
Oración: Oh Señor, gracias que Tú eres el Señor quien habla y quien nos da el Espíritu, incluso el Espíritu ilimitado. Nosotros creemos que hablarás esta noche aquí, y nos darás el Espíritu ilimitado. No somos elocuentes, no sabemos hablar y no sabemos cómo recibir. Tus palabras han sido promulgadas, pero no las entendemos; has derramado aquí Tu Espíritu, pero no lo podemos recibir. De hecho, estamos en una condición completamente lamentable. Sin embargo, Tu misericordia es rica y Tu gracia es abundante. Contamos con Tu rica misericordia y Tu abundante gracia. Aparte de esto, no podemos seguir adelante. Oh Señor, somos un grupo de personas dignas de conmiseración que se reúnen ante Tus pies y esperan Tu misericordia. Amén.
En el mensaje anterior vimos que como colaboradores y ancianos, primero debemos conocer a Cristo en cuatro aspectos particulares. Después de conocerle, tenemos que experimentarle y disfrutarle para poder ganarlo. Pero ¿cómo le experimentamos, le disfrutamos y lo ganamos? Le experimentamos, le disfrutamos y lo ganamos (Fil. 3:8) conforme a Su ministerio completo, que consta de Sus tres etapas divinas y místicas, es decir, conforme a todo lo que El ha hecho y sigue haciendo en Sus tres etapas.
La primera etapa del ministerio completo de Cristo fue la etapa de encarnación, que va desde Su nacimiento y pasa por Su vida humana hasta llegar a Su muerte. La segunda etapa es la etapa de inclusión, que va desde Su resurrección hasta [que empezó] la degradación de la iglesia. Necesitamos ver por qué lo llamamos la etapa de inclusión. El en Su primera etapa poseía sólo dos elementos: divinidad y humanidad. Esto era un poco más complicado que lo El poseía antes de Su encarnación. Antes de Su encarnación, en la eternidad pasada, poseía un sólo elemento, la divinidad. Desde el momento de Su encarnación, cuando se puso la naturaleza humana, El adquirió la humanidad, además de Su divinidad; por lo tanto, El tenía dos naturalezas. Después de Su muerte y resurrección, se añadieron más elementos en Su resurrección. En Su resurrección, el postrer Adán, Cristo en la etapa de encarnación, llegó a ser el Espíritu vivificante. Este “llegar a ser” lo hizo el Cristo de la inclusión, que incluye el elemento divino y el elemento humano, el elemento de Su muerte y la eficacia de ésta, y el elemento de la resurrección y el poder de la misma. Por consiguiente, en el Antiguo Testamento se encuentra el tipo del ungüento santo de la unción (Ex. 30:22-25). El ungüento santo de la unción no era de aceite solo, el cual era uno de los ingredientes; sino que era un compuesto de muchos ingredientes. El ungüento santo de la unción tipifica el Espíritu vivificante compuesto, que es lo que Cristo llegó a ser en la etapa de inclusión.
Esto no salió a la luz sino hasta 1954, cuando vimos claramente en el libro El Espíritu de Cristo, escrito por Andrew Murray. En el capítulo cinco de dicho libro, Andrew Murray afirma que hoy en el Espíritu del Jesús glorificado se encuentra no solamente Su naturaleza humana sino también Su muerte junto con la eficacia de ésta, y Su resurrección junto con el poder de la misma. En 1954 estando en Hong Kong, di un mensaje en el cual dije que en el Espíritu del Jesús glorificado se encuentran el elemento divino, el elemento humano, el elemento de Su muerte junto con la eficacia de ésta, y el elemento de Su resurrección junto con el poder de la misma. Todos estos elementos pueden asemejarse a los ingredientes de una dosis, la cual contiene un elemento germicida, así como la eficacia de la muerte, y un elemento que suministra vida, así como el poder de la resurrección. Los elementos contenidos en el Espíritu de Cristo son abundantes y todo-inclusivos.
En la etapa de inclusión Cristo realizó tres actos notables. Primero, fue engendrado como Hijo primogénito de Dios; segundo, se hizo el Espíritu vivificante; tercero, regeneró a Sus creyentes con miras a Su Cuerpo. Aparentemente, estos actos notables son bastante sencillos, pero en realidad son muy complejos.
