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Mensajes del libro «Cultivar la siguiente generación para la vida de iglesia»
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LECCIÓN CUATRO

LA IMPORTANCIA DE LA OBRA CON LOS NIÑOS Y LOS JÓVENES PARA EL FUTURO DEL RECOBRO DEL SEÑOR

  Lectura bíblica: Ap. 22:12, 20; Lc. 18:16-17; 2 Ti. 3:15; 1:5; 2:2

  1. Todos debemos conocer la era en la cual estamos, cuál es la revelación presente que proviene de Dios, dónde debemos estar, qué debemos hacer y en qué fluir debemos entrar; el tiempo es corto y se acerca el día de la segunda venida del Señor—Ap. 22:12, 20; cfr. Mt. 24:37-39; 2 Ti. 3:1-3.
  2. No podemos continuar trabajando como lo hacíamos en el pasado; en el pasado descuidábamos la obra con los niños y los jóvenes, y teníamos en gran estima la obra general—Lc. 18:16-17:
    1. “Deben abrir los ojos. No estén muy ocupados con las actividades externas; antes bien, dedíquense a laborar con los adolescentes y los jóvenes de escuela secundaria. Deben también laborar con los niños, hasta que cada semana enseñemos por lo menos a diez mil niños. De aquí a diez años, los niños de seis o siete años asistirán a la escuela secundaria. Si ustedes están dispuestos a hacer esto, definitivamente tendrán éxito” (El significado del candelero de oro, pág. 56).
    2. Ninguna familia menospreciaría a sus niños; la prioridad de una familia es cuidar de sus niños, criarlos y enseñarles; por ende, tenemos que servir a los muchos niños en la familia de Dios—2 Ti. 3:15; 1:5.
    3. Todas las iglesias deben tener una obra con los niños; si trabajamos con estos niños, en seis o siete años, todos ellos llegarán a ser los hermanos y hermanas jóvenes.
    4. Los colaboradores tienen que guiar a la iglesia a que reciba la carga de la obra con los niños; la iglesia debe concentrar sus esfuerzos en esta obra.
  3. Debemos permitir que Dios abra nuestros ojos a fin de que veamos lo precioso que son los jóvenes y su importancia en las manos de Dios—cfr. Dn. 1:2, 4; 2 Ti. 2:2; 1 Ti. 4:12:
    1. En todo lo que hacemos, lo más importante es tener el corazón para hacerlo—2 Co. 6:11; Col. 3:23:
      1. Si desea participar en esta obra, es necesario que los jóvenes le agraden, que sea uno que se preocupe por ellos y que se interese en sus asuntos; podríamos considerar esto como el “capital” mínimo que se requiere para servir con los jóvenes—Mt. 19:14.
      2. Si no sentimos interés por los jóvenes ni tenemos un corazón para ellos, es decir, si hacemos la obra con los jóvenes a regañadientes, lo que hagamos será inútil—v. 13.
      3. Algunos hermanos y hermanas hacen la obra con los jóvenes motivados por su preferencia, pero con tal corazón, servir a los jóvenes no tiene el peso debido—1 R. 4:29.
    2. Cuando vemos la importancia y el valor de algo, espontáneamente tendremos el corazón para ello—2 Ti. 2:2; cfr. 1 Ts. 3:8.
  4. El futuro de la iglesia depende de los jóvenes—2 Ti. 2:2; cfr. Dt. 1:38:
    1. Si leemos toda la Biblia cuidadosamente, descubriremos un hecho palpable: que no es fácil encontrar un caso en el cual Dios haya llamado a una persona mayor para que hiciera algo nuevo o algo de gran trascendencia—1 S. 3:1, 4; Dn. 1:4, 8; Mt. 4:18-20:
      1. Podríamos decir que casi todos aquellos que Dios usó para comenzar algo nuevo, o que Él escogió para cambiar la era, eran jóvenes—Dt. 1:38.
      2. Casi toda obra a la cual Dios llamó a personas jóvenes, era una obra que cambió la era; Dios siempre llama a jóvenes para llevar a cabo obras de gran trascendencia—1 S. 3:1, 4.
    2. Para ser útiles en las manos del Señor, para extender el reino del Señor y para propagar Su obra, la responsabilidad sin duda, cae sobre los hombros de los jóvenes—cfr. Hch. 2:14-41.
    3. Si el Señor retarda Su venida por cinco, diez, quince o veinte años más, y quiere realizar algo, dicha comisión le será confiada a los jóvenes—Mt. 24:14; 28:19-20; 2 Ti. 2:2; 4:5:
      1. No obstante, conforme a las condiciones actuales, tales como ”lo verde que está la cosecha”, la desolación de la iglesia y la escasez de vencedores, podemos ver que el Señor no puede regresar pronto—1 Ti. 4:1-5; 2 Ti. 3:1-13.
      2. Por lo tanto, al ver tal situación, creemos que aún puede haber un tiempo considerable en el cual el Señor desea realizar algo en la tierra—2 P. 3:9.
      3. De aquí a veinte años, los que serán útiles al Señor son aquellos que ahora tienen veinte años o menos—2 Ti. 3:14-15, 17:
        1. Debe haber un grupo de jóvenes que sean salvos para recibir hoy la apropiada ayuda espiritual a fin de que puedan adquirir la experiencia apropiada y ser usados por el Señor en el futuro—2:2.
        2. Si hoy no hay jóvenes ganados por el Señor, después que nosotros partamos para ir con el Señor, no habrá sucesores; entonces existirá una brecha—cfr. Dt. 1:37-38.
      4. Si hoy el Señor levanta hermanos y hermanas jóvenes, y si somos preservados de tal modo que logremos darles una dirección completamente positiva en lugar de restricciones erróneas, entonces no habrá necesidad de esperar hasta que el Señor nos lleve, pues incluso hoy ellos pueden ser útiles en las manos del Señor—2 Ti. 3:10; 1 Co. 16:10.
    4. El futuro de la obra y la utilidad en el futuro, sin lugar a dudas, recae en los jóvenes; desde el punto de vista del futuro de la obra, debemos enfocar nuestros mayores esfuerzos en los jóvenes—cfr. Dt. 1:38.

