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Mensajes del libro «Aspecto orgánico de la obra salvadora de Dios, El»
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CAPITULO CINCO

LA CONFORMACION Y LA GLORIFICACION

  Lectura bíblica: Ro. 8:29; Fil. 3:10; 1:19-21a; 1 Jn. 3:2; Ro. 8:30; He. 2:10; 1 P. 5:10; 1 Ts. 2:12; Ro. 8:23; Ef. 4:30

BOSQUEJO

  1. En la consumación de la economía divina.
  2. La conformación—Ro. 8:29:
    1. La conformación es la culminación de la transformación en vida que experimentan los creyentes.
    2. La conformación se refiere a ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios:
      1. El Hijo primogénito de Dios es Cristo como el Dios-hombre.
      2. Ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios significa que los creyentes llegan a la madurez en vida como Dios-hombres:
        1. Son conformados a la muerte de Cristo en todo por el poder de Su resurrección—Fil. 3:10.
        2. Viven a Cristo para magnificarlo mediante la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo (es decir, el Dios-hombre)—Fil. 1:19-21a.
        3. Los creyentes llegan a ser las réplicas del Dios-hombre, Cristo, a fin de ser exactamente iguales a El, el Hijo primogénito de Dios—1 Jn. 3:2.
  3. La glorificación—Ro. 8:30:
    1. La glorificación consiste en que los creyentes difunden la gloria de Cristo al crecer hasta llegar a la madurez en la vida de Cristo.
    2. También significa que entran en la gloria de Dios—He. 2:10; 1 P. 5:10; 1 Ts. 2:12.
    3. Esto también equivale a que disfruten la redención de su cuerpo—Ro. 8:23; Ef. 4:30.
    4. Esto también es la máxima consumación de la plena obra salvadora de Dios llevada a cabo en los creyentes.
    5. La consumación final de la obra salvadora completa de Dios es la Nueva Jerusalén: la cristalización de la unión y la mezcla de Dios con el hombre, esto es, el Dios Triuno procesado y consumado con Sus elegidos tripartitos, regenerados, transformados, conformados y glorificados.
  4. La interrelación de la redención judicial de Dios y Su salvación orgánica:
    1. La redención judicial que Dios efectúa hace aptos a los creyentes y los lleva a la posición desde la cual pueden disfrutar la salvación orgánica que El realiza, y entrar en la gracia elevada de Dios para que se cumpla la economía eterna de Dios, lo cual conduce a Su propósito final.
    2. En el aspecto judicial, la iglesia de Dios, la cual El redimió y adquirió con Su propia sangre (Hch. 20:28), fue producida por la redención judicial. Por otro lado, en el aspecto orgánico, la iglesia de Dios es constituida en la vida divina por aquellos a quienes Dios regeneró. El aspecto orgánico produce el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23).
    3. Es necesario que la salvación orgánica que Dios efectúa se mantenga constantemente por medio de Su redención judicial:
      1. Cuando la comunión que tienen los creyentes con Dios se interrumpe por causa de los pecados de ellos, es restaurada mediante la sangre redentora de Cristo—1 Jn. 1:6-7.
      2. Cuando se presenta ante Dios una acusación en contra de los creyentes por haber pecado éstos, Cristo el Redentor, en calidad de abogado de ellos se encarga del caso de ellos en los cielos delante de Dios—1 Jn. 2:1-2.
    4. La transfiguración final que se opera en el cuerpo de los creyentes para que entren en la gloria de Dios es la redención de su cuerpo (Ef. 4:30; Ro. 8:23), lo cual implica la presencia del elemento redentor, porque independientemente de cuán espirituales sean o cuánta renovación o transformación tengan, el cuerpo de ellos todavía pertenece a la vieja creación. Por consiguiente, siguen necesitando la redención judicial de Dios a fin de recibir la salvación orgánica y ser transfigurados para entrar en la gloria (Fil. 3:21; Ro. 8:30).
    5. La redención judicial que Dios realiza como procedimiento, no tiene ninguna finalidad si no está presente Su salvación orgánica. El único fin de dicha obra es redimir a los pecadores, otorgarles el perdón de los pecados, hacerlos justos y justificarlos delante de Dios, pero este propósito no es muy claro para la mayoría de creyentes, quienes erróneamente piensan que fueron regenerados con el fin de ir al cielo, y no se dan cuenta de que, según la revelación de las santas Escrituras, la redención judicial que Dios lleva a cabo como procedimiento tiene la finalidad de lograr la salvación orgánica, la cual consiste en regenerarnos, pastorearnos, santificarnos en nuestro modo de ser, renovarnos, transformarnos y edificarnos como Cuerpo de Cristo. Este Cuerpo es la máxima consumación de la Nueva Jerusalén, que es el propósito final de la salvación orgánica que Dios efectúa y el agrandamiento y la expresión Suyos por la eternidad.

