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Mensaje 39

La dieta celestial: el mana

(5)

  Lectura bíblica: Éx. 16:13-15, 31-36; He. 9:4; Ap. 2:17

B. En una vasija de oro

  En Exodo 16:33, vemos que se colocaba un gomer de maná en una vasija y se presentaba delante del Señor para ser recordado por las generaciones futuras. Hebreos 9:4 habla de “la urna de oro que contenía el maná”. Por tanto, el maná escondido estaba en una urna de oro. El maná escondido en la urna de oro significa que nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. En Colosenses 3:3, Pablo nos dice que nuestra “vida está escondida con Cristo en Dios”. El Cristo escondido en Dios es el maná escondido en la urna.

  En la Biblia, el oro representa la naturaleza divina. Según 2 Pedro 1:4, somos participantes de esta naturaleza divina. Sólo la naturaleza de Dios, la naturaleza divina, puede preservar a Cristo como nuestro maná escondido. Alabado sea el Señor porque dentro de nosotros tenemos una urna de oro, es decir, tenemos la naturaleza divina. No podemos preservar a Cristo en nuestra mente ni en nuestras emociones. Podemos preservarlo unicamente en la naturaleza divina que obtuvimos por medio de la regeneración. En realidad, la naturaleza divina en nosotros es Dios mismo. El maná en la urna de oro indica que el Cristo que disfrutamos como nuestro suministro de vida está preservado en la naturaleza divina que se encuentra ahora en lo más profundo de nuestro ser. Cristo es nuestra porción especial del alimento escondido en la naturaleza divina. Cuando tocamos la naturaleza divina, la urna de oro, disfrutamos a Cristo como el maná escondido dentro de ella.

C. Dentro del arca del testimonio que estaba en el Lugar Santísimo

  La urna de oro con el maná escondido se encontraba dentro del arca del testimonio en el Lugar Santísimo (He 9:3-4). La mayoría de nosotros nos damos cuenta de que el arca tipifica a Cristo. Cristo como el maná está preservado en la naturaleza divina, y la naturaleza divina está en Cristo tipificado por el arca. Este Cristo está en nuestro espíritu, el cual es el Lugar Santísimo en nuestra experiencia.

  Una vez más vemos que esto es difícil de entender doctrinalmente. No obstante, si aplicamos este cuadro del maná, de la urna de oro, y del arca a nuestra experiencia espiritual, podremos entenderlo. Todos podemos testificar que ciertamente hemos disfrutado a Cristo. También hemos visto que el Cristo que disfrutamos se convierte en el Cristo que preservamos. Disfrutamos de un solo gomer de maná, y también lo preservamos. El Cristo que disfrutamos está preservado en la naturaleza divina que se encuentra en nosotros. Esta naturaleza divina está completamente en Cristo, la realidad del arca. Además, Cristo está en nuestro espíritu. Al permanecer en el espíritu, tomamos contacto con Cristo. En el Cristo que contactamos se halla la naturaleza divina que preserva el Cristo que disfrutamos como el maná escondido.

  Nuestro espíritu está destinado a la iglesia, está en la iglesia y con la iglesia. La iglesia no se compone de nuestro cuerpo y alma, sino de nuestro espíritu. Efesios 2:22 declara que la morada de Dios está en nuestro espíritu. Aún podemos afirmar que nuestro espíritu mezclado con el Espíritu divino es la iglesia. Cuando disfrutamos a Cristo, preservamos la naturaleza divina que está en Cristo, quien a su vez está en nuestro espíritu. Puesto que nuestro espíritu es para la iglesia, con la iglesia, y en la iglesia, en experiencia, somos en realidad el tabernáculo de Dios hoy.

