
Lectura bíblica: Ap. 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21
En los primeros diez capítulos y medio de Génesis, Dios trataba con el hombre como la raza de Adán. Pero después de estos capítulos de la Biblia, Dios pasó a otro grupo de personas. Este segundo grupo de personas está compuesto de los descendientes de un solo padre, de Abraham. Dios pasó de la raza de Adán a la raza de Abraham. El trato de Dios con la raza de Abraham abarca casi todo el Antiguo Testamento, desde la mitad del capítulo 11 hasta el final de Malaquías. El Antiguo Testamento habla de la raza de Adán y de los descendientes físicos de Abraham. Ambos le fallaron a Dios, pero Dios jamás se desalentaría. El es el Poderoso y el Fiel. El tiene la capacidad de ser fiel para guardar Su economía.
En la economía neotestamentaria, Dios tuvo un cambio radical y trascendental de un grupo de personas a otro. El pasó de los descendientes de Abraham según la carne, a los descendientes de Abraham según el Espíritu. El libro de Génesis nos dice que Abraham tuvo dos clases de descendientes, quienes fueron comparados con el polvo de la tierra (13:16) y con las estrellas del cielo (15:5). Sus descendientes terrenales son como el polvo de la tierra, y nosotros, los creyentes de la era neotestamentaria, sus descendientes celestiales, somos como las estrellas del cielo. Por nacimiento natural, todos los judíos pertenecen a la descendencia física de Abraham. Luego todos los que creen en Cristo, sin importar la raza, son la descendencia espiritual de Abraham (Gá. 3:7, 29). Lamentablemente, la mayoría de los descendientes espirituales de Abraham también le fallaron a Dios. Así que, ¿a quién puede Dios recurrir para llevar a cabo Su propósito?
Al principio del último libro de la Biblia, el Señor Jesús como el Sumo Sacerdote que anda entre los candeleros de oro le hace un llamamiento a otro grupo de personas, los vencedores. En Apocalipsis 2 y 3, El dice siete veces: “Al que venciere” (Ap. 2:7, 11, 17, 26; 3:5, 12, 21). Esta es una llamada séptupla a nosotros, Sus creyentes, los descendientes espirituales de nuestro gran padre, Abraham. Cristo hace siete llamadas a los vencedores.
Los vencedores forman la cuarta raza. La primera raza era la de Adán, la segunda era la de Abraham según la carne, y la tercera también era de Abraham, pero lo era según el Espíritu. Con todo, hasta la raza espiritual de Abraham fracasa. En términos humanos, esto es muy desalentador, pero en términos divinos, nuestro Dios nunca se frustra ni se desalienta. ¡El es Dios! A pesar de lo que pase, El todavía permanece. No sólo permanece, sino que El es Aquel que presidió en el diluvio y que se sienta como Rey para siempre (Sal. 29:10). Debido a que El es una Persona así, El produce otra raza, una raza mejor, una raza superior, la raza que está por encima de todas las razas. ¡Esta raza final es la raza de vencedores!
Desde los tiempos de Adán hasta los tiempos de Abraham pasaron exactamente dos mil años. Después de los primeros dos mil años de historia de la humanidad, Dios cambió su trato de la raza de Adán a la raza de Abraham. Desde los tiempos de Abraham hasta los tiempos de Cristo, pasaron otros dos mil años. Ahora estamos en el Nuevo Testamento. La era neotestamentaria está llegando a dos mil años de historia. Así que, ha transcurrido dos mil años para la raza de Adán, dos mil años para la raza de Abraham según la carne y casi dos mil años para la raza de Abraham según el Espíritu. Lo que el Señor necesita es la raza de los vencedores para obtener la victoria sobre el caos satánico y triunfar en la economía divina.
El libro de Apocalipsis es un libro que trata de los vencedores. La raza de vencedores en este libro comienza en Apocalipsis 4 y continúa a lo largo de Apocalipsis 22. La raza de vencedores le provee a Dios el éxito para Su economía. Tenemos que considerar dónde estamos hoy día. ¿Estamos en Génesis 1—10 en la raza de Adán, o en lo restante del Antiguo Testamento en la raza de Abraham según la carne, o en el Nuevo Testamento, desde Mateo hasta Apocalipsis 3, en la raza de Abraham según el Espíritu? Podemos decir que estamos en el Nuevo Testamento, pero esto en sí mismo no es adecuado. Tenemos que estar en los últimos diecinueve capítulos de la Biblia, desde Apocalipsis 4 hasta 22, desde el trono hasta la Nueva Jerusalén.
Es necesario que seamos aquellos que pertenecen a la raza de vencedores. Si alguien nos preguntara qué clase de personas somos, deberíamos decir: “Yo soy de una raza que usted no conoce. Pertenezco a la raza de los vencedores”. Según la economía de Dios, solamente existen cuatro razas en la tierra: la raza de Adán, la raza de Abraham según la carne, la raza de Abraham según el Espíritu y la raza de los vencedores. Debemos declarar por fe que pertenecemos a la raza de los vencedores.
Ahora quisiera presentar una vista general de los veintidós capítulos del libro de Apocalipsis.
Los capítulos 2 y 3 presentan la condición práctica de las siete iglesias en la tierra. Los candeleros eran resplandecientes, brillantes, de oro puro y estaban en los cielos; pero en la tierra, la situación práctica de ellos como iglesias locales estaba llena de degradación.
La primera iglesia, Efeso, había perdido su primer amor por el Señor (2:4). Al parecer, ellos habían dejado de disfrutar al Señor como el árbol de vida, y el candelero estaba a punto de ser quitado (vs 5, 7).
La segunda iglesia, Esmirna, era muy buena, pero la persecución que los santos sufrieron a manos del imperio terrenal fue severa. Muchos de ellos murieron como mártires. El Señor les dijo que serían atribulados por “diez días” bajo la persecución del Imperio Romano (v. 10). El número diez denota plenitud. Diez días representan proféticamente los diez períodos de persecución que la iglesia sufrió bajo los emperadores romanos, a partir de Cesar Nerón en la segunda mitad del siglo primero y terminando con Constantino el Grande en la primera parte del siglo cuarto. El Señor no tuvo queja alguna de la iglesia sufrida. El los animó a que fueran fieles hasta la muerte a fin de poder darles la corona de la vida. En la segunda iglesia, no había caos por dentro, sino por fuera. El gobierno terrenal persiguió a la segunda iglesia a lo máximo.
