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Mensajes del libro «Arbol de la vida, El»
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CAPITULO CINCO

EL FRUTO DEL ARBOL DE LA VIDA

  Lectura bíblica: Jn. 6:35, 57, 63; 7:37; 8:12; 9:5; 11:25; 1 Co. 15:45

CRISTO COMO ARBOL DE LA VIDA Y COMO CORDERO DE DIOS

  El primer cuadro que vemos en toda la Biblia es el de Dios presentándose al hombre como árbol de la vida, en forma de alimento, para que el hombre le ingiriera, le comiera y le tuviera como vida. Después de esto, el hombre cayó. Pero inmediatamente después de la caída del hombre, Dios le proveyó un cordero. Si leemos las Escrituras según el punto de vista celestial, veremos quién es este cordero. Después de la caída del hombre, Dios no sólo le proveyó de un cordero al hombre caído, sino que también sacrificó un cordero por él (Gn. 3:21; 4:4). Adán cayó, pero debido a que disfrutó del cordero como cubierta, como vestidura, podía seguir viviendo. Abel, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y todos sus descendientes, los hijos de Israel, también disfrutaron del cordero (Gn. 4:4; 9:20; 12:7; 26:25; 35:7 Ex. 12:3-10).

  La fiesta de la Pascua fue un nuevo comienzo para los hijos de Israel (Ex. 12:2). Su historia empezó con un cordero. El cordero fue inmolado, la sangre fue derramada para la redención (Ex. 12:3, 7; 13:13, 15), y ellos comieron la carne del cordero (12:8-10). En la Biblia primero tenemos el árbol de la vida y luego el cordero. En Juan 1:29 Juan el Bautista declaró que Cristo era el Cordero de Dios. Cristo como Cordero de Dios es el Verbo, quien es Dios encarnado para ser hombre (1:1, 14). Cristo es el Dios completo y el hombre perfecto: el Dios-hombre.

  Después de la creación y antes de la caída del hombre, Dios se le ofreció al hombre como el árbol de la vida (Gn. 2:9, 16). Después de la caída del hombre, Dios se le ofreció como un cordero al hombre (Gn. 3:21; 4:4) porque éste necesitaba redención. Con respecto al árbol de la vida antes de la caída, la redención no era necesaria porque no había pecado. El pecado entró con la caída (Ro. 5:12); por eso, se hizo necesaria la redención. Después de la caída, el árbol de la vida solo no es suficiente para satisfacer la necesidad del hombre, pues éste necesita ser redimido (He. 9:22), y con el cordero se obtiene redención. Antes de la caída, Dios dispuso que el hombre comiera solamente vegetales (Gn. 1:29) y no animales. Después de la caída y durante el desarrollo de éste, Dios cambió lo que había dispuesto, dándole al hombre no sólo verduras, sino también animales para comer (Gn. 9:3).

  El árbol de la vida tiene que ver con la alimentación, y el cordero, con la redención. Pero aun el cordero trae algo que alimenta. Lo dicho por el Señor en Juan 6 es difícil de entender para muchos lectores. Aun muchos de los discípulos del Señor en aquel tiempo tropezaron por Sus palabras. Dijeron: “Dura es esta palabra; ¿quién la puede oír?” (6:60b). El Señor dijo que El era el pan de vida (v. 35) y que Su sangre era verdadera bebida (v. 55). No es posible que el pan material tenga sangre. Sin embargo, el Señor Jesús como pan de vida dijo: “Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera bebida” (v. 55). El Señor Jesús como pan de vida dio a entender que El era una continuación del árbol de la vida cuyo fin es alimentar al hombre. La sangre y la carne indican que Cristo es el Cordero de Dios (1:29).

  Si Cristo, después de la caída del hombre, no hubiese sido el Cordero, nunca podría haber sido el pan. Sin la redención, nunca podría ser El nuestro alimento. La redención no es la meta o el objetivo, sino el procedimiento para llegar a la meta. El Señor Jesús derramó Su sangre para efectuar la redención a fin de que nosotros comiéramos Su carne y fuéramos alimentados. De modo semejante, el cordero pascual fue inmolado, la sangre del cordero fue rociada sobre las puertas, y en la casa, bajo la cubierta de la sangre rociada, los hijos de Israel descansaron y disfrutaron de la carne del cordero (Ex. 12:3-11).