D. Delante del testimonio

  En Exodo 16:34 vemos que Aarón presentó la urna con un gomer de maná “delante del testimonio para guardarlo”. Algunos traductores de la Biblia consideran que este testimonio se refiere al arca. Nosotros nos oponemos firmemente a esta interpretación. En el Antiguo Testamento, el testimonio no se refiere al arca, sino a la ley de Dios, los Diez Mandamientos. El arca era llamada el arca del testimonio porque las dos tablas de la ley estaban colocadas dentro del arca. Además, el tabernáculo fue llamado el tabernáculo del testimonio porque contenía el testimonio que estaba dentro del arca. Por consiguiente, el arca era el arca del testimonio, y el tabernáculo, el tabernáculo del testimonio. Dentro del arca, en el tabernáculo, se hallaba el testimonio de Dios, la ley. Si decimos que el testimonio mencionado en Exodo 16:34 se refiere al arca, entonces la urna de oro con el maná escondido debe haber estado fuera del arca, pues este versículo afirma que la urna estaba colocada delante del testimonio. Pero al leer las Escrituras detenidamente, veremos que la urna de oro se encontraba dentro del arca junto con “la vara de Aarón que reverdeció, y las tablas del pacto” (He 9:4). La urna de oro debe haber estado directamente en frente de las dos tablas dentro del arca.

  Este cuadro de la urna de oro delante de las tablas del testimonio indica que el maná escondido en la urna corresponde a los Diez Mandamientos. Esto significa que el maná corresponde a la ley de Dios. El maná contenido en la naturaleza de Dios corresponde con el testimonio de Dios, el cual describe la naturaleza de Dios y testifica de ella. La ley es un testimonio de lo que es Dios. Como hemos mencionado muchas veces, la ley testifica que Dios es santo y justo, y que El es luz y amor. Estos cuatro atributos son los principales aspectos de la descripción de la naturaleza de Dios proporcionados por la ley. La naturaleza de Dios es santa y justa y Dios mismo es luz y amor. Los Diez Mandamientos describen estos atributos y testifican de ellos. El hecho de que el maná escondido en la urna de oro esté colocado delante del testimonio indica que el maná corresponde al testimonio de Dios y satisface sus requisitos.

  Debemos aplicar esto a nuestra experiencia cristiana. La revelación en la Biblia indica que nosotros como quienes hemos regenerados tenemos el testimonio de Dios dentro de nosotros. Tenemos la ley de vida (Ro. 8:2), y tenemos una conciencia. En nuestra experiencia, hemos aprendido que nuestros esfuerzos en la vida natural para cumplir los requisitos de Dios siempre resultan ser un fracaso. En la vida natural, no hay nada que corresponda con el testimonio de Dios. No obstante, cuando compartimos del maná como nuestro suministro de vida, éste llega a ser el maná escondido. Este maná escondido, preservado en la naturaleza divina dentro de nosotros corresponde a la ley de vida y satisface sus requisitos. En las palabras de Romanos 8:4, los justos requisitos de la ley se cumplen en aquellos que andan conforme al espíritu.

  Las tablas del pacto en el arca indican que el testimonio de Dios está en Cristo. Este testimonio nos exige y requiere de nosotros ciertas cosas. Por nosotros mismos, no podemos cumplir estas exigencias y requisitos, pues no tenemos nada dentro de nosotros que corresponda con el testimonio de Dios. Sin embargo, cuando tomamos a Cristo dentro de nosotros como nuestro alimento y como nuestro suministro de vida, el Cristo escondido, Cristo como el maná escondido, nos pone a la par del testimonio de Dios.

  Vimos que según Exodo 16:34, la urna con el maná fue puesta “delante del testimonio”. Muchas versiones ponen la palabra testimonio con mayúscula. Si el testimonio denota el arca, entonces la urna de oro con el maná escondido estaban fuera del arca. Pero Hebreos 9:4 afirma claramente que la urna de oro con el maná estaban en el arca. Por consiguiente, el testimonio en 16:34 no debe referirse al arca, sino a las tablas de la ley que estaban en el arca. ¡Cuán significativo es esto cuando lo vemos a la luz de nuestra experiencia! El Cristo que disfrutamos ahora no está fuera de nosotros, correspondiendo a la ley de Dios. Por el contrario, está dentro de nosotros. Además, este Cristo interior corresponde a la ley que también está dentro de nosotros. Alabado sea el Señor por la ley de vida dentro de nosotros. Esta ley pone exigencias, pero tenemos a Cristo como el maná interior y escondido para corresponder al testimonio de Dios y satisfacer Sus requisitos. El Cristo que comemos y asimilamos nos hace coincidir con la ley interna de vida. Por consiguiente, tenemos tres puntos cruciales: el alimento, el testimonio, y la correspondencia del alimento con el testimonio. ¡Aleluya por el maná escondido en la naturaleza divina, que corresponde con las exigencias de la ley interna de vida! Debido a esta correspondencia maravillosa, podemos ser liberados de todo esfuerzo, lucha y combate interno. Podemos estar en paz. Por una parte, tenemos la ley con sus exigencias; por otra parte, tenemos a Cristo como nuestro suministro de vida que corresponde a la ley. Como resultado, podemos estar en paz.

