Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Conclusión del Nuevo Testamento, La (Mensajes 346-366)»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas

LA CONCLUSIÓN DEL NUEVO TESTAMENTO

MENSAJE TRESCIENTOS SESENTA Y UNO

EXPERIMENTAR, DISFRUTAR Y EXPRESAR A CRISTO EN LAS EPÍSTOLAS

(67)

  En este mensaje continuaremos considerando nuestra experiencia y disfrute de Cristo en Su venida como Aquel que es la esperanza de la iglesia.

g. La causa de nuestra santificación completa en nuestro espíritu, alma y cuerpo

  La venida de Cristo es la causa de nuestra santificación completa en nuestro espíritu, alma y cuerpo. En 1 Tesalonicenses 5:23 se nos dice: “El mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. El hombre consta de tres partes: espíritu, alma y cuerpo. El espíritu como nuestra parte más profunda, es el órgano interno, por el cual tomamos conciencia de Dios y tenemos contacto con Él (Jn. 4:24; Ro. 1:9). El alma es nuestro mismo yo (cfr. Mt. 16:26; Lc. 9:25), un intermediario entre nuestro espíritu y nuestro cuerpo; por ella somos conscientes de nosotros mismos y tenemos nuestra personalidad. El cuerpo como nuestra parte exterior es el órgano externo; por él somos conscientes del mundo y tenemos contacto con el mundo material. El cuerpo contiene el alma, y el alma es el vaso que contiene el espíritu. En el espíritu, Dios mora como Espíritu; en el alma mora nuestro yo; y en el cuerpo moran los sentidos físicos. Dios nos santifica primero al tomar posesión de nuestro espíritu, mediante la regeneración (Jn. 3:5-6); luego, al extenderse como Espíritu vivificante desde nuestro espíritu hasta nuestra alma para saturarla y transformarla (Ro. 12:2; 2 Co. 3:18); y por último, al vivificar nuestro cuerpo mortal a través de nuestra alma (Ro. 8:11, 13) y al final transfigurar nuestro cuerpo con el poder de Su vida (Fil. 3:21).

  Dios no sólo nos hizo santos en nuestra posición mediante la sangre redentora de Cristo a fin de apartarnos para Sí en Su redención jurídica, sino que Él también nos santifica en nuestra manera de ser mediante Su propia naturaleza santa a fin de saturarnos con Él mismo en Su salvación orgánica (He. 13:12; 10:29; Ro. 6:19, 22; Ef. 5:26). La santificación de nuestra manera de ser efectuada por Dios en nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo tiene por finalidad “hijificarnos” divinamente, haciendo de nosotros hijos de Dios a fin de que lleguemos a ser iguales a Dios en Su vida y naturaleza, mas no en Su Deidad, de modo que podamos ser la expresión de Dios (1:4-5; He. 2:10-11). Al santificarnos, Dios nos transforma en la esencia de nuestro espíritu, alma y cuerpo, haciéndonos íntegramente iguales a Él en naturaleza.

  Dios no sólo nos santifica por completo, sino que además guarda perfectos nuestro espíritu, nuestra alma y nuestro cuerpo. “Por completo” es cuantitativo; “perfectos” es cualitativo. En el aspecto cuantitativo, Dios nos santifica por completo; en el aspecto cualitativo, Dios nos guarda perfectos, es decir, Él guarda perfectos nuestro espíritu, alma y cuerpo. La frase por completo significa “enteramente, a fondo, hasta la consumación”. Dios nos santifica completamente para que ninguna parte de nuestro ser, ya sea nuestro espíritu o alma o cuerpo, permanezca como algo común o profano.

  Por medio de la caída nuestro cuerpo fue arruinado, nuestra alma fue contaminada y nuestro espíritu fue amortecido. En la plena salvación de Dios, todo nuestro ser es salvo y hecho completo y perfecto. Dios resguarda nuestro espíritu de todo elemento de muerte (9:14), nuestra alma de permanecer en una condición natural y de vejez (Mt. 16:24-26) y nuestro cuerpo de ser arruinado por el pecado (1 Ts. 4:4; Ro. 6:6). La obra de Dios de guardarnos y santificarnos por completo nos sostiene para que vivamos una vida santa hasta la madurez, a fin de que nos reunamos con el Señor en Su parusía, Su venida.

