
En este mensaje continuaremos considerando la persona de Cristo en el cumplimiento de los tipos y figuras del Antiguo Testamento.
Isaac, el hijo de Abraham, es un tipo de Cristo (Gn. 17:21; Mt. 1:1). Isaac era el hijo de Abraham. Un hijo es alguien que procede de un padre y que hereda todo cuanto el padre es y tiene. Ésta fue la historia de Isaac. Él procedió del padre y heredó todo lo del padre. Isaac heredó todas las cosas de su padre (Gn. 24:36; 25:5). Fue por gracia, no por su esfuerzo propio, que Isaac llegó a ser el heredero de las riquezas de su padre. A él no se le exigió que hiciera nada a fin de heredar estas riquezas, y él no hizo nada para obtener dicha herencia. De manera absoluta e incondicional, procedía de la gracia que Isaac heredase todas las riquezas de su padre. En esto Isaac tipifica a Cristo. El Señor Jesús, como Hijo de Dios, procedió del Padre (Jn. 16:28) y heredó todo lo que el Padre es y posee (v. 15).
Además de heredar las riquezas de su padre, a Isaac le fue asegurada una novia selecta, Rebeca (Gn. 24:61-67). Él la obtuvo sin hacer nada. Mientras meditaba en el campo, Rebeca le fue traída a él. Isaac no era una persona que hacía cosas, sino alguien que disfrutaba. Su padre y su siervo hicieron todo para garantizarle una novia. Isaac ni siquiera tuvo que ir donde Rebeca, sino que Rebeca vino a él. Rebeca, la esposa de Isaac, es un tipo de la iglesia. Cristo, como verdadero Isaac, ha heredado todo lo que el Padre es y posee, y Él obtuvo la iglesia, la verdadera Rebeca (Ef. 5:31-32).
Cristo también da cumplimiento al tipo del cordero provisto por Dios. En Génesis 22:8 Abraham profetizó que Dios proveería un cordero para el holocausto. Génesis 22:13 y 14 dicen: “Entonces alzó Abraham sus ojos y miró, y había detrás de él un carnero trabado por los cuernos en un matorral; fue Abraham, tomó el carnero y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Y llamó Abraham el nombre de aquel lugar Jehová-jiré; por lo tanto, se dice todavía hoy: En el monte de Jehová será provisto”. En la Biblia, los cuernos representan poder para combatir. Cristo tiene poder para combatir, pero Sus “cuernos” fueron atrapados por el “matorral”, el cual representa a la humanidad. Nosotros somos el matorral, y Cristo, el Cordero de Dios, estuvo “atrapado” en nosotros y no pudo escapar. Cristo, como Cordero de Dios, estuvo dispuesto a permitir que Sus cuernos fueran trabados por la humanidad a fin de que Él pudiera ser ofrecido como nuestro Sustituto.
Según Génesis 22, el cordero que reemplazó a Isaac fue provisto por Jehová-jiré. Este nombre tiene dos significados: Jehová proveerá y Jehová verá. Aquí tenemos tanto la provisión como la visión. Dentro de la provisión del Señor tenemos la visión. ¡Qué provisión y qué visión tenemos en la cruz!
El carnero provisto por Dios en Génesis 22 tipifica a Cristo como nuestro Sustituto. Al igual que el carnero que fue inmolado en lugar de Isaac, también el Cordero de Dios fue crucificado por nosotros. El carnero que fue muerto en lugar de Isaac tipifica a Cristo, el Cordero de Dios, quien fue crucificado por nosotros. Éramos nosotros quienes debíamos haber ido a la cruz, pero Dios nos reemplazó con el Cordero como nuestro Sustituto (1 P. 3:18).
En 1 Pedro 1:19-20 vemos el cumplimiento del tipo del carnero provisto por Dios. El versículo 19 se refiere a Cristo como “un Cordero sin defecto y sin mancha”. Podemos ver con base en la tipología del Antiguo Testamento que los animales usados en los sacrificios tenían que ser ejemplares sin defecto y sin mancha. Por ejemplo, una oveja destinada a ser ofrecida como ofrenda por el pecado tenía que ser libre de todo defecto y toda mixtura; además, no podía tener manchas ni herida alguna. La oveja ofrecida como ofrenda por el pecado tenía que ser impecable y perfecta.