La tercera iglesia, Pérgamo, llegó a ser una iglesia mundana, una iglesia que se casó con un marido cuyo nombre es el mundo. Esto se cumplió en los tiempos de Constantino. Satanás no pudo destruir la iglesia por medio de la persecución a manos del Imperio Romano en los primeros tres siglos, así que cambió de estrategia. Trató más bien de corromper la iglesia mediante la obra de Constantino de hacer que el cristianismo fuese la religión del estado durante la primera parte del siglo cuarto. Mediante los auspicios y la influencia política de Constantino, la iglesia se casó con el Imperio Romano, es decir, con el mundo. Puesto que la iglesia entró en unión con el mundo, ella moraba donde está el trono de Satanás (v. 13). Satanás, el príncipe de este mundo (Jn. 12:31), tiene su trono en el mundo, y la iglesia vino a ser uno con el mundo. En el caso de la iglesia mundana, hubo lugar para distintas enseñanzas, tales como la enseñanza de Balaam y la enseñanza de los nicolaítas (Ap. 2:14-15). La iglesia mundana perdió el disfrute escondido que tenía de Cristo como el maná escondido (v. 17). Así que, la iglesia se llenó del caos satánico, y Cristo la reprendió.
Con el paso del tiempo la iglesia se degradó más, pasando de ser mundana a ser romana, como se ve en el caso de la iglesia en Tiatira (v. 18). La Iglesia Católica Romana con la enseñanza de Jezabel (v. 20) se estableció como iglesia apóstata mediante el establecimiento del sistema papal universal en la última parte del siglo sexto. La Iglesia Católica Romana es tipificada por Jezabel, una profetisa autonombrada que presumía de que Dios la había autorizado para hablar por El. Sin embargo, la Biblia prohíbe que la mujer enseñe con autoridad. La Iglesia Católica Romana como mujer dice que tiene autoridad para enseñar. Aquellos que están en el catolicismo romano siguen lo que el papa dice, lo que la Iglesia dice, no lo que la Biblia dice, o sea lo que el Señor dice. El papa, en representación de la iglesia, es la autoridad suprema, en vez de serlo la santa Palabra o Dios mismo. No solamente se encuentra la corrupción diabólica en la Iglesia Católica, sino también las profundidades de Satanás, los profundos misterios satánicos, se enseñan ahí (v. 24). ¡Qué enorme caos existe en esta iglesia apóstata!
La quinta iglesia es la iglesia en Sardis. El Señor les dijo a aquellos de la iglesia en Sardis que tenían nombre de que vivían, pero que estaban muertos (3:1). Todo lo relacionado con esta iglesia estaba muerto o a punto de morir, y las obras de ellos no eran completas delante de Dios (v. 2). Esto describe a la iglesia de la época de la Reforma. Las iglesias protestantes, producto de la Reforma, representaban una muy buena reacción a la degradación del catolicismo; pero con el tiempo, ante los ojos de Dios, llegaron a estar muertas. La muerte denota la máxima debilidad. Las denominaciones protestantes están muertas o están a punto de morir. Según Apocalipsis 2 y 3, la Iglesia Católica es diabólica, satánica y hereje, y las iglesias protestantes están a punto de morir o están muertas. Es un hecho, conforme a las estadísticas, que últimamente muchas de las principales denominaciones han crecido muy poco o están perdiendo membresía.
La sexta iglesia es la iglesia en Filadelfia (v. 7). Los que estaban en esta iglesia guardaron la palabra del Señor, la cual es la palabra de Su perseverancia (vs. 8, 10). La palabra de la perseverancia del Señor es la palabra de Sus sufrimientos. A fin de guardar la palabra de Su perseverancia, tenemos que participar de Su rechazo y persecución. Los que estaban en Filadelfia conocían la Biblia, la Palabra de Dios, y la guardaban con toda perseverancia. Además, ellos no negaron el nombre de Cristo (v. 8). La iglesia protestante reformada niega el nombre del Señor al denominarse a sí misma, al ponerse muchos nombres, tales como Luterana, Wesleyana, Anglicana, Presbiteriana, Bautista, etc. La iglesia recobrada no toma ningún otro nombre que el de su Marido. Cristo apreció y valoró en gran manera a la iglesia en Filadelfia. No había caos en esa iglesia.
Sin embargo, la Filadelfia de ayer ha venido a ser la Laodicea de hoy. La principal característica de Laodicea es la tibieza (v. 16). Los de Laodicea tal vez amaban al Señor, pero no de modo absoluto. El Señor les dijo que debido a que eran tibios, El los vomitaría de Su boca. Ellos se jactaban de que eran ricos en el conocimiento de la verdad, pero no conocían su verdadera situación. No se daban cuenta de que eran desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos. El Señor también les dijo que El estaba fuera de la iglesia degradada y que tocaba a su puerta (v. 20). Si alguien abría la puerta, el Señor entraría y cenaría con él, y éste se sentaría con el Señor en Su trono en la era del reino.
Viendo las siete iglesias de Apocalipsis 2 y 3, podemos ver el caos en la situación práctica de la iglesia actual. Así que, tenemos la visión celestial de que Cristo está en medio de los candeleros de oro, como se describe en Apocalipsis 1, y la situación práctica terrenal de las iglesias locales en los capítulos 2 y 3.
Apocalipsis 4 nos muestra la escena alrededor del trono en los cielos. Pase lo que pase en la tierra, eso no afecta a Dios. El está por encima de la tierra, en los cielos; está en el trono. El rollo con los siete sellos estaba en la mano de Aquel que está sentado en el trono (5:1). Estos siete sellos son los siete secretos del universo, que son el misterio de la economía de Dios. El Cordero, Cristo, era digno de tomar el rollo de manos de Aquel que estaba en el trono y era digno de abrir sus sellos (vs. 7, 9).
Cristo ha abierto los primeros cuatro sellos, los cuales consisten en cuatro caballos y sus jinetes (6:1-8). El primer caballo representa el evangelio; el segundo representa la guerra; el tercero representa el hambre, y el cuarto representa la muerte. Desde que Cristo ascendió a los cielos y comenzó a abrir los siete sellos, el misterio de la economía de Dios, estos cuatro caballos han estado corriendo por la tierra. La predicación del evangelio, la guerra, el hambre y la muerte han estado corriendo en la tierra por casi dos mil años. Desde la ascensión de Cristo, han aumentado las guerras. Estas guerras han causado escasez de comida, y la guerra junto con la escasez de comida han producido enfermedad y muerte.
