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Mensajes del libro «Carácter»
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CAPÍTULO TRES

EJEMPLOS DE UN CARÁCTER APROPIADO

  Lectura bíblica: Mr. 1:35; 3:20-21; 6:30-31, 34; 8:1-10

  En este capítulo vamos a considerar qué tipo de carácter tenía el Señor Jesús mientras estuvo en la tierra. Es posible que pensemos que nosotros, los que servimos al Señor, necesitamos un carácter apropiado, pero que el Señor no tenía tal necesidad. Sin embargo, si leemos cuidadosamente los cuatro Evangelios, podemos ver que mientras el Señor estuvo en la tierra, Su servicio ante Dios dependió en gran manera de Su carácter.

EL EJEMPLO DEL CARÁCTER DEL SEÑOR

  De los cuatro Evangelios, el Evangelio de Marcos es el que especialmente nos muestra cómo el Señor Jesús sirvió a Dios. Todos los que estudian la Biblia pueden percibir en este evangelio el carácter del Siervo de Dios. Al leer el Evangelio de Juan podemos entender la vida que estaba en Jesucristo: la vida del Hijo de Dios. Al estudiar el Evangelio de Lucas podemos ver la manera de ser perfecta que se encontraba dentro de este Hombre perfecto. Si estudiamos el Evangelio de Mateo podemos testificar cómo se condujo el Rey del reino de los cielos. Cuando leemos el Evangelio de Marcos podemos notar el carácter del Siervo de Dios. El Señor Jesús en el Evangelio de Juan nos mostró, por medio de Su vivir en la tierra, la vida que estaba dentro de Él. En el Evangelio de Lucas el Señor nos revela cuan humana era Su manera de ser al vivir como un hombre sobre la tierra. Su manera de ser como Hombre fue perfecta y hermosa. Sin embargo, en el Evangelio de Marcos se ve al Señor como un siervo. Allí Él no exhibió Su vida ni Su manera de ser sino Su carácter.

  Cuando alguien busca un amigo, a menudo busca en la otra persona una manera de ser agradable, pero no necesariamente busca un carácter apropiado. Usualmente se preocupa por su manera de ser y no de su carácter. Por ejemplo, una persona no tiene que ser madrugadora para que sea su amigo. Puede que esa persona regularmente se levante y se acueste a tiempo, pero si su manera de ser no es agradable, usted no querrá tener amistad con ella. Por tanto, al hacer amigos a lo primero que uno presta atención es la manera de ser de la persona. Sin embargo, cuando contrata a alguien para hacer un trabajo en la casa, ¿acaso se preocupa de su personalidad? De ninguna manera. Puede que sea gentil, paciente, amoroso y moderado, pero si es perezoso, descuidado, lento y olvidadizo, ¿lo contrataría? Al considerar darle un empleo a alguien, no sólo consideramos su manera de ser, sino también su carácter. La gentileza y la amabilidad se encuentran en su manera de ser. Pero también es necesario que sea diligente, presto en su trabajo y uno que ocupa su lugar en todo momento, los cuales son rasgos que se necesitan en su carácter.

  Si podemos distinguir entre la manera de ser y el carácter, entonces veremos que el Evangelio de Lucas nos muestra la manera de ser, y el Evangelio de Marcos, el carácter. El Evangelio de Lucas revela la manera de ser de un Hombre perfecto. El Evangelio de Marcos revela el carácter del Siervo de Dios. Tengo buenas razones para decir esto. Por ejemplo, Marcos nos indica, por lo menos en dos ocasiones que el Señor ni siquiera tuvo tiempo para comer. Esto no se registra en Lucas, Juan ni Mateo. Mateo habla del Señor como el Rey del reino de los cielos; para lo cual, si el Rey comía o no, no tiene importancia. Este asunto solamente se relata en Marcos. En el Evangelio de Marcos están estas palabras: “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba”. El Señor estaba tan ocupado sirviendo a otros que no se preocupó por comer y dio la impresión a la gente de que estaba loco. Cuando vio la multitud, no tuvo el corazón de despedirlos por temor a que desfallecieran en el camino. Así que les dio pan y pescado para satisfacerlos. Incluso pidió a sus discípulos que recogieran las sobras, y después que despidió a la gente se fue. ¿No creen que es significativo que el Espíritu Santo registre estas cosas? El libro de Marcos nos muestra que Dios encontró a una Persona en la tierra cuyo carácter era apto para el servicio de Dios. En otras palabras, este libro nos muestra el carácter del Señor Jesús como el Siervo de Dios. Debido a que tuvo tal carácter fue útil en la mano de Dios, en Su servicio a Dios y al hombre.