  En los mensajes anteriores abarcamos la regeneración, el pastoreo, la santificación, la renovación, la transformación y la edificación. En la regeneración tenemos la vida de Dios puesta en nosotros además de nuestra vida. Después de la regeneración, todavía necesitamos que Dios nos pastoree en la vida. Además, necesitamos ser santificados en nuestra manera de ser al dejar que Dios cambie nuestro ser peculiar con Su naturaleza santa como elemento. El hombre creado por Dios era recto, honesto y no torcido, pero después de la caída, el hombre llegó a ser engañoso, deshonesto y distorsionado. Entre nosotros hay muchas parejas que han estado casadas por muchos años, pero, ¿existen un esposo y una esposa que nunca hayan mentido el uno al otro? Los esposos siempre afirman ser fieles y honestos para con su esposa, pero Dios sabe que muchas veces se relacionan con su esposa de modo engañoso para sacar ventaja y para que su esposa sufra pérdida. Nosotros los seres caídos somos corruptos por nacimiento. Por tanto, necesitamos que la obra santificadora de Dios nos cambie en nuestro modo de ser.

  Además, necesitamos ser renovados. La renovación mencionada en las Escrituras significa que la esencia divina se añade a nuestro ser. La renovación está estrechamente relacionada con cambiar nuestra mente. En 2 Corintios 3 Pablo dijo que el antiguo pacto era de la letra y no tenía vida, pero nosotros como ministros del nuevo pacto somos ministros no de la letra sino del Espíritu (v. 6). Los judíos apreciaban la ley mosaica según la letra, así que su corazón se apartó de Dios. Cuando se apartaron así de Dios para vivir y andar conforme a la ley mosaica en la letra, capa tras capa de velos fueron puestos sobre su corazón. Los judíos habían recibido las enseñanzas tradicionales de sus antepasados por generaciones, así que su mente estaba fija, formada y difícil de alterar. Lo mismo es cierto en cuanto a los cristianos viejos del cristianismo actual. Su corazón se debe volver al Señor para que los velos que les cubren les sean quitados. Por consiguiente, en 2 Corintios 3:16 Pablo dice: “Pero cuando su corazón se vuelve al Señor, el velo es quitado”.

  Cuando nuestro corazón se aparta del Señor y acude a otras cosas, esas cosas llegan a ser capas de velos que nos cubren. Hoy las diferentes escuelas teológicas tienen sus prejuicios. Existe una sola Biblia, pero todos la leen de diferentes maneras. Por ejemplo, en general, los que enseñan en cuanto a la Trinidad en la teología piensan que el Padre es el Padre, el Hijo es el Hijo y el Espíritu es el Espíritu. En su concepto, el Padre, el Hijo y el Espíritu están separados. Muchos insisten en el concepto tradicional, así que no pueden ver la verdad pura de la Biblia. Otro ejemplo está relacionado con el espíritu humano. Muchas personas nunca han visto que el hombre tiene un espíritu. Pero hay por lo menos tres porciones de las Escrituras que hacen referencia tanto al Espíritu de Dios como al espíritu del hombre. Primero, Juan 4:24 dice que Dios es Espíritu y que los que le adoran tienen que adorar en espíritu (el espíritu humano). En segundo lugar, Juan 3:6 dice que lo que es nacido del Espíritu (el Espíritu de Dios) es espíritu (el espíritu del hombre). En tercer lugar, Romanos 8:16 dice que el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Si tenemos una mente renovada, podemos ver claramente en estos tres pasajes que dentro de nosotros tenemos un espíritu humano.