Cuando Cristo abrió el quinto sello, Juan vio un grupo de mártires bajo el altar, es decir, debajo de la tierra (v. 9). Estos mártires clamaban: “¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra sangre en los que moran en la tierra?” (v. 10). El Señor les dijo a estos mártires que “descansasen todavía un poco de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos” (v. 11). El clamor de los santos mártires debió de ocurrir cerca del final de esta era. Los consiervos y hermanos que han de ser muertos serán aquellos que mueran como mártires durante la gran tribulación (20:4).
El sexto sello, el cual marca el comienzo de las calamidades sobrenaturales, es la respuesta de Dios al clamor de los mártires del quinto sello y es una advertencia para los que moran en la tierra (6:12-17). El séptimo sello incluye muchas cosas negativas y positivas. El séptimo sello, el contenido total de las siete trompetas (8:1-2), incluye las calamidades sobrenaturales de las primeras cuatro trompetas (vs. 7-12). El séptimo sello también incluye los tres ayes de las últimas tres trompetas (8:13—9:21; 11:14-15a, 18, 19b).
En la séptima trompeta del séptimo sello tendrá lugar la guerra de Armagedón, donde el anticristo con todos sus ejércitos será derrotado (16:13-16; 19:11-21). El anticristo y el falso profeta serán entonces echados vivos al lago de fuego (19:20). La séptima trompeta también incluye la destrucción de la gran Babilonia en Apocalipsis 17 y 18. La Babilonia religiosa es tratada en el capítulo 17, y la Babilonia política en el capítulo 18. La Babilonia religiosa, la Iglesia Católica Romana, será destruida por el anticristo al principio de la gran tribulación debido a la oposición del anticristo contra toda clase de religión (14:8; 17:16). La Babilonia material, la ciudad de Roma, será abatida, destruida por Dios (16:19), al final de la gran tribulación (18:2).
Apocalipsis 19 nos dice que después de la destrucción de la Babilonia religiosa y la Babilonia material, tendrá lugar las bodas del Cordero y los vencedores. La raza de vencedores llegará a ser una novia colectiva para Cristo, el Cordero (Ap. 19:7-9). Tengo la esperanza de que todos nosotros seamos parte de esta novia colectiva. Apocalipsis 19 también nos dice que el Cristo vencedor descenderá de los cielos a la tierra con Sus ejércitos (vs. 11-14). La raza de vencedores, la novia recién casada, será el ejército vencedor del Novio. El Novio y Su novia vendrán a Armagedón para derrotar al anticristo y sus ejércitos. Ahí Cristo pisará el lagar del vino donde El destruye todas las fuerzas gentiles malignas del mundo (vs. 15-21).
Después de que el anticristo sea destruido, un ángel atará y encarcelará a Satanás en el abismo para que esté allí mil años (20:1-3). Durante mil años, la tierra estará libre de Satanás, y Cristo poseerá toda la tierra como Su reino (vs. 4-6). Al final del milenio, algunas de las naciones se amotinarán contra Cristo, pero descenderá fuego del cielo para devorar a los rebeldes (vs. 8-9). Después de mil años, el diablo será arrojado al lago de fuego (v. 10).
Luego el gran trono blanco será establecido para juzgar a los incrédulos que hayan muerto y a los demonios (vs. 11-15). Y junto con la muerte y el Hades, serán todos arrojados al lago de fuego. Esto limpiará todo el universo. El primer cielo y la primera tierra pasarán por fuego y serán renovados para llegar a ser el cielo nuevo y la tierra nueva (2 P. 3:10-13), a la cual vendrá la Nueva Jerusalén para ser la expresión eterna de Dios.
No deseamos ser cristianos derrotados; queremos cooperar con nuestro Dios para ser vencedores en esta era a fin de que El pueda lograr Su propósito. Nuestro eterno Dios nunca puede ser derrotado. El nunca se desanima. Finalmente, El obtendrá la Nueva Jerusalén en el reino milenario con los vencedores, y después, en el cielo nuevo y la tierra nueva, El tendrá la Nueva Jerusalén agrandada, la cual incluye a todos los salvos que habrán sido perfeccionados en el reino milenario. Entonces nosotros seremos el tabernáculo de Dios para que Dios more en nosotros y nos disfrute (Ap. 21:3), y El será el templo para que nosotros moremos allí y le disfrutemos (21:22). Este es el disfrute mutuo y la mutua morada entre el Dios Triuno redentor y Su pueblo redimido tripartito por la eternidad. Con esto concluye el Nuevo Testamento.
Ahora que hemos recibido una vista panorámica del libro de Apocalipsis, necesitamos considerar dónde estamos y quiénes somos. Gracias al Señor que hoy estamos en la vida de iglesia. La vida de iglesia es el umbral del reino. En tanto que estemos en la vida de iglesia, estamos listos para dar un paso más a fin de cruzar el umbral y entrar al reino, la Nueva Jerusalén, que se llama el Paraíso de Dios (Ap. 2:7). En el Paraíso de Dios podremos disfrutar el árbol de la vida por mil años. Después del reino de mil años, nosotros, como la Nueva Jerusalén, estaremos en el cielo nuevo y la tierra nueva. La Nueva Jerusalén en la eternidad incluye a los vencedores y a todos los queridos santos a quienes Dios perfeccionó durante el reino de mil años. Espero que todos nosotros estemos incluidos en la raza de los vencedores, quienes culminarán la economía de Dios. Todos nosotros debemos triunfar en la economía constructiva de Dios.
Vimos que los primeros sesenta y cinco libros de la Biblia hablan de la raza de Adán, la raza física de Abraham y la raza espiritual de Abraham. En todas las edades estas razas fueron derrotadas. Dios no pudo hacer una obra completa en ellos para llevar a cabo Su economía eterna. Así que, en el libro número sesenta y seis, el último de la Biblia, el Señor hace un llamado a los vencedores. Esta es la raza final, la raza de los vencedores, los cuales realizarán y darán culminación a la economía eterna de Dios.
Apocalipsis nos muestra a los vencedores en cinco grupos. El primer grupo está en Apocalipsis 6:9-11 donde vemos los mártires que están debajo del altar. Ellos están debajo del altar en el Paraíso, y allí claman al final del quinto sello cerca del fin de esta edad, pidiendo al Señor que los vengue. Ellos son los mártires del Antiguo Testamento, tales como Abel, el primer mártir (Gn. 4:2-8), Isaías, Jeremías y otros (Mt. 23:34-36), y también los mártires del Nuevo Testamento hasta antes de que empiece la gran tribulación.