CRISTO COMO TEMPLO

  Primero, Dios se presentó como el árbol de la vida. Luego, después de la caída, se presentó como el cordero, y por medio del cordero, Su pueblo redimido empezó a disfrutarle. Los santos del Antiguo Testamento continuaron disfrutando a Dios en muchos aspectos y, con el tiempo, disfrutaron a Dios al máximo como el templo. Al final del Antiguo Testamento, el templo es el resultado de disfrutar a Dios y es el disfrute máximo de Dios.

  En el Nuevo Testamento Jesús vino como el propio Dios. El Evangelio de Juan dice: “En el principio era el Verbo ... y el Verbo era Dios” (1:1). Este Dios un día se encarnó como hombre para ser un Dios-hombre, quien es el Cordero de Dios (1:29). En Juan 2 el Señor Jesús, el Dios-hombre, nos dijo que El era el templo (2:19-21). Su antecesor, Juan el Bautista, declaró que Jesús era el Cordero, y el Señor mismo declaró que El era el templo. Su precursor nos dio el primer aspecto y Jesús mismo nos dio el último. Entre estos dos hay muchos aspectos de Cristo en el Evangelio de Juan.

LOS ASPECTOS DE CRISTO QUE PODEMOS DISFRUTAR EN EL EVANGELIO DE JUAN

  En Juan 1 Cristo es el Verbo, quien es Dios (1:1). En El estaba la vida, y esta vida es la luz de los hombres (v. 4). A El le reciben Sus creyentes, a quienes les da la potestad de ser hijos de Dios (v. 12). El es Aquel que se encarnó como hombre, el Verbo que se hizo carne, lleno de gracia y de realidad (v. 14). El fue declarado como el verdadero Cordero de Dios y de El se dio testimonio como tal (v. 29). Por último, El es la escalera celestial que une la tierra a los cielos y que trae los cielos a la tierra (v. 51).

  En Juan 2 Cristo no sólo es el templo (vs. 19, 21), sino también el vino (v. 10), el cual es un verdadero deleite. En esta porción de la Palabra, el vino, el zumo vital de la uva, simboliza la vida. El agua representa la muerte (Gn. 1:2, 6 Ex. 14:21; Mt. 3:16a). El Señor convirtió el agua en vino, lo cual significa que absorbió la muerte, cambiándola en vida (v. 9).

  En Juan 3 se presentan varios aspectos de Cristo, los cuales podemos disfrutar. Primero, Cristo es la serpiente de bronce. Como Moisés levantó la serpiente de bronce en el asta, así también Cristo como Hijo de Hombre fue levantado en la cruz. Dios le dijo a Moisés que levantara una serpiente de bronce para los hijos de Israel que estaban bajo juicio. Todo el que mirara la serpiente de bronce viviría. En Juan 3:14 el Señor Jesús se aplicó este tipo a Sí mismo, mostrando que El tenía “semejanza de carne de pecado” (Ro. 8:3). La serpiente de bronce tenía la semejanza, la forma, de la serpiente, mas no el veneno. Cristo fue hecho “en semejanza de carne de pecado”, pero no participó en el pecado de la carne (2 Co. 5:21; He. 4:15). Después de mencionarse la serpiente en el capítulo tres, tenemos a Cristo como el Novio (v. 29).

  En el capítulo cuatro, no sólo tenemos el agua viva, sino también un pozo (v. 14). Este pozo, el cual reemplaza al de Jacob (v. 6), es el pozo eterno, el pozo celestial, y dentro de él se halla el agua viva (vs. 11, 14). El agua viva es el contenido del pozo. También en el capítulo cuatro se ve la cosecha (v. 35). En el capítulo cinco el Señor Jesús es la propia sustitución, el reemplazo, de cualquier religión. En este capítulo la religión de observar la ley, la religión judía con su estanque y sus ángeles, es reemplazada por el Señor Jesús como Aquel que lo reemplaza todo. El es mucho mejor que los ángeles (He. 1:4). El reemplaza la observación de la ley de cualquier religión. Si le tenemos a El, no necesitamos la religión.