  Temo que después de escuchar los mensajes durante tres o cuatro días, algunos de los que están aquí todavía tengan velos en su interior. La Biblia dice que uno es renovado en el espíritu de la mente (Ef. 4:23). Usted podrá ser renovado sólo cuando su espíritu llegue a ser el espíritu de su mente. Esto significa que su mente podrá ser renovada sólo cuando el espíritu se haya extendido a ella. Si su mente está llena de usted mismo, usted no puede ser renovado. En 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho ... el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Este versículo se refiere claramente a Cristo como Espíritu, pero si usted insiste en no creer, no hay remedio. Necesita poner a un lado aquello en lo que insiste y abrirse al Señor. El Señor le dirá: “Hijo, Mi palabra dice que Yo soy Espíritu, así que tú también debes decir que Yo soy Espíritu”. Si recibe la palabra del Señor de este modo, su mente será renovada.

  Necesitamos no sólo ser renovados sino también transformados. La transformación está íntimamente relacionada con la vida divina que obra en nosotros metabólicamente para que seamos transformados no sólo en nuestro modo interior de ser sino también en nuestra imagen exterior, es decir, para que seamos transformados en la imagen del Señor. Después de la transformación, todavía necesitamos ser edificados. Necesitamos ser unidos y entrelazados en la vida divina por causa de la edificación del Cuerpo de Cristo, lo cual tendrá su consumación en la edificación de la Nueva Jerusalén.

LA CONFORMACION

  En este mensaje abarcaremos la conformación y la glorificación. No es fácil presentar estas verdades. Augustín dijo que tratar de comprender al Dios Triuno, es como tratar de medir el océano con un cucharón. Esto es cierto. Del mismo modo que la verdad en cuanto al Dios Triuno es profunda, así es la verdad en cuanto a la conformación. Necesitamos ser no sólo transformados y edificados, sino también conformados.

Ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios

  ¿A quién o a qué debemos ser conformados? ¿Debemos ser conformados a la imagen de los chinos o los estadounidenses o los japoneses? Debemos ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. Romanos 8:29 dice: “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de Su Hijo, para que El sea el Primogénito entre muchos hermanos”. Dios nos predestinó para que fuésemos hechos conforme a la imagen de Su Hijo a fin de que Su Hijo fuera el Primogénito entre Sus muchos hijos.

El Hijo primogénito de Dios es Cristo, el Dios-hombre

  En cuanto al Hijo de Dios, existe una pregunta muy difícil de resolver en la teología, a saber: ¿Cuántos hijos tiene Dios? Hebreos 12:23 menciona la iglesia de los primogénitos. Estos primogénitos se refieren a nosotros, los santos. Pero, ¿cómo podemos decir que los santos sean los hijos primogénitos? Jacobo 1:18 dice que Dios “nos engendró por la palabra de verdad, para que seamos en cierto modo primicias de Sus criaturas”. Nosotros, los que constituimos la iglesia, somos las primicias de las criaturas de Dios. Decir que las primicias se refieran a los hijos primogénitos es cierto en un sentido. El día vendrá cuando tanto los gentiles como los judíos adorarán a Dios. Aunque todavía no existe esa situación, hoy nosotros los creyentes debemos ser los primeros en adorar a Dios. Por tanto, en este sentido somos los hijos primogénitos, las primicias de las criaturas de Dios.

  Por otro lado, Juan 1 dice que Cristo es el Hijo unigénito de Dios (v. 18), mientras que Romanos 8 dice que Cristo sería el Primogénito entre muchos hermanos (v. 29). Cristo fue el Hijo unigénito de Dios, y luego fue hecho el Hijo primogénito de Dios con muchos hermanos. Así que Cristo, como Hijo de Dios, tiene dos condiciones que son: es el Hijo unigénito y es el Hijo primogénito. ¿Cuál es la diferencia entre el Hijo unigénito de Dios y Su Hijo primogénito? El Hijo unigénito de Dios tiene divinidad pero no humanidad, mientras que el Hijo primogénito de Dios tiene tanto divinidad como humanidad. Cuando Dios se hizo carne, introdujo lo divino en lo humano; cuando el Señor resucitó, introdujo lo humano en lo divino, es decir, mezcló humanidad con divinidad. Cuando lo humano fue mezclado con lo divino se produjo la segunda condición del Hijo de Dios, o sea, el Hijo primogénito de Dios.