El segundo grupo de vencedores es el hijo varón de Apocalipsis 12:5. El hijo varón de la mujer universal está compuesto de los santos vencedores que habrán muerto y que resucitarán antes de los tres años y medio de la gran tribulación (vs. 6, 14). Entre los que componen el hijo varón deben de estar aquellos mártires que claman al Señor en el quinto sello. Ellos aborrecen la vida de su alma, hasta la muerte (v. 11). Hasta la muerte implica el martirio.
El tercer grupo de vencedores es los ciento cuarenta y cuatro mil vencedores que estarán vivos, las primicias, de Apocalipsis 14:1-5. Los vencedores que vivan serán arrebatados al monte celestial de Sion antes de la gran tribulación.
Aquellos que están de pie sobre el mar de vidrio en Apocalipsis 15:2-4 son el cuarto grupo de vencedores. Estos vencedores son mártires que serán muertos durante la gran tribulación bajo la persecución del anticristo y que serán resucitados y arrebatados antes de que termine la gran tribulación.
Estos cuatro grupos de vencedores constituyen el quinto grupo, que es la novia preparada en Apocalipsis 19:7-9. La esposa es una composición de todos los vencedores, que, a excepción de aquellos que están de pie sobre el mar de vidrio, serán arrebatados al tercer cielo antes de los tres años y medio de la gran tribulación. El hijo varón será arrebatado al trono de Dios, que está en el tercer cielo (Ap. 12:5), y los ciento cuarenta y cuatro mil vencedores que vivan serán arrebatados al monte celestial de Sion, que está en el tercer cielo (14:1). Entonces el Señor Jesús descenderá con ellos al aire casi al final de la gran tribulación. En el aire el Señor arrebatará a la mayoría de los santos (14:14-16), y todos los creyentes comparecerán ante el tribunal de Cristo (2 Co. 5:10). Los creyentes maduros serán la novia del Señor para Sus bodas. Los inmaduros entrarán a un lugar para ser disciplinados, lugar al que la Biblia se refiere como las tinieblas de afuera (Mt. 25:30). Por medio de esta disciplina, ellos serán madurados. Mientras ellos están en las tinieblas de afuera, el Señor tendrá la fiesta de bodas con Sus creyentes vencedores.
La cena o el banquete de bodas del Cordero será una recompensa para los creyentes vencedores. Después de la cena de bodas, Cristo vendrá como General en combate, junto con Su esposa como Su ejército, para pelear contra el anticristo y derrotarlo a él y a los reyes que están bajo sus órdenes junto con los ejércitos de ellos en Armagedón (Ap. 19:11-21). Satanás será entonces atado y arrojado al abismo donde estará por mil años (20:1-3). La derrota del anticristo pondrá fin al gobierno humano sobre la tierra, y Cristo con Sus vencedores como correyes reinará en Su reino para regir a todas las naciones de la tierra por mil años (vs. 4-6). Después de que se completen estos mil años, el primer cielo y la primera tierra pasarán y serán renovados para llegar a ser el nuevo cielo y la nueva tierra. La Nueva Jerusalén, compuesta de todo el pueblo que Dios escogió y redimió a lo largo de las generaciones, descenderá del cielo a la nueva tierra (21:2).
El libro de Apocalipsis nos muestra que sin los vencedores Cristo no tiene un camino por el cual regresar. Nosotros sabemos que Cristo es nuestro camino (Jn. 14:6a). Pero de lo profundo de Su corazón, Cristo nos diría que los vencedores son Su camino. Sin Cristo nosotros no tenemos camino alguno, pero hoy sin los vencedores Cristo no tiene camino. Los vencedores son el camino mismo por el cual Cristo puede regresar.
La venida de Cristo es un largo proceso. Esta venida se inició con Su primera venida y tendrá su consumación en Su segunda venida. Entre estas dos venidas está el proceso de Su venida. En Su venida El está en camino, y este camino es la iglesia, Su Cuerpo, representada por los vencedores. Su segunda venida será consumada por medio de los vencedores. En esta era Su Cuerpo vence en parte y es derrotado en parte. La parte derrotada está siempre bajo el caos satánico; esta parte no puede ser el proceso de la venida de Cristo. La parte vencedora es el proceso de Su venida. Apocalipsis es un libro sobre los vencedores, quienes culminan la economía de Dios. Sin los vencedores no hay manera de que Dios realice Su economía.
El título de este libro es El caos satánico en la vieja creación y la economía divina para la nueva creación. La nueva creación surgió por medio de la economía divina, y la economía divina será culminada por los vencedores. Los mártires vencedores que están bajo el altar, comenzaron con Abel, el primer mártir. Finalmente, Dios tardará por lo menos seis mil años, empezando desde Adán, para obtener Su novia, la cual es la suma de todos los vencedores. La novia es la Nueva Jerusalén, el Paraíso de Dios, en el reino de mil años. En esos mil años, Dios disciplinará a todos aquellos que creyeron en el Señor Jesús pero que fueron derrotados y no maduraron. Por medio de esta disciplina ejercida durante mil años, todos ellos madurarán y estarán listos para ser los constituyentes de la Nueva Jerusalén en la eternidad.
En el reino de mil años, la Nueva Jerusalén está en los cielos, pero después de que todos los redimidos de Dios son madurados para ser parte de la Nueva Jerusalén, ésta descenderá del cielo de Dios a la tierra (Ap. 21:2). Esto indica que nuestra morada por la eternidad no será el cielo sino la Nueva Jerusalén sobre la tierra nueva. Esta será la Nueva Jerusalén consumada y agrandada, la esposa del Cordero por la eternidad. Todos nosotros necesitamos ver que debemos ser madurados para llegar a ser la Nueva Jerusalén. Si no maduramos en esta era, Dios tiene una manera de madurarnos en la era venidera, pero esa manera es la más difícil.
Es correcto decir que Apocalipsis es un libro de profecía, pero ése no es el fin primordial de dicho libro. El propósito central del libro de Apocalipsis está relacionado con los vencedores. Dios no cumplió Su economía con la raza de Adán ni con la raza de Abraham según la carne ni con la raza de Abraham según el Espíritu; pero de estas tres razas El obtuvo algunos vencedores. Hebreos 11 enumera algunos de estos vencedores de la raza de Adán, y de la raza de Abraham según la carne. De entre la raza de Adán y de los descendientes terrenales de Abraham, Dios obtuvo algunos vencedores, tales como Abel, Enoc, Noé, Abraham, Isaac, Jacob, José, etc. Espero que también nosotros seamos contados entre los vencedores.
