
En Apocalipsis 22:12-13 Cristo es revelado como el Alfa y la Omega. En Apocalipsis 22:13 el Señor Jesús dice: “Yo soy el Alfa y la Omega”. Ésta es la declaración del Señor al final de este libro; corresponde a lo que Dios declaró al principio de este libro. Apocalipsis 1:8 dice que el Señor Dios es el Alfa y la Omega. Esto indica que el Señor Jesús es Dios. Esto también muestra que Dios y el Señor Jesús son uno y que el Hijo y el Padre jamás podrían ser separados.
El Dios eterno y todopoderoso es el Alfa, el comienzo, porque Él da origen a Su propósito eterno, y la Omega, el final, porque lo lleva a su consumación. En el libro de Génesis, Él era el Alfa. Ahora, en el libro de Apocalipsis, Él es la Omega. Él completará todo lo que originó. En Su gobierno, Él continúa Su operación universal, la cual inició desde la eternidad y la cual completará (21:6). Aunque el hombre cayó, Dios todavía tiene la intención de llevar a cabo Su economía. Él es el Dios con quien está el principio y el fin, el Alfa y la Omega. Una vez que Él inicia algo, jamás renunciará a ello. Como Alfa, Dios es el principio; Él dio origen a todas las cosas del universo. Él será la Omega, el final para la compleción de Su propósito eterno; Él finalizará y terminará lo que inició.
En 1 Corintios 1:8 Pablo dice que Dios nos confirmará “hasta el fin, para que seáis irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo”. Esto indica que una iglesia genuina necesita crecer en vida (3:6) después de recibir por primera vez la gracia y que llegará a ser irreprensible en el día de la venida de Cristo. Después de recibir la gracia como nuestra base, debemos crecer en gracia a fin de que seamos irreprensibles en el día de la venida de Cristo. La frase el cual en 1:8 no se refiere a Cristo sino a Dios, ya mencionado en el versículo 4. Dios nos ha dado la gracia, y este Dios también nos confirmará hasta el fin. Él es el Alfa y la Omega. Al principio, Él es el Dador de la gracia, y al final, Él lleva a su compleción nuestro crecimiento en vida. Él nos confirmará hasta el fin para que seamos irreprensibles en el día de nuestro Señor Jesucristo.
El Señor a quien servimos es el Alfa y la Omega. Pero esto no significa que Cristo sea únicamente estas dos letras del alfabeto y no todas las otras letras en medio de ellas. Debido a que Él es la primera letra, Él es también todas las otras letras. El principio es el mismo con relación a la muerte del primogénito en el libro de Éxodo (12:12). El primogénito de los egipcios representaba a todos los egipcios. Asimismo, cuando la Biblia dice que Cristo es el Primogénito de toda creación (Col. 1:15), esto implica que Cristo incluye todo ítem de la creación.
Las doce piedras preciosas puestas en el pectoral mencionadas en Éxodo 28 tipifican a los creyentes, quienes conforman la iglesia, en los cuales está inscrito Cristo como Aquel que es las letras del alfabeto espiritual. Cristo es el alfabeto usado para componer palabras, oraciones, párrafos, capítulos y libros. Las letras inscritas en las doce piedras del pectoral tipifican a Cristo como las letras del alfabeto celestial.
Por ser el Alfa y la Omega, Cristo es el factor básico en la composición de la Biblia. Por tanto, podemos afirmar con toda veracidad que la Biblia está escrita con Cristo. Cristo es las letras que componen cada versículo de la Biblia. La Deidad en Su totalidad, corporificada en Cristo, constituye el alfabeto divino. En realidad, el Nuevo Testamento no está compuesto por las letras del alfabeto griego; más bien, está compuesto por las letras del alfabeto divino y celestial, las cuales son el propio Dios Triuno.
En nuestro vivir humano, Cristo debe ser la totalidad del alfabeto. Si Él es nuestro alfabeto, automáticamente se convertirá en cada palabra, cada oración, cada párrafo, cada capítulo y, por último, todo el libro. La economía de Dios consiste en que todo nuestro vivir humano sea escrito, compuesto, con Cristo como único factor. Cristo es todo-extenso; Él viene a llenar cada parte de nuestro vivir. Por tanto, el diccionario de nuestra vida cristiana debe tener una sola palabra: Cristo.