Entre todos los seres humanos que han vivido en la tierra, únicamente el Señor Jesús es libre de todo defecto y mancha. En realidad, la expresión sin defecto y sin mancha usada en 1 Pedro 1:19 es una expresión del Antiguo Testamento usada en referencia a los sacrificios ofrecidos a Dios. Este versículo indica que Cristo es el verdadero sacrificio y, como tal, Él es nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda por las transgresiones. Él fue ofrecido para redimir al pueblo de Dios de sus pecados. Como Cordero sin defecto y sin mancha, Él derramó Su sangre preciosa para redimirnos.
Además, en 1 Pedro 1:20 se nos dice que Cristo, el Cordero provisto por Dios, era “conocido desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros”. Cristo fue destinado, preparado, por Dios para ser Su Cordero redentor (Jn. 1:29) en favor de Sus elegidos, desde antes de la fundación del mundo según Su presciencia. Esto fue hecho en conformidad con el propósito y plan eterno de Dios, y no por casualidad. Por eso, en la perspectiva eterna de Dios, Cristo fue inmolado desde la fundación del mundo (Ap. 13:8), es decir, desde la caída del hombre, la cual es parte del mundo.
Cuando Jacob huía de su hermano, durmió una noche a la intemperie valiéndose de una piedra como almohada. “Y soñó que había una escalera que estaba apoyada en la tierra, y su extremo tocaba el cielo; y los ángeles de Dios subían y descendían por ella” (Gn. 28:12). Cuando Jacob despertó, exclamó: “¡Cuán asombroso es este lugar! Esto no es otra cosa que la casa de Dios, y ésta es la puerta del cielo” (v. 17). En este sueño la escalera no descendió del cielo, sino que ya estaba en la tierra. A diferencia de Pedro en Hechos 10:9-16, Jacob no vio algo que descendía, sino que vio algo que ya estaba en la tierra. No se nos dice que la escalera llegaba hasta la tierra, sino que “estaba apoyada en la tierra” y que “su extremo tocaba el cielo”. Además, los ángeles de Dios subían y descendían por ella.
En Juan 1:51 vemos que Cristo es el cumplimiento de la escalera que Jacob vio. Jesús le dijo a Natanael: “De cierto, de cierto os digo: Veréis el cielo abierto, y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”. Cristo es Aquel que trae el cielo a la tierra y une la tierra al cielo. Según nuestro concepto, Cristo ha abandonado la tierra; pero según el concepto de Dios, Cristo ha sido establecido en la tierra y nadie puede moverlo de allí. Nuestro Cristo, quien es la escalera que trae el cielo a la tierra y une la tierra al cielo, ahora no solamente está en el cielo sino también en la tierra. Cristo ha sido establecido en la tierra, y Él llega hasta el cielo con el propósito de venir a nosotros y unirnos a Él.
Lo dicho por el Señor a Natanael constituye el cumplimiento del sueño de Jacob. Cristo, como Hijo del Hombre en Su humanidad, es la escalera que está apoyada sobre la tierra y que conduce al cielo, la cual mantiene el cielo abierto a la tierra y une la tierra al cielo con miras a la casa de Dios. Cristo, como escalera universal, trae el cielo a la tierra y une la tierra al cielo, con lo cual hace que Dios y el hombre sean uno. Sobre esta escalera los ángeles de Dios sabían y descendían al llevar a cabo su servicio “a favor de los que han de heredar la salvación” (He. 1:14). Aquí disfrutamos a Cristo como escalera que nos une al cielo y trae el cielo a nosotros para hacer de nosotros un pueblo celestial que lleva una vida celestial en la tierra y hereda todas las cosas celestiales.
No hay una sola palabra en la Biblia que diga directamente que José era tipo de Cristo. Sin embargo, si leemos el libro de Génesis cuidadosamente, veremos no solamente que José tipificaba a Cristo, sino que su biografía es prácticamente la biografía de Cristo. La biografía de José muestra que él no tenía defectos. Según lo relatado, él era perfecto. En la Biblia José es el perfecto en el Antiguo Testamento, y Jesús es el Perfecto en el Nuevo Testamento. Los cuatro Evangelios revelan al Señor Jesús como Aquel que es perfecto, sin defecto alguno.
