Mensaje 59
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Lectura bíblica: 119:25, 50, 105, Sal. 119:130; 19:7, 19:8; 1:1-3a; 119:41, 110, 170, 28, 76, 103, 116-117
La ley como palabra viviente de Dios tiene muchas funciones. Los que buscan a Dios con amor reciben estas funciones como una bendición a través de la ley de Dios como Su palabra viviente. En este mensaje y en el siguiente, estudiaremos la bendición que recibimos de la Palabra viva de Dios.
Los que buscan a Dios con amor reciben bendición por medio de Su Palabra, pero es posible que vayamos a ésta y no recibamos nada. Conozco muchas personas que han leído la Biblia y que incluso la han estudiado sin recibir nada. Esta es la situación actual entre los cristianos. Cuando leen las escrituras, muchos cristianos no reciben ninguna bendición. Lo único que consiguen es conocimiento vano. Usan el conocimiento que obtienen de la lectura de la Biblia para entrar en controversias sobre temas bíblicos, en lugar de recibir verdadera ayuda. Como resultado, primero son amortecidos por el conocimiento bíblico que obtienen, luego usan este conocimiento para amortecer a otros. Para ellos, la Biblia no es un libro que da vida, sino un libro que mata.
En el transcurso de los siglos, muchos han sido amortecidos al tomar la Biblia como un libro de conocimiento. Quizá el mejor ejemplo de esta clase de personas son los llamados críticos de las Escrituras en el siglo XIX. En su estudio de la Biblia, estos críticos usaron demasiado su mente. Por consiguiente, no recibieron ninguna bendición.
Bajo condiciones normales, cuando vamos a la Palabra debemos recibir ayuda y mucha bendición. Si no recibimos ninguna bendición, algo debe estar mal con nosotros. Toda Escritura es el aliento de Dios (2 Ti. 3:16); por tanto, las palabras de la Biblia son el aliento de Dios. Además, como corporificación de Dios (Col. 2:9), el Señor mismo es llamado el Verbo (Jn. 1:1, 14; Ap. 19:13). Por tanto, ir a la Palabra equivale a ir a Dios. Por ser la corporificación de Dios, la Palabra contiene las riquezas de Dios. La Palabra de Dios contiene todo lo que El es. Esta es la razón por la cual la Palabra de Dios es tan rica, sustancial, viviente y llena de iluminación. Todo lo que Dios es para nosotros, la Palabra lo puede ser también. Si en nosotros no hay ningún obstaculo, debemos recibir la bendición cuando acudimos a la Palabra.
Si usted no recibe ayuda cuando acude a la Palabra, probablemente exista algún problema en su corazón. Su corazón no está correcto. Puede ser que no use genuinamente su corazón al llegar a la Palabra. Usted lee la Biblia, pero no pone su corazón en ella. En la vida humana, podemos hacer muchas cosas por necesidad sin querer hacerlas. Por ejemplo, un joven puede ser obligado a asistir a la escuela, pero tal vez no sienta interés por la educación. El va a la escuela simplemente porque está obligado. Del mismo modo, podemos leer la Palabra de Dios, quizá por deber, y no sentir nada por ella.
Usted puede tener otro problema: un corazón dividido. Es posible que su corazón esté dividido en dos o tres partes, quizá aún más. Esto pasa especialmente a los jóvenes. Un joven puede amar muchas cosas. Esto divide el corazón. Su corazón tiene muchos intereses. Supongamos que un joven sienta interés por sus estudios, pero que también tenga interés por algún entretenimiento mundano. Esto dividirá su corazón.
Si el corazón de una persona está dividido, una parte para algo bueno, y otra para algo malo, la tendencia maligna prevalecerá siempre. Eso parece ser una ley o principio natural. En su corazón, una persona puede tener dos intenciones opuestas: quizá intente mentir y decir la verdad al mismo tiempo. La intención maligna, prevalecerá sobre la buena intención. Cuando nuestro corazón está dividido, la lectura de la Palabra de Dios no nos servirá. Si vamos a la Biblia sin un deseo o con un corazón dividido, no recibiremos bendición. Cuando vamos a la Palabra, debemos ir con todo nuestro corazón y con un corazón sencillo. No nos beneficia leer la Palabra de Dios con poco deseo.