Extractos de las publicaciones del ministerio:

CONOCER LA ERA EN LA CUAL ESTAMOS Y LA REVELACIÓN PRESENTE QUE DIOS HA DADO

  Todos nosotros necesitamos conocer la era en la cual estamos, cuál es la revelación presente que proviene de Dios, dónde debemos estar, qué debemos hacer y en qué fluir debemos entrar. El tiempo es corto, y se acerca el día de la segunda venida del Señor. Ya no debemos estar más bajo el efecto estupefaciente de las cosas religiosas. Necesitamos despertarnos para ver dónde debemos estar y qué debemos hacer. Esto es un asunto serio. El Señor Jesús comparó esta era a la era de Noé, diciendo: “Como fueron los días de Noé, así será la venida del Hijo del Hombre. Pues así como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dando en casamiento [...] hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos” (Mt. 24:37-39). Aquí no debemos estar confundidos, aturdidos o embotados por causa de la situación actual. Debemos ver lo que es la era, dónde debemos estar y cuál es el camino que debemos seguir. (The Testimony of Jesus, pág. 32)

SER UNO QUE CONOCE LA ERA

  Debemos ser aquellos que conocen la era. Si realmente conocemos la Biblia, podremos ver en qué era estamos conforme a las profecías de la Biblia y a la situación mundial actual. Cuando fui salvo, hace más de sesenta años, amaba mucho la Biblia y estudiaba la Biblia diligentemente. En ese tiempo, se habían publicado algunos libros en Europa acerca de profecías, así que compré algunos y los leí. Existen muchas profecías relacionadas con la situación mundial, en particular, existen profecías en cuanto a los judíos, al Medio Oriente y a las naciones del Golfo de Persia. Estas profecías hablan principalmente acerca de dos asuntos; el primero es la restauración de la nación judía, y el segundo es el regreso de Jerusalén a manos de los judíos. (Being Up-to-date for the Rebuilding of the Temple, pág. 61)