Algunos maestros de la Biblia dicen que debemos considerar como tipos únicamente a aquellas personas y cosas del Antiguo Testamento que el Nuevo Testamento indica claramente son tipos. Sin embargo, no debemos estar limitados por tal enseñanza de hombre. Incluso aquellos que sostienen este concepto hacen una excepción en el caso de José, con lo cual quebrantan su propia regla. Aunque el Nuevo Testamento no dice explícitamente que José era un tipo de Cristo, nadie en el Antiguo Testamento es un tipo tan exacto de Cristo como José. Esto indica que ciertas cosas en el Antiguo Testamento son tipos aun cuando el Nuevo Testamento no se refiere a ellas como tipos. En muchos aspectos, José fue un tipo de Cristo: en que era un pastor, en que fue enviado por el padre para ministrar a sus hermanos conforme a la voluntad del padre, en que fue aborrecido por sus hermanos y traicionado por ellos, en que fue entregado a la prisión de muerte, en que estuvo con dos criminales, uno de los cuales fue salvo y el otro pereció.
En particular, José fue un tipo de Cristo como amado del Padre. Génesis 37:3 dice: “Ahora bien, Israel amaba a José más que a todos sus hijos, porque era el hijo de su vejez”. Vemos el cumplimiento de esto en Mateo 3:17: “He aquí, hubo una voz de los cielos, que decía: Éste es Mi Hijo, el Amado, en quien tengo complacencia”. Éste fue el testimonio del Padre con respecto a Cristo como Su Hijo amado.
José también tipificó a Cristo como Aquel que imparte los ricos alimentos a Su pueblo. José fue aquel que impartía, distribuía, los ricos alimentos de Faraón. Como encargado de distribuir alimentos al pueblo, él fue un buen mayordomo que cumplió con su mayordomía. Cristo es el verdadero José. Él es Aquel que imparte el rico alimento de nuestro Dios.
En Génesis 49:9 tenemos un tipo del león de Judá: “Cachorro de león, Judá; / de la presa has subido, hijo mío. / Se recuesta, se echa como león”. Consideremos primero el cuadro que se nos presenta aquí. Tenemos un león que habita en el monte. Cuando sale en busca de su presa, desciende del monte. Mientras espera para atrapar su presa, se agazapa; pero después que ha capturado a su presa, se la lleva con él al monte. Por tanto, las palabras “de la presa has subido, hijo mío” indican que el león ha subido al monte para devorar su presa. Después de devorarla, el león se recuesta, esto es, se echa satisfecho.
Debemos aplicar este cuadro a Cristo. Cristo fue primero un cachorro de león, que agazapado esperaba Su presa. Después de capturar la presa, Él llevó Su cautivo a los cielos, donde le disfrutó. Por tanto, la figura del león que se recuesta describe a Cristo como Aquel que disfruta Su reposo en los cielos. Después de lograr la victoria y disfrutar de la presa, Él estaba satisfecho. Ahora Él está reposando en los cielos en Su satisfacción. Esta satisfacción es el resultado de la victoria de Cristo sobre el enemigo. Cristo fue a la cruz y allí derrotó a Sus enemigos. Después, en resurrección, Él condujo un séquito de enemigos derrotados a los cielos para Su deleite (Ef. 4:8). Ahora Él está en los cielos reposando.
El cumplimiento de la figura en Génesis 49:9 es hallado en Apocalipsis 5:5, donde se nos dice que Cristo, el León de la tribu de Judá, ha vencido. Aquí el León simboliza a Cristo, representándolo como un poderoso guerrero que se opone al enemigo. Cristo es el León combatiente, victorioso y vencedor. Cristo, como León, ha derrotado a Satanás, el enemigo de Dios.
Cristo también es tipificado por Moisés (Éx. 3:4; He. 3:1-6). Moisés es un tipo de Cristo como nuestro Apóstol, el Enviado. Cuando los hijos de Israel padecían persecución bajo la tiranía de Faraón, Dios se le apareció a Moisés y le encargó ir a los hijos de Israel y ante Faraón. Por tanto, Moisés se convirtió en un apóstol del Antiguo Testamento. Moisés era aquel que Dios envió, el apóstol que habría de sacar a Israel de Egipto y guiarlo por el desierto con el propósito de que fuesen constituidos como casa de Dios y fuesen formados como morada de Dios en la tierra. Esta morada de Dios estaba simbolizada por el tabernáculo construido por los hijos de Israel en el desierto.
Cristo es el primer Apóstol en el Nuevo Testamento. Él es Aquel que fue enviado a nosotros de parte de Dios y con Dios (Jn. 6:46; 8:16, 29). Cristo, como Apóstol tipificado por Moisés, vino a nosotros con Dios para compartir Dios con nosotros a fin de que seamos partícipes de la vida, naturaleza y plenitud divinas.