  En la eternidad el Señor era el Hijo unigénito de Dios. En el tiempo fue hecho carne como hombre, pero todavía no era el Hijo primogénito de Dios. ¿Cuando llegó a ser el Hijo primogénito de Dios? Romanos 1:3-4 dice: “Acerca de Su Hijo, que era del linaje de David según la carne, que fue designado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos, Jesucristo nuestro Señor”. La palabra “según” aparece dos veces en estos versículos: según la carne, El es del linaje de David, es un hombre; según el Espíritu de santidad, es el Hijo de Dios. Fue designado Hijo de Dios con poder según el Espíritu de santidad por la resurrección de entre los muertos.

  ¿Cuándo fue designado y cómo fue designado? Esto requiere una explicación. En 1 Pedro 3:18 dice: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el Justo por los injustos, para llevaros a Dios, siendo muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu”. Este versículo nos dice que después de morir en la carne, Cristo todavía estaba activo en Su Espíritu. ¿Qué estaba haciendo? En Juan 12:24 el Señor dijo que era el grano de trigo que lleva mucho fruto al caer en la tierra y morir. Cuando un grano de trigo cae en la tierra, su cáscara exterior muere y se descompone, pero la vida interior se activa. El grano por un lado muere, y por otro vive. Cuando el grano muere, esta muerte da a la vida interior la oportunidad de actuar para llevar brotes tiernos. Esta es la resurrección. Cuando el Señor fue sepultado en la tumba, Su carne, la humanidad que estaba en El, murió. Pero Su divinidad, el Espíritu de santidad, tuvo una gran oportunidad de obrar. Primero levantó la humanidad de Cristo. Al mismo tiempo elevó la humanidad de Jesús a la divinidad. En ese momento Dios dijo: “Mi Hijo eres Tú, Yo te he engendrado hoy” (Hch. 13:33). Aquí, “hoy” se refiere al día de la resurrección del Señor. Por tanto, cuando el Espíritu de santidad elevó la humanidad de Cristo y levantó Su carne Dios dijo: “Yo te he engendrado hoy”. De ese momento en adelante, El fue el Hijo primogénito de Dios.

  Puesto que El es el Hijo primogénito, deben de existir también los hermanos. De otro modo, ¿cómo podría llamarse el Primogénito? Nosotros los salvos somos Sus hermanos. En realidad, nosotros y El como Hijo primogénito nacimos en el mismo parto. Nacimos en Su resurrección. En 1 Pedro 1:3 dice que cuando Cristo resucitó, es decir, en Su resurrección, Dios nos regeneró a todos. Usted no debe pensar que fue regenerado hace dos meses, ni que fue regenerado hace sesenta y siete años. Fue regenerado hace dos mil años al resucitar junto con Cristo. Algunos tal vez no puedan aceptar esto. Una vez más, esto es un problema de la mente. Dios tiene Su calendario y usted tiene el suyo; los dos calendarios tienen diferentes maneras de contar. Necesitamos aceptar la manera en que Dios cuenta. Según lo que El cuenta, nos escogió antes de la fundación del mundo (Ef. 1:4); además, Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo, es decir, desde la creación de los cielos y la tierra (Ap. 13:8). Según la manera en que Dios reconoce las cosas, cuando Cristo resucitó, o sea, hace unos dos mil años, resucitamos con El y fuimos regenerados (1 P. 1:3).