  En el capítulo seis tenemos a Cristo como pan de vida. Incluido en el pan de vida está el Cordero con la sangre derramada y la carne para comer (Jn. 6:35, 6:51; 1:29 y la nota 512, Versión Recobro). En el capítulo siete el Espíritu es los ríos de agua viva (vs. 38-39 y la nota 382, Versión Recobro). En el capítulo ocho se ve a Cristo como el gran “Yo soy”. El título, “Yo soy”, se menciona por lo menos tres veces en este capítulo: 1) “Si no creéis que Yo soy, en vuestros pecados moriréis” (v. 24); 2) “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces conoceréis que Yo soy” (v. 28); y 3) “Antes que Abraham fuese, Yo soy” (v. 58). La expresión “Yo soy” indica que Cristo es todo-inclusivo. El es todo lo que necesitamos. El es como un cheque en blanco. Como el Yo soy, El es todo lo que necesita usted. Si necesita ser sanado, “Yo soy” es la sanidad. Si necesita la vida, “Yo soy” es la vida. Si necesita usted poder, “Yo soy” es el poder. Si necesita luz, “Yo soy” es la luz. Lo que usted necesita, El lo es. El es “Yo soy el que soy”, el gran Yo soy (Ex. 3:14). ¡Cuán rico es el Evangelio de Juan!

  En el capítulo nueve Cristo es la luz del mundo (v. 5). El capítulo diez revela que Cristo es el Pastor (v. 11; Sal. 23:1) y la puerta (v. 2, 9). La puerta del capítulo diez no sólo es la entrada para los elegidos de Dios, sino también la salida. No es una puerta por la cual podemos entrar en el cielo, es una puerta por la cual podemos salir del cautiverio de la ley. Todos necesitamos salir del redil. ¿Quién es la puerta por la cual salimos? Cristo es la puerta. Por Cristo, la puerta, los elegidos de Dios no sólo pueden entrar en la custodia de la ley, como lo hicieron Moisés, David, Isaías, Jeremías y otros en los tiempos antiguotestamentarios antes de la venida de Cristo, sino que también por El los escogidos de Dios, tales como Pedro, Juan, Jacobo, Pablo y otros, pueden salir del redil de la ley después de la venida de Cristo. Por lo tanto, aquí el Señor indica que El es la puerta por la cual los escogidos de Dios pueden no sólo entrar, sino también salir.

  Cristo no sólo es la puerta sino también los pastos (10:9). Los pastos representan a Cristo como el lugar donde las ovejas se alimentan. Cuando el pasto no está disponible en el invierno o en la noche, las ovejas tienen que quedarse en el redil. Cuando hay pasto, no es necesario que las ovejas permanezcan en el redil. Quedarse en el redil es algo transitorio y temporal. Estar en el pasto y disfrutar sus riquezas es algo final y permanente. Antes de que viniera Cristo, la ley era el guardián, y estar bajo la ley era transitorio. Ahora que Cristo ha venido, todo el pueblo de Dios tiene que salir de la ley y entrar en El para disfrutarle como el pasto (Gá. 3:23-25; 4:3-5). Esto debe ser final y permanente. Cristo es nuestro Pastor, la puerta por la cual salimos del redil de la ley, y es también los pastos, el lugar donde nos alimentamos, después de salir del redil. Finalmente, en el capítulo diez El nos dice que El es uno con el Padre (v. 30), así que El es el Padre (14:9; Is. 9:6).

  En el capítulo once Cristo es la resurrección (v. 25). El no sólo es la vida, sino también la resurrección. La resurrección es la vida que ha sido probada, aun por la muerte. La muerte es lo más fuerte de todo el universo después de Dios, pero aún así ella no puede retener la vida de resurrección. Cristo es la resurrección y la vida.

  En el capítulo doce Cristo es el grano de trigo (v. 24). Si un grano de trigo se siembra en la tierra, muere y luego crece llegando a ser así los muchos granos. Su muerte liberó la vida divina que estaba escondida en El (Jn. 1:4). En el capítulo trece tenemos el significado del lavamiento de los pies de los discípulos por parte del Señor (v. 5). Es como el lavacro que estaba en el atrio del tabernáculo (Ex. 30:18-21), donde los sacerdotes se lavaban, limpiándose de toda contaminación terrenal. El lavamiento de los pies en el capítulo trece indica que hasta este capítulo, se trata sólo de lo que está en el atrio; todavía no se ha abarcado lo que está en el Lugar Santo ni en el Lugar Santísimo. Sólo al llegar al capítulo catorce, después de experimentar el lavacro, entramos en el Lugar Santo.

