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Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 346-366)»
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LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE TRESCIENTOS SESENTA

EXPERIMENTAR, DISFRUTAR Y EXPRESAR A CRISTO EN LAS EPÍSTOLAS

(66)

  En este mensaje continuaremos considerando nuestra experiencia y disfrute de Cristo en Su venida como Aquel que es la esperanza de la iglesia.

e. Nuestro consuelo con relación a quienes murieron en Él

  La esperanza de la venida de Cristo es nuestro consuelo con relación a quienes murieron en Él. Según 1 Tesalonicenses 4:13-18, la esperanza de la venida de Cristo nos consuela con relación a quienes murieron en Cristo a fin de que no nos entristezcamos ni desanimemos, sino más bien creamos que todos los que murieron serán resucitados para reunirse con el Señor juntamente con nosotros en el aire el día de Su venida.

  En los versículos del 13 al 18 Pablo da una palabra elemental acerca de la venida del Señor en calidad de consuelo y aliento con relación a la muerte de los creyentes. Lo que Pablo describe en este pasaje es la esperanza general de todos los creyentes. Ésta es la esperanza de una vida santa para la vida de iglesia. Debido a la caída del hombre, no hay esperanza para el linaje humano caído. La única expectativa que los incrédulos tienen es la expectativa de la muerte. La muerte es su destino. Día tras día ellos viven con miras a su muerte, y ellos están en el camino de la muerte. Por tanto, la muerte es su futuro. En Efesios 2:12 Pablo describe la situación sin esperanza alguna en la que están los incrédulos: “En aquel tiempo estabais separados de Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo”. Los incrédulos no tienen esperanza alguna debido a que no tienen a Dios. Debido a que ellos están separados de Cristo y su vivir está carente de Dios, ellos no tienen esperanza alguna. La única cosa que les espera es la muerte. Por esta razón, a los incrédulos no les gusta pensar acerca de su futuro. En realidad ellos no tienen un futuro positivo. Sobre su futuro se ciernen las tinieblas de la muerte.

  Sin embargo, a quienes son creyentes, Pablo presenta en 1 Tesalonicenses 4:13-18 un concepto básico de la esperanza propia de nuestra vida cristiana. Él desea causar en nosotros una profunda impresión con relación al hecho de que la vida cristiana, la cual es una vida santa para la vida de iglesia, posee una esperanza. Por tanto, esta vida es absolutamente diferente de la vida sin esperanza propia de la humanidad caída. La esperanza de la vida cristiana es el regreso del Señor, y esta esperanza incluye la resurrección.

  En el versículo 13 Pablo dice: “Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”. Las palabras los que duermen se refieren a los que están muertos (v. 16; Jn. 11:11-14; 1 Co. 11:30). Tanto el Señor como el apóstol consideraban que la muerte de los creyentes era dormir. Es probable que cuando Pablo escribió esta epístola, algunos de los creyentes en Tesalónica ya hubieran fallecido. De otro modo, no habría motivo para que Pablo escribiera acerca de este asunto.

  A continuación, en 1 Tesalonicenses 4:14 Pablo dice: “Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron por medio de Él”. Creer en la esperanza descrita aquí incluye creer en la resurrección del Señor. Todo aquel que no crea en la resurrección de Cristo no creerá en esta esperanza. Pero si creemos en esta esperanza, ello indica que ya hemos creído en la resurrección de Cristo.

  Los versículos 15 y 16 dicen: “Por lo cual os decimos esto en virtud de la palabra del Señor: que nosotros que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Porque el Señor mismo con exclamación de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero”. Debemos prestar mucha atención a la palabra resucitarán en el versículo 16. Si los muertos ya estuvieran en el cielo, ¿qué necesidad habría de que ellos resucitasen? Si verdaderamente están en el cielo, no habría necesidad de resucitar. Además, ellos no necesitarían ser arrebatados ni ser llevados donde el Señor. Lo único que necesitarían sería descender del cielo junto con al Señor Jesús. El hecho de que el versículo 16 diga que quienes murieron en Cristo resucitarán indica que ellos tienen que estar en un lugar que no es el cielo.

  En el versículo 15 la palabra griega traducida “venida” es parousía, lo cual significa presencia. En el versículo 16, las palabras griegas traducidas “exclamación de mando” implican una señal para congregarse. La trompeta de Dios es la trompeta final (1 Co. 15:52), una trompeta para congregar a los redimidos de Dios (cfr. Nm. 10:2).