  Después de la regeneración, llegamos a ser hijos de Dios, Sus muchos hijos, y somos los muchos hermanos de Cristo. Pero, todavía necesitamos ser conformados a la imagen del Hijo de Dios. Debemos ser conformados no al Hijo unigénito de Dios sino a Su Hijo primogénito porque Su Hijo unigénito no tiene humanidad, pero Su Hijo primogénito tiene tanto divinidad como humanidad. ¿Por qué todavía tenemos que ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios después de ser regenerados como hijos de Dios? Aunque fuimos regenerados como hijos de Dios, todavía no parecemos hijos de Dios. Tal vez esta mañana algunos esposos y esposas discutieron, y después de hacerlo vinieron a la reunión. Por tanto, necesitamos ser conformados a la imagen del Hijo de Dios para que El sea el Primogénito entre muchos hermanos. Actualmente en los Estados Unidos unos ciento veinte millones de personas, que equivale a la mitad de la población, son protestantes y católicos. Pero adondequiera que vaya usted hoy, al observar, ¿puede discernir quién es cristiano? Si escucha la conversación de las personas en las oficinas, especialmente los lunes, se trata del lugar adonde fueron a bailar o adonde fueron para disfrutar de placeres durante el fin de semana, y dicen muchas cosas inmundas. Muchos entre ellos son cristianos, pero no han sido conformados a la imagen de Cristo. Por consiguiente, necesitamos urgentemente ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios. Ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios equivale a expresar Su imagen en nuestra vida. Cuando expresemos Su imagen en nuestra vida, el mundo verá a Cristo como Primogénito de Dios porque todos Sus hermanos serán manifestados allí.

Ser conformados a la muerte del Señor

  ¿Cómo podemos ser conformados a la imagen del Primogénito de Dios? Para saber cómo ser conformados a la imagen del Primogénito de Dios, debemos entender cómo vivió El en la tierra. El Hijo primogénito de Dios es tanto el Hijo de Dios como el Hijo del Hombre. El es el Dios-hombre y llevó la vida del hombre en la tierra. La vida que llevó en la tierra era la vida que Dios quería que el hombre llevara cuando lo creó. Después de la caída, el hombre no podía llevar la vida que Dios quería que llevara. Por tanto, el Hijo unigénito de Dios vino como Hijo del Hombre. En los cuatro evangelios, desde el principio hasta el fin, el Señor se llamó el Hijo del Hombre (Mt. 8:20; 26:64); vivió como hombre en la tierra. Vivió como hombre diariamente bajo la sombra de la cruz, negándose y crucificándose cada día. Le dijo a la gente que ninguna palabra que El habló la dijo por Sí mismo y nada de lo que hizo lo hizo por Su propio deseo (Jn. 8:28-29; 14:10). El habló y obró según la voluntad de Su Padre. Al hacer esto cumplió lo que Dios requería judicialmente. Por eso estaba calificado para morir por nosotros en la cruz. En Su vida humana sobre la tierra durante treinta y tres años y medio, el Señor Jesús fue puesto a prueba y examinado por Dios. Finalmente, según el justo requisito judicial de Dios, estaba facultado para ir a la cruz a fin de llevar nuestros pecados y morir por nosotros. Dios lo consideró un pecador, incluso lo consideró pecado (2 Co. 5:21), y lo condenó en la cruz. Su muerte fue un asunto totalmente judicial por el cual cumplía los justos requisitos judiciales de Dios. Esto es lo que hizo como Hijo del Hombre. La vida crucificada que llevó en la tierra como Hijo del Hombre llegó a ser un molde; nosotros debemos ser conformados a este molde (Fil. 3:10b).

  Hoy día nosotros los salvos somos iguales a El. Según la carne, somos hijos de Adán; también podemos decir que según el Espíritu de santidad, somos hijos de Dios. Pero todavía no vivimos como hijos de Dios. Vivir como hijo de Dios o no depende de si uno vive bajo la sombra de la muerte. ¿Ha muerto a sí mismo al relacionarse con su esposa, su esposo, sus hijos u otra persona? Sacrificarnos, permanecer en la cruz, morir a nosotros mismos, equivale a ser conformados a la muerte del Señor. Cuando seamos conformados a Su muerte, el Espíritu obrará en nosotros. Esto es semejante al grano de trigo que cae en la tierra y muerte; la cáscara exterior se descompone, pero la vida interior empieza a obrar. Esto se menciona en un himno: “Sólo así Su muerte obrando vida en mí saldrá a la luz. Muerte vida trae...” (Himnos, #297).

