
Lectura bíblica: Fil. 1:20-21a; Jn. 21:15-17; Ap. 2:4; Fil. 3:12; 1 Co. 1:9; Col. 1:12, 18b; 1 Ti. 4:6; Ef. 4:3-4, 12, 16; 2, 3:8-10; Hch. 8:1; 13:1; Ap. 1:11; Jn. 17:21-23; Ap. 1:12, 20b; 1 Ti. 3:15-16; Ro. 15:16; 1 P. 2:5, 9; 1 Co. 4:15; 1 Ts. 2:7; 1 P. 2:2; He. 10:24-25; 1 Co. 14:1-5, 12, 31, 40; Col. 3:10-11
En los capítulos uno y dos vimos la economía divina y el caos satánico tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo. Luego en el capítulo tres vimos a los vencedores. Debemos decir: “Ya que soy un hombre tengo que ser cristiano. Si soy cristiano, tengo que ser un vencedor. Si soy un vencedor, tengo que profetizar, hablar por el Señor. Si profetizo, tengo que abrir mi boca. Si abro mi boca, tengo que ejercitar mi espíritu. Si abro mi boca y ejercito mi espíritu, proclamo a Cristo”. Proclamar a Cristo es exhibirlo. Todos nosotros necesitamos avivar el fuego del don de Dios que está en nosotros (2 Ti. 1:6) para ser aquellos que hablan por el Señor. No debemos ser de aquellos que son fervientes sólo por corto tiempo. Necesitamos ser fervientes en espíritu siempre (Ro. 12:11). Nuestro fervor debe ser eterno. Para poder ser vencedores, necesitamos cooperar con el Señor y proclamarle para la edificación de la iglesia, el Cuerpo de Cristo (1 Co. 14:4b).
Después de ver la revelación en cuanto a los vencedores, vimos la verdad acerca de la economía de Dios en el capítulo cuatro. En este capítulo quisiéramos ver lo que es la vida de iglesia en la economía de Dios. Los capítulos anteriores de este libro están dirigidos hacia esta meta: la vida de iglesia en la economía de Dios.
Muchos se nos han opuesto por causa de nuestra posición en la verdad de que debe haber una sola iglesia en cada localidad (Hch. 8:1; 13:1; Ap. 1:11) como expresión local del Cuerpo en el universo (Ef. 4:4). Hoy en día hay muchas que llaman iglesias, y parece ser que la gente tiene la libertad de empezar una iglesia con la misma libertad con que abre un restaurante. Pero nosotros debemos practicar la vida de iglesia según el camino de Dios revelado en el Nuevo Testamento. Hechos 8:1 habla de la iglesia en Jerusalén en un tiempo en el que había millares de creyentes en Jerusalén. En el día de Pentecostés se añadieron tres mil personas a la iglesia allí (2:41). Más adelante, se añadieron otras cinco mil (4:4). Después Jacobo le dijo a Pablo que había decenas de millares de creyentes en la ciudad de Jerusalén (21:20). Según Hechos 8:1 estas decenas de millares de creyentes eran la iglesia en Jerusalén, una sola iglesia. No importa cuántos creyentes haya en una ciudad, ellos siguen siendo la única iglesia en esa ciudad. Cuando la vida de iglesia se extendió a Antioquía, los creyentes se reunían como la iglesia en Antioquía (13:1).
Apocalipsis 1:11 dice: “Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea”. A Juan se le dijo que enviara lo que había escrito a las siete iglesias. Las siete iglesias equivalen a las siete ciudades: Efeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea. A las siete iglesias equivale a decir a las sietes ciudades. Esto indica que la iglesia en una ciudad dada, equivale a dicha ciudad. La práctica de la vida de iglesia en los primeros días consistía en tener una sola iglesia por cada ciudad, es decir, cada ciudad tenía solamente una iglesia.