  En cada capítulo y cada párrafo del libro de Marcos se puede observar el carácter del Señor Jesús como el Siervo de Dios. Aunque un día Él sanó a muchos enfermos, echó fuera muchos demonios, trabajó mucho y se acostó tarde, aun así, se levantó muy de mañana para orar. Tal era Su diligencia. Cuando estaba ocupado, se preocupaba solamente por las necesidades de otros y no por Su propia hambre. Éste es el carácter que debe poseer uno que sirve al Señor. Cuando las multitudes se reunían en el desierto y era tarde, Él no podía soportar despedirlos por temor a que desfallecieran por falta de comida. Aunque este incidente fue registrado en forma breve en los otros evangelios, el Evangelio de Marcos lo registra con gran detalle. Este relato nos muestra que Él no sólo se preocupaba por la multitud, sino que discernía y entendía cabalmente la situación. Además de eso, sabía cómo manejar todos los asuntos. Él calmadamente le pidió a la gente que se sentaran fila por fila, y tomó el pan y el pescado, los bendijo y los distribuyó fila por fila. Cuando todos fueron saciados, los discípulos recogieron lo que sobró y lo pusieron en cestas. Luego despidió a la gente y llevó a los discípulos a otro lugar. ¿Creen que esto describe un milagro del Señor? ¿Nos revela la vida del Señor? ¿Nos presenta la manera de ser del Señor? No. Esto nos muestra Su carácter. Él era diligente, considerado, perceptivo, compasivo y se preocupaba por los demás y nunca evadió Su responsabilidad. Sin el carácter en el Evangelio de Marcos, la vida del Evangelio de Juan no podría ser impartida. Para que sea impartida la vida que se encuentra en el Evangelio de Juan se necesita el carácter que vemos en el Evangelio de Marcos. La vida en Juan es la comida; el carácter en Marcos es el recipiente.

  Hoy carecemos de esta clase de carácter. He notado que a menudo algunos hermanos son derrochadores en su servicio. Ser derrochador es un asunto pequeño, pero temo que habrán almas que se pierdan cuando estos hermanos sirvan al Señor. Esto es un problema serio. ¿Creen que el Señor atesoraba estas doce cestas de pedazos? No, el Señor quería mostrar a Sus discípulos que uno que trabaja para Dios debe hacer las cosas de esta manera en su servicio a Él. El Señor entrenó a Sus discípulos y los guió para que también tuvieran esta clase de carácter. Tenemos que ver que en esto de servir al Señor y de ser un siervo de Dios, lo único indispensable es un carácter apropiado. No podemos servir al Señor sin un buen carácter.

EJEMPLOS DEL CARÁCTER DE LOS APÓSTOLES

  En los escritos del apóstol Pablo, sus epístolas que hablan del Señor Jesús, también podemos ver al escritor mismo. Aunque todas las epístolas de Pablo tratan de Cristo, éstas también nos permiten ver a Pablo. Además, no pienso que las epístolas de Pedro necesitan ser designadas, pues con tan sólo leerlas inmediatamente se puede reconocer quien es el escritor. Lo mismo sucede con los escritos de Pablo. Podemos ver a los apóstoles a través de las epístolas que escribieron, debido a que ellos portaron a Cristo, y Cristo fue quien vivió a través de ellos. Moisés vio la visión del fuego ardiendo en la zarza, y éste fue el principio conforme al cual todas las epístolas de los apóstoles fueron escritas. Por un lado, Cristo usó a Pablo como aquel que lo sostenía poniéndose a Sí mismo en Pablo. Por otro lado, Pablo expresó a Cristo en su vivir. Debido a estos dos puntos, cada vez que los apóstoles hablaban acerca de Cristo, no podían evitar que ellos mismos fuesen vistos.