La iglesia es la obra maestra, el poema, de Dios (Ef. 2:10). La iglesia como poema de Dios está compuesta con el Dios Triuno como las letras del alfabeto. El propio Dios Triuno es el alfabeto usado al escribir este poema; Él es las letras usadas para construir las palabras que componen este poema. Tal como toda poesía está compuesta por palabras escritas con las letras del alfabeto, así también la iglesia, como poema de Dios, está compuesta con Dios mismo como las letras.
El apóstol Pablo dice que somos cartas de Cristo (2 Co. 3:3). Como aquel que fue modelo de alguien que vivió a Cristo para la iglesia, Pablo era competente para escribir cartas vivas de Cristo con Cristo mismo como el alfabeto celestial y espiritual. Él reunía las condiciones y dominaba las habilidades necesarias para hacer esto.
En nosotros mismos no somos cartas; más bien, somos cartas en Cristo. Desde que Él es el Alfa, nosotros somos un alfa; desde que Él es la Omega, nosotros somos una omega. Él es todas y cada una de las letras del alfabeto con miras a la impartición de vida. Él es inagotable, y Su impartición de vida es inagotable.
Todo el que viva a Cristo para la iglesia conoce a Cristo como el alfa, la beta, la gamma, la delta y todas las otras letras del alfabeto celestial. El teclado de una máquina de escribir para el idioma inglés contiene veintiséis letras. Con estas letras podemos componer cualquier palabra, oración, párrafo o libro. Cristo es la verdadera máquina de escribir que contiene todas las letras, del alfa a la omega. Siempre que queremos decir algo, simplemente tenemos que escribir Cristo. Día a día tenemos que practicar escribir con Cristo como las letras y llegar a ser diestros en ello.
Debemos aprender a componer valiéndonos del Dios Triuno como las letras, y debemos llegar a acostumbrarnos a usar estas letras celestiales. Debemos aprender a escribir con estas letras, comprendiendo que el Nuevo Testamento en realidad está compuesto con Dios mismo. El Dios Triuno es cada una de las letras del alfabeto usado para redactar el Nuevo Testamento. Al ministrar la palabra de Dios debemos aplicar al Dios Triuno como las letras del alfabeto espiritual. Todo aspecto de la iglesia como poema de Dios está compuesto con el Dios Triuno en calidad de alfabeto.
Por ser el Alfa y la Omega, Cristo es el inicio y la compleción. Al final de la Biblia Él declara que Él mismo no solamente es el Alfa, sino también la Omega, lo cual significa que una vez que Él inicia algo, Él lo concluirá, independientemente de todos los obstáculos que se presenten. Por tanto, no debiéramos desalentarnos. Cuando observamos la condición en la que se encuentra la iglesia hoy en día, podríamos decir que está hecha un desastre. ¿Cómo podrá Dios llevar a cabo Su propósito en tal situación? Sin embargo, tenemos que recordar que Cristo es el Alfa y la Omega. Él completará lo que inició. Todo lo revelado en Apocalipsis 21 y 22 se cumplirá finalmente debido a que Cristo es el Alfa y la Omega.
Cristo es la primera letra, la última letra y todas las letras en medio. Esto significa que Él es capaz e idóneo para realizar todo cuanto ha sido hablado con relación a Él en Apocalipsis. No debiéramos buscar pretextos pensando que las visiones contenidas en este libro son demasiado elevadas para nosotros y que no podremos hacerlas realidad. El Señor es el Alfa y la Omega a fin de respaldar Su palabra y realizarla. Tenemos que ejercitar todo nuestro ser para creer en Su palabra. No debiéramos mirarnos, estimarnos o considerarnos a nosotros mismos. No somos nada. Si nos miramos a nosotros mismos, no podremos hacer nada. Por tanto, tenemos que volver nuestros ojos a Él, poner nuestros ojos en Él y creer en Su palabra. No importa cuán lejos de nosotros nos parezca que está Su palabra, tenemos que decir Amén a todo cuanto Él dice. Siempre que decimos Amén a Su palabra, somos fortalecidos y tenemos la fe viviente. La fe no procede de nosotros mismos, sino que se origina en Él. Si apartamos nuestra mirada de toda otra cosa y la fijamos en Él (He. 12:2), le disfrutaremos como nuestro Alfa, nuestra Omega y nuestro todo. Él ciertamente realizará todo lo que prometió en Apocalipsis. Únicamente debemos ejercitar nuestra fe en Él.