Cuando decimos que somos la iglesia en cierta localidad, como por ejemplo Los Angeles, no nos estamos refiriendo a un nombre, sino que estamos describiendo un hecho. Nosotros somos simplemente la iglesia. La iglesia no tiene nombre, así como la luna no tiene nombre. En cierta ocasión en el Lejano Oriente una persona estaba tan impresionada con los Estados Unidos que dijo que hasta la luna era más grande en dicho país. Pero en realidad no existe una luna estadounidense ni una luna china. Así como hay una sola luna, hay una sola iglesia. Cuando la luna aparece en Londres, es la luna en Londres; cuando aparece en Los Angeles, es la luna en Los Angeles. Independientemente del lugar donde la luna aparezca, sigue siendo la misma luna. Del mismo modo que tenemos la luna en Los Angeles y la luna en Londres, tenemos la iglesia en Los Angeles y la iglesia en Londres. Hay una sola iglesia, y esta iglesia es manifestada o expresada en diferentes localidades.
Sin embargo, en la situación degradada hoy día, hay muchas que llaman iglesias. Hay iglesias denominadas según la raza, tales como las iglesias chinas y las iglesias coreanas. Hay iglesias anglicanas e iglesias episcopales en Anaheim, y hay iglesias que representan a Taiwán en Anaheim. También hay iglesias que llevan el nombre de la calle en donde se reúnen. Esto nos muestra la condición de división y confusión que existe hoy. Hasta los incrédulos se preguntan por qué hay tantas divisiones entre los cristianos. Es posible que pregunten: “Si todos ustedes tienen el mismo Cristo y leen la misma Biblia, ¿por qué hay tantas denominaciones?”
Yo crecí en una ciudad llamada Chifú en la China continental. Allí estudié y allí trabajé. En cierto momento dejé mi trabajo para servir al Señor a tiempo completo. En un corto lapso de tiempo el Señor me usó para ganar varias personas, a las cuales yo les hablaba la verdad acerca de la iglesia. En ese entonces había varios misioneros en Chifú, y ellos se sorprendieron de que mi predicación estuviera atrayendo a tanta gente. Estaban muy preocupados por lo que yo predicaba en cuanto a ser uno y en cuanto a que las denominaciones eran divisiones. Yo empleaba el ejemplo de la luna que acabo usar, haciendo ver que hay una sola iglesia, un solo Cuerpo, expresada en diferentes ciudades.
Como resultado de mi predicación y enseñanza, varias personas salieron de sus denominaciones y empezaron a reunirse conmigo. Esto les molestó a muchos pastores y ancianos de las denominaciones que había en Chifú, especialmente por causa de que yo había crecido en dicha ciudad, y nos conocíamos mutuamente. Un día algunos de los líderes de las denominaciones que había en Chifú se unieron y me invitaron a comer con ellos. Después de que ellos acabaron de hablarme acerca de lo que les perturbaba, yo les presenté la verdad acerca de la iglesia. Les pregunté: “¿Podrían ustedes decirme cuántos Cristos y cuántas iglesias hay en el universo?” Todos ellos dijeron: “Un solo Cristo y una sola iglesia”. Entonces yo añadí: “Hay una sola iglesia, pero cada uno de ustedes representa una denominación, así que aquí hay siete denominaciones representadas. ¿Son ustedes, siendo siete denominaciones, una sola iglesia?” Por supuesto que no; ellos no eran una sola iglesia. Les hice ver que en 1 Corintios Pablo reprendió a los creyentes por decir: “Yo soy de Pablo, y yo de Apolos, y yo de Cefas, y yo de Cristo” (1:12). Pablo dijo: “¿Está dividido Cristo?” (v. 13). Luego les dije a aquellos líderes: “Si Pablo estuviera aquí hoy, ¿no los reprendería a ustedes por reunirse en divisiones?” Ellos respondieron: “Sí”.