  En 1 Tesalonicenses 4:17 Pablo procede a decir: “Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”. Según este versículo, tanto los creyentes que murieron como los que estén vivos serán arrebatados y llevados al encuentro del Señor. Primero, los muertos serán resucitados, y después, los creyentes que estén vivos serán arrebatados juntamente con ellos al encuentro del Señor en el aire.

  En Apocalipsis 12 el hijo varón, es decir, los vencedores, es llevado, arrebatado, al trono de Dios en el tercer cielo antes de la gran tribulación, o sea, antes de los últimos tres años y medio de la era actual (vs. 5-6, 14). En 1 Tesalonicenses 4:17 la mayoría de los creyentes, incluyendo a los resucitados de entre los muertos así como a los que estén viviendo durante ese tiempo, son arrebatados al aire al final de la gran tribulación, durante la venida (la parusía) del Señor.

  Según la Biblia, en el Hades hay dos secciones: una sección de consuelo y una sección de tormento. Los creyentes que murieron están en la sección del Hades donde son confortados (Lc. 16:22, 25-26), el Paraíso (23:43). Los incrédulos que murieron están en la sección de tormento. La sección de tormento y de sufrimiento es diferente del lago de fuego. La parte del Hades que no es placentera puede ser comparada con una carceleta en contraste con una prisión. Una carceleta es un lugar donde los criminales son retenidos temporalmente; pero después que ellos son juzgados y sentenciados, son llevados de la carceleta a la prisión. Los pecadores que ahora están en la sección de tormento en el Hades esperan el juicio final, el cual tendrá lugar ante el trono blanco de Dios (Ap. 20:11). Después de ello, los pecadores serán echados en el lago de fuego, la prisión eterna.

  Los santos que murieron están en el Paraíso, y cuando el Señor Jesús venga, ellos resucitarán. Sin embargo, ellos no resucitarán para ser llevados al cielo, sino que cuando ellos resuciten los santos que estén vivos serán arrebatados juntamente con ellos en las nubes. Ésta es la razón por la cual 1 Tesalonicenses 4:16 dice que los muertos en Cristo resucitarán primero. Después, según el versículo 17, quienes estén vivos serán arrebatados al mismo tiempo juntamente con los creyentes que murieron para reunirse con el Señor en el aire.

  Según la Palabra de Dios, cuando el Señor Jesús descienda del cielo, los santos que murieron resucitarán. Su espíritu y su alma serán levantados del Paraíso, su cuerpo será levantado del sepulcro, y su espíritu y alma juntamente con su cuerpo serán hechos perfectos. Ellos se unirán a los creyentes que estén vivos y juntamente todos serán arrebatados para reunirse con el Señor.

  Como cristianos, debemos llevar una vida santa para la vida de iglesia. Esta vida tiene una esperanza, la esperanza de que el Señor a quien servimos hoy en día regresará. A Su regreso, los santos que murieron resucitarán del Paraíso y del sepulcro para ser arrebatados juntamente con los que estén vivos y hayan quedado.

f. La causa de que velemos

  En 1 Tesalonicenses 5:1-11 Pablo indica que el Cristo que viene es la causa de que velemos. Tenemos una maravillosa esperanza, la esperanza de que el Señor Jesús regrese y de que seremos arrebatados para reunirnos con Él. Junto con esta esperanza, debemos velar y ser sobrios. No debemos quedarnos dormidos y no debemos embriagarnos o caer en alguna clase de estupor.

  En los versículos del 1 al 3 Pablo indica que el día del Señor viene como ladrón en la noche. El versículo 1 dice: “Acerca de los tiempos y de las estaciones, no tenéis necesidad, hermanos, de que se os escriba”. Los tiempos y las estaciones aquí se refieren a los tiempos y las estaciones con respecto a la venida del Señor, lo cual es confirmado por la expresión el día del Señor en el versículo 2.

  A continuación, en el versículo 2 Pablo dice: “Porque vosotros sabéis perfectamente que el día del Señor vendrá así como ladrón en la noche”. La venida del Señor en el capítulo 4 es mencionada principalmente para consolar y animar. El día del Señor en el capítulo 5 es mencionado principalmente para que nos sirva de advertencia (vs. 3-6), debido a que se menciona en la Palabra principalmente en relación con el juicio del Señor (1 Co. 1:8; 3:13; 5:5; 2 Co. 1:14; 2 Ti. 4:8).