  En este punto, debemos recordar que esta experiencia está relacionada con la iglesia y se produce en ella misma. Ya vimos que la iglesia es el tabernáculo actual. Dentro de la iglesia como tabernáculo de Dios, morada de Dios, tenemos tres asuntos internos: el maná escondido, el testimonio y la paz correspondiente. Al experimentar estas cosas en el tabernáculo, servimos a Dios, y El acepta nuestro servicio. Además, éste es el lugar del hablar de Dios, el lugar de Su oráculo.

  Los diferentes aspectos de la experiencia del maná escondido van más allá de lo que puede decir el hombre. Es mejor no hablar demasiado al respecto. Es suficiente tener un mapa que nos guíe en nuestra experiencia espiritual. Al leer este mapa, entenderemos nuestra experiencia y sabremos dónde estamos en cuanto al maná escondido.

E. Para que los vencedores edifiquen la morada de Dios

  Según Apocalipsis 2:17, el maná escondido está destinado a los vencedores. El maná visible servía para el disfrute público del pueblo de Dios; el maná escondido es una porción especial reservada a los buscadores vencedores que vencen la degradación de la iglesia mundana. Mientras la iglesia sigue el camino del mundo, estos vencedores siguen adelante y moran en la presencia de Dios en el Lugar Santísimo, donde disfrutan del Cristo escondido como porción especial para su suministro cotidiano.

  Cada sacerdote apropiado es un vencedor. No piense que usted no puede ser un vencedor. Usted puede ser un vencedor al disfrutar a Cristo como el maná. Coma del maná visible, y Cristo se convertirá en el maná escondido. Este lo constituirá en un vencedor. También cumplirá los requisitos de la ley interior de vida y le traerá paz. Como resultado, usted será un vencedor conforme a Apocalipsis 2:17.

  El Antiguo Testamento enseña que los hijos de Israel comieron del maná en el desierto por un período de cuarenta años. Pero mil seiscientos años más tarde el Señor habló a la iglesia en Pérgamo, y a las siete iglesias en Asia acerca del maná escondido. Después de todos estos siglos, el Señor trajo a Su pueblo de nuevo al maná. La intención de Dios es que todas las iglesias coman del maná. No obstante, en las iglesias no debemos comer simplemente del maná visible, sino también del maná escondido, que nos hace sacerdotes y vencedores.

  Al comer del maná escondido, recibiremos una piedra blanca (Ap. 2:17). En la Biblia, una piedra representa el material de edificación. Si comemos del maná escondido, nos convertiremos en sacerdotes y en vencedores. Finalmente, el maná escondido nos transformará en piedras para la edificación de la morada de Dios.

  Antiguamente, comer el maná se relacionaba con la edificación del tabernáculo como morada de Dios. En la actualidad, comer a Cristo como el maná escondido, también se relaciona con la edificación de la morada de Dios. La Biblia revela consistentemente que comer el maná sirve para edificar la morada de Dios.

  Nuestra comprensión del maná escondido es limitada por nuestra experiencia. En cuanto a eso, no puedo ministrar más de lo que yo he experimentado. Por lo menos hemos visto que hoy en día estamos comiendo a Cristo y lo preservamos a El. Simultaneamente, El nos transforma en sacerdotes y vencedores. El nos hace también piedras blancas para la edificación de la morada de Dios en el espíritu.