  Aunque Dios nos guarda, nosotros debemos tomar la responsabilidad, la iniciativa, de cooperar con Su operación, de ser guardados al mantener nuestro espíritu, alma y cuerpo bajo la operación saturadora del Espíritu Santo (1 Ts. 5:12-24). En la segunda parte del versículo 23, Pablo dice: “Vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles”. En la primera parte del versículo con respecto a la santificación que Dios efectúa, es Dios quien toma la iniciativa. Pero en la segunda parte del versículo con respecto a que nuestro espíritu, alma y cuerpo sean guardados, somos nosotros quienes debemos tomar la iniciativa. El mandamiento sean guardados puede considerarse como en forma activa-pasiva; esto significa que nosotros tomamos la iniciativa de ser guardados, pero Dios es quien guarda nuestro espíritu, alma y cuerpo. Por tanto, debemos orar pidiendo: “Señor, anhelo poder tener mi espíritu, alma y cuerpo debidamente guardados; pero yo no puedo realizar esta obra, por lo cual tomo la iniciativa, Señor, de pedirte que Tú lo hagas”.

  En el versículo 23 Pablo se refiere a “la venida de nuestro Señor Jesucristo”. Aquí Pablo indica que a fin de estar listos, preparados y aptos para el regreso del Señor Jesús, tenemos que ser santificados por completo y guardados perfectos y sin mancha en nuestro espíritu, alma y cuerpo.

  A fin de cooperar con Dios para guardar nuestro espíritu en santificación, tenemos que mantener nuestro espíritu en una condición viviente al ejercitarlo. A fin de guardar nuestro espíritu, tenemos que mantenerlo viviente ejercitándolo para tener comunión con Dios. Si dejamos de ejercitar nuestro espíritu de este modo, dejaremos nuestro espíritu en una situación de muerte. Guardar nuestro espíritu consiste primeramente en ejercitar nuestro espíritu, mantenerlo viviente y sacarlo de la muerte. Regocijarse, orar y dar gracias equivalen a ejercitar nuestro espíritu (vs. 16-18). Además, debemos cooperar con el Dios santificador a fin de ser separados de toda situación que traiga muerte a nuestro espíritu (Nm. 6:6-8; 2 Co. 5:4). Tenemos que adorar a Dios, servir a Dios y tener comunión con Dios en nuestro espíritu y con nuestro espíritu. Todo cuanto seamos, tengamos y hagamos para con Dios debemos serlo, tenerlo y hacerlo en nuestro espíritu (Jn. 4:24; Ro. 1:9; Fil. 2:1). A fin de resguardar nuestro espíritu, debemos guardarlo de toda corrupción y contaminación (2 Co. 7:1) y ejercitarnos para tener una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres (Hch. 24:16; Ro. 9:1 cfr. 8:16).

  A fin de cooperar con Dios para guardar nuestra alma en santificación, tenemos que cuidar de las tres partes de nuestra alma: nuestra mente, parte emotiva y voluntad. A fin de que nuestra alma sea santificada, nuestra mente tiene que ser renovada a fin de ser la mente de Cristo (12:2), nuestras emociones tienen que ser conmovidas y saturadas con el amor de Cristo (Ef. 3:17, 19), nuestra voluntad tiene que ser subyugada por el Cristo resucitado e infundida con Él (Fil. 2:13; cfr. Cnt. 4:4a; 7:4a), y tenemos que amar al Señor con todo nuestro ser (Mr. 12:30).

  Además, debemos hacer una confesión exhaustiva ante el Señor. Debemos permanecer con el Señor por un período de tiempo pidiéndole que nos introduzca plenamente en la luz. Bajo el resplandor de Su luz que nos pone al descubierto, debemos confesar nuestros defectos, fracasos, derrotas, equivocaciones, errores y pecados (1 Jn. 1:5-9). Debemos confesar todo cuanto sea pecaminoso en nuestros pensamientos y manera de pensar. Debemos confesar los gérmenes de rebelión presentes en nuestra voluntad. Debemos confesar que solemos expresar nuestro gozo y nuestra tristeza de manera natural e, incluso, carnal, y que con frecuencia aborrecemos lo que deberíamos amar y amamos lo que deberíamos aborrecer.