  * * *

  No podemos continuar trabajando como lo hacíamos en el pasado; debemos cambiar nuestra manera de hacer las cosas. En el pasado se descuidaba la obra con los niños, los jóvenes y las hermanas. Teníamos en alta estima la obra general, pero le prestamos muy poca atención a la obra con los jóvenes, y solamente orábamos por la obra con los niños. Ahora debemos concentrar nuestros esfuerzos en los niños, los jóvenes y las hermanas. Más aún, los mensajes que damos deben ministrar a Cristo como el Espíritu de una manera sencilla y directa. Debemos enfocarnos en estos asuntos fundamentales y en nada más. (The Collected Works of Witness Lee, 1967, t. 1, pág. 270)

  * * *

  Cuando volví a Taiwán hace diez años, dije claramente: “Deben abrir los ojos. No se entretengan tanto en las actividades externas; antes bien, dedíquense a laborar con los jóvenes de escuela secundaria. Deben también laborar con los niños, hasta que cada semana enseñemos por lo menos a diez mil niños. De aquí a diez años, los niños de seis o siete años asistirán a la escuela secundaria. Si están dispuestos a hacer esto, definitivamente tendrán éxito”. En aquel entonces los hermanos me dijeron que había veintitrés mil nombres en la lista de la iglesia en Taipéi, incluyendo al menos ocho mil hogares. Si cada familia tiene uno o dos niños, debe de haber unos doce mil niños. Cuando me consultaron acerca de un lugar de reunión para los niños, dije: “No hay necesidad de ir al salón de reunión, y no es necesario reunirse el día del Señor. Pueden reunirse los sábados, o por las noches en las casas de los hermanos. De las ocho mil familias pueden escoger de trescientas a cuatrocientas casas para reunirse, y en cada casa pueden cuidar a unos treinta niños. Si continúan obrando así, verán cuánto podremos lograr”. Desde 1966 y 1967, he hablado sobre este asunto y he esperado que la iglesia lo practique, pues ciertamente tenemos la fortaleza necesaria para llevarlo a cabo. Si hubiéramos trabajado desde ese tiempo hasta hoy, 1977, habría diez mil niños de dieciséis o diecisiete años que serían estudiantes de la escuela secundaria. Inmediatamente tendríamos diez mil “semillas” que estarían en las diferentes escuelas. En aquel tiempo también dije que deberíamos laborar con los estudiantes de secundaria y de universidad, a fin de ganar unos miles de estudiantes en cada grupo. De esta manera, el número de niños y jóvenes sumaría un total de al menos veinte a treinta mil. Además, el número de niños aumenta incesantemente. Cuando esos diez mil niños ingresen a la escuela secundaria, otros diez mil tomarán su lugar. ¡Es una pena que ustedes no practicaron lo que les dije! (El significado del candelero de oro, págs. 56-57)

LA OBRA CON LOS NIÑOS

  Lo primero en el servicio de las hermanas es la obra con los niños. En mí hay verdaderamente una carga pesada acerca de la obra con los niños. Todas las iglesias deben tener una obra con los niños. Según las estadísticas, cuarenta y cinco por ciento de la población de Taiwán tiene menos de quince años de edad. Esto es aproximadamente seis millones de personas. Muchas de las iglesias locales tienen bastantes familias con niños. Calculo que hay alrededor de diez mil niños en la iglesia en Taipéi y alrededor del mismo número en las iglesias del resto de Taiwán. Si trabajamos con estos veinte mil niños, en seis o siete años, todos ellos llegarán a ser los hermanos y hermanas jóvenes; y esto es lo que las hermanas deben hacer.