  En la actualidad muchos cristianos buscan milagros sin darse cuenta de que todos estos puntos relacionados con el maná son milagros genuinos. Mientras muchos buscan milagros superficiales, nosotros disfrutamos de milagros más profundos que se encuentran en el maná. Día tras día comemos a Cristo y le disfrutamos. ¿No es esto un milagro? Si el hecho de que los hijos de Israel comieran del maná era un milagro, ciertamente el hecho de que comamos a Cristo hoy también lo es. En cuanto al maná, hay milagro sobre milagro.

  Aún la cantidad de nuestra porción cotidiana de maná es algo milagroso. Por muy diligentes y aún glotones que seamos al recoger el maná, al fin y al cabo sólo comeremos un gomer. Tomar conciencia de eso nos dará paz y hará que vivamos un día a la vez. No intente guardar maná para el día de mañana. Por el contrario, viva por la provisión milagrosa del Señor hoy. Lo que disfrutamos de Cristo será lo que es preservado con Cristo en la naturaleza divina. Eso se produce totalmente en nuestro espíritu y está relacionado con la iglesia. El Cristo que disfrutamos en la iglesia está escondido en Dios y preservado en la naturaleza de Dios. La medida de Cristo que preservamos en la urna de oro está en el arca y corresponde con la ley de Dios. Todo eso se encuentra en el Lugar Santísimo, que está en el tabernáculo.

  Los glotones tienden a almacenar maná para el día de mañana, pero lo que guarden no los llenará; por el contrario, criará gusanos. No obstante, es extraño que el gomer del maná preservado en la urna de oro no se eche a perder ni se pudra, sino que permanece para siempre.

  En Exodo 16:21, vemos también que cuando el sol calentaba, el maná se derretía. Por una parte, el maná podía ser molido, amasado y cocido. Por otra parte, se derretía cuando quedaba expuesto al sol caliente. No obstante, el gomer del maná preservado en la urna de oro no se derretía. Esta es una indicación adicional de la naturaleza milagrosa de la provisión del maná.

  La intención de Dios consiste en darnos a cada uno de nosotros un gomer de maná, sin importar si recogemos más o menos. La cantidad de maná que recibimos depende de Dios y no de nosotros. La medida está en Su mano. Además, con respecto al maná, de todos modos sólo podemos comer un gomer. Esto indica que la cantidad de maná que comemos no se conforma a nuestro apetito, sino al arreglo del Señor.

  Cuando algunos oigan que recoger y comer el maná depende de Dios, y no de nosotros, dirán: “No tenemos ninguna razón de salir para recoger el maná. Ya sea que lo recojamos o no, el Señor tendrá misericordia de nosotros”. No obstante, si ésta es nuestra actitud, el Señor no tendrá misericordia de nosotros. Debemos poner de nuestra parte para recoger el maná. El se encarga de lo demás. Por mucho que recojamos, recibiremos un solo gomer. Del mismo modo, por mucho que podamos comer, finalmente comeremos un solo gomer. No piense que al comer con glotonería, usted obtendrá más maná.

  Todos los diferentes aspectos del maná son milagrosos. La historia del maná enviado por Dios es un milagro que no puede ser explicado por nuestra comprensión natural. En el sexto día, los hijos de Israel recogían doble porción a fin de tener un suministro para el sábado. En este caso, la porción extra no criaba gusanos. Ciertamente eso es conforme a Dios. Además, hemos visto que el maná en la urna de oro no se echaba a perder ni se derretía. Esto revela que la experiencia del maná no se conforma a la regulación del hombre. Dios es Aquel que determina cómo el maná debe ser recogido, comido, y preservado. Si intentamos almacenar el maná, criará gusanos. Pero si Dios nos pide recoger una porción extra, el maná permanecerá fresco. Luego, si Dios requiere que preservemos un gomer en una urna de oro, esta porción de maná durará para siempre.

  En cuanto al maná, las regulaciones no se conforman a nuestro concepto natural. Esto indica que el disfrute de Cristo no se conforma a la manera humana ni a la estima humana. Nuestro disfrute de Cristo debe conformarse a Dios. La manera de disfrutar a Cristo depende totalmente de las regulaciones de Dios. No podemos expresar claramente esto con palabras, pero lo podemos apreciar conforme a nuestra experiencia.