Sin embargo, las iglesias del recobro del Señor no deben ser conocidas como iglesias de vencedores. No debemos pensar que todos los que están en las iglesias del recobro son vencedores. Pero el hecho de estar en el recobro en las iglesias nos fortalecerá y nos ayudará a madurar como vencedores. El recobro del Señor es el camino que nos conduce a ser vencedores.
Tenemos que correr la carrera y llegar hasta el final para ser contados entre los vencedores. Pablo no tuvo la plena certeza de que hubiese concluido la carrera sino hasta antes de ser mártir. En 2 Timoteo 4:6-8 Pablo dijo: “Porque yo ya estoy siendo derramado en libación, y el tiempo de mi partida está cercano. He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Y desde ahora me está guardada la corona de justicia...” Para entonces Pablo contaba con la recompensa que recibiría en el reino venidero. A fin de ser vencedores, tenemos que obtener la victoria sobre todo el caos destructivo y triunfar en la economía constructiva única.
Los vencedores son aquellos que pasan por el caos pero no se desalientan ni se desaniman. Al contrario, son fortalecidos y capacitados para expresar en su vivir la economía divina. Por todas partes el caos satánico sigue dándose en la cristiandad. Aun en el recobro del Señor hemos experimentado el caos. Desde 1987 algunos de entre nosotros se rebelaron contra el recobro. Por causa de esta rebelión hay en los Estados Unidos algunos grupos que se han dividido. Todos nosotros tenemos que vencer el caos destructivo. Si somos capacitados por el Señor para vencer el caos destructivo, entraremos triunfalmente en el reino; seremos aquellos que triunfan en la economía constructiva única.
Romanos 16:17 dice que necesitamos señalar a aquellos que causan divisiones y apartarnos de los tales. Apartarnos de los que causan divisiones es vencer el caos destructivo. Esto preserva la unidad del Cuerpo de Cristo para que tengamos una vida normal de iglesia. Aquellos que causan divisiones gustan de ponerse en contacto con los santos, y este contacto hace que los santos tropiecen y dejen la vida de iglesia. Si estamos abiertos a ellos y escuchamos sus palabras divisivas, podemos ser contaminados con su veneno. Este veneno hará que dudemos del recobro y debilitará nuestra moral para el recobro. Seremos fríos acerca de asistir a las reuniones y acerca de leer el Nuevo Testamento y los Mensajes estudio-vida. Si tocamos a estas personas disidentes y estamos abiertos a ellas, nos enfriaremos. Cuando menos, nos volverán tibios. En Estudio-vida de 2 Timoteo hicimos ver que el tema de dicho libro es la inoculación contra la decadencia de la iglesia. Necesitamos ser vacunados para ser preservados de los microbios del caos satánico, de rebelión y división.
Tenemos que vencer todo el caos satánico por medio del Dios Triuno procesado y consumado, quien es la gracia todo-suficiente (1 Co. 15:10; 2 Co. 12:9; 2 Ti. 4:22). En 1 Corintios 15:10 Pablo dijo que la gracia del Señor estaba con él; en Gálatas 6:18 indicó que la gracia del Señor Jesucristo está con nuestro espíritu; y en 2 Timoteo 4:22 indicó que el Señor está con nuestro espíritu. El Señor como gracia todo-suficiente está con nuestro espíritu, y nosotros podemos vencer todo el caos satánico y llevar a cabo la economía divina única por medio de El, quien es nuestra gracia todo-suficiente.
Podemos vencer el caos satánico y llevar a cabo la economía divina según la verdad, de la cual la iglesia, la manifestación de Dios en la carne, es columna y fundamento (1 Ti. 3:15-16). Los rebeldes no pueden sacudir la iglesia en el recobro del Señor, porque la iglesia es columna y fundamento de la verdad. La columna sostiene el edificio, y el fundamento es el apoyo de la columna. La iglesia es la columna que sostiene la verdad, y la base que sustenta la verdad. Puesto que la iglesia es columna y fundamento de la verdad, necesitamos ser aquellos que enseñan la verdad. Nuestra enseñanza de la verdad iluminará a los que están en tinieblas, los vacunará contra el veneno, sorberá la muerte, y volverá aquellos que se distrajeron a la senda recta.
Apocalipsis 2 y 3 revelan que necesitamos vencer todo el caos satánico y llevar a cabo la economía constructiva única en ciertas condiciones.
Necesitamos ser aquellos que aman al Señor, quien es nuestro primer amor (Ap. 2:4). El primer amor puede compararse con el amor de los recién casados. Después de que una pareja contrae matrimonio, con el paso del tiempo es fácil que el amor se empiece a agotar. ¿Qué esposa ama hoy a su esposo tanto como cuando se casó con él? Tenemos que recuperar el amor nupcial para con nuestro Esposo, Cristo.
También necesitamos disfrutar a Cristo comiéndole como árbol de vida en la iglesia, la cual es el Paraíso actual, para ser un candelero resplandeciente (5, Ap. 2:7). El Señor no dice que El les dará a los vencedores a comer el fruto del árbol de la vida. El les dice que les dará a comer todo el árbol de la vida, que es Cristo mismo. Nosotros debemos comer un solo árbol, el árbol universal, el único árbol, el árbol de la vida, el cual es Cristo como incorporación de la vida divina.
Tenemos que amar al Señor con amor nupcial, y tenemos que disfrutarle como el árbol de vida completo. Este árbol crece en el Paraíso de Dios. El Paraíso de Dios (v. 7) es la Nueva Jerusalén en el reino milenario. La Nueva Jerusalén en el reino milenario será un paraíso para Dios. Este paraíso será mucho más agradable que el huerto de Edén. Hoy día la vida de iglesia es el precursor de este paraíso que ha de venir; es la miniatura de la Nueva Jerusalén del reino venidero.
El Señor exhortó a la iglesia en Esmirna a que fuera fiel hasta la muerte y a que sufriera pobreza y pruebas con miras a obtener la corona de la vida (Ap. 2:9-10). Una corona en el Nuevo Testamento siempre denota un galardón que se añade a la salvación.