Otro problema del corazón en relación con la Palabra es que éste no se interese por ella. Ya mencionamos el problema de no usar ni ejercitar nuestro corazón al leer la Palabra. No obstante, existe una diferencia entre eso y que nuestro corazón no se interese por la Palabra. Algunas personas parecen no tener ningún interés. Interiormente, parece que están hechos de madera. Por mucho que esta persona lea la Biblia, no recibirá ninguna bendición de su lectura, pues no posee lo que se necesita para entender la Biblia. Simplemente su corazón no funciona al leer la Palabra. Esto es un problema muy grave. Cuando muchos cristianos acuden a la Biblia, son como de madera, sin corazón.
Otro problema con el corazón se relaciona con las cosas que lo cubren a usted, lo separan del Señor, o lo frustran en su contacto con El. Cuando usted lee la Palabra de Dios, quizá clame al Señor y esté desesperado para recibir algo del Señor. No obstante, puede haber obstáculos o frustraciones dentro de usted. Puede haber cierto pecado que lo retiene, lo captura, o lo posee. Por una parte, usted ama la Palabra de Dios. Por otra, puede tener algún pecado escondido en su corazón, y quizá no esté dispuesto a que el Señor lo quite. Este pecado le impedirá recibir la bendición de la Palabra. Por ejemplo, suponga que alguien lo ha ofendido y usted no está dispuesto a olvidar esta ofensa. Tal vez no considere que su indisposición a perdonar es un pecado, pero de hecho lo es. Usted puede esconder este pecado, u otra clase de pecados, de los hombres, y quizá intente esconderlo del Señor. Pero si va a la Biblia con este pecado escondido en su interior, no podrá recibir nada de la Palabra, aún cuando tenga un corazón por ella. Si usted hace algo que no complace al Señor y al mismo tiempo desea acudir a la Palabra, no recibirá bendición en su lectura de la misma.
Sabemos por experiencia que a veces luchamos con el Señor, quizá acerca de la consagración. Tal vez no estemos dispuestos a consagrarnos, a someternos al Señor, ni a estar convencidos por El. Es posible que insistamos y nos aferremos a nuestra opinión acerca de algo. El Señor nos habla continuamente, pero todavía no estamos dispuestos a ser convencidos porque Su hablar difiere de nuestra opinión. Nos aferramos a nuestro concepto e insistimos en él. Esta insistencia constituye un velo que cubre nuestro corazón. ¿Cree que podría recibir ayuda de la Palabra si su corazón está cubierto de esta manera? Ciertamente, la lectura de la Palabra no le servirá si se encuentra en esta condición.
Si queremos recibir bendición de la Palabra de Dios, primero debemos disciplinar nuestro corazón y volvernos al Señor de manera absoluta y con todo nuestro corazón. También debemos aniquilar todo lo negativo o lo que produzca una separación entre nosotros y el Señor en nuestro corazón. Si disciplinamos nuestro corazón y tomamos cuidado de todo entre nosotros y el Señor, nuestra condición volverá a la normalidad. Entonces recibiremos ayuda de la Palabra.
Aún cuando disciplinamos nuestro corazón y lo negativo en él, todavía puede haber algunas complicaciones. Todos nosotros, jóvenes y ancianos, somos complicados. Dentro de nosotros se encuentran muchos factores que causan complicación. Estas complicaciones también impiden que recibamos bendición de la Palabra.
Al leer el salmo 119, vemos que el salmista estaba correcto con el Señor. No había nada que lo separaba de El. Me gusta un himno que dice: “Nada entre Tú y yo, mi Señor”. No obstante, una cosa es cantar este himno y otra es tener esto en la práctica. ¡Cuánto recibiremos de la Palabra viva si no hay nada entre nosotros y el Señor!
