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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 221-239)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE DOSCIENTOS VEINTICUATRO

LA IGLESIA: LA DEGRADACIÓN DE LA IGLESIA

(2)

  En este mensaje abordaremos otros aspectos de la degradación de la iglesia.

H. Algunos causan disensiones

  Tito 3:10 y 11 dice: “Al hombre que cause disensiones, después de una y otra amonestación deséchalo, sabiendo que el tal se ha pervertido, y peca y está condenado por su propio juicio”. Un hombre que causa disensiones es un hombre hereje y sectario que provoca divisiones formando partidos en la iglesia según sus propias opiniones. El judaísmo gnóstico al que se hace referencia en el versículo anterior debe de estar relacionado con esto. La división se produce con base en enseñanzas divergentes. Ésta es la razón por la cual el versículo 10 viene después del versículo 9. Es probable que ciertos creyentes hayan insistido en la enseñanza de la ley y, al hacerlo, se volvieron personas divisivas.

  En el versículo 10 Pablo ordena a Tito que, después de una y otra amonestación, deseche al hombre que cause disensiones. A fin de mantener el buen orden en la iglesia, una persona facciosa, divisiva, debe ser desechada, rechazada, después de una y otra amonestación. Debido a que la división que tal persona fomenta es algo contagioso, se rechaza a tal persona en beneficio de la iglesia a fin de que cese todo contacto de los santos con la persona divisiva.

  En el versículo 11 Pablo habla con severidad al afirmar que la persona que causa disensiones se ha pervertido, peca y está condenada por su propio juicio. Las palabras griegas aquí traducidas “se ha pervertido” significan que se ha salido del camino; esto es más extremo que apartarse de la senda recta. Aquel que se ha pervertido ha sido malogrado, dañado, destruido, con respecto a la economía neotestamentaria de Dios.

I. Reincide, volviendo al judaísmo, con lo cual descuida la salvación neotestamentaria provista por Dios

  En Hebreos 10:25-29 Pablo advierte a los creyentes hebreos a no dejar a un lado la iglesia al pecar voluntariamente, esto es, volver al judaísmo para ofrecer sacrificio por los pecados a los que ya se puso fin.

  Hebreos 10:25 dice: “No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca”. Para los creyentes hebreos, en sus tiempos y en su situación, dejar de congregarse habría sido abandonar la manera de tener contacto con Dios según el nuevo pacto, o sea, abandonar la iglesia y volver a su antigua religión, al judaísmo. Esto habría interrumpido la administración de la gracia de Dios, lo cual constituye un pecado serio delante de Dios.

  El versículo 26 sigue diciendo: “Porque si pecamos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda sacrificio de toros y machos cabríos por los pecados”. Aquí pecar voluntariamente significa dejar de congregarse en la iglesia. Los creyentes hebreos habían sido instruidos a abandonar el judaísmo y permanecer bajo el nuevo pacto. Si a pesar de eso ellos hubieran vuelto al judaísmo, habrían dejado de congregarse en la iglesia. A los ojos de Dios esto habría constituido un pecado voluntario después de haber recibido el conocimiento de la verdad, después de saber que Dios había abandonado el judaísmo, que fue formado según el antiguo pacto, y sabedores de que Él había dejado establecido un camino nuevo y vivo por el cual se podía contactar a Dios conforme al nuevo pacto. Que los creyentes hebreos retrocedieran al judaísmo y ofrecieran nuevamente sacrificio por los pecados habría sido hacer algo a lo cual Dios había dado fin.

  El versículo 26 dice que entonces “ya no queda sacrificio [...] por los pecados” en el caso de aquellos que pecaron voluntariamente. Si los creyentes hebreos hubieran abandonado la iglesia y regresado al judaísmo, no habría quedado sacrificio por los pecados de ellos en la economía de Dios, porque todos los sacrificios del antiguo pacto ya habían sido completamente reemplazados por el único sacrificio de Cristo. Puesto que Cristo se ofreció una vez y para siempre como sacrificio por nuestros pecados (7:27; 10:10, 12), el sacrificio por los pecados cesó (v. 2); Cristo quitó el sacrificio por el pecado (v. 9).