  En el pasado, la iglesia en Taipéi no le prestó la atención suficiente a este asunto. De los diez mil niños en Taipéi, sólo alrededor de quinientos vienen a la reunión el día del Señor; entre ocho mil y nueve mil niños no están siendo cuidados. A pesar de todo el esfuerzo que invertimos en predicar el evangelio en Taipéi, quizás no podamos traer a la salvación a tres mil ni aun dos mil personas en un año. Si cultivamos a nuestros diez mil niños, en seis o siete años, todos ellos llegarán a ser hermanos y hermanas jóvenes. Esto significa que tendremos un aumento promedio de mil personas cada año. (The Collected Works of Witness Lee, 1967, t. 1, págs. 304-305)

  * * *

  Es posible que algunos piensen que es fácil cuidar a los niños entre las edades de cinco y doce años sencillamente dándoles un dulce. Sin embargo, tratar a los niños de esta manera no dará buenos resultados. Según mi observación, lo más difícil es hacer un trabajo eficiente en la obra con los niños. (pág. 311)

TODA LA IGLESIA DEBE ESFORZARSE EN LA OBRA CON LOS NIÑOS

  En cuanto a la obra con los niños, el hecho de que tengamos éxito o no depende en parte de los materiales que se usan para enseñar y en parte de los hermanos y hermanas que toman la delantera. Los hermanos responsables y los colaboradores de cada lugar deben ver la importancia de la obra con los niños en la familia de Dios. ¿Cómo puede una familia no cuidar de sus hijos? Esto debe ser un asunto de gran importancia para nosotros. Ninguna familia menospreciaría a sus niños; la prioridad de una familia es cuidar de sus niños, criarlos y enseñarles. Por ende, tenemos que servir a los muchos niños en la familia de Dios.

  Desde este momento en adelante, los colaboradores deben considerar más la manera en que conducen a las personas a que conozcan al Señor. Deben prestar atención a las hermanas y a los niños. Los colaboradores no deben decir que no tienen el don para laborar con estos dos aspectos de la obra y que por consiguiente no pueden llevar a cabo dicha obra. Si ellos no pueden hacerlo, entonces tienen que aprender cómo hacerlo; siempre deben aprender. Los colaboradores no necesitan estar involucrados personalmente en la obra con los niños. Pueden reunirse con las hermanas que toman la delantera en el servicio en una localidad y confiarles la carga de la obra con los niños, y ellos pueden animarlas. Ellos tienen que guiar a la iglesia a que reciba la carga de la obra con los niños. La iglesia debe concentrar sus esfuerzos en esta obra.

  Las hermanas que guían en las iglesias deben recibir la carga de la obra con los niños. Siguiendo el arreglo que ha hecho la iglesia y la dirección de los ancianos, ellas deben concentrarse en la obra con los niños y guiar a todas las hermanas a participar en ella. Debido a que los ancianos están muy ocupados para cuidar de los detalles, en lugar de esperar por los ancianos, las hermanas deben orar mucho y hacer planes. Luego, pueden presentar sus planes en cuanto a la obra con los niños a los ancianos para que ellos los aprueben. Esto es similar a lo que sucede en una familia cuando el esposo está muy ocupado con su trabajo y no puede cuidar de todos los pormenores de la casa. La esposa entonces puede planificar y hacer las cosas con el consentimiento del esposo. De esta manera, la esposa no hará las cosas independientemente, pero sí podrá cuidar de los pormenores de la casa a tiempo. (pág. 314)

  * * *

  Durante estos años, entre algunas iglesias, a menudo he encomendado enérgicamente a los hermanos y hermanas que deben cuidar de los jóvenes [...] La razón por la que animo a los jóvenes es que me he dado cuenta claramente de algo: si una iglesia no puede cuidar a los jóvenes, dicha iglesia no tiene futuro [...] La iglesia necesita una segunda generación. El futuro de la iglesia depende de los jóvenes. (Elders’ Management of the Church, págs. 108-109)