  Podemos ser glotones aún en nuestra búsqueda del Señor. Eso le pasa particularmente a los jóvenes, pues no les gusta sentirse limitados. No obstante, los glotones deben ser disciplinados por Dios. Podemos recoger mucha cantidad de maná, pero Dios nos regulará y nos reducirá a la medida apropiada. No obstante, eso no implica que debemos ser perezosos. Además, no debemos intentar equilibrarnos o medirnos a nosotros mismos. Debemos simplemente permitir que la medida celestial nos equilibre. Por muy glotones que seamos al recoger el maná, finalmente seremos como los demás, y no recibiremos más de lo que ellos reciben. Intentar ajustarnos a nosotros mismos no funciona. Los glotones nunca serán perezosos y los perezosos nunca serán glotones. Tratar de cambiarnos a nosotros mismos no es más que un esfuerzo religioso. Debemos buscar simplemente al Señor. Lo que recibimos de El será un milagro conforme a Su misericordia. Por mucho maná que recojamos, después de que el maná haya sido medido, cada cual tendrá solo un gomer.

  Cuando algunos escuchan que por más o menos que recojan, recibirán un gomer de maná, puede que digan: “entonces no debemos intentar hacer nada”. Si es posible que usted deje todo lo que está haciendo, le animo a dejar su actividad. No obstante, en realidad todo depende del Señor.

  El punto acerca del hecho de que Dios nos equilibra quizá no haya quedado muy claro para todos los santos. El maná mismo es un milagro, y todo lo que le concierne también es un milagro. Todo lo relacionado con el maná es milagroso. La manera en que era enviado y la manera de equilibrar según la medida celestial también son algo milagroso. Nos resulta difícil entender por qué, después de recoger tanto maná, sólo recibimos un gomer. En el mismo principio, resulta difícil también entender por qué los que recogen menos de un gomer también reciben un gomer. Todo es milagroso.

  La Biblia no nos dice que el maná se derretía después de que los hijos de Israel lo llevaban a sus tiendas. No obstante, si quedaba al aire libre, se derretía cuando el sol calentaba. Quizá la temperatura en las tiendas era más elevada que afuera, pero no se derretía en ellas. Eso demuestra que la experiencia del maná no se conforma al concepto natural ni científico. Además, tampoco se conforma al arreglo humano. Los hijos de Israel tuvieron que recoger, disfrutar y guardar el maná conforme a Dios y conforme a Sus regulaciones. Pasa lo mismo con nosotros acerca de la experiencia de Cristo como nuestro suministro de vida.

  Hemos visto que el maná preservado en la urna de oro permanecía durante generaciones sin echarse a perder ni derretirse. Este principio, como todo lo relacionado con el maná, se deriva de que el maná era una provisión milagrosa del Señor. Además, este milagro no duró poco tiempo. El envío del maná era un milagro a largo plazo que continuó por aproximadamente cuarenta años. Mañana tras mañana, el maná venía de una manera milagrosa. Dondequiera que estuviesen los hijos de Israel en sus viajes, el maná venía cada mañana. El envío del maná no estaba limitado a cierto lugar. El maná en el desierto fue un milagro que duró mucho tiempo, pero no fue tan duradero como lo es Cristo para nosotros. Como nuestra comida, Cristo durará por la eternidad. Compartir de Cristo es un milagro. No se conforma al concepto natural, y no puede ser entendido por investigación científica.

  Si usted no cree que tomar a Cristo es un milagro, le preguntaría por qué entre los muchos cristianos de hoy usted tiene hambre de Cristo y muchos otros no. ¿No es eso un milagro? ¿por qué toma usted a Cristo cuando otros no tienen ningún apetito por El? Entre los miembros de una misma familia, algunos tienen un corazón para Cristo y otros son indiferentes a El. Un grupo de cristianos oirá los mismos mensajes y recibirá la misma verdad espiritual, pero algunos buscarán al Señor y otros no. Esta es otro indicio de que el hecho de tomar a Cristo por parte nuestra es algo milagroso.