  A fin de cooperar con Dios en cuanto a guardar nuestro cuerpo en santificación, tenemos que presentar nuestro cuerpo al Señor de modo que llevemos una vida santa para la vida de iglesia al practicar la vida propia del Cuerpo a fin de hacer la voluntad perfecta de Dios (Ro. 12:1-2; 1 Ts. 4:4; 5:18). A fin de que nuestro cuerpo sea guardado, ya no debemos vivir regidos por nuestro viejo hombre (Ro. 6:6). Si no vivimos por nuestro viejo hombre, nuestro cuerpo será esclavo de la justicia en lugar de ser esclavo del pecado (vs. 13, 19). En un sentido positivo, guardamos nuestro cuerpo al presentarlo a Dios como sacrificio vivo (12:1). Entonces nuestro cuerpo llegará incluso a convertirse en miembro de Cristo (1 Co. 6:15) de modo que podamos vivir a Cristo, expresar a Cristo y magnificar a Cristo (Fil. 1:20). Además, nuestro cuerpo será el santuario del Espíritu Santo para ser morada de Dios (1 Co. 6:19). Dios mora en nuestro cuerpo a fin de moverse y expresarse, para glorificarse. De este modo nuestro espíritu, alma y cuerpo serán guardados en el Dios Triuno. Ésta es una vida santa, y esto es ser salvos en la santificación del Espíritu.

h. El incentivo para sufrir por Él

  Cristo en Su venida es el incentivo para que suframos por Él. En 2 Tesalonicenses 1:7 Pablo dice: “A vosotros que sois atribulados, daros reposo con nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con los ángeles de Su poder, en llama de fuego”. La palabra griega traducida “reposo” también significa “alivio, tranquilidad, descanso, libertad”. En esta era los creyentes sufren persecuciones y problemas por causa del Señor. Al regreso del Señor ellos serán liberados de sus sufrimientos y entrarán en el reposo del Señor y disfrutarán de la libertad propia de dicho reposo.

  En el versículo 7 Pablo se refiere a la revelación del Señor Jesús. Aunque el Señor está aquí en la actualidad, para nosotros Él está cubierto por un velo; Su regreso será el tiempo de Su revelación. El universo es inmensurablemente vasto en sus dimensiones; no obstante, con el Señor no existe tal cosa como las distancias. Él está en todo lugar. Un día, a Su regreso, el Señor será develado y todos le verán. Cuando el Señor sea develado en Su venida desde el cielo con los ángeles de Su poder, nosotros reposaremos. Todavía no ha llegado el tiempo para que nosotros reposemos. Nuestro reposo será en la venida del Señor, en Su revelación.

  En el versículo 10 Pablo se refiere a la venida de Cristo para ser glorificado en Sus santos: “Cuando venga en aquel día para ser glorificado en Sus santos y ser admirado en todos los que creyeron (por cuanto el testimonio que os dimos fue creído)”. El Señor es el Señor de gloria (1 Co. 2:8); Él fue glorificado en Su resurrección y ascensión (Jn. 17:1; Lc. 24:26; He. 2:9). Ahora Él está en nosotros como la esperanza de gloria (Col. 1:27) para llevarnos a la gloria (He. 2:10). Cuando Él regrese, por un lado, vendrá desde los cielos con gloria (Ap. 10:1; Mt. 25:31), y por otro, será glorificado en Sus santos; esto es, Su gloria será manifestada desde el interior de Sus miembros, haciendo que el cuerpo de la humillación de ellos sea transfigurado en Su gloria, conformándolo al cuerpo de Su gloria (Fil. 3:21). Por tanto, los incrédulos lo admirarán, se asombrarán de Él y se maravillarán de Él en nosotros Sus creyentes.

i. El día de Su venida (parusía: presencia)

  Nosotros esperamos el día de Su venida, Su parusía, la cual es Su presencia personal. Este día vendrá sólo después que haya venido la apostasía (2 Ts. 2:3a) y la revelación del hombre de iniquidad y pecado: el anticristo (vs. 3b-4, 8-10), quien será manifestado durante los últimos siete años de esta era (Dn. 9:27; Mt. 24:41 cfr. v. 15).