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  El futuro del recobro del Señor es muy prometedor. Al presente, en el recobro del Señor en los Estados Unidos hay por los menos siete mil santos buscadores. En los próximos diez años, muchos de nuestros hijos llegarán a ser miembros de la iglesia. Cuando algunos de ellos lleguen a los veinte años, ellos serán muy útiles al Señor. Por ejemplo, el hermano Nee fue levantado por el Señor cuando él tenía sólo diecinueve años. (Estudio-vida de 1 Pedro, pág. 312)

DEBEMOS VER LO PRECIOSO QUE SON LOS JÓVENES

  En todo lo que hacemos, lo más importante es tener el corazón para ello; de otro modo, no tendremos el deseo de hacer nada, y aun si hacemos algo, lo haremos sin entusiasmo. Por supuesto, esto también se aplica a la obra que se lleva a cabo con los jóvenes. Si uno desea participar en esta obra, es necesario que los jóvenes le agraden, que uno se preocupe por ellos y que se interese en sus asuntos. Podríamos considerar esto como el “capital” mínimo que se requiere para servir con los jóvenes. Si no sentimos interés por los jóvenes ni tenemos un corazón para ellos, es decir, si hacemos la obra con los jóvenes a regañadientes, lo que hagamos será inútil.

  A veces nuestro corazón surge de nuestra preferencia. Cuando nos gusta cierta actividad, naturalmente tenemos el corazón para hacerla. Otras veces tenemos el corazón para hacer algo por causa de lo que sabemos de cierta situación. Cuando vemos la importancia y el valor de un asunto, espontáneamente tendremos el corazón para ello. Conforme a lo que he observado de la verdadera situación que existe en la obra con los jóvenes, algunos hermanos y hermanas sirven con ellos motivados por su preferencia; sirven con ellos debido a que sienten una inclinación natural hacia los jóvenes, disfrutan estar con los jóvenes, y vienen a hacer la obra con los jóvenes. No podemos decir que esto sea incorrecto; de hecho, tenemos que admitir que no importa cuánta gracia hayamos recibido y cuánta espiritualidad poseamos; seguimos siendo humanos, todavía tenemos una parte que es humana. Pero en cuanto a esto debemos decir que con tal corazón, servir con los jóvenes por ese motivo no tiene el peso debido. Si realmente queremos servir a los jóvenes y hacer que la obra sea de peso, debemos permitir que Dios abra nuestros ojos a fin de que veamos lo precioso que son los jóvenes y su importancia en las manos de Dios. Si vemos esto, tendremos gran aprecio por esta labor y obtendremos espontáneamente el interés y el motivo para laborar con ellos. (Cómo guiar a los jóvenes, págs. 1-3)

EL FUTURO DE LA OBRA DEL SEÑOR DEPENDE POR COMPLETO DE LOS JÓVENES

  Si leemos toda la Biblia cuidadosamente, descubriremos un hecho palpable: no es fácil encontrar un caso en el cual Dios haya llamado a una persona mayor para que hiciera algo nuevo o de gran trascendencia. Esto quizás desanime a los hermanos y hermanas mayores, pero es un hecho innegable. En realidad, no encontramos ni una sola ocasión en que Dios llamara a una persona de edad avanzada para que hiciera algo nuevo. Aparentemente, Moisés recibió el llamamiento de Dios cuando tenía ochenta años, pero al leer la Biblia minuciosamente, nos daremos cuenta de que en realidad Moisés no recibió el llamamiento de Dios por primera vez a la edad de ochenta años; sino que el llamamiento de Dios ya había comenzado en él desde joven. Si leemos acerca de Josué, de Caleb, de Samuel o de David en el Antiguo Testamento, o de los doce discípulos que el Señor Jesús llamó en el Nuevo Testamento, veremos que ninguno de ellos era de edad avanzada cuando el Señor los ganó por primera vez. De hecho, es difícil encontrar un buen ejemplo que muestre que Dios llamara a un hombre de edad avanzada para que emprendiera algo nuevo e importante. Esto es verdad no sólo en la Biblia, sino en toda la historia de la iglesia. Podríamos decir que casi todos aquellos que Dios usó para comenzar algo nuevo, o que Él escogió para cambiar la era, eran jóvenes.