Si una persona estudia diligentemente por muchos años, puede recibir un doctorado en una materia específica, quizá en física nuclear. He conocido muchos jóvenes que han conseguido un doctorado, pero conozco muy pocos que han logrado una comprensión tal de los asuntos espirituales. Algunos han tenido la Biblia en sus manos durante décadas como un libro de ciencia celestial, divina y espiritual, pero todavía no tienen una comprensión elemental de ella. Esto indica que a pesar de haber adquirido cierto conocimiento, no han sido bendecidos por su lectura de la Palabra. Conseguir un doctorado requiere mucho estudio, pero no requiere que usted discipline a su corazón. Por ejemplo, ¿le impide recibir su doctorado el hecho de no querer perdonar a alguien? ¡Por supuesto que no! Pero tal cosa le puede impedir recibir bendición de la Palabra de Dios. La hermana Margaret E. Barber decía que hasta una hojita puede esconder una estrella resplandeciente. Del mismo modo, incluso un asunto insignificante puede impedirnos recibir bendición de la Biblia.
La Biblia requiere más de nosotros que cualquier otro libro. La Biblia exige que nos humillemos y pongamos a un lado la confianza y seguridad en nosotros mismos. Al acudir a la Palabra, debemos orar para que el Señor tenga misericordia de nosotros. Sin la misericordia del Señor, algo dentro de nosotros seguirá cubriéndonos y alejándonos de la Palabra de Dios de manera inconsciente. Aprendamos a orar: “Señor, ten misericordia de mi. No quiero que nada me cubra, y no quiero que haya nada entre Tú y yo. Señor, permite que no haya nada entre nosotros”. Esta debería ser nuestra oración, y también nuestra actitud hacia el Señor.
Cuando vamos a la Palabra, no debemos tener confianza en nosotros mismos. No debemos creer que no existe ningún problema entre nosotros y el Señor. Simplemente no tenemos el terreno para esta clase de seguridad. Quizá no nos demos cuenta de ello, pero todavía pueden existir problemas entre nosotros y El. Por consiguiente, debemos humillarnos delante del Señor. La Biblia dice: “Dios resiste a los soberbios, pero a los humildes da gracia” (Jac. 4:6). Si no nos humillamos al acudir a la Palabra, se formará un gran obstáculo que nos impedirá recibir ayuda de la Palabra.
Algunos quizá piensen que mientras amemos al Señor, todo está bien. No obstante, amar al Señor es algo general. Podemos amarlo a El sin habernos humillado ante El. Al darnos cuenta de que todavía existen cosas negativas dentro de nosotros, debemos humillarnos. Si resulta difícil limpiar lo que nos rodea de manera absoluta, ¡más difícil resulta limpiar nuestro corazón! ¿Puede decir que cuando limpia su casa, la limpia totalmente? Resulta difícil decir esto. Hace años, cuando nuestra hija menor necesitaba una pequeña operación, el médico nos dijo que no podía hacerla en su oficina. Para nosotros, la oficina parecía muy limpia. Pero el médico sabía que el techo no podía estar completamente limpo, y por tanto su oficina no era el lugar adecuado para una operación. Cuando él nos dijo esto, pensé que lo mismo sucedía con el “techo” de nuestro ser interior. Puesto que nuestro techo interior no está absolutamente limpio, es difícil operar dentro de nosotros. Por consiguiente, no debemos tener ninguna confianza en nosotros mismos, sino mirar al Señor humildemente y pedirle misericordia.
Hace poco, algunos jóvenes estuvieron en un entrenamiento especial. Ellos pasaron por un entrenamiento muy bueno, pero no deben pensar que todo está bien entre ellos y el Señor. No debemos dar por sentado que todo ha sido rectificado o santificado. Todavía pueden haber muchos problemas en sus corazones. Si nos damos cuenta de esto, no confiaremos tanto en que estamos totalmente correctos con el Señor. Por el contrario, debemos humillarnos delante de El y pedirle misericordia.