Desde la eternidad pasada sin comienzo, Cristo era el Hijo unigénito de Dios. Como tal, poseía sólo divinidad, mas no humanidad, ya que todavía no se había hecho carne, ni había pasado por la muerte ni había entrado en la resurrección. En el Evangelio de Juan el Señor dijo: “Yo soy la resurrección y la vida” (11:25). En la eternidad pasada El ya era tanto la resurrección como la vida, pero todavía no había entrado en la experiencia de la resurrección. Por ejemplo, es posible que usted sea un profesor, aunque carezca de experiencia. El Señor es la resurrección, y El lo ha sido desde la eternidad pasada, ya que El es Dios, quien es la resurrección. Ser resucitado es vencer y transcender la muerte, o sea, entrar en la muerte y salir de ella. Cristo como Hijo unigénito de Dios es la resurrección desde la eternidad, pero no la había experimentado. No fue sino hasta que El cumplió con Su ministerio completo en la carne y pasó por la muerte, que entró en la resurrección.
En la encarnación el Hijo unigénito de Dios se hizo carne para ser Dios-hombre, un hombre que tenía tanto la naturaleza divina como la humana.
Romanos 1:3-4 nos dice que mediante la muerte y resurrección Cristo en la carne, del linaje de David, fue designado el Hijo primogénito de Dios. Antes de Su encarnación, Cristo, el Ser divino, ya era el Hijo de Dios (Jn. 1:8; Ro. 8:3). Mediante la encarnación se puso un elemento, la carne humana, que no tiene nada que ver con la divinidad; esa parte de El necesitaba ser santificada y elevada al pasar por la muerte y la resurrección. Mediante la resurrección, Su naturaleza humana fue santificada, elevada y transformada. Así que, mediante la resurrección, El fue designado Hijo de Dios con Su humanidad (Hch. 13:33; He. 1:5). Su resurrección fue Su designación. En el entrenamiento del invierno próximo, tendremos un estudio más a fondo de la cristalización de la Epístola a los Romanos, para ver más en cuanto a las naturalezas humana y divina de Cristo y ver la manera en que fue designado Hijo primogénito de Dios.
En la muerte de Cristo Su humanidad fue crucificada. Cuando Cristo fue crucificado en la cruz, Su humanidad fue crucificada ahí. En 1 Pedro 3:18 dice: “Cristo ... siendo muerto en la carne, pero vivificado en el Espíritu”. Aquí podemos ver que cuando El murió, fue Su carne la que fue crucificada. Su divinidad no fue crucificada; más bien, se hizo muy activa. No es fácil para los lectores de la Biblia ver que cuando Cristo estaba en la cruz, mientras que Su carne estaba siendo muerto, Su divinidad estaba trabajando activamente.
Luego, en la resurrección de Cristo, Su humanidad crucificada fue vivificada por el Espíritu de Su divinidad y fue elevada a la filiación de Hijo unigénito de Dios. Por ejemplo, un grano de trigo cae en la tierra y muere. Esa muerte hace que la cáscara del grano se quiebre y se destruya; no obstante, al mismo tiempo se activa la vida que se encuentra en el grano. La cáscara exterior se quiebra y muere, pero se activa la vida y comienza a germinar y a crecer. Esta germinación, este crecimiento, es la resurrección. En Himnos #200 los primeros dos versos de la primera estrofa dicen: “En la cruz estoy con Cristo / Y me libertó la cruz”; luego los primeros dos versos de la tercera estrofa dicen: “El secreto de la siega, / Muerto el grano vida da”. Cuando se entierra un grano de trigo, el grano ¿muere o vive? Si el grano de trigo simplemente moría, ningún labrador querrá sembrar semilla alguna. Todos los que siembran saben que aunque el grano muera cuando se le siembra, produce treinta granos, sesenta granos o incluso cien granos.
Juan 12:24 dice: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto”. Llevar mucho fruto equivale a ser vivificado, y esto tiene lugar al mismo tiempo que el grano muere. Por un lado, el grano de trigo muere, pero por otro, se vivifica. Lo mismo se aplica a Cristo cuando estaba en la cruz. Aunque Su humanidad, Su carne, Su cáscara exterior, fue crucificada en la cruz, el Espíritu, la esencia de Su divinidad, fue activado considerablemente, para que Su humanidad crucificada fuera vivificada en la resurrección. Más aún, cuando se vivificó Su humanidad, ésta fue elevada a la filiación de Hijo unigénito de Dios. En otras palabras, al resucitar, Su humanidad fue elevada a la filiación divina. Así que, El fue engendrado como Hijo primogénito de Dios.