  Quisiera darles un testimonio. Hace treinta años la obra que el Señor llevaba a cabo en China tuvo un nuevo comienzo. En aquel entonces, Dios no llamó a ninguna persona de edad avanzada. Todos aquellos que hoy tienen alrededor de cincuenta años y siguen firmes sirviendo al Señor, en aquel tiempo, hace treinta años, tenían cerca de veinte años. Fueron levantados por el Señor en las escuelas para esa nueva obra. Hermanos y hermanas, si vemos esto, valoraremos mucho a los jóvenes delante de Dios.

  Además, en la Biblia, casi toda obra a la cual Dios llamó a personas jóvenes, era una obra que cambió la era. Dios llamó a Moisés para cambiar una era, y llamó a Josué para cambiar otra era. Obviamente, el llamamiento que Samuel recibió cambió la era. Los profetas, el sacerdocio y el reinado dependían del joven Samuel. Él fue uno de los que verdaderamente cambió la era. Además, podemos ver que Daniel y sus tres amigos eran jóvenes entre los cautivos. Por medio de ellos Dios cambió esa era del cautiverio. Luego, en el Nuevo Testamento, el primero que surgió fue Juan el Bautista. Sabemos que él era un joven llamado por el Señor, pues Dios lo usó en aquella época para cambiar la era. Más adelante, podemos ver a Pablo, un apóstol especialmente usado por Dios. La Biblia dice que él era joven cuando el Señor lo visitó (Hch. 7:58). Todos reconocemos que Pablo fue un hombre que cambió la era. No me atrevería a exagerar en cuanto a esto, pero mi sentir es que la obra que el Señor comenzó entre nosotros en el Oriente hace treinta años, también contenía en gran manera el elemento y la naturaleza de una obra que cambia la era. Dios siempre llama a jóvenes para llevar a cabo obras de gran trascendencia.

  Quisiera decirles, hermanos y hermanas, que debido a que vimos esto, hemos prestado mucha atención durante los últimos veinte años a la obra que se realiza entre los jóvenes. Con esto no quiero decir que el alma de un joven valga más que las almas de dos personas de edad avanzada. No es esto lo que quiero decir. Pero sí digo que si una persona ha de ser útil en las manos del Señor, o si tendrá un futuro en la obra de Dios, es menester que el Señor lo cautive cuando es todavía joven. Esto es obvio...

  He dicho en varias ocasiones que, con respecto a la salvación, la gracia y el disfrute de la salvación que el Señor efectuó, los de edad avanzada son muy preciosos. Sin embargo, en cuanto a ser útil en las manos del Señor, a extender el reino del Señor y a propagar Su obra, la responsabilidad sin duda cae sobre los hombros de los jóvenes. Si el Señor retarda Su venida por cinco, diez, quince o veinte años más, y quiere realizar algo, dicha comisión debe confiarse a los jóvenes. Los que tenemos más de cincuenta años, desearíamos estar vivos para ver al Señor en Su regreso y no tener que pasar a través del río Jordán de la muerte. No obstante, conforme a las condiciones actuales, tales como “lo verde que está la cosecha”, la desolación de la iglesia y la escasez de vencedores, nos dicen que el Señor no puede regresar pronto. Y no es que el Señor no quiera regresar; ciertamente Él quiere desesperadamente regresar pronto, pero nuestra condición no se lo permite. Por lo tanto, al ver tal situación, creemos que aún falta un tiempo considerable en el cual el Señor desea realizar algo en la tierra.