  En el capítulo catorce Cristo es el Padre (vs. 9-11) y el Espíritu (vs. 16-18). El Señor Jesús es la corporificación y la expresión del Padre, y como el Espíritu, el Hijo es revelado y hecho real en nosotros. El Padre es la plenitud del Hijo, y toda la plenitud de la Deidad mora en El corporalmente (Col. 2:9). El Padre como la plenitud y la realidad mora en el Hijo, y el Hijo ahora es el Espíritu. El Espíritu es la trasmisión del Dios Triuno, como lo revela 2 Corintios 13:14, donde dice: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros”. La comunión del Espíritu es el Espíritu mismo como la trasmisión de la gracia del Señor junto con el amor de Dios, lo cual tiene como fin nuestra participación.

  En el capítulo quince Cristo es la gran vid universal. En el capítulo dieciséis tenemos al Espíritu (vs. 7, 13-15) y al niño recién nacido (v. 21). Cristo es este niño. El es el primogénito de entre los muertos (Col. 1:18), el primogénito de los recién nacidos. El es el Hijo primogénito de Dios producido en la resurrección (Hch. 13:33; He. 1:5; Ro. 1:4).

  En la Nueva Jerusalén tenemos la respuesta y la realización de la oración que el Señor hizo en el capítulo diecisiete con respecto a la unidad divina. Juan 17:23 dice: “Yo en ellos, y Tú en Mí, para que sean perfeccionados en unidad”. Los creyentes han de ser perfeccionados en uno en el Dios Triuno para poder ser perfectos. El edificio universal, la mezcla del Dios Triuno con todos los creyentes, es la Nueva Jerusalén, la cual es la respuesta a la oración de Juan 17. En la Nueva Jerusalén todos los creyentes serán perfeccionados como uno solo en el Dios Triuno. En el capítulo dieciocho Cristo es el verdadero Cordero que fue juzgado, Aquel que llevó sobre Sí el juicio universal. El era el verdadero Cordero pascual examinado cuatro días antes de ser muerto (véase Mr. 12:37 y la nota 371, Versión Recobro; Ex. 12:3-6).

  En el capítulo diecinueve tenemos la cruz con la sangre y el agua (vs. 17, 34), y en el capítulo veinte, el aliento de vida. El Señor Jesús sopló en los discípulos y dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22). En el capítulo veintiuno hay peces y corderos. Junto con los peces también tenemos el pan para comer (vs. 9, 13). No necesitamos pescar; el Señor ya tiene los peces (vs. 5, 9, y la nota 91, Versión Recobro). Después de saciarnos, tenemos que cuidar a los corderitos (vs. 15-17). Estos son los aspectos de Cristo como corporificación de Dios presentados en el Evangelio de Juan para nuestro disfrute.

LA MAXIMA CONSUMACION DEL DISFRUTE QUE TENEMOS DE DIOS

  Las Escrituras en su totalidad revelan solamente a Dios, al Dios Triuno, el Padre en el Hijo como el Espíritu. Este Dios Triuno maravilloso se nos ofreció como nuestro disfrute en muchos aspectos. Este disfrute comienza con el Cordero y tiene su plena consumación en el templo. Finalmente, el templo se agranda y llega a ser una ciudad, la Nueva Jerusalén, donde Dios mismo es el templo (Ap. 21:22). En 1 Samuel (1:9; 3:3) el tabernáculo que estaba en Silo se llamaba el templo antes de que el templo fuese edificado por Salomón. Por lo tanto, el tabernáculo es el templo. La Nueva Jerusalén es llamada el tabernáculo de Dios (Ap. 21:3). Nosotros somos el tabernáculo de Dios donde puede morar, y El es nuestro templo donde nosotros podemos morar. Esta ciudad es una morada mutua donde moran Dios y Su pueblo escogido y redimido. La Nueva Jerusalén es el clímax del disfrute que tenemos del Dios Triuno; allí le disfrutaremos al máximo.

  Necesitamos recibir la visión celestial de que Dios es el árbol de la vida y que como tal, le podemos disfrutar. Todos los aspectos de lo que es Cristo en el libro de Juan son producidos por el árbol de la vida. Si leemos las Escrituras otra vez para descubrir cuáles son los aspectos en que podemos disfrutar a Dios, la Biblia llegará a ser nueva para nosotros. Será un libro de vida, en vez de un libro de conocimiento. Muchos consideran la Biblia como un libro de conocimiento, pero nosotros tenemos que cambiar el concepto que tenemos sobre este libro. La Biblia es un libro de vida. El Dios Triuno maravilloso es nuestro disfrute en muchos aspectos revelados en las Escrituras.