Tenemos que disfrutar a Cristo como el maná escondido, una porción especial del suministro nutritivo, para vencer la mundanalidad de la iglesia que se ha degradado con las enseñanzas idólatras de Balaam, y las enseñanzas en cuanto a la jerarquía, de los nicolaítas (Ap. 2:12-17a). El Señor les dio el maná a los hijos de Israel a la luz. Cada mañana por todo el campamento, el maná se daba manifiestamente para que el pueblo lo comiera (Ex. 16:14-18); pero una pequeña porción de ese maná era preservado en una vasija de oro dentro del arca en el tabernáculo (16:33; He. 9:4). Ese es el maná escondido. El maná dado a la luz es Cristo como la porción de Dios, común a todo el pueblo de Dios para que ellos lo disfruten a la luz. El maná escondido, que representa al Cristo escondido, es una porción especial reservada para los vencedores que le buscan y que vencen la degradación de la iglesia mundana.
Solamente los vencedores que tienen una búsqueda seria entrarán en el Lugar Santísimo para experimentar a Cristo como el arca, el testimonio de Dios, para disfrutar de una porción particular del Cristo escondido. Debemos tener una experiencia profunda de Cristo. La experiencia que tenemos de Cristo no debe ser meramente una experiencia que se expresa en las reuniones, sino que debe ser una experiencia escondida en el Lugar Santísimo, en Cristo como el arca, el testimonio de Dios. Estando en Cristo como el arca, nosotros podemos disfrutarle como el maná escondido, como una porción especial para nuestro suministro de vida, a fin de vencer la mundanalidad de la iglesia que se ha degradado.
Esta iglesia mundana tiene la enseñanza idólatra de Balaam, y la enseñanza de jerarquía que traen los nicolaítas. Hoy día en la cristiandad prevalecen estas dos enseñanzas. Balaam era un profeta gentil que le enseñó al pueblo por la paga. El era un profeta alquilado, y su enseñanza sedujo al pueblo de Dios y lo llevó a la fornicación y la idolatría (Nm. 25:1-3; 31:16). La enseñanza de Balaam distrae a los creyentes de la persona de Cristo, los lleva a la idolatría y los aleja del disfrute de Cristo conduciéndolos a cometer fornicación espiritual.
La enseñanza de los nicolaítas desarrolla una jerarquía entre los creyentes. Esta enseñanza destruye la función de los creyentes como miembros del Cuerpo de Cristo, anulando así el Cuerpo del Señor como expresión Suya. Tanto en el catolicismo romano como en las denominaciones protestantes, hay una organización jerárquica. En la organización religiosa de la Iglesia Católica Romana, hay obispos, arzobispos, cardenales y por último el papa. En las denominaciones protestantes se tiene el sistema del clero y el laicado. La enseñanza de los nicolaítas consiste en que sólo el clero es apto para predicar y tiene la posición para predicar, para hablar por el Señor. A los demás se les llama laicos. Esto es jerarquía.
En el recobro del Señor tenemos que vencer el sistema de clérigos y laicos. Todos nosotros tenemos la posición como miembros del Cuerpo de Cristo de hablar por el Señor. Si alguien nos pregunta quién es nuestro pastor, debemos decir que en nuestro medio cada uno es “un pastor”. Todos podemos hablar por el Señor y enseñar la verdad. Nuestro hablar por el Señor en las reuniones es lo que anula la jerarquía. Somos miembros del Cuerpo orgánico de Cristo, y cada miembro tiene una función específica. El Señor desea recobrar la función de todos los miembros del Cuerpo de Cristo.
La obra de Dios de edificar la iglesia depende de nuestra transformación. Nosotros como vencedores necesitamos ser transformados para ser una “piedra blanca”, justificados y aprobados por el Señor, para la edificación de la casa de Dios, con un “nombre nuevo” según la transformación en vida (Ap. 2:17b). En nuestro ser natural, no somos piedras sino barro. Pero estamos siendo transformados de barro en piedras preciosas para el edificio de Dios. El blanco significa justificación y aprobación. Que seamos transformados en una piedra blanca, significa que somos justificados y aprobados por el Señor para Su edificio.
Algunas casas son hechas de ladrillos, pero la iglesia no lo es. La iglesia es edificada con piedras preciosas. Estas piedras preciosas son los creyentes que han experimentado transformación sobre transformación (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18). Todos los creyentes transformados, como piedras blancas, llevan un nuevo nombre. Este nombre nuevo es la interpretación de la experiencia de uno que ha sido transformado. Por consiguiente, sólo él conoce el significado de ese nombre. Nosotros recibimos un nombre nuevo por nuestra nueva experiencia según la transformación en vida.
Necesitamos ser aquellos que están firmes en contra de las enseñanzas católicas de Jezabel, que están plagadas de fornicación, idolatría y las profundidades de Satanás (Ap. 2:20, 24a). Las enseñanzas católicas de Jezabel son las enseñanzas de la Iglesia Católica Romana, la iglesia apóstata. Esto se ve claramente en la iglesia en Tiatira en Apocalipsis 2.
Los vencedores, los de la iglesia en Filadelfia, guardan la palabra de perseverancia del Señor y no niegan el nombre del Señor aunque les cueste hasta la última partícula de fuerza, para ser guardados de la hora de prueba que viene sobre todos los moradores de la tierra, y para recibir la corona, el premio de ser columnas en el templo de Dios, y tener escrito en ellos el nombre de Dios, el nombre de la ciudad de Dios, la Nueva Jerusalén, y el nuevo nombre de Cristo (Ap. 3:8b, 10-12). La hora de prueba será el período de la gran tribulación. Para saber más en cuanto a todos los puntos relacionados con los vencedores, sería útil estudiar Apocalipsis 2 y 3 con todas las notas de la Versión Recobro del Nuevo Testamento. Entonces podremos entender mucho más.
Necesitamos ser calientes, estar ardiendo, en vez de ser tibios, para comprar oro refinado en fuego, vestiduras blancas y colirio, a fin de que no seamos vomitados de la boca del Señor, sino invitados a cenar con el Señor y a sentarnos con El en Su trono (Ap. 3:15-21). Debemos ser aquellos que en esta era cenan con el Señor y banquetean con El, a fin de poder sentarnos con El en Su trono en la edad del reino. Sentarse con el Señor en Su trono será un premio para el que venza, a fin de que éste sea partícipe de la autoridad del Señor y sea correy Suyo para regir toda la tierra en el reino milenario que está por venir.
Ahora nos gustaría decir algo en cuanto al mover del Señor en Rusia. Todos aquellos que tienen algún sentir de ir allí, deben ser sobrios en su consideración. Mudarse de un país a otro para radicarse en éste envuelve muchas cosas.