Independientemente de cuánto Moisés es prefigura de Cristo, él todavía era una pequeña parte de la casa, mientras que Cristo es el Constructor de la casa de Dios (He. 3:3). Como aquel que fue enviado por Dios para encargarse de la casa de Dios, Moisés fue fiel a Dios en toda la casa de Dios. Esto tipifica el hecho de que Cristo, como Apóstol procedente de Dios para la casa de Dios, es fiel a Aquel que le constituyó (v. 2). Moisés era un apóstol enviado por Dios para constituir la casa de Dios en la tierra, y Cristo también fue el Apóstol que hizo lo mismo. Sin embargo, Cristo no solamente es una parte del edificio, sino que Él también es el Constructor. Por tanto, Cristo es superior a Moisés.
La Pascua descrita en Éxodo 12 es un tipo claro de Cristo en la redención (vs. 3-11; 1 Co. 5:7). La palabra Pascua indica que el juicio de Dios pasa por encima de nosotros. En Éxodo 12:13 el Señor dice: “Cuando Yo vea la sangre, pasaré por encima de vosotros”. Con el tiempo, esta expresión se convirtió en el sustantivo Pascua, un nombre propio, sustantivo que tiene su raíz en las palabras “pasaré por encima” de Éxodo 12:13.
La Pascua tipifica a Cristo. En 1 Corintios 5:7 Pablo afirma que Cristo es nuestra Pascua, la cual fue sacrificada por nosotros. Aquí Pablo no dice que Cristo es nuestro Cordero, sino que Cristo es nuestra Pascua. Cristo no solamente es el Cordero, sino que Él es cada uno de los aspectos de la Pascua. En Éxodo 12 el cordero, el pan y las hierbas amargas están, todos ellos, relacionados con Cristo. En principio, por tanto, Cristo no solamente es el Cordero de la Pascua, sino la Pascua misma. Para ser nuestra Pascua, Cristo fue sacrificado en la cruz a fin de que nosotros fuéramos redimidos y reconciliados con Dios. Ahora podemos disfrutarle como tal fiesta delante de Dios.
Según Éxodo 12, Dios pasó por encima de los hijos de Israel a causa de la sangre del cordero pascual que había sido rociada sobre el dintel y los postes de las puertas de sus casas. La casa misma había de ser la cubierta de ellos, bajo la cual y en la cual ellos pudieran comer la carne del cordero pascual. Cuando Dios vio la sangre rociada sobre el dintel y los postes de las puertas, Él pasó por encima de los hijos de Israel. Por tanto, que Él pasara por encima de ellos fue a causa de la sangre rociada. Sin embargo, según Pablo, la Pascua no solamente está relacionada con la sangre, sino con Cristo mismo. En 1 Corintios 1:30 se nos dice que estamos en Cristo. Debido a que estamos en Cristo, Él mismo llega a ser nuestra Pascua. Nuestra Pascua está basada en Cristo. Ésta es la razón por la cual Pablo podía afirmar que Cristo es nuestra Pascua.
Los ítems que componen la Pascua presentada en Éxodo 12 no solamente incluyen el cordero, la carne del cordero, su sangre, los panes sin levadura y las hierbas amargas, sino también la casa. Aquí la casa tipifica a Cristo como casa en la cual y por la cual los hijos de Israel estaban cubiertos. Debido a que Cristo es la casa que nos brinda cobertura, Él es nuestra Pascua.
Según es tipificado por el cordero en Éxodo 12, Cristo, nuestro Cordero pascual, no tiene defecto. Éxodo 12:5 dice: “Vuestro cordero será sin defecto”. Ser sin defecto equivale a ser perfecto. Esto significa que Cristo es perfecto, sin falta alguna (Jn. 8:46).
Éxodo 12:5 añade que el cordero tenía que ser “macho de un año”. Que tuviese apenas un año equivale a ser fresco y no haber sido usado para ningún otro propósito. A los ojos de Dios, cuando Cristo estaba en la cruz, Él era de un año. Él era fresco, pues jamás había sido usado para otro propósito.
Tal como el cordero pascual era examinado por cuatro días (Éx. 12:3, 6), así Cristo fue examinado por el mismo período de tiempo. Después de ser arrestado, el Señor fue sometido a seis exámenes, tres a manos de los sacerdotes, quienes le examinaron conforme a la ley de Dios, y tres a manos de los gobernantes romanos, quienes le examinaron conforme a la ley romana. A la postre, Pilato declaró tres veces que él no halló ningún delito en Cristo (Jn. 18:38; 19:4, 6).