  En la Nueva Jerusalén todavía tendremos al Cordero (Ap. 22:1). El Cordero es el centro de la ciudad y su templo (21:22). En el cielo nuevo y la tierra nueva el templo de Dios será agrandado y así llegará a ser una ciudad. De nuevo vemos al Cordero y el templo. El Cordero es la lámpara, y dentro de El está Dios como luz. El Cordero como lámpara resplandece con Dios como luz para iluminar la ciudad con la gloria de Dios, la expresión de la luz divina. Dios como luz en Cristo resplandece como vida para fluir como agua viva, como el Espíritu. En los dos lados del río de agua de vida, está el árbol de la vida (Ap. 22:2), el cual sirve como nutrición para los redimidos, como su suministro de vida. El Padre es la verdadera fuente de la luz (1 Jn 1:5; Ap. 22:5), Aquel que habita en luz inaccesible (1 Ti. 6:16). El Espíritu Santo es representado por el fluir del agua viva, el agua de la vida (Jn. 7:38-39). Junto con el fluir del agua viva está el árbol de la vida, el cual simboliza a Cristo el Hijo (Jn. 1:4; 15:1). De esta manera, el Dios Triuno es el propio contenido de este edificio universal y así Sus redimidos le disfrutan al máximo. El libro de Génesis nos muestra el origen del árbol de la vida, y el libro de Apocalipsis nos da la consumación. Entre los dos extremos está el Evangelio de Juan. Los aspectos principales mencionados en los dos extremos de la Biblia, tales como el Cordero, el templo y el árbol de la vida, también se mencionan en el Evangelio de Juan (1:29; 2:19, 21; 15:1).

LA MANERA DE DISFRUTAR A CRISTO

  El punto crucial es éste: necesitamos disfrutar a esta Persona maravillosa en Sus muchos aspectos. Dios el Padre está en el Hijo (Jn. 14:10, 11), y Dios el Hijo es el Espíritu (2 Co. 3:17; 1 Co. 15:45). Debemos darnos cuenta de que no sólo Dios es Espíritu (Jn. 4:24), sino que todo lo que Dios es, lo que ha logrado y realizado, se forja en el Espíritu. Después de la resurrección y la ascensión de Cristo, Dios hizo muchas cosas; por lo tanto, Dios tiene muchos logros. Realizó la creación, la encarnación, el vivir humano, la crucifixión, la resurrección y la ascensión. Todo lo que El es y tiene, todo lo que ha logrado y realizado, ha sido puesto en este Espíritu.

  Ahora El es este Espíritu maravilloso y profundo, el cual es semejante al soplo (Jn. 20:22). En Juan 20 fue cumplido todo lo relacionado con la promesa del Espíritu Santo como Consolador; así que el Señor Jesús vino a los discípulos, sopló en ellos y les dijo: “Recibid el Espíritu Santo” (v. 22). El Espíritu Santo todo-inclusivo y profundo es como el soplo. Todo lo que Dios es, todo lo que ha realizado y todo lo que ha logrado está en este Espíritu, este aliento. El Espíritu es como el aire; es muy aplicable, está disponible y cercano y es muy precioso. Debido a que El es el aire, Romanos 10:13 dice: “Todo aquel que invoque el nombre del Señor, será salvo”. Por lo tanto, los incrédulos que han de recibir a Cristo no necesitan ir a los cielos para traer abajo a Cristo (v. 6) ni al abismo para hacerle subir (v. 7). Esto se debe a que Cristo, la Palabra viviente, está cerca de ellos, en su boca y en su corazón (v. 8). Si usaran de su boca para invocar: “Señor Jesús”, Cristo como aliento todo-inclusivo entraría en ellos.

  Según el Evangelio de Juan, este Espíritu divino maravilloso entró en nuestro espíritu humano (Jn. 3:6) cuando le recibimos. Por lo tanto, 1 Corintios 6:17 dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con El”, y Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu”. Puesto que Dios es Espíritu (Jn. 4:24) y ahora está en nuestro espíritu (2 Ti. 4:22), debemos adorarle en espíritu y en realidad.