Según la Biblia, especialmente según el Nuevo Testamento, nosotros los cristianos debemos ser personas movibles. En Hechos 1:8 el Señor dijo que los discípulos serían Sus testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta en la parte más remota de la tierra. Los discípulos emigraron a otros lugares, no para ganarse el sustento, sino para extender el evangelio.
La Biblia nos dice que Abraham, Isaac y Jacob vivían en tiendas (He. 11:8-9). Una tienda es una morada móvil y no tiene cimientos. Abraham, Isaac y Jacob constantemente recogían sus tiendas y se iban a otro lugar. Ellos vivían en una tienda y con un altar, o sea, con la cruz de Cristo, para servir y adorar a Dios. Es por esto que ellos eran extranjeros y peregrinos. Este es el principio primordial de nuestra vida cristiana. Que un cristiano que ama al Señor se establezca permanentemente en un lugar no es una cosa bíblica. Somos peregrinos hoy en esta tierra, y nos mudamos constantemente.
Para tener una visión apropiada del mover actual del Señor en Rusia, necesitamos entender la economía de Dios con respecto a la raza humana. En Génesis 1 Dios hizo al hombre a Su imagen y conforme a Su semejanza para que éste le expresara a El en Su imagen, y le representara en Su dominio (vs. 26-28). Más adelante, en Génesis se nos dice que cuando Noé salió del diluvio, edificó un altar para servir a Dios, y esto agradó a Dios. Luego Noé cometió un error al emborracharse y quedar desnudo. Después Dios le usó para que profetizara en cuanto a sus tres hijos: Sem, Cam y Jafet (9:18-27).
Según la historia, estos tres hijos finalmente se convirtieron en tres grandes razas. Jafet llegó a ser el pueblo europeo, y según la profecía de Noé, habría de ser ensanchado por Dios. Esto significa que los descendientes de Jafet serían fuertes para conquistar y propagarse. Sem es el origen de las razas de la mayoría de los pueblos de Asia, incluyendo a los judíos. Palestina es parte de Asia. Cam vino a ser el padre de la raza que se estableció principalmente en Africa. Europa, Asia y Africa se reúnen geográficamente en torno al mar Mediterráneo. La tierra judía de Palestina está en el centro de estas tres secciones habitadas: Europa al norte, Africa al sur, y Asia al oriente. Hace como quinientos años Colón se aventuró a cruzar el Atlántico, y llegó a una nueva tierra, América. Debido a esto, la mayoría de las personas de los Estados Unidos son descendientes de europeos, descendientes de Jafet.
Según la historia, los primeros pueblos fuertes fueron Asiria y Babilonia. Nimrod edificó estas dos grandes naciones: Asiria, cuya capital fue Nínive, y Babilonia, cuya capital fue la ciudad de Babel (Gn. 10:8-11; Mi. 5:6). Asiria fue la primera nación que invadió a Israel y lo derrotó. Luego Babilonia conquistó a Israel y destruyó a Jerusalén, quemó el templo, y llevó al exilio a los hijos de Israel. Más adelante, el Imperio Medo-persa sucedió a Babilonia y derrotó a Israel. Medo-persia fue el imperio más grande de la historia. Ester 1:1 nos dice que este imperio tenía ciento veintisiete provincias. Hoy día en el golfo Pérsico tenemos estos pueblos fuertes. Irán es hoy lo que antes era Persia, e Irak es lo que antes era Babilonia. Ellos están peleando entre sí, y siguen causando problemas en la región que rodea el Mediterráneo.
En Daniel 7 la Biblia nos dice que cuatro bestias suben del mar Mediterráneo, el mar Grande. La primera bestia representa el Imperio Babilónico; la segunda bestia representa el Imperio Medo-persa; la tercera bestia representa el Imperio Greco-macedonio, y la cuarta bestia representa el Imperio Romano. El Imperio Romano llegó a Palestina, y el Señor Jesús nació bajo el domino de este imperio.
Si leemos cuidadosamente la historia, podemos ver que para Dios poder llevar a cabo Su economía, siempre acudió a los pueblos fuertes. Cristo nació como cautivo del Imperio Romano. El Imperio Romano fue una nación fuerte. Los romanos edificaron carreteras y abrieron el tráfico de Palestina a Roma y a España. En ese entonces se consideraba que España era la parte más remota de la tierra. El griego se convirtió en el idioma común de todo el Imperio Romano. Incluso el Señor Jesús citaba la Septuaginta, que era la versión en griego del Antiguo Testamento.
Por un lado, Roma conquistó y capturó a Palestina; pero por otro, preparó un buen entorno para que naciera el Señor Jesús. Roma también proveyó los medios para que el Señor Jesús fuera crucificado. La crucifixión no era un método de ejecución usado por los judíos, sino por los gentiles (Esd. 6:11). Con el tiempo, este método fue adoptado por el Imperio Romano para ejecutar a los criminales más viles. La forma en que Cristo murió, la forma en que se le quitó la vida, fue el cumplimiento de la profecía del Antiguo Testamento.
Después de la ascensión de Cristo, los apóstoles empezaron a difundir el evangelio. La propagación del evangelio llevada a cabo por ellos fue facilitada por las vías terrestres y marítimas de los romanos. En consecuencia, la predicación del evangelio inicialmente se llevó a cabo por medio de la fuerte nación de Roma. Por una parte, esa nación persiguió y aun crucificó a Cristo, y también persiguió y dio muerte a los apóstoles. Pero fue mediante este fuerte imperio que se preparó el camino para que Cristo naciera y fuera crucificado, y para que el evangelio fuera predicado.
En los siglos dieciocho y diecinueve, Dios usó la Gran Bretaña como poder mundial por medio de la práctica del imperialismo, para que preparara el camino a fin de mantener el orden del mundo entero para la obra misionera. El Señor también usó a Inglaterra espiritualmente en ese entonces para la propagación de Su evangelio a todo el mundo. El imperialismo es la política y la práctica de mantener un imperio conquistando y dominando países más débiles. En el sentido político, el imperialismo es maligno y debe ser condenado, pero Dios es soberano. El imperialismo fue usado por la mano divina para la extensión del evangelio. De no ser así, muchos países atrasados no se habrían abierto. Por medio del imperialismo, los países débiles y atrasados fueron obligados a abrirse. Esto dio lugar a que los misioneros tuvieran acceso a esos países y llevaran consigo el evangelio. El nacimiento de Cristo, la muerte de Cristo, la propagación del evangelio en los primeros días de la iglesia, y la obra misionera para la difusión del evangelio a todos los rincones de la tierra, vinieron por conducto de pueblos fuertes.