  No debiéramos malinterpretar Hebreos 10:26, pensando que si pecamos voluntariamente después de haber sido salvos no podemos ser perdonados debido a que no hay más sacrificio por los pecados. El pecado voluntario mencionado en este versículo es el de dejar la iglesia y retroceder al viejo pacto después de haber adquirido el conocimiento de que Dios anuló tal pacto y estableció uno nuevo. Abandonar la iglesia para volver al judaísmo ofreciendo sacrificio por los pecados cuando éste ya no existe es, a los ojos de Dios, pecar voluntariamente.

  Hebreos 10:29 dice: “¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y tenga por común la sangre del pacto por la cual fue santificado, y ultraje al Espíritu de gracia?”. En el nuevo pacto, el Hijo de Dios reemplaza todos los sacrificios del antiguo pacto. Si los creyentes hebreos hubieran vuelto al judaísmo para ofrecer cualquiera de los sacrificios antiguos, en efecto habrían pisoteado al Hijo de Dios; lo habrían menospreciado, ignorado y puesto bajo sus pies.

  El versículo 29 habla de considerar la sangre del pacto como algo común. Si los creyentes hebreos hubieran vuelto al judaísmo para ofrecer los sacrificios antiguos, confiando así en la sangre de los animales inmolados, en efecto habrían considerado la preciosa sangre de Cristo como algo común. Esto habría sido negar seriamente la obra redentora de Cristo. Puesto que la sangre de animales es algo común, podía ser ofrecida una y otra vez. Pero si después de haber recibido a Cristo los creyentes hebreos hubieran regresado al judaísmo para ofrecer nuevamente tales sacrificios por los pecados, estarían haciendo la sangre de Cristo igual que la sangre de animales. Esto es insultar a Cristo.

  Hebreos 10:29 también se refiere a ultrajar al Espíritu de gracia. Bajo el nuevo pacto, por medio de la sangre redentora de Cristo, los creyentes hebreos fueron hechos partícipes del Espíritu Santo (6:4), el Espíritu de gracia. Si ellos hubieran vuelto al judaísmo para ofrecer sacrificios por los pecados, esto habría ido en contra de la obra realizada por el Espíritu de gracia que habitaba y operaba en ellos, quien habría sido ultrajado por el pecado voluntario de ellos.

  Reincidir, volviendo al judaísmo, equivale a descuidar la salvación neotestamentaria de Dios. Hebreos 2:3 dice: “¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?”. Aquí la salvación se refiere a lo mencionado en 1:14. Ésta es la plena salvación de Dios, que va desde el perdón de los pecados hasta la participación en el glorioso reino venidero. Esto se refiere no sólo a lo que Cristo ha hecho y hará por nosotros, sino también a Cristo mismo, quien es poderoso para salvarnos por completo (7:25). Él es nuestra salvación como Hijo de Dios y como Hijo del Hombre; Su persona maravillosa junto con Su obra espléndida constituyen esta salvación tan grande, una salvación que ninguno de nosotros debe descuidar. Nuestra negligencia será causa de que perdamos la parte más preciosa de esta salvación tan grande, o sea disfrutar a Cristo como nuestra vida salvadora y nuestro reposo en esta era, y la parte más gloriosa de esta salvación tan grande, o sea heredar el glorioso reino de Cristo en la era venidera. Por tanto, no debemos descuidar una salvación tan grande. Si descuidamos una salvación tan grande, es justo que recibamos cierta retribución (2:2).

J. Falsos maestros introducen herejías destructivas, incluso niegan al Amo que los compró, y siguen el camino de Balaam, quien amó el pago de la injusticia

  En 2 Pedro 2:1 se nos dice: “Hubo también falsos profetas entre el pueblo, como también entre vosotros habrá falsos maestros, que introducirán secretamente herejías destructoras, y aun negarán al Amo que los compró, acarreando sobre sí mismos destrucción repentina”. Las palabras griegas aquí traducidas “introducirán secretamente” también pueden ser traducidas “introducir de contrabando”. El griego literalmente significa introducir al lado de, introducir de lado; por ende, introducir un nuevo tema para el cual los oyentes no están preparados. Aquí denota que los falsos maestros presentan e introducen sus falsas enseñanzas junto con las genuinas. Estas falsas enseñanzas son calificadas de destructoras, o, literalmente, herejías de destrucción.