  Existen dos líneas en la Biblia. Una línea tiene que ver con sostener a Cristo y la otra con expresar a Cristo en nuestro vivir. Expresar a Cristo en nuestro vivir es un asunto de vida, mientras que sostener a Cristo es un asunto de carácter. Con cada apóstol existen tanto el carácter como la vida. Con respecto al carácter, Pablo fue usado por Cristo; él portó a Cristo y fue uno que sostenía a Cristo. En cuanto a la vida, Pablo tomó a Cristo como su vida; vivió en Cristo y Cristo vivió en él. Por eso, cuando leemos las epístolas de Pablo, no es difícil reconocer que algunos asuntos en ellas están relacionados al carácter y otros a la vida. Por ejemplo, Pablo dijo: “¿Qué queréis? ¿Iré a vosotros con vara, o con amor y espíritu de mansedumbre?” (1 Co. 4:21); también dijo: “¿Quién está débil, y yo no estoy débil? ¿A quién se le hace tropezar, y yo no ardo?” (2 Co. 11:29); y: “Pero cuando Cefas vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar” (Gá. 2:11). Estas palabras reflejan cierto carácter. Por otro lado, Pablo dijo: “Llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos” (2 Co. 4:10), y también: “Mas, nosotros todos, a cara descubierta mirando y reflejando como un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Señor Espíritu” (2 Co. 3:18). Estas palabras se refieren a la vida. En ciertas partes de las epístolas de Pablo encontramos su carácter como siervo de Dios: fuerte, responsable, serio, intolerante a los errores, honesto, dispuesto a reprender a otros cara a cara. En otros lugares vemos la vida misma que él llevó. No podemos tener sólo la vida sin un carácter apropiado; tampoco podemos tener un buen carácter sin la vida.

  Un día en Manila, mientras iba en el carro con unos hermanos hacia el campo, vimos una catedral católica elegante, ubicada en una pequeña colina. Los hermanos me llevaron a visitar el lugar. Cuando entré, vi varias monjas vestidas de blanco arrodilladas. No se movían en nada y parecían irreales, hasta que las miré cuidadosamente. Eran tan expertas en lo que practicaban que no se movían ni un poquito. Las observamos por largo rato hasta que una de ellas se levantó. Nos quedamos atónitos mientras observábamos la manera en que caminaba. Lo hacía con una serenidad y compostura que sería imposible de imitar. Mientras se disponía a tomar la Biblia, su paso, su postura y movimientos merecían nuestro más profundo respeto y admiración. ¡Qué conducta tan maravillosa! Si no hubiese conocido al Señor, ese día hubiera decidido hacerme católico. Creo que si algunos incrédulos vieran a esas monjas y a nosotros, ellos llegarían a la conclusión de que los cristianos no son tan respetables como los católicos. Sin embargo, los que conocen a Cristo se darán cuenta que tal conducta no era vida, sino, en el mejor de los casos, un carácter que ha sido desarrollado. Un buen carácter carente de vida no tiene valor; pero la vida sin un carácter apropiado es igualmente inútil. No importa cuánto sepamos acerca de Cristo, no podremos ministrar Cristo si no tenemos un carácter apropiado.