  ¡Cristo está en nosotros en muchos aspectos! El primer aspecto es el Cordero, aquel que nos redime. El último es el edificio, el templo, el cual es agrandado hasta ser una ciudad. Sin embargo, la clave de experimentar a Cristo es que El es el Espíritu que está en nosotros. Juan 4 nos dice que hay un manantial en aquel que bebe el agua que el Señor le da. Juan 7 nos dice que correrán ríos de agua viva del ser interior de quien cree en el Señor Jesús (v. 39). Muchos ríos de agua viva correrán de nuestro espíritu, nuestro ser interior. Antes pensaba que el Señor haría que el agua entrara en mí, pero el Señor salta en nosotros y brota de nosotros porque El ya está en nosotros. Es una pequeña necesidad que El entre en nosotros, pero es muy necesario que fluya de nosotros. ¿Por qué entonces no puede fluir? Usted y yo somos el problema. Por consiguiente, necesitamos abrirnos al Señor.

  El Espíritu divino está en nosotros impartiéndonos energía, dándonos poder, fortaleciéndonos y aun molestándonos. Por medio de la redención de Cristo, por Su sangre, fuimos limpiados y purificados a fin de poder cumplir Su propósito de morar en nosotros. El ahora mora en nuestro espíritu. Todo lo que el Dios Triuno es y todo lo que ha logrado y realizado está en nuestro espíritu. Ahora debemos aprender a abrirnos a El, dándonos cuenta de que El lo es todo en nosotros. Nunca podemos agotar lo que El es dentro de nosotros. El es el gran Yo soy (Jn. 8:24, 28, 58). Todo lo que necesitamos, El es.

  No es necesario que el esposo ore: “Señor, ayúdame con mi querida esposa. No sé cómo tratarla”. Simplemente aprendamos a abrirnos a El diciendo: “Señor, simplemente me abro a Ti. Una vez más, tengo la oportunidad de abrirte mi ser”. A veces le es difícil al Señor hacer que usted se abra en lo más recóndito de su ser. Por eso, El le da a usted la esposa apropiada para ayudarle a abrirse a El. El es el gran Yo soy. El es la respuesta. El satisfará la necesidad de usted. Si usted se abre a El, sabrá cómo tratar a su esposa, no simplemente con el conocimiento mental, sino según la vida interior. Desde su interior, usted sabrá cómo tratar a su esposa de la debida manera, o sea, de una manera divina y celestial, de modo que usted crezca en el Señor.

  Puesto que el Señor está en usted, es necesario que usted aprenda a abrir su ser a El. Cuando se abra a El, El fluirá. Hemos estorbado al Señor mucho y hasta le hemos encarcelado. Prestamos atención a cosas fuera del Señor. Tal vez usted ore: “Señor, corrige a mi querida esposa, cambia su actitud, y dile que está equivocada”. No se debe orar así. Bajo la soberanía del Señor, la esposa de un hombre puede ayudarle a abrirse al Señor. Cuando usted se abra, los ríos de agua viva, tales como el río de vida, el río de amor, el río de sabiduría, el río de humildad, el río de misericordia, y el río de paciencia, correrán del interior de usted para regarlo a usted y a otros. Esto es lo que produce el disfrute del árbol de la vida.

  En Génesis 2 tenemos el árbol de la vida y el fluir del río (vs. 9-10). Cuando realmente disfrutemos al Señor como el árbol de la vida, algo se producirá. Algo saldrá de nosotros como una corriente para ministrar algo del Señor mismo a otros. Este fluir saciará la sed de otros, les alimentará, les iluminará o les fortalecerá. Esta es la debida manera de vivir en esta tierra como testimonio de Jesús. Esto es lo que el Señor necesita hoy en día. El no necesita una religión llena de enseñanzas, prácticas y dones; necesita que la vida fluya desde nuestro interior. Debemos entender lo que El es y donde está. El es el Espíritu maravilloso, rico y todo-inclusivo, y está en nuestro espíritu. El espera que nos abramos a El. No debemos confiar en nosotros mismos ni tratar de hacer algo por nuestros propios esfuerzos. Hay una sola lección que debemos aprender: necesitamos abrirnos al Señor. Entonces El brotará; saltará de nuestro interior. Como resultado, tendremos los ríos de agua viva que corren de nosotros todo el tiempo. Este es el producto, el resultado, de disfrutar a Dios como el árbol de la vida todo-inclusivo.

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