Refiriéndose al cordero pascual, Éxodo 12:6 dice: “Entonces lo inmolará toda la congregación de la asamblea de Israel al crepúsculo”. Cristo fue muerto por la congregación del pueblo de Dios. Esto quiere decir que todos participamos en darle muerte.
Éxodo 12:7 dice: “Tomarán de la sangre y la pondrán en los dos postes de la puerta y en el dintel de las casas donde lo han de comer”. La sangre puesta en el dintel y en los postes de la puerta tenía por finalidad efectuar redención. Esta sangre tipifica la sangre redentora de Cristo (Mt. 26:28; Jn. 19:34; 1 P. 1:18-19). Mientras los hijos de Israel aplicaban el cordero pascual, ellos estaban dentro de las casas que habían sido rociadas con la sangre del cordero. Esto indica que la redención está basada en la unión. La sangre de Cristo no puede redimirnos a menos que estemos en unión con Él.
En Éxodo 12:8-10 vemos que la carne del cordero pascual fue alimento que servía para suministro de vida. Lo mismo se aplica a Cristo como Aquel que es el cumplimiento del tipo. El Evangelio de Juan dice que la carne de Cristo es comestible. En Juan 6:53 el Señor Jesús nos dice que debemos comer la carne del Hijo del Hombre, y en el versículo 55 Él declara: “Mi carne es verdadera comida”. Aquí la carne representa la vida de Cristo. La vida de Cristo es comestible; ella es nuestro suministro de vida.
En Éxodo 12:8 se les enseñó a los hijos de Israel la manera apropiada de comer la carne del cordero pascual: asada al fuego. Aquí el fuego representa la ira santa de Dios manifestada en Su juicio. Cuando Cristo estuvo en la cruz, el fuego santo de Dios lo juzgó y consumió. Él clamó: “Tengo sed” (Jn. 19:28) porque estaba siendo quemado por el fuego santo del juicio de Dios. En la cruz Cristo padeció por nosotros bajo el juicio de Dios. Él fue “quemado” y “asado” por el fuego santo de la ira de Dios. Como nuestro Redentor, Cristo fue juzgado en lugar de nosotros.
Otro tipo de Cristo son los panes sin levadura (Éx. 12:8, 15, 17-20; 1 Co. 5:8). Los hijos de Israel debían observar la Fiesta de los Panes sin Levadura como continuación de la Fiesta de la Pascua (Éx. 12:15-20; 13:6-7). Éxodo 12:18 dice: “En el mes primero comeréis los panes sin levadura, desde el día catorce del mes por la tarde hasta el veintiuno del mes por la tarde”. La Fiesta de la Pascua duraba apenas un día; era celebrada el día catorce del primer mes, el mes de Abib. Dando continuación a la Pascua se tenía otra fiesta, la Fiesta de los Panes sin Levadura, la cual duraba siete días. Por tanto, la Fiesta de los Panes sin Levadura era la continuación de la Fiesta de la Pascua. En la Biblia siete días indica el curso completo de un período de tiempo, un período completo de tiempo. Por tanto, los siete días de la Fiesta de los Panes sin Levadura representan el curso completo de nuestra vida en la tierra.
Comer panes sin levadura indica que el pueblo de Dios no debe vivir en pecado, es decir, no debe tener una vida pecaminosa. Los panes sin levadura tipifican a Cristo como fuente y suministro de una vida libre del pecado. En la Biblia, la levadura representa aquello que es pecaminoso, malvado, corrupto e impuro a los ojos de Dios. En 1 Corintios 5:8 Pablo habla de “la levadura de malicia y de maldad”.