  En 2 Tesalonicenses 2:1 Pablo dice: “Ahora bien, os rogamos, hermanos, con respecto a la venida de nuestro Señor Jesucristo, y nuestra reunión con Él”. En este versículo se tratan dos asuntos: la parusía (la presencia) del Señor, y nuestra reunión con Él (el arrebatamiento). La parusía del Señor comenzará con el arrebatamiento de los vencedores al trono de Dios en los cielos (Ap. 12:5-6). Al final de la gran tribulación, la cual ocurrirá en los últimos tres años y medio de esta era, que es la segunda mitad de la última semana de Daniel 9:27 (Mt. 24:21; Ap. 11:2), Su parusía vendrá al aire (10:1) donde permanecerá un tiempo para finalmente culminar en su manifestación, la manifestación de Su venida (2 Ts. 2:8; Mt. 24:30). Mientras la parusía del Señor permanezca en el aire, la mayoría de los creyentes serán arrebatados para reunirse allí con el Señor (1 Ts. 4:17).

  En 2 Tesalonicenses 2:2 se nos dice: “No os dejéis mover fácilmente en vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor ha llegado”. Según el contexto, la expresión el día del Señor en este versículo se refiere al día de la parusía (la venida) del Señor, en la cual se llevará a cabo el arrebatamiento de la mayoría de los creyentes.

  En el versículo 3 Pablo dice: “Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y sea revelado el hombre de iniquidad, el hijo de perdición”. La palabra griega traducida “engañe” también puede traducirse “seduzca”, lo cual significa “no sólo dando una falsa impresión, sino verdaderamente desviando” (Vincent).

  En el versículo 3 la frase no vendrá se refiere al día de la venida del Señor. Este día no vendrá a menos que la apostasía venga primero. Esta apostasía consistirá en apartarse del camino recto de la economía de Dios revelado en las Escrituras. Hay una profecía en la Biblia que contundentemente afirma que antes del regreso del Señor habrá una gran apostasía entre Su pueblo, una desviación de la senda de la economía de Dios. Incluso en la actualidad existe entre algunos cristianos la tendencia a desviarse del camino recto del Nuevo Testamento.

  El versículo 3 también indica que el día del Señor no vendrá antes que sea revelado el hombre de iniquidad. Este hombre de iniquidad es el anticristo, según lo profetizado en Daniel 7:20-21, 24-26; 8:9-12, 23-25; 9:27; 11:36-37; Apocalipsis 13:1-8, 12-18 y 19:19-20. Él será el hombre de iniquidad, que echará por tierra la verdad, que cambiará las leyes, destruirá y corromperá a muchos a un grado inconcebible, blasfemará contra Dios y engañará a los hombres. Por tanto, el Señor lo destruirá completamente, y él llegará a ser el hijo de perdición.

  En 2 Tesalonicenses 2:3 se nos indica de manera contundente que la venida del Señor no precederá al tiempo de la tribulación. Antes de la venida del Señor primero habrá la apostasía y la revelación del hombre de iniquidad. Esto significa que antes de la venida del Señor, un asunto —la apostasía— y una persona —el anticristo— tienen que haberse manifestado.

  Pablo les dijo a los tesalonicenses que puesto que la apostasía y la revelación del hombre de iniquidad tienen que venir antes del día de la venida del Señor, ellos no debieran ser conturbados por nada ni nadie que indique que el día del Señor ya llegó. La apostasía tiene que producirse, y el anticristo tiene que ser revelado. El anticristo será plenamente revelado durante la gran tribulación.

  En el versículo 4 Pablo nos da una descripción adicional del anticristo: “El cual se opone y se exalta sobre todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios, proclamándose Dios”. Esto cumple la profecía acerca del anticristo dada en Daniel 11:36-37; esto sucederá en la segunda mitad de la última semana, como fue profetizado en Daniel 9:27.

