pacto al pueblo, por luz a las naciones”. Aquí vemos que Dios se ha propuesto poner a Su Hijo, Cristo, por pacto al pueblo y por luz a las naciones. Tal Cristo es maravilloso; pero a menos que lo recibamos, Él no tiene nada que ver con nosotros. Para recibir a este Cristo, debemos tener un órgano receptor, y dicho receptor es nuestro espíritu humano. Dios nos ha dado un espíritu a fin de que podamos recibir a Cristo, ser partícipes de Él, participar en Él y disfrutarlo como pacto y como luz.
En esta coyuntura quisiera recordarles la conversación que el Señor tuvo con la mujer samaritana en Juan 4. El Señor Jesús le dijo: “El que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna” (v. 14). Cuando la mujer pidió al Señor que le diera esa agua, Él le dijo que llamara a su marido (vs. 15-16). Su intención era ayudarla a que conociera sus pecados. Sin embargo, ella inmediatamente cambió la conversación al tema de la adoración, diciendo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar” (v. 20). El Señor respondió: “La hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre [...] Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad [...] Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (vs. 21, 23-24). Juan 4:24, un versículo maravilloso, concuerda con Zacarías 12:1 e Isaías 42:5.
En Sus palabras a la mujer samaritana, el Señor Jesús parecía decirle: “Mujer, tú no sabes lo que es adorar a Dios. La verdadera adoración de Dios no se realiza en un monte ni en Jerusalén, sino en tu espíritu humano. Únicamente al usar tu espíritu podrás tocar a Dios. Yo soy tu Dios, y estoy aquí como agua viviente para que me bebas. La manera de beber este agua viviente consiste en ejercitar tu espíritu. Esto es lo que significa adorar al Padre”. Dios nos ha dado un espíritu a fin de que lo adoremos al beberle.
Otro versículo crucial acerca del espíritu humano es 2 Timoteo 4:22: “El Señor esté con tu espíritu. La gracia sea con vosotros”. Este versículo no dice que el Señor está con nuestra mente, alma o corazón; más bien, dice que Él está con nuestro espíritu. En lo profundo, en el centro de nuestro ser, tenemos un órgano particular —el espíritu humano— creado por Dios con el propósito de que lo recibamos a Él y que Él sea nuestro contenido. Todos nosotros, especialmente los jóvenes, debemos ver que hoy el Señor Jesucristo está con nuestro espíritu.
Nuestro espíritu humano regenerado corresponde a Cristo, quien es Espíritu (2 Co. 3:17). Al respecto, Zacarías 3:9 dice: “He aquí la piedra que puse delante de Josué: sobre esta única piedra hay siete ojos. Grabaré su grabadura, declara Jehová de los ejércitos, y quitaré en un solo día la iniquidad de aquella tierra”. Esta piedra sobre la cual Dios grabó su grabadura para quitar el pecado de Su pueblo, es Cristo. Los sietes ojos de la piedra son “los ojos de Jehová, que recorren toda la tierra” (4:10). Para entender el significado de los sietes ojos, debemos considerar Apocalipsis 5:6: “Y vi [...] un Cordero en pie, como recién inmolado, que tenía siete cuernos, y siete ojos, los cuales son los siete Espíritus de Dios enviados por toda la tierra”. Aquí el Cordero, la piedra mencionada en Zacarías 3:9, es Cristo, y los sietes ojos son el Espíritu siete veces intensificado. Por tanto, el Cristo que ha sido grabado por Dios para quitar nuestro pecado porta al Espíritu siete veces intensificado. De hecho, Cristo, el postrer Adán, llegó a ser Espíritu vivificante (1 Cor. 15:45), incluso el Espíritu siete veces intensificado. Hoy Cristo es el Espíritu, y tenemos un espíritu humano formado particularmente por Dios para corresponder a Cristo.
Prosigamos ahora para considerar al Cristo revelado en el libro de Zacarías. En la primera parte de este libro (caps. 1—6) hay cinco visiones con respecto a Cristo, y en la última parte (caps. 9—14) hay muchos detalles con respecto a Cristo.
En la primera de las cinco visiones con respecto a Cristo, Cristo es revelado como el varón, el Ángel de Jehová, el cual cabalga sobre un caballo bermejo y está de pie en medio de los mirtos (1:7-17). Los mirtos representan al pueblo de Israel, humillado pero precioso, que se encuentra en cautiverio. Que Cristo cabalgase sobre un caballo bermejo indica que Él es el Redentor. Que Cristo fuese el Ángel de Jehová indica que Él fue enviado por Dios para que cuidase de Su pueblo infundiéndoles aliento en su cautiverio.
En la segunda visión (vs. 20-21), Cristo es el último Artífice usado por Dios para derribar los cuatros cuernos —Babilonia, Persia, Grecia y el Imperio romano—, que dañaron y destruyeron al pueblo escogido de Dios (vs. 18-19). Cristo es Aquel —quien es único— que no sólo derribará los cuatros cuernos, sino que también desmenuzará la totalidad del gobierno humano desde los dedos de los pies hasta la cabeza, gobierno que está representado por la gran imagen humana en Daniel 2.
En la siguiente visión, Cristo es Aquel que mide Jerusalén a fin de poseerla (Zac. 2:1-2). Cristo no sólo tomará posesión de Jerusalén, sino que también llegará a ser el centro de Jerusalén como gloria en medio de ella y la circunferencia de Jerusalén como muro de fuego en derredor (v. 5). Además, Él es tanto Aquel que envía como Aquel que es enviado. Él, Jehová de los ejércitos, se envía a Sí mismo como Ángel de Jehová (vs. 8-9, 11).