Ser Hijo unigénito de Dios no es lo mismo que ser Hijo primogénito. Ser Hijo unigénito indica que sólo existe un hijo, mientras que ser Hijo primogénito denota la existencia de por lo menos dos hijos. Los que fueron engendrados con Cristo en Su resurrección no fueron dos, sino millones. Efesios 2:5 dice que Dios “nos dio vida juntamente con Cristo”, y el versículo 6 dice que “juntamente con El nos resucitó”. Fuimos vivificados cuando se nos dio vida juntamente con Cristo y luego, fuimos resucitados juntamente con El. Cuando murió en la cruz, también nosotros morimos con El. Mientras moría en la cruz, Su Espíritu de vida le estaba vivificando y también a nosotros nos estaba dando vida. Por lo tanto, nos dio vida y nos resucitó con El. Su resurrección fue Su nacimiento, en el cual fue engendrado como Hijo primogénito de Dios (Hch. 13:33). Nuestra resurrección también fue nuestro nacimiento, donde fuimos engendrados como los muchos hijos de Dios (1 P. 1:3). El es el Hijo primogénito, y nosotros, los muchos hijos (Ro. 8:29).
El segundo acto notable que Cristo realizó en la segunda etapa de inclusión fue que llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). En Su resurrección, no solamente fue engendrado como Hijo primogénito de Dios, sino que también, El como postrer Adán en la carne llegó a ser el Espíritu vivificante. Cristo al ser el postrer Adán significa que después de El no existe más Adán. Adán terminó en Cristo. En la resurrección Cristo como el postrer Adán en la carne llegó a ser el Espíritu vivificante.
En 1 Corintios 15:45 dice: “Fue hecho ... el postrer Adán [Cristo en la carne], Espíritu vivificante”. Primero, en Su encarnación, Cristo se hizo carne para llevar a cabo la redención. Después, en Su resurrección, Cristo, el postrer Adán, se hizo el Espíritu vivificante para impartir vida.
Juan 7:39 dice: “...pues aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado”. En mi juventud, cuando leía esta porción de la Palabra, me preguntaba por qué “aún no había el Espíritu”. ¿Acaso no existía ya el Espíritu de Dios desde hace mucho? ¿No dice Génesis 1:2 que el Espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas? Además, en el Antiguo Testamento se menciona el Espíritu de Jehová, que es Dios en Su relación con el hombre (Jue. 6:34; Is. 61:1). Al comienzo del Nuevo Testamento, el Espíritu Santo vino en la concepción del Señor Jesús (Mt. 1:18, 20). Espíritu Santo en griego también es “el Espíritu, el santo”. Aquí la palabra santo indica que el Espíritu puede hacer santas a las personas comunes. Por lo tanto, María, una virgen común, produjo un hijo, Jesús, a quien se le llamó “lo santo” (Lc. 1:35). Por lo tanto, conforme a la santa Escritura y a los hechos, ¿no estaba allí el Espíritu Santo? ¿Por qué Juan 7 dice que aún no había el Espíritu, porque Jesús no había sido aún glorificado, es decir, no había sido aún resucitado?
Después de muchos años de estudio, entendí claramente que en efecto, Jesús fue glorificado cuando resucitó (Lc. 24:26). Antes de que Cristo resucitara, es decir, antes de que fuera glorificado, el Espíritu de Dios no era el Espíritu vivificante. Antes de la resurrección de Cristo, el Espíritu de Dios podía moverse sobre la faz de las aguas, podía relacionarse con las personas y podía santificarlas, pero no podía impartirles vida, porque El aún no era el Espíritu vivificante. Sólo se menciona el título Espíritu devida al llegar a Romanos 8:2. Así que, antes de la resurrección de Cristo, “aún no había el Espíritu” significa que aún no había el Espíritu vivificante.
Cristo, el Hijo de Dios, el segundo de la Trinidad Divina, después de completar Su ministerio en la tierra llegó a ser (se transfiguró) el Espíritu vivificante en Su resurrección. En la etapa previa Cristo era un hombre en la carne, pero después de que entró en la resurrección, se transfiguró en el Espíritu vivificante.
El Espíritu vivificante está representado por el agua que brotó del costado traspasado de Jesús en la cruz (Jn. 19:34). Los cuatro evangelios presentan un relato de la muerte del Señor Jesús, pero sólo Juan nos dice que brotaron sangre y agua del costado traspasado del Señor Jesús. La sangre representa redención, y el agua denota impartir vida. El agua representa a Cristo como el Espíritu vivificante.