Entonces les dije: “Todos ustedes me conocen. Yo crecí entre ustedes. He trabajado en esta ciudad siete años y medio. Pero el Señor me movió a dejar mi trabajo y a servirle dándole todo mi tiempo. Yo no tengo organización o persona alguna que me sostenga. Estoy haciendo lo que estoy haciendo porque amo al Señor. Lo he dejado todo por El. Todos ustedes lo saben”. Les pregunté: “¿No creen ustedes que cuando yo predique al Señor Jesús a tantas personas, habrá algún fruto de esto?” Luego añadí: “¿A dónde debo llevar estas personas que son salvas por medio de mi predicación? ¿Debo llevarlas a las denominaciones de ustedes?” Ellos respondieron: “No, usted no debe llevarlas a ninguna denominación”. Les pregunté adónde debo llevarlos, y ellos no respondieron.
Anteriormente ellos me habían dicho que yo no debía abrir un local para que la gente viniera a reunirse conmigo. Lo que ellos querían era que yo rotara por sus denominaciones y que predicara allí. Les dije que no podía aceptar tal cosa, puesto que ellos no eran la iglesia. Ellos eran denominaciones, y toda denominación es una división. Reunirse en las denominaciones es dividir la iglesia, la cual es el único Cuerpo de Cristo. Les pregunté cómo podía ser posible que yo pusiera en las denominaciones, o sea en las divisiones, el resultado o el fruto que había cosechado de mi predicación. Les dije que ésa era la razón por la que me veía obligado a abrir un local para reunirnos. Entonces agregué: “¿Han notado ustedes que en nuestro local de reuniones no tenemos un aviso donde diga qué clase de iglesia somos? Pero todos ustedes tienen avisos que muestran qué denominación son. Nosotros no tenemos tales anuncios porque no nos gusta que nos den un nombre. Una vez que tenemos un nombre, nos convertimos en una división, y la división en el Cuerpo de Cristo es una cosa abominable a los ojos del Señor”. Todos ellos se quedaron callados.
Luego les dije: “Yo estoy dispuesto a cerrar nuestro local de reunión si ustedes hacen algo. Por favor vuelvan a sus lugares de reunión y quiten los avisos que designan la denominación que son. Entonces reunámonos todos como una sola iglesia en Chifú. Si ustedes prometen hacer esto, yo saldré de aquí a cerrar inmediatamente nuestro salón de reuniones”. Ellos dijeron que no podían hacer semejante cosa. Les respondí: “Señores, ya que ustedes no pueden hacer esto, yo tengo que seguir reuniéndome en el salón de reuniones nuestro. Yo estoy dispuesto a cerrar nuestro lugar de reunión, pero ustedes no están dispuestos a quitar los avisos para renunciar a las denominaciones y reconocer una sola iglesia. Ustedes están reuniéndose como divisiones, pero nosotros nos reunimos como iglesia en unidad”. Poco después de mi reunión con aquellos líderes, aumentamos aún más en número. Espero que esto que acabo de compartir sea de ayuda para saber responder a quienes nos preguntan por qué decimos que somos la iglesia. Así como no podemos darle diferentes nombres a la luna, no podemos darle diferentes nombres a la iglesia y, por ende, denominarla.
Ahora que hemos visto algo en cuanto a nuestra posición como iglesia según la revelación divina, necesitamos ver lo que es la vida de iglesia en la economía de Dios. El Dios único tiene una sola economía, y en esta economía divina Dios produjo la iglesia. La iglesia es el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:22-23), el organismo del Dios Triuno, y este organismo es la expresión, la manifestación, del Dios Triuno invisible. La iglesia también es la casa de Dios (1 Ti. 3:15-16). La casa de Dios no es sólo Su morada, sino también Su familia, los Suyos. Esta casa también es Su reino, es donde El administra y rige (Mt. 16:18-19; Ro. 14:17).
