Mensaje 9
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Lectura bíblica: Zac. 9
La carga de Zacarías era ayudar al pueblo de Israel que había retornado a ver el propósito de Dios. En aquel entonces, el propósito de Dios consistía en recobrar el templo como centro de Sus intereses. Por medio de Zacarías, el Señor parecía decirle a Su pueblo: “No quiero que ayunen ni lloren. Olvídense de esas cosas. Incluso les pido que se olviden de lo que hice en el pasado para disciplinarlos. Ustedes deben saber qué es lo que deseo que hagan hoy. Quiero que comprendan que Mi deseo es que Mi pueblo edifique el templo a fin de que éste sea el centro y la realidad de Mis intereses en la tierra”. Hoy en día la intención de Dios, Su deseo, es que nosotros seamos uno con Él. Dios nos ha traído de regreso al lugar, al terreno, incluso al cimiento del templo. Dios desea que veamos que Sus intereses, Su deseo y Su carga consisten en que sea finalizada la edificación del templo.
Dios tiene una carga. Esta carga consiste en que Él obtenga, en esta era, un grupo de personas que conozcan Su corazón, que comprendan Su deseo y que sean uno con Él para edificar el Cuerpo de Cristo. Esto es lo que Dios desea. El deseo de Dios está relacionado con Su economía. La economía de Dios consiste en que Cristo sea el todo, que Él sea el centro y la circunferencia, la centralidad y la universalidad, del mover de Dios en la tierra. Todos debemos ver esto.
Cristo es revelado en todo el libro de Zacarías. En el capítulo 1 vemos que Cristo es el varón que cabalga en un caballo bermejo para cuidar al pueblo sufriente de Dios; en el capítulo 2, Él es Aquel que mide Jerusalén; en el capítulo 3, Él es el Sumo Sacerdote, tipificado por el sumo sacerdote Josué y representado por la piedra con siete ojos; en el capítulo 4, Él es el verdadero Rey, tipificado por Zorobabel; y en el capítulo 6, Él es el único apto para ejercer tanto el cargo del sacerdocio como el del reinado con la finalidad de que la edificación del templo de Dios sea llevada a su consumación. Ahora debemos proseguir para ver que este Cristo todo-inclusivo está íntegramente relacionado con la historia humana. Sin Cristo, la historia humana —desde Adán hasta la última persona del linaje humano— carece de sentido. Sin embargo, conforme a la economía de Dios, Cristo está íntimamente involucrado con la historia humana. Esto quiere decir que Cristo está relacionado con todos los aspectos cruciales de los cuatro imperios representados por la gran imagen humana en Daniel 2. Como veremos, el Cristo revelado en Zacarías 9—14 es un Cristo que está involucrado con la historia humana de una manera detallada, particular e íntima.
Las visiones presentadas en Zacarías 1—6 sirven principalmente para consolar a los hijos de Israel, mientras que las profecías en los capítulos 9—14 sirven principalmente para alentarlos. Sin Cristo, no tenemos consuelo ni aliento. El consuelo presentado en Zacarías 1—6 es Cristo, y el aliento presentado en Zacarías 9—14 también es Cristo. En este mensaje consideraremos la primera de las profecías de aliento.
La profecía presentada en Zacarías 9 trata sobre las naciones que estaban alrededor de Judá en relación con Israel.
La profecía en los versículos del 1 al 7 trata sobre la destrucción de las naciones alrededor de Judá llevada a cabo por Alejandro Magno, rey del Imperio griego (336-323 a. C., incluyendo la influencia ejercida por sus cuatros sucesores hasta el año 44 a. C.), según fue profetizada por Daniel y está representada por el vientre y los muslos de la gran imagen humana descrita en Daniel 2:32c, así como por la tercera bestia en 7:6, por el macho cabrío en 8:5 y por el rey poderoso en 11:3.
Zacarías 9:8 dice: “Y acamparé alrededor de Mi casa por causa de un ejército, / por causa del que pasa por ella y vuelve; / y no pasará más sobre ellos opresor; / porque ahora veo con Mis propios ojos”. Este versículo revela que durante el ataque de Alejandro Magno, el Señor protegió a Jerusalén junto con su templo, el cual es Su casa. Aunque Alejandro, un rey poderoso, causó daño a muchas naciones alrededor de Judá, él no causó mucho daño a Judá ni a Jerusalén, e incluso dejó intacto el templo.
Los dos versículos en el capítulo 9 que tratan sobre Cristo, los versículos 9 y 10, son una inserción parentética. Esto significa que el versículo 11 es la continuación del versículo 8. El versículo 9 dice: “¡Exulta grandemente, oh hija de Sion! / ¡Grita, oh hija de Jerusalén! / Ahora tu Rey viene a ti. / Él es justo y porta la salvación, / humilde y montado sobre un asno, / sobre un pollino, hijo de asna”. Esto revela que Cristo habría de venir de una manera justa trayendo salvación para nosotros y que Él cabalgaría sobre un asno, incluso un pollino, hijo de asna. Esto se cumplió en los cuatro Evangelios la última vez que Jesucristo entró en Jerusalén. Él vino en calidad de Rey, pero como un Rey humilde, un Rey que se humilló, el cual no cabalga en un caballo majestuoso, sino en un pollino.
El versículo 10 dice: “Destruiré de Efraín el carro / y de Jerusalén el caballo, / y el arco de la batalla será destruido; / y Él hablará paz a las naciones, / y Su dominio será de mar a mar, / y desde el Río hasta los confines de la tierra”. Esto se refiere al reino milenario, el cual tendrá lugar en el tiempo de la restauración. En el reino milenario Dios hará que cesen las guerras. Esta palabra en cuanto al reino seguramente debió de haber consolado y alentado al pueblo de Israel.