A FIN DE SERVIR AL SEÑOR SE NECESITA QUE SE EDIFIQUE EL CARÁCTER

  ¿Qué clase de obra planeamos realizar? ¿Esperamos llevar a cabo una obra que sea valiosa y tenga peso, o pensamos realizar una obra superficial? En el servicio del Señor existe la necesidad no solamente del conocimiento del Señor, sino también de un carácter que porte al Señor. La Biblia requiere que los ancianos sean sobrios. ¿Es esto un asunto de carácter o de vida? Ciertamente es un asunto de carácter y no de vida. Una persona puede ser evidentemente salva, pero aun así ser frívola; otra, puede oponerse al Señor Jesús y, sin embargo, tener un carácter sobrio. Si estas dos personas se levantaran y hablaran a una multitud, ¿cuál se ganaría la confianza de la gente? No hay duda que sería el opositor. ¿Por qué? Debido a que es sobrio. En esta ilustración nos podemos dar cuenta inmediatamente que nuestra utilidad en las manos del Señor se basa en nuestro carácter y necesitamos de nuestro carácter para poder ministrar vida a otros. Obviamente, sin vida nada es ministrado, pero la vida tampoco puede ser impartida sin un carácter apropiado.

  Hay que admitir que estamos cortos en la vida, pero siento fuertemente que existe una carencia severa, y que es aún una carencia desesperada, en nuestro carácter. Por ejemplo, conforme a mi observación, algunos hermanos jóvenes no han aprendido nada acerca de tener buenos modales. En su contacto con la gente parece que no tienen la sensibilidad de quién es mayor y quién es más joven. Consideran que mostrar respeto es vergonzoso y que la cortesía no es democrática. Les preocupa poco si la persona que está ante ellos es el director de una escuela o un decano. Les aseguro que tales personas están terminadas; no pueden servir al Señor.

  Hermanos jóvenes, en sus dormitorios donde viven, ¿son amables con sus compañeros de escuela? Aunque no los visito todos los días, puedo decir que basado en mis limitadas observaciones, yo sé cómo viven. Por favor, perdónenme por decirles esto, pero ustedes carecen del todo de un carácter apropiado. Admito que es posible que no peleen o discutan; pero también me atrevo a decir que su carácter no ha sido edificado. Para desarrollar su carácter, ustedes tienen que seguir las reglas que regulan en qué cama van a dormir, dónde deben colgar su ropa y dónde deben guardar su maleta. Deben regirse por las reglas de la escuela. Pueden pensar que éstos son asuntos sin importancia, pero si no se ejercitan en estas cosas en su vivir cotidiano, serán absolutamente inútiles para Dios. Carecerán de un carácter que obedece las reglas. Pueden tirar libremente sus zapatos bajo la cama de otro, y pueden colgar su camisa en el poste de la cama de otro y tal vez hasta la chaqueta de otros aparezca en su área. Créanme, esta clase de persona nunca podrá realizar ninguna obra.

  Obedecer las reglas está en el lado pasivo. Por el lado positivo, necesitamos ser corteses. Debemos apresurarnos a hacer los trabajos desagradables y dejar que otros hagan los fáciles. Esto no es vida; es solamente una señal de un buen carácter. Pero si no se edifica tal carácter en nosotros, no podemos abrigar la esperanza de servir al Señor apropiadamente. Si usted no es una persona regulada, su predicación también será indisciplinada. Si usted es desordenado, lo que predica también será desorganizado.

  Hermanos, al servir al Señor, el carácter no es menos importante que la vida. Sin un carácter apropiado, usted no tiene la manera de llevar a cabo una obra. La vida es su material y el carácter es su técnica. Un carpintero no puede hacer algo sin madera; pero esto no significa que siempre y cuando tenga madera pueda hacer algo. El serrucho puede ser útil en las manos de otro, pero no en las suyas. El hacha es útil en las manos de otro, pero en sus manos sólo arruinará la madera. Si no tienen un carácter apropiado, se debe sencillamente a que no lo han practicado. Por lo general, si va a pasar por una puerta y un hermano más joven quiere hacer lo mismo, usted lo debe dejar pasar primero. Si está cargando un vaso y sucede que se derrama un poco de agua en la cama de su compañero de cuarto, debe secar las gotas de agua rápidamente y buscar la oportunidad para disculparse con él. No digo que esto es la vida divina, pero si usted desea servir al Señor tiene que ser meticuloso en cuanto a su carácter. El carácter que tenga lo capacitará para ser disciplinado en su servicio al Señor.