  El tabernáculo en el Antiguo Testamento describe la experiencia espiritual. En el tabernáculo estaba el Lugar Santísimo. Dentro de éste estaba el arca y dentro de ésta había una urna de oro que contenía el maná. Todo eso es un cuadro de nuestra experiencia. En el Lugar Santísimo, o sea, nuestro espíritu, tenemos a Cristo, el arca de Dios. Dentro de Cristo está la urna de oro, que es la naturaleza divina, preservando al Cristo que hemos disfrutado. Este cuadro revela que el maná escondido es preservado en las profundidades de nuestro ser, en el Cristo escondido y mantenido en la naturaleza divina. Este Cristo escondido y preservado será un recuerdo por la eternidad.

  Si nos preguntaran dónde está el maná escondido hoy en día, no debemos decir simplemente que está en nuestro espíritu. Debemos seguir adelante y afirmar que el maná escondido está en la urna de oro, que la misma está en el arca, la cual se encuentra en el Lugar Santísimo. Este es un cuadro de nuestro disfrute de Cristo.

  La Biblia es un libro maravilloso. Después de que los hijos de Israel empezaran a comer del maná, Dios les mandó que preservaran un gomer de maná en una urna de oro y que colocaran esta urna en el arca del testimonio. Aquí la intención de Dios consiste en describir nuestra experiencia de Cristo. Algunos maestros cristianos no interpretan el cuadro de esta manera, porque su visión de las cosas es objetiva. Según ellos, el Lugar Santísimo se refiere a los cielos. Si la interpretación de ellos es la correcta, entonces la urna de oro conteniendo el maná escondido está muy lejos de nosotros. Esta interpretación cubre solamente el aspecto celestial, y no la experiencia espiritual. Para cuidar el aspecto de la experiencia, debemos interpretar el cuadro de manera subjetiva. Según este punto de vista, el Lugar Santísimo se refiere a nuestro espíritu. ¿Dónde está el maná escondido hoy? Está en la naturaleza divina dentro de nuestro espíritu. Si tenemos la experiencia genuina de Cristo, apreciaremos a Cristo y le disfrutaremos en la naturaleza divina dentro de nuestro espíritu.

  Actualmente nosotros somos el tabernáculo de Dios. Como el tabernáculo, tenemos el arca, Cristo, en nuestro espíritu. Hemos dicho muchas veces que la urna de oro está en el arca y que el maná está en la urna de oro. En nuestra experiencia, disfrutamos de tres cosas preciosas: el arca, la urna de oro, y el maná. ¡Cuán subjetivo es Cristo como el maná escondido! El es el maná que hemos tomado y disfrutado. Este maná será preservado como recuerdo por la eternidad. Lo que usted disfruta de Cristo será preservado en la naturaleza divina por la eternidad. Yo creo que cuando entremos en la eternidad, entenderemos más claramente este asunto.

  El cuadro de la preservación del maná en la urna de oro se relaciona con nuestra experiencia de Cristo. Por no entender el significado de este cuadro, muchos cristianos sólo saben que el maná es bueno para comer. No tienen la menor idea de que el maná que disfrutamos debe ser preservado como recuerdo en la naturaleza divina dentro de nosotros. Le damos gracias al Señor por el cuadro presentado al final de Exodo 16. Este cuadro describe la experiencia de Cristo como maná. Si comemos a Cristo como maná, el maná que comemos será preservado en la naturaleza divina dentro de nosotros. Este maná escondido es un recuerdo de Cristo como el suministro destinado para el pueblo de Dios para la edificación de la morada de Dios. Este recuerdo durará por la eternidad. Todo lo demás puede cambiar, pero nuestra experiencia de Cristo permanecerá para siempre. Lo que disfrutemos de Cristo hoy llegará a ser un recuerdo en el futuro. Todo lo que comamos de El será preservado en la naturaleza divina como un recuerdo eterno. Este es el significado del cuadro que vemos al final del capítulo dieciséis.

  No debemos seguir a los maestros bíblicos que interpretan este cuadro solamente de una manera objetiva. Debemos entender este cuadro subjetivamente, conforme a nuestra experiencia. Si lo vemos así, veremos que somos el tabernáculo y que el contenido del tabernáculo está dentro de nosotros. El arca y el testimonio, la ley de vida, se encuentran dentro de nosotros. Además, la urna de oro con el maná están en nosotros como conmemoración por la eternidad.

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