  Por supuesto, al mismo tiempo debemos creer que el Señor regresará mañana. Hace cerca de dos mil años que el Señor dijo: “¡He aquí, vengo pronto!”. Él considera mil años como un día, pues para Él no existe el elemento del tiempo. Sin embargo, de nuestra parte, si el Señor se demora, no creo que muchos de los que ahora tenemos más de cincuenta años estaremos vivos dentro de treinta años. Algunos de los hermanos y hermanas son aún mayores que yo, y están en sus sesenta o setenta años. En cualquier caso, si el Señor retarda Su regreso, temo que no podamos esperar tanto y ya todos habremos partido. En tal caso, quisiera saber, ¿quién va a continuar la obra del Señor? Quizás algunos que son espirituales, aun demasiado espirituales, me contesten: “El Señor se hará responsable de todos estos asuntos”. Claro que sí; el Señor se hará responsable de ello. No negamos este hecho. Pero una cosa está clara: ya sea que Él sea directamente responsable o que desee que usted o yo hagamos algo para Él, el camino está con los jóvenes. De aquí a veinte años, los que serán útiles al Señor son aquellos que ahora tienen veinte años o menos.

  Es un hecho universalmente reconocido que una persona obtiene su educación durante sus primeros veinticinco años, después, en los siguientes veinticinco años, adquiere experiencia, y posteriormente, en los últimos veinticinco años, llega a ser verdaderamente útil. Tres períodos de veinticinco años dan un total de setenta y cinco años. Espero que todos los jóvenes vivan setenta y cinco años; los primeros veinticinco los aprovechen para recibir educación espiritual, otros veinticinco para adquirir experiencia espiritual y los últimos veinticinco años para ser usados por Dios. Además, espero que aquellos que ahora tienen cincuenta años o más, cuiden su salud por causa del Señor. Sin embargo, hermanos y hermanas, tomen en cuenta, por favor, que si no hay algunos jóvenes que sean salvos y que reciban hoy la apropiada ayuda espiritual, ¿cómo adquirirán experiencia para ser usados por el Señor en el futuro? Si hoy no hay jóvenes ganados por el Señor, después de que nosotros partamos para ir con el Señor, no habrá sucesores. Entonces existirá una brecha.

  Quisiera darles un testimonio. Hace treinta años, cuando el Señor nos levantó en China, eran tiempos verdaderamente difíciles para nosotros. Ya que no había quién nos ayudara en nuestro servicio, tuvimos que andar a tientas arduamente en todo asunto. En aquel tiempo acabábamos de salir del cristianismo; por lo tanto, incluso en la manera de reunirnos tuvimos que palpar nuestro camino poco a poco. Ahora, después de más de treinta años, los jóvenes nos hemos envejecido. Si hoy el Señor no tiene un grupo de jóvenes que reciba la ayuda, al paso del tiempo, después de que hayamos fallecido, ¿acaso no habrá una brecha? Esto no sólo retrasará el día del Señor, sino que también reducirá la eficacia de nuestra obra. Sin embargo, si hoy el Señor levanta hermanos y hermanas jóvenes, y si somos preservados de tal modo que logremos darles una dirección totalmente positiva en lugar de restricciones erróneas, entonces no habrá necesidad de esperar hasta que el Señor nos lleve, pues incluso hoy ellos podrán ser útiles en las manos del Señor.

  Vimos esto claramente hace más de veinte años. Por lo cual, desde entonces prestamos mucha atención a ganar a los jóvenes intelectuales de las universidades y de los hospitales. Damos gracias al Señor porque este trabajo ha progresado bien desde 1936. El Señor obtuvo un buen número de jóvenes de la Universidad “Unión Médica” en Pekín, de cierto hospital en Tientsin, de la Universidad de Ch’i Lu en Tsinan, del Colegio de Enfermeros en Shanghái y de algunas universidades en Nankín. Muchos jóvenes estudiantes de medicina, médicos residentes, enfermeras y hasta catedráticos se convirtieron en nuestros hermanos y hermanas. Después de unos diez años, casi todos los colaboradores y hermanos responsables que había entre nosotros en todas las iglesias del país eran los jóvenes que cosechamos en aquel entonces. Por tanto, después de que se ganó la Guerra de Resistencia contra Japón [1937-1945] y el país fue restaurado, el Señor nos condujo a regresar a Shanghái, donde nuevamente hubo una pequeña obra de avivamiento en las regiones de Nankín y Shanghái. En ese tiempo, dedicábamos el setenta y ochenta por ciento de nuestros esfuerzos en los jóvenes. En esos dos o tres años, el Señor bendijo ricamente la obra realizada entre los estudiantes universitarios. Él ganó a muchos jóvenes. Espero que con sólo decir esto, los hermanos y hermanas vean la importancia de la obra con los jóvenes. Esto debe crear en nosotros un corazón para apreciar a los hermanos y hermanas jóvenes.