Además, Cristo, mediante Su muerte en la cruz, liberó la vida divina que estaba encerrada en la cáscara de Su humanidad y la impartió en Sus creyentes, haciendo de ellos los muchos miembros que constituyen Su Cuerpo (Jn. 12:24). Cuando Cristo estaba en la carne, Su vida divina estaba restringida y encerrada en la cáscara de Su carne. Se puede usar un grano de trigo como ejemplo. De cierto que si no se siembra el grano de trigo en la tierra y no muere, la vida que se encuentra en el grano queda encerrada en la cáscara. Pero cuando se siembra el grano en la tierra y muere, la cáscara del grano se quiebra, y brota la vida que tiene por dentro.
Al Espíritu vivificante, quien es el Cristo pneumático, también se le llama el Espíritu de vida (Ro. 8:2), el Espíritu de Jesús (Hch. 16:7), el Espíritu de Cristo (Ro. 8:9), el Espíritu de Jesucristo (Fil. 1:19) y el Señor Espíritu (2 Co. 3:18).
Aquí nos referimos al Cristo pneumático y no al Cristo espiritual. El Cristo pneumático indica que El es el Espíritu. Cuando llegué por primera vez a los Estados Unidos, comencé a hablar de Cristo como Espíritu. Eso suscitó una intensa oposición por parte de algunos que están en el cristianismo, y me llamaron predicador de herejías. Sin embargo, hasta hoy todavía estoy hablando de esto, y cuanto más hablo, más tengo de que decir. De modo que ya no pueden decir que predico herejías, puesto que ésta es una verdad importante que se halla en la Biblia, y que nadie puede refutar.
En la actualidad, se ha difundido la verdad acerca del Cristo pneumático en muchos países del mundo, de los cuales Rusia es el más prevaleciente. Los hermanos de Rusia me dijeron que en el pasado día del Señor, todos los santos se reunieron para participar de la mesa del Señor en Moscú y asistieron más de setecientas personas. En esa reunión, decidieron deliberadamente que ni los hermanos estadounidenses ni los hermanos chinos harían ni dirían nada. En dicha reunión desde el comienzo hasta el final, los santos rusos sirvieron en todos los aspectos, grandes y pequeños. En pocos años, después de que el recobro del Señor empezó a difundirse en Rusia en 1991, los santos rusos han crecido en vida y en la verdad. Un hermano, después de ver la reunión que tuvieron, dijo: “Son exactamente iguales a todas las personas del recobro del Señor”. Ciertamente esto es obra del Señor.
El Cristo pneumático, que es el Espíritu de vida, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Jesucristo y el Espíritu del Señor, nos suple todas nuestras necesidades, para que podamos crecer en Su vida y naturaleza gradualmente, hasta llegar a la madurez.
El tercer acto notable que Cristo llevó a cabo en la etapa de inclusión fue que regeneró a los creyentes con miras a Su Cuerpo (1 P. 1:3).
Cristo fue engendrado como el Hijo primogénito de Dios y llegó a ser el Espíritu vivificante, a fin de regenerar a los creyentes, para que lleguen a ser los muchos hijos de Dios, nacidos de Dios junto con El en un solo alumbramiento universal. Por lo tanto, el nacimiento de Cristo en resurrección fue, sin duda, un gran alumbramiento, uno en que se da a luz a millones de hijos de Dios. El primero fue el Hijo primogénito, Cristo, y el resto fueron los muchos hijos, todos los creyentes que pertenecen a Cristo. Esto tiene como fin componer la casa de Dios, o sea la familia de Dios. Esto también tiene como fin constituir el Cuerpo de Cristo como Su plenitud, Su expresión y Su expansión, para consumar la expresión y la expansión eternas del Dios Triuno procesado y consumado.
En cuanto a la constitución del Cuerpo de Cristo, 1 Corintios 12:13 dice que en un solo Espíritu todos los creyentes fueron bautizados en un solo Cuerpo. Este “solo Espíritu” es Cristo mismo. En El, quien es un solo Espíritu, fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo. Al mismo tiempo, a todos los creyentes que fueron bautizados en un solo Espíritu se les dieron a beber de este Espíritu.