En 1 Corintios 5:8 podemos ver el cumplimiento del tipo de los panes sin levadura: “Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. Aquí la fiesta se refiere a la Fiesta de los Panes sin Levadura como continuación de la Pascua. Cristo, como pan sin levadura, es el alimento espiritual y divino que hace de nosotros personas sin levadura. Ya dijimos que la Fiesta de los Panes sin Levadura duraba siete días, un período de compleción, el mismo que representa todo el curso de nuestra vida cristiana, desde el día de nuestra conversión hasta el día del arrebatamiento. Ésta es una larga fiesta que debemos celebrar, no con el pecado de nuestra vieja naturaleza, la vieja levadura, sino con panes sin levadura, que son el Cristo de nuestra nueva naturaleza como nuestro alimento y disfrute. Sólo Él es el suministro vivo de sinceridad y verdad, absolutamente puro, sin mezcla, y lleno de realidad. La fiesta es un tiempo para disfrutar el banquete, lo cual implica tanto alimentarse como disfrutar. Toda vez que comemos sin tener como propósito disfrutar de tales alimentos, comemos de una manera común. Pero cuando comemos para disfrutar, tal comer se convierte en un banquete. Según lo indica Pablo en 1 Corintios 5:8, toda la vida cristiana debe ser tal fiesta, un gran disfrute de Cristo como nuestro banquete, el rico suministro de vida.
En 1 Corintios 5:7 y 8 tenemos dos Fiestas: la Fiesta de la Pascua y la Fiesta de los Panes sin Levadura. Cuando fuimos salvos, disfrutamos la Fiesta de la Pascua. Ahora, a lo largo de nuestra vida cristiana, debemos disfrutar la Fiesta de los Panes sin Levadura. Según 1 Corintios 5:8, la vida cristiana es una Fiesta de Panes sin Levadura, un banquete del disfrute de Cristo como nuestro suministro de vida libre de toda levadura. Día tras día debemos celebrar la Fiesta de los Panes sin Levadura. Deberíamos celebrar esta fiesta a lo largo de toda nuestra vida cristiana hasta que veamos al Señor.
En Éxodo 16 el maná es un tipo de Cristo. El versículo 31 dice: “La casa de Israel lo llamó maná; era como semilla de cilantro, blanco, y su sabor como de hojaldres hechos con miel”. Con respecto al maná, Moisés le dijo a la gente: “Es el pan que Jehová os ha dado para comer” (v. 15). El maná tipifica a Cristo como alimento celestial que le permite al pueblo de Dios tomar el camino de Dios. En Juan 6:31-35 vemos que Cristo es el cumplimiento del tipo del maná.
La palabra maná significa: “¿Qué es esto?” (Éx. 16:15). El maná que los hijos de Israel comieron en el desierto era distinto de todo otro alimento que ellos habían conocido, pues era distinto de cualquier otro alimento terrenal. Cuando la gente lo vio, se preguntó: “¿Qué es esto?”. Su color, forma, apariencia, sabor y todo otro aspecto era por completo distinto de todo cuanto ellos habían visto. El hecho de que la palabra maná signifique: “¿qué es esto?”, indica que el maná era un misterio. Al describir el maná, la Biblia lo compara a ciertas cosas. Por ejemplo, Éxodo 16:14 dice que el maná era tan pequeño y fino como la escarcha que cae sobre el suelo, y el versículo 31 dice que era como semilla de cilantro y que sabía a hojaldres hechos con miel. La Biblia en realidad no nos dice lo que era el maná debido a que el maná es misterioso.
Cristo, como maná verdadero, es misterioso; Él no puede ser explicado científicamente. ¿Qué es Cristo? Cristo es: “¿Qué es esto?”. Él es extraordinario, tan especial que no puede ser puesto en la misma categoría con ninguna otra cosa. Debido a que Cristo es misterioso, no podemos explicarlo. Cristo, como maná, es verdaderamente un misterio.
El capítulo 6 del Evangelio de Juan revela a Cristo como verdadero maná, como el alimento celestial que Dios nos ha dado. En el versículo 32 el Señor dice: “Mi Padre os da el verdadero pan del cielo”. Después, en el versículo 35 Él declara: “Yo soy el pan de vida”. Cristo, como pan de vida, es el pan que descendió del cielo (vs. 41, 50, 51 y 58). Él es el pan de Dios (v. 33), Él es el pan vivo (v. 51) y Él es el pan verdadero (v. 32). Aquí tenemos cinco características de Cristo como nuestro maná, nuestro pan: el pan celestial, el pan de Dios, el pan de vida, el pan vivo y el pan verdadero. Como pan que descendió del cielo, Él es el pan celestial. Como pan de Dios, Él procede de Dios, fue enviado por Dios y estaba con Dios. Como pan de vida, Él es el pan con la vida eterna, con zoé. Como pan vivo, Él es viviente. El pan de vida se refiere a la naturaleza del pan, la cual es vida; el pan vivo se refiere a la condición del pan, la cual es viviente. Como pan verdadero, Cristo es el pan de verdad o de realidad. Cristo es verdadero, real. Él es el verdadero alimento, y toda otra clase de alimento es meramente una sombra de Él como verdadero alimento. Cristo es el pan verdadero de vida enviado por Dios para traernos vida eterna.