Si tenemos una actitud humilde cuando llegamos a la Palabra, sin tener confianza en nosotros mismos, seremos iluminados. No confiar en nosotros mismos significa que no tenemos reserva. No hay ningún problema entre nosotros y el Señor. No obstante, si en lugar de tener una actitud humilde seguimos confiando en nosotros mismos, tendremos serios problemas para recibir bendición de la Palabra. Quizá usted se pregunte por qué no recibe luz de la Palabra, aún cuando lee la Biblia regularmente durante mucho tiempo. La razón puede ser que usted tiene demasiada confianza en sí mismo. Repito que debemos dejar a un lado nuestra confianza, humillarnos delante del Señor, y orar para que El tenga misericordia de nosotros. Debemos decir: “Señor, no tengo ninguna confianza en mi mismo, y no insisto en nada. Señor, me pongo a Tu disposición, y te pido que tengas misericordia de mi”. Si ésta es su actitud al venir a la Biblia, usted recibirá bendición, en cualquier porción bíblica que lea. Aún los primeros diecisiete versículos del Evangelio de Mateo le ayudarán en algo. El punto crucial es que usted se humille delante del Señor.
A menudo los santos testifican que ven luz cuando leen la Palabra. Esto es cierto. Mediante la Palabra recibimos luz. Pero en mi experiencia, me he dado cuenta de que siempre me humillo, no insisto en ninguna opinión, y le pido al Señor Su misericordia, siento que entro en una esfera de luz cada vez que voy a la Palabra. Aún cuando no recibo ninguna luz particular, estoy consciente de que me encuentro en una esfera de la luz.
Cuando vamos a la Palabra, vamos a la luz, porque la Palabra es la corporificación de Dios, y El es luz (1 Jn. 1:5). Cuando usted permanece bajo la luz del sol, no necesita recibir luz, pues ya está en la luz. Del mismo modo, cuando vamos a la Palabra con la actitud apropiada, sentimos que estamos en la luz, y bajo la luz y no que la recibimos. Entonces, en nuestra experiencia toda la Biblia llega a ser un libro de luz. Dondequiera que leamos, sentimos que la Biblia es una luz resplandeciente.
Como corporificación de Dios, quien es la luz, la Palabra es una luz resplandeciente. En realidad, esta luz es Dios mismo en la Palabra. Puesto que la Palabra es la condensación de la luz divina, cada que vamos a ella entramos en una atmósfera de luz. Es como entrar en un cuarto iluminado. Cuando entramos en un cuarto iluminado, no solamente recibimos luz, sino que estamos en una esfera de luz.
En nuestra experiencia, el resplandor de la Biblia depende de nuestra actitud y condición. Si somos humildes y le pedimos al Señor misericordia, la Biblia será para nosotros un libro de luz. Después de leer una porción de la Palabra, usted quizá no tenga mucha comprensión, pero sentirá que está en luz. Esto demuestra que la Biblia es la Palabra divina. Usted no siente que está en luz cuando lee un periódico o una revista, pero si lee la Palabra u ora-lee algunos versículos de la Biblia con un corazón sincero y con una actitud humilde, se dará cuenta de que fue introducido en la luz. Cuando vamos a la Palabra correctamente, tenemos la convicción de que hemos entrado en la luz y de que estamos en una esfera de luz. Recibimos luz espontáneamente, y llegamos a ser gente que está totalmente en luz.
En Salmos 119:130, el salmista declara: “La exposición de tus Palabras alumbra”. La Palabra tiene una entrada. Eso significa que la Biblia tiene una apertura, una puerta. Mi experiencia me ha mostrado que la manija de esta puerta está de nuestro lado. Esto significa que si la puerta está cerrada, es porque nosotros no la hemos abierto. La apertura de la Palabra depende de la manera en que la tocamos. A veces oramos y le pedimos al Señor que nos abra la Palabra. No obstante, cuando oramos así, el Señor nos puede decir que, por Su parte, El ya ha abierto Su Palabra. Ahora nosotros debemos abrir la puerta de la Palabra. Nuestra experiencia testifica que si no tenemos ningún problema con el Señor cuando vamos a la Palabra, ésta se abrirá a nosotros. Pero si vamos a la Palabra cuando tenemos problemas con el Señor, la puerta estará cerrada. Esto indica que la manija de la puerta está de nuestro lado. Cuando vamos a la Palabra y la abrimos, entonces en nuestra experiencia espiritual, ésta tiene una entrada, una apertura.