Ser bautizado es entrar en el mismo Espíritu, mientras que beber de un mismo Espíritu es recibirlo. En China, las personas de la región del río bajo de Yangtze, tenían la costumbre de ir por las mañanas a tomar té en la casa de té, e iban por las noches a bañarse en el balneario. Por la mañana bebían hasta llenarse y por la noche se sumergían en el balneario. Decían que sumergirse en el balneario era lo mismo que dejar que “el agua envolviera el cuerpo”, y beber hasta llenarse era hacer que “el cuerpo envolviera el agua”; es decir, había agua tanto afuera como adentro. Esta debería ser nuestra condición actual, ya que fuimos bautizados en el Espíritu y se nos dio a beber de un solo Espíritu. Fuimos bautizados en Cristo como Espíritu vivificante, esto es, “el Espíritu que nos envuelve”. Además, se nos dio a beber del Espíritu, esto es, “nosotros envolvemos al Espíritu”. Como resultado, tenemos el Espíritu por fuera y por dentro. Así que, en este Espíritu todos llegamos a ser una entidad orgánica, el Cuerpo de Cristo.
Al hablar de las palabras de Dios, Cristo en Su resurrección se dio sin medida a Sí mismo como el Espíritu vivificante todo-inclusivo (Jn. 3:34). Hoy las personas que están en el movimiento pentecostés afirman que si uno ha recibido el bautismo del Espíritu, uno debe de hablar en lenguas. Sin embargo, la Biblia dice que cuando usted recibe las palabras de Dios y éstas entran en usted, usted tiene el Espíritu. En Juan 6:63 el Señor nos dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida”. Una vez que recibimos las palabras de Dios, ellas son espíritu y vida en nosotros. Por lo tanto, cuando el Señor nos habla, nos da vida y el Espíritu sin medida. Verdaderamente puedo testificar que cuanto más recibo las palabras del Señor, más me lleno del Espíritu, o sea lo recibo sin medida.
Cristo regeneró a los creyentes con miras a Su Cuerpo, para que todos los creyentes de Cristo puedan ser edificados como morada de Dios en el espíritu de ellos, donde vive El como Espíritu (Ef. 2:22). Aquí ser edificados equivale a estar constituidos juntos. Somos edificados como morada de Dios en nuestro espíritu, donde vive El como Espíritu. Finalmente, esta morada será la Nueva Jerusalén (Ap. 21:3). La Nueva Jerusalén es una ciudad, una morada grande y corporativa. La morada de un sola persona es una casa; la morada de una multitud es una ciudad. Todos los creyentes de Cristo serán edificados, constituidos, para ser llenos por fuera y por dentro del Espíritu, a fin de llegar a ser la morada de Dios. La consumación de tal morada es una ciudad grande, la Nueva Jerusalén.
Tal constitución, tal edificio, llega a la consumación mediante la santificación de nuestro carácter (Ro. 15:16), la renovación (Tit. 3:5), la transformación (2 Co. 3:18) y la conformación (Ro. 8:29). Después de regenerarnos, Dios nos santifica en nuestro carácter, nos renueva en nuestra creación vieja y transforma todo nuestro ser. Además, nos conforma a la imagen de Su Hijo primogénito para que todos nosotros podamos ser hijos de Dios en vida y naturaleza, y lleguemos a ser, junto con el Hijo primogénito, el hijo corporativo de Dios, Su expresión, Su expansión. La Nueva Jerusalén es la expresión, la expansión y el agrandamiento corporativo de Dios. La Biblia comienza con “en el principio creó Dios...” (Gn. 1:1). En aquel tiempo, Dios estaba “solo”. Sin embargo, al final de la Biblia se menciona una ciudad, la Nueva Jerusalén. Esta ciudad no es sencilla; se requiere que la Biblia con sus sesenta y seis libros la explique. Esto se debe a que la ciudad, la Nueva Jerusalén, es el Dios agrandado. Los sesenta y seis libros de la Biblia explican lo que es el Dios agrandado, la Nueva Jerusalén.
Si ustedes aprenden todo lo que hemos comentado, estoy seguro de que tendremos un gran avivamiento. Primero, ustedes necesitan saber que Cristo es tanto Dios como hombre. Segundo, necesitan saber que Cristo posee tanto divinidad como humanidad. Tercero, necesitan saber que Cristo, en Su humanidad, llevó a cabo la redención jurídica mediante Su muerte. Cuarto, ustedes necesitan saber que Cristo, en Su divinidad, lleva a cabo en Su resurrección la salvación orgánica. En dicha salvación, El produjo los muchos hijos de Dios, los muchos hermanos de Cristo. Los muchos hijos de Dios constituyen la casa de Dios, Su morada; los muchos hermanos de Cristo constituyen los miembros de Su Cuerpo, cuya consumación es la Nueva Jerusalén.