LA DIFERENCIA Y LA RELACIÓN QUE EXISTE ENTRE EL CARÁCTER Y LA VIDA

  Permítanme ilustrarles la diferencia que existe entre el carácter y la vida. Consideren a una hermana que le gusta contar chismes, hablar mucho y que siempre está descontenta con los demás. Tal condición indica una carencia de vida, no de carácter. Otra hermana raras veces habla o se enoja, porque tanto su lengua como su carne han recibido el trato de la cruz. Sin embargo, es descuidada en su vivir y causa incomodidad a los que están a su alrededor. Cuando otros murmuran, ella no se enoja ni los condena. Esta hermana puede ser excelente en vida, pero carece de una cosa: un carácter apropiado. Este ejemplo muestra la diferencia entre el aspecto de la vida y el aspecto del carácter.

  Sin embargo, tenemos que darnos cuenta de que la vida y el carácter no son independientes el uno del otro. La vida divina puede influir en nuestro carácter y en muchas ocasiones, hasta puede reemplazarlo. No obstante, el carácter no puede afectar la vida divina ni puede sustituirla. A menudo, la espiritualidad de una persona espiritual se convierte en su carácter y reemplaza su carácter. Éste fue el caso del Señor Jesús. El carácter del Señor Jesús fue casi una expresión de Su vida. Podemos decir que los aspectos del carácter del Señor, según se relatan en Marcos, eran la expresión de Su vida. En otras palabras, la mayor parte de Su vida fue también Su carácter.

  No obstante, no podemos decir que el carácter es la vida, porque hasta un incrédulo tiene su carácter. Por ejemplo, la sobriedad de cierta persona es parte de su carácter, no de su vida. La espiritualidad de una persona espiritual, la cual resulta de permanecer en el Señor, puede hacerlo sobrio. El carácter de un cristiano no puede ser solamente su carácter. No debemos exhibir sobriedad, meticulosidad y consideración para con otros sólo de manera externa, sin tener nada de la vida interior. Debemos tener tanto la vida como el carácter. De hecho, debemos ir un paso más allá: nuestra vida y nuestro carácter deben compenetrarse y ser uno solo. Aunque el carácter no es igual a la vida, la vida puede convertirse en una gran parte de nuestro carácter. Soy cortés porque vivo en Cristo; también soy sobrio porque vivo en Cristo. Puedo ser cuidadoso porque Cristo es mi meticulosidad y puedo ser regulado porque Cristo es mi regulación. Por ende, la vida y el carácter se han hecho uno en mí.

  Por lo general, una persona que ama al Señor, al principio busca la vida. Luego, gradualmente se da cuenta que su carácter es lo que lo limita impartir el Señor a otros. Entonces cambia la manera de conducirse; es decir, comienza a desarrollar su carácter. Al principio, este tipo de edificación del carácter es mayormente un esfuerzo humano. Pero a medida que crece en el Señor y la vida interior se fortalece, su carácter es introducido poco a poco en la vida. Con el tiempo, la vida dentro de él se mezcla con su carácter exterior. Al llegar a este punto, su sobriedad exterior procede de su vida interior. Su cortesía exterior y su sentido de orden también son el resultado de la vida que está en su interior. Su carácter está constituido predominantemente con el elemento interno de vida. Ésta fue la realidad de nuestro Señor cuando estaba en la tierra y tiene que haber sido la realidad de Pablo. Nuestra necesidad actual delante del Señor es prestar atención al hecho de que en el servicio del Señor, si no tenemos vida, entonces no tenemos nada que ministrarle a otros. De igual manera, si tenemos solamente vida pero carecemos de un carácter apropiado, no hay manera de ministrar. En el servicio del Señor existe la necesidad tanto de vida como la de un carácter apropiado. Por lo tanto, tenemos que edificar cabalmente nuestro carácter y nuestra conducta humana.

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