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Mensaje 38

La dieta celestial: el mana

(4)

  Lectura bíblica: Éx. 16:31-36; He. 9:4; Ap. 2:17

  En este mensaje llegamos a un asunto muy profundo con respecto al maná: guardar un gomer de maná en una vasija delante del Señor para las futuras generaciones (16:31-36). El mandamiento de recoger esta porción de maná delante del Señor era algo extraño. En ninguna otra parte de la Biblia leemos que Dios mandara a Su pueblo que reservara un alimento delante de El para las generaciones venideras. Pero después de que los hijos de Israel empezaron a disfrutar el maná, Dios les mandó “tomar una vasija y poner en ella un gomer de maná, y colocarlo delante de Jehová” (16:33). Más adelante, veremos que el maná fue colocado en una vasija de oro (He. 9:4).

  ¿Cuál es el significado de guardar un gomer de maná, el alimento celestial, para el pueblo de Dios? ¿por qué el maná fue colocado en una vasija de oro, y fue puesto dentro del arca junto con las tablas del pacto? El maná estaba en la vasija, la cual estaba en el arca, y ésta a su vez se encontraba en el Lugar Santísimo. Además, el Lugar Santísimo se hallaba en el tabernáculo, y éste estaba rodeado por las tablas del atrio. Dentro del atrio, se encontraba el tabernáculo, dentro del mismo se hallaba el Lugar Santísimo, en éste estaba el arca, dentro de la cual estaba la vasija y dentro de esta había un gomer de maná.

  Aparentemente el arca era el punto de enfoque del tabernáculo. En realidad, el maná preservado en la vasija colocada dentro del arca era el punto central. El maná en la vasija estaba escondido y cubierto bajo cinco capas. Por lo tanto, el verdadero punto de enfoque era el maná en la vasija de oro.

  Haríamos bien en preguntarnos cuál es el punto de enfoque de nuestra vida cristiana. Así como el maná en la vasija de oro era el punto de enfoque de la morada de Dios, también Cristo como el maná que comemos debería ser el punto de enfoque de nuestro ser. El tabernáculo era la morada de Dios en el Antiguo Testamento, y nosotros somos la morada de Dios hoy. Desde la perspectiva de la experiencia, podemos considerarnos idénticos al tabernáculo, pues éste era el edificio de Dios, y nosotros también somos Su edificio. Actualmente la iglesia es el tabernáculo de Dios. Corporativamente somos idénticos al tabernáculo porque formamos parte de la iglesia. Como parte de la iglesia, nuestro punto de enfoque debe ser el maná. Para describirlo de una manera completa, podemos decir que este maná es el Cristo que hemos comido, digerido y asimilado. Por tanto, el punto de enfoque del edificio de Dios hoy, es el Cristo comido, digerido y asimilado por Su pueblo.

  Ahora podemos entender por qué Dios mandó que se conservara una porción del maná en una vasija de oro delante de El. Esto indica que el Cristo que hemos comido, digerido y asimilado es nuestro centro. ¿Cuál es el centro de su ser hoy en día? Decir que nuestro centro es el maná sería usar un término del Antiguo Testamento. En la terminología neotestamentaria, debemos contestar que el centro de nuestro ser es el Cristo que hemos comido, digerido y asimilado. Puedo testificar con denuedo que el punto central de mi ser es este Cristo.

IV. EN CONMEMORACION DELANTE DE DIOS

  El maná que se conservaba en la vasija fue preservado como recuerdo delante de Dios para las generaciones venideras. Exodo 16:32: dice: “Llenad un gomer de él, y guardadlo para vuestros descendientes, a fin de que vean el pan que Yo os di a comer en el desierto, cuando Yo os saqué de la tierra de Egipto”. Al considerar este relato desde la perspectiva de nuestra experiencia, vemos que al participar de Cristo día tras día, también lo preservamos. No obstante, muchos cristianos no preservan mucho de Cristo. Todos debemos preservar a Cristo. Antes de llegar a la vida de iglesia, no preservaba mucho de Cristo. Pero por la misericordia del Señor, puedo testificar que durante los últimos treinta años, he preservado mucho de Cristo. En este asunto, estoy muy contento por los jóvenes. Aún los jóvenes entre nosotros son bendecidos por preservar una buena cantidad de Cristo. La cantidad de Cristo que preservamos depende de cuanto le comemos. Cuanto más comemos de Cristo, más lo preservamos.

  En el Antiguo Testamento, el maná se preservaba proporcionalmente al recogerlo y al comerlo. En 16:33, Moisés pidió a Aarón que pusiera un gomer lleno de maná en la vasija. En la recogida y en la comida del maná, algunos hijos de Israel quizás eran glotones, mientras que otros eran perezosos. Según Exodo 16:16, el pueblo recogía un “gomer por cabeza”. El versículo 17 nos revela que los hijos de Israel “recogieron unos más, otros menos”. No obstante, después de haber medido el maná que había sido recogido, “no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco” (vs. 18). Los que eran glotones, al recoger el maná recibían un solo gomer y los perezosos también recibieron un solo gomer. Según nuestra medida, el maná que recogemos puede medir mucho más que un gomer. Pero según la medida de Dios, éste mide exactamente un gomer. En las cosas espirituales, no debemos ser glotones. Por mucha capacidad que tengamos al recoger el maná, finalmente todos recibiremos un solo gomer.