  La palabra herejía es la forma castellanizada de la palabra griega áiresis, que significa “opiniones (doctrinas) distintas de las regularmente aceptadas”, “doctrinas escogidas por alguien en particular, ajenas a la verdad” (Alford). Tales doctrinas causan división y producen sectas. Aquí este término denota las doctrinas falsas y heréticas introducidas por los falsos maestros, los herejes, las cuales son similares a las del modernismo actual, el cual niega la deidad de Cristo y la muerte redentora de Cristo.

  Una herejía involucra tres cosas: la opinión, causar divisiones y producir sectas. Por tanto, las opiniones, las divisiones y las sectas son los tres constituyentes de la herejía. En lugar de edificar la iglesia, la herejía destruye la iglesia. Por esta razón, Pablo se refiere a las herejías destructoras, o las herejías de destrucción.

  Según lo dicho por Pedro, los falsos maestros incluso niegan al Amo que los compró. La palabra Amo alude a la persona del Señor y a Su obra redentora. Los falsos maestros de los tiempos de Pedro, tal como los modernistas de hoy en su apostasía, negaban la persona del Señor como Amo y también Su obra redentora, con la cual Él compró a los creyentes.

  En referencia a los falsos maestros, en el versículo 15, Pedro dice: “Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el pago de la injusticia”. Tomar el camino recto, que es el camino de la verdad (v. 2) y el camino de la justicia (v. 21), consiste en llevar una vida recta, libre de perversidad y prejuicios, sin injusticia.

  Habiéndose extraviado, los falsos maestros siguieron el camino de Balaam. Balaam fue un auténtico profeta gentil, no era un falso profeta; sin embargo, amó el pago de la injusticia (Nm. 22:5, 7; Dt. 23:4; Neh. 13:2; Ap. 2:14).

K. Niegan que Jesús es el Cristo, y se convierten en anticristo al no permanecer en el Hijo y en el Padre

  En 1 Juan 2:22 se nos dice: “¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Éste es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo”. Ésta es la herejía de Cerinto, un heresiarca sirio del primer siglo, de ascendencia judía y educado en Alejandría. Su herejía era una mezcla de judaísmo, gnosticismo y cristianismo. Él hacía una distinción entre el hacedor (creador) del mundo y Dios, y representaba a ese hacedor como un poder subordinado. Él enseñaba una cristología adopcionista (el adopcionismo), diciendo que Jesús llegó a ser el Hijo de Dios al ser exaltado a una posición que no era Suya por nacimiento; de este modo negaba que Jesús hubiese sido concebido por el Espíritu Santo. En su herejía, Cerinto separaba al Jesús terrenal, considerado como hijo de José y María, del Cristo celestial, y enseñaba que después que Jesús fue bautizado, Cristo como una paloma descendió sobre Él, y entonces anunció al Padre desconocido e hizo milagros. Además, enseñaba que Cristo, al final de Su ministerio, se separó de Jesús y que Jesús sufrió la muerte sobre la cruz y resucitó de los muertos, mientras Cristo permanecía separado como ser espiritual, y se volvería a unir al hombre Jesús cuando venga el reino mesiánico de gloria. Esta herejía niega que Jesús es Cristo. Según lo dicho por Juan, todo aquel que niega que Jesús es el Cristo, es anticristo. Cerinto era un anticristo, y sus seguidores también eran anticristos.

  En el versículo 22 Juan dice que el anticristo niega al Padre y al Hijo. Confesar que Jesús es el Cristo es confesar que Él es el Hijo de Dios (Mt. 16:16; Jn. 20:31). Por tanto, negar que Jesús es el Cristo es negar al Padre y al Hijo. Cualquiera que niegue la persona divina de Cristo es un anticristo.