  Si queremos pasar por la experiencia de ser conformados a la imagen del Hijo de Dios, necesitamos ser conformados diariamente a Su muerte. Esto no es asunto de perseverancia. No necesitamos aprender a hacer lo posible por perseverar; necesitamos morir. Cuando su esposa lo irrita, cuanto más trate de perseverar, más problemas tendrá con el estómago. Lo que necesita no es perseverar sino morir. Tal vez usted diga que no sabe morir. Necesita orar sin cesar. Cuando su esposa cambia de expresión para con usted, ore al Señor. Si no puede orar exteriormente, ore en su corazón. Cuanto más ore, más sabrá cómo morir a sí mismo. Gracias al Señor porque los hermanos y las hermanas entre nosotros tienen más o menos esta clase de experiencia. Algunos tal vez no tengan mucha experiencia. Cuando uno llega a la casa feliz y se da cuenta de que la expresión de su esposa está cambiada, dirá: “Oh Señor, amén”. Pero cuando no está feliz, se opondrá a ella con una expresión cambiada o hasta empezará a pegarle. Esto no es ser hijo de Dios sino hijo de Adán, incluso hijo del diablo (1 Jn. 3:10). Nuestra vida llega a ser una expresión de los hijos del diablo. Si vivimos así, ¿cómo puede Cristo ser el Primogénito entre nosotros? Por tanto, necesitamos experimentar la conformación diaria en nuestro proceder.

  En resumen, la conformación es la consumación de la transformación en vida que los creyentes experimentan, y también es ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios, quien es Cristo como Dios-hombre. Ser conformados a la imagen del Hijo primogénito de Dios consiste en que los creyentes como Dios-hombres crezcan plenamente en la vida. Esto es ser conformados a Su muerte en todo por el poder de resurrección de Cristo (Fil. 3:10), y vivir a Cristo para magnificarlo por medio de la abundante suministración del Espíritu de Jesucristo, el Dios-hombre (Fil. 1:19-21a). Esto es ser las réplicas del Dios-hombre, Cristo, para ser exactamente como El, el Hijo primogénito de Dios (1 Jn. 3:2).

LA GLORIFICACION

  Ser glorificado es entrar en la gloria. Después de pasar por la regeneración, el pastoreo, la santificación de nuestro modo de ser, la renovación, la transformación, la edificación y la conformación a la imagen del Hijo primogénito de Dios, los creyentes son maduros y están calificados para ser arrebatados, y simplemente esperan el regreso del Señor. Cuando el Señor regrese, ellos entrarán en la gloria para disfrutar de la porción elevada de la filiación divina (Ro. 8:23). Por tanto, la glorificación es la extensión de la gloria de Cristo a partir de los creyentes al crecer ellos hasta llegar a la madurez en la vida de Cristo. Podemos decir que la glorificación es la manifestación de la gloria del Hijo primogénito de Dios desde nuestro interior, o que significa que entramos en la gloria (He. 2:10; 1 P. 5:10; 1 Ts. 2:12). Esta gloria es el Dios Triuno. Por consiguiente, entrar en la gloria es entrar en el Dios Triuno. Cuando todo nuestro ser entra en el Dios Triuno, somos glorificados. La glorificación también es el disfrute que los creyentes tienen de la redención de su cuerpo (Ro. 8:23; Ef. 4:30). Esto también es la máxima consumación de la obra salvadora completa que Dios efectúa en los creyentes. En ese momento, la obra orgánica de Dios se habrá terminado. La obra orgánica de Dios va de la regeneración a la glorificación, desde que Dios entra en el hombre hasta que éste es introducido de modo práctico en Dios. La regeneración significa que Dios entra en el hombre, mientras que la glorificación significa que el hombre entra en Dios. Por tanto, el hombre es totalmente mezclado y unido con Dios para expresar Su imagen. Esta es la glorificación. La máxima consumación de la obra salvadora completa de Dios es la Nueva Jerusalén: la cristalización de la unión y la mezcla de Dios con el hombre, es decir, el Dios Triuno procesado y consumado con Sus elegidos tripartitos, regenerados, transformados, conformados y glorificados.

La interrelación de la redención judicial de Dios y Su salvación orgánica

  Finalmente, queremos ver la interrelación que existe entre la obra redentora judicial de Dios y Su salvación orgánica. La obra redentora judicial de Dios y Su salvación orgánica tienen una relación estrecha. Cristo realizó la redención judicial en la tierra durante treinta y tres años y medio. El lleva a cabo la salvación orgánica desde Su resurrección y por la eternidad. La relación entre los dos consiste en que primero la redención judicial que Dios efectúa como procedimiento hace aptos a los creyentes y los lleva a la posición desde la cual pueden disfrutar la salvación orgánica que El realiza, y entrar en la gracia elevada de Dios para que se cumpla la economía eterna de Dios, lo cual conduce a Su propósito final.