Deseo recalcar el hecho de que la apertura de la Palabra depende de nosotros. Debemos agradecer al Señor porque la Palabra se abre como una puerta, y que la manija está de nuestro lado. Debemos decir: “Señor, gracias por la entrada, la apertura a Tu Palabra”. A menudo en nuestra experiencia, sentimos que la Palabra está a nuestra disposición y esto es porque estamos correctos. Aunque parezca depender del Señor y venir de El, depende de nosotros y es el resultado de un acercamiento correcto a la Palabra.
En el versículo 105, el salmista dice algo muy práctico acerca de la luz: “Lámpara es a mis pies Tu Palabra, y lumbrera a mi camino”. Esto no es un asunto de doctrina ni de enseñanza, sino de experiencia en la vida diaria del salmista. Paso a paso en su vida diaria, la Palabra era su luz. Por supuesto, antiguamente no había ninguna luz en las calles. Los que viajaban de noche necesitaban una lámpara, una linterna o una antorcha para alumbrar su camino. Esto es lo que el salmista tiene en mente cuando se refiere a la Palabra como lámpara a sus pies y lumbrera a su camino. La Palabra era una lámpara que alumbraba sus caminos. De una manera muy práctica para el salmista, la Palabra de Dios era esta lámpara que daba luz en su camino.
Salmos 19:8b dice: “El precepto de Jehová es puro, que alumbra los ojos”. Este versículo indica que la Palabra viva de Dios alumbra los ojos. Si al leer la Palabra no sentimos que estamos en luz, esto es señal de que nuestra condición no está correcta. No es correcto orar simplemente para que el Señor nos de luz. Debemos humillarnos, ser disciplinados completamente por el Señor y pedirle que nos tenga misericordia. El conocimiento que obtienen muchos cristianos de la lectura de la Biblia en realidad se convierte en un velo o una cobertura que los mantiene en las tinieblas. Los que conocen las escrituras de esta manera deben humillarse delante del Señor para que los velos sean removidos. Si nos humillamos y recibimos la misericordia del Señor, la Biblia dejará de ser sólo conocimiento para nosotros. Será luz para nuestros ojos. Es importante diferenciar el conocimiento, de la luz. Podemos tener la Biblia solamente como conocimiento, o en nuestra experiencia, como el resplandor de la luz divina.
Los que buscan a Dios con amor reciben también el suministro de vida, el avivamiento mediante Su Palabra viviente (119:25, 50). En nuestra experiencia espiritual, primero tenemos luz. Luego la luz debe convertirse en vida. La vida es más profunda que la luz. Cuando viene la luz, la vida debe venir también. De hecho, la vida contiene la luz. Juan 1:4 dice: “En El estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres”. Es difícil determinar que viene primero: la luz o la vida. Por lo general, la luz viene antes de la vida. Génesis 1 nos enseña que primero tuvimos luz y luego los diferentes tipos de vida. En nuestra experiencia podemos tener luz sin vida. La luz se encuentra principalmente en la esfera del alma, particularmente en la esfera de la comprensión. Ciertamente, la vida está en nuestro espíritu, es bueno tener luz, pero ésta debe penetrar hasta convertirse en vida.
Mencionamos que si nuestra condición es apropiada o normal cuando vamos a la Palabra, sentiremos que estamos en la luz. Todo lo que leamos en la Biblia se convertirá en luz para nosotros. Luego al orar, usaremos espontáneamente nuestro espíritu y entraremos a fondo en la Palabra. Mediante este ejercicio del espíritu en oración, la luz entrará en nuestro espíritu y se hará vida. Si nuestra comprensión es en la esfera del alma, la Palabra es luz, pero cuando la Palabra penetra hasta nuestro espíritu, llegar a ser vida.