  En 1 Juan 2:23 Juan añade: “Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre”. Puesto que el Hijo y el Padre son uno (Jn. 10:30; Is. 9:6), negar al Hijo significa no tener al Padre, y confesar al Hijo es tener al Padre. Negar al Hijo aquí se refiere a la herejía que consiste en negar la deidad de Cristo, esto es, no confesar que el hombre Jesús sea Dios.

  En 1 Juan 2:24 Juan añade: “En cuanto a vosotros, lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre”. “Lo que habéis oído desde el principio” es la Palabra de vida, la vida eterna que los creyentes oyeron desde el principio (1:1-2). No negar sino confesar que el hombre Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, es permitir que la Palabra de vida eterna permanezca en nosotros. Al hacer esto permanecemos en el Hijo y en el Padre, y no somos descarriados por las enseñanzas heréticas acerca de la persona de Cristo.

  A continuación, el versículo 25 dice: “Y ésta es la promesa que Él mismo nos hizo, la vida eterna”. El pronombre singular Él, refiriéndose al Hijo y al Padre mencionados en el versículo 24, indica que el Hijo y el Padre son uno. En cuanto a nuestra experiencia de la vida divina, el Hijo, el Padre, Jesús y Cristo son uno. No es cierto que solamente el Hijo, y no el Padre, sea la vida eterna para nosotros. Jesús, quien es el Cristo y tanto el Hijo como el Padre, es la vida divina y eterna para nosotros como nuestra porción.

  El versículo 26 dice: “Os he escrito esto sobre los que os desvían”. Las palabras griegas aquí traducidas “os desvían” también podría traducirse “os engañan”. Desviar a los creyentes es distraerlos de la verdad con respecto a la deidad y la humanidad de Cristo por medio de enseñanzas heréticas acerca de los misterios de lo que Cristo es.

L. No confiesan que Jesucristo vino en la carne

  En 1 Juan 4:1 se nos dice: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo”. Las expresiones todo espíritu y los espíritus se refieren a los espíritus de los profetas (1 Co. 14:32), los cuales son motivados por el Espíritu de verdad, o a los espíritus de los falsos profetas, los cuales son activados por el espíritu de engaño. Por tanto, existe la necesidad de discernir los espíritus, probándolos para determinar si son de Dios.

  En 1 Juan 4:2 Juan añade: “En esto conocéis el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios”. Tal espíritu es el espíritu de un profeta genuino, motivado por el Espíritu Santo, el Espíritu de verdad; tal espíritu confiesa la concepción divina de Jesús, afirmando que Él nació como Hijo de Dios. Todo espíritu que obre así sin duda es de Dios. En esto conocemos el Espíritu de Dios.

  Jesús fue concebido del Espíritu (Mt. 1:18). Confesar que Jesús vino en la carne equivale a confesar que Él fue concebido divinamente para nacer como Hijo de Dios (Lc. 1:31-35). Puesto que Él fue concebido del Espíritu para nacer en la carne, el Espíritu jamás negaría que Jesús ha venido en la carne por la concepción divina.

  A continuación, en 1 Juan 4:3, Juan dice: “Y todo espíritu que no confiesa a Jesús, no es de Dios; y éste es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo”. El espíritu mencionado en este versículo es el espíritu de un falso profeta, activado por el espíritu de engaño, el cual no confiesa que Jesús vino en la carne. Éste es el espíritu de error de los docetas. El nombre docetas se deriva de la palabra griega dokéo, que significa “parecer”, “tener apariencia de”. La opinión herética de los docetas era que Jesucristo no era un verdadero ser humano, sino que simplemente tenía la apariencia de tal; según ellos, Él era sólo un fantasma. El docetismo estaba mezclado con el gnosticismo, el cual enseñaba que la materia era esencialmente mala. Por tanto, los docetas enseñaban que, puesto que Cristo es santo, Él no pudo haber tenido la contaminación de la carne humana. Ellos enseñaban que el cuerpo de Jesús no era de carne y sangre físicas, sino que era meramente un fantasma ilusorio y pasajero, y que por lo mismo Él no sufrió, ni murió ni resucitó. Tal herejía socava no solamente la encarnación del Señor, sino también Su redención y Su resurrección. El docetismo era una característica de los primeros anticristianos que fomentaban el error, y a quienes Juan tenía en mente aquí y en 2 Juan 7. Indudablemente el espíritu de tales personas no procede de Dios. Éste es el espíritu del anticristo.