La secuencia presentada en este capítulo es muy significativa. Los versículos del 1 al 7 hablan sobre el daño y la devastación que Alejandro Magno causó en las naciones alrededor de Judá. Luego, el versículo 8 prosigue diciendo que el Señor mismo acampó alrededor de Su templo en la ciudad santa. Esto salvó a Judá junto con Jerusalén y el templo de la devastación causada por Alejandro Magno. Jerusalén y el templo no sufrieron daño alguno y fueron salvos de la devastación del enemigo. Aquella fue una liberación maravillosa y una señal de la restauración venidera. Sin embargo, la restauración venidera requiere que Cristo venga. Por esta razón, después de la liberación de Jerusalén y del templo mencionada en el versículo 8, el versículo 9 dice que Cristo viene, Aquel que es Justo y que porta la salvación. Finalmente, se presentó la situación oportuna y propicia para que Cristo viniera, y Él vino en humildad, y también de manera íntima, cabalgando sobre un asno.
¿Cuál ha de ser el resultado de la venida de Cristo? Como lo indica el versículo 10, después de Su venida, hay paz, restauración y dominio. Durante la restauración, el primer ítem es la paz: “Él hablará paz a las naciones”. El segundo ítem es el dominio: “Su dominio será de mar a mar”.
Sin embargo, cuando Cristo vino la primera vez, Él fue bien recibido sólo temporalmente y, a la postre, fue rechazado, detestado al máximo y se le dio muerte al ser crucificado. En cuanto a Su rechazo por parte de los hijos de Israel, el Señor Jesús dijo: “¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos, como la gallina junta a sus polluelos debajo de las alas, y no quisisteis! He aquí vuestra casa os es dejada desierta” (Mt. 23:37-38). La palabra casa denota la casa de Dios, la cual era el templo. Antes era la casa de Dios, pero ahora Él la llama “vuestra casa”. La casa de Dios se había convertido en la casa de ellos, por lo cual sería completamente destruida por Tito en el año 70 d. C. (Mt. 24:2).
Debido a que los hijos de Israel rechazaron a Cristo el Rey, la restauración fue suspendida y vino un tiempo de juicio sobre los hijos de Israel, tiempo que ha durado casi veinte siglos. Por tanto, es necesario que Cristo venga una segunda vez; esta vez no vendrá montado sobre un asno, sino que vendrá como un relámpago (Mt. 24:27). Entonces, la paz y el reino eterno, como dominio de Dios, estarán sobre la tierra de mar a mar. Ésta es la secuencia de eventos en conformidad con el significado espiritual.
La profecía en los versículos del 11 al 17 de Zacarías 9 trata sobre la victoria de los héroes judíos macabeos sobre Antíoco Epífanes, rey de Siria (175-164 a. C.), el reino del norte, según fue profetizado por Daniel en su libro en 8:9-14, 23-25 y 11:21-35. Antíoco Epífanes es el primero que tipificó al anticristo venidero, quien hizo las maldades profetizadas en Daniel 8:10-13, 23-25; 11:30-32a.
Dios hizo surgir a los héroes macabeos para que combatieran contra Antíoco y lo derrotaran. Daniel 11:32b dice: “El pueblo que conoce a su Dios se mostrará fuerte y actuará”. Creo que Macabeo y sus seguidores sabían que este pasaje se aplicaba a ellos, por lo cual fueron alentados. Ellos se mostraron fuertes y actuaron resueltamente contra Antíoco Epífanes.
Zacarías 9:13 dice: “Porque entesaré para Mí a Judá, / y cargaré el arco con Efraín; / despertaré a tus hijos, oh Sion, / contra tus hijos, oh Javán; / y te pondré como espada de guerrero”. Aquí la palabra Javán se refiere a Grecia, y ésta es la clave para entender los versículos del 11 al 17. Los hijos de Grecia son Antíoco y los que están con él, y los hijos de Sion son los macabeos. Por tanto, el versículo 13 dice que en el tiempo de Antíoco Epífanes, Dios habría de despertar a Sus hijos, los hijos de Sion, en contra de los hijos de Grecia.
Los versículos 14 y 15 prosiguen diciendo: “Y Jehová aparecerá sobre ellos, / y Su flecha saldrá como relámpago; / el Señor Jehová tocará la trompeta / e irá entre los torbellinos del sur. / Jehová de los ejércitos los defenderá; / ellos devorarán y pisotearán las piedras de la honda. / Beberán, harán estrépito como tomados de vino / y se llenarán como lebrillo para los sacrificios, / como las esquinas del altar”. En estos versículos, ellos se refiere a los macabeos, quienes fueron defendidos por Dios.
El versículo 16 continúa: “Y en aquel día Jehová su Dios los salvará, como a rebaño de Su pueblo, / porque serán como piedras de una corona, resplandecientes en Su tierra”. La expresión en aquel día se refiere al 25 de diciembre del año 165 a. C.
El versículo 17 concluye diciendo: “Pues ¡cuánta es su bondad, y cuánta su belleza! / El grano hará florecer a los jóvenes, / y el vino nuevo a las vírgenes”. Estas palabras fueron dichas para congratular a los macabeos por su victoria.
La primera parte de este capítulo habla acerca de Alejandro Magno, y la segunda parte, de Antíoco Epífanes. Las palabras acerca de Cristo, quien está íntimamente involucrado con la historia humana, han sido insertadas parentéticamente en los versículos 9 y 10. Cristo, obviamente, no vino en tiempos del Imperio griego, sino en tiempos del Imperio romano. Como veremos en un mensaje posterior, Zacarías también profetizó acerca del Imperio romano.