El cristianismo de hoy está lleno de organización, pero la iglesia como Cuerpo vivo de Cristo es el organismo del Dios Triuno. Según Apocalipsis 3:1 la iglesia en Sardis, una prefigura de la iglesia protestante, tiene nombre de que vive, pero está muerta. La muerte contamina más, delante de Dios, que el pecado (Lv. 11:24-25; Nm. 6:6-7, 9). Tenemos que cuidarnos de convertirnos en cadáveres, los cuales son inertes y carecen de vida. Una iglesia local debe ser viviente y estar llena de vida. Es por esto que animo a todos los santos a que hablen por el Señor. La primera enmienda de la constitución de los Estados Unidos les garantiza a todos la libertad de expresión. En cierto sentido todas las denominaciones con su sistema de clérigos y laicos privan a los santos del primer derecho civil. A nadie se le permite hablar salvo al clero.
Cuando ejercemos el derecho civil de hablar por el Señor, no lo debemos ejercer de una manera desordenada, sino con propiedad. En 1 Corintios 14:40 Pablo dice que en las reuniones de la iglesia todo debe hacerse “decentemente y con orden”. Me alegro de ver que tantos jóvenes en nuestro medio estén entusiasmados y liberen su espíritu, pero sus palabras, cuando están demasiado entusiasmados, pueden ser sólo como un trueno. Supongamos que en los cielos hay truenos constantemente. Nadie podría vivir en semejantes condiciones. Está bien que los jóvenes formen una algarabía de gozo por un corto lapso, pero esto no debe prolongarse. Cuando gritemos y hablemos, debemos hacerlo ordenadamente. Todos tenemos que aprender a funcionar apropiadamente para la edificación de la iglesia.
Es cierto que todos podemos profetizar, pero nuestra profecía en la reunión no debe ser desordenada porque Pablo dice en 1 Corintios 14:31 que todos podemos profetizar “uno por uno”. No debemos olvidar que es “uno por uno”, no de a tres ni de a cinco. Cuando alguien hable en una reunión, tenemos que esperar hasta que acabe antes de hablar nosotros. Debemos seguir el principio de “uno por uno”.
En las reuniones de la iglesia, todo se debe hacer decentemente y con orden. Si ustedes comienzan a gritar en una reunión, deben saber cómo hacerlo decentemente y con orden. Hasta en una competición atlética hay reglas que se deben guardar. Si vamos a ponernos “locos” o entusiasmados en las reuniones, debemos hacerlo ordenadamente.
Tal vez pensemos que cuando somos ordenados no podemos estar entusiasmados, y que cuando estamos entusiasmados no podemos guardar el orden. Esto muestra que es necesario un orden adecuado en nuestras reuniones. Nosotros los cristianos no somos revoltosos. Podemos emocionarnos, pero lo hacemos de manera ordenada. Cuando alguien está profetizando, yo debo esperar a que termine para poder hablar yo. Guardar este principio de hablar uno por uno es estar entusiasmados decentemente.
Algunas veces los jóvenes pueden ser demasiado activos y demasiado escandalosos, mientras que los santos más adultos pueden ser demasiado retraídos. Si los jóvenes están demasiado activos, los santos de más edad deben comprender que les toca a ellos ejercer su función. En la vida de iglesia necesitamos a los santos de todas las edades para el testimonio del Señor. Cuando hay una mezcla de la función de los santos de todas las edades, tenemos “música”. Cuando los jóvenes ejercen su función con mucha emoción y mucho volumen, allí no hay música. En la música hay variación en el sonido; es decir, en el tono, el ritmo, la velocidad y la intensidad. Si los jóvenes ejercen su función con demasiado entusiasmo, los santos de más edad deben decir algo por el Señor, deben proclamar al Señor. Entonces nuestra reunión estará llena de “música”.