  Hemos visto que la cantidad de maná recogida cada mañana siempre rendía un solo gomer por cabeza. La cantidad de maná comido cada día también era un sólo gomer por persona. Por mucho apetito o capacidad que tuviese una persona, sólo comía un gomer de maná. Por otra parte, una persona cuyo apetito y capacidad eran pequeños también comía un solo gomer.

  El hecho de que se conservara un gomer de maná en la vasija indica que la cantidad que se debía preservar era la misma que la cantidad que se recogía y que se comía. Esto indica que no podemos guardar más de Cristo que lo que recogemos y comemos. Al contrario, recogemos y comemos una cantidad, y preservamos esta misma cantidad. Usando la terminología del Antiguo Testamento, lo que recogemos y comemos mide un gomer y lo que preservamos también mide un gomer. No importa cuanto recojamos, seguimos teniendo un solo gomer. Del mismo modo, por mucho que podamos comer, seguimos comiendo un solo gomer.

  A los hijos de Israel no se les permitía conservar el maná para el siguiente día. En Exodo 16:19, Moisés dijo al pueblo: “Ninguno deje nada de ello para mañana”. No obstante, “ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos y hedió” (v. 20). Era necesario que los hijos de Israel comieran su porción de maná cada día. Si intentaban conservarlo hasta el día siguiente, se podría. Esto indica que guardar según el concepto natural no es algo bíblico.

  En Mateo 6:34, el Señor Jesús nos exhorta a no preocuparnos por el día de mañana. Que mañana sea mañana. No se preocupe por ello. Los que se preocupan por el día de mañana intentan guardar lo más que pueden. Guardar de esta manera nunca sirve para el día de hoy, sino siempre para mañana. No obstante, no deberíamos llevar una vida para mañana. Tenemos solamente el día de hoy; no tenemos un mañana. Nadie puede vivir mañana. Cada mañana simplemente debemos recoger el maná. No debemos ser ni glotones ni perezosos, sino recoger el maná conforme a la Palabra de Dios. Dios nos pide que recojamos el maná por la mañana, y que lo hagamos según Su voluntad. Luego después de moler, amasar y hervir el maná, lo comemos ¡Cuánta paz y descanso trae comer el maná de esta manera, día tras día! Llevamos una vida tranquila y de descanso sin preocupaciones ni problemas. Cada día comemos nuestra porción cotidiana de maná y vivimos un día a la vez.

  El punto aquí es que Dios mandó al pueblo que conservara un solo gomer de maná, la misma cantidad que recogían y que comían cada día. Esto indica que la cantidad de Cristo que comemos es la cantidad que podemos guardar. Dios no nos pide que guardemos otra clase de alimento delante de El. Pero El sí nos exige que guardemos una cantidad de Cristo que equivale a la cantidad que hemos comido de El.

A. Cristo es el elemento que reconstituye al pueblo de Dios

  El hecho de que el Cristo que comemos es el que guardamos indica que todo lo que comemos de El será un recuerdo en las generaciones futuras. Sólo el Cristo que hemos comido y experimentado es digno de ser recordado. El Cristo que disfrutamos será una conmemoración eterna, porque éste llega a ser nuestra misma constitución. En realidad, es el elemento reconstituyente para el pueblo de Dios, el elemento que nos reconstituye. Nada de lo que somos, tenemos, ni podemos hacer es digno de ser recordado. Sólo el Cristo que se ha convertido en nuestra constitución es digno de ser un recuerdo eterno. Lo que recordemos en la eternidad no será otra cosa que Cristo. Generación tras generación, Cristo será nuestro recuerdo.

  Algunos cristianos en la eternidad, tal vez no tendrán mucho Cristo que recordar. Por no haber comido mucho de Cristo hoy en día, no tendrán mucho de El que recordar en la eternidad. Sin embargo, si somos rectos delante del Señor día tras día, y lo comemos continuamente, tendremos mucho que decir acerca de El en la eternidad. Recordaremos los tiempos maravillosos que pasamos en la vida de iglesia comiendo y disfrutando a Cristo. Todo lo que disfrutamos de Cristo en la iglesia hoy llegará a ser un recuerdo eterno. Este recuerdo será preservado en la presencia de Dios, aún en su mismo ser.

B. Cristo es el suministro celestial para el pueblo de Dios, como Su morada en la tierra

  Conforme a la Biblia este recuerdo del maná indica que como el verdadero maná, Cristo es la fuente del suministro para la morada de Dios. Cristo es el suministro celestial para el pueblo de Dios, para ser Su morada en la tierra. En un próximo mensaje, veremos que con este maná como su suministro, los hijos de Israel construyeron el tabernáculo. El tabernáculo simbolizaba a los hijos de Israel, los cuales eran la verdadera morada de Dios, al ser suministrados con maná y reconstituidos con El. En este sentido, el suministro del maná llegó a ser el tabernáculo.