  En 2 Juan 7 se nos dice: “Muchos engañadores han salido por el mundo, que no confiesan que Jesucristo ha venido en carne. Quien esto hace es el engañador y el anticristo”. Los engañadores mencionados aquí eran herejes, tales como los cerintianos, los falsos profetas. Estos engañadores no confesaban que Jesucristo había venido en la carne. Esto significa que no confiesan que Jesús es Dios encarnado, negando de este modo la deidad de Cristo. En el versículo 7 Juan dice que quienes no confiesan que Jesús vino en la carne, no solamente son engañadores, sino también anticristos. Un anticristo es diferente de un Cristo falso (Mt. 24:5, 24). Un Cristo falso es uno que, con engaños, quiere hacerse pasar por Cristo, mientras que un anticristo es alguien que niega la deidad de Cristo al declarar que Jesús no es el Cristo; en otras palabras, niega al Padre y al Hijo al declarar que Jesús no es el Hijo de Dios (1 Jn. 2:22), al no confesar que Él vino en la carne por medio de la concepción del Espíritu Santo. Todo el que niega la persona de Cristo es un anticristo.

M. No permanecen en la enseñanza de Cristo

  En 2 Juan 9 se nos dice: “Cualquiera que se propasa, y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en esta enseñanza, ése sí tiene al Padre y al Hijo”. En el sentido literal, la palabra griega traducida “se propasa” significa: avanza llegando más allá (en un sentido negativo), es decir, va más allá de lo debido, se pasa del límite de la enseñanza ortodoxa acerca de Cristo. Eso está en contraste con el hecho de permanecer en la enseñanza de Cristo. Los gnósticos cerintianos, quienes se jactaban de tener un avanzado modo de pensar con respecto a la enseñanza de Cristo, practicaban esto. Ellos fueron más allá de la enseñanza de la concepción divina de Cristo, negando así la deidad de Cristo. Como consecuencia, ellos no pudieron tener a Dios como salvación y como vida.

  En el versículo 9 Juan se refiere a no permanecer en la enseñanza de Cristo. Esto no se refiere a la enseñanza que Cristo impartió, sino la enseñanza acerca de Cristo, es decir, la verdad acerca de Su deidad, especialmente tocante a Su encarnación mediante la concepción divina.

  Según el versículo 9, aquel que se propasa y no permanece en la enseñanza de Cristo, no tiene a Dios. Pero aquel que permanece en la enseñanza de Cristo tiene tanto al Padre como al Hijo. Tener a Dios equivale a tener al Padre y al Hijo. Mediante el proceso de la encarnación, Dios se impartió a nosotros en el Hijo con el Padre (1 Jn. 2:23) para ser nuestro disfrute y realidad (Jn. 1:1, 14). En el Dios encarnado tenemos al Hijo en Su redención y al Padre en Su vida. De este modo somos redimidos y regenerados para ser uno con Dios orgánicamente a fin de participar de Él y disfrutarle como salvación y como vida. Por consiguiente, negar la encarnación significa rechazar este disfrute divino; en cambio, permanecer en la verdad de la encarnación significa tener a Dios, esto es, al Padre y al Hijo, para que sea nuestra porción en la salvación eterna y en la vida divina.

  A continuación, en 2 Juan 10, Juan dice: “Si alguno viene a vosotros, y no trae esta enseñanza, no lo recibáis en casa, ni le digáis: ¡Regocíjate!”. La frase si alguno se refiere a un hereje, un anticristo, un falso profeta, alguien que niega la concepción divina y la deidad de Cristo, como lo hacen los modernistas de hoy. Debemos rechazar a una persona así y no recibirla en nuestra casa ni saludarla. De este modo no tendremos ningún contacto con ella ni participación alguna en su herejía, la cual es una blasfemia contra Dios y contagiosa como la lepra.