  El hecho de que el día del Señor venga así como ladrón en la noche indica que el día de la venida del Señor es guardado en secreto y vendrá súbitamente, sin que nadie lo sepa de antemano (Mt. 24:42-43; Ap. 3:3; 16:15). Este pensamiento es respaldado por lo que Pablo dice en 1 Tesalonicenses 5:3: “Cuando digan: Paz y seguridad, entonces vendrá sobre ellos destrucción repentina, como los dolores a la mujer encinta, y no escaparán”. La destrucción venidera anunciada en este versículo está relacionada con la salvación mencionada en los versículos 8 y 9. La salvación en estos versículos se refiere a la salvación de la destrucción venidera por medio del regreso del Señor y no a la salvación de la perdición eterna por medio de la muerte del Señor. El hombre caído perecerá por la eternidad; en esto consiste la perdición eterna. Quienes hemos creído en el Señor Jesús seremos salvos de la perdición eterna. Ya hemos obtenido la salvación a este respecto. Hemos sido salvos de la perdición eterna y jamás pereceremos.

  Además, a la luz de Romanos 8:21-25, también seremos salvos de la esclavitud de corrupción propia de la vieja creación. En la actualidad todo lo creado está sujeto a la esclavitud de corrupción. La vieja creación en su totalidad ha sido hecha esclava de la corrupción. Todo, incluyendo nuestro cuerpo físico, está en proceso de corrupción. Envejecer implica tal corrupción. Todos estamos bajo este proceso de corrupción (2 Co. 4:16). La esclavitud de corrupción en la vieja creación nos controla, y estamos sujetos a ella. Pero cuando el Señor Jesús venga y seamos arrebatados, seremos salvos de la esclavitud de corrupción propia de la vieja creación. Por tanto, la venida del Señor y nuestro arrebatamiento nos salvará de dos cosas: la destrucción de la corrupción y la esclavitud de la corrupción. Ésta es la salvación mencionada en 1 Tesalonicenses 5:8-9, que tiene como énfasis primordial el ser salvos de la destrucción venidera.

  ¿En qué consiste esta destrucción venidera? Esta destrucción se relaciona con la guerra librada entre Dios y Satanás. Cerca del tiempo de la venida del Señor, la destrucción tendrá lugar repentinamente. Esa destrucción vendrá principalmente de Dios, pero parte de ella será causada por Satanás. Dios juzgará al mundo rebelde, y Satanás combatirá en contra de ello. El resultado de esta intensa guerra librada entre Dios y Satanás será la destrucción repentina. Acontecerá que cuando la gente diga: “Paz y seguridad”, esta destrucción vendrá repentinamente.

  Es preciso que seamos salvos de esta destrucción repentina. La manera de ser salvos de tal destrucción consiste en velar y ser sobrios. Mientras Dios combate, nosotros tenemos que ponernos de Su lado y combatir por Sus intereses. Puesto que Él está combatiendo, nosotros también debemos combatir.

  En realidad, combatir consiste en velar. Sólo quienes combaten velan verdaderamente. Cuanto más combatimos, más alertas estaremos. Siempre y cuando estemos combatiendo, no es necesario que nos esforcemos por velar, pues automáticamente velaremos. La vida cristiana, una vida santa para la vida de iglesia, es una vida que consiste en combatir. Estamos en el campo de batalla y debemos permanecer alertas, velar y estar vigilantes.

  En el versículo 4 Pablo nos recuerda que no estamos en tinieblas para que aquel día nos sorprenda como ladrón, y el versículo 5 señala que somos hijos de luz e hijos del día y, por ende, no somos de la noche ni de las tinieblas. Luego en el versículo 6 él nos exhorta a velar y ser sobrios: “Por tanto, no durmamos como los demás, sino velemos y seamos sobrios”. Dormir aquí significa dejar de velar. La palabra velemos está en contraste con duermen; y sobrios está en contraste con la expresión se embriagan (v. 7). En vista de la esperanza de la venida del Señor, debemos considerarnos a nosotros mismos y preguntarnos si estamos velando o durmiendo, si estamos sobrios o ebrios.