  Les digo, hermanos y hermanas, que amo a los santos de edad avanzada. El Señor puede testificar por mí acerca de esto. Pero debo pedirles perdón a ellos por decir que también aprecio mucho la obra con los jóvenes. Se han divulgado comentarios sobre mí diciendo que el hermano Lee sólo se ocupa de los jóvenes y que ha echado fuera a los de edad avanzada. Yo niego que esto sea verdad; nunca tuve tal intención. Sin embargo, por causa del futuro de la obra del Señor, pido a los de edad avanzada que oren mucho por los jóvenes. El futuro de la obra y la utilidad en el futuro sin lugar a dudas, recae en los jóvenes. Desde el punto de vista de salvar almas, debemos tratar igualmente a jóvenes y a viejos; pero desde el punto de vista del futuro de la obra, debemos enfocar nuestros mayores esfuerzos en los jóvenes. Si la iglesia o la obra no gana a los jóvenes para el Señor, llegaremos a ser como una familia de viejos sin hijos: un abuelo de ochenta y cinco años, un padre de sesenta años y un hijo de aproximadamente cuarenta. En tal caso, no hay jóvenes bajo el cuidado de los mayores, ni tampoco hay llantos ni gritos de niños; al contrario, todos se comportan correctamente. Esto es una situación anormal.

  A veces cuando alguien me dice: “Hermano Lee, parece que nuestra iglesia es un revoltijo, y nada está en orden”, yo le digo: “De hecho, eso es una buena señal”. Cuando uno visita a cierto hogar y escucha a alguien llorando, a otro gritando, a otros peleando, y aun a otros brincando y revolcándose en el piso, todo eso es una buena señal; pues indica que la familia está floreciendo. Pero si la familia sólo tiene un abuelo de ochenta y cinco años, un padre de sesenta años y un hijo de cuarenta, seguramente nadie estará revolcándose en el piso. Incluso si alguno deseara hacerlo, no tendría fuerza para ello. Así que, esa familia vive todo el año en silencio, orden y soledad. Hermanos y hermanas, podemos estar seguros de que tal familia no tendrá que vender su casa; pues en poco tiempo la casa la heredará otro. Igualmente, si ustedes ven a una multitud de jóvenes cuando visitan cierta iglesia, deben alabar al Señor porque la iglesia tiene futuro. No necesitan saber si esos jóvenes son buenos o malos; pues de la misma manera que en una familia, no importa cuán traviesos sean los niños, es mejor tenerlos que no tenerlos. Si no hay niños, la familia no tiene esperanza alguna. Algunos niños que hoy no son agradables, mañana podrán ser agradables. Siempre hay esperanza.

  En resumen, tenemos que ganar a los jóvenes en la iglesia y en la obra del Señor. Todo el que obra para el Señor con comprensión, necesita prestar atención a esto. Si lo ve, tendrá en su corazón la carga de amar a los jóvenes, sin importar si son buenos o malos. Tener a un joven que no es muy agradable es mejor que no tener a ninguno. Ojalá que todos los hermanos y hermanas, los amadores del Señor, amen también a los jóvenes por causa del futuro de la iglesia y de la obra del Señor. (Cómo guiar a los jóvenes, págs. 1-15)

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