  No piensen que debido a que se nos insta a amar a los demás, debemos recibir a los herejes. Con respecto a esto, el amor no aplica. Juan dice claramente que no debemos recibir a un anticristo, a un falso profeta, en nuestra casa, y que ni siquiera debemos decirle: “¡Regocíjate!”. Lo que queremos recalcar aquí es que no debemos tener nada que ver con tales personas y su herejía contagiosa.

  En el versículo 11 Juan dice: “Porque el que le dice: ¡Regocíjate! participa en sus malas obras”. Tal como llevar a otros a la verdad divina del Cristo maravilloso es una obra excelente (Ro. 10:15), así también propagar la herejía satánica, la cual profana la gloriosa divinidad de Cristo, es una mala obra. Es una blasfemia y abominación para Dios, y también es perniciosa y de maldición para los hombres. Ningún creyente en Cristo e hijo de Dios debe tener parte alguna en tal maldad. Incluso saludar a una persona tan malvada nos ha sido prohibido. Se debe mantener una separación severa y clara con respecto a esta maldad.

N. Desean ser los primeros en la iglesia

  En 3 Juan 9 y 10 se nos dice: “Yo he escrito a la iglesia; pero Diótrefes, al cual le gusta ser el primero entre ellos, no nos recibe. Por esta causa, si yo voy, recordaré las obras que hace parloteando con palabras malignas contra nosotros; y no contento con estas cosas, no recibe a los hermanos, y a los que quieren recibirlos se lo prohíbe, y los expulsa de la iglesia”. El hecho de que a Diótrefes le gustaba ser el primero iba en contra de lo que el Señor Jesús dijo en Mateo 20:25-27 y 23:8-11, lo cual sitúa a todos Sus creyentes en el mismo nivel, el de hermanos.

  En 2 Juan 9, los gnósticos cerintianos fueron los primeros en ir más allá de la enseñanza acerca de Cristo. Aquí en 3 Juan 9 vemos a alguien que estaba bajo la influencia de la doctrina herética del gnosticismo y que quería ser el primero en la iglesia. El problema con la doctrina gnóstica estaba relacionado con la arrogancia intelectual; el problema de querer ser el primero estaba relacionado con las acciones de quien se exalta a sí mismo. Estos dos males son armas agudas usadas por Satanás, el enemigo de Dios, para llevar a cabo su conspiración maligna contra la economía de Dios. Uno de estos males debilita la fe de los creyentes en la realidad divina; el otro estorba la obra de los creyentes en el mover de Dios. Querer ser el primero introduce la degradación.

  El principio que operaba en los gnósticos cerintianos en su deseo de ser más avanzados en la doctrina es el mismo que también operaba en Diótrefes en su deseo de ser el primero, esto es: el deseo de estar por encima de los demás. Los cerintianos querían estar por encima de los demás en lo referente a su pensamiento avanzado, y Diótrefes deseaba ser el primero.

  En 3 Juan 10 se pone al descubierto cuán dominante y maligno era Diótrefes, a saber: él parloteaba con palabras malignas contra el apóstol Juan. La palabra griega traducida “parlotea”, pluaréo, se deriva del vocablo pluo, que significa “hervir, hacer burbujear, rebosar de palabras, hablar ociosamente”; por tanto, significa parlotear, hablar insensateces o tonterías. Diótrefes parloteaba “con palabras malignas”. La palabra griega aquí traducida “malignas” es ponerós, que denota algo pernicioso, perjudicialmente maligno, que afecta a los demás y ejerce influencia sobre ellos llevándolos a ser malignos y perversos.