  En el versículo 7 Pablo dice: “Pues los que duermen, de noche duermen, y los que se embriagan, de noche se embriagan”. Aquí, embriagarse es caer en cierto estupor. Velar y ser sobrios guardan relación con salvaguardar las tres estructuras básicas de la vida santa para la vida de iglesia: la fe, el amor y la esperanza. El versículo 8 indica esto: “Ya que nosotros somos del día, seamos sobrios, vistiéndonos con la coraza de fe y de amor, y con el yelmo de la esperanza de salvación”. Aquí la coraza y el yelmo indican una guerra espiritual. La coraza, que cubre y protege nuestro corazón y espíritu conforme a la justicia de Dios (Ef. 6:14), es la fe y el amor; el yelmo, que cubre y protege nuestro intelecto, nuestra mente, es la esperanza de la salvación (v. 17). La fe, el amor y la esperanza son los tres materiales básicos con los que se construye la vida cristiana genuina, como se describe en 1 Tesalonicenses 1:3. La fe está relacionada con nuestra voluntad, una parte de nuestro corazón (Ro. 10:9), y con nuestra conciencia, una parte de nuestro espíritu (1 Ti. 1:19); el amor está relacionado con nuestra parte emotiva, otra parte de nuestro corazón (Mt. 22:37); y la esperanza está relacionada con nuestro entendimiento, la función de nuestra mente. Todos éstos necesitan ser protegidos para que se pueda mantener una vida cristiana genuina. Ésta es una vida de velar y ser sobrios (1 Ts. 5:6-7). Al principio de esta epístola, el apóstol elogió la obra de fe de los creyentes, su trabajo de amor y su perseverancia en la esperanza (1:3). Aquí, en la conclusión de esta epístola, los exhorta a mantener estas virtudes espirituales cubiertas y protegidas al combatir por ellas.

  La esperanza de la que habla en 5:8 es la esperanza del regreso de nuestro Señor, la cual será nuestra salvación, tanto de la destrucción venidera como de la esclavitud de corrupción de la vieja creación (Ro. 8:21-25). Según 1 Tesalonicenses 5:8, tenemos necesidad de una armadura para resguardar nuestra fe, amor y esperanza. Si hemos de proteger estos aspectos de la estructura básica que conforma una vida santa para la vida de iglesia, debemos velar y ser sobrios. Por tanto, velar y ser sobrios debe formar parte de nuestro vivir mientras esperamos el regreso del Señor. Necesitamos una vida de velar y ser sobrios a fin de esperar la venida del Señor. En otras palabras, al ejercitarnos en nuestra esperanza puesta en el regreso del Señor debemos tener una vida de velar y ser sobrios.

  Aquí velar está relacionado con una batalla, un combate. Algunas versiones usan la palabra vigilar, la cual es un término de origen militar. Los soldados que están en una batalla tienen que velar y estar vigilantes. El hecho de que velar se relaciona con combatir es confirmado por el hecho de que Pablo mencione la coraza y el yelmo en el versículo 8. Una coraza y un yelmo no son elementos ordinarios de una vestimenta. Obviamente forman parte de la armadura usada por los soldados al combatir. Por tanto, el concepto de Pablo con respecto a velar y ser sobrios está relacionado con el combate, con una guerra. En estos versículos Pablo alude a una batalla.

  Es importante que comprendamos que velar se refiere a tener el espíritu apropiado al combatir en una batalla. Velar equivale a continuar combatiendo. En estos versículos velar es recordar que estamos en una guerra, que combatimos y que estamos rodeados de enemigos. Ésta es la razón por la cual necesitamos de un yelmo y también de una coraza.

  Ser sobrios se refiere a tener claro todo lo relacionado con la batalla. Es tener claro dónde está el enemigo, qué está haciendo y cómo ataca. También es tener claro cómo protegernos a nosotros mismos y cómo contraatacar. Quienes son sobrios tienen muy clara su situación. Debemos velar y ser sobrios. Esto significa que debemos seguir combatiendo. También debemos salvaguardar la estructura de nuestra vida cristiana al vestirnos de la armadura. Entonces cuando el Señor Jesús venga, seremos salvos de la destrucción repentina.

  En los versículos 9 y 10 Pablo dice: “No nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros para que ya sea que velemos, o que durmamos, vivamos juntamente con Él”. Ya que Dios no nos ha puesto para ira, debemos velar, ser sobrios y combatir a fin de cooperar con Dios para que obtengamos Su salvación por medio del Señor Jesús. Esperamos la salvación de la destrucción y de la esclavitud de corrupción. Entonces disfrutaremos la libertad de la gloria de los hijos de Dios.

  En el versículo 10 Pablo se refiere a vivir juntamente con el Señor. El Señor murió por nosotros no sólo para que fuésemos salvos de la perdición eterna, sino también para que viviéramos juntamente con Él, por medio de Su resurrección, una vida que nos salve de la destrucción venidera. Podemos vivir juntamente con Él ya sea que estemos despiertos o que durmamos, es decir, ya sea que vivamos o que muramos. Por un lado, el Señor está lejos de nosotros y estamos esperando Su regreso; y por otro, Él está con nosotros (Mt. 28:20) y podemos vivir juntamente con Él (Ro. 6:8).

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