El Señor dice algo acerca de la iglesia en el primer libro del Nuevo Testamento, y después, en el último libro, el cual da consumación a toda la Biblia, Él se dirige a las iglesias para hablarles acerca de la iglesia. El libro de Apocalipsis no está dirigido a individuos, sino a las iglesias locales (1:11). El Señor Jesús jamás olvida aquello que comenzó. Nosotros tal vez olvidemos, pero Él jamás olvida. En el primer libro del Nuevo Testamento, Él habló acerca de la edificación de la iglesia (Mt. 16:18), y lo que Él ha comenzado, Él lo logrará. Él es el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin, para lograr la edificación de la iglesia.
Por ser el Alfa y la Omega, Cristo es el Autor y Perfeccionador de nuestra fe (He. 12:2). La fe es la manera en que disfrutamos a Dios, pero no tenemos fe en nosotros mismos. Nuestra fe es de breve duración. Pero Cristo es el Autor, el Originador, y el Perfeccionador de nuestra fe. Esto significa que Él es el Alfa y la Omega, el principio y el final, de nuestra fe. En otras palabras, Él es nuestra fe, y esta fe perdura por siempre. Si sentimos que nuestra fe es débil, debemos invocar el nombre del Señor. Después de invocar Su nombre, tendremos fe dentro de nosotros. La fe es nada menos que Cristo mismo. Cuando lo tenemos a Él, tenemos fe, y esta fe sirve al propósito de que Dios se imparta en nosotros para nuestro disfrute.
Cristo, el Hijo de Dios, es el Primero y el Último (Ap. 1:17; 2:8; 22:13), el Principio y el Fin (v. 13), y el Alfa y la Omega (v. 13). Ser el primero simplemente significa que antes de nosotros no había nada; sin embargo, ser el principio no solamente significa ser los primeros, sino también que dimos inicio a algo. ¿Cuál es, entonces, la diferencia entre el Alfa y el Principio? Algo puede ser el principio, pero podría carecer de contenido o continuación. Ser el Alfa y la Omega, entonces, significa ser el contenido completo y la continuación. A fin de ser el principio y el fin, será necesario tomar cierta acción. Cristo no solamente es el Primero, sino también el Principio, el inicio de la economía de Dios y de la operación de Dios. La operación de Dios comenzó con Cristo y concluirá con Cristo. Este Cristo es también el contenido y la continuación de la operación de Dios, pues Él no solamente es el Principio y el Fin, sino también el Alfa y la Omega. En otras palabras, el Hijo de Dios, Jesucristo, lo es todo. Él es el Primero y el Último, el Principio y el Fin de la operación de Dios, y el contenido y continuación de todo cuanto Dios hace. Cristo es todo-inclusivo, y Cristo lo es todo.
Apocalipsis 22:13 también dice que Cristo es el Primero y el Último. Por ser el Alfa, Él es el Primero, y por ser la Omega, Él es el Último. Por ser el Primero, Cristo es preeminente; por ser el Último, Cristo es el postrero. Él es siempre el Primero; nadie es antes de Él. Él también es el Último; nadie es después de Él.
El Señor le dijo a la iglesia en Esmirna, la iglesia sufriente, que Él es el Primero y el Último (2:8). Esto significa que no importa cuán grandes hayan sido los sufrimientos por los cuales Él pasó, nada de ello pudo darle fin ni hacerle daño. Él es el Primero, y a la postre, Él también es el Último. En los sufrimientos, la iglesia debe saber que el Señor es el Primero y el Último, Aquel que existe para siempre y nunca cambia. Sin importar cuál sea el entorno, Él permanece igual; nada puede precederle, y nada puede existir después de Él. Todas las cosas están dentro de los límites de Su control.