Nuestra experiencia nos muestra que el suministro de vida no precede a la luz. La luz viene primero. No obstante, cuando esta luz va más profundamente por medio de nuestra oración, alcanzando el interior de nuestro espíritu, se hace vida, y recibimos el suministro. Esto nos muestra que debemos orar cuando leemos la Palabra. No importa si leemos primero y luego oramos, el punto es que debemos orar y también leer.
Cuando vamos a la Palabra de Dios, debemos abrir todo nuestro ser. Debemos usar todo nuestro ser, nuestro cuerpo, alma y espíritu. Usamos nuestros ojos para leer las palabras y nuestra boca para pronunciarlas. También usamos nuestra mente, la parte principal del alma, para entender lo que leemos. Podemos usar diccionarios, concordancias y diferentes versiones. Dios nos creó con una mente y necesitamos usarla para entender la Palabra de Dios. El estudio de la Biblia también requiere el ejercicio de nuestra parte emotiva para amarla, el ejercicio de nuestra voluntad para hacer lo que Dios nos muestre en Su Palabra. Este ejercicio de la mente, parte emotiva y voluntad, es el ejercicio del alma. Debemos ejercitar nuestro espíritu. Esencialmente, esto es orar para que nuestro ser interior sea fortalecido. Si usamos todo nuestro ser al tener contacto con la Palabra, recibiremos luz y suministro de vida.
Nuestra experiencia nos enseña que el suministro de vida que recibimos nos riega. Primero, tenemos la iluminación; segundo, el suministro de vida; y tercero, el riego. Esto también fue la experiencia del salmista.
Según Salmos 1, los que meditan en la Palabra de Dios son como árboles plantados cerca de un río de agua. Un árbol necesita raíces para crecer, y estas raíces deben tener unos pelos finos que absorben el agua. Al leer la Biblia, muchos cristianos son como árboles plantados cerca del río. No obstante, algunos no tienen raíces adecuadas, mientras que en otros sus raíces no tienen los pelos finos.
Tal vez no entienda a lo que me refiero con estos pelos finos en nuestra experiencia. Pero se requiere que vayamos más profundamente a la Palabra, de una manera muy fina. A menudo, no recibimos el suministro de vida porque somos demasiado rudos. Al carecer de cosas finas, nos hace falta los pelos finos y delicados de la raíz. Por cuidar solamente a las raíces grandes, y no a los pelos de raíz, no podemos recibir el suministro de vida, que siempre viene por el contacto fino de los pelos con el agua. Si deseamos que la Palabra nos riegue, debemos entrar en ella, no de manera ruda, sino de manera muy fina.
¿Qué significa entrar en la Palabra de manera ruda? Significa que usted la lee simplemente con sus ojos y declara algo con su boca, y ni siquiera se preocupa por una comprensión adecuada de la misma. La gente ruda es superficial. Puede haber árboles plantados cerca del río, pero no tienen las raíces apropiadas. Me temo que algunos santos en el recobro del Señor sean así. Efectivamente, son árboles plantados cerca del río, pero son demasiado rudos. En ellos, todo es exterior, es decir consideran solamente lo que ven con sus ojos físicos y lo declaran con sus bocas. El conocimiento que tienen de la Biblia no es más profundo que lo que ven y hablan. Por no tener raíces apropiadas, siendo rudos no crecen en vida cuando van a la Palabra.
Como lo hemos señalado, algunos cristianos tienen raíces, pero no tienen estos pelos finos. Debemos dejar que la Palabra penetre más en nosotros de una manera fina, y también debemos permitir que nuestro ser entre más en la Palabra de esta forma. Cuando entramos la Palabra y ésta a su vez entra en nuestro espíritu, tendremos “pelos de raíz” en nuestra experiencia. Estos pelos de raíz absorberán nuestro suministro de vida. Nuestra experiencia testifica que cuando vamos más profundamente a la Palabra y la Palabra entra más profundamente en nosotros, en nuestro espíritu, tenemos un contacto más fino con ella y recibimos vida.