El primer aspecto de la vida de iglesia en la economía de Dios es que nosotros necesitamos ser aquellos que viven a Cristo y le magnifican (Fil. 1:20-21a). Si no vivimos a Cristo ni le magnificamos en nuestra vida diaria, no somos miembros, en el aspecto práctico, de una iglesia práctica. Necesitamos vivir a Cristo y magnificarle día tras día desde la mañana hasta la noche. Si la gente sólo ve lo que somos en nuestro ser natural, se debe a que no estamos viviendo a Cristo ni lo estamos magnificando. Tenemos que llevar una vida que muestre a Cristo. Cristo debe ser magnificado en nuestro vivir. No es suficiente simplemente afirmar que somos la iglesia. Tenemos que mostrarles a los ángeles, a los demonios y a los espíritus malignos, que somos un pueblo que vive a Cristo y le magnifica.
Para poder ser aquellos que viven a Cristo y le magnifican, tenemos que amarle y valorarle (Ap. 2:4). El Señor, después de resucitar, volvió a Pedro en una forma especial. Poco antes Pedro había negado al Señor en Su cara tres veces (Jn. 18:17, 25, 27). Creo que Pedro estaba muy avergonzado. Sin duda, él todavía recordaba su fracaso. En esa ocasión el Señor le preguntó tres veces: “¿Me amas?” Pedro dijo: “Sí, Señor; Tú sabes que te amo”. Entonces el Señor le mandó a Pedro que alimentara a Sus corderos, que pastoreara a Sus ovejas y que alimentara a Sus ovejas (Jn. 21:15-17). El Señor ama a Sus corderos y a Sus ovejas, y está muy interesado en ellos. Si le amamos a El, debemos amarlos también a ellos.
Para poder vivir a Cristo y magnificarle para la vida de iglesia en la economía de Dios, también debemos seguir a Cristo y ganarlo (Fil. 3:12). Seguir en el griego significa perseguir. Seguir a Cristo es perseguirlo en un sentido positivo. Pablo antes de ser salvo perseguía a Cristo. Después de ser salvo, seguía a Cristo a tal grado que lo perseguía en un sentido positivo. Necesitamos ser aquellos que tienen un deseo tan grande de ganar a Cristo que están dispuestos a aferrarse de El y a no dejarlo ir.
También necesitamos ser aquellos que disfrutan a Cristo y participan de El. Dios nos llamó a la comunión de Su Hijo para que disfrutemos a Cristo como la porción que El nos asignó (1 Co. 1:9). Cristo como la porción que Dios asignó a los santos es nuestra herencia divina para nuestro disfrute (Col. 1:12).
Por último, debemos exaltar a Cristo y ministrarlo (Col. 1:18b; 1 Ti. 4:6). En nuestra vida de asamblea, debemos exhibir a Cristo. Pero si no le vivimos ni le magnificamos con nuestro amor y nuestra valoración, siguiéndolo y ganándolo, disfrutándolo y participando de El, entonces no podemos exhibirlo en las reuniones. Exhibir a Cristo requiere una vida que le ame para que El sea magnificado. Vivir a Cristo y magnificarle es la primera condición, la primera cláusula, el primer requisito, para que vivamos la vida de iglesia en la economía de Dios.
Nosotros vivimos a Cristo y le magnificamos a fin de edificar el Cuerpo de Cristo (Ef. 4:12). Dios no tiene la intención de tener cristianos individuales. La intención que Dios tiene es tener un Cuerpo colectivo compuesto de todos los salvos, y constituido de los creyentes transformados. Quizás a algunos no les guste nadie excepto ellos mismos y el Señor Jesús. Ellos tal vez quieran reunirse con el Señor solamente. Pero el disfrute personal que tenemos del Señor, no puede compararse con la dulzura y la riqueza de Cristo que disfrutamos cuando nos reunimos con los santos. Necesitamos el Cuerpo. El Señor desea que le amemos reuniéndonos con todos los que le aman.