Los descendientes de Jafet, según la profecía de Noé, han sido un pueblo fuerte. La mayoría de la gente de Europa, de Rusia y de los Estados Unidos son descendientes de Jafet. Las naciones de Europa occidental hoy día tienen trescientos cincuenta millones de habitantes. Ellos están divididos, pero se han dado cuenta de que necesitan unirse. Hoy hablan de tener una moneda común. En el oriente de Europa está Rusia, que tiene como trescientos cincuenta millones de habitantes. En los Estados Unidos hay como dos millones de personas de esta misma raza. Por tanto, podemos decir que en la tierra hay cerca de novecientos millones de descendientes de Jafet. Una tercera parte de ellos está en Rusia. Ellos son un pueblo muy tenaz, culto, educado y analítico. El carácter y la disposición de las personas tiene mucho que ver con la zona climática en la cual viven. La gente de las regiones frías es generalmente tenaz y estricta.
Después de setenta años de comunismo, la mayoría de la población de Rusia ha sido liberada del régimen comunista. Ellos han sido preparados por el Señor. Sus mentes están vacías de todo lo demás, y ellos ahora están realmente vacíos, abiertos y tienen hambre del evangelio. Ellos quieren conocer la Biblia, y les gusta oír el inglés americano. Nuestros santos les hablan a ellos en inglés con la ayuda de intérpretes rusos. Los rusos reciben cálidamente a aquellos que les puedan enseñar acerca de Dios y de la Biblia.
En cinco semanas de labor en San Petersburgo, bautizamos a cinco mil ciento cuarenta y dos personas. Los trescientos cincuenta millones de rusos están tan abiertos que nosotros podríamos salvar y bautizar a un gran porcentaje de ellos, pero necesitamos bautizadores. Fue un milagro que pudiéramos bautizar más de cinco mil personas teniendo poco más de treinta santos para hacer esta labor. Hay muchas cosas prácticas que hacer con relación a estos bautismos.
Aprecio de corazón a los que están laborando de tiempo completo en Rusia. Se me ha dicho muchas veces que ellos no tienen tiempo para comer ni descansar adecuadamente por causa de la gran necesidad que hay allí. Después de bautizar a estos nuevos creyentes, ellos van a visitarlos para tener reuniones de hogar con ellos a fin de nutrirlos. Ya que sólo tenemos como treinta hermanos para cuidar de unos cinco mil nuevos, cada obrero debe cuidar de cerca de ciento ochenta nuevos.
El pueblo ruso ha sido preparado por el Señor, y si nosotros no vamos a ellos, perderemos la oportunidad. Sus mentes han quedado vacías, y ellos están abiertos por ahora, pero en unos cinco años sus mentes podrían llenarse de nuevo. La necesidad en Rusia es obvia, y la manera de llenarla no está en el cristianismo.
Hace más de mil años Rusia era un país inculto sin lenguaje escrito y sin civilización. Luego los misioneros griegos de la Iglesia Griega Ortodoxa fueron a Rusia. Hoy día en el alfabeto ruso hay varias letras griegas por causa de que fueron los misioneros griegos quienes inventaron el alfabeto para el pueblo ruso. La Iglesia Rusa Ortodoxa fue establecida hace diez siglos. Este cimiento de la ortodoxia rusa fue echado muy profundamente. Ni siquiera los comunistas, incluyendo a Lenin y Stalin, pudieron conmover este cimiento. Al final del siglo diecisiete, surgió Pedro el Grande. Antes de él, Rusia era básicamente un país de costumbres orientales en cosas tales como el vestido y la comida. Fue Pedro el Grande quien revolucionó su civilización. El occidentalizó a Rusia, y el vestido y la comida de los rusos cambiaron, adoptando el estilo occidental. Se convirtieron, pues, en europeos occidentales, aunque estaban mayormente en territorio asiático.
La historia nos dice que finalmente la familia real de Rusia, el clero de la Iglesia Rusa Ortodoxa y los señores feudales, se corrompieron. Durante la primera guerra mundial, el zar envió sus tropas a pelear contra Alemania. Esto le dio a Lenin la oportunidad de agitar al vulgo para que se rebelara contra el gobierno zarista existente. En 1917 se llevó a cabo la revolución comunista. Ahora que el régimen comunista se acabó en Rusia, la puerta está abierta de par en par para la extensión del recobro del Señor.
En principio tenemos que ir para suplir la necesidad del Señor en Rusia, pero no debemos hacerlo livianamente. Nosotros como iglesias debemos considerar qué porcentaje de personas debe ir. No podemos enviarlos a todos; de otro modo, sufriríamos una gran pérdida. Los líderes tienen que considerar quién es más útil aquí, y quién es más útil si emigra a Rusia. Es por esto que nos complace recibir las solicitudes de aquellos que desean ir a Rusia. Los santos pueden solicitar esto, pero nosotros tenemos que discernir y considerar quién debe quedarse y quién debe ir.
Además, debemos tener en cuenta el sostenimiento económico. Para sostener un misionero en la obra en Rusia, se requieren más de mil dólares al mes. Si tenemos cien hermanos que desean ir, debemos tener cien mil dólares al mes para su sostenimiento. Esto ascendería a un millón doscientos mil dólares al año. Esta suma incluye los costos de su alojamiento, su transporte, sus enseres, sus lugares de reunión, y muchas otras cosas relacionadas con el aspecto práctico de la obra allí. La capacidad actual que tienen los santos para sostener económicamente a los obreros en Rusia no es muy elevada. Al comienzo de nuestro movimiento hacia Rusia, recibimos una gran cantidad de ofrendas, pero las ofrendas han menguado. Tenemos que darnos cuenta de que las ofrendas no aumentarán a menos que el Señor intervenga y haga un milagro. De modo que debemos supeditar a nuestra capacidad financiera el número de personas que pueden ir.
Más aún, si algunos santos desean ir, deben considerar su futuro. Tienen que considerar la edad que tienen; deben tener en cuenta su familia, cuántos hijos quieren tener, y la edad de los hijos que tienen y la forma en que desean que ellos sean educados.
Acerca de la obra en Rusia, no sabemos que depara el futuro. Es posible que después de cinco años, los rusos ya no estén abiertos; sus mentes pueden llegar a llenarse de otras cosas. Ellos son un pueblo muy capaz, culto y conocedor, y tienen un carácter tenaz. Solamente el Señor sabe cuánto tiempo va a estar abierta esta puerta.