  Lo que recordemos acerca de Cristo en la eternidad tendrá dos aspectos: el aspecto del disfrute de Cristo como nuestro elemento reconstituyente y el de Cristo como el suministro para hacer de nosotros la morada de Dios en el universo. Estos dos aspectos se relacionan claramente con nuestra experiencia en el recobro del Señor hoy. Al tomar a Cristo como nuestro suministro de vida, en cada reunión le disfrutamos como nuestro constituyente, y edificamos la morada de Dios. Estos aspectos de nuestra experiencia de Cristo llegarán a ser un recuerdo por la eternidad. No se imagine que cuando estemos en la eternidad, no recordaremos nuestra experiencia actual. Al contrario, recordaremos cómo hemos disfrutado de Cristo y cómo lo hemos tomado a El, nuestro suministro, para convertirnos en la morada de Dios. Este es el maná que se guarda como recuerdo delante de Dios.

V. EL MANA ESCONDIDO

  Ahora veremos el asunto del maná escondido. El recuerdo es el maná escondido. En Apocalipsis 2:17, el Señor Jesús dice: “Al que venza, daré a comer del maná escondido”. El maná tipifica a Cristo como el alimento celestial que permite al pueblo de Dios seguir Su camino. Una porción de este maná fue guardada en una vasija de oro dentro del arca. El maná visible servía para el disfrute del pueblo de Dios de una manera pública; el maná escondido, representando el Cristo escondido, es una porción especial reservada a los creyentes vencedores.

  Anteriormente hemos señalado que el maná visible era el maná que los hijos de Israel recogían cada mañana, el maná público. No obstante, el gomer de maná colocado en la vasija y conservado dentro del arca en el Lugar Santísimo estaba escondido. Este maná no era para la congregación de una manera pública. No obstante, desde el punto de vista de nuestra experiencia, también es posible decir que el maná visible es maná que no se ha comido, mientras que el maná escondido se refiere al maná que hemos comido, digerido y asimilado. Cuando comemos el maná, éste se convierte espontaneamente en el maná escondido.

  Debemos recordar que somos idénticos al tabernáculo del Antiguo Testamento. Nuestro espíritu es el Lugar Santísimo. En nuestro espíritu, tenemos a Cristo como el arca de Dios. El maná que no comemos queda visible, debajo del cielo. Pero el maná que comemos se esconde dentro de nosotros. Muchos cristianos sólo conocen el maná visible. Por no comer a Cristo como su maná, no tienen el maná escondido. Para los que comemos el maná cada día, el maná visible se hace el maná escondido.

A. Un gomer es la décima parte de un efa

  Hemos señalado que el maná conservado como recuerdo medía un gomer. Exodo 16:36 dice: “Y un gomer es la décima de un efa”. Si usted lee Números 18:26-30, verá que la décima parte denota una porción especial que era reservada para el sacerdocio. Esto indica que el maná escondido no está destinado a la congregación en general, sino a los sacerdotes que servían de forma particular. Si como los hijos de Dios no comemos el maná, sólo tendremos maná visible, y no maná escondido. Sin el maná escondido, no podremos funcionar como sacerdotes. Al contrario, seremos simplemente el público en general, una parte de la congregación. Pero si comemos el maná, lo digerimos y lo asimilamos, tendremos maná escondido. Espontaneamente, el maná que comemos causa la transformación que nos traslada de la congregación general al sacerdocio.

  Cuando los santos no funcionan en la vida de iglesia, no viven como sacerdotes. Por no haber comido maná, simplemente forman parte de la congregación. Sin embargo, si usted come del maná visible, éste se convertirá en el maná escondido que le permite funcionar en la vida de iglesia. Por tanto, cuanto más come de Cristo, más ejecerá su función. De esta manera, usted llegará a ser un sacerdote en realidad y en la practica. Antes usted simplemente formaba parte de la congregación en general; ahora es un sacerdote que funciona. Antes estaba fuera del tabernáculo; ahora vive en el Lugar Santísimo. Comer el maná verdaderamente hace la diferencia. El maná nos hace otra clase de persona. Si no comemos el maná, estaremos simplemente entre la congregación. Pero si lo comemos, seremos transformados en sacerdotes con el maná escondido como nuestra porción específica. El Cristo que disfrutamos y experimentamos espontaneamente llega a ser nuestra porción específica. El es el maná escondido dentro de nosotros.

  En este mensaje, he hablado conforme a la experiencia, y no según la doctrina. Resulta bastante fácil hablar del maná visible. No obstante, es difícil entender lo que significa el maná escondido. Pero si lo consideramos desde la perspectiva de nuestra experiencia, obtendremos una comprensión correcta de éste. Cuando comemos a Cristo como el maná visible, éste se esconde dentro de nosotros. Esto nos convierte en una clase distinta de gente. Antes formábamos parte de la congregación en general, pero ahora estamos en el sacerdocio. Como sacerdotes que funcionan, servimos a Dios al disfrutar a Cristo como nuestra porción específica.

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