Para poder edificar el Cuerpo de Cristo necesitamos guardar la unidad universal del Cuerpo (Ef. 4:3-4). No sólo debemos guardar la unidad entre los santos de nuestra localidad, nuestra región o nuestro país. Tenemos que guardar la unidad universalmente con todos los santos de todo el mundo. El recobro del Señor se ha extendido a Rusia y está empezando a extenderse a Europa Oriental, incluyendo Albania. Podemos viajar por toda la tierra y reunirnos con las iglesias. Cuando viajamos no necesitamos necesariamente alojarnos en hoteles o en hosterías. Siempre tenemos “el hotel iglesia” donde podemos hospedarnos. Disfrutamos la unidad universal del Cuerpo en el recobro del Señor. La vida de iglesia tiene gente de todos los colores: blancos, negros, amarillos, morenos y rojos. Esto se debe a que somos universalmente el nuevo hombre, donde Cristo es el todo y en todos (Col. 3:10-11).
En la rebelión reciente algunos enseñaron que la iglesia local debe ser autónoma. En cierto sentido, podemos decir que una iglesia local es autónoma, esto es, en cuanto a sus asuntos financieros, pero ninguna iglesia local es absolutamente autónoma. Podemos usar como ejemplo de esto a los Estados Unidos. Cada estado de Estados Unidos es autónomo en cierto grado, pero no es absolutamente autónomo. Esto se debe a que hay un gobierno federal y central. La defensa nacional, la moneda, el sistema de correos y las autopistas interestatales son asuntos federales. Si un caso no puede resolverse en un juzgado municipal o estatal, pasa a la Corte Suprema, una corte federal. Si todos los estados fueran totalmente autónomos, Estados Unidos no estaría unido sino dividido. De igual modo, todas las iglesias de toda la Tierra son un solo Cuerpo, y nosotros tenemos que guardar la unidad universal del Cuerpo.
El Cuerpo de Cristo es edificado por todos los miembros del Cuerpo, perfeccionados en las iglesias locales (Ef. 4:12). Ahora que somos regenerados, necesitamos ser perfeccionados para poder ser renovados, santificados y transformados.
El Cuerpo es edificado por todos los miembros. Algunos de estos miembros son las coyunturas del rico suministro de Cristo (Ef. 4:16). Estos son los miembros dotados.
El Cuerpo también es edificado por los miembros del Cuerpo que operan en su propia medida (Ef. 4:16). Las personas dotadas son cierta clase de miembros, y los miembros en sí son otra clase. Si no somos personas dotadas, somos miembros que debemos operar según nuestra medida para la edificación orgánica del Cuerpo de Cristo.
El Cuerpo de Cristo es edificado con las inescrutables riquezas de Cristo (Ef. 3:8-10).
La edificación orgánica del Cuerpo de Cristo se lleva a cabo con las inescrutables riquezas de Cristo por el dispensar divino (Ef. 3:2). Mientras hablamos de Cristo, algo se mueve en nosotros, y este mover es el dispensar. Podemos poner la electricidad como ejemplo. Cuando los aparatos eléctricos operan, se debe a que la electricidad se está moviendo en ellos. El movimiento de la electricidad, la corriente eléctrica, es el dispensar de la electricidad. Nosotros también tenemos una corriente divina, el mover del Espíritu. Cuando no ejercemos nuestra función, se detiene en nosotros la corriente divina, el mover del Espíritu. Entonces no hay dispensar de la electricidad divina, ni hay dispensar alguno del Espíritu. Cuando no hablamos de Cristo, estamos deteniendo el mover del Espíritu Santo. Cuando nos levantamos para hablar por el Señor, tenemos el mover del Espíritu dentro de nosotros, y ese mover es el dispensar.
Este dispensar divino trae como resultado nuestro crecimiento en vida. Si asistimos a una reunión y no ejercemos nuestra función, tal vez nos sintamos insatisfechos y vacíos después. Pero si ejercitamos nuestro espíritu para ejercer nuestra función en la reunión, estaremos llenos del Señor. Nosotros crecemos con el mover del Espíritu en nosotros, y este mover es el dispensar del suministro divino.