Cuando el Señor le dijo a la iglesia en Esmirna que Él es el Primero y el Último, Él también indicaba que la iglesia tenía que ser victoriosa. La iglesia no debiera verse impedida por ninguna clase de sufrimiento. Ella tiene que pasar por todos los sufrimientos y llegar hasta el fin, porque el Señor, quien es la vida y la Cabeza de la iglesia, es el Primero y el Último.
En los escritos del apóstol Juan, él aborda asuntos divinos. Con relación a los asuntos divinos no hay principio ni fin, porque todo lo que es divino es eterno, sin principio ni fin. La intención de Juan era mostrarnos que todo cuanto él nos ministraba era eterno, sin principio ni fin. En Apocalipsis Juan dijo que Cristo es el Eterno, el Primero y el Último (2:8; 22:13b). Debido a que Él es el Primero, nadie ni nada es antes de Él. Debido a que Él es el Último, nadie ni nada es después de Él. Esto indica que Él lo es todo. Cristo como Aquel que es Eterno puede ser ilustrado por un círculo, el cual no tiene principio ni fin. Cristo lo ocupa todo y ocupa todo lugar. Él no nos da ninguna posición. Nosotros no somos nada, y Él lo es todo. Él es el Primero y el Último con miras a la impartición de la vida divina en nosotros.
El Señor Jesús no solamente es el Primero, sino también el Principio; Él no solamente es el Último, sino también el Fin. “El Primero” denota que nadie fue antes de Cristo, y “el Último” denota que nadie vendrá después de Él; “el Principio” indica que Él es el origen de todas las cosas, y “el Fin” indica que es la consumación de todas ellas. Por consiguiente, estas expresiones no sólo denotan que no hay nada antes ni después del Señor Jesús, sino también que sin Él no hay origen ni consumación. Esto nos asegura que el Señor es fuerte para prometer, para alentarnos y para fortalecernos. Él llevará a cabo todo cuanto dijo en Apocalipsis.
Cristo es el Principio, y como tal, nada lo precede; Cristo es el Final, y como tal, nada viene después de Él. Esto significa que ni antes de Cristo ni después de Cristo hay algún otro. Cristo lo es todo. Tenemos que experimentar a tal Cristo de manera plena y completa, desde el Alfa hasta la Omega de manera íntegra. Antes del Alfa no hay ninguna letra, y después de la Omega tampoco hay ninguna letra. El Alfa es el principio, y la Omega es el final.
Es posible ser el primero sin ser el originador. También se puede ser el último sin ser aquel que finaliza. Cristo no solamente es el Primero, sino también el Originador; Él no solamente es el Último, sino también Aquel que finaliza. En otras palabras, en este universo de principio a fin, todo es Cristo. Podríamos ser el primero pero no el origen, así como podríamos ser el último, mas no la compleción. El Señor Jesús no solamente es el Primero, sino también el Principio, el origen; Él no solamente es el Último, sino también el Final, la compleción, que no deja nada para nadie. Él ocupa el universo entero. Con respecto al tiempo y el espacio, así como en todas las cosas, Él lo es todo. Él es el Principio y el Final, el origen y la compleción.
El hecho de que Cristo no solamente es el Primero y el Último, sino también el Principio y el Final, nos asegura que Él, habiendo comenzado la vida de iglesia, ciertamente la llevará a su consumación. Él jamás dejará Su obra inconclusa. Todos los que estamos en las iglesias locales tenemos que creer que el Señor Jesús es el Principio y el Fin. Él logrará realizar lo que ha empezado en Su recobro.
Debido a que el Señor lo es todo para nosotros y debido a que Él es tan fuerte, no debiéramos buscar pretextos diciendo que somos débiles y que nuestro entorno es muy difícil. Cuanto más difícil sea nuestro entorno, más rico será el Señor para nosotros. Cuanto más nos pongan a prueba nuestras circunstancias, más fuerte será el Señor para nosotros. Tenemos que ejercitar nuestra fe poniéndola en esta Persona todo-inclusiva, Aquel que es el Alfa, la Omega, el Primero, el Último, el Principio y el Fin. Con Él no hay problemas. Por tanto, tenemos que sumergirnos en Él, creer en Él y descansar en Él.