O. Abandonan la fe, negando a nuestro único Amo y Señor, Jesucristo, pues siguen el camino de Caín, se lanzan por lucro en el error de Balaam y perecen en la rebelión de Coré

  En la degradación de la iglesia algunos abandonaron la fe. Por esta razón Judas escribió: “Amados, poniendo toda diligencia en escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario escribiros exhortándoos a que contendáis ardientemente por la fe que ha sido trasmitida a los santos una vez para siempre” (Jud. 3). La fe en este versículo no es la fe subjetiva, o sea, nuestra acción de creer, sino la fe objetiva, nuestra creencia, o sea, las cosas en las que creemos. Aquí la fe denota el contenido del Nuevo Testamento como nuestra fe (Hch. 6:7; 1 Ti. 1:19; 3:9; 4:1; 5:8; 6:10, 21; 2 Ti. 2:18; 3:8; 4:7; Tit. 1:13), en lo cual creemos con miras a nuestra común salvación. Esta fe, y no alguna doctrina, ha sido transmitida a los santos una vez y para siempre. Por esta fe debemos contender (1 Ti. 6:12).

  A continuación, en Judas 4, Judas dice: “Algunos hombres se han introducido encubiertamente, los que ya desde antiguo estaban inscritos para este juicio, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a nuestro único Amo y Señor Jesucristo”. Las palabras griegas traducidas “introducido encubiertamente” literalmente significan: han entrado por el lado, o se han introducido por una puerta lateral. Así como el enemigo se introdujo secretamente para sembrar cizaña entre el trigo (como vemos en Mt. 13:25, 27-28), los apóstatas también se introdujeron sin que nadie lo notase.

  Judas 4 se refiere a hombres impíos que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios y niegan a nuestro único Amo y Señor, Jesucristo. La maldad de los apóstatas heréticos tenía dos aspectos: primero, convertían la gracia de Dios en desenfreno, es decir, en abuso de la libertad (cfr. Gá. 5:13; 1 P. 2:16), y segundo, negaban la autoridad del Señor como Cabeza y como Señor. Estas dos cosas van juntas. Convertir la gracia de Dios en un abuso de la libertad con el propósito de vivir en el desenfreno requiere negar el gobierno y la autoridad del Señor.

  Judas 11 se refiere al camino de Caín, al error de Balaam y a la rebelión de Coré: “¡Ay de ellos! porque han seguido el camino de Caín, y se lanzaron por lucro en el error de Balaam, y perecieron en la rebelión de Coré”. El camino de Caín es el camino de servir a Dios religiosamente según nuestra propia voluntad y cometer la herejía de rechazar la redención requerida y provista por Dios. Quienes siguen el camino de Caín son personas que viven según la carne, envidiando al verdadero pueblo de Dios debido al fiel testimonio que tiene ante Dios (Gn. 4:2-8).

  Refiriéndose a los apóstatas, Judas dice: “Se lanzaron por lucro en el error de Balaam”. Que los apóstatas se hubieran lanzado a tomar este camino significa que ellos se entregaron a este error, se lanzaron precipitadamente, se metieron corriendo en tropel. El error de Balaam es el error de enseñar una doctrina equivocada a cambio de una recompensa, sabiendo que es contraria a la verdad y que va en contra del pueblo de Dios. El error de Balaam implica además abusar de ciertos dones para influir en el pueblo de Dios y así descarriarlo, sacándolo de la adoración pura al Señor y llevándolo a la adoración de ídolos (Nm. 22:7, 21; 31:16; Ap. 2:14). Balaam sabía que lo que enseñaba era contrario a la verdad de Dios y atentaba contra el pueblo de Dios y, sabedor de esto, impartió tales enseñanzas en procura de lucro.

  Judas 11 también se refiere a quienes perecieron en la rebelión de Coré. La palabra griega aquí traducida “rebelión” literalmente significa “contradicción”, “palabras en contra”. La rebelión de Coré fue una rebelión contra la autoridad delegada de Dios en Su gobierno y contra Su palabra hablada por Su enviado (como por ejemplo Moisés), lo cual acarrea destrucción (Nm. 16:1-40). Dios siempre habla por medio de una autoridad delegada. Rebelarse contra esta autoridad y este hablar es, en principio, participar en la rebelión de Coré.

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