  En segundo lugar, judicialmente la iglesia de Dios fue producida por medio de la obra redentora judicial de Dios. Sin esta redención, la iglesia no podría haber sido producida, porque Hechos 20:28 dice que Dios compró, redimió, Su iglesia por medio de Su propia sangre. Por otro lado, orgánicamente la iglesia de Dios está constituida del pueblo que Dios regeneró en la vida divina. El aspecto orgánico produce el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23).

  En tercer lugar, es necesario que nuestra experiencia de la salvación orgánica que Dios efectúa se mantenga constantemente por la redención judicial de Dios. Usted no debe decir que puesto que ha sido redimido judicialmente y por tanto ha entrado en la salvación orgánica, ya no tiene nada que ver con el aspecto judicial ni lo necesita. Esto no es cierto, pues todavía necesita la redención judicial efectuada de Dios. Es necesario que la salvación orgánica de Dios se mantenga constantemente por la redención judicial de Dios. Por ejemplo, cuando la comunión que tienen los creyentes con Dios se interrumpe por causa de sus pecados, esta necesita ser restaurada mediante la sangre redentora de Cristo. Por tanto, 1 Juan 1:6-9 dice que si pecamos, debemos confesar nuestros pecados delante de Dios y pedirle perdón; entonces Dios nos lavará de los pecados con la sangre de Cristo y restaurará nuestra comunión con El. Por consiguiente, en el sentido orgánico cuando nuestra comunión con Dios se interrumpe, esta tiene que ser restaurada por medio de la sangre redentora. Además, cuando se presenta ante Dios una acusación en contra de los creyentes por haber pecado éstos, Cristo el Redentor, en calidad de abogado de ellos tiene la responsabilidad de encargarse del caso de ellos en los cielos delante de Dios (1 Jn. 2:1-2). No debemos decir que puesto que estamos en la salvación orgánica ya no tenemos nada que ver con la redención. La redención sigue manteniéndonos porque es posible que a veces seamos débiles.

  En cuarto lugar, la transfiguración final que se opera en el cuerpo de los creyentes para que entren en la gloria de Dios es la redención de su cuerpo (Ef. 4:30: Ro. 8:23). ¿Por qué en aquel entonces nuestro cuerpo todavía necesitará ser redimido? En aquel entonces habremos sido transformados a la imagen del Señor y estaremos a punto de ser arrebatados a la gloria, así que, ¿por qué nuestro cuerpo todavía necesitará ser redimido? Porque independientemente de cuán espirituales sean los creyentes o cuánta renovación o transformación tengan, el cuerpo de ellos todavía pertenece a la vieja creación y por tanto siguen necesitando la redención judicial de Dios a fin de recibir la salvación orgánica y ser transfigurados para entrar en la gloria (Fil. 3:21; Ro. 8:30). Nuestro arrebatamiento y nuestra transfiguración para entrar en la gloria son asuntos orgánicos, pero nuestro cuerpo sigue necesitando ser redimido. Por consiguiente, todavía existe la necesidad de la redención del cuerpo.

  En quinto lugar, la redención judicial que Dios realiza como procedimiento, no tiene ninguna finalidad si no está presente Su salvación orgánica. El único fin de dicha obra es redimir a los pecadores, otorgarles el perdón de los pecados, hacerlos justos y justificarlos delante de Dios, pero este propósito no está muy claro para la mayoría de los creyentes, quienes erróneamente piensan que fueron regenerados con el fin de ir al cielo, y no se dan cuenta de que, según la revelación de las santas Escrituras, la redención judicial que Dios lleva a cabo como procedimiento tiene la finalidad de lograr la salvación orgánica, la cual consiste en regenerarnos, pastorearnos, santificarnos en nuestro modo de ser, renovarnos, transformarnos y edificarnos como Cuerpo de Cristo. Este Cuerpo es la máxima consumación de la Nueva Jerusalén, que es el propósito final de la salvación orgánica que Dios efectúa y Su agrandamiento y expresión por la eternidad.

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