Cuando estamos en el Espíritu, somos muy finos; de ninguna manera somos rudos ni bruscos. Uno no puede estar en el Espíritu siendo rudo. Todo aquel que entra en el Espíritu llega a ser una persona muy fina. Si alguien es rudo, ciertamente está en la carne. Si él es fino está en el alma. Pero si es muy fino, ha entrado en el Espíritu. Los pelos que absorben el suministro de vida se encuentran solamente en el Espíritu. Mediante los pelos de raíz, absorbemos el suministro de vida, el cual es comida en forma de agua. Incluso cuando nosotros comemos, necesitamos agua. No podemos masticar nuestros alimentos y tragarlos sin agua. En la experiencia espiritual, el suministro de alimentos está en el agua. Los árboles plantados cerca del río reciben alimento del agua. El agua contiene todo el alimento. Los pelos finos absorben el agua y luego el alimento que está en el agua.
La Palabra debe entrar en nuestro espíritu y convertirse en el agua que contiene los elementos que nutren. Esta agua no está en nuestra boca ni en nuestra mente, sino en nuestro espíritu. El agua del suministro de vida siempre llega a nuestro espíritu.
Cuando leemos la Biblia solamente con nuestros ojos y boca, no lo hacemos con delicadeza. Cuando intentamos entender la Palabra al ejercitar nuestra mente, amarla, y tomarla con nuestra voluntad, ejercitamos nuestra alma. Esto es algo fino. Pero cuando ejercitamos nuestro espíritu para orar, y la Palabra también entra dentro de todo nuestro ser es llevado al espíritu. En realidad, traemos la Palabra con nosotros mismos dentro del espíritu, y allí encontramos el agua.
El Espíritu de Dios no mora en nuestra mente, sino en nuestro espíritu. En la Biblia, la Palabra se compara con la comida, mientras que el Espíritu con el agua. La Palabra como alimento puede entrar a nuestra mente, pero también debe entrar en nuestro espíritu para convertirse en el Espíritu como agua. Cuando la Palabra se convierte en agua en nuestro espíritu, recibimos su elemento nutritivo. Luego somos iluminados, recibimos el suministro de vida y somos regados.
Cuando experimentamos la iluminación, el suministro de vida, y el riego, recibimos otras bendiciones por medio de la Palabra: restauración (19:7a), liberación (119:41, 170), fuerza (119:28), consuelo (119:76), alimento (119:103), sustento (119:117) y protección. En 119:28, la referencia a la fuerza no es doctrinal, sino algo que nos llena interiormente y nos da energía. Esto debe denotar un elemento orgánico, porque solamente algo orgánico puede entrar en nuestro ser para fortalecernos. El hecho de que la Palabra de Dios nos fortalece indica que nos imparte un elemento orgánico.
Al ser fortalecidos por la Palabra somos consolados, nutridos y sustentados. En nosotros mismos, podemos ser fácilmente sacudidos; entonces es fácil que nos caigamos. Si queremos permanecer de pie, necesitamos un apoyo viviente. Este apoyo viviente que nos permite permanecer es la Palabra de Dios, la cual nos mantiene continuamente de pie. Además, la Palabra de Dios es nuestra protección.
La Palabra viviente no es una teología sistemática, sino Dios mismo. Mi experiencia me ha enseñado que debo preocuparme por el verdadero disfrute del Dios viviente en Su Palabra viva. No me preocupa la teología. Valoro la experiencia genuina de Dios por medio de la Palabra.
Si consideramos todos estos asuntos a la luz de nuestra experiencia, podremos testificar que por medio de la Palabra somos iluminados, avivados, y regados. Por la Palabra viviente de Dios, somos restaurados, fortalecidos, liberados, consolados, nutridos, sostenidos y protegidos. Que todos seamos alentados a estar en una condición apropiada cuando tenemos contacto con la Palabra, a fin de que ésta entre en nuestra mente y luego pase de nuestra mente a nuestro espíritu, donde se convertirá en el suministro de vida. Si la Palabra se convierte en vida en nuestro espíritu, entonces disfrutaremos de todas las demás bendiciones concedidas a los que buscan a Dios con amor mediante Su Palabra viva.