A fin de practicar la vida de iglesia en la economía de Dios, tenemos que reunirnos como la iglesia local apropiada (Hch. 8:1; 13:1; Ap. 1:11). Los cristianos no son como las mariposas. Las mariposas son muy independientes y muy hermosas. Nosotros los cristianos somos como las abejas y como las ovejas. A las abejas les gusta mantenerse en grupo. Cuando se mueven, se mueven juntas. También a las ovejas les gusta mantenerse juntas, como rebaño. Cuando siguen a su pastor, lo hacen en una forma apropiada y ordenada. El Señor Jesús nos llamó la manada pequeña (Lc. 12:32). Pedro exhortó a los ancianos a que pastorearan la grey de Dios (1 P. 5:2). Pablo también exhortó a los ancianos de Efeso a que pastorearan la iglesia de Dios (Hch. 20:28). Nosotros, como rebaño de Dios, tenemos que aprender a reunirnos con regularidad. Los cristianos son un pueblo que se reúne.
Nosotros debemos reunirnos como la iglesia local adecuada sobre el terreno genuino de la unidad del Cuerpo (Ef. 4:3-4; Jn. 17:21-23).
Nos reunimos sobre el terreno de la iglesia como expresión local del Cuerpo universal de Cristo. Cristo no tiene muchos cuerpos. El solamente tiene uno, pero este Cuerpo se expresa en muchas localidades. Las iglesias locales, las cuales están basadas en el terreno de la unidad, son las expresiones locales del Cuerpo universal de Cristo.
Una iglesia local apropiada es un candelero local de oro (Ap. 1:12, 20b). El oro representa la naturaleza divina. Esto muestra que las iglesias como candeleros de oro, están constituidas de la naturaleza divina.
La verdad es el Dios Triuno, del cual Cristo es el centro y la circunferencia a fin de que la iglesia como Cuerpo de Cristo, como organismo del Dios Triuno, sea producida. La iglesia es la columna que sostiene la verdad y es el fundamento que sustenta dicha verdad. En nuestra vida diaria debemos vivir a Cristo. En nuestras reuniones debemos exhibir a Cristo. Cristo debe ser nuestro todo para que el Cuerpo le exprese a El como organismo del Dios Triuno. Esta es nuestra verdad.
Fuera del recobro del Señor no se oye esta verdad. Es posible que algunos hablen de la vida matrimonial y familiar. Tal vez otros hablen del evangelio en una forma fundamental, diciéndoles a las personas que ellas son pecadoras y que Dios las ama, que Cristo murió por ellas, y que si creen en El, serán perdonadas e irán al cielo. Entonces pasan a decirles que después de ser salvas, deben comportarse rectamente para glorificar al Padre. Pero ¿quién habla de la iglesia como columna y fundamento de la verdad? Según la revelación divina, la verdad es el Dios Triuno, quien tiene a Cristo el Hijo como incorporación y como la centralidad y universalidad de Su economía divina para tener una iglesia que le exprese y sea Su organismo.
En 1 Timoteo 3:15-16a dice: “Pero si tardo, escribo para que sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad. E indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad”. La verdad es el gran misterio de la piedad, el cual es la manifestación de Dios en la carne.
Para la vida de iglesia en la economía de Dios, necesitamos reunirnos y servir en mutualidad según la manera ordenada por Dios. Nuestras reuniones deben llevarse a cabo en mutualidad, donde todos los santos de todas las edades tienen su función para la edificación de la iglesia. Una reunión en mutualidad es como “música”.
Reunirnos y servir según la manera ordenada por Dios equivale, en primer lugar, a cumplir el sacerdocio neotestamentario del evangelio para engendrar (Ro. 15:16; 1 P. 2:5, 9; 1 Co. 4:15). Nuestra predicación del evangelio no tiene como fin meramente ganar almas, sino tomar pecadores y engendrarlos como hijos de Dios, hermanos de Cristo y miembros de Cristo que constituyen Su Cuerpo. Este Cuerpo es la casa de Dios y el reino de Dios, y tendrá su consumación en la Nueva Jerusalén.