En la cuarta visión, Cristo es revelado como piedra cimera de gracia (4:7). Según lo indica 3:9, sobre esta piedra hay siete ojos, que representan los siete Espíritus, esto es, el Espíritu siete veces intensificado. Por tanto, Cristo es la piedra cimera de gracia que da consumación al edificio de Dios con el Espíritu siete veces intensificado.
La quinta visión con respecto a Cristo es la visión del candelero de oro y los dos olivos (4:2-3, 11-14). El candelero aquí representa a la nación de Israel como testimonio colectivo de Dios, cuyo resplandor irradia todas Sus virtudes. Podríamos decir que este candelero también tipifica a Cristo, la corporificación del Dios Triuno. En los tiempos de Zacarías, los dos olivos eran Josué y Zorobabel, pero durante los tres años y medio de la gran tribulación, los dos olivos serán Moisés y Elías.
Los últimos seis capítulos de Zacarías se dividen en dos grupos: los capítulos del 9 al 11, que hablan de la primera venida de Cristo en forma humilde, y los capítulos del 12 al 14, que hablan de la segunda venida de Cristo en victoria.
En Su primera venida, Cristo vino en calidad de Rey humilde, y como tal, fue bien recibido sólo temporalmente en Jerusalén. Al respecto, Zacarías 9:9 dice: “¡Exulta grandemente, oh hija de Sion! / ¡Grita, oh hija de Jerusalén! / Ahora tu Rey viene a ti. / Él es justo y porta la salvación, / humilde y montado sobre un asno, / sobre un pollino, hijo de asna”. Cristo también vino en calidad de Pastor (11:7-11) al pastorear en Favor (gracia) y Ataduras (atar en unidad). No obstante, Cristo, el Pastor apropiado de Israel, fue detestado, atacado, rechazado y vendido por treinta piezas de plata (vs. 12-13). Por tanto, los hijos de Israel fueron dejados en manos de los pastores falsos, insensatos e inútiles —los ancianos, los sacerdotes y los escribas—, los cuales no habrían de cuidarlos (v. 17).
En los capítulos del 12 al 14, vemos a Cristo en Su segunda venida. Cuando Cristo regrese, Él será Rey no solamente sobre Israel, sino también sobre todos los pueblos de la tierra: “Y Jehová será Rey sobre toda la tierra; y en aquel día Jehová será el único Dios, y Su nombre será el único nombre” (14:9). Él reinará sobre toda la tierra, y todos los pueblos de la tierra subirán a Jerusalén de año en año para adorar al Rey, a Jehová de los ejércitos, y para celebrar la Fiesta de los Tabernáculos (v. 16). Aquellos que rehúsen subir a Jerusalén para adorar el Rey no recibirán lluvia (v. 17).
El libro de Zacarías dice claramente que Dios desea reedificar el templo (4:9; 6:12-15). Pero sin Cristo, todo lo que existe, incluyendo el templo, está vacío. Nosotros necesitamos a Cristo, pero Cristo necesita un Cuerpo. Dicho Cuerpo es el templo de Dios, la casa de Dios, la expresión de Dios, la satisfacción de Dios. Por consiguiente, hoy lo que deberíamos recalcar es Cristo y la iglesia. En cuanto a Cristo, debemos prestar atención tanto a los aspectos cruciales revelados en los capítulos del 1 al 6 como a los detalles revelados en los capítulos del 9 al 14.
Por último, quisiera señalar que en el libro de Zacarías podemos ver el juicio ejecutado por Cristo. La visión del rollo que volaba (5:1-4), la visión del efa (vs. 5-11) y la visión de los cuatro carros (6:1-8) son visiones que tratan sobre el juicio. El juicio de Cristo será llevado a cabo por los cuatro carros que salen de entre los dos montes de bronce (v. 1). Aquí el bronce representa el juicio. Los dos montes de bronce no representan a Cristo; no obstante, están íntimamente vinculados a Él, pues Cristo fue designado por Dios para ejecutar el juicio sobre los vivos y los muertos (Jn. 5:22; Hch. 10:42; 17:31; 2 Ti. 4:1). Por un lado, Cristo es el Redentor y Salvador; por otro, Él es el Juez. Cristo, como Juez, ejecutará el juicio de Dios.
Según Zacarías, el juicio que Cristo ejecuta sobre la tierra recae en tres categorías de cosas. Primero, Él juzgará el hurto (5:3b, 4b). Hurtar representa los pecados cometidos en contra de los hombres, los cuales son fruto de la avaricia y la codicia. Segundo, Cristo juzgará el asunto de jurar falsamente por el nombre de Jehová (vs. 3c, 4c). Jurar falsamente por el nombre de Jehová representa los pecados cometidos contra Dios mismo, los cuales son fruto de relacionarse incorrectamente con Dios. Aquellos que juran falsamente de esta manera no se relacionan con Dios en fidelidad ni honestidad. Tercero, Cristo juzgará la totalidad del gobierno humano, que está representado por la gran imagen humana en Daniel 2. Cristo, el último Artífice, vendrá como piedra que fue cortada no con manos y desmenuzará esta gran imagen desde los dedos de los pies hasta la cabeza. Por tanto, Cristo eliminará completamente de la tierra todo hurto, todo juramento falso en el nombre de Jehová y todo gobierno humano.
Debemos ver cómo el juicio de Cristo está relacionado con nosotros hoy. Debemos asegurarnos de no hurtar en forma alguna y, además, de ser fieles y honestos con Dios; así estaremos bien con los hombres y también con Dios. Finalmente, debemos ver que Cristo vendrá como piedra cortada no con manos y desmenuzará la totalidad del gobierno humano, con lo cual traerá el reino eterno de Dios.