Como nuestro maná, Cristo es en realidad el árbol de la vida. En Éxodo 16 y en Juan 6 el árbol de la vida aparece con el nombre de maná. En la Biblia, el maná y el árbol de la vida son intercambiables. Esto indica que el maná en Éxodo 16 era el árbol de la vida en Génesis 2, y que el maná en Juan 6 será el árbol de la vida en Apocalipsis 22. El maná y el árbol de la vida son distintos términos para describir una misma cosa. Dios no tiene dos diferentes tipos de alimento para Su pueblo escogido. Debido a que hay un solo Dios, hay solamente una clase de alimento. Cristo es nuestro árbol de la vida y nuestro maná por la eternidad.
Éxodo 17:6 dice: “Allí estaré Yo delante de ti sobre la roca en Horeb; golpearás la roca, y saldrán de ella aguas para que beba el pueblo. Y Moisés lo hizo así ante los ojos de los ancianos de Israel”. Aquí la roca tipifica a Cristo. En tipología, Moisés representa la ley, y la vara representa el poder y la autoridad de la ley. Que la roca fuese golpeada por la vara significa que Cristo fue golpeado por la autoridad de la ley de Dios. A los ojos de Dios, el Señor Jesús fue puesto a muerte no por los judíos, sino por la ley de Dios. Durante las primeras tres horas de Su crucifixión, Cristo padeció a manos de los hombres. Pero durante las últimas tres horas, Él padeció debido a que fue golpeado por el poder de la ley de Dios.
El agua que fluye procedente de la roca herida representa al Espíritu. Juan 7:37 y 38 dicen: “En el último y gran día de la fiesta, Jesús se puso en pie y alzó la voz, diciendo: Si alguno tiene sed, venga a Mí y beba. El que cree en Mí, como dice la Escritura, de su interior correrán ríos de agua viva”. Estas palabras fueron dichas en el último día de la Fiesta de los Tabernáculos. Juan 7:39 añade: “Esto dijo del Espíritu que habían de recibir los que creyesen en Él”. Esto indica claramente que el agua que fluye representa al Espíritu.
Pablo habló del agua que brotó de la roca herida en 1 Corintios 10:4, donde dijo que los hijos de Israel “todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo”. Pablo nos dice que la roca seguía al pueblo de Dios en su travesía por el desierto. Allí donde los hijos de Israel iban en su travesía, la roca los acompañaba. La bebida espiritual se refiere al agua viva que brotaba de la roca herida, agua que tipifica al Espíritu como nuestra bebida todo-inclusiva (1 Co. 12:13). Literalmente, las palabras griegas traducidas “la roca espiritual que los seguía” en realidad dicen “una roca espiritual seguidora”. La roca que fue golpeada y herida a fin de hacer fluir el agua viva para el pueblo escogido de Dios, era una roca física. Sin embargo, Pablo la llamó una roca espiritual porque tipificaba a Cristo, quien fue herido y hendido por Dios para hacer fluir el agua de vida (Jn. 19:34) a fin de saciar la sed de Sus creyentes. Por eso, Pablo afirma que la roca era Cristo. Puesto que era una roca espiritual que representaba a Cristo, podía seguir a los hijos de Israel. Esto indica que Cristo como roca verdadera sigue a Sus creyentes.
Pablo fue osado al afirmar que la roca física en Éxodo 17:6 era una roca espiritual y que esta roca era Cristo. En realidad, la roca en Éxodo 17 era una roca física; sin embargo, debemos tener una visión espiritual de esta roca física y ver más allá de lo físico para penetrar en lo espiritual. Debido a que Pablo vio esta roca conforme a su visión espiritual, a sus ojos era una roca espiritual. Para él, esa roca era Cristo, y él declaró esto con osadía en 1 Corintios 10:4.
Mediante la encarnación, Cristo como roca vino a la tierra. En el Calvario, el lugar señalado, Él fue crucificado, herido por la ley de Dios con su poder y autoridad. Su costado fue abierto y del mismo brotó el agua viva. Esta agua viva, la cual es el Espíritu como consumación del Dios Triuno, aplaca nuestra sed y satisface nuestro ser.