Para poder hablar detallada y claramente de estas cosas, ustedes deben aprenderlas. Si quieren saber cómo ser ancianos y colaboradores, deben conocer a Cristo y experimentarle, disfrutarle y ganarlo conforme a todo lo que El llevó a cabo y lo que está realizando en las tres etapas de Su ministerio completo. No sigan hablando de las cosas viejas que se han dicho a lo largo de los años. La gente ya ha oído bastante de esas cosas. ¿Dónde está la vitalidad de los grupos vitales? La vitalidad de dichos grupos reside en el conocimiento, el disfrute y la experiencia de Cristo. Ustedes deben estar capacitados para proclamar detalladamente todos los puntos cruciales de los logros de Cristo en Sus tres etapas. No podrán hacer esto en poco tiempo, pero espero que dediquen mucho tiempo y energía a esto. Si usan medio año para aprender a proclamar los cuatro puntos en detalle, especialmente los últimos dos, en cuanto a nuestra necesidad de conocer particularmente a Cristo, yo creo que tendrán un avivamiento. No discutan ni se afierran más a sus propias opiniones. Todos nosotros necesitamos esforzarnos por conocer a Cristo de una manera particular.
En la conferencia del Día de conmemoración que se llevó a cabo en mayo de 1991 en Anaheim, cuando hablé en cuanto a la situación mundial y al mover del recobro del Señor, les dije que en nuestra propagación a Rusia necesitamos prestar atención a seis aspectos: primero, predicar el evangelio elevado; segundo, hablar de las verdades profundas; tercero, vivir en Cristo mediante Su muerte y resurrección; cuarto, practicar la nueva manera; quinto, poner en práctica la unanimidad, y sexto, tener el entrenamiento de tiempo completo. Hemos estado laborando en Rusia apenas cinco años; no obstante, además de las dos iglesias grandes establecidas en Moscú y en San Petersburgo, existen por lo menos treinta y cinco iglesias. En otras palabras, actualmente existen por lo menos treinta y siete iglesias en Rusia. Aparte de éstas, existen innumerables grupos sectarios que han tocado la luz y la verdad del recobro del Señor. Ellos han dejado las sectas y desean reunirse en sus localidades respectivas. Están esperando a que algunos de nosotros vayamos y les ayudemos a establecerse como iglesias. Al final de este año, habrá probablemente unas cincuenta iglesias establecidas en Rusia. Nunca se ha oído de semejante resultado en la historia del recobro del Señor.
Al contrario, cuando hablé con determinación acerca de la nueva manera en los Estados Unidos y en Taiwán, surgieron algunas oposiciones y rebeliones. Pero hoy ¿dónde están los opositores y los rebeldes? El Señor dijo que debemos conocer cada árbol por su fruto (Lc. 6:44). No me gusta criticar, pero quisiera dar la alarma. Lo que el Señor nos ha mostrado en Su recobro es el mejor camino. Estamos en la esfera divina y mística, viendo la cultura divina y mística, y tenemos que hablar de todas estas cosas con el lenguaje divino y místico. Espero que todos ustedes aprendan de nuevo. Desde ahora en adelante, para ser colaboradores o ancianos, tienen que hacer esto. Aparte de esto no podemos seguir adelante. Espero que no conduzcan una reunión grande en la cual una persona hable y los demás escuchen. Esta es el camino del cristianismo, que lo ha practicado por veinte siglos, pero aún no ha producido lo que el Señor quiere.
En la actualidad existe una inmensa necesidad en el recobro del Señor. Esta es la razón por la cual nos empeñamos en aumentar nuestro entrenamiento. Al principio del entrenamiento completo en Anaheim, sólo teníamos de setenta a ochenta personas en el primer semestre. Gracias al Señor que en este semestre tenemos doscientos treinta y nueve personas. Además, estamos construyendo una comunidad de diecinueve casas en “Jardines de Gracia”, para alojar a los hermanos que están en el entrenamiento. Con diez personas en cada casa, podemos alojar a casi doscientas personas. Esperamos que los que recibieron el entrenamiento de tiempo completo puedan ser enviados para satisfacer el mover actual del Señor.