Los nuevos creyentes que han sido engendrados mediante el evangelio que les predicamos necesitan ser nutridos y cuidados con cariño en reuniones de hogar (Jn. 21:15; 1 Ts. 2:7; 1 P. 2:2). No debemos reunirlos en nuestra casa, sino que debemos ir a sus hogares y llevarles el alimento. Cuando vamos a los hogares de las personas, no debemos ir con una actitud formal, ritual ni religiosa. Si hacemos eso, nosotros espontáneamente nos convertimos en el clero. Necesitamos empezar las reuniones de hogar con regocijo y canto. Cuando llegamos a la puerta de la casa de los nuevos, debemos llegar cantando. Los nuevos oirán nuestro canto, y responderán a él. Si vamos a cuidar de los nuevos creyentes, no podemos seguir nuestro camino natural. Es por esto que necesitamos aprender y ser instruidos y entrenados en la práctica de la manera ordenada por Dios.
La manera ordenada por Dios también incluye el perfeccionamiento de los santos en las reuniones de grupo para que éstos puedan hacer la obra del ministerio, la cual es edificar el Cuerpo de Cristo (Ef. 4:12; He. 10:24-25). Además de alimentar a los nuevos creyentes en sus hogares, debemos reunirlos en grupos. Las reuniones de grupo no deben ser formales sino muy espontáneas y vivas.
Por último, necesitamos profetizar en las reuniones de la iglesia para la edificación del Cuerpo de Cristo, llevada a cabo por medio de las iglesias locales (1 Co. 14:1-5, 12, 31). Necesitamos aprender a profetizar, es decir, a hablar por el Señor y a proclamar al Señor con el fin de ministrarlo a otros. Si todos ejercitamos nuestro espíritu en las reuniones para profetizar, tendremos reuniones vivas, frescas, elevadas y ricas. Entonces el Cuerpo universal de Cristo será edificado por medio de las iglesias locales.
Para tener una vida de iglesia adecuada, necesitamos tener el liderazgo propio y adecuado para guardar un buen orden (1 Co. 14:40) donde el Cristo todo-inclusivo es el centro, y el Dios Triuno procesado es manifestado (Col. 3:10-11; 1 Ti. 3:15-16). En todas las iglesias debemos tener el debido liderazgo, y este liderazgo es la autoridad delegada, la autoridad que representa a Dios en Su administración.
Según los principios ordenados en el gobierno de Dios, la autoridad delegada está en todas partes en la tierra. En una familia hay padres; en una escuela hay maestros y el director; y en una ciudad están el alcalde, la policía y los tribunales. Sin el debido gobierno y sin la policía, ninguna ciudad estaría en el orden apropiado; se volvería revoltosa si no tuviera ninguna autoridad delegada.
En la vida de iglesia necesitamos guardar un buen orden al recibir y aceptar el liderazgo apropiado. Entre los santos siempre hay algunos que toman el liderazgo según la enseñanza de los apóstoles. De hecho, el debido liderazgo es la enseñanza de los apóstoles (Hch. 2:42), la enseñanza del Nuevo Testamento. La enseñanza de los apóstoles es nuestro liderazgo. Esto es como decir que la constitución de los Estados Unidos es el liderazgo de dicho país, la autoridad máxima. El presidente asume el liderazgo según la constitución. Si el presidente se equivoca en algo, la constitución lo corregirá. Nuestra constitución en el recobro del Señor es la enseñanza de los apóstoles, la enseñanza del Nuevo Testamento. La enseñanza del Nuevo Testamento es nuestro liderazgo. Cuando tenemos el liderazgo propio y adecuado en las iglesias, podemos tener una vida de iglesia decente y ordenada que exhibe a Cristo y glorifica al Padre.