  El templo de Dios mencionado en 2 Tesalonicenses 2:4 es “el lugar santo” en Mateo 24:15. En 2 Tesalonicenses 2:4 se nos indica que el templo de Dios será reedificado antes que el Señor regrese. El templo fue destruido hace más de diecinueve siglos, pero este versículo dice que el anticristo se sentará en el templo de Dios. Por tanto, el templo tiene que ser reedificado. La nación de Israel ha sido formada nuevamente, y la ciudad de Jerusalén le ha sido devuelta a Israel. Sin embargo, el templo todavía no ha sido reedificado. Algunos judíos están profundamente inquietos con relación a la reedificación del templo. Un día este templo será reedificado y, según la profecía de Daniel, el anticristo se sentará allí.

  A continuación, en el versículo 6 Pablo dice: “Y ahora vosotros sabéis lo que lo retiene, a fin de que a su debido tiempo sea revelado”. Este versículo indica que algún poder impide la revelación del hombre de iniquidad, el anticristo.

  En el versículo 7 Pablo añade: “Ya está en acción el misterio de la iniquidad, pero sólo hasta que aquel que lo retiene ahora sea quitado de en medio”. La iniquidad que caracterizará al anticristo ya está operando misteriosamente en esta era. Es el misterio de la iniquidad que opera hoy entre las naciones y en la sociedad humana. Incluso en la actualidad hay la tendencia de hacer que la iniquidad sea prevaleciente. El anticristo será la totalidad de la iniquidad.

  Conforme a la soberanía de Dios, hay alguien que al presente retiene tal iniquidad pero sólo hasta que sea quitado de en medio. Esto probablemente significa que el factor que retiene finalmente será quitado de en medio. Aunque el misterio de la iniquidad ya opera, actualmente tal iniquidad es retenida, restringida. Pero un día quien lo retiene será quitado. Debemos comprender en base a esta profecía bíblica que un día el factor que retiene tal iniquidad será quitado y, entonces, el anticristo estará libre de toda restricción.

  El versículo 8 dice: “Entonces será revelado aquel inicuo, a quien el Señor Jesús matará con el aliento de Su boca, y destruirá con la manifestación de Su venida”. Esto se cumplirá en Apocalipsis 19:19-20. Este versículo indica que la venida (la parusía) del Señor está oculta antes que sea manifestada abiertamente. Esto también indica que la venida del Señor durará cierto tiempo. Primero, ocurrirá en secreto, y después será manifestada públicamente.

  En el versículo 9, refiriéndose al anticristo, Pablo dice: “Cuyo advenimiento es conforme a la obra de Satanás, con todo poder, señales y prodigios de mentira”. Este versículo revela que la venida del anticristo es conforme a la obra de Satanás. La razón de que el anticristo sea tan inicuo es que él estará bajo la influencia de la obra de Satanás. Debido a que será motivado por Satanás, tal persona llegará a ser poderosa en extremo. La obra de Satanás está acompañada de poder, señales y prodigios de mentira. Toda la obra de Satanás, con la cual engaña a la gente (v. 10) es, en su totalidad, una mentira, así como él mismo es mentiroso y padre de mentira (Jn. 8:44).

  En resumen, Pablo habla acerca de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de que seremos reunidos con Él. Además, Pablo insta a los creyentes a no dejarse mover fácilmente en su modo de pensar y a no conturbarse, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta que pareciera proceder de los apóstoles en el sentido de que el día del Señor ya llegó. Él también nos exhorta a no dejar que nadie nos engañe. Después Pablo procede a decir que el día del Señor no vendrá sin que antes venga la apostasía y el hombre de iniquidad, el anticristo, sea revelado a su propio tiempo. En la actualidad, aunque el misterio de la iniquidad ya opera, hay un factor que lo retiene, pero un día este factor será quitado. Entonces el inicuo será revelado. Pero el Señor Jesús lo matará con el aliento de Su boca y lo destruirá con la manifestación de Su venida. El advenimiento del inicuo será conforme a la obra de Satanás, es decir, con todo poder, señales y prodigios de mentira y con todo engaño de injusticia entre los que perecen, por cuanto no recibieron el amor de la verdad para que pudieran ser salvos. Por consiguiente, Dios les enviará una fuerza de error para que crean la mentira. Después de la apostasía y la revelación del hombre de iniquidad, tendrá lugar la manifestación de la parusía del Señor. La revelación del anticristo será completada durante los últimos siete años de esta era. Esta revelación del anticristo debe ocurrir primero y, entonces, se producirá la manifestación de la parusía del Señor.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración